Parte Dos
El Ministerio Comienza
3
El Precursor
El Mesías de quien Juan el Bautista proclamó, declaró su grandeza entre los profetas (Mateo 11:11). Juan fue bautizado mientras estaba aún en su juventud y ordenado cuando tenía ocho años de edad. Su misión tenía tres propósitos:
- “Derribar el reino de los judíos”.
- “Enderezar las sendas del Señor”.
- “Preparar a la [gente] para la venida del Señor”. (D&C 84:28).
Él no debería llamarse Zacarías como su padre, como era la costumbre de ese tiempo; más bien, su nombre sería Juan. Él llegó a ser conocido a través de la historia como Juan el Bautista, el precursor del Salvador del mundo.
La Notificación y Nacimiento
Lucas 1:5-25,57-79
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet.
6 Y ambos eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y estatutos del Señor.
7 Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
8 Y aconteció que, ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios, según el orden de su grupo,
9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso al entrar en el templo del Señor.
10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando a la hora del incienso.
11 Entonces se le apareció un ángel del Señor puesto de pie a la derecha del altar del incienso.
12 Y al verle, Zacarías se turbó y cayó temor sobre él.
13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento,
15 porque será grande delante del Señor. Y no beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre.
16 Y a muchos de los hijos de Israel hará volver al Señor su Dios.
17 Porque irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.
18 Y Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo sabré esto? Porque yo ya soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada.
19 Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte y a darte estas buenas nuevas.
20 Y he aquí, quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no has creído mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de que él se tardara tanto en el templo.
22 Y cuando salió, no les podía hablar; y entonces comprendieron que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permaneció mudo.
23 Y aconteció que, cumplidos los días de su servicio, regresó a su casa.
24 Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se recluyó en casa durante cinco meses, diciendo:
25 Así ha hecho el Señor conmigo en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
57 Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
58 Y oyeron los vecinos y los parientes que Dios había hecho para con ella gran misericordia, y se alegraron con ella.
59 Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.
60 Y respondiendo su madre, dijo: No, sino Juan será llamado.
61 Y le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
62 Entonces preguntaron por señas a su padre cómo le quería llamar.
63 Y él, pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
64 En ese mismo momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló, alabando a Dios.
65 Y sobrevino un temor sobre todos los vecinos de ellos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas.
66 Y todos los que las oían las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
67 Y Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó, diciendo:
68 Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado yredimido a su pueblo,
69 y nos levantó un cuerno de salvación en la casa de David, su siervo,
70 como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio:
71 Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecieron,
72 para hacer misericordia con nuestros padresy acordarse de su santo convenio;
73 del juramento que juró a Abraham, nuestro padre,que nos había de conceder,
74 que sin temor, librados de nuestros enemigos,le serviríamos
75 en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días.
76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado,porque irás delante de la faz del Señor para preparar sus caminos,
77 para dar conocimiento de salvación a su pueblo,para remisión de sus pecados,
78 por la tierna misericordia de nuestro Dios,con que nos visitó desde lo alto la aurora,
79 para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte,para encaminar nuestros pies por camino de paz.
Contra-referencias
Lucas 1:36,41-42; Mateo 17:10-13; Marcos 9:11-13
Zacarías fue un sacerdote que oficiaba en el templo del Señor en Jerusalén, “de la clase de Abías”. Originalmente, el rey David distribuyó él servicio del sacerdocio en el templo “en veinticuatro grupos” (1 de Crónicas 24:1-19), cada uno servía por un periodo de dos semanas durante el año. Los grupos originales estaban compuestos de los descendientes de Aarón y de de los varones de la tribu de l.eví. Sin embargo, después de la cautividad de Babilonia, solamente tres, o por lo menos cuatro, de los grupos originales habían regresado a la tierra prometida. Aunque el arreglo original y nombres de los grupos se habían preservado, la membresía de los veinticuatro grupos estaba compuesto por muchos de los que habían regresado de Palestina.1
Lucas nos dice que Zacarías y su esposa, Elisabet, eran de edad avanzada. De acuerdo con la tradición judía, esto los pondría en una edad en exceso de sesenta años.2 Vivieron en una pequeña aldea desconocida en el país montañoso al sur de Jerusalén. Dos veces al año, por una semana Zacarías dejaba su casa e iba a Jerusalén a llevar acabo sus deberes sacerdotales en el templo.
