El papel de un profeta

C. G. Abril 1970
El papel de un profeta
por el élder Mark E. Petersen
del Consejo de los Doce

Mark E. PetersenEs un gran privilegio estar con ustedes aquí, mis hermanos, hermanas y amigos en este, el día de reposo del Señor, para adorarle.

La conferencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que estamos teniendo ahora, es la más excepcional en 19 años.

La ilustre administración de nuestro amado presidente David O. McKay, ha llegado a su fin, marcando el más grande periodo de crecimiento de la Iglesia experimentado en sus 140 años de historia.

Ahora abrimos una nueva administración, bajo el presidente Joseph Fielding Smith, también muy querido y reverenciado a través de sus muchos años de devoción a la causa de Cristo.  El será sostenido formalmente por el voto del pueblo mañana, como décimo presidente de la Iglesia.

El Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es más que un presidente.  Para nosotros también es elegido como profeta de Dios en el mismo sentido en que fueron llamados Moisés, Isaías y Ezequiel.  Estos antiguos profetas fueron reveladores.  Por medio de la revelación ellos recibieron día tras día guía divina para el pueblo.

En este mismo sentido nosotros aceptamos al Presidente de nuestra Iglesia. Él también es un revelador. A través de él, la revelación moderna está a nuestro alcance para ayudarnos a afrontar muchos serios problemas de la vida.

Mucha gente en la actualidad, judíos o cristianos, encuentra extraño que nosotros reclamemos eso para el Presidente de nuestra Iglesia.

«¿Un profeta?» preguntan con una mirada inquisitivo.  «¿Un profeta? ¿Y qué es un profeta? ¿Puede algún hombre moderno ser un profeta? ¿No están los profetas confinados a los tiempos bíblicos?

Estas verdaderamente son preguntas apropiadas. Ellas deben surgir y contestarse.

Nuestra mejor explicación puede darse revisando lo que la misma Biblia dice acerca de los profetas.  Tales siervos de Dios fueron lo más importante en los tiempos antiguos.  De hecho, todas las relaciones del Señor con su pueblo, se centraron alrededor de ellos.  Tan bien establecido estaba este procedimiento, que uno de ellos dijo: «Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas» (Amós 3:7).

Toda la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, refleja este importante hecho.  Siempre que Dios ha tenido un pueblo sobre la tierra, al que reconoce como suyo, le provee guía constante, y su guía es por revelación divina dada a través de profetas vivientes.

Estas revelaciones fueron compiladas y, junto con la historia de los tiempos, vinieron a ser Escrituras.  Así es como obtuvimos la Biblia.  El volumen de Escrituras creció con cada nuevo profeta.  En esta forma obtuvimos los libros de Moisés, Josué, Samuel, Isaías, Ezequiel, Malaquías, y todos los otros que componen el Antiguo Testamento.

Y lo mismo ocurrió en los tiempos del Nuevo Testamento.  Aquí otra vez hay escrituras sagradas como las de Mateo, Marcos, Locas y Juan, los Hechos, las Epístolas y el Apocalipsis, todo de acuerdo con el modelo del Señor, aun en los tiempos del Antiguo Testamento.

Pero, ¿fue esto realmente característico de la Iglesia Cristiana? ¿Es verdad que hubo profetas cristianos como hubo profetas del Antiguo Testamento?

El apóstol Pablo enseñó que Jesús colocó en su Iglesia apóstoles y profetas cristianos, para guiar a los miembros y para la obra del ministerio.

Pero ¿dónde están ahora los profetas cristianos? ¿Ha alterado Dios su modelo? ¿Ha cambiado el Todopoderoso? ¿O es El todavía el mismo, ayer, hoy y siempre?  Y si El no cambia, ¿podríamos decir que sus procedimientos sí?

