Nuestro tiempo de preparación

1977 Conferencia de Área en la ciudad de Santiago, Chile
Nuestro tiempo de preparación
por el élder A. Theodore Tuttle
del Primer Consejo de los Setenta
Sesión General de la tarde

A. Theodore TuttleMis queridos hermanos; siento Un gran amor por los miembros de la Iglesia en Chile. Mi asociación con vosotros durante estos años ha sido muy satisfactoria. Vosotros habéis sobresalido en todas la fases de la obra en la Iglesia. Os felicito por vuestra fidelidad, vuestra dedicación y diligencia.

Tenéis grandes líderes en vuestras estacas, barrios y misiones; vuestro Representante Regional de los Doce, el presidente Carlos Cifuentes, es un gigante espiritual entre los hombres. Y ahora hay otro hermano también, el hermano De Champs, quien es una persona bien preparada y digna, que ha sido llamada como Representante Regional.

Sois bendecidos en tener al hermano Robert Wells como Supervisor de Área; él es un gran hombre, y ha vivido gran parte de su vida en Sudamérica. El conoce el idioma, la gente, la organización de la Iglesia y la obra misional, y adora todo esto. Veo para vosotros un futuro de éxito.

La obra ha prosperado firmemente en Chile; como un segundo testigo, tengo la misma visión que tiene el élder McConkie de la obra en este país. De todas las unidades de la Iglesia en Chile, vosotros habéis enviado 250 misioneros regulares. Tal vez sea el país que tiene el mayor número de misioneros en el campo misional, con la excepción de los Estados Unidos, México y Canadá. Nuevamente os felicito,

Os aliento a que sigáis adelante y seáis Santos de los Últimos Días en un cien por cien. Quiero relataros una historia para dar aplicación a mis palabras.

Cuando era joven me contaron la historia de una viejita inglesa quien hace muchos años se unió a la Iglesia en Inglaterra. Tal vez todos vosotros sepáis que entre los ingleses es muy común tomar té muchas veces al día. Bien, esta hermana inglesa tenía ese hábito; sin embargo ella dejó de tomar- té y fue bautizada. Algún tiempo después volvió a su antiguo hábito. Todos los días ponía en la cocina una pequeña tetera negra que tenía, y hacía su té. Luego emigró a Utah, llevando consigo su pequeña, tetera negra; fuera de esto no tenía ninguna falta. A pesar de esto ella no era un Santo de los Últimos Días cien por cien. Un día acudió al obispo para conseguir la recomendación para ir al templo; pero en la entrevista salió a luz su costumbre de tomar té. El obispo le aconsejó que no lo hiciera más, porque no podría darle la recomendación mientras ella no guardara la Palabra de Sabiduría.

Esta hermana trató de cumplir, pero fue en vano. El hábito se había arraigado a través de muchos años. Pero una noche, tuvo un sueño; soñó que había muerto y que iba al paraíso. Cuando llegó al paraíso todo era bonito y blanco; soñó que entraba en un hermoso edificio con alfombras blancas, cortinas blancas, muebles blancos y todo lo demás era blanco y limpio. Ella también estaba vestida con un hermoso manto blanco. Sin embargo, algo estaba mal, por alguna razón la pequeña tetera negra se encontraba pegada firmemente a su mano y por más que se esforzaba no la podía soltar. Cuando sus seres queridos, vestidos con hermosos mantos blancos, quisieron acercarse con los brazos extendidos para abrazarla, sintieron temor, pues la pequeña tetera negra todavía se encontraba en su mano. Por más que trataba no podía hacer nada, ni esconderla en su ropa blanca o soltarla de su mano. Justo en el momento en que sus seres queridos iban a abrazarla se despertó. Imaginaos cuán agradecida se sintió al darse cuenta de que la visita al paraíso sólo había sido un sueño. Vosotros, por supuesto, podéis adivinar lo que hizo al día siguiente: tiró la pequeña tetera negra, y nunca más volvió a tomar té.

Después vivió las normas del evangelio cien por ciento.

¿Tenéis vosotros una pequeña tetera negra que os impide ser completamente dignos? Supongamos que experimentáis realmente lo que ella soñó, ¿de qué pecados tendríais que arrepentiros ahora? ¿Os acordáis de las enseñanzas de Amúlele? “Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios. Sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra.”

Mis queridos hermanos, hemos sido bien aconsejados, no nos demoremos en guardar todos los mandamientos de Dios.

Os amo, mis hermanos chilenos, no tengo suficientes palabras ni siquiera en inglés, para expresar mi amor por vosotros. Os dejo parte de mi corazón, mis amigos y hermanos, con mi testimonio de que Dios vive, que estamos en la verdad, que estamos en la Iglesia de Jesucristo y bajo su dirección. Yo sé que el presidente Kimball es su Profeta, el Profeta de Dios, actuando bajo la dirección de Jesucristo. Que el Señor os bendiga con ricas bendiciones, temporales y espirituales, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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