26 de septiembre de 1981
La Sociedad de Socorro y los Servicios de Bienestar
Por la hermana Marian R. Boyer
Primera Consejera en la Presidencia General de la Sociedad de Socorro
Las raíces de la participación de la Sociedad de Socorro en el programa de bienestar datan desde su fundación, ya que fue en la primera reunión de esta sociedad que el profeta José Smith instó a las hermanas a buscar oportunidades para practicar la caridad y satisfacer las necesidades de las personas a su alrededor.
Podemos darnos cuenta de la forma en que aceptaron esta responsabilidad si leemos un informe del “Comité de ¡Necesidades” de Nauvoo, con fecha 5 de agosto de 1843: “La hermana Jones, la hermana Mecham y yo visitamos a los miembros de nuestro barrio . . . Fuimos a todas las casas, y encontramos a muchos enfermos . . . a la hermana Miller, una viejecita, enferma y carente de todo: cama, ropa de cama y ropa para cambiarse; también a la hermana Broomley muy enferma y sin alimentos …”
Las hermanas se pusieron de pie, una a una, y ofrecieron lo que se necesitaba para socorrer a esas personas. La hermana Woolley donó “un metro de muselina fina, una enagua de franela… y dinero… La hermana Germán, ropa para la hermana Miller.” (Actas de la Mesa General de la Sociedad de Socorro, 1842-1892, compiladas por Amy Brown Lyman, pág. 72.)
La hermana Ellen Douglas, una joven viuda de Nauvoo que tenía varios niños, nos da una idea del trabajo dé la Sociedad de Socorro en una carta que escribió a sus padres en Inglaterra con fecha 14 de abril de 1844:
“Estuve muy enferma. . . algunas veces pensé que era mejor morir, y entonces recordé a mis pobres hijitos. Oré por mi vida pensando en el bienestar de ellos. Pero no oré sola; muchos de mis hermanos de la Iglesia lo hicieron también, y nuestras oraciones fueron contestadas.”
Luego que empezó a recuperarse, visitó a una amiga, quien le sugirió que “hiciera una solicitud a la Sociedad de Socorro Femenina para obtener la ropa que necesitaba para mí y para mi familia. . . No muy convencida acepté, y me dirigí a una de las hermanas de la Sociedad… Le dije que durante mi enfermedad, mis hijos habían acabado su ropa porque yo no podía remendarla. Ella me respondió que haría lo que estuviera a su alcance por ayudarme, y a los pocos días. . . trajeron una carreta con donativos, como nunca había recibido en ninguna parte del mundo.” (Our Pioneer Heritage, comp. por Kate B. Carter, Salt Lake City: Daughters of Utah Pioneers, 1960, 3:159.)
En el Valle de Lago Salado las hermanas continuaron su trabajo, algunas veces en forma dramática, como lo recuerda la hermana Lucy Meserve Smith, esposa del apóstol George A. Smith, en su Libro de memorias. Mientras los santos se encontraban reunidos en el viejo Tabernáculo, para la conferencia de octubre, llegaron al presidente Brigham Young las noticias de que se acercaban algunas compañías de carros de mano. He aquí lo que ella escribió:
“El presidente Young y otros hermanos estaban tan alarmados por el temor de que las compañías quedaran atrapadas en la nieve de las montañas, que no pudieron continuar con la conferencia. El Presidente pidió hombres, bueyes, ropa y provisiones. . . Las hermanas se quitaron las enaguas, las medias de lana, y todo lo que podían compartir, allí mismo, en el lugar de la conferencia, y lo pusieron en las carretas para enviarlo a los santos en las montañas.” (Recuerdos de Lucy Meserve Smith, 1886, Departamento Histórico de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, Salt Lake City.)
