APÉNDICE
Enseñanzas y mensajes de
Howard W. Hunter
El Templo de Boise. Nací en Boise, cuatro años después de que se organizara la Rama de Boise, que más tarde llegó a formar parte de la Misión de los Estados del Noroeste . . . Incluso dando rienda suelta a la imaginación, nadie se habría imaginado que un día, este valle estaría lleno de barrios y estacas, pero así fue. Además, se ha erigido un templo como un monumento a la fe y a la devoción de la gente. Cuán agradecido estoy de que el Señor me haya permitido contemplar el progreso que se ha producido en estos años. (Palabras que pronunció durante la dedicación del Templo de Boise [Idaho], el 25 de mayo de 1984.)
Poner fin a la incertidumbre. Me compadezco de los jóvenes y de las jovencitas cuando les asaltan las dudas y luchan en el gran conflicto de tratar de poner fin a esas inquietudes. Eso lo pueden lograr si poseen un deseo sincero de conocer la verdad y si ponen de manifiesto un esfuerzo moral, espiritual y mental. Por medio de ese conflicto, y debido a la lucha, obtendrán una fe más firme, más fuerte y más grande. Mediante esas incertidumbres y conflictos, pasarán de una fe sencilla e ingenua, a una fe sólida que llega a convertirse en testimonio. (Conference Report, octubre de 1960.)
¿Un discípulo en secreto? El mundo necesita hombres que estén dispuestos a dar un paso al frente y a darse a conocer; el mundo necesita varones que sobre sus hombros lleven en alto la carga de la responsabilidad bajo el estandarte de Jesucristo, que abiertamente estén dispuestos a defender lo correcto .. .
¿Cómo pueden los hombres con conciencia hacer caso omiso a las enseñanzas del Maestro en sus asuntos cotidianos, en los negocios o en el gobierno? Nos volvemos espectadores pasivos y nos hacemos los disimulados ante muchas cosas porque tememos hacer algo al respecto. Quizás nos opongamos ideológicamente al crimen o al comunismo, pero, ¿qué hacemos al respecto? Tal vez sintamos resentimiento hacia la corrupción en el gobierno o hacia la delincuencia juvenil, pero, ¿qué hacemos al respecto? Quizás tengamos una cierta creencia en el Evangelio de Jesucristo, pero, ¿qué estamos haciendo al respecto? Es preciso que desechemos el temor y sigamos adelante con una declaración firme y positiva, y asumamos nuestra responsabilidad…
Ha llegado el momento de que aquellos que hayan andado con evasivas o que hayan demostrado indiferencia, declaren con intrepidez creer en Cristo y estén dispuestos a demostrar su fe mediante las obras. (Conference Report, octubre de 1960.)
Pongamos la mano en el arado. “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). De todos los trabajos del campo, la arada es la labor más pesada; es primitiva y fundamental … es una faena que requiere una tenacidad semejante a la de los pioneros. En cualquier lugar se puede plantar una semilla sin que se presente resistencia alguna, pero en el momento en que la cuchilla del arado penetra la tierra, miles de fuerzas se unifican para oponerse al cambio. Es preciso el trabajo arduo y el sudor a fin de cambiar lo acostumbrado, derribar lo tradicional o intentar producir cambios en la manera tan arraigada de hacer las cosas en la vida de las personas. La labor más difícil en el reino de Dios es aflojar la superficie de la tierra que se ha endurecido bajo el calor del sol, o que está cubierta del verdor de la naturaleza.
Qué gran cambio se realiza en el terreno que ha sido limpiado y arado, con hilera tras hilera de zanjas espaciadas equitativamente, el subsuelo flojo y expuesto al sol, al aire y a las lluvias de los cielos, listo para ser arado y cultivado. El yermo ha sido conquistado y sojuzgado.
Aquellos que llegan a ser discípulos del Maestro y ponen la mano en el arado, sin mirar hacia atrás, prueban que son dignos labradores. Al darle vuelta a las antiguas superficies de las tradiciones, preparan los campos para la introducción y la propagación del cristianismo en el mundo. (D. y C. 75:5.) (Conference Report, abril de 1961.)
Una religión de todos los días. La religión es más que un conocimiento de Dios o una confesión de fe, y es más que la teología. La religión es poner en práctica la palabra de Dios; es, entre otras cosas, ser el guarda de nuestro hermano. El mantenerse sin mancha del mundo no significa que debamos alejarnos de todo contacto con éste, sino que nos apartemos de las maldades de él.
La religión puede formar parte de nuestro trabajo cotidiano, nuestros negocios, nuestras compras y ventas, construcción, transporte, fabricación, carrera o profesión, o cualquier cosa que hagamos. Podemos servir a Dios si con honradez e integridad llevamos a cabo nuestras gestiones de negocios, de la misma manera que lo hacemos durante la adoración dominical. No podemos separar ni apartar de nuestros asuntos cotidianos y de negocios los verdaderos principios del cristianismo …
En nosotros recae un deber y una resposabilidad enormes. Si todos los hombres fueran obedientes a esos principios al tratar con los demás, si aquellos que gobiernan a los pueblos y a las naciones del mundo se rigieran por esas mismas leyes, reinaría la rectitud, volvería la paz y el Señor derramaría Sus bendiciones sobre Su pueblo. (Conference Report, octubre de 1961.)
Un corazón comprensivo. El amar al prójimo es algo noble e inspirador, ya sea que el prójimo sea nuestro vecino o, en el sentido más extenso de la palabra, un miembro de la raza humana. Esto estimula el deseo de fomentar la felicidad, el consuelo, el interés y el bienestar de los demás; da lugar a la comprensión, la cual podría curar las enfermedades del mundo. Las guerras cesarían y el crimen desaparecería …
Necesitamos una mayor comprensión en nuestras relaciones con los demás, en los negocios y en la industria, entre los que administran y los trabajadores, entre el gobierno y los que son gobernados. Necesitamos comprensión en la más importante de todas las unidades de la sociedad: la familia; comprensión entre hijos y padres y entre marido y mujer. El matrimonio traería la felicidad, y, si hubiese corazones entendidos, no se conocería el divorcio. El odio destruye; la comprensión edifica. Podríamos orar como lo hizo Salomón: “Señor, dame un corazón entendido”. (Véase 1 Reyes 3:9.) (Conference Report, abril de 1962.)
