La existencia pre-terrenal del hombre

Liahona Mayo 1962

La existencia pre-terrenal del hombre

Por Daniel H. Ludiow
(Tomado de the Improvement Era)

HAY dos palabras, generalmente usadas para referirse a las relaciones del tiempo, que siempre me han parecido algo capciosas y en cierto modo auto contradictorias. Una de esas palabras—prehistoria —es usada para definir un tiempo muy antiguo y remoto. Pero probablemente la mayoría de nosotros reconocerá, si se estudia y analiza su etimología, que dicho término no significa realmente lo que quiere dar a entender. La palabra prehistórico no se refiere a un período anterior a la Historia, sino a uno anterior a algún punto arbitrario de la Historia.

La otra palabra es una que tiene que ver con el alma o espíritu del hombre. Y esta es preexistencia. Yo creo que cuando usamos esta palabra, realmente estamos pensando o queriendo referirnos a la existencia pre-terrenal (o pre-mortal) del hombre, y que usamos el termino preexistencia” sólo por tradición. Habiendo destacado este particular, vamos ahora a tratar directamente el problema en sí: ¿Hemos o no existido antes de nacer sobre la tierra como seres mortales? En tal caso, ¿cuál fué la naturaleza de dicha existencia?

Aunque la mayoría de los religiosos y filósofos del mundo, desde tiempo inmemorial, ha estado tratando de dilucidar el problema, existe un sólo y único plan que ofrece la más completa y satisfactoria respuesta: el evangelio de Jesucristo. Las enseñanzas de los antiguos profetas, tal como se encuentran en las presentes versiones de la Biblia, no son tan claras como mucha gente quisiera, pero sin embargo hay evidencias de que aquellos siervos de Dios enseñaron una definida doctrina acerca de la existencia pre-terrenal del hombre.

Asimismo, los profetas modernos han contribuido notablemente a aumentar el grado de conocimiento respecto a dicha existencia original. José Smith, el Profeta de la Restauración, enseñó que todo ser humano que haya vivido, viva o llegue a vivir sobre la tierra, ha tenido una existencia pre-terrenal: primero, como una mente o inteligencia”; más tarde, como un hijo espiritual de Dios, vestido de un cuerpo espiritual. El Profeta dijo:

La mente o inteligencia que el hombre posee es co-igual con Dios. . . Estoy hablando de la inmortalidad del espíritu del hombre. ¿Sería lógico decir que la inteligencia de los espíritus es inmortal, y sin embargo, que tuvo un principio? La inteligencia de los espíritus no tuvo principio ni tendrá fin. Esto es un buen razonamiento. Lo que tiene principio puede tener fin. Nunca hubo tiempo en que no hubo espíritus, porque ellos y nuestro Padre Celestial son co-iguales [es decir, co-eter-nos]. . . La inteligencia es eterna y existe sobre un principio que es existente por sí mismo. Es un espíritu, de eternidad en eternidad, y nada tiene de creado. (Enseñanzas del Profeta José Smith, páginas 437-438)

Aproximadamente en la misma época en que declarara lo que se ha transcripto en el párrafo anterior, el profeta José Smith manifestó que toda materia ha existido, desde la eternidad, en un estado elemental, y que la misma no puede ser creada ni destruida, aunque sí cambiada en naturaleza o condición. Y esta verdad, con el correr de los tiempos, ha sido verificada a través de los experimentos de la ciencia.

La mente o inteligencia del hombre, esencialmente, es la parte de nuestro ser con que operamos nuestro pensamiento. Las Escrituras no son claras con respecto al estado exacto de la inteligencia antes de que fuera organizada, o en otras palabras, antes de que fuera revestida de un cuerpo espiritual por el Creador. Sin embargo, son terminantes en cuanto al concepto de que todos fuimos “inteligencias organizadas” (Abrahán 3:22), y que desde entonces comenzamos a referirnos a Dios como nuestro Padre. Esto fué nuestro nacimiento espiritual, mediante el cual llegamos a ser hijos e hijas de Dios. Por lo tanto, todos somos realmente hermanos y hermanas, ya que venimos de un mismo Padre: Dios.

