El Sacerdocio Aarónico

Mayo de 1979
El Sacerdocio Aarónico
Oscar W. McConkie
Extractos del libro «El Sacerdocio Aarónico»

Dios es Todopoderoso, no hay poder que Él no tenga. El Señor, una vez resucitado, dio testimonio de su propia omnipotencia.

“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (Mat. 28:18.)

Parte de lo que recibimos por la gracia de Dios es el derecho a que Él nos invista con el poder de ejecutar Su obra; podemos así compartir Su poder y autoridad.

El apóstol Pablo nos previene diciendo: “Y nadie toma para sí está honra, sino el que es llamado por Dios. . .” (Heb. 5:4). Es decir que Dios es quien llama y delega Su poder a quienes El escoja. Un hombre no puede inventar el poder ni conferírselo a sí mismo. Es un don de Dios. Jesucristo dejó esto claro cuando dijo a aquellos a quienes había conferido Su poder y autoridad en el meridiano de los tiempos:

“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto… para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dé.” (Juan 15:16.)

El Señor llama; el hombre responde al llamado y por ende, recibe las bendiciones de Dios.

En la actualidad debemos al profeta José Smith todo lo que sabemos y entendemos sobre el Sacerdocio, y la realidad del mismo en nuestra vida.

“El Sacerdocio es un principio sempiterno y existió con Dios desde la eternidad y existirá por las eternidades, sin principio de días o fin de años.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 183.)

Adán, “lo recibió en la Creación, antes de ser formado el mundo” (Ibid. pág. 182).

Alma dice que fueron ordenados según el orden del Hijo de Dios, y “fueron llamados y preparados desde la fundación del mundo por causa de su gran fe y buenas obras” (Alma 13:2-3), para gozar de las bendiciones y los poderes del Sacerdocio.

El Sacerdocio es el eterno poder y la autoridad mediante los cuales todas las cosas han sido creadas y son actualmente controladas. Es la autoridad y el poder de Dios delegados al hombre en esta tierra para obrar en todos los asuntos pertinentes a la salvación del hombre; todo lo que está en el cielo y en la tierra, está sujeto a su poder y autoridad.

Dios otorga el Sacerdocio para uso y beneficio del hombre. El Señor dijo a Abraham: “. . .te bendeciré sobremanera y engrandeceré tu nombre entre todas las naciones, y serás una bendición a tu simiente después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y Sacerdocio a todas las naciones;

Y las bendeciré mediante tu nombre. . .”

. . .y en ti (es decir, en tu Sacerdocio). . . serán bendecidas todas las familias de la tierra…” (Abr. 2:9-11.)

¿Cómo es el mundo bendecido por el Sacerdocio? Pues, mediante las bendiciones del Evangelio. En vista de que el Sacerdocio administra las ordenanzas del Evangelio, del mismo modo podemos decir que en realidad está administrando para el mundo las bendiciones de la salvación.

Como Presidente del Sacerdocio Aarónico dentro del barrio que preside, el obispo es quien posee las llaves del bautismo dentro de su jurisdicción. Puesto que toda persona que tenga edad de responsabilidad, debe ser bautizada para poder entrar al reino de Dios (Juan 3:3-7), podemos decir entonces que el obispo posee las llaves para la salvación de todas las personas dentro de su jurisdicción. El Sacerdocio es el que “administra el evangelio”, dicen las revelaciones modernas (D. y C. 84:17-19).

El apóstol Pablo, en su clara e ilustre epístola a los hebreos, explica con bastantes detalles, algunas cosas referentes a este tema y a aquellos que poseen el Sacerdocio les llama “hermanos santos, participantes del llamamiento celestial” (Heb. 3:1). Después dice que a los que han sido llamados a esta orden sagrada, se les llama apropiadamente hijos de Dios, y explica que los hombres llamados a ejercer el Sacerdocio son ordenados “en lo que Dios se refiere” (Heb. 5:1). Pero, lo que es aún más importante es que Pablo nos enseña que Jesucristo también fue llamado para tener el Santo Sacerdocio:

“. . .considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús. . .” (Heb. 3:1.)

