Que el justo amoneste al impío

Conferencia General Abril 1973

Que el justo amoneste al impío

Ezra Taft BensonPor el élder Ezra Taft Benson
Del Consejo de los Doce


El profeta Ezequiel declaró:

«Hijo de hombre yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca y los amonestarás de mi parte.

«Cuando yo dijere el impío. De cierto morirás: y tú no le amonestares ni hablares para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.

«Pero si tú amonestaste al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma» (Ezequiel 3:1’7:1 9).

Los profetas inspirados del Libro de Mormón vieron nuestra época y nos advirtieron en cuanto a la estrategia del adversario. Oíd sus palabras.

«Porque he aquí, en aquel día él enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres y los agitará a la ira contra lo que es bueno.

Y a otros pacificará y los adormecerá con seguridad carnal.

. . . ¡ay de aquél que escucha los preceptos de los hombres y niega el poder de Dios…! (2 Nefi 28:20, 21, 26).

Mediante un profeta moderno, José Smith, el Señor ha dado estas nuevas instrucciones. «Por tanto, la voz del Señor, llega hasta los extremos de la tierra, para que oigan todos los que quieran oír.

. . . y viene el día en que aquellos que no oyeron la voz del Señor, ni la voz de sus siervos, ni hicieron caso de los profetas y apóstoles serán desarraigados de entre el pueblo.

«Porque se han desviado de mis ordenanzas y han violado mi convenio sempiterno.

«No buscan al Señor, para establecer su justicia sino que todo hombre anda por su propio camino y conforme a la imagen de su propio Dios, cuya imagen es a semejanza del mundo.

«Lo que yo, el Señor he hablado he dicho, y no me excuso; y aunque pasaren los cielos y la tierra mi palabra no pasará sino que todo será cumplido sea por mi propia voz, o por la voz de mis siervos es lo mismo» (D. y C. 1:11, 11-16, 38).

Estas amonestaciones fueron dadas hace años, su cumplimiento se está llevando a cabo actualmente. Nosotros somos testigos vivientes de ello, a menos que estemos ciegos por nuestra propia complacencia y la astucia de hombres malvados.

Como vigilantes en la torre de Sión y como líderes tenemos la obligación y el derecho de elevar la voz en contra de los males de la actualidad, males que hieren los fundamentos mismos de todo lo que nos es querido, como la Iglesia verdadera de Cristo y como miembros de naciones cristianas.

Como uno de estos vigilantes, con amor por la humanidad, yo acepto humildemente esta obligación y cometido esforzándome con gusto por cumplir sin temor con mi deber. En momentos tan serios como estos no debemos permitir que el temor o la crítica nos impida hacerlo, aún riesgo de que nuestro consejo sea tachado como político por cuanto el gobierno se entrelaza cada vez más con nuestro cotidiano vivir.

En la crisis por la cual estamos pasando, se nos ha amonestado plenamente. Esto ha traído consigo ciertas críticas, y hay algunos de nosotros que no deseamos escuchar el mensaje, nos avergüenza. Las cosas que amenazan nuestra vida, nuestro bienestar, nuestra libertad son las mismas que algunos de nosotros hemos estado dejando pasar. Muchos no desean que se les moleste mientras continúan gozando de su cómoda complacencia.

La Iglesia está fundada sobre la verdad eterna, y nosotros no buscamos acomodo al principio ni renunciamos a nuestras normas no obstante cuáles sean las tendencias o las presiones de la actualidad. Nuestra lealtad a la verdad como Iglesia es firme. Hablar en contra de las acciones inmorales e injustas ha sido tarea de los profetas y los discípulos de Dios desde tiempos inmortales, siendo ésta la razón principal de que fuesen perseguidos. No obstante, amonestar a la gente como vigilantes de la torre ha sido una tarea dada por Dios.

Vivimos en una época de apatía, de abandono de los principios. Esto no es ni será jamás la respuesta correcta.

Uno de esos modernos vigilantes de la Iglesia hizo esta profunda advertencia. «Una lealtad a medias, mata, mientras que una devoción plena y total infunde vida y alma a cualquier causa y sus adherentes. Los problemas del mundo pueden colocarse mayormente a las puertas de aquellos que no son ni fríos ni calientes, que siguen siempre la fila de menor resistencia, y cuyo tímido corazón se confunde ante la alternativa de ponerse de parte de la verdad. Tal como en el gran Concilio de los cielos, en la Iglesia de Cristo sobre la tierra no puede haber neutralidad, estamos del lado del Señor o no lo estamos. Una fe inflexible, que desprecia todo término medio, conducirá la Iglesia así como a todos sus miembros al triunfo y al alcance de nuestro más alto destino.

