Abril de 1980
El glorioso evangelio en nuestros días
por el élder Bruce R. McConkie
del Consejo de los Doce
Que cada persona sobre la faz de toda la tierra sepa que el glorioso Evangelio de Dios existe y prospera en nuestros días.
Que cada alma viviente sepa que la piedra cortada de la montaña “no con mano” ha comenzado a rodar y pronto desmenuzará todos los “reinos” de los hombres, y llenará toda la tierra. (Véase Daniel 2:31-45.)
Que todos sepan que aquello que “nuestros antepasados con ansiosa expectación han aguardado que se revelara en los postreros tiempos” está fluyendo abundantemente sobre los santos, y que hemos comenzado la época prometida en que “nada se retendrá” (véase D. y C. 121:27-28). Los rayos de luz celestial, que ahora atraviesan la oscuridad de nuestras almas, pronto estallarán en esplendoroso fulgor celestial. Se han puesto los cimientos; la Casa del Señor se está edificando sobre la tierra.
Dios, nuestro bondadoso Padre, ha restaurado en estos últimos días de la tierra su eterno Evangelio para beneficio y bendición de todos sus hijos, y para la salvación y exaltación de aquellos que crean y obedezcan.
Dios, nuestro Padre, y su Hijo Jesucristo, por la voz y la presencia de ministrantes angélicos, les dieron a José Smith y a otros todas las llaves, los poderes y sacerdocios que hay o ha habido en la tierra, estableciendo nuevamente el reino terrenal de Dios; ese reino es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que administra el evangelio y pone la salvación al alcance de todo aquel que crea en Cristo y viva de acuerdo con Sus leyes.
¿Qué es la plenitud del evangelio eterno?
Es el plan de salvación, el plan eterno del Padre para salvar a sus hijos.
Es la procreación de hijos espirituales, las enseñanzas y pruebas de nuestra existencia premortal, la creación de innumerables mundos, y para nosotros, nuestra vida aquí, en el planeta Tierra.
Es la caída de Adán, con su muerte temporal y espiritual; es el poder redentor del Hijo de Dios, quien abolió la muerte y, por medio de Sus leyes, sacó a luz la inmortalidad y la vida eterna.
Es el conjunto de todas las leyes, los ritos y las ordenanzas, todas las verdades y los poderes, todas las llaves, los sacerdocios y los privilegios que ayudarán a “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. (Véase Moisés 1:39.)
Es la expiación de Cristo, la redención del hombre, la resurrección de los muertos, la maravilla y la gloria de la vida eterna.
Es fe, arrepentimiento y bautismo;’ es los dones del Espíritu, las revelaciones de los cielos y el indescriptible don del Espíritu Santo.
Es matrimonio, vida y exaltación eternos. Es ser uno con el Padre y con el Hijo, y reinar para siempre junto a su trono.
Es las pruebas y aflicciones de esta vida mortal de probación; es dolor, sufrimiento y muerte; es sobreponerse a las cosas de este mundo y seguir un derrotero divino, sean cuales sean las influencias que nos rodeen. Es obedecer los mandamientos y servir a nuestros semejantes.
Finalmente, es estar con Abraham, Isaac y Jacob, y con todos los otros santos profetas en el reino de Dios, para ya no salir de él.
La gracia del evangelio en las dispensaciones
Toda época en que el Señor revela nuevamente su plan de salvación, a fin de que el ser humano no tenga que depender solamente de la gloria recibida de los cielos en otros tiempos, recibe el nombre de “dispensación del evangelio”. En estas dispensaciones puede haber o no haber una restauración de llaves, poderes y sacerdocios; esa restauración existió cuando Jesús vino a reemplazar la dispensación de Moisés, pero no la hubo cuando comenzaron las de Enoc y Noé.
No sabemos cuántas ha habido -quizás un número considerable-, ni exactamente cuánto tiempo duró cada una, o si alguna se fusionó con la siguiente. Lo que sabemos es que un Dios amoroso ha puesto a disposición de sus hijos las verdades salvadoras, en todo tiempo y circunstancia en que éstos han estado preparados para recibirlas.
