Febrero 1987
Unidos en rectitud
Por Ardeth G. Kapp
Presidenta General de las Mujeres jóvenes
Aunque los jóvenes de ambos sexos tengan responsabilidades distintas que cumplir, las bendiciones que reciben del sacerdocio son las mismas.
Tanto las mujeres como los hombres jóvenes tienen suficiente razón para regocijarse por la restauración del Sacerdocio Aarónico; debemos regocijarnos porque el sacerdocio fue restaurado con la finalidad de bendecir a toda la familia humana. Cuando se ejerce rectamente, este poder une al hombre y a la mujer, a los hijos y a las familias. Hay una razón especial para que nos regocijemos juntamente, porque la unidad en rectitud es el corazón del plan que nuestro Padre Celestial ha trazado para todos sus hijos. Es un plan glorioso en el cual todos tomamos parte.
A fin de que se cumplan todas las bendiciones del plan de nuestro Padre que tienen que ver con el poder y la autoridad del sacerdocio, los jóvenes de ambos sexos deben llevar a cabo la parte que les corresponde. Aunque sus responsabilidades, su influencia y sus dotes innatos sean diferentes, considero que su preparación para recibir la plenitud de las bendiciones del sacerdocio es más semejante que diferente en muchos aspectos.
Consideremos las ocasiones en las que el poder y la autoridad del sacerdocio cobran mayor importancia para cada individuo.
El convenio del bautismo
Cuando ustedes fueron bautizados y se convirtieron en miembros de la Iglesia, tomaron parte en la primera ordenanza del sacerdocio en la que hicieron un convenio. Con ella se les abrió la puerta para emprender el regreso a su Padre Celestial. Fueron bautizados con el mismo poder y autoridad que ejerció Juan el Bautista cuando bautizó a Jesucristo, nuestro Salvador, en el Río Jordán.
El don del Espíritu Santo viene después del bautismo y constituye la siguiente ordenanza esencial del evangelio. El que les impuso las manos sobre la cabeza tenía la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec, y fue por ese poder que los bendijo para que «recibieran el Espíritu Santo». El Espíritu Santo puede ser su compañero de por vida; se les ha dado para guiarlos, enseñarlos, consolarlos, inspirarlos y darles testimonio de la realidad del Salvador y de las verdades del evangelio restaurado.
El poder del Espíritu Santo
Permítanme recordarles otras ocasiones en las que muchos de ustedes han recibido o recibirán las bendiciones y el poder del sacerdocio y el don del Espíritu Santo. Muchos de ustedes han sido llamados y apartados, o lo serán más adelante (per un poseedor de la autoridad del sagrado sacerdocio) para servir como líderes de quorum o de clase. Cuando se les aparta y se les imponen las manos sobro la cabeza, reciben el poder y la autoridad para actuar al oficio al que se les ha llamado.
Cierta presidenta do una ciase de Laureles lo explicó de la siguiente forma: «El obispo me llamó como presidenta de una clase de diecisiete jovencitas y me dijo que a partir de entonces yo era responsable de ellas. ¡Yo estaba aterrorizada por semejante responsabilidad! Luego me pidió que decidiera quiénes iban a ser mis consejeras y para ello me recordó que debía orar y preguntarle al Señor. Yo no sabía cómo se hacía; ¿cómo podría yo saber a quién quería el Señor?
«Escribí los nombres de las diecisiete jovencitas en un pedazo de papel y oré en cuanto a todos ellos. . . Pensé y pensé y oré mucho [tachando cada vez más nombres] por tres días, hasta que sólo quedaron dos nombres. Entonces me sobrevino un fuerte sentimiento de seguridad de que era a aquellas jóvenes cuyos nombres yacían intactos a quienes el Padre Celestial quería. Es así como se hace.»
Es importante que todos reconozcamos y seamos testigos del poder del Espíritu Santo cuando busquemos inspiración con respecto a los llamamientos que hemos recibido de nuestro Padre Celestial a través del obispo.
El poder del sacerdocio y la importancia de su restauración y bendiciones cobraron especial significado en mi vida cuando tenía quince años. Sucedió que se me había desarrollado una seria infección de oídos y habían tenido que llevarme de emergencia al hospital. La infección era tan grave que me tuvieron que operar. Después de la operación por casualidad escuché a los doctores decir que el daño de la infección había sido tan severo, que me quedaría sorda para siempre y perdería mi sentido de equilibrio.