Creer es ver. No hay evidencia positiva, concreta y tangible de que Dios vive, sin embargo, mediante la fe, que constituye la evidencia de las cosas que no se pueden ver, millones de personas tienen un conocimiento de que así es. Muchos les dicen a los misioneros: “Aceptaría el bautismo si pudiera creer que José Smith recibió una visita del Padre y del Hijo”. Para este hecho no existe una evidencia positiva, concreta ni tangible, pero para las personas que reciban un testimonio por medio del Espíritu, la fe tomará el lugar de dicha evidencia de las cosas que no se pueden ver. Recuerden las palabras del Maestro resucitado cuando estaba frente a Tomás: “… bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29). Creer es ver. (Con-ference Report, octubre de 1962.)
Profetas en esta dispensación. Para las personas que vivieron en épocas y dispensaciones pasadas, el profeta más importante era el que en ese entonces vivía, enseñaba y revelaba la palabra del Señor. En cada una de las dispensaciones pasadas, el Señor ha levantado profetas como Sus portavoces para esa era particular y para los problemas específicos de esa época.
El profeta viviente de la actualidad es nuestro líder, nuestro maestro; de él recibimos guía en este mundo contemporáneo. De los cabos de la tierra, aquellos que lo sostenemos como profeta del Señor, expresamos nuestro agradecimiento por esta fuente de guía divina. Estamos agradecidos por su vida, su ejemplo, sus enseñanzas, su dirección…
Al recordar a los profetas desde los días de antaño hasta la actualidad, reconocemos la gran bendición que derivamos de la influencia de un profeta viviente. De la historia habremos aprendido que a menos que estemos dispuestos a dar oído a las amonestaciones y sigamos las enseñanzas de un profeta del Señor, estaremos sujetos a los castigos de Dios. (Conference Report, octubre de 1963.)
¿Dónde está la paz? La paz que el mundo añora es una época libre de hostilidades; pero los hombres no se dan cuenta de que la paz es un estado de la existencia que sólo se recibe bajo las condiciones de Dios, y de ninguna otra manera . ..
Aun cuando una persona viva en un ambiente bello y pacífico, tal vez se encuentre en un estado de constante confusión debido a la discordia y a los conflictos internos. Por otra parte, la persona quizás se encuentre rodeada de una total destrucción y la matanza de la guerra y, sin embargo, sienta la serenidad de una paz indescriptible. Si recurrimos al hombre y a las vías del mundo, encontraremos angustia y confusión; pero, si en cambio nos volvemos hacia Dios, encontraremos paz para el alma intranquila …
Esta paz nos protege de la confusión del mundo. El conocimiento de que Dios vive, de que somos Sus hijos y de que El nos ama, brinda alivio al corazón acongojado. La respuesta a esa búsqueda yace en la fe en Dios y en Su Hijo, Jesucristo, la cual nos brindará la paz ahora y por la eternidad. (Conference Report, octubre de 1966.)
Imperativos del evangelio. Las mejores metas, los mejores amigos y las mejores oportunidades no sirven para nada a menos que se conviertan en realidad mediante nuestros actos cotidianos. La creencia se debe forjar en el logro personal. Los verdaderos cristianos deben comprender que el Evangelio de Jesucristo no es sólo un evangelio de creencia, sino que es un plan de acción. Su evangelio es uno de imperativos, y la naturaleza misma de su esencia es un llamado a la acción. El no dijo: “observen” mi evangelio; El dijo: “¡Vívanlo!” El no dijo: “Admiren su bello lenguaje figurado”; El dijo: “Vayan, hagan, vean, sientan, den, crean”. El Evangelio de Jesucristo está repleto de imperativos, palabras que requieren un cometido y una acción personal: que obligan, que compelen, que exigen . . . No es suficiente con sólo decir, aceptar y creer; son palabras que quedan incompletas hasta que lo que denoten se transforme en la acción dinámica del diario vivir. (Conference Report, abril de 1967.)
¿Se necesita una iglesia? Propongo que la Iglesia de Jesucristo es tan esencial en la vida de los hombres y de las mujeres de la actualidad como lo fue cuando El la estableció, no como un interés pasivo o como una manifestación de fe, sino como la adopción de una responsabilidad activa. Es así como la Iglesia nos saca de la obscuridad de una vida aislada a la luz del evangelio, donde, según las exhortaciones de las Escrituras, la creencia se convierte en acción. Esa es la esperanza de la persona, de la familia, de la Iglesia, de las naciones de la tierra. (Conference Report, octubre de 1967.)
Bienaventurados son los que no han visto. Nuestros días se caracterizan por una gran diversidad de creencias con respecto a muchos pasajes fundamentales de las Escrituras. Los modernistas niegan el nacimiento inmaculado de Jesús; niegan Su poder divino manifestado en los muchos milagros que llevó a cabo durante Su corto ministerio; ponen en tela de juicio que el Maestro voluntariamente se haya ofrecido a Sí mismo para expiar los pecados de la humanidad, y niegan que de hecho se haya llevado a cabo una expiación.
Creemos firmemente que ésta es una realidad y que en todo el plan divino de salvación no hay nada más importante que el sacrificio expiatorio de Jesucristo. Creemos que la salvación se obtiene a causa de la Expiación. Sin esta última, el plan entero de la Creación sería nulo … Sin ese sacrificio expiatorio, la muerte temporal sería el fin, no habría una resurrección, y nuestra vida espiritual no tendría ningún propósito. No existiría la esperanza de obtener la vida eterna. (Conference Report, octubre de 1968.)
La ética sola no es suficiente. Existe una gran diferencia entre la ética y la religión. Hay una distinción entre aquel cuya vida se basa sólo en la ética, y el que vive una vida verdaderamente religiosa. La ética es necesaria, pero la verdadera religión abarca las verdades de la ética y mucho más. La raíz de la verdadera religión yace en la creencia en un ser supremo. La religión cristiana se basa en una creencia en Dios el Eterno Padre y en Su Hijo Jesucristo, y en la palabra del Señor según aparece en las Escrituras …
Para la persona cristiana, la verdadera religión se manifiesta por medio de una firme creencia en Dios, con el conocimiento de que tendremos que rendirle cuentas de nuestros actos y comportamiento. La persona que viva esa clase de religión, está dispuesta a vivir los principios del Evangelio de Cristo y a andar rectamente delante del Señor en todas las cosas, según Su palabra revelada. Esto le brinda al hombre o a la mujer un sentimiento de paz y libertad de la confusión de la vida, dándole la seguridad de recibir la vida eterna en el más allá. (Conference Report, octubre de 1969.)