Las escrituras anotan que Zacarías era un sacerdote y que Elisabet, su esposa, era una hija de Aarón, y por lo tanto hija de un sacerdote.3 Lucas menciona específicamente que Zacarías y Elisabet no tenían hijos, debido al comentario del ángel, podemos concluir que habían orado por muchos años para recibir la bendición de tener hijos. Pero ahora estaban en su vejez, y hacía mucho tiempo que la anticipación de tener hijos estuviera en sus mentes y en sus oraciones. Aún así, están identificados específicamente como individuos justos: Lucas indudablemente anota esto debido a que el no tener hijos para la tradición judía era un castigo de Dios.
Generalmente hablando, la religión del rabinismo durante este tiempo era muy intolerante, sectaria, sin espiritualidad, y estaban principalmente preocupados con ser mejor que los demás.4 El tranquilo hogar donde Zacarías y Elisabet vivieron era obviamente muy diferente, ellos representaban todo lo que “era hermoso en la religión de ese tiempo”.5
Mientras que ejercía durante su asignación semanal, Zacarías fue escogido al azar6 para ofrecer incienso en el servicio del templo. El incienso “simbolizaba las oraciones de Israel que habían sido escuchadas” por Dios.7 Este privilegio usualmente recaía sobre un sacerdote solamente una vez en su vida.8
Mientras el servicio de adoración del día progresaba, llegó la hora de que Zacarías entrará en el santo templo y se quedará solo con el dorado incensario en la tranquilidad del candelero de siete brazos ante el velo en el Oráculo del Lugar Santísimo.9 Mientras que Zacarías se trasladaba al lugar que los judíos sentían “la inmediata presencia de Dios”,10 la multitud que asistía al templo dentro de los patios del templo oraban, esperando que apareciera el humo del incienso.11 De pronto un ángel del Señor se le apareció a Zacarías a la derecha del altar del incienso. No había ningún reporte tradicional de alguna visión que hubiera ocurrido previamente a un sacerdote ordinario. Las escrituras anotan que Zacarías estaba perturbado y temeroso.
Normalmente una señal debió haberse dado para notificar a Zacarías que debía esparcir el incienso en el altar, suplicando al Señor en alabanza y oración en nombre de los hijos de Israel. Después de esparcir el incienso, él debió arrodillarse en adoración, y después partir reverentemente. Quizás el ángel apareció antes de que él esparciera el incienso, causando que Zacarías tomara una pausa en la ceremonia. El ángel inmediatamente lo llamó por su nombre y le anunció que su esposa, ya entrada en edad y estéril por mucho tiempo, le daría un hijo, el cual debía de llamarse Juan. La bendición por la cual muchas veces había orado (y quizás considerándola imposible), ahora sería concedida a esta justa pareja.
Las circunstancias alrededor de la bendición no estuvieron sin precedentes. Sara había dado a luz a un hijo prometido en su vejez cuando ambos esposo y esposa sentían que el tiempo de tener hijos ya había pasado. (Génesis 17:17:17-19; 18:12, 15; TJS, Génesis 17:23). Ana había dado a luz a Samuel, y la esposa de Manoa a Sansón, después de ser estériles por muchos años. (1 de Samuel 1:1-20; Jueces 13:1-24).
Zacarías, alarmado, cuestionó al ángel y pidió una señal la cual confirmaría la promesa del ángel. El ángel, anunciándose como Gabriel, le dijo a Zacarías que quedaría “mudo” desde ese momento en adelante, no podría hablar debido a que había dudado.12 El hijo prometido debería ser un hijo especial lleno del Espíritu Santo y el cual vendría con el espíritu y poder de Elias para preparar el camino para el tan esperado Mesías. El niño no “debería beber vino ni sidra”: él debía vivir la vida de un nazareno, como Sansón y Samuel lo habían hecho.
La aparición del ángel y su alarmante mensaje agobió al anciano Zacarías, y él se demoró mas de lo que él debía en terminar la ceremonia. La gente que asistía al servicio lo esperaba y se asombraban de que estaba ya demasiado tiempo en el templo.
