Al dar bendiciones del sacerdocio

Noviembre de 1982
Al dar bendiciones del sacerdocio
Por Dennis L. Lythgoe

Los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec tienen el privilegio y la autoridad de participar en la ordenanza del sacerdocio de bendecir a los enfermos.

“¿Está alguno enfermo entre vosotros?” escribió Santiago. “Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.”

A la par de la autoridad, no obstante, viene la gran necesidad de actuar por medio de la fe y la inspiración:

“Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará. . .” (Santiago 5:14-15.)

La fe, la inspiración y la autoridad son todas esenciales al dar bendiciones del sacerdocio.

Una vez escuché al élder Matthew Cowley, un Apóstol de nuestro siglo, contar el relato de una bendición solicitada por el padre de un recién nacido en Nueva Zelanda. Cuando estaba a punto de empezar, el padre del niño, un maorí, le dijo: “Al darle el nombre, por favor, dele también la vista ya que nació ciego”.

“Me sentí abrumado”, dijo el élder Cowley. “Dudé, pero sabía que dentro de aquel polinesio existía la simple fe de un niño, una fe que no estaba opacada por la sicología ni la sabiduría de los hombres, sino una fe sencilla en Dios y en las promesas que Él ha hecho por medio de su Hijo Jesucristo. Le di el nombre al niño y finalmente me armé de suficiente valor para bendecirlo con la vista.

“. . . Lo vi hace pocos meses. Ahora tendrá seis o siete años, corre por todos lados y puede ver tan bien como yo.”

Una experiencia de gran influencia en mi propia vida tiene que ver con una excelente hermana maorí, también de Nueva Zelanda, mientras servía una misión en ese lugar. Estando enferma de gravedad la llevaron al hospital para ser sometida a una operación; yo dudaba de que sobreviviera, debido a su excesivo peso y a su avanzada edad.

Me pidió que la bendijera y me dijo:

— ¡Élder, sé que me pondré bien si usted me da una bendición!

Sentí profundamente la responsabilidad que tenía y oré al lado de su cama antes de dársela. Entonces recibió una bendición que nos sorprendió tanto a mi compañero como a mí, por ser tan positiva; y me preocupé, pues temí que me hubiera dejado llevar por mis propios deseos de verla recuperada. Pero ella me tomó de las manos y me dijo:

—Gracias, élder. Lo veré el próximo domingo en la capilla.

No le creí; sin embargo, la operación fue un éxito, la recuperación total, y la hermana en verdad asistió a la reunión de testimonios el siguiente domingo. Aunque físicamente débil, se levantó para agradecer al Señor elocuentemente por haberla ayudado en aquel momento crucial. En esta circunstancia su fe jugó un papel preponderante en la bendición.

Sin embargo, es importante que recordemos que a veces los deseos del Señor son diferentes de los nuestros. Como agentes suyos en el cumplimiento de deberes del sacerdocio, es esencial que seamos receptivos a su inspiración. Un misionero que conocí tuvo una experiencia muy significativa al dar una bendición. Estaba trabajando en un proyecto de remodelación de una capilla en Nueva Zelanda cuando el presidente de la rama, que hacía algunas reparaciones en el techo, perdió el equilibrio y se estrelló contra el pavimento. Inmediatamente, el misionero corrió a su lado y pronunció una expresiva oración prometiéndole la vida y la completa restauración de la salud. Minutos más tarde, el presidente de la rama falleció.

Sumamente desilusionado, el misionero fue a su apartamento y antes de irse a la cama escribió tres cartas: una al presidente de la misión, una al obispo y la otra al Presidente de la Iglesia. Las cartas resumían su desencanto con el sacerdocio y su intención de abandonar el servicio misional. Después de preocuparse, luchar y orar a intervalos durante toda la noche, gradualmente llegó a comprender que se había cumplido la voluntad del Señor y que él necesitaba buscar seriamente la inspiración y la guía del Señor antes de efectuar cualquier ordenanza.

En cierta ocasión yo actué con la misma precipitación; cuando mi esposa, Marti, empezó a experimentar problemas al principio de su embarazo, al instante le di una bendición enérgica y positiva prometiéndole que su salud sería protegida y que el niño viviría. Tan pronto como terminé, supe que había actuado incorrectamente y que el feto en realidad ya había muerto.

Después de ayunar y orar, solicité a otro poseedor del sacerdocio que me ayudara a darle una segunda bendición. Esa vez escuché atentamente la guía del Señor y no pude prometer que nuestro hijo viviría, sino más bien que Marti sería la madre de otros niños saludables. El niño no sobrevivió, pero ahora tenemos cuatro hijos en cumplimiento de la bendición. Aunque la segunda vez no dije lo que hubiera deseado decir, tanto mi esposa como yo disfrutamos de la paz que se recibe por medio del consuelo del Espíritu.

El presidente Spencer W. Kimball ha explicado la relación existente entre seguir la voluntad de Dios y efectuar la ordenanza de bendecir a los enfermos:

“El Señor nos asegura que los enfermos serán sanados si se efectúa la ordenanza, si hay suficiente fe y si el enfermo ‘no estuviera señalado para morir’ (véase D. y C. 42:44-48). Hay entonces estos tres factores que deben cumplirse: muchos no llevan a cabo la ordenanza, gran número de personas no tienen el deseo o son incapaces de ejercer suficiente fe; pero el otro factor es también de gran importancia: ‘Si no estuvieren señalados para morir’.

“El poder del sacerdocio es ilimitado; sin embargo, sabiamente el Señor ha colocado sobre cada uno de nosotros ciertas limitaciones. Yo puedo desarrollar el poder del sacerdocio al perfeccionar mi vida, pero estoy agradecido de que aun por medio de ese poder no puedo sanar a todos los enfermos, pues entonces podría sanar a personas que deben morir y aliviar el sufrimiento de los que deben sufrir. Y temo que eso frustraría los propósitos de Dios.”

