Nuestra responsabilidad en el sacerdocio

9 de marzo de 1975, Conferencia General de Área en Buenos Aires
Nuestra responsabilidad en el sacerdocio
por el presidente N. Eldon Tanner
de la Primera Presidencia

N. Eldon TannerMis amados hermanos, al reunimos aquí esta mañana me doy cuenta, y espero que todos así lo hagáis, de que se encuentra aquí reunido el liderismo del sacerdocio de toda esta área, responsable de la administración de los asuntos de la Iglesia, cuyo crecimiento depende enteramente de vuestra dedicación, vuestra devoción, vuestra inspiración y vuestra habilidad para dirigir los asuntos del Señor en esta zona.

Ruego humildemente que el Espíritu y las bendiciones del Señor me guíen al hablaros; que podamos aprender nuestro deber y determinar su cumplimiento con toda diligencia. Hemos sido grandemente inspirados y estimulados por los hermanos que nos han hablado esta mañana, y estoy seguro de que estamos más decididos que nunca a cumplir con nuestro deber como poseedores del sacerdocio, y como cabezas de familia, ayudarle a la nuestra a aprender y a vivir el evangelio como nos ha sido revelado en estos últimos días.

Esta mañana quisiera hablaros acerca de las entrevistas y la responsabilidad en el trato con el transgresor. Nuestro cometido primordial es el de salvar almas. Es muy importante que nosotros, como directores, presidentes de misión, presidentes de distrito, presidentes de rama, presidentes de estaca, obispos de barrios y liderismo en general, hagamos saber a los miembros que sin duda alguna estamos interesados en ellos y en su bienestar. Hacedles saber que los amamos, y estamos preparados para ayudarles en cualquier forma posible con los problemas que puedan tener; que estamos interesados en darles valor, fortalecerlos, estimularlos y dotarlos de determinación para vivir de acuerdo a las enseñanzas del evangelio.

Deben comprender y saber que viviendo los principios del evangelio serán más felices, más amados y respetados, y desde todo punto de vista tendrán más éxito si tan sólo viven dignamente en su condición de miembros de la Iglesia, y magnifican su sacerdocio y llamamientos. Mantenedles activamente embarcados en buenas causas estimulándolos y ayudándoles a prepararse para cumplir con misiones. Enseñadles la importancia y las bendiciones que vienen como consecuencia de pagar el diezmo, guardar la Palabra de Sabiduría estrictamente, guardar el día de reposo sagrado, conservarse limpios moralmente, lo serio del gran pecado de transgresión sexual y las consecuencias que por ello deben pagarse. Esto se aplica a todos los presentes aquí al igual que a aquellos sobre quienes hemos sido llamados a presidir.

Es sumamente importante que conozcamos y mostremos un interés genuino por nuestra juventud, jóvenes y señoritas, a todos y cada uno de ellos. Conoced sus nombres, buscad la forma de entender a cada uno de ellos individualmente y conversad con ellos a menudo reconociendo sus logros. Prestad atención especial a los descarriados. Ellos deben saber que los amamos aun cuando no podemos considerar sus pecados con el más mínimo grado de tolerancia. (Véase D. y C. 1:31.)

Cuando entrevistaba a un joven que había sido recomendado para obispo, le pregunté si amaba a todos los jóvenes de su barrio. Respondió: «A la mayoría de ellos.» Le dije entonces: «Cuando usted esté en condiciones de decirme que ama a cada uno de ellos, estaré listo para ordenarlo y apartarlo para presidir este barrio».

¡Para mí eso es sumamente importante! Obispos y presidentes de ramas, es sumamente importante que vosotros conozcáis a cada joven y señorita personalmente y estéis al tanto de cuáles son sus inquietudes, sus condiciones en el hogar y os detengáis a conversar con ellos cuando quiera que se presente la oportunidad hablándoles de cosas en las cuales se interesen particularmente.

Cuán importante es en la vida de un muchacho cuando se acerca a los 12 años de edad, que el obispo o el presidente de rama se dirija a él y le diga: «Juan, veo que cumplirás 12 años el 2 de septiembre, y podrás ser ordenado diácono. (Le llamaréis por su nombre y le haréis saber que conocéis la fecha de su cumpleaños.) Tú eres precisamente la clase de joven que necesitamos en nuestro quorum. Estoy impaciente porque cumplas los 12 años. Serás un gran apoyo para el quorum.» Tendréis entonces la oportunidad de decirle lo que significa el sacerdocio y el gran privilegio, bendición y responsabilidad de ser poseedor del Sacerdocio de Dios, así como también lo que el Señor espera de él.

