El compromiso y la dedicación

Octubre de 1983
El compromiso y la dedicación
Por el presidente Marion G. Romney
Primer Consejero en la Primera Presidencia

Marion G. RomneyAl considerar el tema de compromiso y dedicación, he pensado en la cantidad de grandes personajes bíblicos y del Libro de Mormón, así como en los dedicados santos en las primeras épocas de la Iglesia restaurada, todos ellos personas valientes comprometidas en causas sublimes y nobles. Todos nosotros, asimismo, deberíamos sentir de tal manera ese compromiso, que cada uno de nosotros, dentro de su propia capacidad, se eleve a la altura de las normas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Con la esperanza de animarnos a hacer precisamente eso, procuraré que recordemos ciertas cosas que son evidencia del carácter que debemos desarrollar.

No conozco mejor camino a seguir que aquel que emprendieron los hijos de Mosíah. No afirmo haber logrado tanto éxito como ellos, pero he tenido bastante experiencia personal como para saber que la fórmula que ellos utilizaron sirve para todos los que a ella se ciñan.

Ellos, dijo Mormón, “se habían fortalecido en el conocimiento de la verdad; porque eran hombres de sana inteligencia, y habían escudriñado diligentemente las Escrituras para poder conocer la palabra de Dios.

“Más esto no es todo; se habían dedicado a mucha oración y ayuno; por tanto, tenían el espíritu de profecía y el espíritu de revelación, y cuando enseñaban, lo hacían con poder y autoridad de Dios.» (Alma 17: 2-3.)

He aquí el gran poder que impulsa a que las cosas en la Iglesia de Dios se lleven a cabo. Sin él, todo lo demás simplemente fracasa.

Los hijos de Mosíah estaban comprometidos a aprender las cosas de Dios. Muy posiblemente no haya otro pueblo en la actualidad que haya hecho compromisos más poderosos con respecto al aprendizaje que los Santos de los Últimos Días. Nuestros compromisos se apoyan en el hecho de que el Señor nos ha dicho que debemos “estudiar y aprender, y familiarizar[nos] con todos los libros buenos y con los Idiomas, lenguas y pueblos”. (D. y C. 90:15.) Ya que, dijo él, “es imposible que el hombre se salve en la Ignorancia” (D. y C. 131:6), es decir, ignorando la verdad. “El hombre no puede salvarse antes de obtener conocimiento,» añadió el profeta José Smith. (History of the Church.)

El Señor también dijo que “la gloria de Dios es la inteligencia» (D. y C. 93:36) y, testificó el profeta José Smith,

“Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección;

“y si en esta vida una persona logra más conocimiento e Inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero.” (D. y C. 130:18-19.)

También dijo el Señor: “Y de cierto os digo, es mi voluntad que os deis prisa para. . . lograr conocimiento de la historia, y de los países y reinos, y de las leyes de Dios y de los hombres, y todo esto para la salvación de Sión.” (D. y C. 93:53.)

Quisiera compartir algunos pensamientos tocante a la necesidad que tenemos de comprometernos en forma total, a dedicarnos íntegramente.

«Por tanto, oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios,” dijo el Señor, “mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día.» (D. y C. 4:2.)

Posiblemente sea fácil reconocer la siguiente ilustración extraída del relato de la vida de Nefi. Cuando su padre le pidió a los hermanos mayores de Nefi que fueran a Jerusalén a buscar las planchas de bronce que contenían su genealogía, se quejaron. Pero Nefi dijo: «Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado.” (1 Nefi 3:7.)

Cuando llegaron a Jerusalén, la responsabilidad de ir a buscar los anales cayó sobre Lamán. Fue con desgana y volvió sin ellos. Entonces todos fueron a “la tierra de [la] herencia [de su padre]” y trajeron su “oro,. . . plata y. . . objetos preciosos» (1 Nefi 3:22), con los que procuraron comprar las planchas, pero Labán les robó el oro y la plata y se vieron obligados a escapar para salvar la vida. Cuando estuvieron fuera de las murallas de la ciudad, Lamán y Lemuel golpearon a Nefi con una vara. Ellos tenían la firme determinación de regresar sin las planchas a donde estaba su padre. Aun después que un ángel apareció y les llamó la atención, persistieron (véase 1 Nefi 3:28-31), pero Nefi dijo:

«Volvamos a Jerusalén, y seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor, pues he aquí, él es más poderoso que toda la tierra. ¿Por qué, pues, no ha de ser más poderoso que Labán con sus cincuenta, o aun con sus decenas de millares?” (1 Nefi 4:1.)

Nefi entró a la casa de Labán y salió con las planchas. Más adelante, cuando Nefi comenzó a construir un barco y se entristeció ante la oposición de sus hermanos, ellos pensaron que se había desanimado, pero él les respondió con esta gran declaración: “Si Dios me hubiese mandado hacer todas las cosas, yo podría hacerlas.” (1 Nefi 17:50.)

Nefi cumplió con su misión porque estaba totalmente dedicado a ella.

