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Los Juicios
Después que Jesús fue arrestado, fue atado (probablemente por soldados romanos) y escoltado del Jardín de Getsemaní. Las autoridades planearon para que la captura del Señor ocurriera cuando Él estuviera relativamente solo, y así crear el menor disturbio posible entre los celebrantes de la Pascua.
Su objetivo era completamente claro: Proceder con los juicios tan rápidamente como fuera posible, encontrar a Jesús culpable, y entregarlo a los romanos para la ejecución. Así, ellos podrían (1) presentar a Jesús ante la gente en Jerusalén como uno ya acusado y juzgado y (2) presentarlo ante las autoridades romanas en tal estado para que ellos lo ejecutaran inmediatamente.1
Porque los evangelios no están de acuerdo exactamente en lo que transpiró entre el arresto del Salvador y su crucifixión, la historia tuvo que ser armada en partes utilizando los cuatro evangelios.2
Entre el tiempo de la última cena de Cristo (aproximadamente el jueves a las 10:00 p.m.) y aquel de su crucifixión y muerte (a las 3:00 p.m. el siguiente día) los acontecimientos sucedieron rápidamente. Los juicios fueron concluidos aproximadamente a las 9:00 a.m. el viernes. El siguiente formato en este libro muestra que Cristo primeramente fue llevado ante Anás (aunque no hay ningún registro disponible de aquella entrevista),3 después ante tres audiencias del liderazgo judío, quiénes estaban autorizados para juzgar. La primera audiencia es una entrevista privada ante Caifás; la segunda, una audiencia pública ante Caifás y los miembros del Sanedrín; y el tercero, otra audiencia ante Caifás y los miembros del Sanedrín llevado acabo en la madrugada – así proporcionando dos juicios como era requerido conforme a la ley judía. El Señor entonces fue llevado ante Pilato. Pilato lo envió a Herodes para que tuviera una entrevista con él, pero Herodes pronto lo regresa a Pilato – quién entonces lo condenó y crucificó.
Los Juicios y las Autoridades
El siguiente registro bíblico es una fusión de los cuatro Evangelios, seguido por referencias adicionales.
Juan 18:12. Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron,
Juan 18:13. y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. Juan 18:14. Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.
Juan 18:24. Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
Lucas 22:54. Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
Juan 18:19. Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Juan 18:20. Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.
Juan 18:21. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.
Juan 18:22. Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?
Juan 18:23. Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? Mateo 26:59. Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte,
Marcos 14:56. Porque muchos decían falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban.
Mateo 26:60. y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos,
Marcos 14:57. . . . diciendo:
Marcos 14:58. Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.
Marcos 14:59. Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
Mateo 26:62. Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
Mateo 26:63. Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
Marcos 14:62. Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Mateo 26:65. Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.
Marcos 14:64. Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte.
Lucas 22:63. Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
Marcos 14:65. Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro. . .
Lucas 22:64. y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
Lucas 22:65. Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Lucas 22:66. Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo:
Lucas 22:67. ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
Lucas 22:68. y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
Lucas 22:69. Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
Lucas 22:70. Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
Lucas 22:71. Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Lucas 2 3:1. Levantando se entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.
Juan 18:28. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.
Juan 18:29. Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?
Juan 18:30. Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
Juan 18:31. Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie;
Juan 18:32. para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.
Lucas 23:2. Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
Juan 18:33. Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
Juan 18:34. Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
Juan 18:35. Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Juan 18:36. Respondió Jesús:
Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
Juan 18:37. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.
Marcos 15:20. Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.
Lucas 23:20. Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;
Lucas 23:21. pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
Lucas 23:22. Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
Juan 19:14. Erala preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!
Juan 19:15. Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.
Juan 19:16. Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.
Lucas 23:24. Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían;
Contra-referencias
Mateo 26:57-68; 27:1-2, 11-31; Marcos 14:53-65; 15:1020;
Lucas 22:54, 63-71; 23:1-25; Juan 18:12-15,28-40; 19:1-15
Los juicios de Cristo fueron conducidos por dos diferentes grupos los cuales tenían la autoridad para hacerlo. Los primeros dos juicios fueron conducidos por su propia gente – los gobernantes de los judíos quienes habían esperado su venida. Irónicamente, Él fue juzgado y condenado por reclamar ser lo que Él era – el Mesías.
