Conferencia General Abril 1970
Valor

por el élder Marvin J. Ashton
Ayudante del Consejo de los Doce
Hace varios días, mientras conversábamos con algunos de nuestros jóvenes, gozamos de otra hermosa experiencia; el tiempo se utilizó no solamente para discusiones y opiniones de grupo, sino también para conversaciones privadas. Nuevamente nos dimos cuenta de que nuestra excelente juventud desea respuestas, dirección y aceptación. Una jovencita nos impresionó cuando expresó con sinceridad: «¿Por qué no puedo ser la misma persona todos los días? Algunas veces siento como si estuviera en las nubes; en otras ocasiones me siento desanimada y desilusionada, especialmente de mí misma.»
Hermanos, estamos viviendo en una época en que nunca ha habido una necesidad tan imperiosa de valor moral: valor para continuar haciendo lo bueno, valor para comunicarnos, valor para tener paciencia y valor para tener una fe de niño. Permitidme repasar estos puntos importantes donde el fortalecimiento del valor es esencial.
Al pensar en la extensión que abarca el continuar fielmente haciendo lo bueno, las partes importantes deben ser: valor para no desviarnos, para no ser engañados, para no descarriarnos y para participar ansiosamente en una buena obra. En el capítulo ocho de Juan, versículos 31 y 32, se nos recuerdan las bendiciones prometidas a aquellos que tienen el valor para permanecer. «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Qué gozo tan grande es estar relacionado con miembros de la Iglesia, jóvenes y adultos, que continúan en los senderos de la honradez.
Es un privilegio ver a nuestros jóvenes en estacas y misiones alejadas, así como a los que están cerca, preparándose anhelosamente para matrimonios en el templo. Otros miles de ellos nos inspiran al verlos continuar diligentemente sus servicios misionales y militares. Que Dios nos ayude a permanecer en sus caminos si humildemente buscamos su guía. Si dirigimos nuestras energías a sus senderos, recibiremos bendiciones de gozo y felicidad genuinos.
El suyo es el camino correcto; es el camino feliz.
Necesitamos el valor de comunicar la gran verdad mediante la palabra y las obras: «. . . no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree . . .» (Romanos 1:16). La oración que José Smith hizo en el bosque fue contestada porque tuvo el valor para comunicar su fe constante. En la actualidad, los canales de comunicación entre los padres y los jóvenes se abren y utilizan eficazmente; los padres están llegando a conocer mejor a sus hijos porque los líderes sabios han fomentado el fortalecimiento del círculo familiar. Donde sea necesario, desafiamos a los jóvenes a que tomen la delantera para ver que se lleven a cabo las noches de hogar, a fin de que puedan aprender a comunicarse, no únicamente con los miembros de la familia, sino también con su Padre Celestial. Muchos jóvenes han llevado esto a cabo, y actualmente sus padres los aprecian por ello. Las noches de hogar llevadas a cabo debidamente abrirán los canales de comunicación no sólo para los miembros de la familia sino también para el Espíritu de Dios.
En el trabajo que desempeñamos en el Programa Unificado de ServiciosSociales de la Iglesia, nada nos causa más satisfacción que el ayudar a los padres y a los jóvenes a familiarizarse mejor, y a que unidos transiten de nuevo por los senderos de la seguridad. Fue un gran placer escuchar a una jovencita de 17 años de edad decir: «Papá y yo ya no tenemos problemas de comunicación.
Gracias a las noches de hogar estamos de nuevo en la misma frecuencia y bastante bien sintonizados.»
Una de las bendiciones más hermosas de que puede gozar cualquier niño es el beneficio de ser criado en un hogar donde los padres se amen mutuamente. El amor entre marido y mujer debe ser dulce y sincero; un amor abiertamente manifestado proveerá un ambiente de gran valor para nuestros hijos; los niños sabrán lo que es el amor a medida que lo experimenten.
La comunicación diligente con otras personas desarrolla una relación estrecha; hará saber a los demás que nos preocupamos.
