Pero siguieron adelante

En 1846, miles de personas de la región central de los Estados Unidos eran perseguidas por sus creencias religiosas y forzadas a abandonar sus hogares en medio del crudo invierno. Ellos no se consideraban pioneros, pero tuvieron que aventurarse por las llanuras en busca de refugio, un lugar donde pudieran adorar a su Dios y vivir su fe. Algunos viajaron en carretas, mientras que otros tiraban de carromatos, pero todos ellos tuvieron que caminar muchos cientos de kilómetros. No había carreteras, restaurantes ni posadas en el trayecto, pero la llama de su fe y sus convicciones les hacía seguir adelante.

Brigham Young, el líder de las caravanas hacia el Oeste, enseñó que “aun cuando es bueno tener fe, mejor es cuando se la combina con buen sentido común”. Así que hicieron cuanto pudieron para prepararse, ayudarse mutuamente, y viajar prudentemente. Finalmente hallaron su santuario de paz y prosperidad en los valles desérticos de las montañas rocosas, para más tarde hacerlo florecer como una rosa.

¿Cómo lo lograron? ¿Cómo alcanzaron el éxito ante tan difíciles circunstancias? La respuesta más sencilla quizá sea que siguieron adelante.

No fue fácil, pero nunca lo es con las cosas de mayor valor. Durante su viaje, los pioneros eran a menudo ridiculizados por muchos observadores, pero siguieron adelante; los alimentos y las provisiones escaseaban, pero siguieron adelante; el terreno era escabroso, pero siguieron adelante. Alguien observó que los peores trechos siempre parecían presentarse cuando los viajeros estaban más débiles y los elementos azotaban más despiadadamente. Sin embargo y pese a todo, siguieron adelante.

Si nuestro sendero se vuelve incierto, sombrío y hasta infranqueable, quizá podamos, a nuestro modo, hacer lo que hicieron los pioneros: Con fe en Dios y buen sentido común seguir adelante. Aunque no nos consideremos valientes, hacemos cosas de valor; aunque parezca que ya no podemos seguir, continuamos dando un paso tras otro, y con fe en cada uno de ellos, seguimos adelante.