Conferencia General Octubre 1979
La administración de la Iglesia
Por el presidente N. Eldon Tanner
De la Primera Presidencia
Mis hermanos, siempre me siento conmovido al encontrarme frente de una audiencia formada por hombres que poseen el Sacerdocio de Dios, que es el poder que El ha dado al hombre para actuar en Su nombre, en el oficio que posea. Me asusta pensar en el enorme poder que existiría, si cada hombre que posee el sacerdocio viviera de acuerdo con las enseñanzas del evangelio v los convenios que ha hecho con el Señor.
El Sacerdocio Aarónico fue restaurado en estos últimos días por Juan el Bautista, quien colocó las manos sobre la cabeza de José Smith para conferírselo; el Sacerdocio de Melquisedec, como sabéis, fue conferido a José Smith y Oliverio Cowdery mediante la imposición de manos de Pedro, Santiago y Juan. Cada uno de vosotros, o posee el Sacerdocio de Melquisedec, o se está preparando para recibirlo. Quisiera repetiros el juramento y convenio de este sacerdocio:
«Porque los que son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de los que he hablado, y magnifican sus llamamientos, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos.
Llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón y la simiente de Abraham, la Iglesia y el reino, y los elegidos de Dios.
Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor;
Porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí;
Y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre;
Y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado.
Y esto va de acuerdo con el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio.
Así que, todos aquellos que reciben el sacerdocio reciben este juramento y convenio de mi Padre que no se puede quebrantar, ni tampoco puede ser traspasado.» (D. y C. 84:33-40.)
El sacerdocio es el poder más grande que existe en la tierra. Fue por este poder que la tierra fue creada y que se formaron el universo y todas las demás cosas. Esta Iglesia fue organizada por el poder del sacerdocio, mediante alguien que había sido llamado por Dios, por medio de la revelación.
Sabemos que Dios el Padre y su Hijo Jesucristo aparecieron a un joven de nombre José Smith, y que desde entonces, fue continuamente guiado por la revelación. Con respecto al establecimiento de la Iglesia, leemos lo siguiente:
«El origen de la Iglesia de Cristo en los últimos días. . . por la voluntad y los mandamientos de Dios. . .
Los cuales mandamientos fueron dados a José Smith, hijo, quien fue llamado de Dios y ordenado Apóstol de Jesucristo, para ser el primer élder de esta Iglesia.» (D. y C. 20:1-2.)
«He aquí, se llevará entre vosotros una historia; y en ella tú serás llamado vidente, traductor, profeta, Apóstol de Jesucristo, élder de la Iglesia por la voluntad de Dios el Padre, y la gracia de tu Señor Jesucristo.» (D. Y C. 21:1)
Quiero aseguraros, hermanos, que pertenecéis a la verdadera Iglesia de Jesucristo, y que esa Iglesia está dirigida por El mismo mediante un Profeta de Dios, nuestro amado presidente Spencer W. Kimball.
Quisiera deciros algo con respecto a la forma en que funciona la Iglesia en su sede, en Salt Lake City. Frecuentemente, oímos decir que la Iglesia es una democracia, cuando en realidad, en lugar de ser gobernada por oficiales elegidos por los miembros, es una teocracia, o sea, que Dios la dirige por medio de representantes elegidos por El. Nuestro quinto artículo de fe dice así:
«Creemos que el hombre debe ser llamado de Dios, por profecía v la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad para predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.»
Esta es la manera en que fue escogido José Smith por el Señor para ser Presidente de su Iglesia, y apartado por aquellos que tenían la autoridad para hacerlo.
Siempre ha sido un testimonio para mí leer la sección 107 de Doctrinas y Convenios, y ver que allí aparecen todos los oficios del sacerdocio con cada una de sus respectivas responsabilidades.
«Tres Sumos Sacerdotes Administradores, del Sacerdocio de Melquisedec, escogidos por el cuerpo, nombrados a ese oficio y ordenados, y sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la Iglesia, forman el quórum de la Presidencia de a Iglesia.