Vivimos en la dispensación del cumplimiento de los tiempos; esto significa que vivimos en la dispensación del cumplimiento de todas las dispensaciones. Hemos recibido todos los poderes, las llaves y glorias que hubo en la tierra en tiempos antiguos. Ministrantes angélicos de las dispensaciones bíblicas que los poseyeron, han venido «declarando todos su dispensación, sus derechos, sus llaves, sus honores, su majestad y gloria, y el poder de su sacerdocio” (D. y C. 128:21).
Como Pablo lo prometió, Dios va i “reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efe. 1:10). Todos los canales del pasado han venido a desembocar (o desembocarán) en el presente; ya se los han entregado todos los poderes y las llaves, y a su debido tiempo se los han de manifestar todas las verdades y doctrinas.
La dispensación del cumplimiento de los tiempos
En 1842 el profeta José Smith escribió:
“… porque es preciso, al iniciarse la dispensación del cumplimento de los tiempos, dispensación que ya está comenzando, es menester que una unión entera, completa y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias, se realicen y sean reveladas desde los días de Adán hasta el tiempo presente.” (D. y C. 128:18.)
Después, procedió a nombrar a aquellos que han restaurado esas llaves y esos poderes: Moroni, Pedro, Santiago y Juan, Miguel, Gabriel, [Rafael “y diversos ángeles desde Miguel o Adán, hasta el tiempo presente” (véase D. y C. 128:21). Entre los “diversos ángeles” estaban -quizás junto con otros de los que no sabemos- Juan el Bautista, Moisés, Elías el Profeta y Elías. Aunque no Sabemos exactamente en qué orden vinieron estos profetas antiguos, podemos suponer que haya sido en ésta forma:
- Moroni. Este antiguo nefita vino primero, la noche del 21 de septiembre de 1823, y pasó toda la noche enseñando e instruyendo a José Smith con respecto a las planchas (del Libro de Mormón), la restauración del evangelio y los acontecimientos de los últimos días. Con el tiempo, le entregó las planchas y le dio al joven “las llaves de los anales del palo de Efraín” (D. y C. 27:5). José Smith, por el don y el poder de Dios, las tradujo entonces y publicó al mundo el Libro de Mormón. Este volumen de Santa Escritura contiene la plenitud del evangelio eterno, es un testigo del divino linaje de Cristo, es un registro del llamamiento profético de José Smith y prueba la veracidad de la Biblia.
- Juan el Bautista. El 15 de mayo de 1829, este hijo de Zacarías confirió a José Smith y Oliverio Cowdery el Sacerdocio Aarónico y las llaves correspondientes. Al hacerlo, les confirió también “Las llaves…del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados”, o sea, del evangelio preparatorio; también se les dio poder para hacer ofrendas al Señor (véase D. y C. 13). En esa forma se comenzó el proceso de preparar a un pueblo para la Segunda Venida del Hijo del Hombre, al igual que en su época Juan el Bautista preparó a los arrepentidos para recibir al Mesías.
- Pedro, Santiago y Juan. Estos tres hermanos, que formaron en sus días la Primera Presidencia de la Iglesia, trajeron el Sacerdocio de Melquisedec y el Santo Apostolado, restauraron las llaves del reino y entregaron las llaves de la dispensación del cumplimiento de los tiempos. (Véase D. y C. 27:12; 81:2; 128:20.) Las llaves del reino de Dios en la tierra (que es la Iglesia) son los derechos y poderes para dirigir todos los asuntos de Dios en la tierra. Como resultado de la visita de Pedro, Santiago y Juan, tenemos ese reino, o sea la Iglesia, y se nos ha dado el cometido de la obra misional junto con el mandato y el poder de predicar el evangelio a todo pueblo.
