Julio de 1978
El alma de la Iglesia
por el presidente Spencer W. Kimball
Testificar no es algo extraño o excéntrico sino que es una parte fundamental de la Iglesia. . . Recuerdo que daba mi testimonio cuando era sólo un niño que asistía a la Primaria y a la Escuela Dominical; es básico, es importante. Algunos críticos dicen que es absurdo que los niños pequeños testifiquen, ya que no pueden saber si esto es verídico. Indudablemente su conocimiento es limitado, pero pueden tener sentimientos, y los testimonios son sentimientos y no simplemente la acumulación de hechos.
Los testimonios provienen del corazón y de este modo se convierten en algo básico… En toda la iglesia tenemos testimonios. Cuando nos reunimos con un grupo de presidentes de misión, expresamos nuestro testimonio, y en cualquier parte que los miembros se reúnan en grupos pequeños, expresan sus testimonios formal o informalmente.
Nosotros, los de los Doce, también expresamos nuestro testimonio en el hogar.
Durante los dieciocho años y medio que he formado parte del Consejo de los Doce, hemos efectuado una reunión trimestral de testimonios. Por la mañana temprano los Doce asistimos juntos al templo, ya que el mismo no está lejos de las oficinas generales, y vamos a nuestra propia sala ubicada en el cuarto piso. Esta es una sala en la que se encuentran doce sillas tapizadas con cuero; son muy antiguas y están dispuestas en semicírculo. Creo que han sido ocupadas por apóstoles durante por lo menos medio siglo. El cuero está muy desgastado pero aún continúan siendo muy cómodas; nos acompaña nuestro secretario; el presidente Smith se sienta en un extremo y el miembro más nuevo en el otro. Tomamos nuestros puestos y cantamos; el hermano Lee toca el órgano, o él dirige la música y yo toco el órgano. Oramos muy fervientemente para que el Espíritu del Señor nos acompañe y luego escuchamos las minutas de nuestra última reunión con todos los detalles. La lectura de éstas requiere quince o veinte minutos y es emocionante porque oímos nuevamente los testimonios que dieron los hermanos hace tres meses,
Luego el presidente Smith, que es el presidente de los Doce, por lo general se pone de pie con sus libros en la mano y nos ayuda a obtener una nueva comprensión de las Escrituras, me imagino que en forma muy semejante a como lo hizo el Señor cuando se encontró con los dos hombres en el camino a Emaús. . .
Estamos ayunando; dos de nosotros bendecimos la Santa Cena y la repartimos a cada uno de los presentes; luego comienzan los testimonios. Pasamos tres o cuatro horas testificando; os menciono esto para que sepáis que dar el testimonio es una parte básica e importante del programa de la Iglesia. Si los Doce Apóstoles tienen la necesidad de expresar los suyos cuando se reúnen y demostrar su gratitud al Señor, entonces quizás los misioneros también lo necesiten para sostenerse, elevarse e inspirarse, y para mantener el fuego vivo. Cantamos de nuevo, oramos y luego volvemos a nuestros deberes regulares.
Tenemos también otra reunión de testimonios cada seis meses, el jueves que precede a la Conferencia General. Todas las Autoridades Generales se reúnen en la sala de la Presidencia y el Consejo de los Doce, que se encuentra en el templo. A la cabecera se encuentra una silla que ocupa el Presidente. En esa silla jamás se sienta otra persona que no sea el Profeta del Señor. Aunque sus consejeros dirijan la reunión durante su ausencia, ellos siempre ocupan sus propios asientos.
Estamos haciendo ayuno y dos de los hermanos administran el sacramento, éstos son generalmente miembros de los Doce. Luego seguimos con nuestros testimonios; el Patriarca, un miembro del Obispado Presidente, uno de los Setenta, uno o más de los Apóstoles, y los tres miembros de la Primera Presidencia, expresan su testimonio. Es una gloriosa experiencia concluir la reunión escuchando el testimonio del Profeta del Señor; verlo ponerse de pie y decir: “Sé que el evangelio es verdadero; sé que el Señor está respondiendo y nos está revelando su voluntad”.
Os repito, esa es una experiencia inolvidable.
Menciono esto a fin de que no tengáis la creencia de que las reuniones de testimonios son algo superficial que se aplica únicamente a la misión. Este es el programa de la Iglesia; es eficaz y poderoso. … es el alma de la organización y de la Iglesia.” (Enero de 1962.)
























