El propósito de vuestra vida

Junio de 1980
El propósito de vuestra vida
por el obispo H. Burke Peterson
Primer Consejero en el Obispado Presidente

H. Burke PetersonEs probable que alguna vez hayáis pensado: “No soy muy importante y realmente nadie presta atención a lo que yo digo. ¿Qué puedo hacer que sirva de algo? ¿Qué puedo hacer para ayudar realmente a los demás y hacer que su vida sea diferente, que sea mejor? ¿Tengo en realidad algún talento que valga la pena? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar a quien lo necesite? No soy nada especial; si no ayudo, habrá alguien que lo haga en mi lugar aún mejor que yo.”

Uno de los grandes problemas de la vida consiste en vencer el sentimiento de que no tenemos importancia, que no somos especiales y únicos. ¿Pensáis acaso que el Padre Celestial mandaría a uno de sus hijos a esta tierra, sin que éste tuviera la posibilidad de una obra significativa que efectuar?

Ciertamente, todos tenemos rasgos, talentos, personalidad y habilidades diferentes; hay que admitir que algunos tienen más dones, o por lo menos dones diferentes que los demás; algunos alcanzan mejores calificaciones en sus .estudios o son mejores deportistas; otros son más altos o más bajos, unos más gruesos y otros más delgados. Sí, sabemos que hay quienes son bien parecidos, más hermosos o atrayentes, de manera que muchas veces pensamos o decimos: “Si yo fuera como Juan”, o, “Si yo fuera como Ana… entonces podría hacer algo realmente fantástico, algo que los demás notarían. Entonces todos querrían ser como yo. ¿No sería maravilloso?”

Desearía contaros acerca de simples miembros de la Iglesia, que han llegado a hacer grandes cosas por medio de hechos aparentemente insignificantes.

Compañeros de misión
El misionero que estaba dando su testimonio se sostenía con muletas, pues se había lastimado una rodilla en un accidente cuando iba en bicicleta; quería decir a los demás misioneros cuánto amaba a su compañero, contarles cómo había aprendido de él una nueva dimensión del amor. El accidente había ocurrido dos o tres semanas antes, y el médico había dicho que no podría andar más en bicicleta. El presidente de la misión había decidido transferirlo para que su compañero siguiera trabajando. ¿Qué iba a poder hacer si no podía andar en bicicleta? El otro misionero rogó al presidente que no lo cambiara todavía; estaban teniendo éxito en la obra; él quería mucho a su compañero momentáneamente incapacitado y estaba seguro de que encontrarían la manera de seguir trabajando. “Por favor, ¡permítanos intentarlo!”, había rogado. El presidente estuvo de acuerdo en dejarlos probar.

Y el élder de las muletas nos contó cómo habían resuelto el problema: su compañero había unido las bicicletas con una cuerda y después de subir cada uno a la suya lo había llevado de tiro por toda la ciudad durante dos semanas mientras hacían la obra; luego dijo que realmente había aprendido en qué consistía el amor de un compañero.

Posiblemente vosotros tengáis algo para dar que sea tan sencillo como el amor, la dedicación o el trabajo intenso, o cualquier otra cosa que esté faltando en la vida de otro individuo. Haced la prueba; compartidlo; nunca alcanzaréis a saber de cuánto puede servir a los demás.

Fractura de cuello
En una ciudad del oeste de los Estados Unidos un joven se había estado preparando durante muchos años para cumplir una misión; se sentía emocionado y también lo estaban sus padres, así como su novia; y el joven estaba listo para salir.

Una noche mientras se encontraba con sus amigos practicando saltos ornamentales en la piscina municipal, al efectuar el segundo salto se dio cuenta de que no había entrado al agua en el ángulo correcto; inmediatamente supo que estaba en dificultades. La cabeza atravesó el agua y golpeó en el fondo de la piscina dejando oír un ruido sordo; instantáneamente perdió el sentido. Con todo cuidado lo subieron a la superficie y lo llevaron urgentemente al hospital. Después de semanas de atención médica le informaron que quedaría paralítico para el resto de su vida; estaba afectado desde el cuello a los pies. No podía mover los brazos ni las piernas, ni siquiera los dedos de los pies; tendría que permanecer acostado para siempre. Su cuerpo se transformaría en una masa inútil y a menos que sucediera algo fuera de lo común, así también quedaría su espíritu.

El sabio obispo reconoció el problema. Después de hablar con los padres del joven y con el médico, el obispo le dio una asignación. Era increíble, irreal. . . ¡imposible! La asignación consistía en escribir mensualmente una carta, a los miembros de su barrio que eran misioneros, y a cada uno de los que estaban cumpliendo el servicio militar. ¿Es que el obispo había pensado en la condición del joven, o realmente estaba inspirado? ¿Cómo iba a poder escribir sin el uso de las manos? Hay quienes en tales circunstancias han aprendido a usar los dedos de los pies, pero él no podía moverlos. Teniendo fe en su obispo, el joven y sus padres comenzaron a trabajar en la asignación. Llevó días, semanas y meses de esfuerzo y desánimo. Con el tiempo, comenzó a dar resultado.

Le colocaban un lápiz entre los dientes y así moviendo la cabeza, aprendió a hacer una marca, luego a escribir una palabra, luego una frase y finalmente una página. Escribía y escribía.

Durante más de veinte años ha estado escribiendo cartas hermosas y ha inspirado a miles de personas. El beneficio que ha recibido, expresándolo sencillamente, es que su propio espíritu es magnífico.

¿Vale la pena el esfuerzo de seguir el consejo de nuestros líderes a pesar de que parezca difícil o duro? El cree que sí. Yo también.

Una generación real
Mis queridos amigos, sois una generación real. Fuisteis preservados para venir a la tierra en esta época para un propósito especial; y este privilegio no es solamente para algunos, sino para todos. Hay cosas que cada uno de vosotros tiene que hacer, y nadie las puede hacer tan bien como vosotros; si no os preparáis para hacerlas, no serán hechas. Vuestra misión en la vida es única y particular; por favor, no dejéis que otro tome vuestro lugar porque no podrá cumplirla tan bien como vosotros. Testifico que si se lo permitís, nuestro Padre Celestial os acompañará a través de vuestra jornada por la vida y os inspirará para que conozcáis vuestro propósito especial aquí.

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