Enero de 1978
“Demasiado joven todavía”
por Ruth H. Funk
Presidenta General de las Mujeres Jóvenes
“Pero yo soy sólo Gabriela Gutiérrez, y tengo nada más que quince años; ¿qué podría hacer yo para el Señor?” Estos pensamientos a menudo se insinúan en las mentes de los jóvenes y las señoritas, mientras miles están teniendo la experiencia de ser llamados por las autoridades del Sacerdocio para ser líderes de los jóvenes en esta dispensación.
El obispo (o su consejero) hace un llamamiento como éste: “Hemos consultado con el Señor respecto a este llamamiento; hemos hablado con sus padres, y ahora, actuando con la autoridad del Sacerdocio que poseo como obispo (o miembro del obispado), la llamo a esta posición. Será apartada para el sagrado propósito de presidir sobre un grupo de jóvenes de su misma edad; para ser un ejemplo y una guía; y para que junto con la inspiración que tiene el derecho de recibir, utilice el poder y la autoridad de su llamamiento en beneficio de estas jóvenes”.
Es natural que cuando recibís un llamamiento así os sintáis temerosas. Sin embargo la historia nos dice que el llamar a líderes de la juventud ha sido la voluntad del Señor. Él no ha dudado en llamar a líderes jóvenes para sus fines eternos, ayudándoles en su preparación y enviándoles adelante a cumplir con sus nuevos llamamientos.
Cuando Samuel era sólo un jovencito fue elegido para ser un profeta. La respuesta que dio cuando fue llamado es un ejemplo para todos los jóvenes: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:9). David era sólo un jovencito que cuidaba las ovejas de su padre, cuando Samuel, guiado por la inspiración del Señor, lo ungió rey de Israel. José Smith era un jovencito de catorce años cuando el Señor se le apareció y le habló.
Las Escrituras también dan evidencia del papel significativo y vital que las mujeres desempeñaron en el destino de sus pueblos. Esther, una joven judía, tan virtuosa como bella, dio ejemplo de piadosa devoción, de coraje y de patriotismo.
Después de ayunar por tres días, arriesgó su vida para salvar a sus compatriotas. Fue un instrumento en las manos del Señor para librar a su gente de ser ejecutadas.
Cuando Joseph F. Smith tenía quince años de edad, fue a una misión a las islas Hawaianas. El élder Marión D. Hanks, quien es encargado de dirigir los programas de los jóvenes de la Iglesia, era maestro de la Escuela Dominical a la edad de quince años, y una semana antes de cumplir treinta y dos años, fue llamado a servir en el Primer Consejo de los Setenta.
Lula Greene Richards tenía veintitrés años cuando fue llamada como editora de Women’s Exponent, un diario de la Iglesia fundado en 1872. Este sirvió a las mujeres SUD (Santos de los Últimos Días), como un medio para representarlas con justicia contra los comentarios hostiles y las noticias falsas y groseras, defendiendo los principios y doctrinas de su fe. Esta joven tímida y recatada, sin confianza en su propia capacidad, poseía sin embargo una gran fe en el poder y la bondad de su Padre Celestial. Así devotamente y con temor, consintió en aceptar el llamamiento del Profeta y convertirse en una de las primeras mujeres periodistas de Utah.
Miles de jóvenes Santos de los Últimos Días están aprendiendo, tal como aprendieron Esther, y Lula Greene Richards, que todavía hay que sacrificarse para salvar vidas en el reino de nuestro Padre. Tanya, una presidenta de la clase de Laureles de Tasmania, comprendió la importancia de su responsabilidad como líder de la juventud de nuestros días. Luego de una visita que les hizo un miembro de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, escribió:
“Después del primer día de conferencia me sentí realmente inspirada y llena del Espíritu. Realmente no puedo recordar haberme sentido antes de esta manera. Esa noche cuando fui a casa oré a mi Padre en los cielos y le pedí fortaleza y ayuda para que mis Laureles inactivas desearan volver. Entonces sentí que una verdadera paz invadía mi alma. Luego, cuando volví a oírla al día siguiente, sentí en mí la misma sensación y me di cuenta de cuán poderoso y maravilloso es el Espíritu Santo. De inmediato escribí a las jóvenes de la organización de las Mujeres Jóvenes, a quienes amo porque comparten los mismos intereses y metas que yo espero lograr. Sé que un día tendré que rendir cuentas al Señor, de manera que voy a seguir adelante trabajando con mis líderes. No voy a vivir con un testimonio prestado; voy a lograr el mío trabajando fuerte.”
Una presidenta de Abejeras de México, de trece años de edad, obtuvo un gran sentido de la responsabilidad relacionada con su llamamiento. Ella dijo: “Pienso que mi tarea mayor, es conseguir que en el barrio cada jovencita de mi edad se sienta en la Iglesia tan cómoda como yo me siento.”
Los resultados de los esfuerzos que realizan los líderes de la juventud al tratar de llegar al corazón de los jóvenes son inspiradores, y muchos de los que se benefician con éstos los contemplan con admiración y gratitud. Un obispo de Salem, Oregon, nos hizo llegar una carta en la que se expresa de esta manera:
“Sé que hay un especial sentimiento de amor entre los jóvenes de nuestro barrio, y sólo puedo atribuirlo al conmovedor programa para la juventud. Ellos se regocijan el uno con el otro, se ayudan mutuamente a soportar las cargas, y cuando uno llora, todos lloran. Quisiera poder relatarles las muchas experiencias de reactivación, conversión, y servicio que se han registrado en nuestro pequeño barrio como consecuencia de este programa.”
Y en Gridley, California, una dedicada clase de Abejeras ayudó a seis jovencitas a entrar a las aguas del bautismo, y a cuatro más, a quienes se les está enseñando el evangelio. También reactivaron a cinco de sus condiscípulas. Cuando se le preguntó a la asesora de Abejeras de la estaca la razón de este aumento de actividad, ella respondió: “Esto se debe al buen entrenamiento que las presidencias de clase reciben de sus admirables asesoras del barrio”. Hoy día los líderes de la juventud están involucrados en el emocionante y sagrado deber de salvar almas.
“Y si fuere que trabajareis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo, y me trajereis, aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande no será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre!
Y ahora, si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído al reino de mi Padre, ¡cuán grande será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!” (D. y C. 18:15-16.)
Cuando una persona joven es llamada a servir, se le bosquejan las responsabilidades concernientes a su llamamiento. Esta mayordomía trae el implícito compromiso de rendir cuentas. Esto es, recibimos instrucción y llevamos a cabo nuestra responsabilidad, y luego volvemos para informar sobre lo que hemos hecho y para recibir consejo adicional y dirección. Se puede planear con un miembro del obispado para presentar estos informes con regularidad, pero también al Señor se le deben rendir cuentas a diario, y El bendecirá y magnificará a aquellos a quienes ha llamado para ser sus líderes.
Nefi, quien era “muy joven todavía” nos dio con su ejemplo el valor y la fuerza para aceptar un trabajo aparentemente imposible. Su respuesta fue:
“Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da ningún mandamiento a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado.” (1 Nefi 3:7.)
Por eso los jóvenes de hoy están siendo llamados, apartados y se les está proveyendo materiales de capacitación y líderes dedicados para que les ayuden a .magnificar sus llamamientos sagrados. Y cuando los que seguirán, revisen los registros históricos de los líderes de la juventud de esta dispensación, podrán leer: “Ellos eran llamados por Dios; eran muy jóvenes todavía; actuaban dirigidos por el Espíritu; se ayudaban mutuamente a llevar sus cargas. Eran siervos del Señor.”
