Los antiguos profetas, en su mayoría, estaban familiarizados con esta doctrina de que liemos tenido una existencia anterior a la vida terrenal, como hijos e hijas de Dios:

Por otra parte, tuvimos           a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? (Hebreos 12:9)

Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. (Hechos 17:29)

En el libro de Números, Moisés hace referencia al “Dios de los espíritus de toda carpe. . .” (Núm. 16:22 y 27:16). En Eclesiastés 12:7 leemos: “. . .El espíritu vuelva a Dios-que lo dio.” ¿Cómo podría un espíritu retornar a Dios si nunca ha estado en su presencia? El Señor declaró a Jeremías que le había preordinado en el mundo espiritual, antes de que naciese en este mundo terrenal. Al respecto, Jeremías declara:

Vino, pues, palabra de Dios a mí, diciendo:

Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones,” (Jeremías 1:4-5)

También el profeta Job entendió la doctrina de la existencia pre-terrenal del hombre. De acuerdo a sus registros, parece que el Señor le preguntó:

¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra. . .

Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? (Job 38:4, 7)

Notemos que esta Escritura nos dice que los hijos de Dios se regocijaban (lo cual da a entender que existían), antes que la tierra fuera formada. Prestemos también atención a que hijos está en plural y dice que del regocijo participaban todos ellos.

Quizás una de las más impresionantes Escrituras acerca de la doctrina de una existencia pre-terrenal, sea la que nos llega, mediante el Nuevo Testamento, de boca del Salvador mismo:

Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.

Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. (Juan 9; 1-3; cursiva del autor)

Notemos la definida implicación que se hace, tanto en la pregunta como en la respuesta, a una existencia pre-terrenal. Si no hubiera habido existencia pre-terrenal alguna, lo más lógico era esperar que el Señor contestara: “No ha habido existencia antes del nacimiento; por lo tanto es absurdo pensar (pie este hombre pudo haber pecado antes de nacer.” Sin embargo, el Maestro no hizo tal comentario, sino que confirmó la creencia de sus discípulos en cuanto a la existencia pre-terrenal, al reconocer que el ciego en cuestión podría haber pecado antes de nacer, pero declarando que en este caso particular no era así.

Jesucristo también nos definió como hijos e hijas de Dios, al decirnos:

“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mateo 5:48; cursiva del autor)

En varias ocasiones, el Salvador 110 sólo indicó que éramos hijos e hijas de Dios, sino que El mismo era Hijo de Dios en igual sentido. Según Mateo 6:9, Él nos enseñó a orar al “Padre nuestro que estás en los cielos. . .” Y cuando, una vez resucitado, habló con María Magdalena, le dijo: “. . . ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre . . .” Juan 20:17; cursiva del autor) Es obvio que Jesús (pieria ‘decir que Dios es nuestro Padre, tal como lo era de El mismo. Esto es, que Dios es el Padre de todos nosotros como hijos espirituales.

Sabemos que además de la mencionada, hay otra relación entre Dios y Jesucristo, puesto que éste es hijo carnal, a la vez que espiritual, de Dios. Pero refiriéndose específicamente a la paternidad espiritual de Dios, muchas son las Escrituras que nos aclaran esta doctrina. Por ejemplo, en Goloseases 1:15 leemos que Jesucristo es “el primogénito de toda creación” En Juan 1:1-5, 9, 10, 14; 6:62; 16:28; 17:4-5; 1 Pedro 1:18-20; y muchos otros pasajes bíblicos, encontramos la aseveración de que Jesucristo es nuestro hermano mayor. Y Pablo también nos dice:

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo. . .” (Romanos 8:16-17; cursiva del autor)

