1977 Conferencia de Área en la ciudad en la Paz, Bolivia
La obra del Señor sigue adelante
por el presidente Spencer W. Kimball
Sesión del Sacerdocio
Amados hermanos y hermanas, quisiera poder hablar con vosotros extensamente, pero trataré de poner mis ideas en pocas palabras.
El élder McConkie os habló acerca de las bendiciones patriarcales para los jóvenes. Cuanto tenía solamente once años, mi padre me llevó a un patriarca, quien me dio una bendición maravillosa, por la cual yo he podido guiar mi vida. Una de las cosas sobresalientes que me dijo el patriarca era que yo sería bendecido de ir en una misión entre los lamanitas y que tendría un gran éxito con ellos y los vería convertirse en gente poderosa. He leído esa bendición patriarcal miles de veces, pero no sabía cómo se cumpliría.
Fui llamado a mi primera misión, en la Misión Sueco-Alemana, pero no habían indios allí. Luego, cuando estalló la guerra fui a la Misión de los Estados del Centro donde hay algunos, pero en mis dos años y medio nunca pude trabajar con los indios. A veces me preguntaba qué era lo que el Señor estaba comunicándome; esperé y esperé.
He viajado por todo el mundo donde hay lamanitas: las Islas del, Pacífico, América del Sur, del Norte y Central, y muchos otros lugares. Me he sentido sumamente complacido viendo a la gente lamanita en esta conferencia, y espero que haya gran progreso y desarrollo entre vosotros.
Quisiera recordaros que vosotros sois responsables de ver que cada uno de vuestros hijos se bautice cuando llegue a la edad de ocho años. El presidente Romney habló de este cumpleaños tan importante. Permitidme insistir en ello. El Señor ha dicho que cuando los niños tengan ocho años de edad deberán saber el evangelio, y los padres no deben esperar hasta que tengan diez, ni doce, ni veinte años para enseñárselo. Vuestros hijos deben tener un conocimiento básico del evangelio cuando tengan ocho años, incluso antes.
Ahora quiero hablaros acerca de la obra en el templo. El Señor desea que cada hombre y mujer puedan ir al templo para sellarse por la eternidad. Nos damos cuenta de que os costará mucho ir al Templo de Sao Paulo a sellaros, pero esto es posible. Si los jóvenes ahorraran desde la infancia no sería tan difícil hacerlo cuando les llegue el momento de contraer matrimonio.
Entonces habría muy pocas personas que se privarían de esa gran bendición de ir al templo.
Uno de los presidentes de la Iglesia dijo que si las personas comprendieran realmente el valor del matrimonio en el templo, serían capaces de dar la vuelta al mundo caminando, si fuera necesario, para recibir tal bendición. No es imposible que las personas puedan ir al templo a casarse; por lo tanto, es necesario que os mantengáis dignos de entrar en la Casa del Señor.
Hemos dicho en nuestras conferencias de prensa que ésta es una Iglesia que se gobierna por revelación, que tenemos Doce Apóstoles en la actualidad, y tres miembros que forman la Primera Presidencia de la Iglesia. Yo fui apóstol por treinta y cuatro años; y aún sigo siéndolo hoy, vosotros me habéis bendecido con vuestro voto de sostenimiento como presidente de la Iglesia y Profeta del Señor. Yo sé que el nuestro es el procedimiento correcto y que el Señor quiere que yo ocupe esta posición. Me siento sumamente humilde por ello, y todo lo que deseo es que los miembros de la Iglesia reciban todas las bendiciones de las que son merecedores.
Los apóstoles y los setentas viajan a todas partes del mundo, llevando a las ramas y estacas de la Iglesia el evangelio en su plenitud; ellos os explicarán todas estas cosas, en las oportunidades en que os visiten.
Estamos dirigiendo grandes esfuerzos hacia el cumplimiento del programa de orientación familiar. También os pedimos que dediquéis cada lunes por la noche a reuniones con vuestra familia, de manera que los padres podáis enseñar a vuestros hijos todas las cosas que ellos necesitan saber, acerca de sus años de desarrollo, de la felicidad que deben tener, de la pureza espiritual que se espera de ellos, de toda la veracidad y honradez que deben poner en práctica diariamente. ¿Hay alguna de las familias de esta área que no esté llevando a cabo sus noches de hogar? Hermanos, haceos estas preguntas, y respondedlas vosotros mismos. No podéis educar a vuestra familia en la manera que debe ser educada sin llevar a cabo este programa tan importante.