El amor y la compasión no son algo obsoleto o pasado de moda; son virtudes que edifican la comprensión y la felicidad. Es difícil para los jóvenes guardar los mandamientos de Dios sin compartir una estrecha relación con sus padres y líderes de la Iglesia. Busquemos las cualidades mejores de nuestros hijos y compañeros; la voluntad del Señor es que edifiquemos a otros y no que los destruyamos.
Nuestra responsabilidad es comunicar lo positivo, recalcar lo positivo, y no participar en la promoción de lo negativo.
Necesitamos el valor para tener paciencia, entendimiento y compasión. De parte de algunos de nuestros jóvenes afligidos en la actual sociedad compleja, humildemente quisiera dirigir esta súplica hacia sus padres y líderes: «No nos abandonéis, ni nos condenéis, no os indignéis con nosotros; no tratéis de someternos mediante la lástima, los enredos o ei ridículo; en vez de ello, dadnos razones, dadnos ejemplos, dadnos lo mejor de vosotros mismos.» Como padres y líderes vivamos de tal manera y ganemos el mérito de la gratitud de un adolescente: «Gracias por ayudarme a encontrar el camino de regreso,» o «Gracias por ayudarme a permanecer diligente.» A través de la paciencia y la comprensión debemos aprender a conducir a nuestros amigos. Decid la palabra de ánimo en el momento y el lugar oportunos.
Qué gran privilegio fue charlar el otro día con uno de nuestros excelentes misioneros de la tribu Navajo, cuando dijo: «La razón principal por la que actualmente estoy en una misión es que cuando era un niño, el presidente Spencer W. Kimball vino a nuestra casa, me dio unas palmadas en la cabeza, me colocó un dólar de plata en la mano y me dijo: ‘Toma esto y empieza a ahorrar para una misión.'»
Envueltas en ese ejemplo de dirección se encuentran todas las partes importantes: reconocimiento, ánimo, desafío y ejemplo. Para volver a recobrar grupos, debemos aprender a dirigir al individuo a través de la paciencia y el amor. Los buenos líderes no se dan por vencidos, los buenos padres no ceden, los jóvenes tampoco se dan por vencidos.
Necesitamos valor para ser como niños. «Por tanto, al que se arrepintire y viniere a mí como un niño, lo recibiré, porque de los tales es el reino de Dios» (3 Nefi 9:22). Necesitamos amor, arrepentimiento, oraciones y fe de niños.
Qué hermosa experiencia tuvimos hace varias semanas cuando nos arrodillamos con una familia de Santos de los Últimos Días en Uruguay, Sudamérica, y compartimos los pensamientos de una niña de once años de edad que dijo la oración. Sentimos la inspiración de su espíritu mientras se comunicaba con su Padre Celestial en español, su idioma nativo. AI finalizar su hermosa oración, le preguntamos a su padre: «¿Qué dijo acerca del templo?»
Nos contestó: «Dijo, ‘Ayúdame, Padre Celestial, a ser lo suficientemente buena en la manera en que vivo, para que algún día pueda casarme en el templo.»
Con esta fe de niño y una preparación diaria y sincera, el deseo de su corazón se llevará a cabo algún día.
«De cierto, así dice el Señor: Acontecerá que toda alma que desechare sus pecados y viniere a mí, e invocare mi nombre, obedeciere mi voz y guardare mis mandamientos, verá mi faz, y sabrá que yo soy» (Doc. y Con. 93:1). ¡Qué promesa tan bella para los fieles! ¡Qué bendición para aquellos que permanezcan! ¿Qué otra oración podría ser más humilde y eficaz que pedirle a nuestro Padre Celestial que nos bendiga con valor, el valor para vivir de tal manera que no seamos los mismos todos los días, sino que con la ayuda del Señor, seamos un poco mejores diariamente paso a paso? Espero que podamos mostrar nuestro amor y valor guardando sus mandamientos.
Os testifico que ésta es en realidad la Iglesia de Jesucristo. Ruego con humildad que podamos continuar valientemente en su obra, caminando en su sendero, lo cual nos asegura la vida plena, y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.
























