Buscad al Señor
Por Eldred G. Smith
Patriarca General de la Iglesia
Liahona Julio 1951
He puesto particular atención en esta conferencia a las oraciones que han sido ofrecidas. Han sido en realidad un gran ejemplo que todos podemos seguir. Espero que yo reciba mi porción completa de oraciones pedidas a favor de aquellos que toman parte aquí en esta conferencia así como, estoy seguro, lo han recibido aquellos que me han precedido.
En el principio cuando Adán y Eva fueron echados del Jardín de Edén, fueron separados de la presencia del Señor, pero el Señor no esperaba que estuviesen sin algún contacto con él, y la avenida que dejó abierta para que el hombre se comunicara con Dios mientras estuviese en esta vida mortal fué la oración. Por lo tanto Adán invocó el nombre de Dios, y recibió su dirección en todas las cosas. Ni tampoco espera Dios que nosotros estemos solos en esta vida sin alguna ayuda de él. A través de todas las edades que abarcan el Antiguo y el Nuevo Testamento y el Libro de Mormón el Señor dió instrucciones de orar constantemente. Las Doctrinas y Convenios abundan con tales exhortaciones. Los discípulos le pidieron al Señor en una ocasión: “Señor, enséñanos a orar”.
Entre otras cosas dijo el Señor que habíamos de orar a nuestro Padre que está en los cielos. Y en esto creo que debemos tener cuidado, porque muchas veces comenzamos nuestras oraciones usando la expresión “nuestro Padre Celestial” y entonces en el transcurso de la oración usamos la palabra “Señor” y antes de terminar la oración es difícil saber si estamos hablando al Padre o a su Hijo Jesucristo. Debemos orar a nuestro Padre Celestial, porque él es en realidad el Padre de todo el género humano y siendo que es nuestro Padre, él desea que vengamos ante él frecuentemente expresando nuestro gozo y nuestra tristeza, y dando nuestras gracias por todo lo que él nos ha dado. Entonces el Salvador nos dió un buen ejemplo sugestivo de las cosas que debemos pedir y cómo debemos orar. (Véase Lucas 11:1-2).
Como Jesús dijo a sus discípulos: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Aun así nos manda orar. Él quiere que seamos considerados de otros así como lo somos de nosotros mismos.
“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. No intentó que siempre usásemos las mismas palabras que él usó en su ejemplo o que nosotros repitiésemos oraciones escritas. Al hacer esto nos volveríamos tal como aquellos de los cuales Cristo se refería cuando dijo.: ‘-Con los labios me honran, mas su corazón lejos está de mí”. ¿Creen Uds. que José Smith hubiera recibido esa manifestación gloriosa si él simplemente hubiera leído una oración. ¿Cuánto de nuestro corazón ponemos en una oración leída? ¿Cuánta fe podemos nosotros ejercer con palabras y pensamientos que no son de nosotros? La oración sin fe es muerta, pero si fortalecemos la fe que el Presidente Ivins mes acaba de mencionar, esa creación, estoy seguro, tendrá resultados y tendremos un aumento de actividad en la Iglesia.
No leemos nuestras oraciones en esta Iglesia, pero algunos de nosotros cometemos un error casi tan grave. Estamos tan arraigados o atados por palabras y frases compuestas que a veces casi ni nos acordamos de lo que estamos diciendo. Tenemos que tener un espíritu de humildad profunda, de arrepentimiento, una mente abierta, para recibir la voluntad de Dios. No debemos ser estorbados por algún enojo o dureza de corazón, o por algún deseo egoísta. Debemos sintonizar nuestras mentes y nuestros corazones al Espíritu de Dios así como sintonizamos nuestro radio para recibir el programa de la radiodifusora. No queremos perturbación interventora de influencias ajenas. En la actitud de arrepentimiento verdadero debemos buscar perdón de nuestros errores pasados y dirección para nuestro mejoramiento.
A menos que todo nuestro corazón esté en lo que estamos haciendo, no estamos verdaderamente orando. Un niño es naturalmente sincero y se le puede enseñar a orar casi al hablar sus primeras palabras. Su propia oración en privado debe convertirse en un hábito indómito. Si él principia el día con una oración pidiendo guía y ayuda, si al acostarse hace una oración expresando su gratitud más de la mitad de la batalla ha sido ganada al procurar hacer lo bueno. El Señor nos dice en las Doctrinas y Convenios, Sección sesenta y ocho, versículo veintiocho:
Y también han de enseñar a sus hijos a orar y andar rectamente delante del Señor.
Los niños aprenderán más por medio de observar el ejemplo de otros de lo que aprenderán cuando nada más se les dice. Si los padres tienen una actitud devota a la oración, los niños igualmente tendrán la misma actitud. No se puede dar demasiada importancia a la oración familiar. De ninguna otra manera podemos obtener tal espíritu de unidad, ni hay otro lugar mejor para que el niño aprenda a orar en público.
El Señor también nos dice en las Doctrinas y Convenios, Sección diecinueve, versículo veintiocho:
Y además, te mando que ores, tanto vocalmente como en tu corazón; sí, ante el mundo así como en secreto; en público así como en privado.
Es sorprendente cuán rápido un niño puede tomar su turno en la oración familiar, y piensen del bien que viene a la familia. Si nos arrodillamos juntos y unánimes a dar gracias a Dios por sus muchas bendiciones, pidiendo por su dirección, por la paz y el amor en nuestros corazones; pidiendo por los necesitados, por el amansamiento de la obra de Dios aquí sobre la tierra: ¿no ayudará esto en hacer de nuestro hogar un lugar mejor? ¿No nos ayudará a ser más considerados los unos de los otros, más bondadosos y amables? Un esposo y una esposa que juntos oran vocalmente tendrán más amor y contentamiento en su hogar. Si aprendiéramos a orar a Dios más a menudo, no habría tanta necesidad de ir a las cortes de divorcio. Enseñen a sus hijos la única fuente de fuerza que nunca les faltará. Ayúdenles a comprender que tienen, un amigo eterno, uno que pueden llamar cuando sus corazones estén llenos de gozo, así como cuando estén llenos de duda y tristeza. Entonces cuando ya se hayan desarrollado y sean independientes, viviendo en el hogar, lejos del hogar estudiando en la escuela, o en los lejanos campos de batalla tendrán a Dios como su compañero; no temerán. Esto traerá paz, felicidad y gozo. El mundo enfermo en el pecado podría ser levantado de sus profundidades si solamente nos volviéramos al Señor en oración. ¿Qué cosa de más valor podríamos hacer para nuestros hijos, Pronuncio las bendiciones de Dios sobre todos los que humildemente le buscan en oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























