Vivamos de acuerdo con estos principios

Conferencia General Octubre 1978
Vivamos de acuerdo con estos principios
Presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. Kimball«Creo que deberíamos ser aún más corteses con nuestra esposa y nuestra madre, con nuestras hermanas e hijas, de lo que lo somos para con otras personas.»

Es un gran gozo reunimos con el Sacerdocio de la Iglesia en esta gloriosa noche. En todo el mundo nos reunimos para adorar al Señor y rendirle honores.

Mis hermanos del Sacerdocio, fue una gran emoción tener reunidas hace poco a miles de hermanas de la Iglesia en una asamblea, en centenares de lugares en todo el mundo; en esa oportunidad realizamos una reunión especial para las mujeres. Vosotros habréis recibido los informes de vuestras esposas, hermanas, madres o hijas, con respecto a dicha reunión Nos sentimos felices de haber podido llevarla a cabo y de disponer de la tecnología que hizo posible que llegara a tantos sitios alejados. Amamos a las mujeres de la Iglesia y sentimos por ellas un profundo respeto.

Continuando con ese esfuerzo, quisiera aconsejaros como hijos, hermanos, padres y esposos. Al servir junto con las mujeres de la Iglesia, seguid el consejo de Pablo cuando exhortando a Timoteo, le dijo:

«Trata a las ancianas como a madres; a las jovencitas como hermanas, con toda pureza». (Tim. 5:12.)

Esta es una de nuestras responsabilidades como poseedores del Sacerdocio, y como tales debemos ser diferentes a otros hombres. La sugerencia de Pablo de tratar a las mujeres de edad como si fueran nuestra madre y a las más jóvenes como si fueran nuestras hermanas, y hacerlo con toda pureza, es un excelente consejo. Los hombres del mundo podrán desdeñar a la mujer, o verla como un simple objeto de deseo o como alguien a quien pueden usar para satisfacer sus propósitos egoístas; pero nosotros debemos ser diferentes en nuestra conducta, así como en nuestras relaciones para con los miembros del sexo opuesto.

Pedro nos insta a honrar a nuestra esposa. (1Pe. 3:7.) Creo que deberíamos ser aún más corteses con nuestra esposa y nuestra madre, con nuestras hermanas e hijas, de lo que lo somos para con otras personas. Cuando Pablo dijo que el hombre que no provee para su propia casa y sus familiares »es peor que un incrédulo’ ‘ (1 Tim. 5:8.), considero que el hecho de proveer debería interpretarse como referente al bienestar emocional que provee el afecto, del mismo modo que a la seguridad económica. Cuando el Señor nos dice en esta dispensación que ‘ ‘las mujeres tienen derecho de recibir sostén de sus maridos» (D. y C. 83:2), pienso que en la palabra sostén se incluye nuestra obligación de mantener el afecto amoroso y proveer consideración y delicadeza, del mismo modo que los alimentos.

El presidente Lee dijo en una oportunidad que los necesitados que nos rodean, tienen tanta necesidad de amistad y compañerismo, como de cosas materiales. A veces pienso que podemos considerar a algunas de las mujeres mormonas necesitadas solo por el hecho de que algunos de nosotros no somos delicados y considerados con ellas en la forma en que deberíamos serlo. Nuestras despensas pueden estar repletas de alimentos, y sin embargo nuestras hermanas pueden estar hambrientas de afecto y reconocimiento.

Hermanos, apoyemos a las hermanas en el hogar y en los llamamientos de la Iglesia, del mismo modo en que ellas nos apoyan a nosotros. No las abandonemos simplemente porque ellas muchas veces son buenas y no se quejan de nuestra negligencia

Llenemos nuestro hogar con elogios y aliento para todos sus miembros. Tampoco debemos preocuparnos por nuestros compañeros del Sacerdocio-aquellos con quienes nos relacionamos en nuestras asignaciones en la Iglesia-, hasta el punto de ser negligentes con nuestras compañeras eternas, porque nuestra relación conyugal es para siempre.

