Julio 2016
Recordar al Salvador
Por Eric B. Murdock
Revistas de la Iglesia
Se reciben grandes bendiciones cuando recordamos a Jesucristo al participar de la Santa Cena.

Cada semana somos bendecidos con la oportunidad de participar de la Santa Cena cuando asistimos a la Iglesia. De hecho, es una de las razones principales por la que vamos a la Iglesia los domingos. Pero, ¿saben por qué la Santa Cena es tan importante? Hay una cosa que prometemos hacer que la convierte en una de las ordenanzas más importantes y sagradas de la Iglesia: recordar a Jesucristo.
Piensen en ello; recordar al Salvador es una parte fundamental de las oraciones sacramentales. En ellas prometemos que siempre nos acordaremos de Él (véase D. y C. 20:77, 79), no solo el domingo, sino siempre. Al recordar siempre al Salvador, nuestra vida reflejará Sus normas y enseñanzas, y también hallaremos una influencia poderosa y sustentadora en la vida.
Cómo el recordar ayudó a un joven
Por ejemplo, cuando un ángel de Dios llamó a Alma, hijo, al arrepentimiento, este cayó al suelo y no pudo hablar ni moverse por varios días. Durante ese tiempo lo atormentó el recuerdo de sus pecados; pero entonces se acordó de “… haber oído a [su] padre profetizar… concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo”. Después agregó: “Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte! Y he aquí que cuando pensé esto, ya no me pude acordar más de mis dolores” (Alma 36:17–19).
Solo el pensamiento de Cristo condujo a Alma a orar para pedir misericordia, lo cual disipó su culpa, alivió su dolor y lo ayudó a arrepentirse. Al igual que Alma, podemos entregar nuestra vida a Cristo y experimentar el gozo que se recibe al vivir el Evangelio. Todo empieza con la decisión de recordar a Jesucristo y el poder de Su expiación.
Aquí tienen cinco bendiciones más que se reciben al cumplir la promesa de recordar siempre al Salvador.
1. Tendremos Su Espíritu con nosotros
Al tomar la Santa Cena el domingo se les recuerda la promesa de que, si se acuerdan de Cristo, guardan Sus mandamientos y toman Su nombre sobre ustedes, tendrán siempre Su Espíritu consigo. Es fácil extraviarse en un mundo lleno de dificultades, pero si tienen el Espíritu Santo con ustedes, “… por el poder del Espíritu Santo [podrán] conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5). El Espíritu del Señor puede ser su guía y los bendecirá con dirección, instrucción y protección.
2. Él puede darnos fuerza para resistir la tentación
Nuestra fe en Jesucristo es la defensa mejor y más segura contra la tentación (véase Alma 37:33). Cuando centramos la mente en Cristo, podemos reconocer las mentiras de Satanás y detectar sus intentos de engañarnos. Ya que Jesús enfrentó la tentación pero nunca cedió a ella, podemos confiar en Él cuando tengamos tentaciones. Nefi enseñó que quienes “… se aferraran a [la palabra de Dios], no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario” (1 Nefi 15:24). Al recordar al Salvador y Sus enseñanzas, Él puede elevarnos y fortalecernos contra las tentaciones.
3. Su ejemplo nos guiará
Jesús no solo nos dice adónde ir para obtener la vida eterna, sino que dirige el camino. Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Cristo es nuestro ejemplo perfecto. Durante Su ministerio terrenal, enseñó y ejemplificó el amor, la mansedumbre, la humildad y la compasión. Dedicaba el tiempo a enseñar, prestar servicio y amar a los demás.
Fue obediente a la voluntad de Su Padre en todo lo que hizo (véase Juan 5:30). En todas las cosas, el Salvador fue el modelo de cómo deberíamos vivir, y nos invita a todos a seguir Su ejemplo.