Además, el deber del Presidente del Sumo Sacerdocio es presidir a toda la Iglesia y ser semejante a Moisés.
. . .si ser vidente, un revelador, un traductor y un profeta, teniendo todos los dones que Dios confiere sobre la cabeza de la Iglesia (D. Y C. 107:22, 91-92.)
También dice lo siguiente:
«Los doce consejeros viajantes son llamados para ser los Doce Apóstoles, o testigos especiales del nombre de Jesucristo en todo el mundo. . .
Y constituyen un quórum con igual autoridad y poder que el de los tres presidentes ya mencionados.’ (D. y C. 107:28-24.)
En el libro Enseñanzas del Profeta José Smith se encuentran estas palabras:
«En seguida el presidente Smith se puso a explicar el deber de los Doce, así como su autoridad, que sigue a la de la presidencia actual . . . Los Doce no tienen que responder a nadie sino a la Primera Presidencia . . . y donde yo no estuviere, (quería decir el Presidente de la Iglesia), no habrá Primera Presidencia sobre los Doce.» (Enseñanzas del profeta José Smith, págs. 122-23.)
Cuando José Smith murió, los Doce se convirtieron en la autoridad que presidía la Iglesia, teniendo a Brigham Young como Presidente, dirigieron los asuntos pertinentes a ésta durante tres años y medio. Luego Brigham Young fue elegido Presidente de la Iglesia, el escogió, ordenó y apartó a sus consejeros. Después de su muerte pasaron tres años y dos meses hasta que John Taylor fue apartado como nuevo presidente de la Iglesia Y a partir del fallecimiento del presidente Taylor, transcurrió un año y nueve meses, antes de que Wilford Woodruff fuera escogido, apartado y ordenado Presidente de la Iglesia. Desde entonces, solamente ha habido un lapso de días entre la muerte de un presidente y la elección del siguiente, y siempre en esos casos el Consejo de los Doce preside, hasta que la Primera Presidencia se organiza nuevamente.
Me gustaría relataros lo que sucedió después de la muerte inesperada del presidente Harold B. Lee, el 26 de diciembre de 1973. Yo me encontraba en Arizona, donde había ido a pasar la Navidad con mi hija y su familia, cuando recibí una llamada telefónica del hermano Arthur Haycock, secretario del Presidente, diciéndome que el presidente Lee se encontraba muy enfermo, y que se pensaba que sería mejor que ya regresara a Salt Lake City a la brevedad posible. Media hora más tarde volvió a llamar y me dijo: «El Señor ha hablado. El presidente Lee ha sido llamado junto a Él».
El presidente Romney, quien dirigía los asuntos de la Iglesia en mi ausencia, se encontraba en el hospital con el élder Spencer W. Kimball, entonces Presidente del Consejo de los Doce. Inmediatamente después de la muerte del presidente Lee, el presidente Romney se volvió al presidente Kimball y le dijo «Ahora, usted es el encargado». Recordaréis que el profeta José Smith dijo que sin un presidente, no habría Primera Presidencia sobre los Doce.
Menos de un minuto después del fallecimiento del presidente Lee, ya el Consejo de los Doce había pasado a ser la autoridad presidente en la Iglesia.
Luego del funeral del presidente Lee, el presidente Kimball convocó a los apóstoles a una reunión que r tuvo lugar el 30 de diciembre a las tres de la tarde, en el cuarto de Consejo del Templo de Salt Lake City. El presidente Romney y yo tomamos los lugares que nos correspondían en el consejo por antigüedad; éramos un total de catorce hermanos.
Después de un himno y de la oración, ofrecida por el presidente Romney, el presidente Kimball, con gran humildad, nos expresó sus sentimientos. Nos dijo que había pasado el viernes en el templo hablando con el Señor, y que había derramado muchas lágrimas pidiéndole que lo ayudara en sus nuevas responsabilidades, y también a escoger a sus consejeros.
