Cómo lograr una buena relación matrimonial

Noviembre de 1981
Cómo lograr una buena relación matrimonial
Por Val R. Christensen

Val R. ChristensenHace algunos meses me reuní con un grupo de amigos; habíamos pasado muchos años sin vernos y el cambio que algunos habían sufrido era notable: a unos se les había caído el pelo, otros habían aumentado varios kilos y otros habían adelgazado. Pero lo más interesante eran los cambios espirituales y emocionales que se evidenciaban.

Me interesó particularmente observar a una de mis antiguas compañeras de secundaria, a quien recordaba cómo una persona muy tímida que no era muy popular entre los muchachos. Se había convertido en una mujer sumamente atractiva y desenvuelta; también era evidente su evolución espiritual y emocional. Durante toda la velada estuve observando la relación que a simple vista se notaba que existía entre ella y su marido, y muy pronto comprendí el porqué de aquel cambio notable: había sido bendecida con un compañero que la respaldaba y cuya actitud era positiva; como consecuencia, con los años ambos se habían transformado en personas extremadamente maduras y felices.

Mis observaciones me han llevado a la conclusión de que el desarrollo de las personas después del matrimonio depende en gran forma de la actitud positiva o negativa del cónyuge. Ciertamente, lo que pensemos de nuestro cónyuge puede determinar en gran parte lo que llegará a ser con el tiempo. Vuestro compañero puede convertirse en un esclavo y un malhumorado, o en una persona útil e inteligente. Ambos progresaréis, de acuerdo con la manera en que os tratéis mutuamente.

El enfoque positivo
Hace algunos años una mujer me expresó sus quejas con respecto a la insensibilidad de su marido, por lo que le pedí que me describiera su conducta. Me dijo que, en general, se trataba de una persona de carácter muy negativo; que al llegar a la casa por la tarde protestaba porque la casa estaba desordenada; que se quejaba cuando alguna vez la comida no estaba lista a tiempo; que le hacía notar que no le resultaba tan atractiva ni intelectualmente interesante como él deseaba; también se mostraba así con sus hijos, sometiéndolos muchas veces a una crítica negativa.

Después de escucharla, le pedí que me describiera la forma en que ella lo trataba a él. Reconoció entonces que muchas veces se comportaba de una manera determinada a propósito, con el fin de lastimarlo; había oportunidades en que se proponía retrasar la cena, sólo para hacerle enojar. Por otra parte, cuanto más le reprochaba él su descuidado aspecto personal, menos deseos tenía ella de esforzarse por parecer más atractiva. Frecuentemente tenía la casa desordenada simplemente porque no se sentía motivada para limpiar y ordenar. Ella también hacia muy poco esfuerzo por complacerlo o estimularlo.

Me di cuenta de que entre aquella pareja había todavía suficiente cariño como para salvar el matrimonio. . . siempre que ambos estuvieran dispuestos a hacer el esfuerzo necesario para tener una actitud positiva el uno hacia el otro. Le sugerí que tratara de mejorar su apariencia personal, mantener la casa limpia y ordenada, y que leyera un buen libro y se empeñara en hacer que su personalidad fuera más atractiva e interesante. También le aconsejé que recibiera todas las noches a su marido con una sonrisa y el deseo sincero de complacerlo.

Este drástico cambio desconcertó a su marido y le infundió sospechas, haciéndole pensar que detrás del comportamiento de su esposa había algún motivo oculto que a él se le escapaba. Pero a medida que pasaban los días, comenzó a disfrutar de las atenciones especiales que ella le prodigaba y a dejarse halagar por sus comentarios positivos; empezó a pasar más tiempo con su familia y, poco a poco, también mejoró la reíación que tenía con sus hijos. Como consecuencia de todo esto, la unión matrimonial volvió a ser buena y positiva.

El rechazo de todo lo negativo
En la vida de las personas pueden efectuarse muchos cambios maravi­llosos si éstas se vuelven de lo nega­tivo a lo positivo. Muchos de noso­tros, al descuidar a nuestro cónyuge o desatender sus necesidades emo­cionales, no lo hacemos a propósito; pero demasiado a menudo dejamos transcurrir día tras día y semana tras semana pasando por alto los mejores rasgos de su personalidad, sin expresarle nuestro amor ni ha­cer ningún elogio de sus cualidades,

En una ocasión tuve oportunidad de aconsejar a una pareja que había ido a verme recomendada por su obispo. Al comenzar ambos a «ame­trallarme» con una serie de quejas mutuas, traté de conducir la conver­sación hacia los aspectos positivos de su relación matrimonial: las cuali­dades que los habían llevado a ena­morarse, los profundos goces que habían compartido, las metas que se habían establecido años atrás. Con esto empezaron a hablarme de su familia, sus amigos y de los aspectos importantes de su vida; era obvio que disfrutaban de todo ello. La con­versación nos condujo a un examen de su situación económica, que era una de las metas que se habían im­puesto y que ya habían alcanzado. Gradualmente se fue apagando el antagonismo que habían mostrado al principio y, después de unas cuan­tas reuniones semejantes a ésa, ambos estuvieron de acuerdo en dar­se otra oportunidad de mejorar la relación matrimonial.