Zacarías salió del sagrado lugar y tomó su posición en lo alto de los peldaños que conducían al pórtico de la Corte de los sacerdotes. Aquí él debió dar por terminado sus deberes sacerdotales sobre el servicio, pronunciando la “oración, que procedía a la diaria ofrenda de la comida y el canto del Salmo de alabanza, acompañada con un jubiloso sonido de música, mientras que la ofrenda de bebida era vertida”.13 Pero él no podía hablar, mientras que su mudez era un castigo debido a que había dudado,14 por su silencio la gente supo que había ocurrido una visión en el templo. No se da ningún detalle más. Las escrituras simplemente declaran que Zacarías terminó su ministerio en el templo y regresó a su esposa, Elisabet, y ella pudo concebir a un hijo.
Elisabet se escondió los primeros cinco meses de su embarazo. Durante el sexto mes, el ángel Gabriel se le apareció a María y le dijo que había sido escogida para ser la madre del Salvador del Mundo. El también le dijo que Elisabet había “concebido hijo en su vejez”. Después que se fue Gabriel, María dejó su hogar en Nazaret y fue a visitar a su prima Elisabet, y cuando ella llegó, el aún no nacido Juan reconoció la presencia de su Salvador y “saltó”, en el vientre de Elisabet. María se quedó con Elisabet hasta que el parto de su prima estaba casi por llegar, después ella regresó a su hogar en Nazaret.
Al acercarse el nacimiento de Juan, los vecinos y familia de Elisabet y Zacarías se regocijaron con ella debido a la misericordia que el Señor le había demostrado. Ocho días después de su nacimiento, el niño fue llevado para que fuera circuncidado y se le diera un nombre, como era requerido por la ley judía. Aquellos que llevaron acabo la ceremonia querían llamar al hijo recién nacido Zacarías, como su padre. Elisabet dijo que no, indicando que el niño debía llamarse Juan, aunque nadie en su familia era conocido por ese nombre. Zacarías todavía no podía hablar. Aquellos que estaban llevando acabo la ceremonia le hicieron señas a Zacarías para que confirmara como debía de llamarse el niño. Él pidió una tablilla y escribió “Juan es su nombre”. En este momento el castigo debido a que había dudado le fue quitado y fue abierta su boca. Sus últimas palabras nueve meses antes habían sido palabras de duda y temor; ahora él hablaba palabras de alabanza a Dios por otorgarle dicho favor.
El nacimiento de Juan y Jesús fueron milagrosos, y ambos fueron anunciados por el mismo mensajero celestial. Mientras que la visita de Gabriel a María y el sueño de José fueron conocidos solamente por algunos, la visita de Gabriel a Zacarías y el consiguiente nacimiento de Juan fueron difundidos por todo el país montañoso de Judea. Supuestamente, después la gente, desde el más humilde campesino hasta el poderoso Herodes (el usurpador del trono), meditaron el significado del nacimiento de tal niño.
Con el nacimiento de Juan, se le puso fin al silencio de Zacarías y estando lleno con el Espíritu Santo, él profetizó sobre la misión milagrosa de su hijo. El Dios de Israel había verdaderamente visitado a su gente y había levantado a un profeta para preparar el camino del Señor dándole conocimiento a su gente y esparciendo luz donde por mucho tiempo hubo oscuridad.
No se sabe nada sobre la niñez de Juan; sin embargo, podemos asumir que cuando Herodes mandó el edicto de destruir a los niños pequeños con un intento de matar al Mesías, Juan (siendo solamente seis meses mayor que Jesús), cayó bajo la misma condenación. Zacarías debió de haber sido advertido sobre la destrucción, justo como José fue advertido, porque él “le pidió a la madre de [Juan] que se lo llevara a las montañas, en donde él fue criado con langostas y miel silvestre”. Distinto al nacimiento de Jesús, el nacimiento de Juan fue conocido por todos y los oficiales cuestionaron a Zacarías sobre donde se encontraba su escondite. Pero Zacarías “se rehusó a decir en donde estaba su escondite, y siendo el sumo sacerdote que ejercía ese año, [él] fue asesinado por ordenes de Herodes, entre el templo y el altar”.15
No se sabe lo qüe ocurrió durante los largos años de aislamiento en el desierto, y no se menciona nada en las escrituras si Elisabet, ya en su vejez cuando él nació, vivió para criarlo hasta su adultez. Las escrituras simplemente declaran, “Y él niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”. (Lucas 1:80).