La existencia de Dios. Por regla general, no obtenemos las cosas de valor a menos que estemos dispuestos a pagar un precio. El erudito no llega a obtener conocimiento a menos que de su parte ponga el trabajo y el esfuerzo para lograrlo. Si no está dispuesto a hacerlo, ¿podría decir que no existe tal cosa como la erudición? Los músicos, los matemáticos, los científicos, los deportistas y las personas capacitadas en muchos otros campos dedican años de estudio, práctica y trabajo arduo a fin de adquirir esa habilidad particular. ¿Pueden aquellos que no estén dispuestos a dedicar el esfuerzo necesario, decir que no hay tales cosas como la música, las matemáticas, la ciencia o los deportes? Es igual de absurdo para un hombre afirmar que no hay Dios simplemente porque no ha tenido la inclinación de buscarlo.
La historia nos dice que hay un Dios; la ciencia confirma el hecho de que hay un Ser Supremo; el raciocinio humano nos persuade a creer que hay un Dios; Sus propias revelaciones al hombre no dejan ninguna duda en cuanto a Su existencia. Para que una persona pueda obtener un firme conocimiento de la realidad de Dios, debe vivir los mandamientos y las doctrinas establecidos por el Salvador durante Su ministerio personal. . .
Aquellos que estén dispuestos a emprender una búsqueda, a poner de su parte y a hacer la voluntad de Dios, recibirán el conocimiento en cuanto a Su existencia. Cuando un hombre encuentra a Dios y comprende Sus designios, llega a saber que nada de lo que hay en el universo resultó por casualidad, sino que todas las cosas fueron consecuencia de un plan divino previamente arreglado. ¡Qué conocimiento tan sublime llega a su vida! Suyo es el conocimiento que trasciende al del mundo. Las bellezas de éste se hacen más hermosas, el orden del universo adquiere un significado más profundo, y llega a tener una mayor comprensión de todas las creaciones de Dios al presenciar el ir y venir de los días y cómo las estaciones siguen su orden prescrito. Si el hombre encontrara a Dios y siguiera Sus caminos, su corazón se volvería en amor hacia sus hermanos y las naciones gozarían de paz. (Conference Report, abril de 1970.)
¿Dónde, pues, está la esperanza? Hay personas que afirman que está pasado de moda creer en la Biblia. ¿Está pasado de moda creer en Dios, en Jesucristo, el Hijo del Dios Viviente? ¿Está pasado de moda creer en Su sacrificio expiatorio y en la resurrección? Si así fuere, admito que la Iglesia y yo somos anticuados. Con exquisita sencillez, el Maestro enseñó los principios de vida eterna y las lecciones que les brindarán felicidad a aquellos que tengan la fe para creer. No parece razonable el asumir la necesidad de modernizar estas enseñanzas del Maestro. Su mensaje se basaba en principios que son eternos …
En este mundo de confusión y prisas, de progreso temporal, es preciso que volvamos a la sencillez de Cristo; es preciso que lo amemos, le rindamos honores y lo adoremos. A fin de obtener la espiritualidad y gozar de Su influencia en nuestra vida, no podemos permitir que las enseñanzas tergiversadas de los modernistas nos confundan y nos desvíen del camino. Es necesario que estudiemos los simples principios fundamentales de la verdad que enseñó el Maestro y eliminemos los puntos de controversia …
La Iglesia permanece inmutable en contra de la flexibilidad o el cambio en lo que respecta a los asuntos morales, y se opone a la así llamada nueva moral. Los valores espirituales no se deben dejar de lado, no obstante las opiniones de los modernistas que tratan de denigrarlos. Podemos ser modernos sin ceder a la influencia de los modernistas. Si está pasado de moda creer en la Biblia, debemos darle gracias a Dios por el privilegio de ser anticuados. (Conference Report, octubre de 1970.)
Un maestro. Temprano por la mañana un día de verano, me encontraba de pie cerca de la ventana. Las cortinas impedían que me vieran dos pequeñas criaturas que estaban en el césped; una de ellas era un pájaro grande y la otra era un pajarillo, que obviamente acababa de salir del nido. Observé que el pájaro más grande daba saltos por el césped, luego daba golpecitos con las patas y agachaba la cabeza. Extrajo del césped un lombriz larga y gorda y se dispuso a volver al lugar donde había estado. El pajarillo abrió el pico, pero el pájaro grande se tragó la lombriz. En seguida vi que el pájaro grande volaba a lo alto de un árbol en donde picoteó la corteza por unos momentos, y luego regresó con un insecto en la boca. El pajarillo volvió a abrir el pico pero el pájaro grande se tragó el insecto a pesar de los graznidos de protesta del más pequeño.
El pájaro grande se fue volando y no lo volví a ver, pero me quedé observando al pajarillo. Después de unos momentos, se fue saltando hasta el césped, dio unos golpecitos con las patas, inclinó la cabeza y extrajo una enorme lombriz. Dios bendiga a las buenas personas que enseñan a nuestros hijos y a nuestros jóvenes. (Con-ference Report, abril de 1972.)
¿Del mundo o del Reino? La sociedad se ha esforzado enormemente para modernizar el mundo en el campo de la educación, las comunicaciones, el transporte, la salud, el comercio, la vivienda y de muchas otras maneras, a fin de aumentar el estándar de vida; pero, ¿qué le ha hecho a la familia —la institución básica de la sociedad— esta modernización y adaptación al medio social? Jamás ha habido tanta inestabilidad; el índice de divorcios es actualmente mayor que en cualquier otra época de la historia. La modernización ha transferido la responsabilidad de educar del hogar a las instituciones públicas, en donde las ideas contemporáneas han llegado a ser más importantes y los principios morales se han abandonado. El aumento del crimen es alarmante; la adicción a las drogas, la desobediencia a la ley, el incremento de enfermedades venéreas y la corrupción en todas sus formas, parecen ser aceptables. En esta era de modernización se fomenta y se promueve la libertad de pensamiento y de acción, sin tener en cuenta las responsabilidades que acompañan a dicha libertad, si es que la sociedad ha de permanecer estable. Por cierto todos estamos de acuerdo con que en nuestra sociedad, la institución familiar ha sufrido un daño serio, y quizás irreparable …
¿En dónde, pues, yace la esperanza en este mundo de frustración y decadencia moral? Yace en el conocimiento y en la comprensión de las verdades que enseñó el Maestro, las cuales se deben enseñar, en su totalidad, en la Iglesia de Cristo, y las cuales sus miembros deben creer y vivir. Estas son verdades eternas y continuarán siéndolo indefinidamente, no obstante las circunstancias cambiantes de la sociedad, del desarrollo de nuevos logros científicos o del aumento del conocimiento del hombre. (Conference Report, octubre de 1973.)