Cuando Pablo captó el concepto y significado del plan de salvación de Dios, cuando se dio cuenta de que el nombre de Jesús era el único “nombre debajo del cielo. . . mediante el cual el hombre puede ser salvo” (2 Nefi 25:20), todo su conocimiento anterior, en comparación, se quedó en la nada. Se convirtió de tal manera que en ese mismo lugar e instante hizo un compromiso total de llevar el mensaje del evangelio a sus semejantes,

Lo mismo sucedió con Alma, quien dijo que, desde el momento de su conversión, “he trabajado sin cesar para poder traer almas al arrepentimiento; para poder traerlas a gustar el sumo gozo del cual yo probé; para que también puedan nacer de Dios y sean llenas del Espíritu Santo» (Alma 36:24).

Las cosas que hizo dan testimonio de la veracidad de su declaración.

Renunció su puesto como juez principal, o sea, líder ejecutivo del gobierno nacional, “para poder salir él mismo entre [ellos]… a fin de predicarles la palabra de Dios, y para despertar en ellos el recuerdo de sus deberes, y para abatir, por medio de la palabra de Dios, todo el orgullo y artimañas, y todas las contenciones que había entre su pueblo, porque no vio otra manera de rescatarlos sino con el peso de un testimonio puro en contra de ellos» (Alma 4:19).

No sugiero que todos dejemos nuestras tareas cotidianas para dedicarnos en forma total al ministerio. Esto se hace sólo cuando recibimos el debido llamamiento. Lo que quiero decir es que debemos obtener un conocimiento del plan de salvación y comprender que es el único sendero que conduce a la paz y a la felicidad en este mundo y a la vida eterna en el mundo venidero. Por sobre todas las cosas, debemos hacer un compromiso total de transmitir, con palabra y hecho, nuestro conocimiento y testimonio a nuestros semejantes, para que ellos reciban las bendiciones y se regocijen a causa del evangelio.

Por medio del estudio de las Escrituras, debemos saber lo que el Señor ha revelado a través de sus profetas referente al plan de salvación. Como consecuencia de la oración regular matutina y vespertina, así como del cumplimiento honesto de las enseñanzas del evangelio, debemos disfrutar de la paz y el espíritu del evangelio. Al buscar con sinceridad y de manera específica debemos, por medio del poder del Espíritu Santo, obtener y retener un testimonio de su divina veracidad. Debemos estar tan convertidos y dedicados a nuestro testimonio que la totalidad de nuestra vida quede bajo su influencia. Lo correcto o incorrecto de nuestras decisiones y acciones deben estar determinadas por esa luz. Si así fuera, no cometeríamos errores en nuestros juicios o en las acciones relacionadas con (os complejos asuntos y problemas de nuestro día.

Por ejemplo, tendríamos la perspectiva acertada de lo que debemos hacer en cuanto a los negocios y diversiones en él día de reposo. No habría necesidad, en una sociedad convertida al plan de salvación, de que existieran leyes que requiriesen que los negocios permanecieran cerrados. No habría un solo hombre que quebrantase el día de reposo abriendo su negocio. No habría quienes quebrantasen el día de reposo haciendo compras. No existirían leyes tocantes al aborto. No existirían la literatura pornográfica, las películas indecentes, ni otros tipos de diversiones degradantes. No existirían el racismo, ni los problemas sociales.

Mi súplica es que siempre que tengamos que tomar una decisión, lo hagamos a la luz del plan de salvación, y luego actuemos tal como hemos decidido hacerlo. No hay nada en esta tierra que sea más importante para todos que el cumplir con este principio. Es necesario que nos comprometamos a vivir de tal manera que gocemos del beneficio de este gran plan que se diseñó en los cielos desde el comienzo para la redención de la raza humana, y para su salvación y exaltación en la presencia de Dios. Por lo tanto, cada uno de nosotros debe hacer el compromiso que se nos requiere y vivir de acuerdo con él. Sea cual sea la naturaleza de nuestros trabajos cotidianos, debemos actuar de acuerdo con el Espíritu y cumplir con el plan de salvación. También podemos influir para bien en las personas con quienes nos asociamos para ayudarles a encontrar la verdad.

Considero que la manera más eficaz de emprender y permanecer en el camino correcto es seguir el ejemplo de Jesús, y comprometiéndonos totalmente a cumplir con la voluntad del Padre. Una de las cosas que Jesús hizo fue familiarizarse profundamente con lo que su Padre había declarado que era su voluntad, y aún más importante se comunicó con su Padre por medio de la oración. Esto lo hizo, no sólo para saber la voluntad del Padre, sino también para obtener la fortaleza para cumplir con ella. Parecería que durante su ministerio terrenal, jamás tomó una decisión importante o se enfrentó a una crisis sin antes orar. De lo que sabemos de su sufrimiento en Getsemaní aprendemos que, aunque no siempre le fue fácil o placentero cumplir con la voluntad del Padre, siempre lo hizo.

En esta última dispensación, el Señor ha enseñado la importancia de la dedicación total a Su servicio, y la obediencia estricta a sus mandamientos, tan enfáticamente como lo hizo durante su ministerio terrenal.)

Sería bueno que cada uno de nosotros siguiera el camino que Jesús nos señaló tanto en el precepto como en las acciones.

“‘Venid a mí,’ mandó Jesús;
Andemos en divina luz;
Porque así nos dijo El:
‘Amad a Dios, y sedle fiel.'»
(Himnos de Sión, No. 81.)

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