Recordando que su modelo es el mismo, nosotros ahora debemos considerar cuidadosamente las sagradas palabras dadas hace tanto tiempo y preguntarnos, ¿por qué no podríamos aplicárnoslas hoy?  Recordad estas palabras si lo deseáis: «Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas » (Amós 3:7).

Algunos reformadores cristianos reconocieron este principio.  Ellos sabían que Dios trató con su pueblo a través de profetas en los tiempos antiguos y reconocieron su propia carencia de guía divina.

Martín Lutero, por ejemplo, dijo que los poderes espirituales de la cristiandad primitiva fueron completamente destruidos o perdidos y que la cristiandad tal como fue dada por el Salvador, ya no estaba en la tierra.

John Wesley enseñó que la revelación y otros dones espirituales dejaron de existir desde lo que él llamó «ese fatal período cuando Constantino se llamó a sí mismo cristiano».

Roger Williams fue igualmente franco y dijo: «No hay ninguna persona sobre la tierra calificada para administrar ordenanza alguna en la iglesia, ni lo habrá hasta que la gran cabeza de la Iglesia envíe nuevos apóstoles, cuya venida estoy esperando».

Thomas Jefferson, aunque no era un clérigo en el sentido usual, fue un erudito de la cristiandad.  Aun él reconoció la pérdida del evangelio original y dijo que él preveía «una restauración de la primitiva cristiandad».

Muchos otros concienzudos estudiosos de las Escrituras, han llegado a la misma conclusión.  Ellos han sentido una ausencia de revelación y otros dones espirituales bien conocidos en la antigua cristiandad.  Ellos también preveían una restauración de esos dones.

Pero ¿qué los animó a creer que habría tal restauración? ¿Está predicha en las santas Escrituras?

La Biblia enseña que Cristo vendrá nuevamente y dice que una grande y nueva revelación de Dios precederá a tal suceso, incluso una restauración del evangelio original, el cual entonces sería predicado a todo el mundo moderno.

Esta nueva revelación de Dios, incluiría una nueva visitación de ángeles, dice la Biblia una cosa considerada como algo muy extraño por la mayoría del pueblo actual.  Pero es la manera de Dios y no la del hombre la que debe interesarnos.

Pero ¿para quién es esta nueva revelación que viene? ¿Será dada a aquellos que no creen en los profetas modernos ni en la revelación, y que niegan la moderna visitación de ángeles? ¿Podría venir a un pueblo tan incrédulo y sofisticado que rehusaría aceptar el principio de la intervención divina?

En el pasado, cuando no había profetas que recibieran sus palabras, Dios levantó nuevos profetas para cumplir sus propósitos.

Al tiempo en que el Señor estaba listo para sacar a Israel de Egipto, el pueblo había estado sin profetas por cuatrocientos años y se había alejado de la verdad.  Por tanto, cuando Dios se preparó para llevarlos a la tierra santa fue necesario que levantara un nuevo profeta en la persona de Moisés, porque ninguno de los líderes israelitas de esos días era digno.  Cuando fue necesario elegir un precursor del ministerio mortal de Cristo, Dios no lo escogió de entre los miembros del Sanedrín, pues ellos no eran creyentes tampoco ni dignos de recibir nuevas revelaciones; por tanto, levantó a Juan el Bautista, un nuevo profeta, quien prepararía el camino para el Señor.

En nuestros días, cuando la revelación profetizada iba a venir, como lo anunciaban las Escrituras, tampoco había un profeta en la tierra para que la recibiera.  Nadie creía en profetas modernos.  Así que ¿qué podía hacer Dios?  El levantó a un nuevo profeta en la persona de José Smith, quien recibió la nueva gran revelación.  Como parte de ello, él fue visitado por ángeles santos, tal como la Biblia lo predijo.  Y, ¿por qué vinieron ángeles a José Smith?  Ciertamente ¡no para satisfacer su curiosidad!  Esos ángeles vinieron a él para ordenarlo y conferirle la divina autoridad y con ello prepararlo para el servicio.  En esta forma se cumplió la restauración del evangelio.

