Conferencia General Octubre 1979
«Nací de buenos padres»
Por el élder A. Theodore Tuttle
De la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta
En la Iglesia tenemos una Misión Internacional presidida por el élder Carlos Asay, la que se encarga de todos los miembros de la Iglesia que residen fuera de los límites geográficos que regularmente se establecen para las estacas y misiones. En esta misión se incluye a las familias que viven en países distantes, alejados de los centros de la Iglesia. Por lo general, estas familias tienen asignaciones del gobierno, de las fuerzas armadas o trabajan para corporaciones internacionales.
Algunos ejemplos típicos de esto son: una familia que vive en la Isla de la Reunión, que está en el Océano Indico al este de África; hay otra que se compone de ocho personas que residen en Benghazi, Libia; y otra de cinco personas está en Karaehi, Paquistán. Para estas y muchas otras mas no existe una unidad organizada de la Iglesia, sino que los padres tienen que enseñar el evangelio a sus hijos. Muchas de esas familias llevan a cabo servicios de la Iglesia, que en realidad son reuniones de hogar; la madre reúne a sus pequeños y efectúan la Primaria; en este caso ella sirve como presidenta de la Primaria, Consejera, maestra… y también como conserje. Si en la familia hay hijos en edad del sacerdocio, por lo general todos los puestos del sacerdocio recaen sobre una persona: el padre; él les enseña sus deberes y vela por la familia. De hecho, en todos los lugares donde la Iglesia está completamente establecida, los líderes del sacerdocio y las organizaciones auxiliares también están tratando de lograr que los padres tomen sobre sí la absoluta responsabilidad de enseñar a sus hijos.
Muy a menudo, esas familias que viven en lugares distantes, reciben solo algunos materiales básicos de la Iglesia. Actualmente contamos con un excelente manual básico de lecciones para hombres y jóvenes y otro para madres e hijas otro manual de lecciones para los niños más pequeños y un buen manual básico titulado Principios del evangelio. Por lo general, también reciben las publicaciones de la Iglesia; tienen el Manual para la noche de hogar, y lo más importante: los libros canónicos. Las actividades se planean y se centran en los intereses familiares. Aunque los materiales didácticos sean limitados, si los padres enseñan el evangelio a los hijos, sus hogares serán tan bendecidos como cualquier otro en la Iglesia.
Todo lo que es esencial en estos hogares, también es esencial en cualquier otro; en realidad, el vivir alejados de la organización de la Iglesia puede llegar a ser una bendición, haciendo que los miembros de la familia estén más unidos, y porque en esas condiciones los padres no pueden delegar a la Iglesia lo que es su deber hacia sus hijos, vivan donde vivan.
En el principios el Señor organizó la unidad familiar, con el propósito de que el hogar fuese el centro de aprendizaje y que los padres fueran los maestros. Los consejos que Él nos ha dado al respecto, se aplican ya sea que la familia viva dentro o fuera de los límites de una unidad organizada de la Iglesia. Citaré algunos de los innumerables versículos que se refieren a esta obligación paterna:
«Y también han de enseñar a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor.» (D. y C. 68:28.)
«La gloria de Dios es la inteligencia, o, en otras palabras, luz y verdad.
Pero yo os he mandado criar a vuestros hijos conforme a la luz y la verdad.» (D. y C. 93:36, 40.)
«Más les enseñaréis a andar por las vías de verdad y prudencia; les enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro.» (Mosiah 4:15.)
«Instruye al niño en su camino, v aun cuando fuere viejo no se apartará de él.» (Proverbios 22:6.)
El Señor estableció las familias a fin de que los padres tuviesen sobre los hijos mayor influencia que ninguna otra institución. Esta disposición proporciona seguridad a la familia, y brinda a los padres el inmenso privilegio de moldear la vida y el carácter del niño, aunque existan otras instituciones que influyan en él.
La paternidad impone una responsabilidad singular. Los padres no solamente deben inculcar en sus hijos las cosas buenas, sino que también deben evitar que aprendan lo malo; es por esta razón que se nos ha advertido en contra de la invasión ilimitada de los medios de comunicación en nuestro hogar; por W ejemplo, la radio, la televisión e incluso algunos materiales impresos. Mientras que algunos elementos tienen buena influencia sobre nuestros hijos, la de otros es nefasta. La vigilancia paterna debe de ser constante. Proteged a vuestros hijos de aquellas cosas que tratan de destruirlos.
