1977 Conferencia de Área en la Bogotá, Colombia
Demostrad vuestra gratitud al Señor
por el presidente Marion G. Romney
de la Primera Presidencia
Sesión General del domingo
Mis queridos hermanos, quisiera deciros algunas palabras sobre gratitud y agradecimiento. Las virtudes de la gratitud son bien conocidas en todo el mundo, así como la condena a la ingratitud.
El famoso pensador romano, Cicerón, que vivió cien años antes de Cristo, dijo: “El agradecimiento no sólo es la mayor virtud, sino también la madre de todas las virtudes”. La gratitud se define como un sentimiento de agradecimiento y aprecio por los favores y beneficios recibidos. La gratitud es la evidencia de un alma noble. Un hombre desagradecido disfruta de lo que recibe sin preocuparse de su procedencia.
Jesús reveló sus sentimientos en cuanto a la ingratitud cuando dijo al único de los diez leprosos que volvió para agradecerle el haber sido sanado: “… ¿No son diez los que fueron limpiados?” (Lucas 17:17).
John Bunyan dijo: “El que se olvida de su amigo, es desagradecido, pero el que olvida a su Salvador, no tiene misericordia consigo mismo”. Las grandes almas agradecen sumamente los favores más simples. Recordemos la reacción del profeta José Smith cuando recibió algunas cartas mientras sufría en la cárcel de Liberty. Él escribió: “Recibimos algunas cartas anoche… Quedamos muy satisfechos con sus palabras. Teníamos algún tiempo de estar sin información y la lectura de estas cartas fue para nuestras almas como la apacible y refrescante brisa” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 157-58).
Este comentario del Profeta es realmente emocionante. Sin embargo, no son estas palabras la mayor motivación que poseemos para desarrollar más gratitud y agradecimiento. El Señor mismo nos ha mandado ser agradecidos.
A menos de un año de organizada la Iglesia, en marzo de 1831, el Señor dijo a los santos en Kirtland:
“Más en todo se os manda pedir a Dios, quien da dadivosamente; y lo que el Espíritu os testificare, aun eso quisiera yo que hicieseis con toda santidad de corazón, andando rectamente ante mí, considerando el fin de vuestra salvación, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias, para que no seáis seducidos por espíritus malos; ni doctrinas de diablos, ni los mandamientos de hombres; porque algunos son de los hombres y otros son del diablo.
Y habéis de dar gracias a Dios en el Espíritu por cualquiera bendición con la cual fuereis bendecidos.” (D. y C. 46:7,32.)
«… Amarás al Señor tú Dios de todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo, No hurtarás, ni cometerás adulterio, ni matarás, ni harás ninguna cosa semejante.
Darás las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas.” (D. y C. 59: 5-7.)
De acuerdo con estas Escrituras, vemos que se hace evidente que agradecer a Dios no es una simple cortesía, sino que es un mandamiento como cualquier otro.
En otras revelaciones, el Señor nos ha dicho:
“Y el que recibe todas las cosas con gratitud, será glorificado; y le serán añadidas las cosas de esta tierra, aun cien veces, sí y más.” (D. y C, 78:19.)
“De cierto os digo, mis amigos, no temáis, y consuélense vuestros corazones; sí, regocijaos para siempre, y dad las gracias en todo.” (D. y C. 98:1.)
“Sí te sientes alegre, alaba al Señor con cantos, con música, con baile y con oración de alabanzas y acción de gracias.” (D. y C. 136:28.)
Es interesante saber que el Señor dio esta última revelación al profeta Brigham Young mientras viajaban a través de las llanuras. Y estos mandamientos nos obligan a desarrollar solemne gratitud y agradecimiento al Señor. Debemos expresar nuestro agradecimiento al Señor por todas las bendiciones que recibimos. El salmista dijo:
“Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre.” (Salmos 100:4.)
Lo mismo dijo Alma a los zoramitas:
“…amados hermanos míos, quisiera que…adoraseis a Dios… y que vivieseis cada día en acción de gracias por las muchas bondades y bendiciones que él derrama sobre vosotros.” (Alma 34:37-38.)
El rey Benjamín dijo:
“Y he aquí, si yo, a quien llamáis vuestro rey,… soy acreedor a vuestra gratitud, ¡oh, cómo deberíais dar gracias a vuestro Rey Celestial!
Os digo, mis hermanos, que si diereis todas las gracias y alabanzas, con todo el poder de vuestras almas enteras, a ese Dios que os ha creado, guardado y conservado, y ha hecho que os regocijéis, y os ha concedido vivir en paz el uno con el otro…” (Mosíah 2:19-20.)
Debemos eterna gratitud y agradecimiento a nuestro Señor Jesucristo, quien nos redimió con su propia vida. Es imposible para nosotros como débiles mortales llegar a comprender y apreciar en su total magnitud el sufrimiento que tuvo que soportar en la cruz, para traernos la victoria sobre la muerte. Y mucho menos podemos comprender su sufrimiento en Getsemaní para que nos fueran perdonados nuestros pecados…
“Padecimiento que hizo que yo, aun Dios, el más grande de todos, temblara a causa del dolor, y echara sangre por cada poro, y padeciera, tanto en el cuerpo como el espíritu…” (D. y C. 19:18.)
Ninguno de nosotros podría haber soportado tanto dolor; ningún hombre mortal podría haber sufrido tanto.
Toda persona que comprenda lo qué Cristo hizo por nosotros, debe amarle y demostrarle ese amor dándole gracias constantemente. En Doctrinas y Convenios el Señor dijo a los Santos en Jackson County, Missouri, cómo podían hacerlo. Dice el Señor:
“…benditos son aquellos que han subido a esta tierra con un deseo sinceró de glorificarme… porque… recibirán una corona en las mansiones de mi Padre que yo he preparado para ellos.
Sí, benditos son aquellos cuyos pies descansan sobre la tierra de Sión, qué han obedecido mi evangelio; porque recibirán como recompensa las cosas buenas de la tierra, la cual producirá en su fuerza.
Y también serán coronados con bendiciones de arriba, sí, y con mandamientos no pocos, y con revelaciones en su debido tiempo—aquellos que son fieles y diligentes delante de mí.” (D. y C. 59:1-5.)
¿Cómo podemos demostrar nuestra gratitud? Él nos dice:
“…amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el hombre de Jesucristo lo servirás.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hurtarás, ni cometerás adulterio, ni matarás, ni harás ninguna cosa semejante. Darás las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas.” (D. y C. 59:5-7.)
El entonces les dice que santifiquen el día de reposo y concluye diciendo:
“Y si hacéis estas cosas con acción de gracias, con corazones y semblantes alegres, no con mucha risa, porque esto es pecado, sino con corazones felices y semblantes alegres,
De cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra…” (D. y C. 59:15-16.)
Mis queridos hermanos, os doy mi testimonio de que el Señor quiere qué le seamos agradecidos y si hacemos lo que Él nos ha dicho, seremos la gente más feliz de la tierra, porque este es el camino que nos conducirá a la presencia de nuestro Padre Celestial. Así os testifico en el nombre de Jesucristo: Amén.
























