El Mesías:
Un ejemplo de sencillez y autodominio
por Jeffrey R. Holland
Presidente de la Universidad Brigham Young
Liahona Marzo 1989
“La vida fue muy difícil para el Salvador y creo que muchas veces lo es también para nosotros cuando tomamos la decisión de seguirlo.”
Hay ciertas responsabilidades que tenemos que afrontar cuando elegimos seguir a Jesucristo. En la vida del Salvador, y también en la nuestra, Satanás lucha contra la disciplina incitándonos a buscar una vida fácil, ofreciéndonos un “cristianismo práctico y cómodo”. Jesús resistió esa tentación, y nosotros también debemos hacerlo. La vida fue muy difícil para Él, y creo que muchas veces lo es también para nosotros cuando tomamos la decisión de seguirlo.
Probablemente el tipo de maldad que más obviamente se reconoce es aquella que simple y abiertamente se rebela contra el cielo, de la misma manera que lo hizo Satanás antes de que se creara el mundo, o sea que se manifiesta una premeditada oposición contra Dios. Desde la época de Caín hasta las hostilidades nacionales e internacionales de nuestros días, Satanás ha tratado de tentar y llevar con engaños a los hijos de la promesa hacia la violencia y a un rechazo destructivo del evangelio y sus enseñanzas.
Esos son serios pecados que el mundo conoce muy, pero muy bien.
Existe, sin embargo, otra estrategia más sutil que utiliza Satanás, la cual no es tan violenta ni vengativa y que, a primera vista, no parece ser tan perversa. Pero en realidad, es ahí donde radica el problema, ya que tal estrategia es aún más siniestra, puesto que se nos presenta engalanada, con el agradable atractivo de lo que es fácil y cómodo. A los seudo cristianos les susurra al oído: “¡Disfruten del encanto de la comodidad y la vida holgada!” Recuerdan cuando “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto. . .
“Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
“Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
“Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
“Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo,
“y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.
“Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
“Y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
“Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
“El diablo entonces le dejó…” (Mateo 4:1-11).
Aun nosotros, los miembros de la Iglesia, día tras día, y hora tras hora, nos vemos acosados por las tentaciones que asaltan nuestros pensamientos. Y debido a que para nosotros, de la misma manera que pasó con Cristo, esas tentaciones son más sutiles y taimadas que las tentaciones fácilmente reconocibles, es que voy a hablar brevemente sobre ellas.
“Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.”
Sea lo que sea lo que Satanás haga, no hay duda de que trata de seducimos por medio de nuestros apetitos. Para él es mucho mejor tratar de utilizar nuestras necesidades naturales en vez de esforzarse por crear otras artificiales. Jesús sufrió, real y comprensiblemente, hambre de alimentos, ya que era por medio de ellos que se mantenía en la vida mortal. Él había ayunado por cuarenta días y cuarenta noches. ¿Por qué no comer entonces? Todo parecía indicar que estaba a punto de terminar su ayuno, o que lo haría muy pronto. ¿Por qué entonces no convertir las piedras en pan y comer?
La tentación no radicaba en el hecho de comer. Él había comido antes, muy pronto lo volvería a hacer y seguiría haciéndolo por el resto de su vida terrenal.
La tentación radicaba en la sugerencia de Satanás de hacerlo en esa forma, satisfaciendo su necesidad de comer en la forma más fácil, abusando del poder que poseía sin tener la fuerza de voluntad para esperar el momento apropiado y hacerlo en la forma correcta. Era la tentación de convertirse en un Mesías práctico. ¿Por qué complicarse la vida? ¿Por qué negarse a uno mismo la satisfacción de un placer cuando sólo con un pequeño desliz se puede obtener lo ansiado? Pero Jesucristo no optó egoístamente por procurarse un pan que no se había ganado. Si hubiera sido necesario, El habría pospuesto su satisfacción indefinidamente, en vez de aplacar su apetito con algo que no fuera suyo.
