Abril de 1984
La genealogía y la obra del templo
Por George D. Durrant
No puede existir una sin la otra
Hablando recientemente con el élder Royden G. Derrlck, del Primer Quórum de los Setenta, quien es en la actualidad el director del Departamento Genealógico, le pregunté: “¿Qué relación piensa usted que hay entre la genealogía y la obra en el templo?»
“No puede existir la una sin la otra”, me contestó.
La genealogía y la obra del templo van unidas; la una sin la otra no tiene valor. Son dos partes inseparables de un decreto divino que el Señor nos dio para ayudar en la redención de los muertos. La tarea de identificar a los miembros de nuestra familia, o sea a nuestros antepasados, debe ser mucho más que un mero entretenimiento para los Santos de los Últimos Días. Si lo consideramos desde una perspectiva eterna, el hacer genealogía sin hacer la obra en el templo, o viceversa, es lo mismo que tratar de jugar un partido de fútbol con sólo la mitad de una pelota: no tiene sentido.
Algunas personas piensan que la obra en el templo, por su naturaleza, es la más importante, la más sagrada: la mitad superior de la pelota, podríamos decir. Pero una pelota, cuando rueda, no tiene parte superior o inferior. He escuchado a muchos miembros de la Iglesia decir: “Me encanta ir al templo para llevar a cabo las ordenanzas sagradas, pero la genealogía, en realidad, no me interesa”. Y a otros decir, en cambio: “Si pudiera, pasaría todo mi tiempo disponible haciendo genealogía. Es algo tan emocionante para mí, que me pasaría en la biblioteca genealógica desde que la abren por la mañana, hasta que la cierran por la noche”. Si todos pensáramos de una manera o de la otra, habría en los templos una larga lista de nombres esperando que se hiciera la obra por ellos o, de lo contrario, una enorme multitud allí aguardando porque no habría ningún nombre para hacer la obra.
El élder Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce, dejó muy bien aclarada la relación que existe entre estas dos obras cuando dijo: “Es imposible valorar la obra de las ordenanzas del templo, si no se tiene al mismo tiempo un gran respeto por la obra genealógica. La genealogía es fundamental para el funcionamiento de los templos, ya que sin la misma no tendría objeto que éstos mantuvieran sus puertas abiertas.” (The Holy Temple, Salt Lake City: Bookcraft, 1980, pág. 224.)
En octubre de 1975, el élder Packer se dirigió a un grupo de Representantes Regionales de la siguiente manera:
“En los dos últimos meses… he visitado a unos cuantos grupos de sumos sacerdotes. La mayor parte del tiempo pasé escuchando, tratando de determinar qué hacen los quórumes de sumos sacerdotes respecto a esta obra, y en el caso de que no hagan nada, el porqué. Fue una investigación muy interesante. . .
“Uno de estos grupos que visité estaba compuesto de treinta y nueve miembros, personas muy cultas, de muy buena posición económica, muchos de ellos jubilados. Durante el año anterior habían hecho la obra en el templo en beneficio de 1.122 personas. Durante ese mismo período de tiempo habían enviado, de sus propias investigaciones genealógicas en beneficio de sus familias, dos nombres, uno de los cuales todavía no se había aprobado. Por lo que pude comprobar, esto es algo sumamente típico; la obra genealógica en la Iglesia, en su mayoría, la hace sólo un pequeño grupo de miembros que han adquirido un gran Interés, que la encuentran fascinante y se han dedicado totalmente a ella.” (Ibid.)
Muchas personas piensan que siempre habrá nombres en el templo por los que efectuar la obra, sin tener que hacer para ello ningún esfuerzo de su parte, tal como el maná que aparecía en la tierra sobre la faz del desierto todas las mañanas para los israelitas.
Debemos trabajar en familia para hacer la obra genealógica por nuestros antepasados, o sea que debemos proveer al templo los nombres de nuestros familiares fallecidos, para que cuando vayamos, podamos hacer la obra por uno de ellos. El Señor, por medio de sus siervos, nos ha exhortado a todos a tener conciencia de que se lleve a cabo la obra en el templo por nuestros antepasados. El élder Mark E. Petersen, del Consejo de los Doce, recalcó;
«¿Cuál es, entonces, nuestra obligación? Cada uno de nosotros, si es que pretendemos obedecer el evangelio, debemos investigar nuestra ascendencia y llevar a cabo la obra vicaria por nuestros antepasados.
