El servicio caritativo en la Sociedad de Socorro

El servicio caritativo
en la Sociedad de Socorro

Marion G. Romney

Por el élder Marion G. Romney
del Consejo de los Doce
(Discurso pronunciado en la Reunión de Oficiales de la
Conferencia General Anual de la Sociedad de Socorro, 28 de septiembre de 1966)


Mis hermanas, es un honor para mí haber sido invitado para dirigiros la palabra en esta mañana. Cuando la hermana Spafford me pidió que hablara, yo le solicité que me hi­ciera sugerencia sobre los temas que quería que tocara. En respuesta a este pedido, recibí una carta de la hermana Sharp que decía que podía hablar, 1) sobre el servicio caritati­vo de la Sociedad de Socorro y, 2) sobre los servicios que estamos dis­puestos a brindar cuando nos lo solicita el Comité General de Bien­estar de la Iglesia. Consideraré en primer lugar, la segunda sugeren­cia.

La Sociedad de Socorro ha sido durante los últimos treinta años, y todavía lo es, la ayuda auxiliar principal del obispo para poner en práctica el Programa de Bienestar de la Iglesia. Entre otras cosas, la presidenta de la Sociedad de Soco­rro debe ser llamada para estudiar, analizar e informar al obispo las condiciones de los necesitados, para preparar las órdenes para el alma­cén del obispo y para prever las necesidades futuras. Los miembros de la Sociedad de Socorro han esta­do, y aún deben estarlo, deseosas de trabajar en costura, envasado y otros proyectos de producción para el plan de bienestar cuando lo soli­cite el obispo.

La Sociedad de Socorro tuvo por muchos años a su cargo el buscar empleos, especialmente para las mu­jeres. Mientras en la actualidad no se solicita a la Sociedad bajo los procedimientos de la organización del bienestar, la búsqueda de em­pleos en la industria, hay un ser­vicio con respecto al empleo domés­tico en los hogares de los miembros de los barrios que la Sociedad de Socorro está admirablemente capa­citada para rendir. Las maestras visitantes, tienen en sus visitas la oportunidad de estimar, con tacto y sabiduría, las condiciones del hogar. Para poder hacerlo deben capacitarse y hacerlo concienzuda­mente. Después de sus visitas, de­ben informar inmediatamente a sus presidentas de la Sociedad de So­corro de barrio, todas las circuns­tancias que a su juicio requieren el bienestar o el servicio caritativo de la Sociedad de Socorro, incluyendo si se necesita ayuda doméstica y empleo. En ocasiones, hay emer­gencias que justifican la acción in­mediata de las mismas maestras visitantes, y en otras oportunidades de la presidenta de la Sociedad de Socorro del barrio. En tales emer­gencias, creo que no debemos estar atados por las reglas hasta el punto de dejar morir a un paciente sin brindarle la ayuda que necesita mientras buscamos al obispo. Re­cuerdo la historia de una niñita que comenzaba la escuela, y que volcó su vaso de leche durante el al­muerzo; la maestra, irritada por el incidente le dijo: “¿Qué haría tu mamá si estuviera aquí?” a lo que la niña contestó: “Buscaría un trapo y lo secaría y no se quedaría parada sin hacer nada”. Sin embargo, el hecho debe ser informado por la presidenta al obispo a más tardar en la próxima reunión del Comité de Bienestar del Barrio que se de­be tener cada semana al principio de la reunión del comité ejecutivo del sacerdocio del barrio.

En adición a estos servicios, que la Sociedad de Socorro debe estar lista para brindar, hay otros ser­vicios caritativos que pueden, a ve­ces, ser dirigidos al obispo y otras veces pueden ser rendidos por la comisión general de la Sociedad de Socorro. Por ejemplo, el negar o rendir ayuda doméstica en tiempo de enfermedad, aflicción y otras emergencias; ocasionalmente la pro­visión de comida a ancianos u otros que se encuentran incapacitados en el hogar; el llamar o telefonear a los que están solos en el hogar y en los hospitales; o escribir cartas por los incapacitados.

Una lista de tales servicios bene­volentes puede extenderse eterna­mente y nunca incluir todas las áreas del bienestar y del servicio caritativo de la Sociedad de Soco­rro. Como lo instruyó el profeta José Smith, la Sociedad de Socorro actúa bajo la dirección del Sacer­docio, es bueno notar a este punto que en los primeros tiempos de esta dispensación el Señor puso la responsabilidad de cuidar de los po­bres en la Iglesia sobre el obispo, como el agente administrador de la Iglesia y siendo que la Sociedad de Socorro es la ayuda principal del obispo, tomaré unos minutos para darles las palabras del Señor con respecto a esta responsabilidad del cuidado de los pobres. En enero de 1831, a los nueve meses de ser organizada la Iglesia, el Señor dijo en una revelación:

. . .para vuestra salvación, os doy un mandamiento, porque he escuchado vuestras oraciones, y los pobres se han quejado delante de mí, y a los ricos he hecho yo, y toda carne es mía, y no hago acepción de personas.