Si alguna vez les pasa que no saben adónde ir ni qué hacer, recuerden al Salvador. Él dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
4. Él puede ayudarnos a servir a los demás
Jesús siempre puso las necesidades de los demás por encima de las de Él. “… Anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38); sanó a los enfermos y ayudó a los que tenía a Su alrededor. Cuando recordamos a Jesús, recordamos los actos de servicio desinteresado que definieron Su vida y también recordamos que nos ha pedido que lo sirvamos a Él mediante el servicio al prójimo. “Cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17).
El Señor abrirá los ojos de ustedes para que vean a qué personas a su alrededor podrían ayudar. También se les guiará en cuanto a la mejor manera de prestarles servicio. Tendrán una vida más feliz y plena al realizar actos pequeños y sencillos de servicio bondadoso. Servir a los demás les traerá una sensación de paz y gozo en la vida.
5. Podemos arrepentirnos
Aun cuando intentemos sinceramente guardar los mandamientos, todos fallamos; pero gracias a la vida y la misión de Jesucristo hay un camino de regreso.
Acordarse de Jesucristo nos recuerda el don del arrepentimiento que se nos ofrece por medio de Su expiación. Jesús invita a todos a arrepentirse, y experimentamos gozo cuando nos alejamos del pecado y nos volvemos a Él. Cuando tenemos un deseo sincero de cambiar y de guardar los mandamientos, el Señor promete: “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” (D. y C. 58:42).
Al participar de la Santa Cena, hacen el convenio de recordar siempre al Salvador. Cuanto más tengan a Cristo en sus pensamientos, más llegará a ser el centro de su vida y más los guiará y dirigirá para que alcancen todo su potencial. Recordar siempre al Salvador siempre bendecirá su vida.
Más sobre la Santa Cena
Para saber más sobre el Salvador y la Santa Cena pueden leer:
- Jeffrey R. Holland, “Haced esto en memoria de mí”, Liahona, enero de 1996, pág. 76.
- Cheryl A. Esplin, “La Santa Cena: Una renovación para el alma,” Liahona, noviembre de 2014, pág. 12.
Salvar mi día de reposo
Por Mackenzie Brown
La autora vive en Utah, EE. UU.
¡Llegaba tarde! Me puse rápidamente un lindo vestido, agarré una cinta para el cabello, manejé hasta la Iglesia, estacioné y me apresuré a entrar. ¡Uf! Me senté en el estrado justo cuando el obispo se ponía de pie para empezar la reunión sacramental.
Tenía que discursar ese domingo, así que le eché un vistazo rápido a mis anotaciones para asegurarme de no olvidar nada. La reunión sacramental pareció terminar en un suspiro y ya estaba de camino a la Escuela Dominical. ¡Otro éxito sacramental!
Pero, ¿lo era de verdad?
Durante la semana siguiente empecé a preguntarme si en realidad era así. De nuevo era domingo, y mientras estaba sentada en la reunión sacramental reflexionando en el significado que la Santa Cena tenía para mí, de repente pensé: cada semana renuevo el compromiso de recordar siempre a Jesucristo, pero ¿lo estoy haciendo realmente?
Quería cambiar, así que decidí elaborar un plan semanal.
- Durante la semana dedicaría tiempo a reflexionar sobre mi conducta y pedir perdón por mis pecados. También me aseguraría de llegar temprano a las reuniones para así escuchar el preludio musical y sentir el Espíritu.
- Durante la Santa Cena, recordaría a Jesucristo y Su expiación. Analizaría con espíritu de oración lo que había hecho bien y lo que había hecho mal, y me preguntaría: “Señor, ¿qué más me falta?” (véase Mateo 19:20).
- Después de tomar la Santa Cena, cada día oraría pidiendo ayuda para mejorar y para recordar a Cristo.
Al poner en práctica mi plan, ¡verdaderamente llegué a apreciar la Santa Cena! Me encantaba orar al Padre Celestial y conversar con Él acerca de mi vida. Independientemente de mi conducta durante la semana anterior, siempre estaba agradecida por la expiación de Jesucristo y la oportunidad de cambiar y de llegar a ser mejor. He aprendido que la Santa Cena no es solo para los domingos, sino para todos los días.
