Nuestro Padre Celestial fue lo suficientemente bondadoso como para darnos toda la vida que existe sobre la tierra, para nuestro placer y conveniencia. Quisiera leeros algo de su propia declaración:

«Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos.

Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.

Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.

Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana del día sexto.» (Gen. 1:20, 29-31.)

Durante la reunión del Sacerdocio en la última conferencia, leí las palabras de la canción »No matéis los pajarillos», canción que cantaba en Arizona cuando era niño. En ese entonces, había muchos muchachos de mi edad que mataban muchos pájaros con sus hondas. Tanto en la Escuela Dominical como en la Primaria cantábamos esa canción.

«No matéis los pajarillos que en el árbol alegres cantan, En los días del verano…»

Al hablarles en aquella oportunidad a los jóvenes de todo el mundo, considere que en el futuro debía decir algo más con respecto a esto. Supongo que en cada país del mundo hay hermosos pájaros de coloridos plumajes y atractivo canto.

Recuerdo que mi predecesor, el presidente Joseph Fielding Smith, era un protector de estos animales, al igual que del resto de las creaciones del Señor.

Mientras el presidente Smith se encontraba en la zona de las montañas Wasatch, extendió su amistad a las criaturas de las montañas y los bosques. El compuso entonces cuatro pequeños versos, y en cada uno de ellos hizo un pequeño dibujo. Acerca de la ardillita escribió:

«Esta es la pequeña ardilla, Que habita en los altos montes. Viene a suplicar por su comida, Y luego desaparece en los bosques.”

Con respecto al murciélago escribió:

»Este es el pequeño murciélago que por los alrededores de noche vuela. Él es nuestro amiguito ciego Que de insectos dañinos se alimenta.”

Sobre el cervatillo escribió:

«Este es nuestro amigo el cervatillo, Que nos visita siempre en la cabaña. Viene a lamer la sal que le ofrecemos Pero vive feliz y libre en la montaña.»

Con relación a los pájaros escribió:

»Este, nuestro pequeño amigo alado Que todo el día para nosotros canta. Cuando el invierno frío se aproxima. Sabiamente hacia el sur su vuelo levanta.»

Ahora, quisiera referirme a mis propios sentimientos relacionados con el innecesario derrame de sangre y la destrucción de la vida de estas indefensas criaturas. Creo que todo corazón debería sentirse profundamente conmovido por estos sentimientos expresados por un profeta.

No menos grave que el matar a los inocentes pajarillos, es el atentar contra los animales salvajes que se alimentan de otros que son dañinos y que, sin duda alguna, son enemigos del granjero y de la humanidad. No es solamente malvado destruirlos, sino que, en mi opinión, es también una vergüenza. Creo que este principio debería ser extensivo no solamente a la vida de los pájaros, sino también a toda la vida animal.

El presidente lose F. Smith dijo:

»Cuando visite el parque nacional de Yellowstone, hace algunos años, vi a lo largo de los ríos y los lagos hermosos pájaros volando plácidamente sin temor al hombre, y permitiendo que los turistas se aproximaran a ellos, al grado que parecían pájaros amaestrados; vi también gran cantidad de ciervos alimentándose a lo largo del camino, sin temor de la presencia humana, como si se tratara de animales domésticos. Esas escenas llenaron mi corazón de un inmenso sentimiento de paz y gozo, tanto que pareció como un preámbulo de lo que habrá de ser el mundo cuando el hombre y los animales vivan en paz total en toda la tierra, especialmente entre los habitantes de Sión. Si esos mismos pájaros, siendo tan mansos, vivieran en otras regiones habitadas por el hombre, llegarían a ser fácil presa de los cazadores; lo mismo sucedería con el ciervo y el antílope; si ellos habitaran en lugares donde no estuvieran protegidos por las leyes de los parques nacionales, es indudable que también se convertirían en fácil presa de los cazadores.