Por lo tanto escuchad mi voz y seguidme. . .

Y estime cada hombre a su her­mano como a sí mismo, practicando la virtud y la santidad delante de mí.

Y de nuevo os digo, estime cada hombre a su hermano como a sí mismo. (D. y C. 38:16,22,24-25)

Y entonces explicó el Señor lo que quería decir la frase “estime cada hombre a su hermano” en una impresionante parábola. Dijo:

¿Qué hombre de entre vosotros, si teniendo doce hijos que le sirven obe­dientemente, y no hace acepción de ellos, dijere a uno: Vístete de lujo y siéntate aquí; y al otro: Vístete de harapos y siéntate allí, podrá luego mirarlos y decir soy justo?

He aquí, esto os lo he dado por parábola, y es aun como yo soy. Yo os digo: Sed uno; y si no sois uno, no sois míos. (D. y C. 38:26-27)

Después dio instrucciones a la Iglesia sobre lo que debían hacer, les dijo:

Y ahora, doy a la iglesia en estas partes el mandamiento de nombrar, por la voz de la iglesia, a ciertos hom­bres de entre ella.

Los cuales atenderán a los pobres y necesitados, por quienes velarán en sus necesidades, a fin de que no su­fran. . . (D. y C. 38:34-35)

Cinco semanas después, en la re­velación referida en la misma reve­lación como la ley de la Iglesia, el Señor dijo:

Si me amas, me servirás y guarda­rás todos mis mandamientos.

Y, he aquí, te acordarás de los po­bres. . .

Y al dar de tus bienes a los pobres, lo harás para mí; y se depositarán con el obispo de mi iglesia y sus conse­jeros. (D. y C. 42:29-31)

Más adelante en el mismo mes, el Señor dijo nuevamente:

He aquí, os digo que debéis visitar a los pobres y a los necesitados, y su­ministrarles auxilio para que sean pre­servados. . . (D. y C. 44:6)

Todas estas revelaciones fueron dadas en enero o febrero de 1831, pero la revelación que más me con­mueve sobre esta pregunta es la que dio el profeta José Smith en junio de ese año. En esta revela­ción, el Señor indicó a veintiocho élderes que viajaran, de a dos, des­de Kirtland al Condado de Jackson en Misurí. Debían tomar distintas rutas, predicando el evangelio mien­tras viajaban. Recordarán que en esa época no estaban provistos de muchas comodidades y debían via­jar—caminar parte del camino—por tierra primitiva. José Smith y su compañero inmediato “viajaron en carreta y diligencia y ocasionalmen­te en bote hasta Cincinnati, Ohio,” después “a Louisville, Kentucky,” y “Saint Louis por vapor,” y “de esta ciudad en el Misisipí, el Pro­feta cruzó a pie todo el estado de Misurí a Independence, el Condado de Jackson, una distancia de apro­ximadamente 450 kilómetros”. (Life of Joseph Smith the Prophet, por George Q. Cannon, pág. 117)

Quiero mencionar estos datos pa­ra que puedan entender las circuns­tancias que estaban en contra cuan­do el Señor les dijo a estos hombres cuando comenzaron su viaje:

Y recordad en todas las cosas a los pobres y necesitados, los enfermos y afligidos, porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo. (D. y C. 52:40)

Esta afirmación, dada bajo tales condiciones, no sólo impresionó en los hermanos la importancia de cui­dar a los pobres, sino que parece, por lo que el Profeta comentó pos­teriormente concerniente a los ser­vicios benévolos de las hermanas, que surtió un efecto notable sobre ellos también. . .De conformidad con estas revelaciones, la obligación principal de cuidar a los enfermos, pertenecía y aún pertenece al obis­po. Sin embargo, desde 1842, cuan­do el profeta José organizó la So­ciedad de Socorro, las hermanas han sido llamadas para que ayuden.

En la búsqueda del concepto co­rrecto de la responsabilidad de la Sociedad de Socorro en el Programa de Bienestar de la Iglesia y en los servicios caritativos, he revisado los comentarios del profeta José Smith concerniente a la Sociedad de So­corro en su principio. Sus palabras presentan gráficamente lo que pien­so debería ser todavía su guía. Creo que no hay ningún hombre, aparte del mismo Salvador, que haya sido tan grande o que haya vivido tan cerca del Señor como el Profeta.