Vestidos con nuestra ropa del templo, hicimos un círculo de oración; el presidente Kimball me pidió que lo dirigiera, y al élder Thomas S. Monson, que ofreciera la oración. Después, nos explicó el propósito de la reunión y pidió a cada miembro del Quórum que, por orden de antigüedad, expresara sus sentimientos en cuanto a si debíamos organizar la Primera Presidencia ese mismo día, o continuar ejerciendo como Consejo de los Doce. Todos votamos en favor de organizarnos inmediatamente, y cada uno de nosotros tuvo palabras de elogio para el presidente Kimball y su labor con los Doce.
A continuación, el élder Ezra Taft Benson propuso al hermano Spencer W. Kimball como Presidente de la Iglesia. La moción fue apoyada por el élder Mark E. Petersen y aprobada por unanimidad. Luego el presidente Kimball nombro a Marion G. Romney como Segundo Consejero y a mí como Primero, y ambos le expresamos nuestra disposición de aceptar el llamamiento, y dedicar todo nuestro tiempo y energías a servir en esa posición.
Los nombramientos fueron aprobados por unanimidad.
Después, el élder Mark E. Petersen, segundo en orden de antigüedad en el Quórum, nombro al hermano Ezra Taft Benson como Presidente del Consejo de los Doce, lo que también fue aprobado por unanimidad.
En ese momento, todos los miembros presentes pusimos nuestras manos sobre la cabeza del hermano Spencer W. Kimball, y el presidente Benson ofreció la bendición y la ordenación, y lo apartó como decimosegundo Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Luego, el presidente Kimball procedió a apartar a sus consejeros, y al hermano Benson como Presidente del Consejo de los Doce.
Una vez hecho todo esto, quedaron once miembros en el Quórum; por lo tanto, era necesario llamar a m nuevo miembro que llenara la vacante.
Estoy seguro de que os interesa saber cómo se eligen las Autoridades Generales. Por inspiración y revelación, el Presidente elige de entre aquellos que, a su pedido, han sido recomendados por los apóstoles, juntamente con los que el mismo se sienta inspirado a considerar. Debido a que Dios llama al nombre por medio de la inspiración r la revelación, las Autoridades Generales son divinamente nombradas, y su nombramiento debe ser aprobado por el Consejo de los Doce antes de llamarlo y apartarlo; luego, su nombre se presenta para a aprobación de los miembros durante la conferencia general.
Os daré un ejemplo de la manera en que esto se lleva a cabo, permitidme compartir con vosotros una experiencia del presidente Heber J. Grant. Mientras el fue miembro del Consejo de los Doce, cuando el Presidente de la Iglesia le pedía que le recomendara a alguien para el Quórum, el siempre presentaba el nombre de un íntimo amigo suyo; pero esa persona nunca fue escogida. Se dice que el presidente Grant decía que si alguna vez llegaba a ser Presidente de la Iglesia, llamaría a su amigo si había una vacante, porque lo consideraba muy capacitado.
Después que recibió el llamamiento como Presidente, y cuando se presentó una vacante, el hermano Grant le dijo al Señor en oración que sabía a quién deseaba llamar el, pero que quería elegir al hombre que el Señor quisiera. Entonces le vino a la mente el nombre de Melvin J. Ballard a quien el conocía muy poco, y allí continuo insistentemente hasta que el Presidente comprendió que aquel era el elegido por el Señor. Así fue nombrado por el presidente Grant y aprobado por el Consejo de los Doce; estos procedieron a ordenarlo y apartarlo, y su nombre fue presentado para aprobación de los miembros en la siguiente conferencia general.
Quisiera contaros mi propia experiencia al respecto. Mientras me encontraba sirviendo como Presidente de la estaca de Calgary, Canadá, asistí a la conferencia general que hubo en Salt Lake City, en octubre de 1960. El viernes por la tarde me llamaron por teléfono avisándome que el presidente McKay deseaba verme a la mañana siguiente. Naturalmente, sin saber que deseaba de mí el Presidente, dormí muy poco aquella noche. Al día siguiente lo encontré en su oficina, a la hora estipulada, y me senté frente a él. Me miro directamente a los ojos, me coloco la mano sobre la rodilla, y me dijo: «Presidente Tanner, el Señor desea que usted acepte un llamamiento de
Autoridad General, como Ayudante del Consejo de los Doce». Luego me pregunto qué pensaba respecto a mi llamamiento. No sé exactamente lo que le dije, pero trate de asegurarle que me encontraba altamente honrado, aunque no muy apto para el cargo, pero que estaba dispuesto a dedicar todo mi tiempo y esfuerzos al servicio del Señor.