Manteneos cerca de todo joven. Ayudadles a comprender completamente que en verdad son hijos de Dios en el espíritu y que como tales, su potencial es ilimitado, y que han sido enviados aquí para ser probados en cuanto a la dignidad que les posibilitará volver a la presencia de nuestro Padre Celestial. Ayudadles a comprender, asimismo, el valor de ser miembros de la Iglesia de Jesucristo.

Para poder estar al tanto de la clase de hogar del cual provienen, visitadlos allí, conoced a sus padres y las condiciones del hogar. Esto podrá parecer como algo difícil para algunos de vosotros, pero es una gran asignación para aquellos que están en esta posición de tremenda responsabilidad. Buscad constantemente aquellas cosas por las cuales podáis felicitar a los jóvenes, en vez de criticarlos por alguna equivocación. Obtened su confianza.

A medida que continuáis mostrando interés en ellos y en lo que están haciendo desde el momento que son ordenados diáconos hasta que están listos para salir como misioneros, sabrán que sois sus amigos y que los amáis y que procuráis ayudarlos para tener éxito y felicidad en la vida. Muchos jóvenes provienen de hogares donde no existe el amor ni tampoco se demuestra interés en su futuro y en su actividad en la Iglesia y dependerán de vosotros y os seguirán a cualquier lugar si saben que los amáis, y que estáis interesados en ellos.

Recordad siempre que tenéis la misma responsabilidad hacia las jovencitas de esa edad, quienes deberán ser también entrevistadas de cuando en cuando respecto a su dignidad, progreso, fe y testimonio. Ayudad a las jovencitas a comprender que ejercen una gran influencia sobre la manera de actuar de los jóvenes.

Los jóvenes deben aprender a apreciar y honrar el sacerdocio que poseen. El poseer el sacerdocio es un gran privilegio y responsabilidad y nunca debe ser dado en bandeja de plata. No debe avanzarse a nadie de un quórum a otro, o sea de diácono a maestro, de maestro a presbítero, de presbítero a élder, a menos que sea digno. No es una muestra de bondad el avanzar a nadie en el sacerdocio, cuando no es digno.

También es muy importante asegurarse a través de la entrevista, que los jóvenes estén preparados para salir como misioneros antes de ser llamados. Las entrevistas para ser avanzados en el sacerdocio para salir como misioneros deben ser profundas para que vosotros podáis saber si es culpable de alguna transgresión. Comenzad preguntando qué es lo que el Señor espera de uno que ha sido avanzado o llamado para una misión. Esto le hará pensar antes de dar su respuesta. Luego, os encontráis en una buena posición de preguntarle si se siente capacitado y si piensa que el Señor estará complacido de contarle entre sus representantes.

No es justo enviar a un joven como misionero si no es digno. No puede ganar el espíritu de su llamamiento; es una carga para el presidente de misión e interrumpe el progreso de sus compañeros, así como también el de la obra misional. Qué experiencia más desagradable es para un presidente de misión tener que enviar de vuelta a casa a un transgresor, y pensad en la experiencia que tendrán que vivir el joven y la familia.

Esto sucede muy a menudo, por lo que debemos llegar hasta el fondo de sus problemas antes de avanzarlos en el sacerdocio o llamarlos para cumplir con una misión, y hacerles saber que les amamos y que deseamos ayudarles en toda forma posible.

Satanás se encuentra perdido y sus cortes luchan con todas sus fuerzas para extraviar a estos jóvenes y señoritas. En Doctrinas y Convenios se nos ha advertido:

«Satanás los excita para poder conducir sus almas a la destrucción.

Y así ha puesto artimaña, creyendo destruir la obra de Dios;. . .

  1. . . los halaga y los conduce hasta arrastrar sus almas al infierno.» (D. y C. 22:23, 26.)

Nuestros jóvenes necesitan de nuestro amor y ayuda. Debemos permanecer cerca de ellos y no rechazarlos jamás. Como vosotros sabéis, existe hoy una gran inmoralidad en el mundo y como consecuencia de ella vosotros estáis enfrentándoos a serias dificultades aquí, en vuestros países. Estad siempre preparados para guiar, fortalecer, ayudar y dirigir a estos jóvenes para que vivan de acuerdo a los principios del evangelio.

