Es suya la decisión

Es suya la decisión

Joseph B. Wirthlin

por el élder Joseph B. Wirthlin
del Cuórum de los Doce Apóstoles
Adaptado de un discurso pronunciado en la charla fogonera del 4 de septiembre de 1994

Cuando eligen seguir a alguien, están escogiendo también el destino de esa persona. Aquí se dan las tres mejores decisiones que pueden tomar.

El Evangelio restaurado de Jesucristo enseña con poder que un amoroso Padre Celestial nos ha puesto en esta tierra para aprender de nuestras experiencias, tanto buenas como malas. Nuestro Padre nos dio el don del albedrío. El poder de elegir y de controlar nuestro propio destino fue tan importante que en el cielo se peleó una guerra para preservarlo. Su decisión de seguir al Salvador les salvó de ser echados fuera y les llevó a esta probación mortal.

Quisiera sugerir tres pautas que, aunque sean sencillas y conocidas, les servirán tan bien como han servido a sus antepasados y como servirán a sus descendientes:

  • Sigan al Cristo.
  • Sigan al profeta.
  • Sigan el Espíritu.

SIGAN AL CRISTO

El Salvador nos llama amorosa-mente a todos los hijos de nuestro Padre en todas partes y en todo tiempo. Su invitación, “Venid a mí” (Himnos, NQ 61), es universal.

En el mundo actual, la única protección contra “los dardos encendidos del adversario” (D. y C. 3:8) es elegir vestimos “de toda la armadura de Dios” (Efesios 6:11).

Satanás es el maestro del engaño y el padre de todas las mentiras. Sólo al ejercer la fe en el Salvador y en Su sacrificio expiatorio y al guardar todos los mandamientos serán protegidos de los esfuerzos incesantes e insidiosos de Satanás de llevarles astutamente hacia su poder.

No se puede vivir el Evangelio como si fuera un bufet de un restaurante, eligiendo acá un poco y allá otro poco, sino que debemos sentarnos al banquete y vivir la plenitud de los amorosos mandamientos del Señor.

Se les han enseñado los mandamientos y saben lo que tienen que hacer: orar, estudiar las Escrituras, ayunar, pagar los diezmos y las ofrendas, asistir a las reuniones, tomar la Santa Cena, magnificar los llamamientos, servir a otros, sostener a los líderes de la Iglesia, hacer y guardar convenios sagrados, compartir el Evangelio y ser honrados, verídicos, castos, benevolentes y virtuosos.

SIGAN AL PROFETA

El Salvador ha declarado que ya sea que recibamos la palabra de Dios “por [Su] propia voz o por la voz de [Sus] siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38). Si hemos de seguir a Cristo, debemos seguir al Profeta, o sea, al vocero del Señor sobre la tierra.

Cuando yo servía como Presidente de Área en Europa, mi esposa y yo viajamos por Finlandia, Suecia, Dinamarca y Noruega, y llevamos a cabo reuniones y conferencias con los miembros y los misioneros. Casi al final de nuestro viaje, llegamos acompañados por el presidente y la hermana John Langeland de la Misión Noruega Oslo a la pequeña ciudad de Alta, Noruega. Nos sentimos contentos de haber hecho el esfuerzo adicional por reunimos con los miembros en un lugar tan remoto, pero al charlar con los líderes locales de la Iglesia, nos dimos cuenta de que había todavía otra rama pequeña que quedaba aún más al norte, en Hammerfest, una de las ciudades más septentrionales del mundo.

Para sorpresa nuestra, nos enteramos de que varios años antes, el élder Howard W. Hunter había sido la primera Autoridad General en visitar la rama de Hammerfest. La historia de esa visita nos dice mucho acerca del hombre al que el Señor después llamó a ser Su Profeta, Vidente y Revelador:

“‘Era difícil llegar a Hammerfest por los medios de transporte usuales. Originalmente se había planeado que los visitantes llegarían… en hidroavión, pero, tal como sucede a menudo, un cambio en el clima eliminó la posibilidad de volar. Entonces se decidió que debían viajar en automóvil desde Alta, la ciudad más aledaña a Hammerfest que contaba con un aeropuerto comercial. La nieve había comenzado a cubrir los caminos, y en varias ocasiones el élder Hunter y [el presidente Leo M.] Jacobsen tuvieron que empujar el automóvil a través de la nieve. Cuando parecía imposible seguir avanzando, pasó un camión que remolcó el auto sobre la cima y lo llevó hasta Hammerfest’.