Una Voz en el Desierto
Mateo 3:1-12
1 Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,
2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
3 Porque este es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:Voz del que clama en el desierto:Preparad el camino del Señor,enderezad sus sendas.
4 Y Juan estaba vestido de pelo de camello y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
5 Entonces acudían a él Jerusalén, y toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán;
6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.
7 Y cuando vio él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
10 Ahora, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.
11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el alfolí y quemará la paja con fuego que nunca se apagará.
Contra- referencias
Marcos 1:1-8; Lucas 3:1 -20
Cuando le llegó su tiempo, Juan – un estudiante de maestros celestiales16 igual que Moisés (Éxodo 3:1-2), y Elias (lde Reyes 17:2- 7), antes que él, y el heraldo del tal esperado Mesías – empezó su ministerio.
Llegó del desierto: con cabello largo, abundante barba, su cuerpo cubierto con una túnica de pelos de camello con una cinta de cuero ceñida en sus lomos. Él era como los profetas de la antigüedad, un recordatorio de tiempos pasados (2 de reyes 1:8). Su apariencia era un recordatorio de Elias el Tisbita, “el cual todos esperaban que reapareciera ante el Mesías”.17 Él dio cumplimiento a la profecía de Isaías, porque él era la “voz que clama en el desierto [diciendo]: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”. (Isaías 40:3).
Como el precursor, él actuó como eslabón entre los dos testamento. Él fue el último profeta de la Ley Mosaica, “el último administrador legal en los asuntos del reino”,18 y heredero de todas las épocas pasadas trascendiendo todo lo que anteriormente había pasado mientras que preparaba el camino para lo que aún estaba por venir.
Él alabó la Ley de Moisés, pero aún así los criticó severamente por lo que había llegado a ser. Él no habló nada sobre los rabinos o de los ritos levíticos y sacrificios, pero demandó una conciencia moral de los judíos.19 Él utilizó el hacha puesta a la raíz del árbol (Mateo 3:10) y dio testimonio contra toda la maldad de su tiempo.
Juan el Bautista, distinto a Jesús, fue el profeta de esperanza;20 el Elias que regresaba y que “traería el Urim y Tumim que estaban perdidos, restauraría las tribus de Israel, volvería los corazones de los padres a los hijos, reprobaría las costumbres de la época, y calmaría la ira de Dios”.21 Juan removió esas profundas memorias en la multitud y en el liderazgo que ellos no pudieron ignorarlo a Él, ni su mensaje.
El rito del bautismo de Juan fue administrado al verdadero penitente. Igual que Jacob y Moisés habían intentado purificar a todo Israel para que recibieran la presencia de Dios (Génesis 35:2; Éxodo 19:10, 14), por la misma razón aquellos que aceptaron el bautismo de Juan buscaron la purificación de los pecados cometidos bajo la antigua Ley.
El bautismo en si no era algo nuevo. Bajo la Ley de Moisés simbólicamente removía las impurezas morales que provocaron la inmundicia Levítica. Los nuevos prosélitos eran bautizados cuando aceptaban la Ley de Moisés.22 Pero el bautismo de Juan difería sustancialmente del de sus predecesores. Su bautismo iniciaba una transformación del pasado con anticipación al futuro, la venida de Cristo, y una nueva vida. Juan simplemente fue el precursor del Salvador que vendría y bautizaría con fuego.
