Nuestra fortaleza espiritual

1977 Conferencia de Área en la ciudad de Lima, Peru
Nuestra fortaleza espiritual
por el élder Roberto Vidal
Representante Regional de los Doce

Es un honor encontrarme esta mañana en esta gran conferencia, mis queridos hermanos; en especial, recibir el consejo y guía de un Profeta del Señor. Yo os testifico que el presidente Spencer W. Kimball es un Profeta de Dios, es un hombre con gran fuerza espiritual al cual podemos seguir con plena confianza.

Ahora quisiera hablaros sobre la fuerza espiritual que todos podemos poseer. Pero antes quisiera relataros brevemente un pasaje de la historia de un hombre muy fuerte, conocido con el nombre de Sansón. En los días del antiguo Israel vivía este hombre de fuerza gigantesca, a quien los descendientes de la tribu de Dan miraban como a su libertador de la opresión en que los tenían los filisteos.

Sansón, era tan fuerte que los filisteos le temían y hasta lo odiaban; él podía luchar, según el relato bíblico, contra mil de ellos y los derrotaba en una fiera batalla. Pero aunque era muy fuerte físicamente, era débil en obediencia al Señor; le era muy difícil seguir el camino que había indicado el Señor, y tontamente sucumbía ante los engaños, en especial de las mujeres filisteas.

Como resultado, fracasó en convertirse en el gran libertador de su pueblo, y al fin murió ciego y prisionero entre los escombros de un gran edificio que él mismo había derribado haciendo uso de sus fuerzas.

Pero ahora me pregunto, ¿qué hay de uno que tiene la fuerza de la juventud, también la inteligencia, y además dinero? ¿Sería éste poderoso en todas las formas? Recordemos al joven rico, según el relato de Mateo, que preguntó a Jesús: “¿qué bien haré para tener la vida eterna?” y que cuando Jesús le contestó: “vende lo que tienes y dalo a los pobres” (Mat, 19:16-23), se fue triste porque tenía muchas posesiones. A él le faltaba la fortaleza espiritual para seguir al Maestro bajo esas condiciones, y no tuvo la fuerza de voluntad para deshacerse de sus riquezas y de su posición social, y humillarse, como todo seguidor de Cristo debe hacerlo.

La fortaleza más grande de todas no es el poder físico ni el mental, sino la fuerza interior del espíritu. El más grande recurso del mundo no es el dinero ni la propiedad, sino el oro puro del alma humana. Fortaleza espiritual fue la cualidad esencial que no tuvo Sansón, a pesar de su gran fuerza corporal, y la cualidad que no tenía el joven rico y que tampoco podía comprar con todo su dinero. La fortaleza espiritual es esa cualidad que nos ayuda a resistir las tentaciones a través del autocontrol; nos ayuda a sobreponernos a las dificultades, con perseverancia y duro trabajo; nos ayuda a vivir alegres a pesar de la injusticia y los desalientos; es la fuerza con la que hombres y mujeres han logrado sus más grandes hazañas en el mundo y por la cual podemos vivir noblemente en cualquier terreno.

Leo en vuestra mente una pregunta: ¿Y cómo se puede desarrollar esta fuerza espiritual? Primero hay que tener fe en Dios y en los principios salvadores del evangelio de Cristo; quien cree y confía plenamente en su Creador, es ceñido con la clase de fuerza que permitió a David vencer a Goliat, y a Moisés enfrentarse al faraón. Os tengo un breve y sencillo ejemplo de fe;