Aseguraos, hermanos, que ningún joven o señorita se vaya a extraviar a causa de vuestras acciones o falta de interés. Los presidentes de misión, presidentes de estaca, obispos y otros líderes locales autorizados, han sido instruidos para investigar y manejar todos los casos de transgresión. Una persona que es culpable de una ofensa, no puede progresar y no es feliz mientras la culpa pese sobre sus hombros. Hasta que haya confesado y se haya arrepentido, se encontrará cautiva.

Aquel que es culpable de una transgresión seria y es tratado de la forma que debería serlo, con el amor y la disciplina correspondiente, habrá de expresar más tarde su agradecimiento por vuestra preocupación, vuestro interés y vuestro liderismo. Al ver que su caso ha sido tratado de la forma apropiada se encontrará en condiciones de arrepentirse y volver a la actividad, sintiéndose tan libre en conciencia, como puede serlo. Pero es vuestro deber el ver que su caso sea manejado de la forma apropiada.

Tomad en consideración aquellos que no son activos en la Iglesia. Si consideráis que algo anda mal o que alguien es culpable de transgresión, es vuestra responsabilidad acercaros hacia esa persona con amor y hablarle sobre el asunto. Lo habrá de agradecer y si os movéis rápidamente, es posible que lleguéis aun a prevenir futuras transgresiones.

No es muestra de bondad hacia una persona el cerrar los ojos y no hacer nada. Se me ha informado que algunos obispos y aun presidentes de estaca han dicho que nunca han excomulgado o suspendido a nadie y que no tienen la intención de hacerlo. Hermanos, esta es una actitud completamente equivocada. Los jueces de Israel tienen la responsabilidad de establecer juicios justos donde se hagan necesarios. Recordad que estamos embarcados en la edificación del reino de Dios y El necesita de hombres de quienes pueda depender para todo.

Deseo leeros de la sección 20 de Doctrinas y Convenios algo que es importante que recuerden los presidentes de misión, presidentes de estaca y obispos, y otros que tengan responsabilidad de juzgar:

«Cualquier miembro de la Iglesia de Cristo que transgrediere o cayere en pecado, será juzgado según las Escrituras.»

Hermanos, estudiad las Escrituras y el Manual de Instrucciones y actuad según los consejos que estos dos escritos dan, ejerciendo disciplina sobre los miembros de la Iglesia cuando sea necesario. Recordad que no es muestra de bondad hacia un transgresor que su autoridad local ignore, pase por alto o trate de ocultar su iniquidad. Debe ser disciplinado dándosele la oportunidad de arrepentirse y ordenar su vida,

Quisiera leer una cita del presidente John Taylor al referirse a este asunto:

«Aun más, he oído de algunos obispos que han tratado de ocultar las iniquidades de los hombres; a ellos les digo, en el nombre de Dios, tendrán que dar cuenta de esa iniquidad y si cualquiera de vosotros pretende participar del pecado del hombre, u ocultarlo, tendrá que dar cuenta de ello. ¿Escuchasteis bien, vosotros obispos y presidentes? Vosotros seréis responsables ante Dios. No os encontráis en condición alguna de adaptar los principios de justicia, ni tampoco de ocultar las infamias y corrupción de los hombres.»

Estas son palabras duras, y fueron pronunciadas por un presidente de la Iglesia, un Profeta de Dios. También George Q. Cannon dijo:

«El Espíritu de Dios indudablemente estaría tan ofendido que abandonaría no solamente a aquellos culpables de estos actos, sino a aquellos que permitiesen que dichas iniquidades fueran cometidas entre nosotros sin tomar las medidas necesarias; y desde la Primera Presidencia hacia abajo, pasando por todos los grados del sacerdocio, se perdería el Espíritu de Dios. No tendríamos más sus dones, ni sus bendiciones, ni su poder a causa de no haberse tomado las debidas medidas para detener sus iniquidades.»

Debemos vivir en el mundo sin llegar a ser parte de él. Somos diferentes al mundo. No podemos aceptar sus modas ni su forma de vida. Nos ha sido revelado el evangelio de Jesucristo. El sacerdocio ha sido restaurado y se nos ha conferido. Debemos ser ejemplos en todo respecto.