El énfasis de Juan sobre el arrepentimiento coincidía con las aceptadas enseñanzas de su día, porque los líderes judíos enseñaban que “si Israel se arrepentía algún día, el Hijo de David vendría inmediatamente”.23 Pero mientras que las demandas de Juan estaban llenas de “promesas seguras al alma arrepentida, [ellas] denunciaban inexorablemente al hipócrita y al pecador empedernido”.24 Él censuró a los fariseos y a los saduceos como transgresores del espíritu de la Ley, y los acusó de deshonrar a los profetas.25 Ellos se deleitaban en esa enseñanza que, porque eran hijos de Abraham, estaban automáticamente salvos en el reino de Dios.26 Juan los reprendió por su creencia, y les requirió que hicieran frutos dignos de arrepentimiento y declarando que Dios podía “levantar hijos a Abraham aun de estas piedras”. Aun así ellos anticipaban, o quizás añoraban, al mismo de quien Juan testificaba que había de venir. En su ignorancia ellos mandaron emisarios a Juan para que le preguntaran si él era el Cristo. “No”, fue la apresurada respuesta. “¿Qué pues?” “¿Eres tú el Elias?” “No.” Juan el Bautista era el precursor que venía a enderezar el camino del Señor” con el espíritu y poder de Elias.27
Juan enseñó los principios fundamentales del evangelio de Jesucristo: fe como una creencia revitalizadora en Dios; arrepentimiento como contrición de antiguas ofensas; y bautismo como un rito simbólico del cumplimiento y conclusión de estas doctrinas. Sus enseñanzas eran familiares para el liderazgo judío y la multitud, porque habían sido leídas y estudiadas por siglos en las sinagogas y en las escrituras.28 Aunque sus sermones frecuentemente se oponían a las prácticas populares de su tiempo,29 las escrituras reportan que todo Jerusalén fue a observarlo.
Juan vino en la manera de los profetas judíos para levantar su nación de la muerte espiritual y dirigirla hacia el Mesías.30 Él no profesó ninguna visión o revelación: Él no realizó milagros. En todo lo que hacía, él reconoció el estatus de su misión, no tomando poder ni gloria para él mismo. “Su llamado no era uno de annada resistencia, sino para arrepentimiento… la esperanza que él otorgaba no era de posesiones terrenales, sino de pureza”. Él era “inflexiblemente fírme. . . asentado [con] profunda convicción; no era ambicioso ni sé auto proclamaba . . . desechando todo reclamo menos el servicio humilde, y no apuntaba hacia él sino a Él Que vendría detrás de él, y a quien él todavía no conocía … Él no buscaba nada para él… él solamente tenía un pensamiento que lo absorbía: El reino que estaba por venir, El Rey venía – ¡Permítanles prepararse!”31
El Bautismo de Jesús y la Señal de la Paloma
Mateo 3:13-17
13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él.
14 Pero Juan se lo impedía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
15 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Permítelo ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió.
16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él.
17 Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.
Juan 1:29-34
29 Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!
30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón que es antes de mí, porque era primero que yo.
31 Y yo no le conocía, pero para que fuese manifestado a Israel, por eso vine yo bautizando en agua.
32 Y Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que reposó sobre él.
33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y que reposa sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.
34 Y yo le he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.
Mientras que Juan estaba bautizando en el Río Jordán en Betábara, él bautizó al Salvador.32 Aunque Jesús y Juan eran primos,33 no hay evidencia de ningún contacto personal entre ellos antes de esta reunión.34 Sin embargo, tan pronto como Juan miró al Señor, él reconoció a un hombre sin pecado (indudablemente por medio del Espíritu) y proclamó su propia necesidad de ser bautizado por Jesús. El llamamiento de Juan era de arrepentimiento y su bautismo era una señal de ese arrepentimiento, pero ante él estaba un hombre que él consideraba que no necesitaba el bautismo.35 Sin embargo, el bautismo era requerido del Señor de la misma manera que a todos los hombres, y Jesús respondió a la protesta de Juan declarando que su bautismo era necesario “para cumplir toda justicia”.
El bautismo de Jesús no era una señal de arrepentimiento sino un simple acto de sumisión y obediencia, porque el bautismo es “una ordenanza indispensable establecida en justicia y exigida a todo el género humano como condición esencial para ser miembro en el reino de Dios”.36
Juan sabía antes de entrar en su ministerio que él iba a bautizar al Mesías, porque se le había dado una señal por la cual lo reconocería. A la conclusión del bautismo del Señor una “señal” de nueva vida ocurrió, similar a aquella previamente dada a Noé por Jehová (Génesis 8:10-12). Esta era la señal de la paloma.
La señal de la paloma era “el medio predeterminado por el cual le sería revelado el Mesías a [Juan]”,37 y “fue instituida desde antes de la creación del mundo, [como] testimonio o testigo del Espíritu Santo … [y sé] le dio a Juan para simbolizar la verdad del hecho.38 A la conclusión de esta sagrada experiencia, la voz del Padre se escuchó testificando sobre la divinidad de Su Hijo. El Mesías fue ahora presentado ante Juan, y de allí en adelante testificaría que por quien él había preparado el camino había en verdad llegado y todos deberían buscarlo para ser salvos.