La expresión sexual es también una sagrada y sublime satisfacción física, mediante la cual podemos obtener gozo. Es algo natural y apetecible; nos la ha dado Dios para que podamos ser como El. Pero hemos de recordar que no se nos ha dado gratis, ni en forma instantánea, ni fácilmente, ni tampoco como una cómoda corrupción de los poderes eternos. Tenemos que ganarla, con tiempo y disciplina. Es como todo lo bueno: sólo Dios tiene el derecho de otorgarla, y no Satanás. Cuando un discípulo de Cristo se enfrenta con ese apetito inherente, debe decir sin vacilar: “Sí, pero no de esa forma”, sino a su tiempo, con amor y dentro de los lazos del matrimonio. La relación física apropiada, correcta y santificada de un hombre y una mujer forma una parte tan importante del plan de Dios para nosotros, como el comer el pan de cada día, y quizás más aún. Pero no existe el Mesías práctico y cómodo. La salvación sólo se obtiene por medio de la disciplina y el sacrificio. Por lo tanto, ruego, tanto a los jóvenes como a los viejos, que no sucumban a las tentaciones de la carne.
“Si eres Hijo de Dios, échate abajo.”
Satanás sabía que el templo era el centro de la vida religiosa del pueblo israelita. Era allí a donde llegaría el Mesías prometido. Incluso en ese momento muchos estaban entrando y saliendo. Muchos de ellos, por causa de sus tradiciones e incredulidad, nunca aceptarían a Jesús como su Redentor. La tentación de Jesús podría parafrasearse de la siguiente manera: “¿Por qué no te tiras, de manera espectacular, para que así cuando los ángeles te sostengan, como dicen las Escrituras, millones te sigan y crean en ti? Ellos te necesitan y tú los necesitas a ellos para salvar su alma. Son el pueblo del convenio. ¿Qué mejor que dejarles ver que tú te tiras, sin miedo, de este templo sagrado y sales ileso? Entonces sabrán sin ninguna duda que ha llegado el Mesías”.
La tentación aquí es aún más sutil que la anterior. Es una tentación para el espíritu, la de satisfacer un hambre mucho más real que la del alimento. ¿Lo salvaría Dios? ¿Lo haría? ¿Tendría Jesús la asistencia divina en ese impresionante ministerio que comenzaba en ese momento? Quizás antes debía asegurarse de que tendría el apoyo divino. ¿Por qué no obtener una confirmación espiritual, conseguir una congregación leal y contestar a Satanás con una demostración del poder de Dios? Era el momento de hacerlo, de una forma fácil, desde el pináculo del templo.
Pero Jesús rehusó sucumbir a la tentación del espíritu. Reprimirse y negarse fueron también parte de la preparación divina. Él podría haber ganado seguidores y recibido la certeza de que tendría ese apoyo.
Pero no de esa forma. El todavía no había ganado ningún converso ni el bienestar que tan abundantemente se merecería. Su ministerio apenas había comenzado. La recompensa llegaría finalmente, pero aun el Hijo de Dios debía esperar.
Por lo tanto, les ruego ser pacientes con respecto a las cosas del espíritu. Quizás sus vidas han sido diferentes de la mía, pero lo dudo. Yo he tenido que luchar y esforzarme por saber cuál es mi posición delante de Dios. Como adolescente se me dificultaba orar, y más aún ayunar. Mi misión no fue fácil. Tuve que esforzarme mucho para poder completar mis estudios, para luego descubrir que la lucha continuaba.
De adulto he llorado y suplicado, pidiendo guía. En realidad parece que nunca he podido obtener fácilmente ningún logro valedero, pero he vivido lo suficiente como para estar agradecido por ello.
Es importante que conozcamos nuestro valor como hijos de Dios sin hacer algo tan dramático como tirarnos desde el pináculo de un templo. Con excepción de unos pocos de los que se ha profetizado, todos debemos hacer la obra de Dios de manera sencilla, evitando toda forma espectacular de hacerlo. A medida que ustedes se esfuercen por conocerlo, y descubrir que Él les conoce; al invertir su tiempo, a pesar de lo difícil que pueda resultar, en un modesto y callado servicio, encontrarán que El verdaderamente a “sus ángeles, mandará acerca de [ustedes], y, en sus manos [los] sostendrán …” (Mateo 4:6). Quizás no sea en seguida. Probablemente no vaya a ocurrir pronto, pero existe un propósito en el tiempo que lleva. Alegrémonos de nuestras cargas espirituales porque, si las llevamos bien, Dios nos hablará por su intermedio y nos utilizará para hacer su obra.
Si muchas veces, cuando más tratamos, más difícil nos parece alcanzar algo, animémonos, ya que así ha sucedido con las mejores personas que han vivido sobre esta tierra.