Esa misma mañana se presentaron mi nombre y los de los élderes Franklin D. Richards y Theodore M. Burton, para el sostenimiento de los miembros.
En esta misma forma, y dentro del nivel correspondiente, se seleccionan a todos los otros oficiales de la Iglesia.
Ahora quiero explicaros el procedimiento que se sigue cuando una persona vota en contra. Pasamos por una experiencia de estas, en la conferencia de octubre de 1977. Algunos recordareis que el disidente deseaba que su voto fuera registrado. En casos así, actuamos de la siguiente manera: En esa ocasión, todas las personas votaron en favor de los nombres presentados, con la excepción del mencionado hermano; por lo tanto, le pedí públicamente que fuera a hablar con uno de los apóstoles. El propósito era que esa persona pudiera explicar el motivo por el cual no podía apoyar a los oficiales presentados. Esto le da la oportunidad al disidente de explicarle a la Autoridad General si tiene un buen motivo para creer que ese oficial no es digno del llamamiento; la Autoridad General, entonces, puede hacérselo saber a la Primera Presidencia.
Deseo también hablaros sobre una experiencia que tuve cuando fui llamado a Nueva Zelanda, para reorganizar una estaca. No conocía a nadie allí, con excepción del presidente de la estaca. Le pedí que me proporcionara una lista de los obispos y miembros del Sumo Consejo, y mientras la leía, me pareció notar que un nombre se destacaba entre los demás. El nombre era Campbell, y cuanto más miraba la lista, más notorio se me hacía. Se encontraba conmigo el obispo Vandenberg y, después de haber orado y pedido al Señor su guía entrevistamos a todos aquellos hermanos.
Después de todas las entrevistas y sin haberle mencionado al hermano Vandenberg ningún nombre, volvimos a orar y a pedir la inspiración del Señor. Cuando terminamos y nos pusimos de pie, le pregunte: «Si usted tuviera la absoluta responsabilidad de decidir, ¿a quién escogería como presidente de esta estaca?» El me respondió sin vacilar: «A Bill Campbell». Esta fue para mí otra evidencia de que el Señor dirige estos nombramientos.
Todos los asuntos que tienen que ver con la administración de la Iglesia, están bajo la dirección de la Primera Presidencia; estos asuntos se dividen generalmente en tres categorías: Primero, los que administra directamente la Primera Presidencia; segundo, los asuntos eclesiásticos, que administra el Consejo de los Doce, bajo la dirección de la Primera Presidencia; y tercero, los asuntos temporales, administrados por el Obispado Presidente, de acuerdo con las asignaciones de la Primera Presidencia.
Algunos de los asuntos que administra directamente la Primera Presidencia son: las conferencias de área, las asambleas solemnes, los departamentos de Presupuesto, de Educación, Histórico y de personal; los templos, las auditorias, el Consejo Coordinador y los Servicios de Bienestar.
Ahora bosquejare algunas de las responsabilidades de los Doce. Bajo la dirección de la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce se encarga de todos los asuntos eclesiásticos de la Iglesia, incluyendo 1o6 que llevan a cabo los miembros del Primer Quórum de los Setenta. Tiene también la responsabilidad de programar las conferencias de estaca en toda la Iglesia, y designar a las Autoridades Generales que asistirán a estas; dichas conferencias se llevan a cabo semanalmente durante todo el año, con excepción del mes de julio.
Todas las Autoridades Generales se esfuerzan diligentemente por aprovechar los programas de los sábados por la noche y las sesiones generales del domingo, para motivar a los miembros de toda la Iglesia a tener un modo de vida mejor. Se reúnen con los presidentes y oficiales de las estacas y discuten con ellos sobre el progreso que deben alcanzar, y las maneras y medios para lograrlo. La labor de las Autoridades Generales les exige que se alejen de su hogar a veces por tres o cuatro días, a veces por dos semanas, a fin de poder cumplir con sus asignaciones para las conferencias, giras misionales, etc.
