1977 Conferencia de Área en la ciudad de Lima, Peru
El Señor os bendecirá…
por el élder A. Theodore Tuttle
del Primer Consejo de los Setenta
Sesión General del sábado
Mis queridos hermanos, es un gran privilegio estar aquí, con vosotros hoy. Este es un día muy especial en la historia de la Iglesia en el Perú; siempre es una ocasión muy especial cuando el Profeta del Señor puede estar presente.
Quizás desde los días del Libro de Mormón, no hayan estado juntos en la tierra un Profeta y tantos líderes de la iglesia; y ciertamente desde aquellos días no se han reunido tantos miembros de la Iglesia de Jesucristo para escuchar la palabra de Dios. Seguramente esto se puede asemejar a los días del rey Benjamín, cuando él llamó a todo su pueblo para instruirlo. Hay muchas reuniones este día pero ninguna es tan importante a los ojos del Señor como ésta, porque aquí es donde está su Profeta, aquí están la inspiración y el espíritu.
¡Cuán bendecidos somos por ser miembros de la Iglesia y estar presentes en esta ocasión histórica! Relatad a vuestros hijos y a los hijos de vuestros hijos, el día en que escuchasteis al Profeta del Señor. Haced que las futuras generaciones recuerden lo que él dijo.
Para nosotros, en nuestros días, su mensaje es vital: “preparaos para ir al templo en el futuro”.
En vista de que tantos de vosotros aquí presentes, tenéis la sangre del profeta Lehi, deseo hablar sobre vosotros, y los convenios que el Señor ha hecho con vosotros. El Señor ha hecho un convenio, no sólo con vosotros que sois miembros de la Iglesia, sino con todos aquellos en quienes circula esta sangre especial; y al decir esto estoy pensando en los millones de descendientes del profeta Lehi que viven en ésta y otras tierras de las Américas.
En la portada del Libro de Mormón leemos:
“Escrito a los lamanitas, quienes son un resto de la casa de Israel, y también a los judíos y a los gentiles…
Lo cual sirve para mostrar al resto de la casa de Israel cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres; para que conozcan las alianzas del Señor, que no son ellos desechados para siempre.”
El presidente Kimball dijo recientemente:
“Espero que nunca olvidemos a los lamanitas, los hijos de la primera alianza. Debido a sus padres ellos han esperado mucho; hagamos un esfuerzo especial en su beneficio. Ellos tienen la promesa de asociarse con el Maestro, y están comenzando’ a despertar; son un pueblo adorable. Como gentiles tenemos la oportunidad y la responsabilidad de llevarles el evangelio, el cual recibirán con agrado. Ellos son un pueblo precioso. Cada gentil que haya trabajado con los lamanitas sabe que esto es verdad; el trabajo con ellos es especial y ellos son un hermoso pueblo.”
Sé que el siguiente versículo, que se encuentra en el libro de Helamán, es verdadero:
“Y así vemos que el Señor comenzó a derramar su Espíritu sobre los lamanitas, por motivo de su docilidad y deseo de creer en sus palabras.” (Hel. 6:36.)
La tarea de comunicar el evangelio a los millones de hijos del profeta Lehi en estas tierras, sería casi imposible si no fuera por el hecho de que los lamanitas tienen docilidad y deseo de creer en las palabras del Señor. No sólo esto, sino que una vez que se convierten son firmes en sus creencias. Samuel el lamanita, hablando sobre la firmeza de los lamanitas que se habían unido a la Iglesia en sus días, profetizó sobre su regreso al Señor en un día futuro:
“Y debido a su persistencia, cuando llegan a tener fe en lo que creen, por su firmeza cuando son iluminados, he aquí, el Señor los bendecirá y alargará sus días…” (Helamán 15:10.)
Nefi hizo una predicción muy interesante después de una visión en la que pudo ver a través de los siglos. El vio nuestros días, vio que muchos de los gentiles en las Américas se convertían al evangelio de Jesucristo. Luego, vio a los gentiles llevar los registros de los lamanitas y nefitas antiguos, a los lamanitas de nuestros días.
Muchos de vosotros, sois los receptores de esta bendición del evangelio. Fue profetizado que los gentiles nos convertiríamos y nos uniríamos a la Iglesia; para cumplir con el resto de la profecía, nosotros, a nuestra vez, tenemos que llevar el mensaje de la restauración a nuestros hermanos los lamanitas. A ellos se les ha prometido que les llevaríamos ese mensaje.
Deseo leer algunos párrafos de un discurso que dio el presidente Kímball en 1965. Después de relatar una experiencia agradable que había tenido con tres hermanos otavaleños, el dijo:
“Mi corazón estaba henchido de amor y aprecio, y una gran esperanza entró en mí. Me pareció que veía una visión de decenas de miles de poseedores del sacerdocio, miles y miles de estacas organizadas en cientos de valles y entre las montañas.
Me pareció qué los veía predicando la restauración en sus casas, en sus capillas, en sus pequeñas radios a sus compañeros de tribu, quienes eran analfabetos y sin entrenamiento. Teman pequeñas radios en sus bolsillos, y una nueva luz en sus ojos, y gozo en su corazón.
Me pareció que veía multitudes de pequeños con sus familias, que eran bautizados por los líderes indígenas pioneros, en los lagos pequeños y los arroyos.
Me pareció oír una música dulce en quechua o español, de los coros de entrenadas voces lamanitas, y oír sermones entusiastas desde sus pulpitos; y me pareció oír a los profetas Lehi, Mormón, Moroni, Samuel y muchos otros más, alabando a Dios por este milagro prometido desde tiempos antiguos. Después, oré para poder vivir hasta ver el día glorioso cuando este milagro empezaría a realizarse, el día en que decenas de miles de estos dulces hermanos indígenas serían los líderes de cientos de miles de almas de su pueblo, en las tierras escarpadas de las montañas, en los estrechos desfiladeros, en el altiplano de la tierra de los Andes, y en otras partes también.”
