Sed seguidores

Enero de 1978
Sed seguidores
por Roger Merrill

La silueta del presidente se recortaba en el rojizo cielo mientras se mecía lentamente en la silla del jardín, lugar donde iba a pensar, a meditar y a orar. Desde el pórtico de la casa de la misión la gran ciudad lucía hermosa, pero él apenas podía percibir el panorama pensando en los miles que aún estaban sedientos por conocer la verdad.

El presidente necesitaba un nuevo asistente, ya que en dos semanas el élder Cardon iba a ser relevado. ¿A quién, de los 120 misioneros, debía dar el llamamiento? Uno a uno, fue considerando a los líderes de zona. Cuando pensó en uno de ellos meditó lo siguiente:

“De todos mis líderes, él es en muchas maneras el más experto y calificado. Su zona lo sigue sin problemas, pero es también el causante de muchas de mis dificultades. A veces se propone lograr algo y hace un buen trabajo, pero nunca me informa de lo que ha hecho, hay ciertas cosas que me toman siempre de sorpresa y entonces tengo que cambiar mis planes; cuando le pido algo, no sigue mis instrucciones, sino que hace lo que él considera conveniente y trata de convencerme de que eso era lo que realmente había que hacer. He discutido estas cosas con él, pero se niega a aceptar mi punto de vista. No… creo que es mejor que presente otro nombre al Señor.”

Muy a menudo, un talentoso líder no alcanza el total de su potencial debido a que no es un buen seguidor. Entonces, el líder se pregunta la razón por la cual no se confía en él y por qué sus líderes se oponen, cada vez con mayor empeño, a todas sus sugerencias. La habilidad de ganar confianza y de tener influencia en los subalternos es algo extremadamente importante dentro del liderato y sin embargo, en la preparación de un líder se pasa consistentemente por alto.

Las Escrituras nos brindan muchas valiosas lecciones acerca de cómo podemos ser seguidores más eficientes, y de cómo lograr la confianza de nuestros líderes. El desarrollo de un gran seguidor puede verse claramente en unos pocos versos del libro de Eter. Cuando se menciona al hermano de Jared, pensamos en el fuerte, fiel y poderoso líder de los jareditas. Sin embargo, parecería que estas grandes cualidades no fueron meramente concedidas, sino desarrolladas durante un período de tiempo y templadas por las vicisitudes y los desafíos. En el capítulo 2 del libro de Eter, versículo 14 leemos lo siguiente:

“Y aconteció que a la conclusión de los cuatro años, el Señor vino otra vez al hermano de Jared, y habló con él desde una nube. Y por espacio de tres horas habló el Señor con el hermano de Jared, lo reprendió porque no se había acordado de invocar el nombre del Señor.”

Hay un gran contraste entre el hombre a quien el Señor recrimina por haber olvidado hacer sus oraciones y el hombre a quien el Señor le dice: “Jamás ha venido a mí un hombre con tan grande fe como la que tú tienes” (Eter 3:9). ¿Qué acontecimiento de la vida del hermano de Jared causó este gran cambio y desarrollo? Estos pocos versos registran principios muy significativos e importantes.

El gran carácter del hermano de Jared se puso de manifiesto porque después de haber sido reprobado por el Señor, “se arrepintió del mal que había cometido, e invocó el nombre del Señor a favor de los hermanos que estaban con él” (Eter 2:15). Esta humilde reacción ante la reprobación divina es una señal de grandeza.

La gran decisión de seguir al Señor obedeciéndole absolutamente en todo, le ayudaría a convertirse en un líder eficiente. El Señor dio instrucciones al hermano de Jared para que construyeran barcos, y él pasó la prueba siguiéndolas estrictamente. (Véase Eter 2:16-17.)

Al llegar a cierto punto de la construcción de los barcos, se le presentó un problema; entonces él se dirigió al Señor y le preguntó lo que debía hacer:

“¡Oh Señor! He hecho lo que me has mandado, y he construido los barcos según tus instrucciones.

Oh, Señor, ¿permitirás que crucemos estas grandes aguas en la obscuridad?” (Eter 2:18, 22.)

No cabe la menor duda de que el Señor, en su conocimiento infinito, tenía muchas respuestas para este problema, pero debe recordarse que el objetivo del Señor es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39); por esto, Él estaba ansioso de ayudar a aquel fiel siervo a desarrollar fe y diligencia. Con ese fin, el Señor destacó algunas de las cosas que no solucionarían el problema, y entonces dejó al hermano de Jared la responsabilidad de hacer una sugerencia.

“¿Qué deseas que prepare para vosotros, a fin de que podáis tener luz cuando os veáis sumergidos en las profundidades del mar?” (Eter 2:25.)

No sabemos cuánto tiempo requirió, ni lo que tuvo que pasar el hermano de Jared para llegar a una decisión; sin embargo, se dirigió al monte de Shelem, y de una roca fundió 16 piedras pequeñas. Aparentemente su creativa sugerencia fue aceptada por el Señor, quien las tocó con su dedo. Fue durante esta gran visión y experiencia que el Señor dijo: “Jamás ha venido a mí un hombre con tan grande fe como la que tú tienes.”