Para ayudaros en vuestros deberes quisiera estimularos a leer en Doctrinas y Convenios los siguientes pasajes: Sección 42:75-81 Sección 58:42-43 Sección 82:4; Sección 101:41; Sección 102:19; Sección 107:72-75; Sección 107:99-100; Sección 121:43

Es bien claro que los casos que deben ser tratados por la Iglesia, aunque no se limita a ellos, son: fornicación, adulterio, actos homosexuales, abortos u otras infracciones de orden moral; intemperancia, actos criminales, incluyendo depravación moral tal como hurto, deshonestidad, asesinato, apostasía; oposición abierta y desobediencia también deliberada hacia las normas y requisitos de la Iglesia; crueldad hacia el cónyuge o hijos; apoyo o práctica del llamado «matrimonio plural»; o cualquier otra conducta anticristiana que vaya en desmedro de la ley y el orden de la Iglesia.

Hermanos, debemos comprender la seriedad y la importancia de este asunto. Es muy importante que vosotros manejéis en forma apropiada estos casos; que sepáis identificar la iniquidad y que cuando la veáis podáis ser lo suficientemente bondadosos como para mostrar un interés genuino en el transgresor y conducirlo hacia el arrepentimiento. AI hacer vosotros esto, el Señor os bendecirá, fortalecerá y guiará en el cumplimiento de la obra que os fue asignada.

Es sumamente importante, no obstante, que cuando sea necesario suspender o excomulgar a una persona mostréis gran amor y preocupación, y llevéis a la práctica cualquier esfuerzo tendiente a ayudarle a limpiar su vida y volver al camino del Señor.

Aquellos que son culpables de conducta inmoral mientras se encuentran cumpliendo con una misión, deben recibir el tratamiento indicado por la Primera Presidencia. Los misioneros excomulgados en el campo misional no pueden ser readmitidos sin la aprobación de la Primera Presidencia.

Leemos en Las Doctrinas y Convenios:

«He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y, yo, el Señor, no más los tengo presente.

Por esto podéis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados: he aquí, los confesará y abandonará» (D. y C. 58:42-43).

Nunca se debe permitir que una persona piense que existe un período de tiempo determinado para que pueda volver a la actividad en la Iglesia, una vez que ha sido suspendido o excomulgado. Lo que se hace necesario antes de que una persona pueda ser readmitida completamente, es el arrepentimiento. Quisiera hacer énfasis una vez más, hermanos, en que es nuestra responsabilidad salvar almas. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance y dentro de nuestra autoridad para guiar a nuestros miembros por los caminos justos, para mantenerlos fuertes en la fe, para que ellos sepan que los amamos y que son importantes, que son hijos en el espíritu de nuestro Padre Celestial. Recordad que toda alma es grande ante la vista de Dios. Tenemos la responsabilidad de trabajar junto a los padres y con los hijos para ver que ellos se mantengan moralmente limpios, que sean dignos miembros del reino, y estén preparándose para las bendiciones del reino celestial.

Como líderes nunca mantengáis innecesario trato íntimo con personas del sexo opuesto.

Es ciertamente un motivo de dicha estar con vosotros, líderes de esta gran región, aquellos a quienes les ha sido dada la responsabilidad de dirigir la obra del Señor aquí. He procurado explicaros las responsabilidades del sacerdocio en la Iglesia de Jesucristo. Nos instruirá ahora el Presidente de la Iglesia, un Profeta de Dios, y os dejo mi testimonio de que es un Profeta de Dios y que Dios realmente vive; de que somos sus hijos en el espíritu, de que Jesucristo es el Salvador del mundo que vino y dio su vida para que pudiésemos resucitar y disfrutar de la inmortalidad y la vida eterna. Somos guiados hoy en día por el Señor a través de un Profeta de Dios, el presidente Spencer W. Kimball. Si le seguimos no nos perderemos. Ruego humildemente que podamos siempre cumplir con lo que el Señor ha dicho:

«De modo que, con toda diligencia aprenda cada varón su deber, así como a obrar en el oficio al cual fuere nombrado.

El que fuere perezoso no será considerado digno de permanecer, y quien no aprendiere su deber, y no se presentare aprobado, no será contado digno de permanecer.» (D. y C. 107:99-100.)

En el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario