Liahona Abri – Mayo 1986
Utilicemos nuestros talentos
Ejemplos de lo que han hecho algunas parejas de matrimonios misioneros
Por Vernon y Bertha Proctor
Los matrimonios misioneros hacen cosas maravillosas, y el testimonio, el conocimiento, la experiencia y la sabiduría que poseen son necesarios en casi todas las misiones de la Iglesia. En dondequiera que sirven, la Iglesia se fortalece y los miembros son bendecidos. Por ejemplo:
Una de estas parejas recibió el llamamiento de servir en Canadá. Ese primer domingo se presentaron a los miembros del barrio durante las distintas reuniones; al hacerlo, el hermano se refirió a su esposa como a “mi amor que me ha acompañado por cuarenta y un años”.
En la congregación se encontraban algunas parejas que estaban teniendo problemas conyugales, pero debido a que durante los meses siguientes tuvieron la oportunidad de ver, por medio del ejemplo de este matrimonio misionero, lo que realmente es una pareja feliz, sintieron el deseo de cambiar sus vidas. Más tarde, una de estas parejas le dijo al matrimonio misionero: “¿Saben por qué fueron enviados a esta misión? Para salvar nuestro matrimonio”.
Con tan sólo estar allí, y demostrar el amor que sentían el uno por el otro, ejercieron una influencia maravillosa en los demás.
Otra pareja, originaria del norte del estado de California, Estados Unidos, fue llamada a cumplir una misión en Bolivia. En una pequeña comunidad india, la gente tenía que acarrear el agua desde un manantial que brotaba de lo alto de una colina, a un kilómetro y medio de distancia. Era una tarea laboriosa el tener que hacerlo todos los días, y creaba además serios problemas de higiene.
Este matrimonio misionero recibió la asignación de supervisar el proyecto de encañar el agua desde el manantial. El esposo diseñó el proyecto y organizó en grupos tanto a los que eran miembros como a los que no lo eran. En unas cuantas semanas los miembros de la comunidad cavaron una zanja en el rocoso altiplano, en la cual colocaron tubería de plástico para conectar el agua del manantial a una simple canilla, ubicada en el centro de la villa —la única en toda la comunidad.
Toda la comunidad asistió a la ceremonia de inauguración. Las personas que no eran miembros de la Iglesia se mostraron muy amigables y agradecidas por la oportunidad que se les brindó de progresar y por los recursos que se les había proporcionado. El matrimonio misionero que se entregó a la obra misional comentó: “Este es el acontecimiento más emocionante de nuestra misión”.
Otro matrimonio misionero fue llamado y asignado a una rama en los Estados Unidos que tenía tantos miembros inactivos que estaban a punto de disolverla. La Iglesia no era demasiado conocida en esa localidad. El hermano era miembro del Club de Leones (una organización cívica que presta servicio a los necesitados) en la ciudad donde residía, había trabajado para el gobierno municipal y era experto en agricultura. El hermano y su esposa se pusieron en contacto con el Club de Leones de la localidad y a él le invitaron a hablar en una de sus reuniones regulares. En dicha oportunidad, él les dijo quiénes eran y la razón por la que estaban en ese lugar. También mencionó que necesitaban un edificio donde los miembros de la rama pudieran reunirse.
Después de la reunión, los que asistieron se presentaron y se ofrecieron a ayudar en cualquier cosa que pudieran. Uno de ellos publicó un artículo acerca de los misioneros en su periódico, el cual tenía 15.000 subscriptores. Se les invitó a participar en una entrevista en la televisión, por medio de la cual pudieron contestar muchas preguntas acerca de la Iglesia y de la obra genealógica.
Como el hermano era un experto en agricultura, utilizó ese talento para reactivar a miembros y despertar el interés de los que no lo eran en el mensaje del evangelio. Obtuvo permiso para utilizar casi una hectárea de tierra, la cual preparó para la siembra, y luego invitó a la gente a participar en el proyecto. A todos los interesados se les asignó un predio determinado, y él les enseñó la manera de plantar y cuidar un huerto. Todos levantaron buenas cosechas, y dijeron que era el mejor huerto que jamás habían visto en la localidad. Esto abrió muchas puertas a la obra misional. En la actualidad la rama está progresando y en camino a tener su propio centro de reuniones.
Hubo un matrimonio misionero que llevó un pequeño órgano electrónico a una de las islas del Pacífico, el cual utilizaban en las reuniones de la Iglesia. Debido a que era el único instrumento musical de esa clase en la isla, la gente se amontonaba para oírlo y cantar. Hasta los miembros de otras iglesias asistían a las reuniones de los Santos de los Últimos Días porque les gustaba cantar con la música tan hermosa.
Otra pareja recibió el llamamiento de servir en Tonga. El hermano era oculista, y llevó consigo sus instrumentos de óptica. Utilizando sus talentos en ese campo particular, se hizo de muchos amigos, no sólo para sí mismo, sino para futuros misioneros.
Podríamos citar cientos de experiencias misionales como éstas, que ponen de manifiesto las distintas mañeras en que los matrimonios y las hermanas mayores misioneras pueden predicar el evangelio y fortalecer la Iglesia.
Hay quienes pueden cumplir una misión, pero dudan de su habilidad para hacerlo. No tengan miedo, porque serán llamados, por revelación, para ir a un lugar donde más se necesiten sus talentos, experiencia, conocimiento y sabiduría particulares.
Algunos hermanos ya mayores quizás se pregunten cómo se las arreglarán sus familias durante su ausencia. No se preocupen, porque ellos están en las manos del Señor. Cumplan una misión, y tanto ustedes como ellos serán bendecidos para siempre.
Vernon y Bertha Proctor. Sirvieron en la Misión Perú Lima Norte. En la actualidad son obreros en el Templo de Salt Lake, y pertenecen al Barrio Bryanen Salt Lake City.
