Permitidme volver por un momento al asunto del templo. Como ya se ha mencionado aquí, la dignidad es la base para poder entrar al templo. Podéis conocer todas las revelaciones que se encuentran en Doctrinas y Convenios, podéis saber de memoria todas las cosas que están en las Escrituras, pero nunca alcanzaréis la salvación ni la exaltación solamente por las cosas que sabéis, sino que es necesario que pongáis en práctica las cosas que habéis aprendido. Desde su tierna infancia, vuestros hijos aprenderán de vosotros que nunca deben verse involucrados en prácticas inmorales de ninguna clase; no basta con que se lo digáis solamente una vez, sino que cuando lleguen a su juventud tendrán que haber escuchado esto cientos de veces, Y deberán saber también que no sólo su familia y sus padres esperan que cumplan, sino que también el Señor Jesucristo espera que se conserven puros y libres de inmoralidad.
Muchas personas en el mundo están quebrantando todos los mandamientos de Dios; hay muchos padres que están equivocados, y muchos jóvenes que no respetan las leyes. Algunas veces mentimos, aunque Jesucristo dijo: “No mentirás”; algunas veces robamos aunque Jesucristo dijo: “No robarás”; algunas veces hacemos cosas inmorales, a pesar de que el Señor dijo: “No cometerás adulterio ni harás ninguna cosa semejante”. Él nos dio los mandamientos en el Monte Sinaí, lo mencionó nuevamente en el meridiano de los tiempos, y luego se lo reveló a José Smith. Es evidente que el Señor deseaba reiterarlo una y otra vez, aunque no se extendió en detalles porque esperaba que los padres se encargaran de eso. Los niños tienen que aprender estas cosas en su tierna infancia, Cuando vemos madres con sus niños en brazos, pensamos que muy pronto tendrán la oportunidad de empezar a enseñarles.
Con relación a los niños pequeñitos, quisiera hablaros de otra cosa: Hay muchas naciones que han legalizado el aborto, donde incluso se alienta a las mujeres a deshacerse de sus hijos que aún no han nacido; esto nos preocupa muchísimo, porque Dios mismo dijo: “Multiplicad y henchid la tierra”. El aborto es diabólico, y sólo puede justificarse en casos muy extremos, y bajo la debida autorización; esto es fundamental y os ruego que nunca lo olvidéis.
Lo mismo puede decirse del divorcio; el mundo se está descarriando, millones de personas se están divorciando; los cónyuges que podrían vivir juntos en paz y armonía, están buscando relaciones fuera del matrimonio arruinando así su vida. El apóstol Pablo nos dejó esta enseñanza:
‘‘… cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” (Efe. 5:33.)
El Señor no dio a nadie el derecho de repudiar a su cónyuge. Es por esto que nosotros consideramos con tanta seriedad el matrimonio, que no es para tener diversión, ni para satisfacer nuestros deseos; contraemos matrimonio por la única razón que nos dio el Señor: de que seamos padres, traigamos hijos a este mundo y les enseñemos los principios. Creemos que casi cualquier pareja podría vivir en paz y felicidad, si están decididos a ello. No es fácil que dos personas se lleven bien, se puede hallar muchos errores en el compañero; pero el Señor no nos dijo que debíamos ser perfectos para casarnos. El sólo desea que hagamos el mayor esfuerzo para encontrar la persona adecuada, y que cuando existan diferencias de opinión, ambos cónyuges se esfuercen juntos por tratar de resolverlas; que puedan amarse y respetarse y luchar unidos por conservar un matrimonio feliz.
Es terrible observar la cantidad de mujeres que han estado casadas varias veces y de hombres que se casan tantas veces como ven una mujer hermosa y la codician. Nosotros condenamos estas acciones con todo el vigor que tenemos, y pedimos a todas las personas, no sólo a los líderes de la Iglesia, sino a todos los seres humanos, que establezcan hogares felices y dignos, única manera en que la familia puede progresar.
La juventud no debe postergar la época de contraer matrimonio. El Señor ha provisto los medios para que los jóvenes maduren; no es necesario que esperen a terminar sus estudios, a tener más dinero o mejores trabajos, sino que deben casarse, y juntos tratar de salir adelante. Una buena esposa ayudará a su marido a obtener una educación más avanzada, a fin de tener mejor trabajo y mejor medio de vida. Ahora, hermanos, hablemos un poco acerca del programa misional. Hay más de 2.200 o más misioneros locales en el mundo; hay alemanes, chinos, japoneses, coreanos, franceses y latinoamericanos; tenemos ahora misioneros de casi todos los países del mundo, quienes por lo general, permanecen en su propio país y predican el evangelio en su idioma a su gente; hay algunas excepciones. El Comité Misional de la Iglesia tiene la responsabilidad de asignarles al lugar a donde deben ir, que es donde se necesitan más, y el Presidente de la Iglesia firma sus llamamientos.
