8 de marzo de 1975, Conferencia General de Área en Buenos Aire
La familia y el hogar
por el presidente Spencer W. Kimball
Estimados hermanos: Es un verdadero gozo estar con vosotros en esta reunión especial para los padres. Lo que enseñéis a vuestros hijos hoy, se verá reflejado en su vida y en la vida de la Iglesia en el futuro. Estos son tiempos verdaderamente turbulentos; el mundo está lleno de violencia y día a día nos llegan noticias que lo confirman. Mosíah declaró:
«. . . si mi pueblo sembrare inmundicia, recogerá sus despojos en el torbellino. . .» (Mosíah 7:30).
La insubordinación reina entre la juventud. Exigen las mal llamadas libertades en el sexo y en la vida social. Para nosotros es extremadamente difícil hacerle frente a esta situación. El Señor hizo mención a esta situación cuando dijo:
«Porque he aquí, en aquel día él (Satanás) enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitará a la ira contra lo que es bueno. . . y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno.» (2 Nefi 28:20-21.)
¿Podemos detener este curso tan desfavorable? La respuesta es sí, siempre y cuando nos unamos para enfrentarlo. El pían es simple y a la vez sin costo alguno. Si cada hombre continúa efectuando la noche de hogar semanalmente y si existe amor y afecto total entre los cónyuges, estamos seguros de que los hijos podrán recapacitar.
El Señor dijo en otra oportunidad:
«Pero yo os he mandado criar a vuestros hijos conforme a la luz y la verdad.» (D. y C. 93:40.)
El espíritu de estos tiempos es mundano. El Señor ofreció un antiguo y buen programa, bajo una nueva fase. Siempre ha sido la norma de la Iglesia recalcar la importancia de la vida familiar. Nefi, en el comienzo del Libro de Mormón dijo:
«Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre;… sí, he gozado de un conocimiento grande de la bondad y los misterios de Dios, y es por esto que escribo la historia de los hechos de mi vida.» (1 Nefi 1:1.)
¡Si los padres tan sólo enseñaran a sus hijos tal como Lehi y Saríah educaron a Nefi y sus hermanos! Tiene un gran significado para mí la declaración, de Nefi: «. . .creí todas las palabras que mi padre había hablado. . .» (1 Nefi 2:16). Nuestros padres deberían criar de la misma manera a sus hijos, en amor, bondad y unidad. Indudablemente Saríah cooperó con Lehi para instruir a sus hijos, pero fue el padre quien los reunió y se encargó de la supervisión general. Volviendo al Libro de Mormón, tenemos a Enós que dice:
«… sé que mi padre fue un varón justo: pues me instruyó en su idioma. . . en el conocimiento y amonestación del Señor—y bendito sea el nombre de Dios por ello—» (Enós 1:1).
Oro para que cada hijo diga lo mismo de su padre. Que cada joven desee estar en compañía de su padre y que cada señorita se dirija a su madre para recibir enseñanza, capacitación y también un buen ejemplo.
Recordaréis la oración de Enós cuando dijo al Señor:
«. . . ¿cómo se hizo esto? (¿cómo pudisteis perdonarme?)» (Enós 7).
Y el Señor contestó:
«. . . por tu fe.» De modo que la respuesta es: Fe en el padre y en la madre, y fe en nuestro Padre Celestial.
Enós dijo: «. . .frecuentemente había oído de mi padre sobre la vida eterna y el gozo de los santos. . .» (Enós 3).
¡Si los hijos tan sólo pudiesen aprender de sus padres esa clase de enseñanza acerca de la vida eterna!
Ahora hemos establecido una noche de hogar para la familia. Esperamos que cada padre y madre efectúen su noche de hogar cada lunes, Permitidme citar nuevamente las palabras del Rey Benjamín:
«Ni permitiréis que vuestros hijos anden hambrientos o desnudos, ni que quebranten las leyes de Dios, ni que contiendan y riñan unos con otros y sirvan al diablo, que es el maestro del pecado…
Mas les enseñaréis a andar por las vías de verdad y prudencia; les enseñaréis a amarse mutuamente. . (Mosíah 4:14-15.)
Y aun en los tiempos de Isaías declaró:
«Y todos tus hijos serán enseñados de Jehová;. . .» (Isaías 54:13.)
Por lo tanto, supongo que hay cierta condenación para el padre o la madre que no cumple con su responsabilidad de enseñar a los hijos.