Es importante, por lo tanto, que cuando seamos llamados a dar una bendición del sacerdocio, no lo hagamos solamente con fe en el poder del Señor, sino también con un deseo sincero de recibir su inspiración y de saber su voluntad, para que luego, al recibir su guía, procedamos a obedecerla.

Algunos poseedores del sacerdocio que he conocido, al carecer de experiencia en asuntos espirituales o al no discernir la inspiración, dudan en dar una bendición por temor a cometer un error o decir cosas equivocadas; otros se limitan a ofrecer una oración en lugar de dalla bendición del sacerdocio. No obstante, es natural que sea necesario tanto orar como recibir inspiración de nuestro Padre Celestial, ya que ambos aspectos son indudablemente elementos del proceso de comunicación con El, así como el intercambio de nuestra fe con la inspiración divina, y en esa medida son apropiados en la administración de bendiciones del sacerdocio.

Es fácil entender que a veces nos sintamos inadecuados para la tarea. Pero si poseemos el Sacerdocio de Melquisedec y somos dignos, tenemos la responsabilidad de usarlo; sin embargo, nuestra primera preocupación debe ser buscar la ayuda del Señor por medio de la oración humilde antes de dar la bendición.

Entonces, es muy importante comprender que la administración a los enfermos, la cual es una ordenanza del sacerdocio, difiere de la oración en varios puntos fundamentales. Es una ordenanza efectuada por la autoridad del sacerdocio, la cual es el poder de Dios para actuar en su nombre. Esto significa que el Señor nos permite actuar por El, usando Su poder, cuando somos guiados para hacerlo. La oración, por supuesto, es una manera eficaz de comunicarse con el Señor que, además, puede hacer que ocurran muchos milagros; pero el Señor mismo nos permite administrar a los enfermos por medio del poder del sacerdocio y nos concede favores apropiados en cuanto al uso de dicho poder. Este ensancha el círculo de administración hasta incluirlo a Él, quien prometió: “. . . donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18:20.)

Como poseedores del sacerdocio tenemos muchas oportunidades de efectuar administraciones en favor de los enfermos. Podemos acudir al llamado del presidente del quorum y pasar una tarde en un hospital administrando a los que allí se encuentran, o ir al lado de un miembro del barrio agobiado por la enfermedad. Pero el lugar más importante para ejercer el sacerdocio es en nuestro propio hogar. Nuestra familia a menudo tiene necesidades en tiempos de enfermedad, desánimo, o depresión que podrían requerir bendiciones de inspiración.

Además de la necesidad de bendecir a los niños cuando se encuentran enfermos, también las necesitan cuando están preocupados por recibir la aceptación de su grupo social, la presión de sus amigos, las malas notas en los estudios, un desacuerdo con el maestro, y muchos otros problemas. Por la inspiración que pueda obtener en favor de sus hijos en los primeros años de la vida de éstos, el padre puede desarrollar un sentimiento de seguridad y confianza con ellos que durará a través de los años y les ayudará a mantener una familia fuerte y unida. Un hijo que recuerda el sincero interés espiritual de su padre en tiempos de dificultad puede estar más dispuesto a confiar en él cuando se trata de asuntos más críticos. Los hijos también necesitan la inspiración de la bendición de su padre antes de los mayores acontecimientos de su vida, tales como la misión, el servicio militar, el ingreso a la universidad y el matrimonio. (En estas bendiciones de consuelo y consejo no se usa el aceite.)

En cuanto a las administraciones, he tenido oportunidades de bendecir a mis propios hijos bajo circunstancias traumáticas. Una de estas experiencias ocurrió una noche cuando nuestro hijo mayor, Darrin, sufría de un fuerte dolor de oídos que lo tuvo gritando debido a la intensidad del dolor, pero inmediatamente después de recibir una bendición dio muestras de alivio y se durmió, obviamente agotado.

A la mañana siguiente lo llevamos al pediatra, quien nos hizo saber que el tímpano se le había reventado durante la noche, evitando la posibilidad de una infección seria y aliviándole el dolor. Nos quedamos asombrados porque sabíamos exactamente cuándo había ocurrido aquello. Debido a que existía el peligro de que el oído le quedara dañado permanentemente, el doctor nos aconsejó que lo lleváramos a un especialista de oídos después que la medicación hubiera curado la infección.

Cuando lo llevamos al especialista, semanas más tarde, nos sorprendimos al saber que éste no pudo encontrar ninguna afección en el oído de Darrin, y al oírle decir que el tímpano estaba en perfectas condiciones, sin señal alguna de lesión. Esta fue para nosotros una experiencia sagrada que nos enseñó de una manera directa y especial el poder del Señor y la eficacia de las bendiciones del sacerdocio.

El Señor ha prometido que nuestra confianza “se hará fuerte en la presencia de Dios” (D. y C. 121:45). Con la confianza inspirada por El, podemos ejercer la autoridad que el Señor nos ha dado y encontrar oportunidades para ejercerla de manera positiva y por medio de la oración.

Soy un firme creyente en el matrimonio y considero que es el modelo ideal de vida entre los seres humanos; sé que fue ordenado por Dios y que toda restricción dentro de este vínculo ha sido impuesta para proteger nuestra propia felicidad.

Elder Boyd K. Packer

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1 Response to Al dar bendiciones del sacerdocio

  1. Avatar de Angel Lázaro Rivera Alvarado Angel Lázaro Rivera Alvarado dice:

    excelente contribución muy oporportuno para enseñar la posibles el formas de hablar»según lo indique el espíritu».

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