Actualmente, hay cuatro departamentos bajo la supervisión de los Doce, cada uno administrado por tres o cuatro Setentas, y el personal correspondiente. Estos son: el del Sacerdocio, el Misional, el Genealógico y el de los Cursos de Estudio.
E1 Consejo de los Doce también tiene la responsabilidad de planear una vez al año, seminarios para nuevos presidentes de misión y para representantes regionales.
Todos sabemos que los Doce no podían cumplir solos con estas pesadas responsabilidades, y que es necesario proveerles asistencia. Hace algunos años, se llamó a varios hombres como Ayudantes del Consejo de los Doce; pero recientemente, debido al rápido crecimiento de la Iglesia y teniendo en cuenta las enseñanzas de José Smith al respecto, estos y otros hermanos fueron llamados a formar parte del Primer Quórum de los Setenta. Así comenzó a aumentarse el número de integrantes de dicho quórum, que estaba formado solo por siete presidentes, quienes presidían sobre todos los demás quórumes de setenta en toda la Iglesia.
Con respecto a los Setenta, leemos lo siguiente:
«Los Setenta obrarán en el nombre del Señor, bajo la dirección de los Doce, o el sumo consejo viajante, edificando la Iglesia y regulando todos los asuntos en todas las naciones. . .» (D. y C. 107:34.)
El Departamento del Sacerdocio recomienda los procedimientos y normas a seguir para el Sacerdocio de Melquisedec, el Sacerdocio Aarónico, y las organizaciones auxiliares, y supervisa los programas de actividades.
El Departamento de los Cursos de Estudio provee los materiales de capacitación, manuales y guías de instrucciones, es responsable por las revistas de la Iglesia, y coordina la producción de todas sus publicaciones.
E1 personal de Correlación revisa todos los artículos para los cursos de estudio y las revistas, e informa al Comité de Correlación, que está compuesto por la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta, el Obispo Presidente y el Director de Educación. En este departamento se correlacionan todos los materiales de enseñanza y capacitación, con la idea de preparar a los miembros individualmente para la obra en el templo, la obra misional, y las diferentes responsabilidades en la Iglesia, y además, para la vida eterna.
El Departamento Misional provee los materiales que se utilizan en el campo misional y en la preparación de los futuros misioneros, y ayuda a hacer las asignaciones misionales. También vigila el funcionamiento de los centros de visitantes y otros asuntos pertinentes al programa misional.
Estoy seguro de que os interesara saber cómo se procede para llamar a un misionero. El obispo correspondiente entrevista al futuro misionero, antes de hablar con sus padres, a fin de determinar su actitud y dignidad, antes que nadie se entere si hay posibilidades de que sea llamado. Si considera al joven digno, y deseoso de hacer una misión, entonces llama a los padres para hablar con ellos; y luego, si todo está en orden, el obispo lo recomienda al presidente de estaca, quien, a su vez, también lo entrevista para comprobar su integridad. Si lo encuentran digno y con buena disposición, lo recomiendan a la Primera Presidencia.
Para determinar el lugar al cual se le llamara, existen varios factores que deben tomarse en cuenta, tales como la aptitud de la persona (registrada en el formulario), y las misiones que necesitan misioneros en ese preciso momento. Luego, la persona es llamada por inspiración a la misión en la cual puede servir mejor al Señor. Recibe entonces una carta del Presidente de la Iglesia con su llamamiento oficial, y se espera que inmediatamente la conteste de su puño y letra.
Recuerdo una historia acerca de un misionero, que demuestra la forma en que el Señor dirige su obra por medio de la inspiración. En una ocasión, después que se habían enviado las cartas de llamamiento a un grupo de misioneros, el secretario ejecutivo del Departamento Misional recibió una llamada telefónica de la madre de un muchacho, que había recibido su asignación para ir al Este de los Estados Unidos. Esta señora dijo que ella y el padre del joven se encontraban muy desilusionados, porque el padre y el abuelo habían ido en sus misiones a Alemania, y deseaban que el muchacho fuera también allí.
