Edificar el reino

8 de marzo de 1975, Conferencia General de Área en Buenos Aires
Edificar el reino
por el élder Franklin D. Richards
Ayudante del Consejo de los Doce

Franklin D. RichardsMis queridos hermanos y hermanas:

Es un gran placer para mí estar aquí entre vosotros y gozar de este espíritu tan bueno.

Es mi testimonio que Dios vive y que Jesucristo es su Hijo y nuestro Redentor y Salvador.

Tengo un testimonio sincero de que el evangelio fue restaurado en éstos, los últimos días, por medio del Profeta José Smith y que hoy día tenemos un profeta que dirige la Iglesia, el presidente Spencer W. Kimball.

Ruego a Dios que os sostenga y que recibáis bendiciones por medio de Él.

Ojalá que pudiera dar el resto de mi discurso en español. Me siento honrado de haber sido invitado a asistir a esta importante conferencia de área, y de poder hablaros. Muchos recordaréis que mi esposa y yo hemos tenido el privilegio de trabajar con el presidente Kimball y su esposa de 1965 a 196S en las misiones y estacas de Sudamérica. Durante estos años hemos aprendido a amaros y admiraros, maravillosa gente sudamericana, por la calidez y dedicación que tenéis para la Iglesia. Me hace feliz estar de regreso aquí con vosotros otra vez.

Fue aquí en Buenos Aires, el 20 de noviembre de 1966, que fue organizada la primera estaca en Argentina por el presidente Kimball con el hermano Abrea como Presidente. Más tarde, el 12 de noviembre de 1967, se organizó la Estaca de Montevideo. ¡Cómo ha crecido el reino de Dios en esta zona en pocos años! A través de vuestra dedicación y buena voluntad de ser misioneros, habéis hecho una tremenda contribución a ese crecimiento. Nunca olvidemos que esta es una Iglesia misionera.

En esta Iglesia nos llamamos el uno al otro hermano y hermana, por que reconocemos que somos todos hijos de nuestro Padre Celestial.

Qué tremendo efecto tiene este conocimiento en la vida de aquellos que aceptan esa doctrina. Sabemos que nuestro Padre Celestial nos ama y que está interesado en nuestro bienestar, progreso y desarrollo. El dijo: »Porque he aquí, ésta es mi obra y mi gloria, llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre» (Moisés 1:39).

Siendo hijos de nuestro Padre Celestial, somos bendecidos con muchos talentos y poseemos grandes potenciales.

En la parábola de los talentos, el Señor nos enseña la necesidad de desarrollar los que tengamos. Nos cuenta de un hombre que estaba a punto de partir para un largo viaje y entonces reunió a sus sirvientes y les confió sus bienes a ellos. A uno le dio cinco talentos, dio dos a otro, y uno al otro. Dio a cada hombre de acuerdo con sus habilidades.

Cuando el maestro estaba lejos, el que había recibido cinco talentos los usó y ganó otros cinco más. El que recibió dos talentos los usó también y ganó dos talentos más. Pero el que había recibido uno lo enterró.

Después de un período el maestro regresó y pidió que se le rindiera cuentas.

Al sirviente que había duplicado sus talentos, el maestro le dijo: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mateo 25:23).

El maestro llamó sirviente flojo al que había escondido su talento y que no lo había multiplicado, y le dijo que él le sacaría ese talento y se lo daría al sirviente que tenía diez talentos.

Se esperaba más del hombre al que se le habían dado muchos talentos que del hombre que tenía menos, y aun así, se esperaba que todos multiplicaran los talentos que les fueron dados. El buen uso del talento por parte del hombre al que se le había dado uno solo era tan importante y necesario como por parte del hombre al cual le fueron dados cinco talentos.

Frecuentemente, cuando se le pide a una persona que acepte un cargo en la Iglesia, se le oye a ésta decir: «Yo no puedo hacer eso; no tengo tanta experiencia ni educación como la persona que ha estado sirviendo.» Pero con fe, estudio, trabajo y oración, el Señor hará posible para nosotros llevar a cabo las cosas que parecen imposibles.

No debemos medir las realizaciones de otros, sino nuestra propia capacidad. ¿Estamos realmente haciendo lo mejor? ¿Estamos ansiosos de desarrollar nuestros talentos hasta el máximo grado y usarlos para construir el reino de Dios?

Cuando una persona hace esto, desarrolla sus talentos, es feliz y progresa en conocimiento y en espíritu.

En esta dispensación el Señor nos ha encargado igualmente desarrollarnos y usar nuestros talentos para el beneficio de nuestros semejantes.