Otras condiciones y otras épocas en la historia de la Iglesia han creado situaciones diferentes y nuevas posibilidades de trabajo para la Sociedad de Socorro en lo que se refiere al programa de bienestar. Esta es una de esas épocas. Tenemos pobres y necesitados; hay refugiados, personas sin hogar, y el número de ancianos va en constante aumento; están los desempleados, los enfermos, los desolados, los “pobres de espíritu”, aquellos que tienen problemas personales y cargas que pesan sobre ellos. Aun en medio de nuestra sociedad urbana hay muchas personas que sufren por causa de la soledad. No hay enfermedad social que no nos haya afectado en alguna forma, haciendo surgir la necesidad de socorro y prevención.
Entonces, ¿cuál es o debería ser la reacción de la Sociedad de Socorro cómo organización? ¿Cuál debería ser la de sus líderes y la de cada uno de sus miembros?
A pesar de que los problemas de nuestra época son enormes, tenemos recursos excelentes a los que podemos acudir para resolverlos. Además del millón y medio de mujeres, que constituimos la posesión más preciosa de la Sociedad de Socorro, la organización en sí es uno de los recursos más importantes del programa de bienestar de la Iglesia.
Primero, porque sus propósitos primordiales han estado siempre relacionados con el bienestar.
Segundo, porque se enseñan principios de bienestar en sus cursos de estudio, y se proporciona a las hermanas la oportunidad de poner en práctica dichos principios que las capacitan en los aspectos de preparación familiar y personal, en el arte de criar a los hijos, en la administración del hogar, etc.
Tercero, porque la organización es una estructura por medio de la cual se lleva a cabo el programa de bienestar de la Iglesia.
Cuarto, porque es un medio rápido y eficaz de proporcionar voluntarias para el programa de bienestar.
Para ilustrar esto, mencionaré que en 1975, después de la caída del gobierno de Vietnam del Sur, muchos refugiados fueron enviados a los Estados Unidos.
“Cuando el primer grupo llegó a una base militar en San Francisco, todo en medio de la noche, se llamó a las hermanas de la Sociedad de Socorro del área para ayudar a bañar, vestir y alimentar a los niños recién llegados. Las hermanas empezaron a llegar a las cuatro de la mañana y trabajaron todo el día administrando inmunizaciones, curando infecciones, consolando y ayudando a los niños sin hogar.” (Manual de la Sociedad de Socorro, 1979-80, Vida Espiritual, lección 6.)
Como organización, la Sociedad de Socorro proporciona una cadena por medio de la cual se puede llamar a todas las mujeres en caso de un desastre. En 1976, durante el desastre de la represa de Tetón, en Idaho, EE. UU., las presidentas de la Sociedad de Socorro de las estacas vecinas se pusieron en contacto con las presidentas de los barrios, quienes a su vez se comunicaron con las supervisoras de maestras visitantes. Estas pidieron ayuda a las hermanas, las cuales respondieron gustosamente.
Otro recurso importante para resolver los problemas de bienestar es contar con líderes de la Sociedad de Socorro que estén informadas de lo que sucede en la zona que se les ha asignado, y que sientan amor por sus semejantes.
Cuando una presidenta de la Sociedad de Socorro y sus consejeras asisten a reuniones del comité de los Servicios de Bienestar y contribuyen a éstas en forma positiva, cuando observan las necesidades de los miembros y llevan esta información a las reuniones de bienestar, cuando ayudan a llevar a la práctica las decisiones del comité de bienestar, están realizando los objetivos de la Sociedad. La presidenta de la Sociedad de Socorro que efectúa, a petición del obispo, una visita para determinar las necesidades de una familia, está sirviendo a los necesitados. Una presidenta que capacita a las maestras visitantes para que busquen a los pobres y a los necesitados está cumpliendo con las instrucciones del profeta José Smith.
Muchas veces, algunas necesidades nos pasan inadvertidas porque no se ven a primera vista. Las presidentas de la Sociedad de Socorro, por lo tanto, deben instruir a las maestras visitantes sobre la forma de reconocer señales de depresión, de soledad y de necesidades físicas.