Voy a citar al Profeta. Espero que penséis bien en estas palabras y captéis el punto de vista del Profe­ta sobre vuestra organización. El 17 de febrero de 1842, el Profeta escribió en su diario: “Ayudé a comenzar la organización de la So­ciedad de Socorro de mujeres de Nauvoo.”

A la semana siguiente, escribió en su diario:

Bajo un requerimiento especial, asis­tí a la Sociedad de Socorro femenina, cuyo objeto es el cuidar de los pobres, los destituidos, viudas y huérfanos, y para el ejercicio de sus propósitos benévolos. (Doctrinal Hislory of the Church, 4:567)

Benévolo se define en el diccio­nario como “que tiene buena volun­tad a otro; amable; caritativo”. El Profeta continúa:

Había una gran asistencia. . . de nuestras damas más inteligentes, hu­manas, filantrópicas y respetables; y estuvimos seguros por el conocimiento de esos puros principios de benevolen­cia que fluyen espontáneamente de sus pechos, que con las fuentes que tienen a su disposición, se dirigirán prestamente al socorro del extraño; derramarán aceite y vino sobre el corazón herido del desgraciado; se­carán las lágrimas de los huérfanos y harán regocijar el corazón de las viudas. (Doctrinal History of the Church, 4:552, 567)

En estas palabras del Profeta te­nemos algunas tareas específicas en las que la Sociedad de Socorro pue­de servir, sin esperar siempre por el llamado del obispo. Entonces continúa el Profeta:

Nuestras mujeres han sido siempre distinguidas por sus actos do benevo­lencia y amabilidad; pero el trato cruel que recibieron ha impedido hasta ahora el que extendieran su mano

caritativa en una manera conspicua; sin embargo, en el medio de la perse­cución, cuando el pan ha sido quitado de sus indefensos hijos por sus crueles opresores, siempre han estado dispues­tas a brindar su hospitalidad al via­jero, a dividir sus escasas raciones con el hambriento, y a compartir sus empobrecidos guardarropas con los más necesitados y destituidos; y ahora que están viviendo en una tierra más cordial. . . y poseen facilidades que antes no habían gozado, estamos con­vencidos que con su esfuerzo concen­trado, las condiciones de sufrimiento del pobre, del extranjero y del huér­fano serán aminoradas. (Doctrinal History of the Church, 4:567-568)

Hablando nuevamente sobre la Sociedad de Socorro, el 28 de abril del mismo año (cinco semanas des­pués de su organización) el Profeta, hablando a las hermanas les dijo:

Esta es una Sociedad caritativa, y va de acuerdo con vuestra naturaleza, porque es natural en la mujer tener sentimientos de caridad y benevolen­cia. Ahora os halláis en posición tal que podéis obrar de acuerdo con aquellas simpatías que Dios ha plan­tado en vuestro seno.

Si vivís de acuerdo con estos prin­cipios, ¡cuán grande y glorioso será vuestro galardón en el reino celestial! Si cumplís con vuestros privilegios, no se podrá impedir que os asociéis con ángeles.

Si las hermanas de esta Sociedad obedecéis los consejos del Dios Om­nipotente, dados por medio de las autoridades de la Iglesia, tendréis el poder para dar órdenes a las reinas que hubiere en medio de vosotras. (Doctrinal History of the Church, 4:605)

Mediante el orden del sacerdocio que Dios ha establecido, recibiréis instrucciones por conducto de aquellos que han sido designados para adminis­trar, guiar y dirigir los asuntos de la Iglesia en esta última dispensación y ahora en el nombre del Señor, doy vuelta a la llave para vuestro bene­ficio; y esta Sociedad se alegrará, y desde ahora en adelante descenderán sobre ella conocimiento e inteligen­cia. Este es el principio de mejores días para los pobres y necesitados, y tendrán razón para alegrarse y pro­nunciar bendiciones sobre vuestra ca­beza. (Doctrinal History of the Church, 4:607)

Después de esto dijo algo sobre trabajar cerca del hogar, mientras que vuestro conocimiento se puede extender por todo el mundo. Pensé en la hermana Spafford en Asia cuando leí esto nuevamente.

Limítense vuestras obras principal­mente a los que se hallen a vuestro derredor, dentro del círculo de vues­tros conocidos. En lo que a conoci­miento respecta, puede extenderse por todo el mundo, pero vuestro ministerio debe limitarse al círculo de vuestros conocidos cercanos y más particular­mente a las miembros de la Sociedad de Socorro. (Doctrinal History of the Church, 4:607)

Pienso que la hermana Spafford estuvo muy acertada cuando dijo lo que dijo esta mañana sobre mez­clarse con otras organizaciones.

