Octubre de 1978
El médico de José Smith
por LeRoy S. Wirthlin
Los miembros de la Iglesia se han sentido conmovidos por el relato de la valentía de José Smith cuando era niño, en la época en que el hueso de su pierna se infectó y la única solución posible parecía ser la amputación. Recordamos su buena voluntad para soportar el dolor de una operación, prefiriendo que su padre lo tuviera entre sus brazos en vez de tratar de aliviar el dolor con el alcohol. Como cirujano, siempre me he maravillado al pensar en la operación de José Smith, y especialmente en los médicos que la llevaron a cabo con éxito.
Debemos considerar que esto tuvo lugar en el año 1813, en la zona más rural de Nueva Hampshire. La infección que José tenía en el hueso (osteomielitis) le apareció a continuación de una epidemia de fiebre tifoidea que afectó a todos los niños de la familia Smith. En aquellos días y aún después, hasta que se descubrieron los antibióticos en este siglo, esta enfermedad era un problema devastador. Desde los días de Hipócrates en la antigua Grecia, el método más común que se utilizaba, era el de aplicar cataplasmas de distintos preparados sobre la parte inflamada. Pero esto tenía un efecto muy limitado: cuando ocurre una infección en el hueso, largos segmentos del diáfisis, o parte media del mismo, mueren, y el organismo, al formar nuevo tejido óseo, rodea la materia muerta con una capa de tejido vivo. Inevitablemente, el fragmento de hueso se separa y queda formando un acceso en el centro de la cavidad ósea, drenando continuamente o esparciendo la infección a otras partes del cuerpo; en este último caso, se producía la muerte. Generalmente, en las últimas etapas de la enfermedad, era necesario amputar la pierna.
Las técnicas para operar el hueso a fin de remover los fragmentos de materia muerta y permitir el drenaje, eran claramente descritas y ampliamente aceptadas en 1874. Esta operación, que se conoce como secuestrectomia, se convirtió en un procedimiento común después de la Primera Guerra Mundial. Pero eso ocurrió un siglo más tarde. Aquí tenemos parte de la descripción de la operación, escrita por la madre de José Smith:
“Los cirujanos comenzaron la operación perforando el hueso de la pierna, primeramente del lado afectado, y luego del otro lado; después lo rompieron con fórceps o pinzas, sacando así grandes trozos del hueso enfermo.”
Lo que describe con esas palabras Lucy M. Smith es una técnica que apenas se dio a conocer ¡en 1874! ¿Cómo pudo llevarse a cabo una hazaña quirúrgica semejante en una pequeña comunidad de Nueva Hampshire, sesenta años antes de que se conociera en el mundo de la medicina?
Los Santos de los Últimos Días difícilmente responderían que fue coincidencia. En una nota muy poco conocida, enviada por José para la Historia de la Iglesia, el Profeta escribió el nombre de sus médicos: Smith, Stone y Perkins, de la Escuela de Medicina de Dartmouth en Hanover, Nueva Hampshire, la cual se encontraba a 8 kilómetros de la casa de los Smith. Estos doctores no eran del tipo común, con el limitado conocimiento del médico rural corriente en aquella época.
Nathan Smith, graduado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, fundador de la Escuela de Medicina de Dartmouth y de otras tres en Nueva Inglaterra, era además presidente de la Asociación de Médicos de Nueva Hampshire y, poco antes de tratar a José Smith, había aceptado el cargo de primer profesor de medicina y cirugía en la Facultad de Medicina de Yale, en Connecticut. Lo que lo había detenido en Nueva Hampshire había sido la epidemia de fiebre tifoidea que tuvo lugar en 1813, y cuyas víctimas requerían constantemente de sus servicios.
Cyrus Perkins, ex alumno del doctor Smith, y egresado de la Escuela de Medicina de Dartmouth, hacía algún tiempo había vuelto a aquella zona para unirse a su antiguo maestro en la práctica de la medicina, y además enseñar anatomía.
Aunque no se sabe mucho de Stone, probablemente fuera también un ex alumno del doctor Smith. En las listas de alumnos de la Escuela de Medicina de Dartmouth aparecen varios con el mismo apellido.