Pagar nuestra deuda. ¿Cómo podemos pagar en realidad la deuda de gratitud que tenemos con nuestros padres, hermanos y hermanas, maestros, y aquellos que nos han servido de tantas maneras? ¿Cómo podemos demostrar nuestro agradecimiento por buenos hogares, cónyuges que son fieles y verídicos, hijos que tienen el deseo de vivir rectamente y servir al Señor? ¿Cómo expresamos agradecimiento por nuestro bautismo, por el privilegio de participar de la santa cena y de renovar nuestros convenios, por el sacerdocio que poseemos, por la luz del evangelio restaurado, por el programa de la Iglesia, diseñado para ayudarnos a progresar hacia la exaltación y la vida eterna?
Esa deuda de gratitud la pagamos al vivir de tal manera que rindamos honor a nuestros padres y al nombre que llevamos, al hacer el bien a los demás, al prestar servicio, al estar dispuestos a compartir la luz y el conocimiento que hemos recibido a fin de que, al vivir los principios del evangelio en su plenitud, otras personas también tengan gozo y felicidad. (Conferencia de Área de Estocolmo, agosto de 1974.)
Conocer a Dios. Con el adelanto del conocimiento se ha llegado a confiar en los principios de comprobación científica, y, como resultado, hay personas que no creen en Dios porque Su existencia no se puede corroborar científicamente. De hecho, la investigación científica es una tarea que tiene como fin averiguar la verdad, y los mismos principios que se aplican a esa búsqueda son los que se utilizan en la indagación para establecer la verdad de la religión … Pese a la importancia de la investigación científica, la más sublime de las búsquedas es la de Dios, con el fin de determinar Su existencia, Sus atributos personales y obtener un conocimiento del evangelio de Su Hijo Jesucristo. No es fácil adquirir un conocimiento perfecto de Dios. La búsqueda requiere esfuerzo constante, y existen personas que nunca sienten la motivación de conseguir dicho conocimiento. (Conference Report, octubre de 1974.)
Fe, el primer paso. En un sentido legal, no existe evidencia tangible ni concreta de la existencia de Dios ni de la divinidad del Maestro, pero no toda la búsqueda de la verdad resulta en una prueba por medio de una evidencia real o demostrativa. Es ilógico argumentar que debido a que no hay una evidencia demostrativa de la existencia de Dios, El en verdad no existe. En vista de que se carece de evidencia, la que por lo general el mundo científico considera necesaria para establecer una prueba positiva, nuestra búsqueda tal vez nos lleve hacia el reino de la evidencia circunstancial. Podríamos pasar muchas horas haciendo una descripción de las maravillas del universo, de la tierra, de la naturaleza, del cuerpo humano, de la exactitud de las leyes de la física, y de miles de otras cosas, todas las cuales dan a la conciencia del que busca la verdad la percepción de que existe un creador y un ser que gobierna el universo .. .
Supongamos que todas las cosas se pudiesen probar mediante la evidencia demostrativa. ¿Qué pasaría entonces con el elemento de la fe? No habría necesidad de la fe, y sería eliminada, dando lugar a esta pregunta: Si la fe es el primer paso o principio del evangelio y ésta se elimina, ¿qué le sucede al plan del evangelio? Los cimientos mismos se derrumbarían. Afirmo que existe una razón divina por la que no todas las cosas se pueden probar mediante la evidencia concreta. (Conference Report, abril de 1975.)
Para que seamos uno. Al pensar en el tremendo crecimiento de la Iglesia, la diversidad de lenguas y culturas, y la tarea monumental que aún descansa sobre nuestros hombros, nos preguntamos si existe un objetivo más importante ante nosotros que el vivir de forma tal, que podamos disfrutar del espíritu de unión que emana del Señor. Como Jesús oró, debemos ser unidos si es que el mundo va a convencerse de que El fue enviado por Dios el Padre para redimirnos de nuestros pecados. Es la unidad de acción y de propósito lo que nos habilita para declarar nuestro testimonio en todo el mundo …
Es la unidad lo que ha permitido a la Iglesia, a sus barrios, ramas, estacas, distritos y miembros, construir templos y capillas, llevar a cabo programas de bienestar, hacer obra por los muertos, velar por la Iglesia y edificar la fe. Aún debemos hacer mucho más. Estos grandes propósitos del Señor no se hubieran podido lograr en medio de la disensión, los celos ni el egoísmo. Quizás nuestras ideas no siempre estén de acuerdo con las de quienes presiden sobre nosotros, mas ésta es la Iglesia del Señor y El nos bendecirá si nos alejamos del orgullo, oramos por fortaleza y contribuimos al bien de todos.
De la misma manera, puedo deciros que no conozco arma más poderosa en las manos del adversario contra cualquier grupo de hombres o mujeres en esta Iglesia que la división, el encontrar faltas y crear antagonismo … La clave para que una Iglesia sea unida es un alma unida, que esté en paz consigo misma y no entregada a conflictos y tensiones interiores. (Véase “Para que seamos uno”, Liahona, agosto de 1976, pág. 96-97.)
“Santificado sea tu nombre”. Hay grandes núcleos de nuestra sociedad en los cuales el espíritu de oración, reverencia y adoración ha desaparecido. Los miembros de muchos círculos sociales son diestros, interesantes, doctos; mas les falta un elemento principal para una vida completa: la oración. No ofrecen votos en justicia . . .
Su conversación es brillante pero no es reverente; su manera de hablar es graciosa, mas no sabia. Aquellos que ponen de manifiesto sus poderes limitados, ya sea en la oficina, en el gimnasio, o en el laboratorio, han descendido tanto en la escala de la dignidad que encuentran necesario blasfemar contra los poderes ilimitados procedentes de lo alto.
Desgraciadamente, a veces encontramos esta falta de reverencia aun dentro de la Iglesia. En ocasiones hablamos muy alto, entramos y salimos demasiado irrespetuosamente durante lo que debería ser un momento de oración y adoración. La reverencia es la atmósfera del cielo. La oración es la expresión del alma que se eleva hacia Dios el Padre. Tratemos de asemejarnos a nuestro Padre, orándole, recordándole siempre, y demostrando gran amor por Su mundo y Su obra. (“Santificado sea tu nombre”, Liahona, febrero de 1978, pág. 73.)
Los conceptos básicos de la honradez. Si somos conscientes de nuestra relación con el Salvador, debemos ser honrados en las cosas pequeñas así como en las grandes. Siempre debemos tener presente que nunca estamos solos; no hay acto que no se observe; no hay palabra hablada que no se escuche; no hay pensamiento que pase por la mente del hombre que Dios no conozca. No hay obscuridad que pueda ocultar lo que hacemos. Es preciso que pensemos antes de actuar … Si deseamos tener con nosotros la guía del Maestro y la compañía del Espíritu Santo, debemos ser honrados con nosotros mismos, honrados con Dios y con nuestro prójimo. Todo esto resultará en verdadero gozo. (New Era, febrero de 1978, pág. 5.)