El cuerpo espiritual que teníamos en la existencia pre-terrenal, sin embargo, no era un cuerpo de carne y huesos como el que ahora tenemos. No obstante, estaba compuesto de una materia espiritual, que ha sido definida por el profeta José Smith de la siguiente manera:

… el espíritu es una sustancia;…es materia, pero. . , más pura, elástica y refinada que el cuerpo;. . . existió antes que el cuerpo, puede existir en el cuerpo; y existirá separada del cuerpo cuando el cuerpo se esté convirtiendo en polvo; y… en la resurrección los dos serán unidos de nuevo. (Enseñanzas del Profeta José Smith, página 251)

También el Salvador nos enseñó algo concerniente a la naturaleza de los cuerpos espirituales. Consideremos cuidadosamente el relato de la aparición de Jesús resucitado a sus discípulos. Los apóstoles estaban reunidos a puertas cerradas en un cuarto y no obstante el Señor resucitado se les apareció y “les dijo: Paz a vosotros.”

Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.

Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?

Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. (Lucas 24:36-39; cursiva del autor)

En esta breve manifestación, el Señor nos hace reconocer dos cosas: primero, que los espíritus existen y que ellos aparentemente tienen cuerpo, con manos, pies, etc.; y segundo, que el cuerpo de un espíritu no es de carne y huesos.

La mejor descripción de un cuerpo espiritual se encuentra en el Libro de Mormón. Unos dos mil años antes de su nacimiento terrenal, Jesús apareció, en su forma espiritual, al hermano de Jared, y le dijo:

. . . ¿Ves cómo has sido creado a mi propia imagen? Sí, en el principio todos los hombres fueron creados a mi propia imagen.

He aquí, este cuerpo que ves ahora, es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre a semejanza del cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne. (Eter 3:15-16; cursiva del autor)

Aunque el cuerpo espiritual que tuvimos antes de venir a la tierra, era el prototipo del que ahora tenemos, y con él éramos capaces de llevar a cabo notables tareas (cuando Jesucristo creó los mundos, no tenía aún un cuerpo físico), teníamos ciertas limitaciones en aquel estado. Aparentemente, una de estas limitaciones era que, con solo el cuerpo espiritual, éramos incapaces de procrear, es decir, que los cuerpos espirituales no pueden tener hijos. Y sin los poderes para multiplicarnos, nuestras posibilidades de progresión eterna eran limitadas.

A fin de darnos oportunidad de poseer cuerpos de carne y huesos, cuerpos capaces de multiplicarse, Dios, nuestro Padre Eterno, llamó a un gran concilio en los cielos y nos presentó un plan mediante el cual podíamos llegar a compartir con Él, el poder de crear y de procrear. Este concilio, indudablemente, fué uno de los acontecimientos más significativos de nuestra existencia pre-mortal.

El plan presentado por Dios nos proveía la oportunidad de salir temporariamente de su presencia y venir a la tierra, donde podríamos (1) aprender a vivir por la fe; (2) ser probados en nuestra fidelidad para guardar los mandamientos que Él nos diera; y (3), habiendo obtenido cuerpos físicos de carne y huesos, tener facultades para procrear y multiplicarnos. Para que podamos realizar cabalmente los dos primeros objetivos mencionados, nuestro Padre consideró que era necesario que un velo de olvido nos separara de nuestra existencia pre-mortal, puesto que de otro modo no aprenderíamos a vivir por la fe (sino que viviríamos de acuerdo al conocimiento que teníamos en aquellas existencia), ni nuestra vida terrenal podría ser probatoria.