El tercer proceso fue conducido bajo las autoridades de Roma y consistió en una secuencia de audiencias ante Piloto y también “la entrevista del silencio” ante Herodes. Herodes fue el tetrarca designado por Roma para gobernar la provincia de Galilea, Jesús vino de esta provincia. Su intentada entrevista fue similar a la que tuvo ante Caifás, y él no enjuicio al Salvador, ni lo condenó.
Pilato era el gobernante del Imperio romano en Judea. Él era un pagano, preocupado sólo por la protección del Imperio y de su propia posición. Él llegó a su posición de autoridad poco antes del ministerio de Juan el Bautista4 y era por lo tanto la principal autoridad romana durante el ministerio entero de Jesús.
Los registros indican que Jesús fue llevado de un lugar a otro durante la noche de sus juicios, algo fácil de llevar acabo, ya que los principales participantes en sus juicios vivían en Jerusalén o tomaban residencia allí durante la fiesta de la Pascua.
Del Jardín de Getsemaní, Cristo fue llevado primeramente al palacio de Anás, que estaba localizado entre la ciudad superior y el Tiropeón. El Tiropeón, conocido como “el valle de los queseros”, unía las colinas orientales y occidentales de la ciudad.5 Las escrituras registran que un guardia romano6 acompañó a Cristo desde el Jardín de Getsemaní al palacio de Anás,7 pero en este punto parece ser que fue entregado al guardia del templo, porque los Evangelios no mencionan nuevamente a los romanos hasta la crucifixión. Cristo después fue llevado a Caifás en el palacio del sumo sacerdote, que estaba localizado en la esquina noreste del Monte de Sión.8 Este es indudablemente el lugar donde los miembros del Sanedrín se reunieron para probar al Señor.9 El palacio estaba ubicado en la ladera del monte y consistía de una planta baja ubicada debajo de las habitaciones principales, los cuales tenían un pórtico en frente (en donde Pedro caminó): Se describe que el pórtico se encontraba “debajo del palacio”.10
Después que los juicios concluyeron en el palacio de Caifás, la multitud tomó al atado y brutalmente juzgado Salvador por los caminos de la ciudad superior hacia el palacio de Herodes. Dilato no residía generalmente en Jerusalén, pero acostumbraba estar presente durante esta fiesta en particular por si había necesidad de controlar cualquier potencial alboroto. Había dos residencias disponibles en Jerusalén para él: La primera se encontraba en la Fortaleza de Antonia, y la segunda se encontraba en el palacio del Gran Herodes. Es improbable que él haya escogido la fortaleza, porque también contenía el brusco cuartel donde los soldados romanos estaban estacionados. El probablemente se quedó en el magnífico palacio de Hedores, que estaba localizado en el ángulo noroeste de la ciudad superior.12 La residencia del gobernador romano, dondequiera que él se quedara, siempre era llamada el Pretorio.
Porque Pilato, el pagano romano, vivía en el palacio de Herodes, los judíos no entraban por temor debido a la impureza levítica durante la celebración de la Pascua.13 Durante estas discusiones, Pilato descubrió que Jesús era un Galileo. Por alguna razón, quizás para liberarse de la obligación de juzgar al Salvador, Pilato lo envió al Rey Herodes (hijo del Gran Herodes y actual gobernante de Galilea y Perea). Herodes siempre atendía la fiesta de la Pascua, y mientras ocupaba el palacio de los Macabeos (el cual estaba cerca del de Caifás). Después de la “entrevista de silencio” ante Herodes, Cristo nuevamente fue llevado por las mismas calles hacia el palacio del Gran Herodes para ser juzgado por Pilato, donde fue primeramente condenado y después marchó a las puertas exteriores de la ciudad y de allí a Gólgota.