Finalmente, sintiéndose algo frustrado, Satanás irá derecho al grano. Si no puede tentamos ni física ni espiritualmente, entonces simplemente nos hará una proposición llana y abierta, como la que le hizo al Salvador. Desde la cima de una alta montaña, desde donde se pueden ver los reinos del mundo y su gloria, Satanás dirá:
“Todo esto te daré, si postrado me adorares”.
Aquí Satanás compensará la falta de sutileza por la grandiosidad de su oferta. No importa que los reinos no sean suyos y no tenga derecho a darlos. El simplemente le preguntó al gran Jehová, Dios de los cielos y la tierra: “¿Cuál es tu precio? Has resistido al humilde pan, has resistido el convertirte en un Mesías espectacular, pero ningún hombre puede resistir las riquezas del mundo. Dime cuál es tu precio”. Satanás actúa guiado por su primer artículo de “falta de fe”, la creencia de que en este mundo se puede comprar cualquier cosa con dinero.
Llegará el día en que Jesús gobernará esta tierra. El reinará sobre todos los principados y los poderes que hay en el mundo. El será Rey de reyes y Señor de señores, pero no de esa forma. En realidad, para llegar a ese punto El ha tenido que seguir un camino sumamente difícil. Alcanzará su trono de gracia por medio de las congojas, dolores y sacrificios sufridos. Cerca de setecientos años antes del nacimiento de Jesús, Isaías profetizó de El:
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos.
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. . .
“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y… no abrió su boca.” (Isaías 53:3, 5, 7.)
¿Puede ser tan difícil ganamos un lugar en el reino de Dios? Sin lugar a duda, tiene que haber una forma más fácil. ¿Podemos comprar nuestra lugar allí? Todo hombre y toda mujer tienen un precio, ¿no es así? Aunque algunas veces pensamos que sí, en realidad no todos tienen un precio y algunas cosas no pueden comprarse. El dinero, la fama y la gloria terrenal no son nuestras metas eternas. Pero si no tenemos cuidado, el dinero, la fama y la gloria terrenal pueden conducirnos al tormento eterno.
Aun cuando la Iglesia y ustedes y yo corno individuos necesitamos cosas materiales para poder comer y vestirnos, y también llevar adelante la obra del reino, no tenemos por qué vender nuestra alma para lograr todo ello. En el mundo de hoy hay muchas personas que tratan de involucrar a otros en compras dudosas o seducirlos a invertir en la “única oportunidad que se presenta en la vida”.
Ese tipo de oportunidades usualmente ofrece algo a cambio de nada, maneras fáciles de hacer gran cantidad de dinero rápidamente y sin mucho esfuerzo. Lamentablemente, muchas personas confiadas han sido engañadas por intrigantes y deshonestos agentes de negocios. Nosotros podemos progresar en esta tierra, en el aspecto material, pero no de esa forma.
Ganar el dinero necesario, cursar los estudios debidos y hacer todo esfuerzo honesto por elevar nuestra situación económica son todos aspectos importantes. El trabajar y empeñarse diligentemente y el hacerse merecedor de las bendiciones temporales son actos que valen la pena y valen el esfuerzo y la espera invertidos. Y finalmente llegarán las bendiciones, más pronto a veces de lo que pensamos, mas no todo será fácil, ni las obtendremos de la manera más conveniente para nosotros.
No es fácil vivir sin tener satisfacciones físicas, seguridad espiritual o posesiones materiales, pero muchas veces debemos hacerlo, ya que en nuestro convenio cristiano no hay nada escrito qué nos garantice facilidad y comodidad. Debemos trabajar diligentemente y hacer lo que es correcto, y de esa manera obtendremos lo que deseamos cuando sea el momento oportuno. Y cuando nos hayamos empeñado y hayamos esperado aquello que parecía que nunca podríamos obtener, vendrán los ángeles y nos servirán. (Véase-Mateo 4:1 1.) Ruego al Padre que puedan recibir ese servicio angelical en el nombre de Jesucristo. Amén.
Alegrémonos de nuestras cargas espirituales porque, si las llevamos bien, Dios nos hablará por su intermedio y nos utilizará para hacer su obra.
