Jesús fue “declarado por Dios sumo sacerdote según él orden de Melquisedec” (Heb. 5:10).

Como en cualquier otro asunto pertinente a la salvación, Jesús fue el ejemplo perfecto. Así como Él fue bautizado, nosotros también debemos bautizarnos. (Véase Juan 3:5; 2 Nefi 31:12-21.) Como Él tuvo que recibir el Santo Sacerdocio para merecer la plenitud de la salvación, así también deberán recibirlo aquellos que han de ser herederos de la gloria del Padre, juntamente con Cristo. (Véase D. y C. 107:5, 8, 18-19.)

Puesto que solamente hay un Dios y tan sólo un poder divino, como consecuencia también hay un solo Sacerdocio: el “Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios” (D. y C. 107:3). En la Iglesia nos enseñan que “por respeto o reverencia al nombre del Ser Supremo, ellos, la Iglesia en los días antiguos, para evitar la tan frecuente repetición del nombre de Dios, le dieron a ese Sacerdocio el nombre de Melquisedec, o sea, el Sacerdocio de Melquisedec” (D. y C. 107:4). En la epístola a los hebreos, leemos repetidas veces sobre el orden conocido como Sacerdocio de Melquisedec. El profeta José Smith dijo que “todo sacerdocio es según el orden de Melquisedec, pero tiene diferentes partes o grados” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 216).

En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días hay dos grandes órdenes del Sacerdocio: el de Melquisedec y el de Aarón. El Sacerdocio de Aarón es un apéndice o complemento del Sacerdocio de Melquisedec; es decir, que en éste se incluyen también todos los poderes y la autoridad ejercidos en el orden del Sacerdocio Aarónico. Cuando se dice que hay dos sacerdocios en la Iglesia, se entiende que se habla de “órdenes” dentro del Sacerdocio de Dios. De ahí la revelación que dice:

“En la Iglesia hay dos sacerdocios, a saber, el de Melquisedec y el de Aarón, que incluye el Levítico.” (D. y C. 107:1.)

El profeta José Smith explica que “el Sacerdocio de Melquisedec comprende el Aarónico o Levítico” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 198).

El Sacerdocio Aarónico tiene gran poder y majestad. “Se llama sacerdocio menor, porque es una dependencia del mayor, o el Sacerdocio de Melquisedec. . .” (D. y C. 107:14.) El término “Sacerdocio Menor” no es despectivo en modo alguno; es menor solamente en cuanto a la plenitud del poder de Dios. Como parte del poder y autoridad de Dios delegados al hombre, el Sacerdocio Aarónico posee más poder que todos los sistemas políticos o ejércitos combinados de los hombres.

El Sacerdocio de Aarón “tiene el poder para administrar las ordenanzas exteriores” (D. y C. 107:14) que se requieren para obtener la salvación. Cuando se llama o comisiona a alguien a este orden sagrado, esa persona se convierte en el administrador legal investido de poder para bautizar en el “nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (D. y C. 20:73). A aquellos que ofician en este orden del Sacerdocio, Dios les delega el poder para actuar y obrar en Su nombre.

El Sacerdocio de Aarón “posee las llaves. . . del evangelio de arrepentimiento” (D. y C. 13), y es preparatorio, porque se da con el fin de preparar a las personas para aceptar el Evangelio. Como se considera a Elías el precursor de Jesucristo, a veces se le llama Sacerdocio de Elías. Puesto que el arrepentimiento es la llave principal en nuestra preparación para conocer a Dios, por lo tanto, este Sacerdocio posee las llaves del Evangelio de arrepentimiento.

También “tiene las llaves. . . del bautismo por inmersión para la remisión de pecados” (D. y C. 13), o sea, que en él se hallan la autoridad y el poder para bautizar, esto es, para efectuar una ordenanza esencial para la salvación (Juan 3:5). De este modo, el Sacerdocio de Aarón ayuda literalmente a lograr la salvación del hombre. Las Escrituras dicen que uno de los deberes del presbítero es bautizar. (Véase D. y C. 20:46.)