El desarrollo de la espiritualidad. Ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección ni ha llegado al apogeo del desarrollo espiritual que podemos lograr en la mortalidad, pero cada persona puede y debe progresar espiritualmente. El Evangelio de Jesucristo es el plan divino para que ese desarrollo sea eterno. Es más que un código de ética; es más que un orden social ideal; es más que un pensamiento positivo relacionado con la autosuperación y la determinación. El Evangelio con el Sacerdocio, que es su sostén, y con el Espíritu Santo, es el poder salvador del Señor Jesucristo. Si tenemos fe en El y obedecemos Su Evangelio, mejoramos paso a paso, buscando fortaleza por medio de la oración; y mejorando nuestra actitud, nos encontraremos completamente integrados en el rebaño del Buen Pastor. (Filipenses 4:13.) (“El desarrollo de la espiritualidad”, Liahona, agosto de 1979, pág. 35.)
“Todos son iguales ante mí”. Como miembros de la Iglesia del Señor, es preciso que elevemos nuestra visión más allá de los prejuicios personales. Es necesario que comprendamos la suprema verdad de que, en realidad, nuestro Padre no hace acepción de personas. A veces ofendemos indebidamente a los hermanos de otras naciones al adjudicarle un grado de superioridad a una nación más que a otra . . . Imaginemos a un padre que tiene muchos hijos, cada uno de ellos con diferente temperamento, actitudes y características espirituales. ¿Ama a uno menos que a otro? Quizás el hijo que tenga menos inclinación espiritual goce de la atención, las oraciones y las súplicas del padre más que los otros hijos. ¿Significa eso que ama menos a los otros? ¿Se imaginan a un Padre Celestial que ame a una nacionalidad de Su progenie en una manera más exclusiva que a otra? Como miembros de la Iglesia, debemos recordar la pregunta desafiante de Nefi: “¿No sabéis que hay más de una nación?” (Charla fogonera de catorce estacas, efectuada en la Universidad Brigham Young, 4 de febrero de 1979; Ensign, junio de 1979, pág. 74.)
El estudio de las Escrituras. Cuando seguimos el consejo de nuestros líderes de leer y estudiar las Escrituras, recibimos toda clase de beneficios y bendiciones. Este es el estudio más provechoso al que podemos dedicarnos. Con frecuencia nos referimos a la parte de las Escrituras conocida como el Antiguo y el Nuevo Testamento, calificándola como la más grandiosa literatura del mundo. Estos libros pueden considerarse tratados científicos, tesis filosóficas y también registros históricos; mas si comprendemos el verdadero propósito de éstas y otras escrituras, llegamos a la conclusión de que en realidad forman la literatura fundamental de la religión.
Los libros canónicos contienen las declaraciones básicas en cuanto a Dios, a Sus hijos y la relación que hay entre ellos. En cada libro se nos insta a creer y a tener fe en Dios el Eterno Padre y en Su Hijo, Jesucristo; y desde el principio hasta el fin de cada uno de ellos se nos llama a cumplir la voluntad de Dios y a guardar Sus mandamientos. Las Escrituras contienen un registro de la forma en que Dios se ha revelado al hombre, y por medio de ellas Dios le habla. ¿Cómo podrían existir horas más productivas que las que dedicamos a leer en los libros canónicos la literatura que nos enseña a conocer a Dios y a comprender nuestra relación con El? (Véase “El estudio de las Escrituras”, Liahona, enero de 1980, pág. 96.)
La verdadera grandeza. Tenemos un número ilimitado de oportunidades para llevar a cabo estos hechos sencillos e intranscendentes que a la larga nos hacen grandes. A aquellos que han dedicado su vida al servicio y al sacrificio por sus semejantes y por el Señor, el mejor consejo que puedo darles es simplemente que lo sigan haciendo. A aquellos que están haciendo el trabajo común del mundo y que se preguntan dónde estará el valor de sus logros, a los que llevan sobre sus hombros el trabajo más pesado en esta Iglesia y promueven la obra del Señor en tantas formas silenciosas pero significativas; a los que son “la sal de la tierra” y la fortaleza del mundo y la espina dorsal de cada nación; a vosotros, simplemente quiero expresaros nuestra admiración. Si perseveráis hasta el fin, y si sois valientes en el testimonio de Jesús, alcanzaréis la verdadera grandeza y viviréis en la presencia de nuestro Padre Celestial. (Véase “La verdadera grandeza”, Liahona, julio de 1982, pág. 38.)
Preocupación de los padres por los hijos. Hay muchos padres en la Iglesia y en el mundo que tienen sentimientos de culpabilidad e indignidad, porque algunos de sus hijos se han alejado del rebaño o se han extraviado . . . Sabemos que, aunque los padres conscientes dan lo mejor de sí, casi todos han cometido errores. No es posible embarcarse en una empresa como la de ser padres sin llegar pronto a darse cuenta de que se cometerán muchos errores a lo largo del camino. Ciertamente, cuando nuestro Padre Celestial confía Sus hijos espirituales al cuidado de padres jóvenes e inexpertos, El sabe que éstos tomarán decisiones equivocadas .. .
Los padres que han tenido éxito son los que han amado, los que se han sacrificado, los que se han preocupado, han enseñado y han atendido a las necesidades de sus hijos. Si habéis hecho todo eso y aún así vuestro hijo es desobediente, contencioso o mundano, puede muy bien ser que, a pesar de ello, hayáis sido buenos padres. Es posible que entre los jóvenes que han venido al mundo haya hijos que serían un problema para cualquier pareja de padres, bajo cualquier circunstancia. En la misma manera, quizás haya otros que serían una bendición y un gozo para cualquier padre o madre. Me preocupa el pensar que hay padres que quizás se juzguen muy duramente como tales, y que permitan que esos sentimientos destruyan su vida, cuando en realidad han hecho lo mejor que podían, y deben seguir con fe. (Véase “¿Se ha extraviado vuestro hijo?”, Liahona, enero de 1984, págs. 112-115.)