«Los conquistadores finales del mundo serán aquellos hombres y mujeres pocos o muchos, que apeguen a la verdad firmemente y sin temor, que sean capaces de expresar su negativa así como su afirmación, y en cuyos elevados estandartes está inscrito: No transijas con el error. . .

«La tolerancia no consiste en concordar con los puntos de vista y las prácticas del mundo. No debemos renunciar a nuestras creencias a fin de llevarnos bien con los demás, no obstante lo estimados o influyentes que puedan ser. Puede pagarse un precio demasiado alto por alcanzar una posición social y hasta por lograr armonía. . . El evangelio descansa sobre la verdad eterna, y nunca puede abandonarse la verdad sin peligro» (John A. Widtsoe, Conference Report, de abril de 1941, páginas 117, 116).

Se ha dicho que «nuestro mayor problema nacional es la erosión; no la del suelo, sino la de la moralidad nacional.»

Estados Unidos de América ha sido grande porque ha sido libre, y ha sido libre porque ha confiado en Dios y se ha fundado en los principios de la libertad establecidos en la palabra de Dios. Esta nación tiene un fundamento espiritual. Para mí, esta tierra tiene una historia profética.

En 1831, Alexis de Tocqueville, famoso historiador francés vino a los Estados Unidos a petición del gobierno «francés a estudiar nuestras instituciones generales. También hizo concienzudo estudio de nuestras instituciones políticas y sociales. En menos de diez años, de Tocqueville adquirió fama mundial, como resultado de la obra que escribió en cuatro tomos titulada. La democracia en América. He aquí su propia conmovedora explicación de la grandeza de los Estados Unidos.

«Busqué la grandeza y el genio de los Estados Unidos en sus espaciosos puertos y sus caudalosos ríos, mas no estaba allí; en sus ricas minas y su inmenso mundo comercial, y tampoco estaba allí. No hallé lo que buscaba sino hasta que fui a las iglesias de los Estados Unidos y escuché sus púlpitos encendidos de rectitud y comprendí el secreto de su genio y su poder. Estados Unidos es grande porque es una nación buena y si deja de ser buena dejará de ser una nación grande. (Prophets Priciples, and National Survival compilado por Jerreld L. Newquist-Salt Lake City, Utah Publishers Press, 1964 página 60.)

¿Cuán fuerte es nuestra voluntad para seguir constituyendo una nación libre, buena? Las falsas ideas de las falsas ideologías, revestidas de las formas más atractivas, procuran silenciosamente —así sin que nos demos cuenta de ello— reducir nuestras defensas morales y cautivar nuestros pensamientos; engañan con brillantes promesas de seguridad, y garantías de todas clases. Se disfrazan bajo diversos nombres, mas pueden reconocerse por una cosa… algo que todas tienen en común, corroen el carácter y la libertad del hombre de pensar y actuar por sí mismo.

Se harán esfuerzos para adormecernos en una falsa seguridad. Se harán y se hacen propuestas y programas patrocinados que tienen gran atractivo; sí, usualmente los programas más peligrosos llevan las más atractivas etiquetas, y muchas veces en nombre del bienestar público y la seguridad personal. Repito, no nos dejemos engañar.

La Libertad puede suprimirse tanto por descuido como por ataque directo. Durante demasiado tiempo, demasiados estadounidenses y en general la gente del mundo libre, han actuado como silenciosos contribuyentes ante las agresiones en contra de la libertad ataques en contra de los fundamentales principios económicos y espirituales y las tradiciones que han fortalecido a las naciones.

Esforcemos por progresar en el camino de la bondad y la libertad. Con la ayuda y las bendiciones del Señor, la gente del mundo libre puede enfrentar y enfrentará el mañana sin temor, sin duda y con plena confianza.