Padres, ¿en qué manera aprobaríais el examen si vuestra familia viviese aislada de la Iglesia y tuvieseis que darle vosotros toda la instrucción religiosa? ¿Dependéis tanto de otros que hacéis poco o nada en el hogar? ¿Cuánto sabrían vuestros hijos del evangelio si todo el conocimiento que tienen fuera el que han adquirido en el hogar? Meditad en ello. Recordad, la Iglesia existe para ayudar al hogar, no Para substituirlo. Padres, el deber divino de enseñar nunca ha cambiado. No descuidéis vuestra obligación.
Se nos ha amonestado que seamos temporalmente autosuficientes e independientes, y esto es de igual importancia en lo que concierne al aspecto espiritual. Suponed que las condiciones cambiaran y que no pudierais recibir todos los servicios a que estáis acostumbrados; suponed que se os diera mayor responsabilidad para que cuidéis del bienestar espiritual de vuestra familia; por supuesto, si estudiáis las Escrituras no podéis dejar de daros cuenta de los tiempos peligrosos que están por venir. ¿Acaso no os afectaría esto?
¡Preparaos! Dad los pasos necesarios para fortalecer a vuestra familia; dedicad tiempo a estar juntos, y a establecer y mantener tradiciones familiares que dejen recuerdos felices; mantened la disciplina por medio de reglas y estatutos justos; expresaos amor incondicional los unos a los otros tanto en palabra como en hechos. Desarrollad dentro de cada uno de vuestros hijos la autoestima y el autorrespeto; esto se logra amándolos, creyendo en ellos y haciéndoles sentir que estáis a su lado; proveedles la seguridad que necesitan. Estos son los valores de los cuales se forma la vida. Si los establecéis, entonces no tendréis que preocuparos de las trivialidades que tan a menudo nos inquietan.
A medida que se desarrollan los acontecimientos predichos, se hace más evidente el hecho de que debemos ser más autosuficientes; todos tendremos que enseñar más dentro de las paredes de nuestro propio hogar. En el Libro de Mormón encontramos algunos ejemplos:
«Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre…» (1 Nefi: 1:1.)
Sin duda que a Nefi se le enseñó las cosas del espíritu; sus escritos así lo indican; seguramente también se le enseñó acerca de las cosas prácticas, porque fue una persona de muchos recursos. Afortunado es el hijo que cuenta con un padre que le enseñe de una u otra manera, en todas las ciencias.
Enós, el hijo de Jacob, también recibió instrucción de su padre, a quien tenía en alta estima:
«He aquí que yo, Enós, sé que mi padre fue un varón justo: pues me instruyo en su idioma y también en el conocimiento y amonestación del Señor y bendito sea el nombre de mi Dios por ello
He aquí salí al bosque a cazar; y las palabras que frecuentemente habla oído de mi padre sobre la vida eterna y el gozo de los santos penetraron mi corazón profundamente.
Y mi alma tuvo hambre; y me arrodille ante mi Hacedor, a quien clame con ferviente oración v suplica por mi propia alma. . .» (Enós 1:1, 3, 4.)
Su vida llena de servicio se basó en esta gran experiencia espiritual, que tuvo debido a las enseñanzas de su padre.
Estos son ejemplos extraordinarios del poder de la enseñanza en el hogar. Una cosa es esencial: los padres y los hijos necesitan disponer de tiempo para estar juntos.
Entre nosotros habrá muy pocos que reciban reconocimiento público por sus hechos; la mayoría viviremos nuestra vida en relativo anonimato; pero esto no tiene ninguna importancia. Sirvamos a nuestros semejantes; amemos y enseñemos a nuestra familia. Entonces algún día mereceremos recibir de ellos un tributo que en el plan eterno significara mucho más que la fama o la riqueza, cuando digan de nosotros:
«Yo… nací de buenos padres y recibí… instrucción…»
En el nombre de Jesucristo. Amen.

























Barrero valores @gimail.comagradesco tan importante y excelente. Tema. Muchas gracias. Atte Jorge Barrero. BOGOTA
COLOMBIA.
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Hermoso mensaje
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