De aún mayor significado es el hecho de que el doctor Nathan Smith fue uno de los grandes médicos de las primeras épocas de la medicina en los Estados Unidos, y que por su propia cuenta había ideado una operación de osteomielitis en 1798, que fue publicada en 1827, pero que no se puso en práctica hasta dos generaciones más tarde. En otras palabras, con varias décadas de anticipación al conocimiento público de esta operación quirúrgica, él era el único médico en los Estados Unidos que podía haberle salvado la pierna a José Smith.
Nathan Smith carecía de educación universitaria, pero siendo un autodidacta, se preparó él mismo durante tres años para practicar medicina como médico rural. Al cabo de tres años, insatisfecho con su falta de preparación, presentó solicitud para entrar en la recientemente fundada
Escuela de Medicina de Harvard, donde fue el quinto estudiante en graduarse; en 1790 retornó a la práctica de la medicina rural.
Para entonces, el doctor Smith sentía que su misión era elevar las normas médicas y ayudar a sus colegas a ser más competentes en la práctica de su profesión. Por ese motivo, presentó una petición a la junta directiva del Colegio Dartmouth para establecer una escuela de medicina, luego de lo cual viajó a Edimburgo, en Escocia, a fin a de reunir equipo y libros, y adquirir experiencia clínica, Su discurso de apertura en 1797 marcó los comienzos de la Escuela de Medicina de Dartmouth.
Durante trece años enseñó, sin ayuda alguna, anatomía, química, cirugía, farmacia, y teoría y práctica de la medicina, hasta que en 1810 el congreso de Nueva Hampshire nombró al doctor Perkins para que le ayudara enseñando anatomía. Ninguno de ellos recibía salario por su labor de profesores; sus entradas se limitaban a lo que pudieran percibir de la matrícula que pagaban los estudiantes, y de sus honorarios como médicos.
Puesto que el doctor Smith había sido profesor de muchos de los médicos que había en esa zona de Nueva Inglaterra, éstos lo llamaban a consulta en la mayoría de los casos difíciles; por ese motivo, muchas veces tenía que recorrer a caballo hasta 160 kilómetros por caminos muy malos. En dichas oportunidades, acostumbraba a invitar a un grupo de sus alumnos de medicina para que lo acompañaran en esos viajes, como parte de su aprendizaje.
En el caso de José Smith sucedió lo mismo. Después que el doctor Stone había llevado a cabo dos operaciones que no tuvieron éxito, la madre de José insistió en que se llamara a un “consejo de cirujanos” a consulta, para obtener otra opinión. Así fue como el doctor Smith, su socio el doctor Perkins, y algunos estudiantes de medicina de Dartmouth se trasladaron a Nueva Hampshire para llevar a cabo la operación en la pierna del jovencito.
AI principio, sugirieron que sería necesario amputar; pero Lucy Smith les pidió que hicieran la cirugía experimental para quitar sólo las porciones de hueso que estuvieran infectadas. Su descripción de la operación es exacta y se asemeja en todo a la que se encuentra en los cuadernos de apuntes de los estudiantes de medicina de Dartmouth.
La operación tuvo éxito y las heridas de José cicatrizaron. El hecho de que una herida que dejaba parte del hueso al descubierto sanara tan rápidamente, es realmente milagroso. No obstante, Nathan Smith había tratado un extraordinario número de casos con buenos resultados, y no se conoce ninguno similar en el que hubiera tenido que amputar después de llevar a cabo aquella operación. Aunque José tuvo que usar muletas durante tres años, la intervención le salvó la pierna, y la vida.
Después que pasó la epidemia de tifoidea y que se efectuó la milagrosa operación, tanto el doctor Smith como José se fueron de Nueva Hampshire; el doctor Smith, para ocupar su cargo de profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale; José Smith, para volver a Vermont por tres años antes de mudarse a Palmyra, Nueva York, donde finalmente comenzaría la gran labor que se le tenía reservada.
Difícilmente, podrían las circunstancias calificarse de “casualidad”: un muchachito lo suficientemente resuelto y valiente como para rehusar la amputación de su pierna, a pesar de las dos operaciones que se habían llevado a cabo sin éxito; una madre que requirió para su hijo una intervención quirúrgica experimental, aun cuando ignoraba que Nathan Smith era el único cirujano en Norteamérica que había tenido éxito en tratar la osteomielitis de esa manera; y, por último, la extraordinaria coincidencia del hombre preciso, en la época exacta en que se le necesitaba.
