Hace algunos años uno de los presidentes de los Estados Unidos señaló el problema con las siguientes palabras:

No necesitamos más progreso material, necesitamos más poder moral. No necesitamos más conocimiento, necesitamos más carácter; no necesitamos más gobierno, necesitamos más cultura. No necesitamos más ley, necesitamos más religión. No necesitamos más de las cosas que se ven, necesitamos más de las cosas que no se ven. Es en esta faceta de la vida que conviene que hagamos hincapié en los tiempos actuales; si esto se fortalece, las demás cosas cuidarán de sí mismas. Esta es la faceta que constituye el fundamento de todo lo demás. Si el fundamento es firme, la superestructura se mantendrá en su lugar» (Prophets, Principles, and National Survival, página 35).

Como pueblo libre, estamos siguiendo muy de cerca en muchos aspectos, la línea que condujo a la caída del gran imperio romano. Un grupo de historiadores, resumieron las condiciones que condujeron a la caída de Roma, de la siguiente manera:

«. . .Roma conoció una etapa de iniciación no diferente de la nuestra, entró en seguida en dos siglos de grandeza para alcanzar su pináculo en el segundo de estos siglos, comenzando a declinar para llegar finalmente a derrumbarse en el tercero. No obstante, las señales de las decadencias comenzaron a manifestarse en los últimos años de ese segundo siglo. «Es sabido que hubo un enorme aumento de los ricos ociosos así como de los pobres ociosos; a estos últimos se les colocó bajo limosna permanente, un sistema de ayuda social no diferente del nuestro. Cuando este sistema se instituyó como permanente, los recibidores del ‘largesse’ público (o ayuda pública) aumentaron en número llegando a organizarse en una agrupación política de bastante poder. Así organizados, no vacilaron en dar a conocer sus exigencias, ni el gobierno vaciló en acceder a ellas. . .cada vez con mayor frecuencia. Los que esperaban llegar a ser emperadores complacían sus gustos. La grande y sólida fortaleza de la clase media de la Roma de entonces, como la nuestra hoy en día, fue cada vez más abrumada por los impuestos para sostener una burocracia que seguía y seguía creciendo volviéndose aún más poderosa. A fin de hacer frente a las emergencias, se impusieron impuestos adicionales sobre la renta. El gobierno cayó en déficit. El denario, moneda de plata similar a nuestro medio dólar, comenzó a perder su color de plata, llegando a adquirir un color cobre, porque el gobierno se vio obligado a reducir el contenido de plata de las mismas.

«Aun entonces, la ley de Gresham entró en funciones, puesto que la verdadera moneda de plata no tardó en desaparecer. Comenzó a esconderse.

«El servicio militar era una obligación altamente honrada por los romanos; en verdad los extranjeros podrían obtener la ciudadanía romana simplemente ofreciéndose como voluntarios al servicio militar en las legiones de Roma. Sin embargo, al aumentar la opulencia en el nivel de vida, los jóvenes romanos comenzaron a esquivar el servicio militar presentando excusas para permanecer en la cómoda y sórdida vida de la ciudad. Los historiadores nos dicen que los varones comenzaron a usar peinados y ropas afeminadas hasta el punto en que se hacía difícil distinguir a un hombre de una mujer.

«Entre los maestros y los eruditos había un grupo denominado ‘los cínicos’ cuyos miembros se dejaban crecer la barba y el pelo, vestían ropas desaliñadas y sucias, al paso que profesaban indiferencia por los bienes mundanos y acumularon desprecio por los que ellos llamaban los valores de la clase media.

«La moral declinó al mismo tiempo que se volvió peligroso andar por los campos y las calles de la ciudad. Los desordenes eran comunes y a veces eran incendiados sectores enteros de pueblos y ciudades.

«Y todo el tiempo, las enfermedades propias de los impuestos obligatorios y la pavorosa inflación estaban a la espera para dar el golpe de muerte.

«Entonces, finalmente, todas esas fuerzas vencieron la energía y la ambición de la clase media.

«Roma cayó.

«Nosotros estamos ahora aproximándonos al final de nuestro segundo siglo» (Discurso pronunciado por Ronald Reagan, en el Colegio Universitario Eisenhower, New York, 1969).

En 1787 Edward Gibbon terminó su notable obra The Decline and Fall of the Roman Empire. (La decadencia, y caída del imperio romano). He aquí razones por las cuales él consideraba se había llegado a la caída:

  1. El debilitamiento de la dignidad del hogar que es el fundamento de la sociedad humana.
  2. Los impuestos cada vez mayores y los gastos de dinero público para dar alimentos gratis y circos al populacho.
  3. El desenfrenado delirio por el placer al mismo tiempo que los deportes se volvían cada año más excitantes y más brutales.
  4. La fabricación de armamentos gigantes cuando el enemigo real se hallaba en la decadencia del pueblo.
  5. la decadencia de la religión al marchitarse la fe hasta convertirse en simple fórmula, perdiendo contacto con la vida y volviéndose imponentes para amonestar y guiar a la gente.