Con el bautismo de Jesús llevado acabo, Juan había testificado sobre la venida del esposo, la señal dada, y el testimonio del Padre pronunciado, Juan básicamente había cumplido con su llamamiento. Su grandeza pública ahora menguaría mientras que la del Señor aumentaba en poder y autoridad (Juan 3:25-30).
Discípulos
Juan 1:35-37
35 Al siguiente día otra vez estaba Juan, y con él dos de sus discípulos.
36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios!
37 Y los dos discípulos le oyeron hablar y siguieron a Jesús.
Juan 3:23-36
23 Y Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían y eran bautizados,
24 porque Juan aún no había sido puesto en la cárcel.
25 Entonces hubo una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del que tú diste testimonio, he aquí bautiza, y todos van a él.
27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo.
28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.
29 El que tiene a la novia es el novio; mas el amigo del novio, que está de pie y le oye, se goza grandemente de la voz del novio; así pues, este, mi gozo, ha sido cumplido.
30 Es necesario que él crezca, y que yo mengüe.
31 El que viene de arriba está sobre todos; el que es de la tierra es terrenal y habla cosas terrenales; el que viene del cielo está sobre todos.
32 Y testifica de lo que vio y oyó, pero nadie recibe su testimonio.
33 El que ha recibido su testimonio atestigua que Dios es veraz.
34 Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no da el Espíritu por medida.
35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos.
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Inicialmente la predicación de Juan atrajo a muchos discípulos hacia él, incluyendo a Andrés y a Juan el Amado – quizás también a Pedro, Felipe, y Natanael – los cuales después llegarían a ser los Apóstoles del Señor.39 Sus sermones prepararon a sus discípulos para que creyeran en Jesucristo, y fue obviamente su intención que sus discípulos lo dejaran y siguieran al Salvador. Sin embargo, parece ser que ninguno de los discípulos de Juan fue formalmente presentado al Salvador, sino más bien, aquellos que lo siguieron se presentaron ellos mismos, dependiendo en el testimonio de Juan concerniente a Jesús.40
Después de que el Señor empezó su misión, Juan brevemente continuó con su ministerio, y muchos de sus discípulos se quedaron con él. Algunos sintieron celos del ascenso de Jesús sobre el descenso de su maestro.41 Les pudo parecer a ellos que Jesús había robado los frutos del ministerio de Juan. A pesar de esto, Juan continuó testificando sobre el ascenso de Jesús y de su propio descenso; sin embargo, algunos de sus discípulos quedaron con dudas sobre la proclamación de su maestro de que Jesús era el Cristo. Las multitudes que habían seguido a Juan ahora seguían al Señor, y algunos de los discípulos que aun le quedaban a Juan (quizás con alguna animosidad), le informaron sobre el éxito del Señor. La respuesta de Juan reflejaba su constante aceptación de su propia misión comparada con la del Mesías. El nuevamente dio testimonio de que Jesús era el Cristo y el único al que debían de seguir.
Aún en otra ocasión, los discípulos (ayudados por los fariseos, quienes indudablemente abrigaron intenciones malvadas), aparentemente llegaron a estar enredados en una potencial controversia con el Señor concerniente al ayuno y a la oración. Parece ser que mientras Juan y sus discípulos ajamaban frecuentemente, los discípulos de Jesús no lo hacían. Jesús no disputó este conflicto pero trató la pregunta como una que requería aclaración más bien que una disputa. Más bien que censurar a los discípulos de Juan por ayunar, él defendió a sus seguidores por no ayunar.42
Encarcelamiento y Muerte
Mateo 14:1-12
1 En aquel tiempo Herodes, el tetrarca, oyó la fama de Jesús
2 y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, esposa de su hermano Felipe,
4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.
5 Y Herodes quería matarlo, pero temía al pueblo, porque tenían a Juan por profeta.
6 Mas cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y agradó a Herodes,
7 por lo cual este le prometió con juramento darle todo lo que pidiese.
8 Y ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
9 Entonces el rey se entristeció, pero a causa del juramento y de los que estaban juntamente con él a la mesa, mandó que se la diesen.
10 Y ordenó decapitar a Juan en la cárcel.
11 Y fue traída su cabeza en un plato y dada a la muchacha, y ella la presentó a su madre.
12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús.