El secretario le pregunto cómo se sentía el muchacho con respecto al llamamiento, y ella le dijo que el todavía no lo sabía, pues estaba en una clase y ella había abierto la carta en su ausencia.
El secretario le manifestó su sorpresa ante el hecho de que hubiera abierto la única carta que quizás el joven recibiera en su vida del Presidente de la Iglesia, y le sugirió que volviera a llamarlo después que él la hubiera leído. Al día siguiente la madre volvió a llamar para disculparse, diciéndole al secretario que su hijo había reaccionado con gran satisfacción ante el llamamiento, y que últimamente había estado orando en secreto para que no lo enviaran al extranjero en su misión.
Me referiré ahora a las responsabilidades de los integrantes del Obispado Presidente, quienes administran todos los asuntos temporales que les asigna la Primera Presidencia. Esto incluye todas las propiedades, con la correspondiente adquisición de tierras, construcción y mantenimiento de edificios, según lo requiera la División Eclesiástica. Además, supervisan los asuntos pertinentes a las finanzas, los registros de miembros, las ofrendas de ayuno, los diezmos, las compras, y la traducción y distribución de materiales. Tienen también la importante responsabilidad de dirigir el Departamento de los Servicios de Bienestar, cuyo programa vital y reglamentos, son determinados por el Comité de los Servicios de Bienestar, compuesto por la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce, el Obispado Presidente y la presidencia general de la Sociedad de Socorro. Dentro del programa de los Servicios de Bienestar se encuentran las Industrias Deseret, que operan en diversas partes del mundo, los programas de bienestar en las estacas, barrios y misiones, los almacenes de Obispo, etc.
Debido al gran crecimiento y a la expansión de la Iglesia en todo el mundo, ha sido necesario que esta e administre en las áreas, descentralizándola de Salt Lake City, especialmente en lo que se refiere a la organización y capacitación de los miembros, en aquellos lugares donde el progreso de la Iglesia es más rápido; hay muchos lugares i de se organizan nuevos distritos, barrios y estacas, cuyos miembros en general tienen muy poca experiencia en los asuntos administrativos. Por ejemplo, en 1976 visité Caracas, Venezuela, donde el residente de la misión convocó a los miembros para una reunión; hubo una asistencia de entre trescientas y cuatrocientas personas, la mayoría de las cuales habían sido miembros de la Iglesia menos de cinco años. Al año siguiente organizamos allí una estaca, cuyo miembro más antiguo había estado en la Iglesia por sólo siete años. Es vidente que se necesita más instrucción, capacitación y asistencia para los miembros, en esos lugares donde el progreso de la Iglesia es muy rápido.
Con el fin de atender a la administración de los asuntos eclesiásticos, hemos dividido los lugares donde está establecida la Iglesia en áreas, presididas por administradores ejecutivos; de estas, doce están fuera de los Estados Unidos y Canadá. Esos administradores ejecutivos son miembros del Primer Quórum de los Setenta, y fuera de los países mencionados, viven en el área que administran. Para ayudar a estos administradores tenemos los representantes regionales, hombres calificados y con experiencia, que viven cerca de la región que está bajo su jurisdicción. Cada uno de ellos trabaja con varias estacas y misiones, a fin de que por su intermedio exista un contacto permanente entre los líderes de estas y el administrador ejecutivo o supervisor de área, en lugar de tener que depender directamente de la cabecera de la Iglesia en Salt Lake City, lo cual consumiría mucho más tiempo.
A fin de que la administración de estos programas sea adecuada fuera de los Estados Unidos y Canadá, tenemos los representantes del Obispado Presidente, o directores temporales, quienes supervisan estos asuntos en las áreas que se les han asignado, y en las cuales viven. Esto hace posible que los miembros reciban inmediata atención a sus problemas, y la debida capacitación en todos los aspectos administrativos. El administrador ejecutivo (supervisor de área) y el director de asuntos temporales se reúnen regularmente, a fin de coordinar y correlacionar sus actividades.