- Moisés. El gran legislador de Israel, este gran Profeta que sacó al pueblo de Israel de su esclavitud entre los egipcios conduciéndolo a la Tierra Prometida, y cuya vida se asemeja a la del Mesías, apareció ante José Smith y Oliver Cowdery el 3 de abril de 1836, en el Templo de Kirtland; allí se le dio «las llaves de la congregación de Israel de las cuatro partes de la tierra, y de la conducción de las diez tribus, del país del norte» (D. y C. 110:11).Desde entonces, en números cada día en aumento y al igual que sucedió al Israel cautivo, hemos congregado a las diversas tribus de Efraín y Manases, y parte de algunas otras, primeramente en las Montañas Rocosas de los Estados Unidos y ahora en todas las estacas de Sión de varias naciones. La congregación de Israel es una realidad. Cuando vuelvan las diez tribus perdidas, vendrán bajo la dirección del Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, porque él es quien posee y poseerá siempre las llaves para presidir y dirigir esta importante obra.
- Elías. Después de Moisés, vino Elías, otro ser resucitado que no sabemos quién fue en su vida mortal; muchos profetas llevaron ese nombre y título, entre ellos Noé. Aparentemente, el Elías que apareció en nuestra época vivió en la tierra en los días de Abraham, y hasta puede haber sido Abraham mismo. De todos modos, él «entregó la dispensación del evangelio de Abraham», que no es el de Jesucristo, puesto que ése ya se había recibido. Al denominarlo «evangelio de Abraham» se refiere al gran cometido que Dios había dado a dicho Profeta y que tiene que ver con las familias de él y de su simiente o descendencia, a quienes se promete que «tanto en el mundo como fuera de él, continuarían tan innumerables como las estrellas». (D. y C. 110:12y 132:30).De acuerdo con lo que José Smith registró de esta visita, lo que Elías les dijo a él y Oliver Cowdery fue que «en nosotros y en nuestra simiente todas las generaciones después de nosotros serían bendecidas» (D. y C. 110:12). Gracias al Señor, el orden eterno del matrimonio se restauró, sistema que permite que la unidad familiar continúe en la eternidad y da origen a la vida eterna.
- Elías el Profeta. A fin de que las promesa hechas a profetas como Abraham, Isaac y Jacob puedan permanecer con nosotros -puesto que somos parte de la simiente de estos profetas-, vino Elías el Profeta a conferir a sus consiervos mortales el poder sellador, por medio del cual todas las ordenanzas, tanto para los vivos como para los muertos, serán válidas en los cielos, al igual que en la tierra.
- Miguel o Adán. Adán, nuestro primer antepasado -que fue Miguel-, se asemeja al Señor Jesucristo en poder, gloria y grandeza, y fue el «primer hombre de todos los hombres» (Moisés1:34), el primer mortal en la tierra junto con Eva. Él es el sumo sacerdote que preside sobre toda su posteridad y tiene el poder del sacerdocio que gobierna todas las cosas pertinentes a esta tierra.
¿Cuáles fueron los poderes y llaves que restauró? Trajo de nuevo el poder presidente a una tierra cuyos reinos pronto se convertirán en el reino de Dios y de Cristo; por causa de su venida, nuevamente los hombres podrán «desafiar los ejércitos de las naciones» por el poder del sacerdocio, y la tierra será renovada y recibirá su estado edénico para la era del Milenio, un estado en el cual no existen la muerte ni el dolor y donde prevalece la gloria del evangelio.
- Gabriel o Noé. Noé predicó el evangelio a un mundo inicuo y logró salvar a ocho personas de la muerte, llevando la salvación física y espiritual a aquellos que lo escucharon y obedecieron sus palabras.
Todas las llaves que él poseía están una vez más en posesión del Profeta del Señor en la tierra. No podemos decir exactamente cuáles son esas llaves, pero una cosa es cierta: tenemos otra vez el poder para predicar el evangelio y llevar la salvación temporal y espiritual a todos los que estén preparados para ser obedientes y perseverar hasta el fin en las vías del Señor; y así como las aguas en los días de Noé ahogaron a los inicuos, también el fuego consumirá a aquellos «que no conocieron a Dios, ni obedecen el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo» (2 Tesalonicenses 1:8).