Analicemos las etapas por las cuales pasó Jared durante el proceso de convertirse en un gran seguidor: Primero, tuvo que tener la voluntad de hacer lo que se le decía, tal como lo hizo en la construcción de los barcos; segundo, puso de manifiesto su buena voluntad de progresar y trabajar cuando pidió al Señor más luz; tercero, aceptó la responsabilidad de analizar el problema, desarrollarlo y hacer una sugerencia al Señor.

Cuando una persona ha alcanzado este nivel, está lista para seguir adelante y actuar por sí misma, dando cuenta periódicamente acerca de su actuación. Esta es la clase de seguidor que vale, el que se describe en la sección 58 de Doctrinas y Convenios, donde se nos dice que hagamos muchas cosas de acuerdo con nuestra voluntad y criterio para poder ser instrumentos de la justicia. Este es el nivel de obediencia que se utilizó en la creación del mundo, cuando la obra se llevó a cabo en siete creativos períodos con sus respectivos informes al final de cada uno. Los pasos de una obediencia efectiva están representados en la siguiente gráfica: Haced lo que se os pide (Eter 2:14).

Pedid más guía y ofreced más servicio (Eter 3:18).

Haced sugerencias y una vez que sean aprobadas, llevadlas a la práctica (Eter 3:23,25).

Actuad e informad (D. y C. 58:27; 72:3).

¿En qué posición os encontráis como seguidores? Vosotros, líderes, ¿tratáis siempre de hacer lo que se os pide? ¿Habéis progresado al grado de que de vez en cuando preguntáis qué es lo que podéis hacer más allá del mínimo requerido? ¿Habéis progresado al punto de tratar de ver lo que se necesita, y entonces hacer sugerencias? ¿Habéis progresado tanto que podéis actuar por vosotros mismos, proporcionando informes periódicamente?

Como todas las cosas del evangelio, parece que estas tres etapas deben aprenderse paso a paso. Muy a menudo las adquirimos en orden inverso. Deseamos actuar por nosotros mismos, pero no hemos demostrado nuestra habilidad de hacer lo que se nos dice, no hemos demostrad nuestro deseo de escuchar y no hemos hecho ninguna sugerencia que pueda ser aceptada por nuestro líder. El hecho de poder actuar por uno mismo, presentando informes periódicos, significa haber llegado a un nivel de obediencia reservado para aquellos que por medio de sus acciones, han ganado la confianza de sus líderes. Para que un líder pueda otorgar un alto grado de libertad a uno de sus seguidores, debe primero tener confianza en la competencia del seguidor. El misionero anteriormente mencionado, no había desarrollado estas cualidades pues no seguía las instrucciones y actuaba a su manera, sin haber ganado primero la confianza de sus líderes. También había fracasado en la presentación de informes.

La emocionante historia de Amón y los hijos de Mosíah nos enseña algunos de estos principios. Después de haberse convertido y haber rechazado la oferta del reino, finalmente se permitió a los hijos de Mosíah que fueran a una misión entre los inicuos y feroces lamanitas. Por medio de humilde oración, su padre, Mosíah, había recibido la promesa del Señor de que sus hijos regresarían a él. En el capítulo 17 de Alma, versos 2 y 3 vemos que ellos eran dignos de esta bendición:

“Porque eran hombres de sana inteligencia, y habían escudriñado diligentemente las escrituras para poder conocer la palabra de Dios.

No sólo eso; habían orado y ayunado mucho; por tanto, tenían el espíritu de profecía y el de revelación, y cuando enseñaban, lo hacían con poder y autoridad de Dios.”

Vemos entonces a los hijos de Mosíah, hombres de Dios, procurando con un sentimiento de amor, llevar la palabra de Dios a la gente inicua y feroz. Después que se separaron, Amón fue a la tierra del rey Lamoni. Las Escrituras nos dicen que era costumbre de los lamanitas capturar a los nefitas y llevarlos ante su rey y entonces, de acuerdo con su voluntad y placer, podía matarlos, tenerlos cautivos, arrojarlos a la cárcel o desterrarlos. (Alma 17:20.) Esto indicaría que los anteriores esfuerzos de los nefitas por convertir a los lamanitas no habían tenido éxito. Cuando Amón fue llevado ante el rey no comenzó inmediatamente a predicarle o a decirle que había venido a salvarlos, a él y a su gente pobre, inicua y rebelde. Amón simplemente preguntó si podía quedarse allí: “Si, deseo morar entre esta gente por algún tiempo; sí, y quizás hasta que muera” (Alma 17:23). Ese fue un acercamiento totalmente diferente. Aparentemente el rey estaba tan complacido, que le ofreció a Amón una de sus hijas como su esposa. Amón sin ser ofensivo rechazó hábilmente la oferta diciéndole: “No; sólo seré tu siervo”. (Alma 17:25.) Esto era algo sumamente desusado: un voluntario para servir, cuando la costumbre era colocar a los perdedores de batalla en la categoría de sirvientes. Aparentemente Amón sabía que él podía guiar a esta gran nación mucho más eficazmente siendo un sirviente.