Las observaciones negativas
En muchos matrimonios no se es­tablece una buena relación por cau­sa de las frecuentes observaciones negativas de un cónyuge hacia el otro. Estas observaciones actúan en detrimento de la buena comunica­ción porque, generalmente, no se hacen con una buena intención; ade­más, muchas veces se expresan en el momento menos apropiado o cuan­do no hay suficiente tiempo para analizarlas o aclararlas. A fin de que tengan buenos resultados, solamen­te deben hacerse si el otro cónyuge así lo solicita, o sea, si desea que se le diga cuáles son los puntos débiles de su actuación como padre, esposo, jefe del hogar, o como madre, com­pañera, ama de casa, etc.

Antes de la crítica, el análisis
En el matrimonio es muy impor­tante que escuchemos las observa­ciones que pueden llevamos a mejo­rar. Pero el oír solamente reproches y crítica negativa resulta sumamen­te desalentador. Por ese motivo de­bemos tener mucho cuidado al criti­car a nuestro compañero, y hacerlo muy raramente y sólo después de haber respondido nosotros mismos a preguntas como las siguientes:

  1. ¿Está mi cónyuge en la acti­tud mental apropiada para escu­char mis críticas y sacar algún pro­vecho de ellas? A veces somos muy inoportunos para manifestar nues­tra diferencia de opinión o nuestra crítica y elegimos un momento en que estamos de mal humor o cansa­dos. Quizás nos fastidiemos porque nuestro esposo ha desorganizado la vida familiar llegando tarde para la cena. En otros casos, como padres, también podemos hablar a destiem­po; por ejemplo, cuando hemos esta­do esperando levantados a un hijo que regresa a altas horas de la no­che, y lo único que hacemos al ha­blar es expresar nuestra propia frus­tración o ira, sin que exista ningún elemento positivo en la discusión.

En esos casos es mejor manifestar el alivio que sentimos al verlo llegar sano y salvo, y esperar hasta des­pués de haber descansado para te­ner una buena conversación con él.

  1. Después de expresar la crítica, ¿dispongo del tiempo necesario para analizarla junto con mi cónyu­ge y para hacerle ver mi punto de vista? A menudo, expresamos nues­tra opinión adversa sabiendo perfec­tamente que no dispondremos del tiempo necesario para analizarla jun­tos. Recuerdo a un hombre a quien afectó muchísimo un comentario ne­gativo que le hizo su esposa en el preciso momento en que el partía de la ciudad en un viaje de negocios; al no disponer de tiempo para hablar, él se fue en un estado de desaliento y depresión tal que afectó desfavora­blemente su trabajo.
  2. ¿Cuántas veces le he hecho la misma crítica a mi cónyuge? Si se le ha pedido al cónyuge repetidas veces que haga una limpieza espe­cial, que sea más ordenado, o más compañero de los hijos, y no se ob­serva ningún cambio, debemos con­siderar que ha llegado el momento de enfocar el problema de otra ma­nera. Cuando una crítica o regaño se repite una y otra vez, a menudo terminamos por hacerle oídos sor­dos.
  3. ¿Hay algo que se puede hacer para cambiar lo que resulta objeto de mi crítica? A veces censuramos a una persona por ser tímida, gor­da, delgada o insensible; éstas son condiciones difíciles o imposibles de superar. Conozco a una mujer que quería que su marido fuera más alto, lo cual, por supuesto, resulta­ba frustrante para él, puesto que no podía hacer nada para cambiar su estatura. También a veces reproba­mos un aspecto de la conducta o la actitud en el cual es muy difícil lo­grar un cambio; y aunque todos de­bemos esforzamos por alcanzar la perfección, los cónyuges deben em­plear sensibilidad y comprensión para darse cuenta de cuáles son los cambios que se pueden esperar den­tro de un período razonable de tiem­po.
  4. Esta crítica negativa, ¿no será simplemente una forma de expre­sar mis propios pesares, temores y necesidades emocionales? El mo­mento en que una persona pierde el control y comienza a manifestar su ira y frustración es evidente por la forma en que se expresa y las reac­ciones fisiológicas que tiene. Si du­rante una discusión con nuestro cón­yuge perdemos el control hasta el punto de que el corazón nos lata apresuradamente y tengamos difi­cultad para expresar nuestros senti­mientos, podemos estar seguros de que esa discusión terminara en una pelea.
  5. En este preciso momento, ¿puede ser beneficioso para mi cón­yuge recibir un comentario negati­vo? ¿No sería mejor manifestarle amor y consideración y sacar a luz sólo pensamientos positivos afín de alentarlo? La mayoría de las perso­nas están dispuestas a reconocer sus debilidades y desean mejorar; pero este progreso sólo se puede lograr en un ambiente de amor, tole­rancia y apoyo. Si constantemente se les recuerda los aspectos negati­vos de su carácter, sin elogiar ningu­na de sus cualidades, el cambio es casi imposible de lograr.