Existe mucha iniquidad en la mayoría de los países del mundo. En el norte, en nuestro propio país, se habla de vivir juntos sin los lazos del matrimonio. Se ríen de los lazos familiares y de tener hijos; pero nosotros sabemos cómo oponernos a esas ideas, y lo hacemos cuando nos reunimos con nuestros hijos cada lunes por la noche y les enseñamos los principios correctos. A la vez deseamos que ellos vean en nosotros una pareja de padres amorosos.
El apóstol Pablo dijo: «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia. . .» (Efesios 5:22-23).
Así como el esposo está sujeto a Cristo, así las esposas están sujetas a sus maridos en toda rectitud. El Señor no requiere que la mujer siga a su marido hasta el pecado y la transgresión, pero nosotros como esposos, debemos ser hombres honorables y leales a nuestra familia, tal como Cristo fue leal a su Iglesia. A los hombres se les manda que amen a su esposa, ya que no están a nuestro lado sólo para nuestra conveniencia. Pablo exhortó: «… maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia. . .» (Efesios 5:25). Cristo murió por su Iglesia, y cuando los hombres estén dispuestos a morir por su esposa, entonces estarán viviendo como Pablo lo indicó.
Una buena esposa comprende que su marido posee el sacerdocio y que tiene una gran virtud, que es el poder de bendecir, de sanar, de aconsejar. Cada padre debe elevarse en todos los aspectos cuando gobierna a su familia, su esposa y sus hijos. Recordaréis como fue condenado Eli, el sacerdote, al permitir que sus hijos fuesen viles sin disciplinarlos.
Hace cien años el Señor declaró: «Ahora yo, el Señor, no estoy bien complacido con los habitantes de Sión, porque hay ociosos entre ellos; y sus hijos también están creciendo en maldad…» (D. y C. 68:31).
No criamos a nuestros hijos sólo para satisfacer nuestra vanidad. Traemos hijos al mundo para que lleguen a ser reyes y reinas, sacerdotes y sacerdotisas para el Señor. El Señor reprendió a Frederick G, Williams por causa de su familia. Le dijo: «… hay en tu casa muchas cosas que no convienen» (D. y C. 93:43).
Lo mismo le indicó a Sidney Rigdon: «por tanto, ponga en orden su casa» (D. y C. 93:44).
Y después añadió:
«Lo que digo a uno lo digo a todos: orad siempre. . .» (D. y C. 93:49). ¡Qué maravilloso sería este mundo si todos sus habitantes enseñasen a sus familias mediante la noche de hogar! Comprendemos que habría algunas excepciones, pero los proverbios están en lo cierto cuando dicen: «Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Proverbios 22:6).
Debemos recordar las instrucciones del Señor en nuestros propios días:
«Y además si hubiere en Sión. . .padres que tuvieren hijos, y no les enseñaren. . . el pecado recaerá sobre las cabezas de los padres» (D. y C. 68:25-26). Dice, «cuando éstos tuvieren ocho años de edad», pero recordad, que se les debe enseñar mucho antes de que cumplan los ocho años. Es sorprendente cuánto pueden asimilar esas pequeñas mentes. Nuevamente leemos en la Sección 68:
«Y también han de enseñar a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor.» (D. y C. 68:28.)
Esto incluye toda la enseñanza y educación de nuestros hijos. Hay dos maneras de propagar la luz: siendo una vela o el espejo donde ésta se refleje. Dios es nuestro Padre; nos ama; y son muchas las energías que dedica para enseñarnos. Debemos seguir su ejemplo y amar intensamente a nuestros hijos. Criarlos en rectitud. Nos hace felices saber que muchos en el mundo están llevando a cabo sus noches de hogar. La semana pasada al conversar con algunos de los líderes de estas naciones, nos indicaron que estaban complacidos con el programa de la Noche de Hogar. Estuvieron totalmente de acuerdo con nosotros, de que la nación que permite a sus hijos hacer lo que ellos deseen, será destruida. Así pues, nosotros planeamos y organizamos nuestra vida familiar y criamos a nuestros hijos para que sean seguidores del Señor Jesucristo.
Que la paz reine en vuestros hogares y que podáis guiar a todos vuestros hijos para que adoren al verdadero Dios viviente. Es mi humilde oración en el nombre de Jesucristo. Amén.
