El fariseo y el publicano. La humildad es uno de los atributos divinos que poseen los verdaderos santos. Es muy fácil comprender por qué fracasa una persona arrogante: Es que se contenta con confiar en sí misma y nada más. Esto es evidente en aquellos que buscan una posición social o que hacen a un lado a los demás por encumbrarse ellos mismos en los negocios, el gobierno, la educación, los deportes y otras empresas. Debemos tener interés en el éxito de los demás. El orgulloso se aisla de Dios, y cuando lo hace, ya deja de vivir en la luz … Desde el principio de los tiempos ha habido seres orgullosos y otros que han seguido la divina admonición de ser humildes. La historia indica que los que han querido enaltecerse han sido humillados, y que los humildes han sido enaltecidos. En toda ruta transitada hay fariseos y publicanos; quizás uno de ellos lleve nuestro nombre. (Véase “El fariseo y el publicano”, Liahona, julio de 1984, pág. 110.)
“Cristo, el mar se encrespa”. Creo que sin lugar a dudas en el transcurso de nuestra vida todos tendremos adversidades, algunas de las cuales podrán ser violentas, dañinas y destructivas; algunas incluso podrán poner a prueba nuestra fe en un Dios amoroso que tiene el poder para administrarnos consuelo. Pienso que a estos temores el Padre de todos nosotros respondería: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” Y lógicamente esta fe debe perdurar a través de toda nuestra vida, y no solamente durante aquellos momentos tempestuosos .. .
Pero Jesús no fue ajeno a la angustia, el dolor y los bofetones. Es imposible describir la carga que él soportó, ni tenemos la sabiduría necesaria para comprender la descripción que de El hizo el profeta Isaías cuando habló del “varón de dolores”. (Is. 53:3.) Durante la mayor parte de su vida, los vientos sacudían su barco, el cual, cuando menos ante los ojos de los mortales, encalló fatalmente en la costa rocosa del Calvario. No se nos pide que contemplemos la vida con ojos mortales, sino que a través de la visión espiritual comprendamos que en aquella cruz sucedió algo muy diferente.
No obstante la ferocidad de la tormenta, en los labios y el corazón del Salvador sólo había paz. Que así sea con nosotros: en nuestro corazón, en nuestro hogar, entre las naciones del mundo, y aun en medio de los bofetones que de vez en cuando enfrenta la Iglesia. No debemos pensar que pasaremos por esta vida, ya sea individual o colectivamente, sin recibir oposición. (“Cristo, el mar se encrespa”, Liahona, octubre de 1984, pág. 27.)
Un testimonio de la Resurrección. Alejandro Magno, rey de Mace-donia, discípulo de Aristóteles, conquistador de la mayor parte del mundo conocido en esa época, fue uno de los líderes jóvenes más sobresalientes del mundo. Después de años de ejercitar su pompa y sus hazañas militares y luego de extender su reino desde Macedo-nia a Egipto, y desde Chipre a la India, se lamentó cuando pareció no existir más mundo por conquistar. Más tarde, como evidencia de lo efímero que es tal tipo de poder, Alejandro contrajo fiebre y falleció a los treinta y tres años de edad. El inmenso reino que había conquistado, murió virtualmente con él.
Un joven líder bastante diferente también murió a esa edad de treinta y tres años, que parece tan prematura. El también fue un rey, un discípulo y un conquistador; sin embargo, no recibió los honores de los hombres, no logró ninguna conquista territorial, ni se acercó a ninguna corriente política. Hasta donde sabemos, jamás sostuvo una espada ni usó ninguna pieza de armadura. Pero el reino que estableció aún perdura después de dos mil años. Su poder no era de este mundo.
Las diferencias entre Alejandro y este joven nazareno son muchas, pero la diferencia más grande está en Sus últimas victorias. Alejandro conquistó países, gente, principados y reinos terrenales. Pero aquel que se llama el Líder Perfecto, aquel que fue y es la luz y la vida del mundo—Jesucristo, el Hijo de Dios—conquistó lo que ni Alejandro ni ningún otro pudo vencer o sojuzgar: Jesús de Nazaret conquistó la muerte. A diferencia de las medallas y de los monumentos de siglos que muestran las victorias transitorias de los hombres, se eleva el único monumento necesario para marcar el triunfo eterno: un sepulcro vacío. (“Un testimonio de la resurrección”, Lia-hona, julio de 1986, pág. 11.)
La verdadera grandeza. La verdadera grandeza no es nunca el resultado de un acontecimiento casual, ni es un esfuerzo ni un logro que se alcanza fácilmente. Requiere que desarrollemos nuestro carácter, que diariamente tomemos una multitud de decisiones correctas eligiendo entre el bien y el mal. ..
A medida que evaluemos nuestra vida, es importante que veamos no solamente nuestros logros, sino también las condiciones bajo las cuales hemos trabajado. Todos somos personas únicas y diferentes; todos hemos empezado en distintos puntos de la carrera de la vida; todos tenemos una mezcla única de talentos y habilidades; y todos tenemos nuestros propios desafíos y compulsiones con que luchar. Por lo tanto, la manera en que nos juzgamos y evaluamos nuestros logros no debería incluir solamente el tamaño, la magnitud, y la cantidad de los mismos, sino también las condiciones existentes y la manera en que nuestros esfuerzos afectaron a otras personas…
Me parece que la clase de grandeza que nuestro Padre Celestial quiere que busquemos está al alcance de todos los que tengan el evangelio consigo. Tenemos un número ilimitado de oportunidades para llevar a cabo esos hechos sencillos e intranscendentes que a la larga nos hacen grandes. A aquellos que han dedicado su vida al servicio y al sacrificio por sus semejantes y por el Señor, el mejor consejo que puedo darles es simplemente que lo sigan haciendo.
A aquellos que . . . promueven la obra del Señor en tantas formas silenciosas pero significativas; a los que son “la sal de la tierra” y la fortaleza del mundo y la espina dorsal de cada nación; a vosotros, simplemente quiero expresaros nuestra admiración. Si perseveráis hasta el fin, y si sois valientes en el testimonio de Jesús, alcanzaréis la verdadera grandeza y viviréis en la presencia de nuestro Padre Celestial. (Véase “La verdadera grandeza”, Liahona, julio de 1982, págs. 36-38.)
Las bendiciones divinas. Quizás haya veces en que consideremos que nuestra sensibilidad espiritual se ha debilitado; en algunos días verdaderamente difíciles hasta tal vez consideremos que Dios nos ha olvidado, que nos ha dejado solos con nuestra confusión y preocupación. Sin embargo, esta manera de pensar no está más justificada entre los que somos viejos que entre los más jóvenes y más inexpertos. Dios nos conoce y nos ama a todos, y todos somos Sus hijos e hijas, y cualquiera sea la lección que la vida nos enseñe, la promesa sigue en pie: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente, y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). (“Las bendiciones divinas”/Liahona, enero de 1989, pág. 63.)