Nuestros puntos débiles
Todos nosotros tenemos puntos débiles en nuestra personalidad, de­ficiencias que son obvias para los demás pero que nosotros no recono­cemos. En el matrimonio, es suma­mente importante crear una atmós­fera apropiada para que los cónyu­ges puedan llamarse mutuamente la atención sobre esos puntos débiles; para ello se necesita un gran caudal de amor y confianza’. Por otra parte, lo que nos motive debe ser el deseo de ayudar al compañero y, lo que es más importante aún, debemos hacerlo en pequeñas dosis a fin de inducirlo al cambio poco a poco.

Si estamos dispuestos a escuchar observaciones, tanto positivas como negativas, a nuestro cónyuge le resultará mucho más fácil hacérnoslas, y nosotros mismos estaremos en mejor ánimo para aceptarlas y cambiar. Invite a su cónyuge a tener una conversación sincera, y dele la oportunidad de hacer una evaluación del ambiente que ambos han creado en el hogar y de su actuación (la de usted) como compañero; es muy bueno para el matrimonio analizar esto de vez en cuando. Y no olvide que los cambios se efectuarán más rápidamente si la crítica se hace con un espíritu de amor e interés.

Para lograr una relación positiva en el matrimonio

A continuación cito algunas de las formas en que se puede fortalecer un matrimonio desarrollando sus aspectos positivos.

  1. Haga un inventario. Haga una lista de todas las cualidades de su cónyuge que usted considere importantes. Trate de hacer memoria y anotar los atributos que le atrajeron más durante el noviazgo.

Una vez en que le pedí a una pareja que lo hiciera, ambos me dijeron que sería imposible anotar más de dos o tres. Las listas comenzaban con unos pocos comentarios sin importancia, como «es buena cocinera» o «tiene un buen sentido del humor», pero luego se extendían citando características que los dos estaban acostumbrados a pasar por alto; y después de trabajar en ellas un poco más, ambos se quedaron sorprendidos al comprobar lo largas que eran.

  1. Manifieste abiertamente la ad­miración que siente por su cónyu­ge. Es importante que los hijos, los amigos y todas aquellas personas con quienes nos relacionamos sepan la admiración que nuestro compañe­ro nos inspira. No es necesario pare­cer presumido. Basta con que nos limitemos a elogiar delante de otras personas los aspectos positivos de su conducta. El recipiente se senti­rá complacido y tratará de actuar de acuerdo con el elogio recibido.
  2. Cuide la forma en que expresa sus reacciones negativas. Una ex­plosión de ira, la crítica en público, o el comportamiento grosero en el hogar crean una atmósfera opresiva que puede ir haciéndose más densa hasta formar parte de la vida diaria. Es necesario hacer todo esfuerzo po­sible para evitar la expresión des­controlada de estas emociones.
  3. Reavive el fuego del amor ro­mántico. Haga un esfuerzo por vol­ver a establecer la relación de amor romántico que tuvieron ambos al principio de su matrimonio. Trate de evocar las buenas épocas, los re­cuerdos hermosos, las largas y agra­dables conversaciones que formaron parte importante de su unión conyu­gal. Procure encontrar maneras es­peciales de expresar a su compañe­ro el amor e interés que siente por él. Vuelva a enamorarse de su cón­yuge.
  4. No levante la voz. En la mayo­ría de los hogares donde predomina una atmósfera positiva, los integran­tes de la familia se respetan hasta el punto de no levantarse la voz unos a los otros, ni emplear palabras ofensi­vas: la ira no forma parte de su vida diaria, sino que se ayudan mutua­mente a evolucionar y desarrollar­se.
  5. Mantenga siempre en alto la integridad. Es vital que ambos cón­yuges tengan absoluta honestidad e integridad. El amor y la confianza mutuos son lo que puede establecer una relación sólida y positiva. Cuan­do esa honestidad se haya perdido, se puede recuperar por medio del arrepentimiento y el perdón.
  6. Renueve la fe. En un hogar donde hay muchos sentimientos ne­gativos, generalmente también falta la fe. Es importante que marido y mujer estudien juntos las Escritu­ras; también deben asistir juntos a las reuniones de la Iglesia y prestar servicio cuando se les pida para po­der ser dignos, junto con su familia, de todas las bendiciones que se reci­ben al ser activos en el evangelio. Además, el dedicarse a la obra del Señor genera sentimientos y actitu­des positivos.

Cada uno de los cónyuges se ve a sí mismo como una persona valiosa y sensible, y responde mejor a la necesidad del cambio cuando se hace hincapié en estas cualidades. En el matrimonio hay dos alternati­vas: o recalcamos todos los defectos de nuestro cónyuge, con el corres­pondiente efecto negativo que esto tendría; o hacemos resaltar sus cua­lidades con expresiones sinceras como: «te quiero mucho»; «Eres muy importante en mi vida»; «No te preocupes, la próxima vez será me­jor»; «Todos podemos aprender una lección de nuestros errores»; «Quie­ro ayudarte».

Una unión que se nutre con ese tipo de comentarios positivos se con­vertirá en una experiencia hermosa y eterna.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario