Marzo 1987
Las fuerzas que gobiernan la vida
Por el élder Russell M. Nelson
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Era uno de esos momentos especiales en que una hija va a plantearle a su padre una pregunta sincera que merece una respuesta bien pensada. La pregunta que la atractiva jovencita formuló era:
-Papá, con todas las influencias malignas que tengo a mí alrededor, ¿cómo puedo estar «en el mundo» y al mismo tiempo mantenerme dentro de normas aceptables para ti y para mi Padre Celestial?
– Hay dos fuerzas importantes que gobiernan el mundo – le respondió su padre -; son la centrífuga y la centrípeta. Ambas palabras provienen del latín; fuerza centrífuga es la que hace huir del centro, fuerza centrípeta es la que dirige hacia el centro.
-¡Papá! -exclamó desanimada la joven-. ¡Te hago una pregunta sencilla y me das una respuesta complicada! ¿No me puedes dar una contestación clara?
-Bueno, hijita, déjame explicarte lo que quiero decir. Mira, tomemos esta bolita de algodón y pongámosla sobre el plato giratorio del tocadiscos.
Así diciendo colocó la bolita en el borde del plato giratorio y le dijo a su hija que lo encendiera. A la tercera o cuarta revolución la bolita de algodón salió volando por el aire y fue a caer en el piso.
-Apaga el tocadiscos – le dijo él -, y coloca la bolita en el centro del plato; ahora vuelve a encenderlo.
Ella lo hizo, y el plato comenzó a girar rápidamente, una vuelta tras otra; pero entonces la bolita no se movió.
– Eso es lo que quería decir con lo de las fuerzas centrífuga y centrípeta – le dijo su papá -. Una hace que el objeto salga disparado en dirección opuesta al centro, mientras que la otra lo dirige hacia el centro o lo mantiene en su lugar.
Sonriendo, le recordó a la jovencita uno de sus juegos preferidos en el parque de diversiones cuando era niña.
-¿Te acuerdas que te gustaba pasar mucho tiempo en aquella plataforma giratoria? Aquella donde los niños se amontonaban empujados hacia el centro, tratando con todas sus fuerzas de mantenerse firmes en su lugar, mientras la plataforma giraba? Era como un plato de tocadiscos gigante.
– Sí, claro – contestó la hija -. Una vez que la plataforma empezaba a girar rápidamente, los niños que estaban más cerca del borde resbalaban hacia afuera, igual que la bolita de algodón; y los que se las arreglaban para mantenerse cerca del centro permanecían allí. Me acuerdo de los esfuerzos que hacía para acercarme al centro, pero era muy difícil; tenía que hacer mucha fuerza para arrastrarme, y además, también tenía que cuidarme de los niños que no podían salir del borde, porque al resbalar hacia afuera casi siempre trataban de «pescar» a otro para arrastrarlo consigo.
– En cierto modo, la vida es así – le explicó el padre -. Hay que hacer grandes esfuerzos por mantenerse donde uno quiere, y a veces los que van barranca abajo tienden a arrastrar consigo a los que están cerca. Por otra parte, nosotros nos esforzamos por trepar hacia la cumbre, a pesar de las fuerzas contrarias que nos tiran hacia abajo. Volviendo a la pregunta que me hiciste con respecto a disfrutar de tus amistades sin verte arrastrada hacia abajo por las tendencias del mundo, tienes que tener en cuenta que si quieres elevarte y avanzar, debes conducirte en una forma determinada; y si no te importa descender y alejarte, tu conducta será otra.
-Yo quiero elevarme, papá -respondió ella-. Quiero lograr mis metas, las metas eternas que me he establecido.
– Si quieres ir en esa dirección, podemos aplicar algunas de las lecciones que aprendiste con esos alpinistas que conociste hace poco. De las experiencias que contaron, ¿qué recuerdas mejor?