Nunca pude comprender el motivo por el cual el hombre podría sentir el deseo de derramar sangre, de matar y destruir la vida animal. He conocido hombres que lo hacen, y existen entre nosotros aquellos que disfrutan de lo que ellos consideran el ‘deporte de cazar’ pájaros y eliminarlos por centenares; estas personas, después de un día de practicar ese ‘deporte’, regresan jactándose de los cientos de inocentes pajarillos que eliminaron día tras día, durante la temporada en que la caza es legal, y se sienten felices por la carnicería que han llevado a cabo. El primer día de la temporada de caza, muy temprano por la mañana, se puede oír resonar sus mortíferas armas, como si se tratara de un gran ejército que se hubiera lanzado a la batalla, en su terrible obra destructiva de la carnicería de inocentes seres.

No creo que ninguna persona tenga derecho a matar animales o pájaros, a menos que los necesite para alimento. No debemos matar animales inocentes que no sean necesarios como alimento para el hombre. Creo que es malvada esta sed que algunas personas tienen en el alma por matar casi todo lo que posee vida. Esto está mal, y mucho me ha sorprendido ver a hombres prominentes cuyas mismas almas parecían estar sedientas de derramar sangre de inocentes animales.» (Gospel Doctrine, SLC, Des. Book Co. 1939, págs. 265-266.)

Un poeta escribió con relación a este tema:

»Jamás destruyáis la vida que no podéis dar, porque todas las criaturas tienen el mismo derecho de existir.»

Era diferente el caso de los pioneros, cuando cruzaban las llanuras y mataban un búfalo para alimentar a los niños y a sus familias. También en ese entonces se encontraban hombre viciosos que mataban a los búfalos para arrancarles la lengua o la piel, sacrificando así una vida y desperdiciando enormes cantidades de alimento

Cuando se le pregunto al profeta José Smith cómo hacia para gobernar a tanta gente, él dijo: «Les enseñó principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos». Nos dirigimos ahora al profeta lose Smith en búsqueda de enseñanzas correctas. Él dijo en una oportunidad:

»Cruzamos el río y acampamos a lo largo de un pequeño afluente del mismo, cerca de un kilómetro y medio hacia el oeste Al armar mi tienda, encontramos tres víboras de cascabel, a las cuales los hermanos querían matar, pero yo les dije: ‘No las matéis. ¿Cómo habrá de perder el veneno la serpiente mientras los siervos de Dios posean la misma disposición, y continúen haciéndole la guerra? Los hombres deben llegar a ser pacíficos antes de que la creación bruta lo sea; y cuando los hombres pierdan su disposición maligna y cesen de destruir la raza animal, el león y el cordero vivirán juntos y el niño pequeño jugara con el áspid sano y salvos. Los hermanos entonces tomaron cuidadosamente a las serpientes con unas varas y las llevaron a través del arroyo. Entonces los exhorte a que no mataran serpientes, pájaros ni animales de ninguna clase durante el viaje, a menos que fuera estrictamente necesario para alimentarnos y evitar el hambre.»

Ahora mis hermanos, tanto jóvenes como viejos, hay otro asunto que quisiera mencionar y deseo leeros algo bastante ilustrativo, para vuestra cuidadosa consideración. Se titula: »Mantengámonos limpios».

«Cuando hacemos un cuento de mal gusto ¿os detenéis a pensar en la impresión que causáis a los demás? ¿Creéis que porque ellos se ríen, disponéis de un motivo para enorgulleceros’? ¿Sabéis que cuando hacéis un cuento sucio exhibís todo lo que en el alma tenéis?

Esa suciedad revela vuestra propia decadencia y proclama vuestra ignorancia; también disgusta a todos los muchachos decentes que aman la sana alegría.

¿Creéis que demostráis tener sentido común, cuando desnudáis ante las multitudes lo inmundo de vuestra mente? ¿Sabéis que así deshonráis tanto a vuestros padres como a vuestros amigos?