Un hombre se encontraba parado en el borde de un precipicio mirando a la profundidad del abismo, cuando una fuerte ráfaga de viento sorpresivamente lo hizo caer al vacío; al caer, desesperadamente pudo asirse de una rama que salía de la roca a unos dos o tres metros más abajo. Allí estuvo colgado largo rato y no había nadie que lo pudiera ayudar, así que se puso a orar a Dios diciendo: “Yo sé, Señor, que tú tienes el poder de salvarme”. Seguía colgado, y cuando empezó a oscurecer, escuchó claramente una voz que le decía: “¿Tú crees que yo causé la ráfaga de viento que te hizo caer?” El hombre respondió: “Sí, creo, Señor”. La voz entonces dijo: “¿Tú crees que yo causé que la rama de donde te has asido creciera de la roca?” Y el hombre, agarrándose fuertemente de la rama, contestó: “Sí, Señor, lo creo”. Entonces la voz le habló nuevamente: “¿Tú crees que yo podría hacer que otra fuerte ráfaga de viento te llevara de vuelta hacia el lugar donde estabas parado?” El hombre, demostrando gran dolor por haber estado colgado tanto rato de la rama, respondió: “Sí, Señor, creo”. La voz le dijo: “Entonces, suéltate de la rama”.

¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a soltarnos, de la rama, y tener la fe que el Señor quiere que tengamos?

Junto con la fe, se necesita la pureza de una vida correcta y digna, y aquel que comete pecado se convierte en esclavo del pecado. Y si permitimos ser encadenados por los malos hábitos, nos convertimos en seres débiles. Guardando los mandamientos de Dios nos fortalecemos con la armadura de la corrección. El significado verdadero de la fuerza interior del espíritu, en comparación con los honores del mundo, está aclarado en Proverbios 16:32, donde dice:

“Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte;

Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.”

Esta virtud del autocontrol, desarrollada a través de la fe y de una vida limpia, es la clase de fuerza interior que todos deberíamos esforzarnos en edificar en nosotros mismos, como seguidores que somos de Cristo.

Viene a mi mente un mundo colmado de paz en el cuál todos se esfuerzan por ayudar a su prójimo, todas las familias viviendo dignamente y cumpliendo con los mandamientos de Dios. No creo que esto sea sólo un sueño o algo imposible; ha ocurrido, y os puedo leer en el Libro de Mormón, en 4 Nefi, lo que pasó al pueblo de Nefi después que el Señor Jesucristo estuvo en este continente:

“Y aconteció que el pueblo de Nefi se hizo fuerte, y se multiplicó con gran rapidez, y llegó a ser un pueblo hermoso y deleitable en extremo.

… observaban los mandamientos que habían recibido de su Señor y su Dios, perseverando en el ayuno y la oración, reuniéndose a menudo tanto para orar como para escuchar la palabra del Señor.

Y ocurrió que no había contenciones en el país, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo,

Y no había envidias, ni contiendas, ni tumultos, ni fornicaciones, ni mentiras, ni asesinatos, ni lascivias de ninguna clase; y ciertamente no podía haber pueblo más dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios.

¡Y cuán bendecidos fueron! Porque el Señor los bendijo en todas sus obras…” (4 Nefi 10, 12,15-16, 18.)

¿Podrá existir nuevamente en la tierra un pueblo como éste? Mi respuesta es SI, si los hombres lo quisieran. Pero lamentablemente, algo que vemos a diario es que el mundo está lleno de hombres débiles y sin carácter; a cada paso que damos nos encontramos con mucha gente, como nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, y aún desconocidos, y en casi todos ellos notamos al instante su debilidad y falta de espíritu; algunos parecen muy fuertes, muy sanos pero interiormente están vacíos, porque les falta la fortaleza del espíritu. No saben que está a su alcance esa fuerza, con sólo tener una fe intensa y llevar una vida digna, cumpliendo los mandamientos de Dios, siguiendo a Cristo sin reserva y aceptándolo como su Salvador; en una palabra, entregándose a Él. Si no lo habéis hecho hasta ahora, ésta es vuestra gran oportunidad.

Cristo mismo organizó su Iglesia en el meridiano de los tiempos, pero los hombres más inclinados a seguir a Satanás, la destruyeron; sin embargo, el amor de Dios hacia sus hijos es tan grande que hizo que su Iglesia fuera restaurada en estos tiempos, así como su Sacerdocio o autoridad.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene sus puertas abiertas a todo aquel que se arrepienta y acepte a Cristo como su Salvador, para que se bautice y reciba la guía permanente del Espíritu Santo. Os dejo estas palabras con mi testimonio de que son ciertas todas estas cosas, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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