La Misión de Jesús el Mesías

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Jesús el Mesías


Poniendo a Cristo en Nuestras Vidas

Jesucristo cumplió Su misión en todas las cosas – así aprendió obediencia en todas las cosas que Él sufrió. Él era el gran Jehová, Dios del Antiguo Testamento. Él estaba con el Padre desde el comienzo. Él, junto con otros, se reunió en un gran concilio en los cielos1 y bajo la dirección del Padre ayudó con el plan de salvación. Él era el primogénito del Padre en espíritu y el Unico Hijo del Padre en la carne. Él fue escogido desde el principio para ser el Salvador del mundo y el Redentor de toda la humanidad. Él sacrificó Su vida para vencer la muerte – la cual vino al mundo como resultado de la caída de Adán – y para dar el libre don de la resurrección a toda la humanidad. Él cumplió el plan por el cual, por medio del arrepentimiento y obediencia, toda la humanidad puede regresar con Él al reino de su Padre.

Bajo la dirección del Padre, Él creó los cielos y la tierra mientras aún estaba en espíritu. Él y el Padre crearon todas las cosas que viven y crecen sobre la tierra, incluyendo al hombre. Él estuvo con el Padre en el Jardín de Edén cuando el Padre visitó a Adán y Eva; y cuando Adán cayó, Él fue testigo del castigo del Padre a nuestros primeros padres y entendió que de allí en adelante hasta el fin del mundo, todas las cosas se deberían de hacer en el nombre del Hijo. Él era Jesucristo, el Hijo de Dios, el Mesías.

Cristo nació bajo circunstancias humildes, pero los cielos se regocijaron debido a Su venida. Se dieron señales, se escucharon los testimonios de Ángeles, y reyes vinieron de lejos para adorarle. Desde el principio Lucifer tuvo temor a la misión del Salvador e intentó destruirlo. Por medio de la influencia del malvado, Herodes el Grande mató a los indefensos niños con la intención de que también lo mataran a Él.

Los escritores del Evangelio dieron testimonio de que los profetas del Antiguo Testamento habían predicho Su nacimiento, y ellos fueron meticulosos en anotar Su conformidad con la Ley Mosaica – porque Él era un judío, nacido bajo el convenio. Pero de su niñez no dijeron nada, solamente registraron que “el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40). El silencio es quebrantado cuando Lucas relata la historia de Jesús enseñando en el templo a la edad de doce años, pero de sus años de adolescencia y de su temprana adultez no se sabe nada. Ellos solamente testifican que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Su registro no tenía la intención de ser un registro de Jesucristo el hombre, sino de Jesucristo el Salvador. Los detalles registrados de Su vida aumentan en el punto cuando el Señor tiene la suficiente edad y comienza Su ministerio. Los escritores del evangelio comienzan Su ministerio con Su bautismo y Juan el Bautista da testimonio de Su divinidad. Sus pruebas con el diablo (las cuales debieron de ser relatadas por Jesús) fueron registradas para demostrar que Él también tenía que conquistar las tentaciones. Los autores de los evangelios proclamaron Su mesianismo registrando milagro tras milagro, demostrando repetidamente Su divino poder y compasión; ellos registraron Sus parábolas – historias de la vida diaria que abarcaban las verdades del reino de los cielos – para ilustrar Sus enseñanzas; y ellos transcribían Sus discursos para dar testimonio de Su mesianismo y para celebrar el establecimiento de Su nuevo reino sobre la tierra.

Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan al monte y fue transfigurado ante ellos. Fue allí que estos Apóstoles recibieron las llaves del reino de los profetas de la antigüedad; pero lo más importante es que ellos fueron testigos de la gloria del Elijo y escucharon el testimonio personal del Padre con respecto a Su divinidad.

A la conclusión de Su misión, Él entró a Jerusalén como Rey de reyes y Señor de señores. Él utilizó pequeños milagros para proveer los pocos artículos que necesitaba para Su entrada: La adquisición del pollino el cual Él montaría, y la contratación del cuarto para la Ultima Cena. Él celebró el final de la Ley Mosaica y el comienzo del nuevo evangelio de salvación, comiendo en la fiesta de la Pascua, y fue en esta fiesta que Él introdujo la ordenanza del lavamiento de pies y enseñó a un impetuoso Pedro la importancia del servicio. Mientras estaba en la cena se predijo sobre el traidor, y cuando Judas se fue para concluir sus nefastos asuntos, el Señor introdujo el sacramento, una ordenanza que reemplazaría el sacrificio. La crucifixión del Salvador cumplió con el convenio de llevar acabo sacrificios, porque Su muerte fue “el supremo sacrificio” para la humanidad; mientras que el sacrificio esperaba con ansia Su misión, el sacramento recordaba Su expiación, Sus pruebas, Su condena, Su crucifixión, y Su resurrección.