Contra-referencias
Mateo 11:1-6 Marcos 6:14-29
Mientras que Juan predicaba en el territorio de Herodes Antipas, Herodías convenció a Herodes que lo arrestara, porque “ella le acechaba”43 Herodías estaba viviendo con Herodes Antipas como su esposa, aunque ella previamente se había casado con el hermano de Herodes y aún no estaba legalmente divorciada de él – una asociación impía que Juan había denunciado.
Después de que Juan fue detenido por Herodes, Jesús volvió a Galilea (Mateo 4:12), y Juan comenzó su largo encarcelamiento en la prisión de Maqueronte. Mientras que los lentos meses de encarcelamiento pasaban, Herodes frecuentemente “lo escuchaba”,44 porque Herodes encontraba en él a un hombre santo y lo escuchaba de buena gana.45 Aunque Herodes parecía temeroso de Juan, claramente sus motivos para encarcelar a Juan eran políticos. Estos motivos políticos pueden clasificarse en tres generales categorías: (1) Juan tenía una gran influencia sobre la gente, y Herodes temía que su influencia podía resultar en una rebelión dentro del reino. (2) El liderazgo judío no estaba de acuerdo con el matrimonio de Herodes con Herodías, y él temía que esta antipatía, junto con las denuncias de Juan, también podían conducirlos a la rebelión. (3) los fariseos estaban constantemente observando a Juan y a Jesús y se puede hacer la inferencia “que [la] intriga farisaica tuvo una gran parte en dar trascendencia al temor de Herodes por el Bautista y de sus reproches”.46
Alfredo Edersheim nos da una gráfica descripción de la prisión o “cárcel” en la cual Herodes encarceló a Juan:
Los cimientos de las paredes, todavía están de pie a la altura de una yarda o dos arriba de la tierra. Mientras nosotros ascendíamos para examinar el interior, nos dimos cuenta que tan pequeña esta prisión era: exactamente 100 yardas en diámetro. Apenas si quedan vestigios de ella. Un pozo de una gran profundidad, y una profunda cisterna cementada con el abovedado del techo todavía completo, y – lo más interesante para nosotros – dos calabozos, uno de ellos en el fondo, sus costados apenas destruidos, ‘¡Con pequeñas aberturas aún visibles en la mampostería en donde grapas de madera y hierro fueron una vez incrustadas’! Mientras mirábamos hacia el fondo a su calurosa profundidad, nos estremecimos en damos cuenta que esta terrible cárcel había sido directamente por diez meses la prisión de ese hijo del silvestre ‘desierto’, el valiente heraldo del Reino que estaba por venir, el humilde, sincero, y abnegado Juan el Bautista.47
No es de maravillarse que como resultado, debido a su soledad y sufrimiento, después de meses de encarcelamiento Juan mandara a sus discípulos al Señor aparentemente para preguntarle, “¿Estoy en lo correcto o en equivocación?” Sería una injusticia para Juan decir que él dudó del Salvador del mundo, a quien había bautizado, sino que más bien parece ser que no había entendido completamente la misión del Mesías,49 y necesitaba asegurarse que el “Todo Poderoso” de Israel no se había olvidado de él.50 La respuesta del Señor a los discípulos de Juan parece indicar que este era el caso. El Señor les pidió a los discípulos de Juan que observaran mientras Él llevaba acabo extensivos actos de compasión y misericordia, y que regresaran y le dijeran a Juan lo que habían visto.51 Después que ellos se fueron, Jesús testificó de la grandeza de Juan, declarando que no había nacido profeta más grande de una mujer. Lo más probable es que a esta hora Él mandó ángeles para que visitaran al encarcelado Bautista (TJS Mateo 4:11).
¿Por qué se expresó así Jesús sobre la grandeza de Juan como profeta? El profeta José Smith explicó:
Se ocasionó la pregunta por motivo de estas palabras de Jesús – “No se levantó entre los que nacen de mujeres otro mayor que Juan el Bautista; mas el que es más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.” ¿Por qué fue considerado Juan como uno de los más grandes profetas? Sus milagros no pueden haber constituido su grandeza.
Primero. Le fue confiada una misión divina de preparar el camino delante de la faz del Señor. ¿Quién jamás ha recibido cargo semejante, antes o después? Nadie.