En general, todos estos asuntos están bajo la dirección de la Primera Presidencia, que se reúne todos los martes, miércoles, jueves y viernes, a las ocho de la mañana, con la presencia de un secretario, que lleva un registro completo de todos los asuntos tratados en dichas reuniones; entre estos, está la correspondencia directa a la Primera Presidencia, que incluye todos los temas imaginables; en ella hay toda clase de preguntas, desde si es correcto hacerse perforar las orejas, hasta apelaciones de procedimientos de excomunión efectuados por presidencias de estaca y sumos consejos; también sobre normas de vestir y arreglo personal, hipnotismo, obediencia al día de reposo, interpretación de las Escrituras, sellamientos, quejas contra autoridades locales, reencarnación, donación de partes del cuerpo para estudios científicos, cremación de cadáveres, trasplantes, asuntos legales, y un sinfín de otros temas.
Otros asuntos que requieren decisiones de la Primera Presidencia, son la elección de presidencias para nuevos templos, la selección del lugar donde estos han de edificarse, y otros, que discuten junto con el Consejo de los Doce y el Obispado Presidente. También hacen los planes para las asambleas solemnes y para las conferencias de área, que se llevan a cabo en todo el mundo.
Los martes por la mañana, la Primera Presidencia se reúne con el Comité de Gastos, formado por el Profeta, sus dos consejeros, cuatro miembros de los Doce y el Obispado Presidente; en esta reunión los directores de los diferentes departamentos presentan sus estipulaciones de gastos a consideración del comité, y se hace la distribución correspondiente; entre estas se encuentran las peticiones hechas por el Departamento de Bienes Raíces, para la adquisición de tierras y de edificios, como los centros de estaca o barrio, casas de misión, centros de visitantes, etc.; además, el Obispado Presidente presenta su presupuesto de gastos para cubrir los proyectos de bienestar.
En las reuniones de los miércoles, la Primera Presidencia recibe los informes de los directores de aquellos departamentos que se encuentran directamente bajo su supervisión, como el Histórico, el de Personal y el de Comunicaciones Publicas. Siempre que sea posible, ese día también se reciben visitantes. He notado y me ha impresionado a menudo la influencia que tiene el Presidente de la Iglesia sobre esas personas que nos visitan
Una vez al mes, también en día miércoles, la Primera Presidencia se reúne con la Mesa Directiva de Educación y el Consejo Directivo de la Iglesia, para tratar asuntos relacionados con las universidades y los colegios, seminarios e institutos, X otras escuelas de la Iglesia. También una vez por mes, los miércoles, se reúnen con el Consejo Coordinador, compuesto por la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce y el Obispado Presidente; en esa reunión discuten y deciden asuntos administrativos, a fin de que todas las responsabilidades estén divididas en forma clara y coordinada. Después de esta reunión, se reúnen también con el Comité de los Servicios de Bienestar.
Los jueves por la mañana, a las 10:00, se reúnen con el Consejo de los Doce en un cuarto del Templo, en donde los Apóstoles han estado reunidos desde las 8:00. Este es el mismo cuarto en donde los líderes de la Iglesia han sido guiados por el Señor desde que se terminó el templo. Allí uno experimenta un sentimiento espiritual muy especial, y algunas veces percibimos la presencia de algunos de estos grandes líderes que nos han precedido. En las paredes, hay fotografías de los doce presidentes de la Iglesia, lo mismo que de Hyrum Smith, el Patriarca. Hay también cuadros del Salvador, en el Mar de Galilea, llamando a sus Apóstoles, y representando Su crucifixión y ascensión a los cielos. Estando en ese cuarto, podemos imaginar fácilmente a aquellos grandes líderes sentados en concilio, y tomando importantes decisiones bajo la dirección del Señor. Cuando los miembros de la Primera Presidencia entramos en el cuarto, saludamos con un apretón de manos a los miembros del Consejo de los Doce, y pasamos a ponernos nuestra ropa del templo. Luego cantamos, nos arrodillamos y oramos, reuniéndonos a continuación en el altar en un círculo de oración. Después, volvemos a cambiarnos de ropa.