Después de la fiesta de la Pascua, Jesús llevó a los restantes once Apóstoles al Jardín de Getsemaní. Él dejó a ocho de ellos cerca de la entrada y llevó a Pedro, Santiago y Juan mas adentro del Jardín para que ellos pudieran observar mientras Él oraba y ser testigos de Su sufrimiento. Pero los tres Apóstoles estaban agotados, y aunque sus espíritus estaban dispuestos, su carne fue débil. Ellos durmieron mientras que el Señor de los Cielos y la Tierra sufrió y tomó sobre Él los pecados de toda la humanidad – una obligación tan dolorosa que causó “que sangrara por cada poro”.

Pronto después, Cristo fue arrestado, humillado, y juzgado ante los sanedristas judíos y por el pagano conquistador romano. “¿Eres tú el Cristo?” Preguntaron ellos. “Yo soy”, Él respondió, y ellos lo condenaron por ser quien era. Él fue golpeado, escupido, azotado, y humillado como el “Rey” judío.

Finalmente, el Señor fue presentado a Su gente – la misma gente quien por siglos había buscado al Mesías en todo lo que hacían. “¿A cual de los dos queréis que os suelte?” Preguntó Pliato, de nuevo a “¿Jesús, su Rey o a Barrabás, el ladrón y asesino?” “Barrabás” la turba gritó. “¿Y que hago con Jesús?” “Crucificadle” gritaban ellos. ¡La orden fue dada! Cristo fue azotado, y una corona de espinas fue forzada sobre su sangrante ceja. Después fue llevado por las calles de la ciudad y fue crucificado.

Entre la muerte y la resurrección, el Salvador abrió las puertas de la prisión espiritual para que el evangelio pudiera ser enseñado a aquellos quienes habían muerto sin ley, y Él alertó a sus “otras ovejas”, en el Hemisferio Occidental sobre Su inminente venida. Un domingo por la mañana Él llegó a ser el primer fruto de la resurrección quebrantando las ataduras de la muerte y venciendo la caída de Adán – así condenando las fuerzas del mal para siempre.

Por cuarenta días después que Jesús se levantó de la tumba, Él les enseñó a los Apóstoles y a Sus discípulos para que ellos pudieran ser testigos de la literal resurrección. Entonces el Mesías ascendió al cielo, sólo para descender prontamente después a los discípulos en el Hemisferio Occidental para que ellos, también, pudieran ser testigos de Él. Pero aún con el testimonio personal de cienes y miles de almas que fueron testigos de Su divinidad, el evangelio cayó y Sus enseñanzas fueron cambiadas. Jesús había traído un mensaje que no fue solamente entretejido en el tejido de la vida diaria sino que era eterno; todavía aún ellos cambiaron los mandamientos, se rehusaron a obedecer la “palabra”, cambiaron las ordenanzas, y rechazaron no solamente la ley sino también al Otorgador de la Ley.

Después de siglos de oscuridad, el Salvador reinstituyó Su misión abriendo la última dispensación de los tiempos. El evangelio fue restaurado y estaba nuevamente disponible para la salvación – para que todos los hombres pudieran tener la oportunidad de aceptarlo y hacerlo parte de sus vidas. El tiempo vendrá nuevamente cuando Él descienda nuevamente de los cielos, pero esta vez bajará con poder en donde Él destruirá al malvado y gobernará y reinará mil años con los justos.

Jesucristo es el poder de la salvación – la salvación es el propósito de la vida. El hombre no podrá impedir mas el curso eventual del plan de salvación ni tampoco podría levantarse de los muertos sin el. Sin embargo, se encuentra al aceptar a Cristo, en hacer que sea parte integral en todo lo que hacemos en nuestra vida, que adquirimos el poder de vencer la muerte – física y espiritual. Por medio del Señor podemos estar nuevamente con el Padre, porque Jesucristo es el único nombre bajo el cielo por el cual el hombre puede ser salvo – y la salvación de la humanidad es la misión de Jesús el Mesías.

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1 Response to La Misión de Jesús el Mesías

  1. Avatar de Pedro Morales Sánchez Pedro Morales Sánchez dice:

    Me gusta, pero hay personas como yo que le cuesta mucho ser espiritual y aprender como se puede conseguir

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