29 de Octubre de 1978. Conferencia de Área en Buenos Aires, Argentina
“Habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad”
por el élder James E. Faust
del Consejo de los Doce
Siempre me siento feliz y agradecido por el privilegio de venir a Argentina; he estado aquí muchas veces, y he aprendido a amar a este país y a sus habitantes. Estamos reunidos en una de las grandes ciudades del mundo. Es un privilegio y un honor muy especial estar en la presencia de nuestro gran Profeta, el presidente Spencer W. Kimball, su magnífico Primer Consejero, el presidente N. Eldon Tanner, así como otras Autoridades Generales, y nuestros líderes locales que se encuentran reunidos aquí.
Debido al progreso tan grande que la Iglesia ha tenido en Argentina en un período de tiempo relativamente corto, me viene a la mente la declaración de Pedro:
“Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.” (II Pedro 1:16.)
Estamos felices de que la mayoría de nuestros líderes de la Iglesia aquí, sean argentinos. Vuestros ex misioneros serán los líderes del futuro.
En julio de 1976, mientras me encontraba aquí en Argentina, aprendí uno de los principios más grandiosos de liderazgo. El presidente Miguel Angel Fernández y yo viajamos al Norte del país; en ese tiempo, el hermano Fernández era Presidente de la Misión de Rosario. Conforme viajábamos por un camino en las afueras de la ciudad de Posadas, observamos un hato de ganado que era conducido a un lado del camino; los animales caminaban pacíficamente, en una manera uniforme y sin ningún problema. Al frente del ganado había tres gauchos que dirigían el grupo; iban al frente del ganado y no prestaban atención a los animales que tenían a sus espaldas; de hecho, parecía que fueran dormidos sobre los caballos. El ganado los seguía pacíficamente. Al final del hato venía un solo gaucho a caballo; el animal caminaba con toda calma, y parecía que el hombre tampoco se preocupaba por nada.
Mi propia experiencia en arrear ganado había sido diferente. En la granja de mi abuelo, cuando conducíamos a los animales, necesitábamos perros que fueran tras los que se extraviaban; nadie iba al frente del ganado, sino que los jinetes iban detrás. Los animales estaban asustados, se agitaban y eran ruidosos. Creo que en Argentina sabéis conducir mejor el ganado.
El principio de liderazgo que aprendí en esa ocasión es que los buenos líderes dirigen y muestran el camino, sin forzar; aprendí que tres cuartos de esta dirección consiste en mostrar el camino (como los tres gauchos que iban adelante), y un cuarto seguir la pista, como el que iba atrás. Los líderes del Sacerdocio no son jefes, ni tampoco dictadores, sino que están para dirigir y mostrar la senda. Las llaves de la dirección del Sacerdocio se dan en la Sección 121 de Doctrinas y Convenios:
“Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener, en virtud del Sacerdocio, sino por persuasión, longanimidad, benignidad, y mansedumbre, y por amor sincero;
Por bondad y conocimiento puro, lo que ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia:
Reprendiendo a veces con severidad cuando lo induzca el Espíritu Santo, y entonces demostrando amor crecido hacia aquel que has reprendido, no sea que te estime como su enemigo;
Y para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que el vínculo de la muerte. ” (D. y C. 121:41-44.)
“El Espíritu Santo será tu compañero constante; tu cetro será un cetro inmutable de justicia y de verdad; tu dominio, un dominio eterno, y sin ser obligado correrá hacia ti para siempre jamás.” (D. y C. 121:46.)
Deseo expresar gratitud por el espíritu de libertad que existe en Argentina, que desde hace más de cuarenta años ha permitido completa actividad religiosa y libertad para adorar. Conforme miramos hacia el futuro, me gustaría instar a los miembros de la Iglesia a que hagan una contribución mayor a esta bendita tierra.
Deseo humildemente expresar mi agradecimiento a los santos de la Argentina por la edificación del primer templo en Sudamérica, ubicado en Sao Paulo. Me ha conmovido ver, cómo muchos de vosotros os habéis despojado de vuestras más preciosas posesiones, sortijas de matrimonio, joyas de oro, y otros recuerdos de familia, para la edificación del templo. Hicisteis estos sacrificios durante un período de inflación y crisis económica. Habéis pagado vuestra cuota y aún más de lo que se os asignó para la construcción del templo.
Esperamos que a los santos en Argentina se les esté enseñando, por medio de los padres en el hogar, los obispos, presidentes de rama, presidentes de estaca y representantes regionales, a tener oraciones diarias individuales tanto en la noche como en la mañana. Mi esposa y yo muy a menudo seguimos la práctica de orar juntos con respecto a nuestras responsabilidades como padres, y tenemos además nuestras oraciones familiares. Hemos encontrado que esto nos ha unido más y somos uno en espíritu, esperanza y comprensión. Para que seamos los elegidos para ir al templo, y estemos preparados para ello, muchos de nosotros tendremos que arrepentimos. Parte de nuestras oraciones son, como Alma lo declaró, “. . .para que no seáis tentados más de lo que podáis resistir, a fin de que el Espíritu Santo os pueda guiar. . .” (Alma 13:28).
A fin de que podamos ser guiados por el Espíritu Santo, es necesario que observemos lo mejor que podamos, todos los mandamientos de Dios. Uno de estos importantes mandamientos es el de los diezmos.
Durante muchos años tuve el privilegio de servir como obispo en una estaca. En esos veinte años de servicio, aprendí que la ley del diezmo no es una ley de dinero, sino una ley de fe y obediencia; no es solamente una ley temporal, sino también una gran ley espiritual. Cuando los esposos pagan su diezmo, tienen una mejor comunicación y menos problemas con la familia al observar este mandamiento. Las relaciones familiares son mejores cuando se paga el diezmo; y se goza de un grado mayor de unidad familiar y solidaridad cuando al finalizar el año, el padre hace ajuste de diezmos de toda la familia.
Deseo expresar mi agradecimiento por la excelente dirección del élder Robert Wells, los representantes regionales, los presidentes de estaca y misión, y los obispos y presidentes de rama tan dedicados, así como otros líderes del Sacerdocio. Agradecemos también a las presidencias de la Escuela Dominical, Sociedad de Socorro y Primaria.
Al igual que vosotros, he tenido el grandioso privilegio de ver el progreso de la Iglesia en Sudamérica. Hemos visto, como Pedro, el poder y venida del Señor Jesucristo, y su influencia en estas tierras. Ciertamente, “hemos visto con nuestros propios ojos su majestad”.
El Espíritu del Señor ha estado en esta gran conferencia. Hemos recibido el consejo y la bendición de nuestro amado Profeta, el presidente Spencer W. Kimball, y sus asociados. Este es un tiempo de rededicación y renovación, que debemos repetir espiritualmente, así como nuestra dedicación para observar los mandamientos, porque hemos estado aquí y escuchado a nuestro Profeta.
Os testifico por medio del testimonio que he recibido del Espíritu Santo, que la Iglesia es verdadera. Todo es verdad, es una verdad maravillosa. Por ese mismo poder, sé que Jesucristo está a la cabecera de esta Iglesia y que El la guía y dirige por medio de nuestro gran líder, el presidente Kimball. Sé que Jesús es nuestro Salvador y Redentor; Él nos ha dado su Iglesia y su Evangelio para exaltamos y bendecirnos para siempre. Testifico de esto en el sagrado y santo nombre de Jesucristo. Amén.
