Él nos ha dicho que se nos han dado muchos talentos «para el beneficio de la Iglesia del Dios Viviente, a fin de que todo hombre mejore su talento y gane otros talentos, sí, aún cien tantos para almacenarlos en el alfolí del Señor llegando a ser bienes comunes de toda la Iglesia» (D. y C. 82:18).

Él nos ha amonestado, porque «de aquel a quien mucho se da, mucho se requiere» (D. y C. 82:3).

Y también se nos encomienda: «No desperdiciarás tu tiempo, ni enterrarás tu talento para que no sea conocido» (D. y C. 60:13).

Estas escrituras claramente ponen énfasis en nuestra obligación de usar y desarrollar los dones y talentos con que hemos sido bendecidos.

Hace algún tiempo, mientras viajaba en avión, le pregunté al hombre que estaba sentado a mi lado si sabía algo de la Iglesia Mor mona.

Él contestó que conocía a algunos miembros y que lo que más le impresionaba de todo era que cada miembro tenía la oportunidad de desarrollar su talento trabajando en la Iglesia.

Sí, se ofrecen oportunidades estimulantes y alentadoras a hombres, mujeres y niños de diferentes edades para que participen en interesantes y valiosas actividades en diversos aspectos de la enseñanza, de oratoria, trabajo misional, música, drama, danza, gimnasia de muchas clases, es cultismo, trabajo de genealogía y del templo, programas de bienestar, servicio compasivo, y muchos otros campos que pueden ser mencionados, todos contribuyendo para desarrollar los talentos y la habilidad directiva.

Cada uno de nosotros debería preocuparse en desarrollar de la mejor manera nuestros dones y talentos. Primeramente deberíamos reconocerlos y ver la forma de desarrollarlos.

Hace unos pocos meses el presidente Kimball y yo estuvimos en Cuzco, Perú, un domingo y asistimos a la Escuela Dominical de una rama. Un joven misionero estaba tocando el piano. Después del servicio el presidente Kimball preguntó si ninguno de los miembros locales podía tocar el piano. El presidente de rama le dijo que uno de sus consejeros podía tocar dos himnos.

El presidente Kimball entonces le pidió a este hombre que tocara estos dos himnos para la reunión sacramental y así lo hizo. Después, el presidente Kimball le sugirió que continuara desarrollando ese talento musical y que tocara el piano para los servicios de la Iglesia.

Probablemente este hombre nunca había reconocido que tenía un talento que podía desarrollar por medio del servicio en la Iglesia.

Espero que ninguno de nosotros diga que no tiene talentos. Simplemente pensad en las bendiciones y veréis que muchas vienen a través de los talentos con los cuales somos bendecidos.

Confío en que cada uno de vosotros piense en los talentos que se le han dado, para desarrollarlos cada día.

Sin lugar a dudas, una de las más grandes oportunidades que tenemos para desarrollar nuestros talentos es la del trabajo misional. Puedo prever un grande y acelerado crecimiento aquí en Sudamérica si «cada miembro es un misionero». Primero, vivamos los principios del evangelio y seamos un buen ejemplo. Segundo, hagamos las preguntas de oro y tratemos así de encontrar gente para los misioneros, y tercero, amemos a nuestros vecinos y amigos, llevándolos a las actividades y reuniones de la Iglesia.

También necesitamos dar la oportunidad a los muchos miles de miembros en Sudamérica de cumplir misiones de estaca, de distrito y regulares. Esto significará traer muchos miles de hijos de Dios a la Iglesia, personas que ahora están apartadas de la verdad porque no saben dónde encontrarla. Esto también desarrollará el liderismo necesario para llevar a cabo el trabajo en muchas otras estacas y misiones que se organizarán aquí en Argentina y en otros lados.

Aquellos que estén haciendo el trabajo misional, ya sea una misión regular o una misión de estaca o distrito, desarrollarán muchos de sus talentos y disfrutarán de un gran desarrollo individual así como también de felicidad y gozo eternos.

Una amiga me contó una experiencia interesante que tuvo mientras asistía a una clase, donde una joven dio una inspirada lección sobre los talentos. Después de la clase mi amiga le dijo cuánto había disfrutado de la lección. Notando que la maestra era una destacada pianista, mi amiga le dijo: «Su talento es muy obvio, pero yo no sé cuál es el mío». La maestra contestó: «Cuando usted dijo que mi talento es obvio, probablemente se referiría a mi habilidad para tocar el piano. Pero ése no es el talento más grande que yo tengo. Mi fe es el más grande de mis talentos». A lo que mi amiga dijo: «Yo tengo una gran fe también, pero nunca había pensado que eso fuera un talento. Quizás tenga otros talentos y no los haya reconocido como tales.»

