Julio de 1981
«Y la verdad os hará libres»
Por el élder James E. Faust
Del Consejo de los Doce
Pilato preguntó: «¿Qué es la verdad? (Juan 18:38). Los hombres han batallado con esta pregunta por siglos. Cada persona puede determinar lo que la verdad es por sí misma. Otra pregunta adecuada es: «¿Dónde se puede encontrar la verdad?»
Existe un relato de un ministro religioso norteamericano, ya fallecido, acerca de unos campos de diamantes:
Ah Hafid, un antiguo persa, era propietario de terrenos extensos, muchos campos productivos con montes y jardines, y de dinero que prestaba a interés. Tenía una hermosa familia y se sentía feliz porque era próspero, y era próspero porque se sentía feliz.
Un día llegó a hablar con él un viejo sacerdote y le dijo que si fuera dueño de un diamante del tamaño de su pulgar, podría comprar una docena de granjas como la que tenía. Ah Hafid inquirió: «Dime dónde puedo encontrar diamantes».
El sacerdote le respondió: «Si encuentras un río que corre sobre arenas blancas, entre las altas montañas, en aquellas arenas blancas hallarás diamantes».
«Bien», respondió Ah Hafid, «iré a buscarlo».
De manera que vendió su granja, juntó el dinero que había prestado a interés, dejó a su familia encargando a un vecino que la cuidara, y se marchó en búsqueda de los diamantes. Así viajó por muchas tierras.
Entretanto, el hombre que había comprado la granja de Ali Hafid llevó su camello al jardín para darle de beber; cuando el animal puso el hocico en las aguas poco profundas, su dueño vio un brillo extraño entre las blancas arenas del arroyo. Estiró la mano y sacó una piedra negra que tenía un núcleo luminoso. Poco después, el viejo sacerdote fue a visitar al sucesor de Ali Hafid y descubrió que la piedra negra con el extraño núcleo de luz era un diamante. Corrieron ambos al jardín y al agitar la arena con las manos, encontraron muchas piedras preciosas y de gran valor. Así descubrieron las’ minas de Golconda, que fueron las minas de diamantes más valiosas en la historia del antiguo mundo. De manera que, si Ali Hafid se hubiera quedado en su casa y hubiera cavado en su propio terreno o en cualquier lugar dentro de sus propios campos, en vez de haber viajado a tierras extranjeras, él habría sido quien encontrara los diamantes.
A menudo, la búsqueda de la verdad no es muy diferente a la búsqueda de Ali Hafid. La verdad no se encuentra en tierras lejanas, sino en nuestro propio hogar.
Sir Winston Churchill dijo: «Los hombres a veces tropiezan con la verdad, pero la mayoría se levantan y se retiran rápidamente, como si nada les hubiera sucedido».
Uno de los juicios legales de más trascendencia en toda la historia fue el de Sócrates. Las acusaciones que el Tribunal Ateniense tenía contra él eran dos: primera, que era ateo y no creía en los dioses prescritos por la ley; segunda, que «pervertía a la juventud» porque ejercía su influencia sobre los jóvenes para que se preguntaran si la sociedad ateniense sería tan sabia como lo proclamaba. Sócrates fue convicto por la mayoría del jurado de 501 miembros y condenado a morir envenenado.
Como una manera de llegar a la verdad, nuestros líderes exhortan a la juventud a pensar y a descubrir la verdad por si misma. Se le insta a escudriñar, a buscar, a evaluar, y así llegar a tal conocimiento de la verdad que su propia conciencia, dirigida por el Espíritu de Dios, les indique.
Brigham Young dijo:
«Tengo temor de que esta gente tenga tanta confianza en sus líderes que no pregunte por sí misma a Dios si Él es su guía. Tengo temor de que se contenten con alcanzar un estado de seguridad. Que cada hombre y mujer sepa, por la inspiración del Espíritu de Dios a su propia persona, si sus líderes están caminando por el sendero que el Señor dicta, o no.» (Journal of Discourses, 9:150.)
De esta manera nadie será engañado.
El investigar y escudriñar es un medio de llegar al conocimiento de toda la verdad, ya sea espiritual, científica o moral.
La restauración del Evangelio de Jesucristo y todo lo que esto significa para la humanidad llegó a efectuarse porque el joven José Smith, de 14 años de edad, investigó la verdad guiado por este pasaje de Escritura:
«Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.» (Santiago 1:5.)
Los muchos años de experiencia en tribunales judiciales me han enseñado que la verdad, cuando se trata de obtener justicia, sólo se consigue al investigar de una manera intensa.