Aunque muchos de los hijos de Dios se regocijaron al recibir este plan que les proveía oportunidades de progresión eterna, otros se opusieron al mismo. Estos disidentes estaban encabezados por Lucifer, el “ángel de la mañana,” y sus argumentos incluían los siguientes puntos de vista:

  1. Si vamos a la tierra, fuera de la presencia de Dios, y nos son dados mandamientos y libertad de acción, la mayoría o todos nosotros cometeremos pecados y no guardaremos, sin duda, algunos de estos mandamientos.
  2. Una ley eterna hace imposible que una persona mala o pecadora vuelva a la presencia de Dios. Por lo tanto, si cometemos pecado, estaremos perdidos para siempre.
  3. No debiera darse al hombre la oportunidad de pecar; y por consiguiente, tampoco debiera dársele mandamiento alguno (para que de esta forma no peque), o si se le dan mandamientos, no debe tener el hombre derecho de escoger, sino en tal caso obligársele a cumplirlos.
  4. Puesto que este plan de privar al hombre de toda responsabilidad (y por consiguiente, de su libre albedrío), pertenece a Lucifer, todo el honor y la gloria que resulte del mismo, deben serle acreditados.

Jehová (el que luego de su nacimiento terrenal se llamaría Jesucristo), se opuso, a su vez, a los argumentos de Lucifer y habló en favor del plan presentado por Dios el Padre. Al proponer dicha posición, indudablemente Jehová incluyó los siguientes considerandos:

  1. Es verdad que si vamos a la tierra, fuera de la presencia de Dios, y se nos dan mandamientos a la vez que el libre albedrío, posiblemente muchos hombres no guardarán dichos mandamientos y pecarán.
  2. Es también cierto que ningún pecador puede morar en la presencia de Dios; sin embargo, si una persona que tuviera el poder de Dios, fuera enviada a la tierra, y estuviera dispuesta a expiar los pecados cometidos, los hombres, si se arrepintieran y obedecieran los mandamientos, podrían entrar nuevamente en la presencia de Dios.
  3. El libre albedrío—la libertad o derecho de escoger—es parte inherente del principio de la progresión eterna. Sin él, los hombres no podrían ser considerados responsables por sus propios actos y por tanto nunca podrían llegar a ser como Dios, nuestro Padre, es.
  4. Puesto que este plan de salvación y exaltación es obra de Dios, sólo a Dios corresponden la gloria y el honor resultantes.

Lucifer y sus seguidores continuaron oponiéndose al plan del Padre, argumentando que Dios no tenía suficiente poder para redimir a los hombres de sus pecados; esto equivalía a negar el poder de Dios y discutir Su palabra.

El debate que siguió a la presentación de estos planes, derivó en lo que uno de los profetas definiera como “guerra en los cielos.” (Véase Apocalipsis 12:7-12) Finalmente, el conflicto fué resuelto, y sus resultados son los siguientes:

  1. Lucifer y sus seguidores fueron expulsados de los cielos, no permitiéndoseles participar en el plan de Dios.
  2. El gran plan de salvación y exaltación propuesto por Dios el Padre, y apoyado por Jehová, el Primogénito en el Espíritu, fué llevado a la práctica.

Todas las Escrituras contienen referencias a este concilio en los ciclos y al conflicto resultante. Respecto del destierro de Lucifer y sus seguidores, Isaías dice:

¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! . . .

Tú que decías en tu corazón: Subiré al ciclo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono. . . (Isaías 14:12-13)

Muchos de los escritores del Nuevo Testamento se refieren al “ángel que pecó,” “los ángeles que no guardaron su primer estado,’ y “la tercera parte” de las huestes del cielo que siguieron a Lucifer y fueron desterradas. (2 Pedro 2:4; Judas 6; Apocalipsis 12:4, 7-12)

Sin embargo, los relatos más completos de estos eventos están en las Escrituras que nos han sido revelados en ésta, la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. (2 Nefi 2:17-18; 9:8-9; D. y C. 29:36-38; 76:25-29; Moisés 4:1-4; Abrahán 3:27-28)

Muchos quizás piensen que Dios el Padre fué algo injusto al negar a Lucifer y sus seguidores el privilegio de una vida mortal, a raíz de su rebelión en los cielos. Sin embargo, los siguientes principios relacionados con la actitud de Lucifer, debieran ser siempre tenidos en cuenta:

  1. Dios es un Dios de ley y de orden; por ende, El mismo está limitado por ciertas leyes divinas v eternas. (D. y C. 82:10; Alma 12:32 y 42:13) Una de las leyes por las cuales Dios está limitado, es la ley de la justicia, la cual, esencialmente, significa que toda ley está secundada por el castigo o la recompensa, la maldición o la bendición, según su cumplimiento, es decir, conforme sea obedecida o desobedecida.

Hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan;

Y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa. (D. y C. 130: 20-21)

  1. Lucifer y sus seguidores se rebelaron contra el plan do Dios por propia voluntad y sabiendo lo que hacían, rechazaron las leyes sobre las que se basan las bendiciones de la vida terrenal. Por consiguiente, ellos trajeron sobre sí su propia condenación. Ellos—y no Dios—son responsables de sus propios castigos y limitaciones.
  2. Hay por lo menos una condición que es peor que el castigo impuesto a Lucifer (“Perdición”) y sus seguidores (“Hijos de Perdición”), de no poder venir a la tierra y obtener un cuerpo físico.

Y esa peor condición es la de llegar a ser un “Hijo de Perdición” después de haber obtenido un cuerpo físico. El Señor ha definido esta clase de ser de la siguiente manera:

A sí dice el Señor concerniente a todos los que conocen mi poder y han participado do él, y se han dejado vencer por el poder del diablo, neptunio la verdad y desafiando mi poder;

Estos son los hijos de perdición, de quienes digo que mejor hubiera sido para ellos no haber nacido;

. . . Concerniente a los cuales he dicho que no hay perdón en este mundo ni en el venidero. . . (D. y C. 76:31-32, 34; cursiva del autor; léanse también los versículos 35 al 38)

La justicia de los castigos impuestos a ambas clases de hijos de perdición, es comprensible a todo aquél que busca la verdad. Lucifer y sus huestes rehusaron ante el gran concilio celestial, aceptar el sacrificio de Jesucristo y las leyes necesarias para una vida terrenal; por tanto, les fueron negados los privilegios y las bendiciones de esta vida. Caín y los otros que aquí en la tierra se convirtieron en hijos de perdición, habían aceptado, sin embargo, obedecer y sostener las leyes y mandamientos de Dios, pero después de haber obtenido un cuerpo físico fallaron a su palabra y quebrantaron los convenios. Por consiguiente, se concibe que el castigo dispuesto para los hijos de perdición físicos, sea más severo que el impuesto a Lucifer y sus seguidores espirituales. Las Escrituras son bastante claras al indicar que Caín (quien llegó a ser un hijo de perdición en la tierra), reinará sobre Lucifer (quien llegó a ser un hijo de perdición en los cielos) —es decir, Caín es más inicuo y malvado que Lucifer, puesto que transgredió promesas adicionales. (Véase Moisés 5:22-25)

A todos los hijos espirituales de Dios el Padre que hayan manifestado su aceptación del plan divino en el concilio de los cielos, les ha sido dado el derecho de venir a la tierra y obtener un cuerpo físico, habilitado para la procreación. Y este derecho no pudo haber sido dado a otro grupo que no haya prometido ajustarse a los requisitos y someterse a los convenios que corresponden al mismo. En un sentido real, todos los que han vivido, estamos viviendo o lleguen a vivir sobre la tierra, somos hijos e hijas de Dios, puesto que aceptamos, en la existencia preterrenal, sujetarnos a su disciplina. El, a su vez, nos ha prometido que si somos fieles y perseveramos en la verdad que nos ha legado, podemos llegar a ser como El—un Dios de gloria y honor—, capaces 110 solo ya de procrear, sino también de crear. ¡No en vano nos regocijamos y alabamos al Padre Eterno en el concilio de los cielos!

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1 Response to La existencia pre-terrenal del hombre

  1. Avatar de Walter Delgado Walter Delgado dice:

    Excelente!!Gracias y gracias x sus enseñanzas.

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