Bendiciones especiales del sacerdocio
Mi padre y otro poseedor del Sacerdocio de Melquisedec, investidos con el poder y autoridad para obrar en el nombre de Dios, me bendijeron y me ungieron con aceite consagrado para aquel propósito.
Mi madre recibió la impresión del Espíritu Santo para agregar mi nombre a la lista de oración del templo, donde los concurrentes unirían su fe al orar por mí. Esa fue la primera vez que escuché que las personas podían pedir que se incluyeran sus nombres en esas listas. Con el tiempo, y mediante la fe y el poder del sacerdocio, sané completamente.
¿Han sentido ustedes el poder del sacerdocio en las unciones y bendiciones que han recibido en ja Iglesia? ¿Han recibido alguna vez una bendición de su padre? ¿Le han pedido a su padre que les dé una bendición en tiempos de una necesidad especial, como por ejemplo al principio de un nuevo ciclo académico, en los momentos de desaliento, cuando han tenido que llevar sobre sus hombros alguna responsabilidad muy grande, o cuando se les ha dificultado comprender algo? Esas son precisamente las ocasiones en las que pueden recibir la fortaleza que necesitan y, en la ausencia de su padre, pedirle a sus maestros orientadores, o a su obispo, o a un amigo especial que haya sido ordenado para actuar en nombre de Dios, que les dé una bendición, Sé que estas bendiciones les pueden servir de gran consuelo; así ha sido en mi caso particular, y creo que lo será en el de ustedes.
Muchos de ustedes están en una edad en la que deben tomar decisiones importantes y algunas veces difíciles, ya que los afectarán por el resto de su vida. Como miembros de la Iglesia, tienen el privilegio de recibir otra bendición singular del sacerdocio: la bendición patriarcal. Esta la otorga un patriarca ordenado de Dios para este llamamiento especial, a petición suya y conforme a su dignidad.
La bendición patriarcal les puede servir de guía; en ella se les hacen promesas cuyo cumplimiento depende de su fidelidad en guardar los mandamientos. Yo he leído la mía cientos de veces; me ha servido de ancla, de consuelo y de guía, especialmente cuando he tenido que enfrentar pruebas difíciles o problemas aparentemente insoportables.
Ordenanzas sagradas
Otra de las sagradas ordenanzas del sacerdocio que existen para bendecirnos fue instituida por el Salvador cuando se aproximaba la hora final de su ministerio terrenal.
Durante la última cena que tuvo con sus apóstoles, «y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es [en memoria de] mi cuerpo [que he dado por vuestra redención], Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es [en memoria de] mi sangre del nuevo pacto, que por muchos [todos los que crean en mi nombre] es derramada para remisión de [sus] pecados».
(Mateo 26:26-28, incluyendo entre corchetes algunas aclaraciones hechas por José Smith.)
Cada domingo, los jóvenes del Sacerdocio Aarónico preparan y administran la sagrada ordenanza de la santa cena. Mientras que por un lado es el deber de los poseedores del Sacerdocio Aarónico preparar y repartir los emblemas sagrados, por el otro, todo miembro digno de la iglesia tiene el privilegio de participar de ellos y recibir las bendiciones prometidas en esta ordenanza del sacerdocio.
Por medio de la autoridad del sacerdocio, los jóvenes de ambos sexos son apartados para ser mensajeros de verdad y enseñar el evangelio cuando reciben el llamamiento de un profeta del Señor para servir una misión para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
En la casa del Señor, o sea el templo, todas las cosas se hacen por el poder y autoridad del sacerdocio. En el templo, tanto hombres como mujeres reciben investiduras y realizan convenios sagrados del sacerdocio, los cuales vienen acompañados de promesas y bendiciones. Llegará el día en que todo joven digno, de ambos sexos, tendrá el privilegio y la oportunidad de lograr un matrimonio celestial y una familia eterna, si no en esta vida, entonces en la eternidad. Las bendiciones más sublimes del sacerdocio se confieren únicamente a las parejas en los templos. Esta ordenanza del sacerdocio [el matrimonio] es necesaria para alcanzar la exaltación en el grado más alto del reino celestial. Como dijo el apóstol Pablo: «Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón» (1 Corintios 11:11). Ambos son verdaderamente socios en las bendiciones del sacerdocio.
