Julio 2016
La ciencia y nuestra búsqueda de la verdad
Por Alicia K. Stanton
La autora vive en Utah, EE. UU.
No hay por qué preocuparse si pareciera haber un conflicto entre su comprensión del Evangelio y lo que aprenden por medio de la ciencia.
¿Se imaginan ir al dermatólogo con un caso serio de acné y que les digan que el tratamiento consistirá en sacarles algo de sangre? Podría parecerles absurdo, pero algo así no habría sido inverosímil hace un par de siglos. En aquel entonces, quitar una cantidad importante de sangre del cuerpo se consideraba un tratamiento habitual para casi cualquier dolencia, incluso la indigestión, la demencia y hasta el acné. Nadie lo cuestionaba. ¿Por qué habrían de hacerlo? Después de todo, la sangría o eliminación de sangre se había utilizado durante miles de años en muchas culturas diferentes.
No fue hasta que los médicos empezaron a abordar la medicina desde un punto de vista científico que alguien cuestionó esa práctica. Cuando finalmente se examinó más de cerca, los médicos dejaron de utilizarla, salvo en algunas enfermedades específicas1.
Gracias a este ejemplo histórico vemos que solo porque una creencia se acepte ampliamente o haya existido por mucho tiempo, no significa necesariamente que sea verdadera; y vemos que la ciencia puede ser una gran herramienta para descubrir la verdad.
Para los Santos de los Últimos Días eso es algo muy importante; el conocer la verdad no solo nos da una base mejor para tomar decisiones prácticas (“Gracias, hoy no voy a necesitar una sangría”), sino que también aumenta nuestra comprensión del Evangelio. Como enseñó el presidente Brigham Young (1801–1877): “No existe verdad alguna que no pertenezca al Evangelio… Si pueden encontrar una verdad en los cielos [o] la tierra… esa verdad pertenece a nuestra doctrina”2.
El porqué versus el cómo
Obviamente, cuando hablamos de cómo la ciencia contribuye a las verdades que conocemos, debemos estar seguros de comprender qué tipo de verdad puede desvelar la ciencia y cuál no. Una manera de verlo es preguntarnos qué clases de preguntas puede y no puede responder la ciencia.
La hermana Ellen Mangrum, que estudió ingeniería química en el Instituto Politécnico Rensselaer de Nueva York, EE. UU., lo explica así: “La ciencia explica el cómo, pero no llega a explicar el porqué”; y agrega que la religión es lo que explica el porqué; como por ejemplo, por qué se creó la tierra y por qué se nos puso aquí.
El famoso físico Albert Einstein también creía que la religión y la ciencia tienen propósitos diferentes pero complementarios.
“La ciencia solo puede determinar lo que es, pero no lo que debería ser”, escribió. “Fuera del dominio [de la ciencia], siguen siendo necesarios juicios de valor de todo tipo”3.
¿Qué significa eso para los Santos de los Últimos Días? En primer lugar, sabemos que el conocimiento científico seguirá cambiando; después de todo, la ciencia consiste en encontrar la mejor manera de entender los “cómos” del mundo que nos rodea. Sabiendo eso, no tenemos que consultar el estudio más reciente para entender los “porqués” ni los “deberíamos” de la vida; podemos depender del evangelio inalterable de Jesucristo para ayudarnos a tomar decisiones entre lo que es correcto y lo incorrecto.
Todo encaja
El presidente M. Russell Nelson, Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles y cardiocirujano reconocido, ha hablado acerca de cómo encajan la religión y la ciencia.
“No hay conflicto entre la ciencia y la religión”, dijo. “El conflicto solo surge de un conocimiento incompleto de la ciencia, de la religión o de ambas… Ya sea que la verdad provenga de un laboratorio científico o de una revelación de Dios, es compatible”4.

Si alguna vez han tenido preguntas acerca de cómo encajan en el Evangelio la edad de la tierra, los dinosaurios, la evolución o cualquier otra cosa que hayan aprendido en una clase de ciencias, ¡bienvenidas sean! En realidad todo encaja; sin embargo, sigue habiendo muchas preguntas porque aún hay mucho que estamos aprendiendo. El hermano Brian Down, un científico farmacéutico de Quebec, Canadá, dijo que él aguarda el momento en que todo nos será revelado (véase D. y C. 101:32–34).
Mientras tanto, “nuestra capacidad para comprender todos los misterios del mundo que nos rodea a través de medios científicos es limitada”, declaró. “Del mismo modo, es limitado nuestro entendimiento de los misterios de Dios y el gran designio que Él tiene para Sus hijos”.
No hay por qué preocuparse si pareciera haber un conflicto entre su comprensión del Evangelio y lo que aprenden por medio de la ciencia; en realidad, nada de lo que revele la ciencia puede refutar la fe de ustedes.
Así que, si les gusta la ciencia, ¡aprendan todo lo que puedan en el campo que les interese! Su fe incluso puede brindarles cierta ventaja. El hermano Richard Gardner, profesor adjunto de Biología de la Universidad del Sur de Virginia, dice que su fe en el evangelio de Jesucristo ha sido una gran ayuda para él.