«Mas con algunos no estoy complacido. . . sino que esconden el talento que les he dado a causa del temor a los hombres, y acontecerá que si no me son más fieles, les será quitado aun lo que tienen.» (D. y C. 60:2-3.)

Debemos, por lo tanto, dominar el temor pues el Señor nos ha dicho: «Mas si estáis preparados, no temeréis» (D. y C. 38:30).

Una de las partes importantes de la preparación es el estudio, y se nos ha aconsejado: «buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe» (D. y C. 88:118),

El progreso eterno incluye el estudio continuo y el aumento de conocimiento nos da confianza en nosotros mismos.

Os animo a que nunca dejéis de estudiar, porque esto es una parte importante en el desarrollo de vuestros talentos.

Del mismo modo, la persistencia juega una parte fundamental.

El presidente Heber J. Grant decía frecuentemente que «se hace fácil hacer aquello en que perseveramos, no porque la naturaleza de las cosas haya cambiado, sino porque nuestro poder para hacerlo ha aumentado.» El presidente Grant fue un ejemplo de esto durante toda su vida y sin duda alguna, su perseverancia vino a ser una parte muy importante en muchas de sus realizaciones.

Cuando era joven, muchas veces me emocionaron y me inspiraron los relatos de este gran líder de la Iglesia. Aunque aparentemente le faltaban algunos talentos, a través de determinación y persistencia, desarrolló tremendas habilidades. Cuando era un jovencito, escribía muy mal y su maestro siempre le criticaba la escritura diciendo que era casi imposible leerla. Esto fue un desafío para el presidente Grant y él practicó hora tras hora hasta que finalmente se convirtió en un experto.

Recientemente oí a un nuevo converso decir que él tenía tres llamamientos en la Iglesia: poner la bandera cada día al frente de la Iglesia, repartir los himnarios para cada reunión y ser un maestro visitante. Ese hombre estaba ofreciendo sus servicios. Era feliz y estaba preparándose para otros llamamientos.

A veces oímos a algunas personas decir que sus llamamientos no son muy importantes. Esto me recuerda a un joven que había dado a su futura esposa un anillo de compromiso con un diamante. Al hacerlo, le dijo: «No es muy grande». A lo que ella contestó: Será tan grande como nosotros lo hagamos».

Y es así con cada llamamiento que tengamos para ayudar a edificar el reino de Dios. «Es tan grande como nosotros lo hagamos». No hay llamados que no sean importantes dentro de la Iglesia.

Deseo animaros a que aceptéis cualquier oportunidad que se os presente de servir con entusiasmo, no como una carga, sino como lo que es, una gran bendición.

Hace algún tiempo pregunté a dos conversos: «¿Qué es lo que la Iglesia ha hecho por ustedes?» El primero contestó: «Todo; mi vida tiene ahora propósito y significado. Ahora, ¿qué puedo hacer yo por el Señor? Le debo todo.»

La segunda contestó: «Cuando mi esposo y yo nos bautizamos, yo no tenía idea de lo unidos que llegaríamos a estar el uno al otro. Estamos muy felices con nuestros llamamientos en la Iglesia. Ellos hacen que nos sintamos siempre jóvenes, útiles y ocupados.»

Al desarrollar el espíritu de compartir nuestros talentos, encontraremos una gran paz, felicidad, alegría y conformidad, así como progreso y desarrollo.

Sí, seremos magnificados y nuestros talentos aumentarán «sí, aún cien tantos para almacenarlos en el alfolí del Señor» (D. y C. 82:18).

Al prever un acelerado crecimiento de la Iglesia aquí, también pronosticamos una tremenda dedicación y sacrificio por parte de los miembros.

Hemos encontrado la «perla de gran precio» y debemos ahora dar libremente de nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes.

Recordad que el sacrificio trae las bendiciones de los cielos.

Que las selectas bendiciones de nuestro Padre Celestial continúen con vosotros. Nuevamente deseo alabaros por el buen trabajo que estáis llevando a cabo y deseo compartir con vosotros el testimonio de que Dios vive y que Jesús es el Cristo, nuestro Salvador y Redentor; que el evangelio de nuestro Señor Jesucristo ha sido restaurado en su totalidad, junto con el poder de actuar en el nombre de Dios a través del profeta José Smith y que hay un Profeta de Dios con nosotros aquí hoy, nuestro querido Presidente Spencer W. Kimball. Que sepa de nuestro amor y que sienta nuestro apoyo espiritual y que el Señor lo bendiga y lo apoye en su devota y dedicada vida, lo ruego humildemente en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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