A los miembros de la Iglesia se les insta a buscar conocimiento en todos los buenos libros y de toda fuente, ya que «si hay algo virtuoso, o bello o de buena reputación? o digno de alabanza, a esto aspiramos» (13° Artículo de Fe).
La reina de Sabá, habiendo oído de la fama de Salomón, llegó a visitarlo para enterarse si su fabulosa sabiduría, su gran riqueza y su espléndido palacio eran tal como se le había contado. Está escrito que llegó para «probar a Salomón con preguntas difíciles…» (2 Crónicas 9:1). Este las contestó y ella quedó satisfecha y le dijo: «Verdad es lo que había oído en mi tierra acerca de tus cosas y de tu sabiduría» (2 Crónicas 9:5).
La pregunta principal que toda persona en la historia del mundo se ha hecho y que cada una debe responder por si misma es aquella que hace Amulek en el Libro de Mormón cuando dice:
«Y hemos visto que el gran problema que ocupa vuestras mentes es que si la palabra está en el Hijo de Dios, o si no ha de haber Cristo.» (Alma 34:5.)
Sin embargo, algunas personas en su búsqueda no procuran encontrar la verdad, sino que más bien se entregan a la contención; y no desean sinceramente aprender, sino que tienen el empeño de discutir, de mostrar su supuesto entendimiento y causar desacuerdos.
Pablo le dijo a Timoteo: «Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas» (2 Timoteo 2:23).
Puesto que todos gozamos del libre albedrío, la determinación de lo que es inspirado por el Señor, lo que es correcto o incorrecto, lo que es verdadero o falso, puede hacerla cada uno de nosotros. El presidente J. Reuben Clark, hijo, se expresó de la siguiente manera:
«La Iglesia sabrá por el testimonio del Espíritu Santo a los miembros si las Autoridades Generales, al expresar sus opiniones, hablan conforme los inspira el Espíritu Santo; y en su debido tiempo ese conocimiento se hará manifiesto.»
Cada persona debe aceptar o descartar los valores que conduzcan a su mayor felicidad.
Mientras cada uno de nosotros tienda a hacer la misma pregunta de Pilato, podemos aprender de la sabiduría de Sir Francis Bacon, un filósofo inglés que murió en 1626, quien dijo:
«Hay tres partes que componen la verdad: primero, la encuesta, que es la búsqueda; segundo, el conocimiento, que es su presencia; y tercero, la creencia, que es el disfrutar de ella.»
El presidente Harold B. Lee, en muchas ocasiones, aconsejó a los líderes de la Iglesia que apartaran tiempo para pensar y reflexionar, que se alejaran del mundo y meditaran. Este consejo tan prudente será de beneficio a cualquiera que lo ponga en práctica.
Una llave que conduce al conocimiento individual y a la verdad se encuentra en la novena sección de Doctrina y Convenios; promete que si el que investiga estudia la cuestión en su mente, sentirá que su pecho arde cuando lo que piensa sea correcto. (Véase D. y G. 9:8.)
El reunir datos puede ser muy útil y productivo, pero la persona con una mente inquisitiva no debe detenerse allí.
«La verdad no consiste en pequeños detalles exactos, sino en transmitir una impresión correcta; y hay maneras vagas de hablar que son más ciertas de lo que podrían serlo los datos exactos. Cuando el salmista dijo: ‘Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley’, no hizo mención de datos, pero explicó la verdad mucho más profundamente de lo que lo hubiera hecho con datos.» (Henry Alford)
Quienes investigan sinceramente bajo la influencia del Espíritu de Dios gozarán del compañerismo, no sólo del Espíritu, sino de otros que buscan la verdad. Thomas Carlyle, un escritor escocés que vivió durante el siglo pasado, dijo:
«Siempre he descubierto que la pura verdad de tu propia mente tiene una cierta atracción para toda otra mente que ame la verdad puramente.»
En la búsqueda individual de la verdad, la sagacidad que William Shakespeare mencionó en su obra titulada Hamlet es eterna:
«Sé sincero contigo mismo, y de ello seguirá, como la noche al día, que no puedes ser falso con nadie.» (Hamlet, Acto Primero, Escena III.)
No hay mayor verdad que aquella que enseñó el Salvador: »Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32). Y luego agregó: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14:6). «Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz» (Juan 18:37).
Todo ser que busca mejorarse debe investigar con humildad y honestidad para determinar la verdad que se encuentra dentro de su corazón así como en su mente y en su vida.
