“Muchos piensan que se libran de esa responsabilidad simplemente por asistir regularmente al templo. Pero no es así. Claro está que debemos asistir al templo, y debemos hacerlo seguido. Si todavía no pudimos preparar los registros de nuestros familiares fallecidos, entonces mientras tratamos de hacerlo, es Indudable que debemos ayudar a otras personas con los suyos.
«Pero entendamos que si vamos al templo y no lo hacemos por nuestros propios muertos, cumplimos sólo con una parte de nuestra obligación, porque también se nos requiere que salvemos específicamente a nuestros parientes fallecidos y unamos a las varias generaciones mediante el poder del Sagrado Sacerdocio.
“Debemos sacarnos de la mente la idea de que tan sólo ‘yendo al templo nos libramos de la responsabilidad, porque no es así. Eso sólo no es suficiente. . .
“Dios nos responsabiliza a cada uno de nosotros por la salvación de nuestra propia familia.” (“El mensaje de Elías”, Liahona, agosto de 1976, pág. 12.)
¿Pueden Imaginarse o ya han experimentado lo emocionante que es ir al templo para hacer la obra vicaria por sus abuelos o bisabuelos? Nada es tan preciado como esas maravillosas experiencias espirituales, y en ninguna otra actividad de la Iglesia se encuentran esas experiencias más a nuestro alcance que cuando hacemos investigación genealógica por nuestros antepasados muertos y vamos al templo en su beneficio.
Hablando de ello, el élder Packer comentó:
“Es imposible que los miembros de la Iglesia tengan contacto con esta obra y no se sientan afectados espiritualmente. El espíritu de Elías penetra en ella. Muchos de los pequeños trastornos que ocurren en nuestra vida, las pequeñas dificultades y los insignificantes problemas que nos rodean son puestos en su debida perspectiva cuando participamos en el enlace de las generaciones para las eternidades. Entonces nos volvemos más pacientes. Por lo tanto, si deseáis que la influencia de la dignidad y la sabiduría, la inspiración y la espiritualidad cubra vuestra vida, dedicaos a las obras genealógica y del templo.” (The Holy Temple, págs. 224-25.)
Hay algo especial que se experimenta cuando vamos al templo a hacer la obra por alguien cuyo nombre nosotros o nuestra familia hemos investigado, preparado y enviado al templo.
He oído a algunos miembros decir:
“La obra vicaria por los miembros fallecidos de mi familia ya está completa.” Solamente podemos decir algo así si estamos hablando en broma.
El élder W. Grant Bangerter, del Primer Quórum de los Setenta, dijo al respecto:
“Vuestra genealogía no está completa. Hace 55 años, mis propios abuelos realizaron toda la obra en el templo por los familiares fallecidos. Desde esa época, nuestra familia ha encontrado registros de otros 16.000 familiares.” (“El propósito de los templos”, Liahona, julio de 1982, pág. 142.)
Los nuevos conversos o los miembros de la Iglesia cuya obra genealógica por una razón u otra se ha descuidado tienen ahora una excelente oportunidad.
“El campo blanco está ya para la siega.” Si cada una de las aproximadamente 50.000 familias que se bautizan por año enviara al templo únicamente los nombres de sus cuatro generaciones de antepasados y de los hijos fallecidos de esas personas, por lo menos 3.500.000 personas recibirían estas sagradas ordenanzas cada año.
Mantengan en su corazón el deseo de ayudar a los de su propia familia. ¡Hay tanto por hacer en la Iglesia! La genealogía no debe poner a un lado las demás cosas, de la misma manera que las demás cosas no deben poner a un lado a la genealogía. Un programa bien organizado, tanto a nivel individual como familiar, puede lograr que una familia común con solamente una cantidad regular de esfuerzo se baste a sí misma para proveer los nombres y hacer las ordenanzas por sus antepasados fallecidos. Y por supuesto, cada uno de nosotros debe caminar la segunda milla e ir al templo para hacer la obra por otras personas aparte de los miembros de nuestra propia familia.
Tal como el élder Derrick mencionó, la genealogía y la obra del templo van unidas. Es una gran bendición saber que no puede existir una sin la otra. Llevando a cabo las dos podemos llenar nuestra alma con el gozo de ser parte de esa gloriosa obra de la redención de los muertos.

























muchas gracias mu lindo discurso
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