- Rafael. No sabemos quién era Rafael, pero sabemos que de cada dispensación vino alguien trayendo los poderes y las llaves correspondientes. Puesto que no se nombra a nadie que haya venido de la dispensación de Enoc, podemos suponer que Rafael fuera Enoc mismo o algún otro de su época. Esta se distinguió porque la generación de Enoc se convirtió en Sión y todo el pueblo fue arrebatado a los cielos. ¿Podrían las llaves de esa dispensación ser las que llevan a cabo la transformación de la tierra para el Milenio? Por supuesto, también sabemos que la ciudad de Enoc volverá durante esa época para unirse a la Sión terrenal que los mortales hayan fundado.
- «Diversos ángeles». Quizás hubiera otros ministrantes angélicos que vinieran a restaurar llaves y poderes; no lo sabemos. De lo que no hay duda es de que fueron restaurados toda llave, poder y sacerdocio que haya poseído cualquier mortal. José Smith y sus compañeros en la obra las recibieron, y actualmente están en poder de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles. En cierto modo, todos ellos las tienen en forma latente o pasiva, con excepción del Apóstol Mayor del Señor en la tierra, o sea, el Presidente de la Iglesia; puesto que las llaves son derecho de la presidencia, sólo hay un hombre, el Presidente de la Iglesia, que puede hacer ejercicio de ellas en su plenitud. Hablando de esas llaves y de los que las poseen, el Señor dice:
«Porque a vosotros, los Doce, y a los de la Primera Presidencia, quienes con vosotros han sido nombrados para que os sean por consejeros y directores, se ha dado el poder de este sacerdocio, para los últimos días y por la última vez, en los cuales se encierra la dispensación del cumplimiento delos tiempos.
Poder que vosotros tenéis, junto con todos aquellos que han recibido una dispensación en cualquier tiempo, desde el principio de la creación; Porque, de cierto os digo, las llaves de la dispensación que habéis recibido han descendido de los padres; y por último, se han enviado del cielo a vosotros.
De cierto os digo, he aquí, cuán grade es vuestro llamamiento.» (D. y C. 112:30-33).
Ahora debemos considerar cómo nos afecta todo lo que hemos recibido y lo que recibiremos en esta dispensación, con respecto a nuestra vida y ministerio. Ciertamente, algunas características de nuestra época son gloriosas, puesto que ponen a disposición de los santos los goces del evangelio y las maravillas de la eternidad; pero otras son causa de gran dolor y sufrimiento, pues son parte de las plagas y desolación que «se derramará… sin medida sobre todas las naciones» (D. y C. 101:11).
Las bendiciones de nuestra época.
Con respecto a las bendiciones y maravillas que se derraman sobre nosotros…Hemos recibido el mismo evangelio, los mismos sacerdocios, las mismas llaves, las mismas ordenanzas y el mismo plan de salvación que se revelaron a los antiguos. Tenemos la plenitud del evangelio eterno y la autoridad para sellar a las personas con vida eterna en el Reino Celestial de nuestro Padre.
Somos los administradores legales del Señor, con absoluto poder para llevar a cabo todo rito y ordenanza que inviste a las personas con poder de lo alto, a fin de prepararlas para levantarse en gloriosa inmortalidad, entrar a la gloria más alta y llegar a ser como Dios es.
Al igual que Pedro Y los Apóstoles de la antigüedad, tenemos las llaves del reino y, por lo tanto, podemos ligar o desligar en la tierra, dando a nuestras acciones la legalidad para que liguen eternamente o desliguen para siempre en los cielos.
Hemos recibido el don del Espíritu Santo, y gozamos de todos los demás dones de este Espíritu hasta cierto grado; por ello, podemos recibir revelación, tenemos visiones, recibir la visita de ángeles, santificar nuestras almas, e incluso llegar a ver el rostro de Dios mientras todavía moramos en este mundo de pecado y dolor.
Estamos en el proceso de completar la restauración de todas las cosas, de congregar a Israel y levantar a Sión, de preparar a un pueblo para la Segunda Venida del Hijo del Hombre, y de introducir la era milenaria de paz y rectitud.
Confiamos en que estaremos entre los que esperarán el día de Su venida, que seremos elegidos para reinar con Él durante mil años y que finalmente, podremos estar con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de Dios, del cual jamás saldremos.