Pero esto fue hace más de un siglo, y José Smith ha pasado al más allá.  Otros son los que han tomado su lugar.  Cada uno de sus sucesores legales, sin embargo, fue ordenado de la misma manera por el Señor como profeta, vidente y revelador para llevar a cabo la obra.

Joseph Fielding Smith, quien es nuestro Presidente hoy, y quien será formalmente sostenido durante esta conferencia, es de la misma manera un profeta del Dios Todopoderoso, divinamente señalado, y nosotros lo sostenemos.

Cuando el Señor restableció este antiguo modelo en nuestros días, El dio un mandamiento a los miembros de la Iglesia con respecto a su Presidente, al decir: «… daréis oído a todas sus palabras y mandamientos que os dará según los reciba; porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca» (D. y C. 21:45).

En otras palabras, el profeta moderno viene a ser como vocero de Dios, así como lo fue Moisés.

Y luego el Señor agregó una cosa más.  Él dijo que si alguien recibe su palabra con un corazón dudoso y la mantiene con pereza, no tendrá recompensa.  Pero para aquellos que gustosamente siguen las enseñanzas del profeta moderno, el Todopoderoso dice: «recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca, porque si hacéis estas cosas, no prevalecerán contra vosotros las puertas del infierno; sí, y el Señor Dios dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros y hará sacudir los cielos para vuestro beneficio y para la gloria de su nombre» (D. y C. 21:5-6).

Es por esto que los Santos de los Últimos Días tenemos profetas, y es por esto que sostenemos a Joseph Fielding Smith como profeta y vidente para nuestro pueblo, lo cual hacemos gozosamente y con todo nuestro corazón.

Este procedimiento no debe parecer extraño a aquellos que conocen las Escrituras.  Es meramente un restablecimiento y una continuación del invariable, pero por mucho tiempo olvidado modelo de la Biblia.

Y así decimos:

«Escucha al profeta que predica la verdad:
y en la vía del Señor, su nombre alabad.
la vía ya se encontró de la antigüedad;
Profeta nuevo Dios mandó a darnos la verdad»
Himno Núm. 69.-

Lo que aquí decimos no es fantasía.  Es una seria y solemne realidad.

Los cielos han sido nuevamente abiertos.  Dios una vez más conversa con el hombre.

Como Moisés vio a Dios y habló con El cara a cara, así José Smith vio a Dios y habló con El cara a cara.

De la misma manera en que Isaías guio a su pueblo bajo la luz del cielo, así David O. McKay guió a su pueblo bajo la luz del cielo.  De la misma manera en que Pedro, Santiago y Juan dirigieron la obra en la iglesia primitiva cristiana, haciéndolo como profetas y apóstoles cristianos, así Joseph Fielding Smith, Harold B. Lee y Nathan Eldon Tanner dirigen la obra de la Iglesia restaurada de Jesucristo, como profetas y apóstoles cristianos.

Y todo esto es una gran realidad.  El evangelio ha sido restaurado en nuestros días, y es ofrecido libremente y sin precio a toda la humanidad por medio de los profetas de Dios, profetas que han recibido revelación de Dios y que caminan bajo su guía e inspiración.

Nosotros invitamos a todos los hombres a participar de este gran evangelio.  Nosotros declaramos que él es la verdad de Dios.

Aceptamos lo que dice Pablo acerca de predicar falsas doctrinas y declaramos nuestro mensaje con toda cordura.  Todo lo que decimos es verdad.

Dios ha hablado nuevamente desde el cielo. Él ha levantado nuevos profetas en la tierra y nosotros nos reunimos aquí ante la presencia de su último profeta, vidente y revelador.  Que podamos seguir su dirección y sostenerle con nuestros deseos, tanto como nuestra mano en alto lo muestra, lo ruego encarecidamente en el nombre del Señor Jesucristo.  Amén.

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