Las minutas de la Sociedad de Socorro del 9 de junio de 1842 indican que el Profeta dijo lo si­guiente:

La mejor medida o principio para traer a los pobres al arrepentimiento os atender a sus necesidades. La So­ciedad de Socorro de las hermanas existe no sólo para dar alivio al pobre, sino para salvar almas. (Doctrinal History of the Church, 5:24-25)

Por supuesto, no hay ninguna otra organización sobre la tierra, de mujeres o de otra clase, que tenga una constitución como la que hizo el Profeta del Dios viviente.

Los registros nos dan la forma­ción y naturaleza y revela la impor­tancia del objetivo de la Sociedad de Socorro, que, en las palabras del profeta José “es cuidar de los po­bres, destituidos, viudas y huérfa­nos y para el ejercicio de sus pro­pósitos benévolos”.

A través de los años los procedi­mientos en la Iglesia han cambiado. Desde que la Sociedad de Socorro fue organizada, sin embargo, ha te­nido parte en cada frase, y las her­manas siempre han participado. Nunca habéis fallado, y tenéis toda razón para estar orgullosas de vues­tros logros. Es mi fe y convicción que no fallaréis en el futuro, y creo que en los días venideros tendréis la oportunidad de rendir aún más grandes servicios que los que habéis sido llamadas a prestar hasta ahora.

En adición a responder al llama­do del obispo para ayudar en el bienestar, y sin usurpar sus prerro­gativas, los miembros de la Socie­dad de Socorro deberían estar siem­pre alertas a actuar benévolamente en las bases de vecino a vecino. Hay muchos pobres, destituidos, viudas, huérfanos y extranjeros a quienes hay que secar las lágrimas y cuyos corazones se deben regocijar al po­ner el bálsamo curador de la caridad divina y benevolencia para su bie­nestar.

Un amigo mío recibió reciente­mente una comunicación que creo encierra un verdadero mensaje y que me gustaría que escucharais:

. . .A posar ole que los mormones son buenos ciudadanos y han creado una sociedad de la que parece que las personas de Utah parecen gozar, no dan la impresión ole ser amigables vecinos con las personas que se mudan a su comunidad. De las cuatro veces que me he mudado a Utah, nunca he recibido la amistad de mis vecinos cercanos que eran mormones.

Estaba almorzando con un hombre ole negocios que recién se había mu­dado de la ciudad de Denver. . .pensó que le iba a gustar vivir acá pero su esposa se sentía muy sola. Se estable­cieron en un barrio residencial del sudeste en donde aparentemente todos eran mormones, pero ni un vecino se había acercado a ella para ofrecerle su amistad.

Estoy seguro de que las nuevas personas aprenderían a apreciar más rápidamente la tolerancia y amistad básica de la gente mormona si fuera la norma que aceptaran a las nuevas personas sin importar la religión a la que pertenezcan, no como proselitistas, sino como vecinos que viven juntos en armonía. . .

El hecho de que sirvamos con un verdadero espíritu es de suma im­portancia. Hay un espíritu enga­ñoso en el mundo en la actualidad que quisiera persuadirnos a que de­járamos nuestras obligaciones divi­nas en estos asuntos al relegarlos a los trabajadores del “bienestar del estado” o al “socialismo”. Pero esto no lo podemos hacer. En am­bos sistemas, ni el que da ni el que recibe gozan del espíritu del Señor. Los actos de benevolencia deben hacerse en el espíritu de caridad que es el amor puro de Cristo, si van a alcanzar las normas de la Sociedad de Socorro.

Moroni dice que si uno

. . .ofrece una dádiva o una oración a Dios, a menos que lo haga con verdadera intención, nada le aprove­cha.

Porque he aquí, no le es imputado a justicia.

Pues he aquí, si un hombre siendo malo, presenta una dádiva, lo hace de mala gana; por tanto le es contado como si hubiese retenido la dádiva; así que se le tiene por malo ante Dios. (Moroni 7:6-8)

El 30 do marzo de 1842, el Pro­feta dirigió estas palabras a la So­ciedad de Socorro:

. . .los miembros de la Iglesia deben ser un pueblo selecto, separados de todas las maldades del mundo, esco­gidos, virtuosos y santos. El Señor se propone convertir a la Iglesia de Jesucristo en un reino de sacerdotes, un pueblo santo, una generación esco­gida, como en los días de Enoc. . . (Doctrinal History of the Church, 4:570)

El hecho de que el Profeta hi­ciera estas declaraciones a las her­manas de la Sociedad de Socorro me persuade de que él esperaba que cumplieran sus “propósitos benévo­los” para que sea como el evangelio en su campo “. . . una luz en el mundo”. (D. y C. 45:9) Os reto mis queridas hermanas, por tanto, en las palabras de las Escri­turas,

. . .Levantaos y brillad, para que vuestra luz sea un estandarte a las naciones. . . (D. y C. 115:5)

En el nombre de Jesucristo. Amén.

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