Nos regocija la divina promesa que tenemos, y que Dios no ha hecho en ninguna otra dispensación, de que el evangelio jamás volverá a ser quitado de la tierra, que la Iglesia y reino prevalecerá y que no habrá otra apostasía mundial, por la cual se haría necesaria otra restauración. Esta vez, el conocimiento de Dios cubrirá la tierra como las aguas cubren las enormes cuencas que forman los mares.
También nos regocija la promesa de que cuando el Señor venga «revelará todas las cosas» (D. y C. 101:32). Entonces veremos que «aquellas cosas que desde la fundación del mundo jamás se han revelado, mas han sido escondidas de los sabios y prudentes, serán reveladas a los pequeños y a los niños de pecho en ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos» (D. y C. 128:18).
Las tribulaciones de nuestros días
En cuanto a la desolación, la contención y las tribulaciones de nuestros días, veremos un aumento de todo ello como nunca se ha visto en la historia de la tierra. Habrá terremotos, inundaciones, plagas y hambre en todas partes del mundo. Habrá guerras, desolación, destrucción y muerte en todas las naciones y entre todos los pueblos. Los asaltantes y bandoleros acecharán a sus víctimas; el crimen, la degeneración y la iniquidad aumentarán; la lujuria, la inmoralidad y las perversiones similares a las de Sodoma y Gomorra devastarán la tierra. La dispensación del cumplimiento de los tiempos es la época en que el Señor está preparando la viña para quemarla, el día en que todo lo corrupto será aniquilado, el que está destinado a ser un día de destrucción para los inicuos. Así como sucedió en los días de Noé, también sucederá cuando venga el Hijo del Hombre.
En medio de todo este caos, se manda a los santos del Señor que estén en lugares santos y no los abandonen (D. y C. 45:32). Las pruebas que ellos tendrán que soportar no serán diferentes de las que han soportado otros pueblos en otras épocas; las aflicciones y las pruebas son parte de la condición del ser humano en todas las épocas. Estamos aquí para ver si somos capaces de controlar nuestras pasiones y vencer al mal, no obstante todas las cosas malas que puedan pasarnos. Jamás se tuvo la intención de que nuestra vida terrenal fuera fácil. ¿Qué importa si algunos sufrimos y morimos, si ofrecemos nuestra vida por el testimonio de Jesús y la esperanza de la vida eterna? Dejad que así sea. Así ha sido desde los días de Adán hasta los nuestros. Todo es parte del eterno plan, y aquellos que lo sacrifican todo por la causa del evangelio recibirán todo lo que el Señor tiene en las mansiones celestiales que se han preparado para ellos.
La obra tiene que continuar en nuestra dispensación
Entonces, ¿qué nos espera como los santos del Altísimo?
La nuestra es la más gloriosa de todas las dispensaciones, y en ella se llevará a cabo la destrucción del mal y tendrá lugar el triunfo de la verdad. Los cimientos para esta obra ya han sido colocados y estamos levantando sobre ellos la casa del Señor. Pero todavía nos queda mucho por hacer.
Todavía tenemos que lograr ese conocimiento y esa comprensión completo de las doctrinas de salvación y de los misterios del reino que poseían muchos de los santos de antaño. ¡Si pudiéramos saber todo lo que sabía Enoc y su pueblo! ¡Si pudiéramos tener la parte sellada del Libro de Mormón, como la tuvieron algunos jareditas y nefitas! ¿Cómo podemos obtener esa parte de la verdad, mientras no creamos absolutamente en lo que ya se nos ha dado en el Libro de Mormón, Doctrinas y convenios y la Perla de Gran Precio? ¿Nos revelará el Señor un relato completo de la Creación, mientras creamos en la teoría de los hombres sobre la evolución?
Todavía tenemos que lograr la altura de la obediencia y rectitud personal que nos dé la fe que tenían los antiguos: fe para llevar a cabo más milagros, mover montañas, desafiar ejércitos, fe para apagar la violencia del fuego, para dividir los mares y cerrar la boca de los leones; fe para vencer todos los obstáculos y para poder estar en la presencia de Dios. La fe se recibe paso a paso. Mientras no tengamos suficiente fe como para curar a los enfermos, ¿cómo podremos tenerla para mover montañas o para separar las aguas del mar?