Las Escrituras nos dicen que después de haber estado al servicio del rey por tres días, Amón fue con los siervos lamanitas a llevar el ganado a las aguas de Se bus. Allí mató a algunos e hirió con su espada los brazos de otros que querían esparcir el ganado del rey. Este se sorprendió mucho cuando oyó lo que había sucedido y aparentemente se asombró mucho más cuando supo que, en lugar de ir a reclamar gloria por lo que había hecho, Amón fue a preparar el carruaje del rey:

“Y cuando oyó el rey Lamoni que Amón estaba preparando sus caballos y su carro, se quedó más asombrado de la fidelidad de Amón y dijo: Ciertamente no ha habido ningún siervo entre todos mis siervos tan fiel como este hombre; pues se acuerda de todas mis órdenes para ejecutarlas.” (Alma 18:10.)

Debido a la gran habilidad que Amón tenía como seguidor, y con el Espíritu como guía, se ganó la confianza del rey. El rey mandó buscar a Amón pues deseaba saber de dónde provenía su poder y qué lo hacía tan particular. Y es aquí donde se pone claramente de manifiesto la habilidad de influir en otros.

“Entonces Amón, con prudencia, pero sin mala intención, dijo a Lamoni: ¿Escucharás mis palabras, si te digo por qué poder hago estas cosas? Esto es lo que de ti deseo…

Y le respondió el rey, diciendo: Sí, creeré todas tus palabras.” (Alma 18:22-23. Cursiva agregada.)

Aquel fue el momento en que Amón pudo realmente ejercer su influencia; se había ganado la confianza del rey y éste lo escucharía cuando lo aconsejara y le explicara el evangelio. Consecuentemente, la familia del rey Lamoni, y una gran mayoría de todos los lamanitas se convirtieron, ante la actitud de Amón, su hermano Aarón y los otros hijos de Mosíah.

¿Os gustaría que vuestros líderes os dieran más libertad de acción? ¿Os gustaría que vuestros seguidores os siguieran más eficazmente? Cuando aplicamos estos principios a nosotros mismos, o como dijo José Smith nos “gobernamos a nosotros mismos” de acuerdo con principios correctos, vemos que en la Iglesia, un seguidor es obediente y sigue devotamente al líder, aun cuando esté en desacuerdo con él. El líder será responsable por sus acciones, tendrá más confianza en sus seguidores y buscará más su asesoramiento y consejo.

El cometido de obedecer tiene sus límites. No necesitáis obedecer a un líder que os dice algo que esté en contra de los principios del evangelio. Por medio del poder del Espíritu Santo, tenéis la habilidad de discernir lo que está bien y lo que está mal. Tenéis, además, el conocimiento de que la voz del profeta es la del Señor hablando a su pueblo en este tiempo. En una conferencia general el presidente Marión G. Romney dijo:

“Oyendo al presidente Joseph Fielding Smith, no pude menos que recordar una experiencia que tuve con el presidente Heber J. Grant, hace un cuarto de siglo. Estábamos hablando acerca de cierta crítica que había sido dirigida en contra de una acción que él había tomado en su capacidad de líder. Poniéndome el brazo alrededor de la espalda y apoyando su mano en mi hombro izquierdo dijo: ‘Hijo mío, guíate siempre por el Presidente de la Iglesia, y si él te pide que hagas algo equivocado, y tú lo haces, el Señor te bendecirá por ello’.

Después agregó: ‘Pero no tienes que preocuparte, porque el Señor nunca permitirá que su portavoz dirija a su pueblo por el mal camino’.

No he olvidado aquel consejo y desde ese entonces he sido fiel.”

Un buen seguidor pregunta lo que debe hacer y tiene la voluntad de recibir y escuchar el consejo y recomendaciones de sus líderes. El hermano de Jared recibía consejos de Jared y del Señor, y los hijos de Mosíah de su padres y Alma, y los seguían. Un buen seguidor debe voluntariamente aceptar la responsabilidad y hacer sugerencias que puedan ser aceptadas por el líder; esto significa que el seguidor debe tratar de aprender acerca de las tácticas del líder, debe tratar de anticiparse en forma creativa a las necesidades que pueda tener éste, y hacer constantemente aquellas cosas que el líder necesita que se hagan. Un seguidor necesita actuar por sí mismo y establecer la justicia por su propia voluntad. Esto significa que debe entender los principios verdaderos para llevar adelante la justicia y no la iniquidad. Hay mucha gente joven en la Iglesia que tiene un gran potencial de liderato, pero esto pasará desapercibido si esos jóvenes no aprenden primeramente a ser seguidores. Un gran líder es principalmente un gran seguidor. Convertíos en grandes seguidores; haced lo que se os pide; preguntad lo que debéis y oíd el consejo; aceptad responsabilidades, dad sugerencias, llevadlas a cabo e implantad la justicia por vuestra propia voluntad. No existe ninguna clase de atajo hacia la confianza o la justicia. Debemos ir paso a paso y caminar, en vez de correr. Antes de poder guiar, debemos ser seguidores.

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