Una vez que hemos discutido las actas de las reuniones anteriores, consideramos asuntos como los siguientes: aprobación de cambios de obispados, de acuerdo con las recomendaciones de los presidentes de estaca que ya los Doce han discutido en su reunión (durante 1977, se aprobó un promedio de 25 a 30 obispos por semana); los cambios en las organizaciones de barrios, estacas, misiones y templos, en todo el mundo, incluyendo los límites y oficiales de los mismos; la administración de organizaciones auxiliares; asuntos presentados por los directores de diferentes departamentos, y nuestros informes sobre conferencias de estaca y otras actividades llevadas a cabo durante esa semana. Allí se considera y se aprueba cualquier cambio administrativo o de normas, el cual pasa entonces a ser oficial.
Relatare una experiencia de una de esas reuniones. Recuerdo que en una ocasión en que se discutía determinado asunto, los miembros del Consejo de los Doce diferían en sus puntos de vista. Cuando el presidente McKay dio su opinión, diciendo lo que le parecía que debíamos resolver, me volví hacia el hermano que estaba a mi lado y le dije: «¿No es maravilloso ver como él siempre tiene la respuesta correcta, y como todos sabemos que es la correcta apenas la manifiesta?» Mi colega me respondió: «No olvidemos que estamos escuchando a un Profeta de Dios». Así es como cualquier decisión que se toma, es una decisión unánime, a pesar de las diferencias que hayamos podido tener al principio.
El primer jueves de cada mes, la Primera Presidencia se reúne con todas las Autoridades Generales: los Apóstoles, el Patriarca, los Setenta y el Obispado Presidente. En esa reunión se les pone al tanto de los cambios que se han hecho en los programas y procedimientos, y se les instruye en cuanto a sus deberes y responsabilidades. El Presidente pide a algunos de los hermanos que compartan con nosotros su testimonio, después de lo cual todos nos vestimos con nuestra ropa del templo, participamos de la Santa Cena y hacemos un circulo de oración; una vez terminada esta, todos se retiran con excepción de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, quienes se visten nuevamente con su ropa de calle y proceden con los asuntos regulares de las reuniones de los jueves. Un secretario toma nota y completa un informe de todo lo que allí se dice y hace.
Después de las reuniones de los jueves, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, almuerzan en un cuarto designado con ese propósito, en el que hay un cuadro que representa la Ultima Cena. Ese es un período de descanso, en el cual conversamos, intercambiamos experiencias y discutirnos asuntos de interés común.
Los viernes, a las nueve de la mañana, el Obispado Presidente se reúne con la Primera Presidencia para informar y discutir asuntos concernientes a la administración.
La Iglesia posee algunas corporaciones de negocios, que operan de acuerdo con los intereses de esta y prestan servicio público; entre ellas se cuenta la Corporación Internacional Bonneville, una compañía de seguros de vida y otra de seguros médicos, el hotel Utah, el diario Deseret News, etc. Algunas personas tienen el concepto erróneo de que la Iglesia no paga impuestos; me gustaría sacarlas del error: todas las corporaciones de la Iglesia pagan impuestos con una tasa exactamente igual a la de cualquier otra corporación similar.
Esperamos, y oramos siempre, cada día, para que la Iglesia sea administrada como el Señor mismo lo haría, por aquellos que han sido llamados a posiciones de responsabilidad, como la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce, el Primer Quórum de los Setenta y el Obispado Presidente, y que todas las autoridades locales sean bendecidas o guiadas en su labor.
Doy mi testimonio de que el Señor dirige su Iglesia por intermedio de su Profeta, y ruego humildemente que todos podamos comprender eso, que podamos agradecer el hecho de ser miembros de ella, y esforzarnos diligentemente por prepararnos para la vida eterna. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