– ¡Ah! aprendí mucho. Pero lo más importante que recuerdo es que hablaron de planear con anticipación; se prepararon para cualquier cosa que pudiera ocurrirles, y mucho antes de salir ya habían tomado decisiones para responder a toda eventualidad. El sentido de equipo con que actuaban también me impresionó mucho. Para conquistar las grandes alturas y vencer las enormes dificultades que encontrarían, se unieron entre sí con cuerdas; a medida que trepaban, iban fijando las cuerdas a la superficie sólida que tenían por encima. A veces, hasta las mismas personas se convertían en soporte de los demás; nos mostraron fotos de un alpinista suspendido en el aire y atado a otros compañeros que estaban por encima y por debajo de él; y el motivo por el cual no se caía era precisamente las ligaduras que lo unían a esas personas. También mantenían una comunicación excelente entre sí, aun cuando estuvieran momentáneamente separados. Parece que cuanto más se acercaban al peligro, más trataban de concentrarse en el centro.
– ¿Hubo alguno que preguntara si podía acercarse al borde? – inquirió el padre.
– ¡No, al contrario! – dijo ella -. Más bien hacían hincapié en lo importante que era mantenerse lejos de allí. -Luego, con un brillo de comprensión en la mirada, añadió -: ¡Ahora empiezo a entender lo que me quieres decir!
-Entonces, apliquemos esas lecciones a la pregunta que me hiciste. Una de las cosas más importantes que tienes que hacer al enfrentarte con el difícil escalamiento de la vida es hacer tus planes con anticipación. Es preciso que sepas qué problemas se te pueden presentar, qué tentaciones; y sean cuales sean, al igual que los alpinistas tienes que decidir con antelación cómo vas a reaccionar ante ellos, qué vas a hacer al respecto. Recuerda que tú también formas parte de un equipo y estás unida por las ligaduras invisibles del amor a otras personas que oran y se esfuerzan por ti día a día. Esos «compañeros» pueden estar aún en el otro mundo: tus antepasados se interesan en ti y tratan de ayudarte. Los familiares, los maestros de la escuela y de la Iglesia y los amigos siempre tratarán de elevarte. Sí llegas a tener un camarada que trate de arrastrarte consigo en su caída, puedes estar segura de que esa persona no es tu amiga, porque un verdadero amigo nunca tratará de llevarte hacia abajo sino de elevarte. También la comunicación es tan importante para ti como lo es para los que escalan montañas. A mí me complace que me hayas comunicado tus dudas en cuanto a este tema tunda- mental, y estoy seguro de que a nuestro Padre Celestial le agrada que establezcas comunicación con El en tus oraciones. Y cuando presientas el peligro, trata de acercarte siempre «al centro». Acuérdate de que el tocadiscos no funcionaría si no fuera por ese eje que está en el centro y que une el disco al plato giratorio; si consigues que el centro del mundo en el cual giran tus actividades sea la barra de hierro del evangelio, la música de la vida será muy dulce para ti. Tanto en esto como en cualquier otra duda importante que tengas, aférrate a ese centro. Piensa en lo que harían tus seres queridos en circunstancias similares; imagina lo que el Señor te aconsejaría hacer. Si te aferras segura y firmemente a esa barra de hierro, que es la palabra de Dios, estarás a salvo en todas tus acciones. Los vientos de las tentaciones no te arrastrarán de allí, sino que te encontrarás arraigada en el centro y dirigida en tu búsqueda hacia la salvación y la exaltación. Dios te tiene reservadas grandes bendiciones, y podrás llegar a las alturas que Él ha colocado a tu alcance. Finalmente, Él te recompensará por tu obediencia. Escucha esta promesa: Si eres fiel, heredarás «tronos, reinos, principados, potestades y dominios… y continuación de las simientes por siempre jamás» (D. y C. 132:19). Hija mía, eso es lo que yo quiero para ti y lo que nuestro Padre Celestial quiere para ti y para todos sus hijos. □

























