La Importancia de guiarnos por las Escrituras

1977 Conferencia de Área en la Bogotá, Colombia
La Importancia de guiarnos por las Escrituras
por el élder L. Tom Perry
del Consejo de los Doce
Sesión General de la tarde

L. Tom PerryEn el programa cultural el viernes por la noche, presenciamos una dramatización acerca del Libro de Mormón. En este histórico país me parece apropiado citar como fuente de Escrituras al Libro de Mormón; éste contiene una tremenda historia que nos ilustra la importancia de entender la voluntad del Señor.

Una asignación del Señor
En 1 Nefi, capítulo 2, leemos la historia de una familia guiada por el Señor a través del desierto, para ser protegida de las maldades de los hombres. El relato dice así: “Y abandonó” —Lehi— “su casa, la tierra de su herencia…” (1 Nefi 2:4).

Tuvieron que abandonar su oro, plata y otros objetos preciosos, ya que todo lo que pudieron llevar consigo fueron sus tiendas y provisiones. Después de haber recorrido una corta distancia tuvo un sueño (ver 2 Nefi 3). El recibió la instrucción de retornar a la casa de Labán para buscar el registro de los judíos, que estaba grabado sobre planchas de bronce, el cual contenía su historia religiosa.

Lehi dio esta asignación a sus hijos, quienes no estaban muy ansiosos de asumir tal responsabilidad pues pensaban que el Señor requería demasiado por parte de ellos. Pero uno de los hijos reconoció que la petición provenía del Señor y dijo:

“Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da ningún mandamiento a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado.” (1 Nefi 3:7.)

Con esta comisión, ellos volvieron a la tierra de Jerusalén.

Es muy interesante para mí ver la manera en que trataron de obtener los registros. Cada intento parece ilustrar la manera en que el mundo trata de solucionar sus problemas. El primero fue dejado al azar, porque las Escrituras nos dicen que ellos echaron suertes para decidir quién tendría que ir y obtenerlos. La suerte cayó sobre Lamán, quien fue a la casa de Labán, y le pidió los registros. Labán se enojó ante tal petición y lo echó de su presencia, llamándolo ladrón y amenazándolo con matarlo, lo que fue suficiente para que Lamán saliera corriendo, y regresara a sus hermanos diciendo que no había modo de conseguir los anales.

Las cosas del mundo
Pero Nefi estaba decidido y entonces dijo:

“Vive el Señor, que como nosotros vivimos no volveremos a nuestro padre sin que cumplamos antes lo que el Señor nos ha mandado.” (1 Nefi 3:15.)

Y entonces Nefi pensó en otro plan. El recordó todo el oro y la plata que habían dejado en su casa, los cuales carecían de valor para ellos en el desierto. Entonces, ¿por qué no ir y reunir todo ese oro y plata, y comprar con ellos los anales a Labán?

Pusieron en práctica el plan pero éste tampoco dio resultado, porque Labán era muy codicioso y pensó que podría quedarse con los cuatro jóvenes para que fueran sus siervos, y guardarse además el oro y la plata. Entonces mandó a sus siervos detrás de los hijos de Lehi, quienes tuvieron que huir para salvar su vida. Entonces Labán se quedó con el oro, la plata, y también con los anales.

De este hecho aprendemos que no debemos dejar las cosas del Señor al azar o sujetas a las cosas del mundo. Finalmente, Nefi pensó en hacerlo de esta manera en particular y dijo:

“Volvamos a Jerusalén, y seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor, porque él es más poderoso que todo el mundo. ¿Por qué pues no ha de ser más poderoso que Labán con sus cincuenta, o con sus decenas de millares?” (1 Nefi 4: 1)

Como podéis ver, Nefi se dio cuenta de que cuando el Señor está de vuestra parte, disponéis de todas las ventajas. Esta vez, sus hermanos no pudieron discrepar con él y entonces decidieron confiar en el Señor y volver otra vez. Pero en esta oportunidad, lo hicieron por la noche; Nefi dejó a sus hermanos escondidos en el otro lado de las paredes de Jerusalén. Entonces él saltó las murallas y se dirigió a la casa de Labán. Esta vez, iba con fe y confiando en el Señor. Cuando llegó vio a un hombre caído en el suelo, ebrio de tanto beber vino; y entonces se dio cuenta de que era Labán. El Señor había puesto a Labán en sus manos.

Como Labán había amenazado su vida, Nefi le sacó la espada para protegerse. Fue entonces cuando el Espíritu lo indujo a que lo matara.

El Señor le hizo saber cuán importantes eran los registros, diciéndole:

“Vale más que muera un hombre, que dejar que una nación degenere y perezca en la incredulidad.” (1 Nefi 4:13.)