La Ley
Como se discutió anteriormente, los líderes judíos tenían un objetivo -condenar a Cristo de tal manera que los romanos no tuvieran otra opción que ejecutarlo inmediatamente.14 Los judíos fueron forzados a reclutar la ayuda de los romanos porque los miembros del Sanedrín no tenían la autoridad de imponer la pena de muerte (aunque después ellos lo hicieron ilegalmente en el caso de Esteban; véase Hechos 6-7). Aunque ellos impusieron varios cargos capitales contra el Señor, los miembros del Sanedrín eran incapaces de condenarlo hasta que El mismo les proveyera con la evidencia que ellos necesitaban para condenarlo bajo la ley judía. Esta evidencia fue derivada debido a una pregunta que el sumo sacerdote hizo a Jesús: “¿Eres tú el Hijo de Dios?” Y el Señor contestó que Él era. La respuesta destruyó la fundación del judaísmo contemporáneo, y el sumo sacerdote inmediatamente rasgó su ropa, suspendió toda conformidad fingida con las reglas de la ley judía, y pidió un voto de condenación de los miembros del Sanedrín.
Mientras el cargo de blasfemia era un delito capital en el judaísmo, la ley romana no lo consideraba como tal. El liderazgo judío tuvo que manipular astutamente las pruebas para que esta ofensa llegara a ser un delito capital para Roma – traición.
Aunque los miembros del Sanedrín exteriormente cumplían con muchos de sus requisitos legales, ellos descaradamente ignoraron el establecido proceso a fin de obtener su deseada ambición. ¡Prontitud era la regla!16 Sus leyes demandaban justicia, pero sus acciones demostraron venganza cruel.
El sistema de la justicia judía en ese tiempo contenía los siguientes requisitos legales, cada uno de los cuales fue violado durante los juicios del Salvador:
- Era ilegal para los miembros del Sanedrín sentarse por la noche para considerar cualquier ofensa capital, ni podían considerarlo en el día de reposo, en cualquier día de fiesta, o en la víspera de cualquier día de fiesta.17
- Un demandado era considerado inocente hasta que se comprobara su culpabilidad.
- Nadie podría ser juzgado o condenado en su ausencia.
- Su altamente ley moral demandaba que en todos los juicios de delitos capitales, debía recordarse el valor de la vida humana.
- Los acusadores debían de aparecer en persona y eran advertidos contra el falso testimonio. (Durante el proceso de Jesús, los miembros del Sanedrín y el sacerdote principal activamente buscaban a falsos testigos).
- El acusado no debía dejarse indefenso, y la persona o el grupo defensor del acusado tenían que trabajar diligentemente para obtener la absolución.
- Cualquier y toda evidencia favorable para el acusado debían ser admitidas libremente ante el tribunal.
- Ningún miembro del tribunal votaría a favor de la condena una vez que él hubiera votado a favor de la absolución.
- Cuando era tiempo para que el tribunal votara, primeramente votaban los miembros más jóvenes para que no fueran influidos por sus mayores.
- En un delito capital, el voto a favor de la muerte tenía que ser por una mayoría de por lo menos dos.
- Si se decidía que era culpable, tenía que ser oficialmente adjudicado el día después del juicio.
- No podía llevarse acabo un juicio criminal durante la noche.
- Ningún veredicto de muerte se podía dar sin que los miembros del Sanedrín ayunaran el día entero antes de que el veredicto fuera ejecutado.
- Nadie podía ser ejecutado en el mismo día que su sentencia fuera pronunciada.18
- La Ley y la tradición demandaba que se llevara acabo una segunda audiencia y juicio cuando se imponía la pena de muerte.19
- Todos los juicios por ofensas capitales debían de llevarse acabo en la sala oficial de los miembros del Sanedrín.20
- Un voto unánime de culpabilidad no era ejecutable.
Aunque el Señor fue entrevistado personalmente tanto por Caifás como por Anás, éstos no fueron juicios oficiales. Indudablemente las entrevistas fueron llevadas acabo (1) para ver qué tan vigorosamente el Señor defendería los cargos contra él, (2) para dar tiempo para que suficientes miembros del Sanedrín se reunieran en el palacio del sumo sacerdote para que el simulacro de un real juicio se presentara, y (3) para ver si alguno de los discípulos del Señor lo defendería.