Segundo: Se le confió, y le fue requerido efectuar la importante misión de bautizar al Hijo del Hombre. ¿Quién había tenido el honor de hacer esto? ¿Quién había tenido tan grande privilegio y gloria? ¿Quién jamás llevó al Hijo del Hombre a las aguas del bautismo, y tuvo el privilegio de ver al Espíritu Santo descender en forma de paloma, o mejor dicho, en la señal de la paloma, como testimonio de esa administración? …
Tercero: Teniendo las llaves del poder de Juan era, en esa época, el único administrador legal de los asuntos del reino que entonces se hallaba sobre la tierra, y poseía las llaves de poder. Los judíos tenían que obedecer sus instrucciones, o ser condenados por su propia ley; y Cristo mismo cumplió con toda justicia observando la ley que Él había dado a Moisés en el monte, y de esta manera magnificó y la honró en lugar de destruirla. El hijo de Zacarías arrebató las llaves, el reino, el poder y la gloria a los judíos, mediante la santa unción y el decreto de los cielos; y estas tres razones lo establecen como el profeta más grande que ha nacido de mujer.52
El final estaba cerca para Juan. Temprano en la primavera, pero antes de la Pascua, Herodes Antipas (el sucesor de Herodes el Grande), ordenó una fiesta para celebrar su cumpleaños. Mientras progresaba el banquete, la música y gritos de juerga debieron de haberse filtrado en la ciudadela, haciendo eco en el profundo calabozo en donde estaba encarcelado Juan.
El regocijo alcanzó grandes alturas de entusiasmo hasta que, como una conclusión a las festividades, un “estimulo sensual de dudosos bailes” fue presentada ante los funcionarios, autoridades militares, y líderes políticos de Galilea. ¡La bailarina era Salomé53 “la bella joven hija de la esposa del rey, la misma descendiente de la princesa sacerdotisa amonea”! Ella danzó lo mejor que pudo en esa exhibición, agradándole a Herodes y a todos los que estaban sentados con él. En medio de los principales funcionarios, el rey juró en medio de la entera compañía que él la recompensaría con lo que ella quisiera, “hasta la mitad de su reino”. De acuerdo con el registro de Marcos, la doncella se retiró de la sala del banquete para consultar con su madre sobre lo que debía pedir. “¿[Podía] haber habido alguna duda o vacilación en la mente de Herodías? Solamente había una motivación en su corazón, que en estos diez meses había buscado en vano de obtener, y era la muerte de Juan el Bautista”.54
Juan incesantemente la condenaba debido a su matrimonio adultero con Herodes, entonces la recompensa fue concebida y la hija de Herodías precipitadamente le dijo al rey, “¡Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista!” Todos en el cuarto debieron de haberse sorprendido debido a esa sádica petición. Las escrituras anotan que “el rey se entristeció”, pero él había jurado que recompensaría a la doncella, y aunque él estaba siendo “infiel a su Dios, a su conciencia, [y] a la verdad y rectitud … él sería fiel a su medio ebrio juramento, y aparecería honorable y justo ante tales compañeros”. El dictó enseguida la orden. Salomé se retiro mientras los guardias salían de la sala del banquete. No hubo tiempo para prepararse, ni era necesario, porque unos momentos después, la “sangrienta cabeza del Bautista [fue] traída a la doncella en un plato, y ella le [dio] el horroroso plato a su madre”.54 Juan el Bautista estaba muerto.
Pero sólo estaba muerto como es definido en la mortalidad, y aún después solamente por unos cortos años mientras esperaba su gloriosa resurrección. Se escuchó de él siglos después, cuando él apareció con todo su poder en la rivera del rió Susqueana para restaurar el sacerdocio a dos humildes siervos que habían sido llamados para derribar un reino diferente. Con estas gloriosas palabras Juan el bautista restauró el mismo sacerdocio que él había poseído: “Sobre vosotros mis conciervos, en el nombre del Mesías, confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados; y este sacerdocio nunca más será quitado de la tierra, hasta que los hijos de Leví de nuevo ofrezcan al Señor un sacrificio de rectitud” (D&C 13).

























Me gusta, pero hay personas como yo que le cuesta mucho ser espiritual y aprender como se puede conseguir
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