La Noche de Hogar para una mujer sola

La Noche de Hogar
para una mujer sola

por Lila B. Walch
Miembro de la Mesa Directiva General de la Sociedad de Socorro
Revista de la Sociedad de Socorro, Mayo 1967


La Noche de Hogar para una mujer sola

La hermana Anderson terminaba con su limpieza de primavera. Miraba con placer las paredes libres de polvo, los pisos recién encerados, los muebles brillantes, las alfombras limpias y las relucientes ventanas con sus cortinas recién lavadas. La limpieza de la casa no era ya la misma tarea que había sido cuando el hogar estaba lleno de pequeños, cuyas manos estaban hechas a propósito para dejar manchas en vidrios y muebles y hacer dibujos en las paredes. Tampoco era lo mismo que había sido cuando esos niños crecieron y llenaron sus cuartos con preciosas colecciones, haciendo difícil en algunos momentos, hasta el simple hecho de entrar en ellos.

Jeff era el que había hecho de la limpieza un problema serio. Se detuvo sonriente en el umbral de la puerta del cuarto que le había pertenecido, mientras observaba el orden tan vacío que allí reinaba. La habitación parecía solitaria; tal vez echaba de menos las láminas de indios, vaqueros, y retratos de jugadores de béisbol que habían compartido las paredes con los banderines deportivos de todas partes del país. Recordaba los aeroplanos que colgaban del techo, y los cajones de la cómoda repletos con colecciones de piedras, colecciones de monedas, colecciones de sellos y otros tesoros valiosos que empujaban la ropa reduciéndola al pequeño espacio que dejaban libre. Recordaba también la época en que tuvieron que tolerar sus otros intereses; los pececillos, las tortucas, la carpa dorada no estaban mal, ¡pero nunca olvidaría cuando llevó los ratones blancos!

Jeff no era como otros muchachos que olvidaban un interés apenas centraban su atención en otro, sino que se multiplicaba para atender a todos, e iba agregando otros hasta que su cuarto era una combinación de museo y zoológico. Sí, limpiar su habitación era un desafío a la paciencia, que ella siempre encaraba con valor; y con su ayuda y muchas promesas, usualmente lograban entre ambos cierto grado de orden. Estos recuerdos causaban en la hermana Anderson cierta preocupación. ¿Qué había pasado con mi valor? ¿Por qué tenía ella ahora en su inmaculado hogar, un cajón que siempre hacía a un lado y dejaba que permaneciera atestado y desordenado? Conocía la respuesta; sí, era porque sentía temor. Temor a los recuerdos. Durante años había estado guardando cosas de valor en ese enorme cajón, y diciéndose: “Algún día me decidiré y haré con todas esas cosas álbumes de recortes para los chicos.” Aun cuando sus hijos todos habían formado su propio hogar, seguían siendo para ella “los chicos”; y ella era la misma madre que había encarado el problema de los ratones blancos. ¡Seguramente que podría mostrar el mismo valor ahora! Una mañana tomó el cajón, vació su contenido sobre una gran mesa, y se puso a hacer la tarea que había estado evitando.

¡Qué día aquél! No hubo ni un solo recuerdo triste. Es cierto que hubo algunas lágrimas vertidas, pero frecuentemente se podía oír que soltaba una risita y se las enjugaba. Se sentía asombrada de ver las cosas que había guardado. La mayor parte se referían al pasado, pero allí había un recuerdo muy especial que no sólo hablaba del pasado, sino del presente y aun del futuro. Era una cosita insignificante. Apenas una hoja de papel de cuaderno, doblada por el centro para que pareciera un programa. En la parte de afuera, escrito con la letra infantil de uno de los niños, decía:

¡Qué sabio había sido su amado compañero al demostrar preocupación por la educación de los hijos! El trabajo lo mantenía lejos del hogar la mayor parte del tiempo, y había sentido la necesidad de un ancla que mantuviera unidos a los miembros de la familia entre sí, y con la Iglesia. No había olvidado la promesa que hiciera a sus padres en 1915, de ser fiel a las noches familiares. El presidente Joseph F. Smith había dicho: “Si los santos obedecen este consejo les prometemos grandes bendiciones. Aumentarán el amor al hogar y la obediencia a los padres. La fe crecerá en los corazones de la juventud de Israel y lograrán el poder para combatir la influencia del mal y las tentaciones que los acosen.” Preciosas experiencias habían seguido a aquella primera Noche de Hogar. Se sentía agradecida de que su esposo hubiera vivido lo bastante para ver cumplida aquella promesa. Sin duda, habían aumentado el amor y la obediencia a los padres. La fe se había acrecentado, y habían sido todos capaces de enfrentar y combatir las malas influencias y las tentaciones a que se vieron sometidos, al trasladarse la familia a una comunidad de personas no miembros de la Iglesia. Tal vez la calidad de impresión de los programas hubiera mejorado con el correr de los años, pero nada podía compararse al dulce espíritu que había sentido al arrodillarse juntos en su primera Noche de Hogar y oír a su pequeño hijo pidiendo al Padre Celestial bendiciones para tener su espíritu con ellos y poder “gozar juntos de un rato feliz y ser buenos chicos”. Y efectivamente, habían sido “buenos chicos” con la sabiduría necesaria para elegir “buenas chicas” como compañeras, y todos ellos buscaban formar también “buenos niños”, recibiendo ayuda de los maravillosos programas para la Noche de Hogar, devotamente preparados con ayuda de la oración, para todos los santos, y no sólo para familias con niños.

La hermana Anderson supo que:

  1. Una mujer que vive sola es una familia.
  2. Las lecciones de la Noche de Hogar pueden ayudarla a aplicar las leyes de Dios en su vida diaria.
  3. Todos los adultos en la Iglesia pueden recibir ayuda estudiando las lecciones porque nadie es perfecto pero debemos esforzarnos por ser mejores.
  4. El manual sugiere que los adultos se concentren en la asignación semanal y pongan atención en su propio crecimiento espiritual.
  5. Algunos adultos que viven solos gozan estudiando por sí mismos.
  6. Algunos encontrarán estímulo en reunirse en pequeños grupos dentro del vecindario.
  7. Aquellos que han sido bendecidos con hijos, podrán desear reunirse con los que viven solos, de cuando en cuando.
  8. Todos debemos seguir el consejo de los líderes de la Iglesia de ponernos a tono y ser parte del gran programa semanal de la Noche de Hogar.
  9. El momento de empezar es ahora.
  10. Paz y contentamiento se acrecentarán en las vidas de aquellos que viven solos, si siguen el consejo del Profeta y dan su ejemplo a otros.

Alguien ha dicho: “Nunca mires hacia atrás”. La hermana Anderson se sentía feliz de haber pasado aquel día mirando hacia atrás, pero ahora era tiempo de dejar a un lado los recuerdos y prestar atención al presente, ya que esa noche era su Noche de Hogar. En el refrigerador tenía el postre de chocolate que había preparado. Miró hacia su cómodo sillón con el manual de la Noche de Hogar para la Familia, un buen lápiz, las Escrituras, un libro de himnos, y un cuaderno para apuntes, todo al alcance de su mano, y todo esperando por la oración de apertura para comenzar el estudio.

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