¿Podemos hacer un paralelo entre esto y nuestra situación hoy en día? Las mismas causas que contribuyeron a la destrucción de Roma, ¿podrían destruir los países del mundo libre?

Durante ocho años tuve en mi escritorio estas palabras de oración: «Oh, Dios, concédenos a los hombres un poder mayor que el de la urna electoral»

En estos tiempos de progreso debemos prestar atención a las lecciones que nos da la historia, muchas de las cuales son sumamente serías, pues durante la época del éxito es cuando corremos el mayor peligro. Aun en los momentos de su gran prosperidad, una nación puede sembrar las semillas de su propia destrucción. La historia revela que rara vez se destruye una gran civilización sin que ésta se haya debilitado o destruido primero por dentro.

Las lecciones de la historia se mantienen como postes de señales para ayudarnos a trazar sin peligro el curso de nuestro futuro.

Como ciudadanos del mundo libre, es necesario que despertemos y estemos alerta en cuanto a los problemas que ahora enfrentamos. Debemos reconocer que estos principios básicos y funda; mentales, los morales y los espirituales, yacen en el fundamento mismo de nuestros logros pasados. A fin de continuar gozando de las bendiciones de que disfrutamos en la actualidad debemos volver a estos básicos y fundamentales principios. La economía y la moral forman parte de un cuerpo inseparable de la verdad; deben estar en armonía y es necesario que ajustemos nuestras acciones con estas verdades eternas.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, se mantiene firme en su posición de apoyar los grandes principios espirituales y morales que han constituido las tradiciones fundamentales del mundo libre. Nos oponemos a todo esfuerzo maligno por destruir o poner en tela de juicio las verdades eternas que han afirmado a la civilización desde el principio.

Usaremos todos los medios honorables para fortalecer el hogar y la familia, y fortalecer el carácter mediante la adherencia a los elevados principios espirituales y morales.

En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días la castidad no pasará nunca de moda. Tenemos una sola norma para hombres y mujeres que es la pureza moral. Aborrecemos y nos oponemos a la detestable práctica del aborto y los demás actos impíos e impuros que hieren los fundamentos mismos del hogar y la familia, nuestras más fundamentales instituciones.

La continuación de estas prácticas inmorales ciertamente hará bajar la ira y los juicios del Altísimo.

Al concentrarnos en el materialismo y las adquisiciones materiales, ¿no estamos olvidando la base espiritual sobre la cual descansan nuestra prosperidad, seguridad y libertad? Dios nos ayude a arrepentirnos de nuestras malas sendas y humillarnos ante el agraviado poder.

En la nación que se arrodilla yace gran seguridad.

¡Que seguridad de las tan necesarias bendiciones del Señor tendríamos si los individuos de todas partes nos arrodillamos diariamente, por la noche y por la mañana para expresar gratitud por las bendiciones que hemos recibido, reconociendo que dependemos completamente de Dios y procurando su divina guía!

El espectáculo que brinda una nación que eleva sus oraciones al Altísimo es más imponente, más poderoso que la explosión de una bomba atómica. El poder de la oración es más grande que cualquier posible combinación de los poderes controlados por el hombre «la oración es el medio más grandioso del hombre para comunicarse con el poder de Dios». Los Padres de la Patria aceptaron esta verdad eterna. ¿La aceptaremos en lo futuro?

Sí, es por nuestro propio inteligente interés que debemos embarcarnos en esta sencilla práctica, esta poderosa práctica de la oración. Hace muchos años un hombre dijo: «Lo que este país necesita más que cualquier otra cosa es la vieja y pasada de moda, anticuada oración familiar.»

Sí, nuestra mayor necesidad es la de volver a las antiguas y sempiternas verdades.

Que Dios nos ayude, como individuos libres, a reconocer la fuerza de nuestras bendiciones, la amenaza a nuestras normas morales y espirituales, así como la necesidad de la acción humilde pero valerosa para preservar estas inapreciables bendiciones, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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