La importancia de las Escrituras
¿Podéis ver la importancia que tenían las Escrituras para la familia de Lehi? SÍ ellos hubieran ido al desierto sin llevarlas consigo, como una base para establecer sus normas y para guiarles en la manera de conducir su vida, se habrían abatido y perdido en la incredulidad. Dice la escritura:

“Entonces cuando yo, Nefi, oí estas palabras, me acordé de lo que el Señor me había dicho en el desierto: En tanto que tus descendientes guarden mis mandamientos, prosperarán en la tierra de promisión. Sí, y también consideré que no podrían guardar los mandamientos del Señor según la ley de Moisés, a menos que la tuvieran.” (1 Nefi 4:14-15.)

Las Escrituras contienen la ley que gobierna nuestra conducta, o sea que las vías del Señor se encuentran definidas en ellas.

Mis hermanos, estas mismas cosas son ciertas hoy en día, y a menos que tengamos las Escrituras en nuestro hogar, y enseñemos a nuestros hijos la voluntad del Señor, estaremos abriendo las puertas al azar para que nuestras familias degeneren y perezcan en la incredulidad. ¡Cuán importante es que las enseñemos en nuestros hogares, y nos tomemos el tiempo de nuestras ocupaciones diarias, para enseñar las vías del Señor a nuestros hijos!

El Libro de Mormón nos relata muchos acontecimientos acerca de lo que sucede cuando no nos guiamos por las Escrituras y cuando sí lo hacemos. Me gustaría citar un ejemplo más del Libro de Mormón,

La experiencia de Alma
El relato es acerca de un sumo sacerdote y su hijo, a quien debió haber amado mucho. Pero Alma el joven no siguió las enseñanzas de su padre. El creyó que iba a encontrar su propio camino en la vida y se dejó llevar por las cosas del mundo, tratando de destruir la obra de su padre. Alma oró fervientemente al Señor para que su hijo volviera a tener la fe y abandonara la pecaminosa vida que estaba llevando, El Señor contestó sus oraciones y envió un ángel a su hijo, diciéndole: “Aunque tú mismo deseas ser destruido, no trates más de destruir la Iglesia de Dios” (Alma 36:9). Alma cayó al suelo y no pudo oír más, y por tres días y tres noches vivió atribulado, sufriendo las penas de un alma atormentada. Alma no podía abrir la boca ni mover las manos. Entonces dijo:

“Me sentí herido de tan grande temor y asombro, por miedo de ser tal vez destruido… me martirizaba un tormento eterno… me atormentaba con las penas del infierno… sólo el pensar en volver a la presencia de mi Dios atormentaba mi alma con indecible horror.

¡Oh si pudiera ser desterrado… y aniquilado en cuerpo y alma!” (Alma 36:11-15.)

La conversión de Alma
Como podéis ver, al pecado le sigue irremediablemente el sufrimiento. Esa es la ley del Señor y es eso lo que Alma llegó a comprender.

Mientras él se encontraba en esta terrible condición, repentinamente recordó algunas de las palabras de su padre. Recordó que su padre estaba profetizando al pueblo concerniente a la venida de Jesucristo, el hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo, y entonces clamó de corazón:

“¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí!… Y he aquí que cuando pensé en esto, ya no me pude acordar más de mis dolores… Y ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor.” (Alma 36:18-20.)

¿Podéis ahora ver la diferencia? El pecado nos trae sufrimiento y pena, pero el seguir las vías del Señor nos brinda gozo y felicidad. Eso es lo que encontramos en las Escrituras. A partir de su conversión, Alma siguió sirviendo al Señor, y podemos apreciar el cambio que se produjo en su vida. Su apreciación por la vida fue muy diferente, porque sirviendo al Señor encontró verdadero gozo, por medio del cual encontró la felicidad y satisfacción que estaba buscando. En los episodios siguientes podemos ver la gran diferencia. Encontramos que lo único que le impedía hacer mucho más para lograr lo que el Señor le había mandado hacer, eran sus limitaciones mortales. ¡Cómo hubiera deseado ser algo más que un simple mortal! Y entonces clamó al Señor:

“¡Ojalá fuese yo un ángel y pudiera realizar el deseo de mi corazón, para salir y hablar con la trompeta de Dios, con una voz que estremeciera la tierra, y proclamar el arrepentimiento a todo pueblo!

Sí, manifestaría a toda alma, como con voz de trueno, el arrepentimiento y el plan de redención: que deben arrepentirse y venir a nuestro Dios, para que ya no haya más dolor sobre toda la superficie de la tierra.” (Alma 29:1-2.)

Ahora, mis hermanos, ése es el camino que conduce a la felicidad. Servid al Señor y sentiréis una íntima y profunda satisfacción. Quiero dejaros mi testimonio, que nuestro Señor y Salvador ha revelado su voluntad a los hombres en el tierra, por medio de sus profetas y las Escrituras testifican de ello. Estas nos revelan las verdades eternas y si seguimos sus instrucciones lograremos la salvación.

También os doy mi testimonio de que Dios continúa revelando su voluntad al género humano por medio de sus profetas escogidos aquí en la tierra, y yo sé que el Profeta actual es el presidente Spencer W. Kimball. Dios vive; Jesús es el Cristo, ésta es su Iglesia; y éste es mi testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.

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