Pensadlo, y os daréis cuenta de que es así.

Seleccionad un poco vuestro lenguaje. Sed un poco más refinados, y ganareis el respeto de los que os rodean.

Tendréis entonces una gran ventaja sobre los que sienten la inclinación de ir por la vida rodeados de inmundicia, y de pecado.»

Hermanos, pensemos acerca de estas cosas, meditémoslas en el corazón, vivamos dignamente, guardemos los mandamientos, honremos el Sacerdocio, y el Señor nos amara y bendecirá, y como uno de Sus siervos, yo también os dejo mi amor y mi bendición.

Deseo hablar de otro asunto antes de terminar; se trata de lo que hemos hablado con respecto al gran programa misional, al que se refirió el élder LeGrand Richards al principio de esta reunión. Tenemos ahora cerca de 27.000 misioneros, y cada semana esta cantidad aumenta.

Hay todavía muchas naciones en las que nos sido ha imposible entrar; no hemos podido conseguir visados ni pasaportes para ese fin. Pero si hemos de cumplir con la responsabilidad que el Señor no dio en el Monte de los Olivos, de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura, necesitamos que se nos abran las puertas de esas naciones. En la reunión para los Representantes Regionales, hable de esto con los hermanos. Apenas hemos empezado a »raspar la superficie». Necesitamos muchos más misioneros; también es necesario que en muchos piases se nos considere como amigos, y se nos dé la oportunidad de entrar al país y dar a su pueblo lo más grande y precioso de este mundo, el Evangelio de Jesucristo, que puede ser su salvación y su felicidad.

Espero que cada miembro del Sacerdocio -hombre o muchacho-que oiga o lea estas palabras, convierta en una práctica diaria y solemne el orar constantemente, pidiendo las bendiciones del Señor sobre los hermanos que están haciendo un esfuerzo especial para convencer a los líderes de estas naciones, de que nosotros tenemos algo excelente para ofrecer a su pueblo. Nuestro mensaje los hará mejores ciudadanos, mejores almas, y les llevara gozo y felicidad.

Espero que todas las familias tengan su noche de hogar todas las semanas. Uno de los temas principales de esa noche debe ser la obra misional; y los padres y los hijos, cuando les toque el turno, deben ofrecer oraciones cuyo punto central sea este importante elemento: primero, que las puertas de las naciones se nos abran; y segundo, que cada joven en la Iglesia este ansioso por cumplir una misión y traer almas al reino de Dios.

En China hay novecientos millones de habitantes. Ayer vinieron a verme unos cincuenta santos chinos, a quienes les mostré nuestras oficinas y les hable de nuestros programas; luego les dije: «Hoy hemos estado hablando sobre China». (Ese día había tenido lugar la reunión con los Representantes Regionales.) «Hemos hablado de las excelentes cualidades de vuestro pueblo, y de que el Espíritu del Señor parece estar sobre ellos, para brindarnos la posibilidad de llevarles el evangelio.» Entonces les pregunte: »¿Podríais prometerme que en todas vuestras noches de hogar, en todas vuestras oraciones familiares y colectivas, hablareis de esto al Señor? Hermanos, yo sé que Él puede hacerlo sin nuestra ayuda; pero estoy seguro de que a Él le gustaría saber que estamos interesados en la obra misional, y que agradeceremos infinitamente Su ayuda».

Por lo tanto, espero que a partir de hoy las oraciones de los santos aumenten con respecto a esto, que jamás oremos sin pedirle al Señor que establezca Su programa y nos posibilite la tarea de llevar el evangelio a todos los pueblos, como Él nos lo ha mandado. Tengo un profundo interés en esta obra, y os ruego que hagáis lo que os he pedido.

Antes de terminar, deseo expresar mi agradecimiento a todos estos amados hermanos que nos han hablado, por las cosas que han dicho. Os dejo mi testimonio de La verdad y la grandeza del evangelio, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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