Es así como nos unimos y nos regocijarnos al contar las bendiciones que recibimos como resultado del sacerdocio. Este es un poder que nos bendice diariamente y nos prepara para la eternidad.
El llamamiento de las jóvenes
Ya hemos repasado las responsabilidades de los jóvenes del Sacerdocio Aarónico. Ahora, ¿cuáles son los de las jóvenes? ¿Qué llamamiento tienen? Uno de los profetas del Señor, el presidente Kimball, dijo: «El ser una mujer justa es algo glorioso en cualquier época; el ser una mujer justa durante estas cruciales y finales etapas de la historia de la tierra, antes de la segunda venida del Salvador, es en verdad un llamamiento noble y especial” (Véase Spencer W. Kimball, «Privilegios y responsabilidades de la mujer de la Iglesia», Liahona, feb. de 1979, págs. 142-143).
Jovencitas, la edad que tienen hoy no representa ninguna limitación; cuentan con un llamamiento importante. Toda joven que honre su llamamiento, de convertirse en una mujer digna, ahuyentará los poderes del adversario, revocará las influencias pornográficas y so guardará de la inmoralidad. Vuestra rectitud podrá afectar muchas cosas: el grado de amor y armonía existente en el hogar, el número de jóvenes que salgan a proclamar el evangelio, la conducta de un amigo o amiga, el ambiente de un salón de dase.
¿Y cómo deben prepararse, corno dijo una vez el presidente Kimball, para que su fortaleza e influencia tenga un valor superior al que tendría en tiempos más pacíficos? A medida que aprendan quiénes son y lo que tienen que hacer, se prepararán para enfrentar las pruebas. Los Valores de las Mujeres jóvenes íes servirán de guía para prepararse. Para contestar la pregunta «¿Quién soy?», los valores de la fe, la naturaleza divina y él valor individual les enseñarán que son hijas de un Padre Celestial que las ama. Han heredado atributos divinos; poseen un valor infinito y una misión particular divina.
Para responder a la pregunta «¿Qué debo hacer?», los valores de conocimiento, elección y responsabilidad, buenas obras e integridad les servirán de guía. A medida que busquen continuamente oportunidades de aprender y crecer espiritualmente, aumentará su conocimiento y testimonio del evangelio; se fortalecerá su deseo de escoger siempre el bien y desechar el mal, y de aceptar la responsabilidad de sus propias decisiones. Aprenderán a nutrir a otros espiritualmente y a tomar parte en el crecimiento del reino de Dios por medio del servicio digno, empezando con su propia familia. Y por último, cobrarán el valor moral de regir sus acciones por el conocimiento que tengan del bien y del mal, logrando así presentarse como testigos de Cristo «a todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar» (Mosíah 18:9).
Vivan los Valores de las Mujeres Jóvenes
Estudien los Valores de las Mujeres Jóvenes y los pasajes de las escrituras que los acompañan, pues ellos las prepararán para ejercer una influencia de rectitud. Estudien los principios del evangelio que en ellos se expresan y aplíquenlos en su vida. Usen esos valores como guía en su diario vivir, porque al hacerlo, el Señor las fortalecerá y su Espíritu obrará un despertar maravilloso dentro de su alma. Empezarán a comprender lo que significa ser «la luz en el Señor” y andar «como hijos de luz» (Efesios 5:8-9).
Mis queridas hermanitas, ustedes son la luz de este mundo que cada día crece en oscuridad. El Señor les implora que aunque el adversario esté haciendo todo lo que pueda por eliminar el bien, sigan Su consejo: «alzad vuestra luz» (3 Nefi 18:24).
A medida que sigan el ejemplo del Salvador, conforme vayan aprendiendo a vivir los principios del evangelio por medio de sus decisiones de defender la verdad y la rectitud, lograrán convertirse en luz y vida para los que las rodeen, porque serán mujeres jóvenes dignas, hijas de Dios. □
