Hemos visto y oído por lo menos el cumplimiento parcial de la visión del presidente Kimball hoy; al participar en las otras conferencias en esta área andina, veremos aún más su cumplimiento.
El presidente Kimball continuó:
“Cuando vi a los lamanitas en sus viviendas sencillas, con su vestimenta tradicional, con sus rostros siempre sonrientes, la esperanza brotó dentro de mí, y pensé: Si vamos a ir a llevar el evangelio a todo el mundo, ¿no podríamos dar una pequeña atención especial a las generaciones lamanitas, como parece que el Señor ha hecho? La pregunta me absorbe, ya sea que esté dormido o despierto. ¿Hemos hecho todo lo posible por nuestros hermanos lamanitas? Esta idea se ha convertido en una obsesión.”
Somos nosotros quienes debemos responder a esa pregunta, mis hermanos. Los que vivimos aquí, tenemos la constante responsabilidad de hacer que se cumpla la promesa que el Señor hizo a su “pueblo del convenio”, y a todos los habitantes de la tierra, hasta que el mensaje del evangelio haya llegado “a todo hombre”.
Nuestra responsabilidad es clara y no podemos postergarla. Debemos preparar a nuestros hijos para ser misioneros, y enviarlos con el mensaje del Señor para bendecir los pueblos de las naciones adonde vayan.
Quisiera compartir con vosotros algunos consejos del presidente McKay, que pueden ayudaros a alcanzar las metas que os hayáis impuesto en la enseñanza de vuestros hijos:
“Nuestro hogar irradia lo que nosotros somos, y lo que irradie depende de lo que digamos y la forma en que actuemos en él. Ningún miembro de esta Iglesia, tiene el derecho de proferir una blasfemia, ni de decir una palabra grosera a su cónyuge o sus hijos.
Debéis contribuir a una atmósfera ideal en vuestro hogar, controlando vuestras pasiones, vuestro temperamento, vuestra forma de expresaros, porque estos factores serán los elementos que den forma a vuestro hogar y determinen lo que él irradiará.”
Son muy pocos los problemas que no se pueden resolver en la familia, si se mantienen abiertos los conductos de la comunicación entre padres e hijos. Sin embargo, para hacerlo se requiere preparación y tiempo; pero el esfuerzo vale la pena a fin de formar familias fuertes y felices.
Si por cualquier motivo, la comunicación falla, todavía nos queda el recurso que usó Alma, el padre. Recordaréis lo que le dijo el ángel al joven Alma:
“He aquí, el Señor ha oído las oraciones de su pueblo, y también la oración de su siervo Alma, tu padre; porque él ha rogado con gran fe en cuanto a ti, para que seas traído al conocimiento de la verdad; por tanto, con este fin he venido a convencerte del poder y la autoridad de Dios, para que las oraciones de sus siervos sean correspondidas según su fe.” (Mosíah 27:14.)
Estoy convencido de que el motivo por el cual el Señor ha hecho que sus hijos se desarrollen y maduren más lentamente que cualquier otra criatura viviente, es proveer a los padres muchos años en los cuales puedan enseñar a sus hijos todo lo que deben aprender. Los niños no actúan por instinto, como lo hacen otras criaturas. Ellos apremien a obedecer y respetar a sus padres; necesitan limites definidos, reglas claramente establecidas y disciplina aplicada en forma regular y constante; necesitan orden y método; necesitan trabajo y responsabilidad; necesitan tiempo para esparcimiento y libre expresión, todo ello aderezado aquí y allá con sentido del humor.
No obstante, a los niños se les debe enseñar la obediencia a temprana edad. No se les debe dejar que anden libremente en reuniones públicas, ni se les debe permitir que molesten a los demás. Desearía citar una observación de la hermana McKay que tiene relación con esto: Mientras paseaba por el zoológico un día, se detuvo frente a la jaula de los monos; allí había una mona con un monito, el cual mostraba deseos de alejarse de su madre. Ella lo dejaba ir, mientras estuviera a su alcance; pero tan pronto intentaba alejarse, la mona lo agarraba y lo ponía en su hombro; inmediatamente, el pequeño trataba de irse en otra dirección y la mona se lo permitía, mientras se mantuviera dentro de los límites establecidos.
Nosotros también podemos enseñar a nuestros niños, desde pequeños, ciertos principios de libertad limitada. Estos asuntos se pueden discutir y resolver en las noches de hogar, donde se pueden establecer normas de conducta claramente definidas, en las cuales se pongan de acuerdo todos los miembros de la familia. Con este propósito se ha establecido el Programa de la Noche de Hogar, que los miembros de la Iglesia en todo el mundo llevan a cabo los lunes por la noche.
Mis hermanos, el vuestro es un gran país; millones de descendientes de Lehi viven aquí, y para ellos y para esta gran nación, hay ricas bendiciones reservadas. Oremos porque las puertas continúen abiertas al mensaje de la restauración, a fin de que haya hogares cada vez más fuertes y felices, sobre los cuales el Señor derrame sus bendiciones de abundancia.
Hermanos, yo sé que Dios vive; sé que Jesucristo es el Hijo de Dios, nuestro Redentor y Salvador. Sé que el profeta José Smith era un Profeta de Dios y que también lo es el presidente Kimball. Que el Señor os bendiga, lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.
