Es preciso conocer las Escrituras. La Iglesia necesita hombres y mujeres que conozcan las Escrituras a fondo, que hagan en ellas referencias recíprocas y las marquen, que preparen lecciones y discursos basándose en la Guía Temática, que estén familiarizados con los mapas, el Diccionario de la Biblia, y las demás ayudas que aparecen en este maravilloso juego de libros canónicos …
Nunca en esta dispensación, y por cierto en ninguna otra dispensación, han estado las Escrituras —la palabra eterna e inspiradora de Dios— tan fácilmente al alcance de las personas y estructuradas de manera tan útil para el uso de todo hombre, mujer y niño que desee escudriñarlas. La palabra escrita de Dios se consigue con más facilidad y en un estilo más sencillo y ameno de leer que el que jamás se haya puesto al alcance de los miembros laicos en la historia del mundo. Por cierto se nos tendrá por responsables si no las leemos. (Discurso pronunciado vía satélite a los maestros de religión, 10 de febrero de 1989.)
Nuestra responsabilidad como maestros. Den a sus alumnos la verdad, la cual les enseñarán con poder, pues así es como se les brinda una experiencia espiritual. Dejen que ésta fluya de una manera narural, quizás con el derramamiento de algunas lágrimas o tal vez no. Si lo que ustedes declaran es la verdad, y si la expresan con inocencia y sincera convicción, esos alumnos sentirán el espíritu de la verdad que se les está enseñando y reconocerán esa inspiración y revelación en su corazón. Es así como edificamos la fe. Es así como fortalecemos los testimonios: con el poder de la palabra de Dios que se enseña con pureza y convicción.
Busquen la verdad, den oído a la doctrina, y permitan que la inspiración del Espíritu se manifieste en sus numerosas y variadas formas. Pongan su fundamento en principios sólidos; enseñen con un corazón puro. Entonces, el Espíritu penetrará su mente y corazón, y la mente y el corazón de cada uno de sus alumnos. (Discurso pronunciado vía satélite a los maestros de religión, 10 de febrero de 1989.)
La Iglesia es para todos. Esta es la Iglesia de Jesucristo, no la iglesia de los casados, o de los solteros, o de cualquier otro grupo o persona. El evangelio que predicamos es el Evangelio de Jesucristo, que abarca todas las ordenanzas y los convenios salvadores que se requieren para salvar y exaltar a toda persona que esté dispuesta a aceptar a Cristo y a guardar los mandamientos que El y nuestro Padre Celestial han dado.
¡Cuán necios seríamos si no gozáramos de los ricos dones que Dios nos da! Quizás pasaríamos por alto las oportunidades de brindar bendiciones a los demás por sentir que se nos privó de alguna bendición que esperábamos recibir y por habernos dejado cegar por nuestra propia autoconmiseración. No sólo debemos tener cuidado de no privar a los demás de recibir bendiciones debido a que andemos errantes en los páramos de la autoconmiseración o autorecriminación, sino que debemos tener mucho cuidado de no privarnos a nosotros mismos de otras bendiciones que podrían ser nuestras. Mientras esperamos el cumplimiento de bendiciones prometidas, no debemos marcar el tiempo, ya que si no seguimos hacia adelante, eso hasta cierto grado sería una retrogresión. Estén ansiosamente ocupados en buenas causas, incluso la de su propio progreso. (Discurso pronunciado vía satélite a los jóvenes adultos, 26 de febrero de 1989.)
La fibra dorada de la elección. Dios obra solamente por medio de la persuasión, de la paciencia y de la longanimidad, y no a través de la fuerza ni de la confrontación violenta. El Señor obra tratando de atraernos con dulzura, respetando siempre nuestra libertad e independencia. El desea ayudarnos y nos pide que le demos la oportunidad de hacerlo, pero nunca lo hará violando nuestro albedrío. El nos ama demasiado para hacer eso, ya que, si lo hiciera, iría en contra de Su divina naturaleza …
El reprimirnos o quitarnos el derecho de elegir y luego impedirnos tomar cualquier decisión es el método de Satanás y no de Dios; nuestro Padre nunca hará eso. No obstante, El estará cerca de nosotros y nos ayudará a ver la senda correcta, a tomar las decisiones justas, a oír y obedecer la voz de la verdad y sentir la innegable influencia del Espíritu. Su cálida, pacífica y poderosa persuasión a hacer lo bueno y hallar el gozo estará con nosotros “… mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya en el mundo un hombre a quien salvar” (Moroni 7:36). (“La fibra dorada de la elección”, Liahona, enero de 1990, pág. 18.)
Somos testigos de Dios. Si podemos moldear nuestra vida siguiendo el patrón que nos dejó el Maestro, y tomar Sus enseñanzas y ejemplo como modelo supremo de nuestra conducta, no nos será difícil ser constantes en todos los aspectos de la vida, porque estaremos dedicados a una sola norma sagrada de comportamiento y creencia. Ya sea en el hogar o en la tienda, en los estudios o mucho después de haber pasado la época estudiantil; sea que actuemos solos o al unísono con una cantidad de personas, nuestro curso será claro y nuestras normas muy evidentes y habremos tomado entonces la decisión, como dijo el profeta Alma, de “ser testigos de Dios a todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que [estemos], aun hasta la muerte” (Mosíah 18:9). (“Somos testigos de Dios”, Liahona, julio de 1990, pág. 73.)
Los muros de la mente. A medida que van cayendo los muros en Europa oriental, la Unión Soviética, África, China, India, América del Sur, y muchas otras partes del mundo, ciertamente irá en aumento la necesidad correspondiente de tener más misioneros para cumplir la divina comisión de llevar el evangelio a toda la tierra. ¿Estamos listos para hacer frente a la empresa?
A fin de satisfacer las nuevas demandas que recaen sobre nosotros en esta gran obra misional de los últimos días, quizás sea necesario que algunos, (particularmente la generación mayor que ya ha criado a su familia), evaluemos la situación para determinar si los “muros” que hemos levantado en nuestra propia mente deben caer. Por ejemplo, ¿qué sucede con el “muro de la comodidad” que parece ser la causa de que muchas parejas y personas solteras no salgan a una misión? ¿Qué sucede con el “muro de la economía”, de deudas que interfieren con la habilidad que tienen algunos miembros para salir a una misión, o del “muro de los nietos”, o el “muro de la salud”, o el “muro de la carencia de autoconfianza”, o el “muro de la transgresión”, o los muros del temor, la duda o la indiferencia? ¿Duda alguien por un instante de que con la ayuda del Señor él o ella pudiese derribar esos muros?