Todavía tenemos que recibir personalmente una efusión tal del Espíritu del Señor, que seamos capaces de estar de acuerdo en todas las cosas, que cada uno ame a su hermano como a sí mismo, que no haya pobres entre nosotros y que todo el mundo, al ver nuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos (Mateo 5:16). Mientras no podamos obedecer la ley del diezmo, ¿cómo podremos vivir la ley de consagración? Mientras estemos en desacuerdo con las doctrinas de salvación sencillas y fáciles de entender, ¿cómo podremos lograr la unidad de pensamiento en las complejas e infinitas verdades que todavía no se nos han revelado?
Todavía tenemos que perfeccionarnos por medio de la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio, y andar en la luz como Dios lo hace, a fin de estar preparados hasta el punto de que, si fuéramos a ser trasladados, pudiéramos unirnos a la ciudad de Enoc en los reinos celestiales. ¿Cuántos estamos preparados para recibir ángeles, para ver el rostro de Dios, para ir donde están Él y Cristo, y ser como ellos son?
Todavía tenemos que predicar el evangelio en toda nación y a toda criatura, y esto debemos hacerlo antes de la Segunda Venida. Nuestra dispensación es para la obra misional. Al entrar en las aguas bautismales, todo miembro hace el pacto de que será un testigo de Cristo en todo momento, en todo lugar y bajo cualquier circunstancia, aun hasta la muerte. En este gran cometido, apenas hemos comenzado; hay miles de millones de habitantes de la tierra que todavía andan en las tinieblas y para quienes, por el momento, existe muy poca esperanza de que puedan escuchar la voz de advertencia de aquellos que son enviados de Dios para proclamar las buenas nuevas de salvación. Necesitamos más misioneros, más almas valientes que dediquen su tiempo y sus bienes a llevar gozo y esperanza a los de corazón honesto en todas las naciones.
Todavía tenemos que encontrar a nuestros antepasados, y llevar a cabo por ellos las ordenanzas de salvación y exaltación en los templos del Señor. La nuestra es la gran dispensación de la obra vicaria, es la época en que todos los que creen, son dignos y obedientes en el mundo espiritual recibirán todas las bendiciones de Dios, el Padre que ama a sus hijos y desea para todos ellos la salvación en su Reino eterno. Necesitamos más templos, un incremento en el programa de extracción de nombres y en la cantidad de ordenanzas vicarias que se llevan a cabo en beneficio de nuestros hermanos que ya han pasado al otro lado del velo. Y, a su debido tiempo, tenemos que construir un templo en el distrito de Jackson, Misuri, y otro en la antigua Jerusalén; por supuesto, tenemos que edificar también gran cantidad de estas santas casas en muchas naciones.
Todavía tenemos que congregar a Israel en las estacas de Sión que se establecerán en todo el mundo; tenemos que levantar Sión y establecer sus estacas como un refugio para todos los pueblos. Nuestro mensaje es para toda la humanidad; es el evangelio -y no hay otro- que tiene el poder para salvar y exaltar al hombre.
Todavía tenemos que preparar a un pueblo para la Segunda Venida de nuestro Señor, cuyo Evangelio hemos recibido y en cuya obra estamos trabajando. Tenemos que poner a disposición de su reino, nuestro tiempo, habilidades y bienes, y si se nos llamara para sacrificarlo todo por Él —aún nuestra propia vida—, ese sacrificio sería sólo un instante comparado con las bendiciones eternas que están reservadas para aquellos que sean fieles y verídicos hasta el fin.
Esta es la dispensación en que los salvadores subirán al Monte de Sión y el reino será del Señor, tal como los profetas lo han predicho. El glorioso evangelio está prosperando, y así continuará para siempre. Como pueblo, como Iglesia y como Santos de los Últimos Días, debemos entonces edificar sobre los cimientos del pasado y continuar avanzando en la gloria del evangelio hasta que el gran Jehová nos diga: «Tu obra ha terminado; ven, entra en el gozo de tu Señor; siéntate a mi lado. Ya eres uno conmigo y con el Padre».
