“Finalmente llegaron a las diez y media de la noche a la reunión que debía haber empezado a las siete, y se dieron cuenta de que la mayoría de los miembros habían esperado su llegada” (citado en Howard W. Hunter, de Eleanor Knowles, 1994, págs. 175-176).

Los miembros de Hammerfest, ansiosos por conocer a un apóstol y de escuchar la voz de alguien que había sido llamado a ser un testigo especial, esperaron tres horas y media la llegada tardía del élder Hunter. La fe, la esperanza y las oraciones de esos miembros quedaron recompensadas cuando él compartió con ellos su poderoso testimonio del Salvador.

El día en que se anunció que el presidente Hunter era el nuevo Profeta de la Iglesia, él dijo: “…presten más atención que nunca a la vida y al ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, sobre todo al amor, a la esperanza y a la compasión que El demostró” (véase “Preciosas y grandísimas promesas”, Liahona, enero de 1995, pág. 8). En suma, nos estaba pidiendo que desarrolláramos y demostráramos los atributos cristianos en todo trato con los demás. En la actualidad, el presidente Gordon B. Hinckley nos pide que hagamos lo mismo.

SIGAN EL ESPÍRITU

Cumpliendo una asignación de la Iglesia, mi esposa y yo visitamos la isla de Molokai en Hawai. Al regresar a pie al automóvil después de subir trabajosamente un sendero en las montañas, nos encontramos con un joven que se dirigía al mirador. Yo lo saludé cortésmente, y la respuesta de él me indicó que era alemán.

En su rostro se vislumbraba un corazón sincero y una personalidad asequible. Yo hablaba su idioma y conocía algo de su cultura, habiendo servido en una misión donde se hablaba el alemán. El Espíritu me indujo a presentarle el Evangelio, pero las personas que nos rodeaban interrumpieron nuestro breve encuentro sin que yo hubiera dicho una sola palabra acerca del Evangelio restaurado de Jesucristo. No fui el misionero que debe ser todo miembro de la Iglesia del Salvador.

Al alejamos del lugar en el auto, me inquietó el sentimiento de no haber cumplido con mi deber de proclamar el Evangelio. Me sentí preocupado mientras dábamos la vuelta a la isla para ir a ver las hermosas cascadas de Molokai. Al bajarnos del auto, también se detuvo otro auto y se bajó el joven al que habíamos visto antes; él me sonrió y me extendió calurosamente la mano. Al estrechar su mano extendida, pensé para mí: Esta vez cumpliré con mi deber.

Nos presentamos, y me enteré de que él era un estudiante universitario de una pequeña ciudad al sur de Düsseldorf, Alemania. Hablamos de mis gratos recuerdos de Alemania y de mi admiración por el pueblo alemán. El comentar sobre la obra que yo realizaba en Europa me dio la oportunidad ideal de explicarle algunos de los principios básicos del Evangelio. Al despedimos, le pedí su dirección y número telefónico, lo cual me dio con gusto. Sentí que en realidad era un nuevo amigo.

A mi regreso a Salt Lake City, escribí a la Misión Alemania Düsseldorf y le pedí al presidente John F. Charles que enviara misioneros para que continuaran la charla en cuanto al Evangelio. Yo no creo que haya sido coincidencia que mi esposa y yo nos encontráramos a ese joven dos veces.

Pero el Señor no siempre nos da una segunda oportunidad de compartir el Evangelio. Yo no hice caso de seguir el Espíritu la primera vez que esa voz apacible y delicada en forma inequívoca me habló al corazón y a la mente. Es posible que no hubiera tenido otra oportunidad, pero el Señor gentilmente me la dio.

Debemos actuar cuando el Espíritu hable. Cuando yo lo hice, el joven respondió en forma positiva a mi mensaje, aunque ese mensaje realmente no era mío, sino de Dios, y acudió a mi mente por medio del Espíritu del Señor. Yo sólo fui un instrumento en las manos del Señor.

El Espíritu siempre guiará y dirigirá correctamente; les protegerá de la tentación, les iluminará la mente y les consolará el corazón. Sigan el Espíritu a fin de centrar su energía en lo que más importancia tiene.

Las verdades del Evangelio no cambian. Si siguen al Cristo, siguen a Su Profeta y siguen el Espíritu, siempre escogerán el bien. Como resultado de las sabias decisiones que tomen, su testimonio se fortalecerá y recibirán grandes bendiciones de gozo, felicidad y paz. □

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