Se nos ha dado el privilegio de nacer en estos últimos días, en vez de una de las dispensaciones pasadas, a fin de llevar el evangelio a toda la tierra. No hay llamamiento más sublime en esta vida. Si estamos satisfechos con escondernos detrás de los muros que hemos levantado, de nuestra propia voluntad renunciaremos a las bendiciones que de otro modo serían nuestras. (Ensign, septiembre de 1990, pág. 10.)
“Venid a mí”. ¿Por qué queremos llevar nuestras cargas solos?, nos pregunta Cristo, o ¿por qué insistimos en cargarlas con un apoyo temporal que pronto se acaba? Para los que llevan una carga pesada, el yugo de Cristo, o sea, la fortaleza y la paz que se obtienen luchando al lado de Dios, es lo que les dará el apoyo, el equilibrio y la fortaleza para vencer las dificultades que se presenten y para soportar lo que se requiera de ellos en esta difícil vida mortal. Por supuesto, las cargas de la vida diaria varían con toda persona, pero todos las tenemos. Además, cada prueba en esta vida está adaptada a la capacidad y a las necesidades de cada uno, las que nuestro Padre Celestial, que tanto nos ama, conoce muy bien. Es cierto que algunos problemas son causados por los pecados de un mundo que no obedece el consejo de ese Padre, pero sea cual sea la razón, nadie está completamente libre de las dificultades de la vida. Cristo nos dijo que ya que todos tenemos que llevar alguna carga y soportar algún yugo, ¿por qué no elegimos el suyo? El nos dice que Su yugo es fácil y Su carga liviana (véase Mateo 11:28-30). (Véase “Venid a mí”, Liahona, enero de 1991, pág. 20.)
El evangelio: una fe universal. En el mensaje del evangelio, toda la raza humana es una sola familia que desciende de un solo Dios. Todos los hombres y todas las mujeres no son sólo linaje de Adán y de Eva, sus primeros padres, sino también linaje espiritual de Dios el Eterno Padre. Por tanto, todas las personas de la tierra son literalmente hermanos y hermanas en la familia de Dios. Es por la comprensión y la aceptación de la Paternidad universal de Dios que todos los seres humanos pueden reconocer mejor el interés de Dios en ellos, así como la relación que existe entre todos los hijos de Dios. El evangelio es un mensaje de vida y de amor que se contrapone totalmente a todas las opresivas tradiciones que se basan en la raza, el idioma, la posición económica o política, la preparación académica o los antecedentes culturales, puesto que todos somos de la misma alcurnia espiritual. Somos de linaje divino: toda persona es hijo o hija espiritual de Dios. (“El evangelio: una fe universal”, Liahona, enero de 1992, págs. 19-20.)
Un camino más excelente. El mundo en que vivimos, ya sea cerca de nuestro hogar o lejos de él, necesita el Evangelio de Jesucristo. Provee el único camino mediante el cual el mundo llegará a lograr la paz. Debemos ser más bondadosos los unos con los otros, más tiernos y tolerantes. Debemos ser tardos para la ira y más prontos para prestar ayuda. Debemos extender una mano de amistad y no buscar la venganza. En una palabra, debemos amarnos los unos a los otros con el amor puro de Cristo, con caridad y compasión genuinas y, si es necesario, compartir el sufrimiento, pues es así como Dios nos ama. (Véase “Un camino más excelente”, Liahona, julio de 1992, pág. 67.)
Un ancla para el alma del hombre. Durante mi vida he sido testigo ocular de dos guerras mundiales, además de la de Corea, la de Viet-nam y todo lo demás que estamos presenciando en la actualidad. Pasé por la época de la depresión económica y me las arreglé para completar mis estudios de abogacía mientras que al mismo tiempo empezaba a formar una familia. He visto el desenfreno de las bolsas de valores y de la economía del mundo, así como el de algunos déspotas y tiranos, cosas que por todo el mundo despiertan cierta inquietud. De modo que, con toda franqueza, esta noche quisiera decirles que espero que no piensen que todas las dificultades del mundo se han concentrado en esta década, o que para cada uno de ustedes, las cosas nunca habían estado peor que ahora, o que nunca mejorarán. Les aseguro que ha habido circunstancias peores y que siempre mejorarán; siempre sucede así, especialmente cuando vivimos y amamos el Evangelio de Jesucristo y dejamos que florezca en nuestra vida. (Charla fogonera para los jóvenes de diecinueve estacas, efectuada en la Universidad Brigham Young, 7 de febrero de 1993; Ensign, octubre de 1993, pág. 70.)
El testimonio de un Apóstol en cuanto a Cristo. Como Apóstol ordenado y testigo especial de Cristo, doy solemne testimonio de que Jesucristo es en realidad el Hijo de Dios; El es el Mesías que anunciaron los profetas del Antiguo Testamento; El es la Esperanza de Israel, por cuya venida habían orado los hijos de Abraham, Isaac y Jacob durante los largos siglos de adoración . . . Doy este testimonio mediante el poder del Espíritu Santo. Testifico de la existencia de Cristo como si hubiera visto con mis propios ojos y oído con mis propios oídos. Asimismo, sé que el Espíritu Santo confirmará la veracidad de mi testimonio en el corazón de aquellos que escuchen con un oído de fe. (Charla para establecer vínculos de amistad y hermanamiento, transmitida vía satélite, 30 de octubre de 1983; Ensign, enero de 1984, pág. 70.)
¿Qué clase de hombres habéis de ser? ¡La gran norma! ¡El único camino certero! ¡La Luz y la vida del mundo! Cuán agradecidos debemos estar a nuestro Padre Celestial por haber enviado a Su Hijo Unigénito a la tierra para cumplir por lo menos dos misiones que ninguna otra persona podría haber cumplido. La primera misión de Cristo como Hijo perfecto y libre de todo pecado fue redimir a todo el género humano de la Caída, expiando el pecado de Adán y nuestros propios pecados si lo aceptamos como nuestro Salvador y lo seguimos. Y la segunda gran misión fue establecer el ejemplo perfecto de rectitud, de bondad, de misericordia y de compasión, a fin de que el resto del mundo sepa cómo vivir, cómo progresar y cómo llegar a ser más como El es …
Debemos llegar a conocer a Cristo mejor de lo que lo conocemos; debemos recordarle con más frecuencia de lo que le recordamos; debemos servirle más valientemente de lo que le servimos. Entonces beberemos del agua que salta para vida eterna y comeremos del pan de vida.
¿Qué clase de hombres y mujeres habremos de ser? Aun como El es. En el nombre de Jesucristo. Amén. (“¿Qué clase de hombres habéis de ser?”, Liahona, julio de 1994, págs. 72-73.)
