Una pareja de perspicaces maestras visitantes visitó a la familia de un joven odontólogo recién graduado. La familia había podido subsistir durante el período de estudios del jefe del hogar, a base de sacrificios y de un presupuesto muy ajustado. Cuando las hermanas visitaron a la madre, se dieron cuenta de que las suelas de los zapatos de los niños estaban casi destrozadas y no ofrecían mayor protección a sus piececitos. En forma confidencial informaron de esto a la presidenta de la Sociedad de Socorro, quien pudo convencer a la pareja de que aceptara ayuda hasta que el joven comenzara a ganar dinero suficiente como para mantener a su familia.
De todas las formas en que la Sociedad de Socorro cumple con los propósitos del programa de bienestar, el mejor resultado se observa cuando ayuda a las hermanas a prever sus propias necesidades y a satisfacerlas, ya que es más fácil prevenir una situación crítica que esperar a que ésta se convierta en un problema. Por lo tanto, cuando los miembros ponemos en la práctica diaria los principios de bienestar, estamos reduciendo personalmente los problemas del mundo. Cuando agregamos a nuestro almacenamiento productos que hemos extraído de nuestro huerto, que hemos confeccionado con aguja e hilo, o preparado en nuestra cocina, estamos atendiendo a nuestras necesidades del plan de bienestar en la forma más eficaz. Cuando ponemos en práctica la buena nutrición, la buena administración económica y la medicina preventiva, el sistema de bienestar está funcionando satisfactoriamente. Cuando enseñamos a nuestros hijos a trabajar, cuando nosotras y ellos adquirimos una buena educación y obtenemos un empleo satisfactorio, estamos evitando futuros problemas.
El apoyo emocional y la fortaleza que las hermanas de la Sociedad de Socorro podemos proporcionarnos mutuamente pueden ser tan importantes como los alimentos y el abrigo, y aún más. El esposo de una hermana a quien conozco perdió su empleo recientemente. Cuando se refirió a esta experiencia, ella dijo que la familia estaba hasta cierto punto preparada, ya que tenían alimentos almacenados y algo de dinero ahorrado. Pero no estaban preparados para el impacto emocional que les produjo el desempleo del jefe de la familia. Esa hermana recordaba que la ayuda más grande que recibió la familia para aliviar el trauma de aquella experiencia fue el amor y la preocupación de las hermanas de la Sociedad de Socorro.
En una lección de Vida Espiritual que se impartió hace algunos años, se nos dijo lo siguiente:
“Muchas veces el temor de que no podamos contar con las suficientes energías o con el suficiente dinero, u otros medios, podría impedirnos dar amor a nuestros semejantes. Dado que sería imposible que pudiéramos alimentar a todos los que sufren de hambre, así como albergar a todos los que no tienen hogar, o consolar a todos los que sufren, podríamos fácilmente incidir en el error de pensar: ‘Puesto que no tengo a mi alcance los medios para ayudar a nadie, no ayudaré a nadie’.”
Pero Alma nos ha dicho que “por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6).
Una pequeña cantidad de dinero donada al programa de bienestar o como ofrenda de ayuno, un día de servicio voluntario, una visita (aunque no llevemos nada de regalo), multiplicados por un millón y medio de miembros, pueden aliviar mucho sufrimiento.
Por lo tanto, a pesar de que los horizontes de las necesidades de bienestar que se extienden frente a nosotros son diferentes a aquellos de 1842, aunque también son similares en algunos aspectos, el cometido para la Sociedad de Socorro hoy día es el mismo: buscar a los pobres, encargarnos de satisfacer sus necesidades, y prevenir problemas aprendiendo, enseñando, y practicando los principios de bienestar. El Señor habló sencillamente cuando dijo a José Smith:
“Y recordad en todas las cosas a los pobres y necesitados, los enfermos y afligidos, porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo.” (D. y C. 52:40.)
Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