Además, este Sacerdocio tiene las llaves de la ministración de ángeles (D. y C. 13), lo que significa que aquellos que lo poseen y son fieles y justos, tienen la llave por medio de la cual pueden abrir la puerta a las visitaciones de los mensajeros de Dios.

Dentro de las responsabilidades del Sacerdocio Aarónico se hallan, tanto la enseñanza y explicación del Evangelio preparatorio, como la exhortación a toda rectitud.

“El deber del presbítero es predicar, enseñar, exponer, exhortar. . .” (D. y C. 20:46.)

Se le da también la oportunidad de “administrar la Santa Cena” (D. y C. 20:46), y los oficiantes de este Sacerdocio deben “velar siempre por los de la Iglesia, y estar con ellos, y fortalecerlos”; deben “ver que no haya iniquidad en la Iglesia”, y se harán “cargo de los servicios en la ausencia del élder o presbítero” (D. y C, 20:53-54, 56).

“Se ordenará a cada… presbítero, maestro y diácono de acuerdo con los dones y llamamientos de Dios para con él…” (D, y C. 20:60.)

Los miembros de este orden del Sacerdocio deben estar dedicados a los programas de enseñanza básica de la Iglesia; deben “visitar las casas de todos los miembros, exhortándolos a orar vocalmente y en secreto, y a cumplir con todos los deberes familiares” (D. y C. 20:47).

Aarón fue la primera persona con el llamamiento que lleva su nombre. Fue “llamado por Dios” (Heb. 5:4), para tener esta posición. En el principio, cuando el Señor dio la ley de los mandamientos camales como un Evangelio o ley preparatoria, también instituyó un poder preparatorio en el Sacerdocio para que administrara la ley menor.” (Heb. 7:12. Véase Versión Inspirada, Exodo 34:1-2.)

Este Sacerdocio menor fue conferido a

Aarón y a los hijos varones de su posteridad. (Véase Exodo 28, 29 y 30; Levítico 1:11; 3:2; 13:2; Números 18.)

Más tarde, el Sacerdocio Aarónico fue conferido a todos los varones de la tribu de Leví. Por este motivo usamos indistintamente los términos Sacerdocio Aarónico o Levítico (D. y C. 107:1, 6 y 10).

Los antiguos poseedores del Sacerdocio Aarónico oficiaban numerosas ordenanzas y ejercían otras funciones que se explican y describen con bastante detalle en los Libros de la Ley (Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). El apóstol Pablo llama a estos deberes con el nombre de “diversas abluciones” (lavamientos) “y ordenanzas acerca de la carne” (Heb. 9:10), y las describe como “la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas” (Efesios 2:15). El propósito de estas numerosas ordenanzas era el de preparar a un pueblo indisciplinado para que pudiera aceptar al Dios de Israel.

Todas las cosas pertinentes a este Sacerdocio tienen como fin hacer que el hombre ponga su mira en Dios, e indicarle el sendero que le llevará a la vida eterna.

El Señor usa el Sacerdocio —su poder y autoridad— para llevar a cabo Sus fines. El reveló a Moisés su gran propósito:

“Porque, he aquí, ésta es mi obra y mí gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.” (Moisés 1:39.)

El propósito del Sacerdocio, entonces, es ayudar a Dios a lograr la salvación del género humano.

El Evangelio de Jesucristo convierte en buenas a las personas malas y en mejores a las que ya son buenas. El Sacerdocio engrandece el alma y ennoblece nuestra vida.

“Y este sacerdocio mayor administra el Evangelio, y posee la llave de los misterios del reino, aun la llave del conocimiento de Dios.” (D. y C. 84:19.) Más adelante leemos:

“Y… todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor.” (D. y C. 84:35.)

Todo lo que Dios posee lo ha prometido a Sus hijos, con la condición de que honren y magnifiquen sus llamamientos en el Sacerdocio.

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