Los jóvenes van a la misión no solamente porque desean, sino porque tienen la determinación de retribuirle al Señor, si es posible, todas las bendiciones que reciben. ¿Cuáles son esas bendiciones? Tener padres y hermanos honorables; poder oír, ver y tener una buena mente para poder pensar y un cuerpo que pueda llevar a cabo responsabilidades. Todos nuestros jóvenes que hayan recibido esas bendiciones deben estar dispuestos a pagarle al Señor parte de ellas.
Todos los jóvenes, deben ir a una misión y también muchas parejas pueden hacerlo. Pero no podrán ir si no son dignos; para ello, deben vivir los mandamientos y llevar una vida limpia y virtuosa. El Señor nos ofrece el perdón, si existe el arrepentimiento completo; el perdón de todos los pecados excepto el asesinato y la negación del Espíritu Santo. Pero debemos recordar que el arrepentimiento no es fácil, y nadie puede ser perdonado simplemente porque desee serlo. Debe haber una transformación total de la vida, un cambio, si se desea el perdón; entonces el Señor perdonará y la misión podrá cumplirse. Pero deseamos misioneros puros y dignos. Ahora tenemos 26.000 entre los cuales, como ya lo mencioné, hay 2.200 misioneros locales.
Cuando fui a mi misión hace sesenta y tres años, solamente habían 800 misioneros en todo el mundo. Ahora ha crecido el número grandemente y nos sentimos muy felices. No hay nada mejor que podáis hacer los padres que enviar a vuestros hijos en una misión. Eso significará sacrificio, tanto para vosotros como para ellos; pero esta capacitación y progreso no pueden obtenerse de ninguna otra manera. ¿Os gustaría que vuestro hijo fuera un presidente de misión, presidente de estaca u obispo? Esta es la manera en que obtenemos esas bendiciones.
Cada padre que posee el sacerdocio, bendecirá a sus propios hijos. ¿Para qué es el sacerdocio? Uno de sus propósitos es el de bendecir a la familia. Cuando un joven sale del hogar para ir a estudiar, o en una misión o algo semejante, el padre que ama a su hijo lo instará y le dará una gran bendición. Él tiene el derecho de hacerlo, porque es el jefe de su familia.
Recuerdo una vez en que me encontraba visitando Toquepala, en Perú; había allí una gran compañía minera, en donde trabajaban algunos norteamericanos. Uno de los muchachos me dijo, mientras almorzábamos: “Tengo planes de ir a una misión”. Y le dije: “Eso es maravilloso. ¿Te dará tu padre una bendición?” Él contestó: “No, no creo que mi padre quisiera hacerlo”. Yo aproveché para explicarle un poco el significado de una bendición. A las pocas horas, mientras cenábamos, me encontré junto a su padre y le dije: “Hermano Fulano, su hijo va a una misión. ¿Le dará usted una bendición?” Él contestó: “¡Oh, no! Mi hijo no querría”. Después de esto, traté de reunir al padre y al hijo, y descubrimos que a ambos les emocionaba la idea de poder hacerlo. Por lo tanto, padres, bendecid a vuestros hijos cuando ellos tengan deseos de recibir una bendición y sean dignos. También bendecidlos cuando son pequeñitos.
Quisiera ahora decir unas palabras acerca de la Iglesia. Está creciendo en una forma increíble; quizás ninguna iglesia esté progresando en la misma forma que la nuestra, y vosotros, hermanos, habéis sido responsables por tal crecimiento. Nos sentimos muy orgullosos de ello, pero no podremos ser totalmente felices y estar satisfechos, hasta que todos los maravillosos lamanitas de estas regiones se sientan felices en la Iglesia. No seremos felices hasta que todos vuestros parientes y amigos se unan a la Iglesia, hasta que en vez de once mil tengamos ciento once mil o quizás once millones. Queridos hermanos, todavía no he hablado de todo lo que quisiera deciros. Espero que hayáis tomado notas y tengáis estas cosas guardadas en vuestro corazón. Todas las cosas maravillosas que habéis escuchado de los hermanos en esta conferencia, nunca las olvidaréis. No actuaréis como las demás personas, sino que haréis siempre lo que es correcto.
Antes de terminar, permitidme deciros que os amo a todos. Que amamos a los lamanitas; El Señor también os ama a todos vosotros, y Él os bendecirá. Él vive. Su obra sigue adelante y dejamos nuestro testimonio de que es verdadera y divina y que debéis seguir su camino y nunca ser negligentes. Que el Señor os bendiga con este testimonio, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