“En ocasiones, cuando la investigación se tornaba difícil y nada parecía funcionar —lo cual sucede a menudo con la investigación—, tener una perspectiva de las bendiciones del Evangelio me ayudó a superarlo”, dice.
El hermano Down también siente que su fe lo ha ayudado con su trabajo en la ciencia.
“Siempre he trabajado teniendo fe en que había una lógica y un orden en todo, y que si le dedicaba a una pregunta el tiempo y el esfuerzo suficientes, con el tiempo, el Padre Celestial abriría mi mente para entender la respuesta”, dice.
Regocijarse en los descubrimientos científicos
Nuestra fe en Cristo y Su evangelio también puede ayudarnos a mantenernos humildes y abiertos a la verdad que procuramos, ya sea espiritual o científica.
“Hay mucho que no sabemos en la ciencia, y mucho acerca de Dios que Él aún no ha revelado”, dice el profesor Gardner. “Por lo que es importante mantener una mente abierta a medida que nos llega más información, y mientras tanto, no preocuparnos”.
Por ejemplo, algunas personas creen en Dios simplemente porque no encuentran otra explicación a lo que observan en el mundo. A esto se le llama creer en un “Dios de los vacíos” y puede hacer que la gente se sienta nerviosa en cuanto a los descubrimientos científicos. El profesor Gardner da un ejemplo:
“Algunas personas han creído en Dios porque hay lagunas de información en el registro de los fósiles (lo cual significa, para esas personas, que la evolución no es capaz de explicar cómo hemos llegado aquí). Pero, ¿qué le sucederá a nuestra fe cuando esas lagunas desaparezcan al descubrir nuevos fósiles? En vez de eso, debemos obtener evidencia positiva de Dios por medio del Espíritu Santo, y entonces nos regocijaremos por cualquier descubrimiento científico en vez de preocuparnos por él”.
Cuando adoptamos este método, recordamos que tanto la ciencia como la religión pueden ayudarnos en nuestra búsqueda de la verdad y que, en última instancia, toda esa verdad proviene de la misma fuente: Dios.
“Dios podría revelar cualquier cosa que quisiera, incluso todos los hechos científicos”, dice el profesor Gardner, “y sin duda ha inspirado a científicos, inventores e ingenieros; pero no les da todas las respuestas. Él desea que ellos, y nosotros, usemos el cerebro, así que nos deja descubrir cómo funciona la ciencia; por otro lado, Sus revelaciones a la Iglesia versan sobre cómo organizar la Iglesia, y en especial, cómo podemos venir a Cristo y ser salvos.
“Sus revelaciones personales pueden tratar sobre cualquier tema, pero especialmente para hacernos saber que Él vive y nos ama, que Cristo puso en marcha el Plan de Salvación, que tenemos un profeta viviente en la actualidad, que podemos seguir el plan de Dios y que merece totalmente la pena hacerlo”.
Preguntas y respuestas con el Dr. Richard Gardner Biólogo molecular y celular

¿Cómo se interesó en la ciencia?
Mi padre, que era botánico, logró que me interesara en la ciencia. De pequeño solía jugar con sus microscopios y otro material de laboratorio y lo oía hablar sobre plantas y hongos. Su padre, que era genetista, me dio unas moscas de la fruta cuando yo tenía nueve años. Tomé todas las clases de ciencia que pude en la escuela secundaria y especialmente disfruté de la asignación de crear un colección de insectos. Cuando aún era muy joven tomé la determinación de obtener un doctorado en ciencias porque me gusta saber cómo funcionan las cosas y me encanta aprender.
¿De qué manera las actividades científicas han fortalecido su fe?
Cuanto más aprendo sobre la complejidad del interior de una célula, más me asombro. Tengo dos carteles grandes con diagramas en letra muy pequeña de la mayoría de las reacciones químicas de una célula normal; todas esas reacciones están fuertemente controladas. En cierta ocasión mostré los carteles durante una clase del sacerdocio que enseñé. Les recordé la estatua del Christus que hay en la Manzana del Templo y en otros centros de visitantes SUD. Detrás de la estatua hay un mural del universo, y la implicación es: “¡He aquí el Creador de todo esto!”. En mi clase, sugerí poner aquellos carteles detrás de la estatua. ¡No son tan bonitos como el mural del universo, pero Él también creó la química celular y la entiende toda al detalle!
¿Cómo le ha ayudado su fe con sus actividades científicas?
Cuando realizaba investigaciones, y ahora que dedico la mayor parte del tiempo a enseñar ciencia, mi fe es importante para mí porque sin ella no puedo tener la imagen completa. Aprender cómo funcionan las células pero no saber por qué están ellas o nosotros en esta tierra me dejaría insatisfecho.
Notas
1. Véase, por ejemplo, K. Codell Carter y Barbara R. Carter, Childbed Fever: A Scientific Biography of Ignaz Semmelweis, 1994.
2. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, págs. 17, 18.
3. Albert Einstein, en “Science and Religion”, en Ken Wilber, Quantum Questions: Mystical Writings of the World’s Greatest Physicists, 1984.
4. Russell M. Nelson, en Marianne Holman Prescott, “Church Leaders Gather at BYU’s Life Sciences Building for Dedication”, Church News, 17 de abril de 2015, LDS.org.
