Una vez que el liderazgo judío había sido reunido, el Señor habría sido puesto de pie ante ellos – directamente delante del sumo sacerdote. Los miembros del Sanedrín habrían estado sentados a la izquierda y a la derecha del sumo sacerdote en un semicírculo, con un escriba al final de cada lado del semicírculo para registrar la sentencia. El acusado habría sido protegido por administradores o guardias del templo, mientras que un pequeño número de ayudantes del tribunal habrían estado parados directamente detrás de los miembros del Sanedrín para llamar a los testigos y llevar a cabo las decisiones del tribunal.21
El arresto, las entrevistas, y los juicios de Jesús estaban en violación de la ley judía en ese día. Cualquier apariencia de legalidad fue pisoteada bajo los pies de los gobernantes judíos en su prisa para deshacerse del Salvador. (Un excelente trabajo sobre los juicios de Jesús, de un punto de vista legal fue elaborado por Walter M. Chandler en 1925. Para detalles el lector es referido a esa obra y las citas sobre este respecto22).
Decir que los juicios de Jesús no se llevaron acabo de acuerdo a la ley judía es una subestimación, pero debe ser claramente entendido que tal no era el objetivo del sumo sacerdote y los miembros del Sanedrín – enjuiciar al Señor en la forma habitual y darle un juicio justo habría asegurado su absolución. En cambio, ellos presentaron un simulacro de un proceso para justificar sus acciones ante la gente, en particular a aquellos que asistieron a la fiesta de la Pascua, e impresionar específicamente al líder romano, Pilato, de modo que ellos pudieran alistar el sistema judicial romano (el cual necesitaban para ejecutar la pena de muerte), ya que ellos no tenían ningún poder para imponer su injusto veredicto. El resultado de su simulado juicio fue predeterminado: Durante todo el ministerio del Señor, ellos habían querido matarlo, y llego a ser su declarada intención después de que Él levantó a Lázaro de la muerte (Juan 11:53).
Ni el juez principal ni los miembros del Sanedrín podían imponer cargos contra un acusado; ellos solamente podían adjudicar los cargos.23 La persona que iniciaba los cargos actuaba como el testigo del procesamiento (ellos también habrían sido el verdugo en caso de la pena de muerte); en la historia de Israel no se encuentra ningún registro sobre el fiscal “oficial”.24 Sin embargo, cuando Cristo fue acusado, ningún individuo pasó adelante para acusarlo formalmente. Todos los cargos fueron hechos por el sumo sacerdote, y se presentaron falsos testigos con la intención de acusarlo, pero ellos miserablemente fallaron.
Ellos no podían acusarlo deliberadamente y quebrantar el día de reposo, ya que esto levantaría el asunto sobre sus milagros que habían sido incuestionablemente documentados. Ellos no podían acusarlo de secretas enseñanzas doctrinales, ya que Él había enseñado abiertamente tanto en las sinagogas como en el templo. Ellos no podían presentar cargos contra Él debido a las acciones de sus discípulos, ya que Él había refutado con éxito sus acusaciones contra los Doce (véase Marcos 2:23-28). Finalmente, conociendo que Él había reclamado en varias ocasiones ser el tan esperado Mesías, el sumo sacerdote le preguntó al Señor si Él era, en efecto, el Hijo de Dios, Jesús simplemente contestó con un sí. Entonces, en lugar de determinar si Él era el Hijo de Dios bajo algún sistema de justicia, ellos llegaron a la inevitable conclusión de que Él no era y que Él había blasfemado: Su justificación por su condenación vino así de su propia boca.
Una segunda simulación de un juicio fue llevado acabo con el único propósito de que una vez mas, pareciera que estaban conformes con el correcto procedimiento legal, ya que la ley judía exigía que se llevaran acabo dos procesos cuando la pena de muerte había sido impuesta. Esta vez los miembros del Sanedrín solamente querían determinar si de hecho el Señor había reclamado el Mesianismo. Nuevamente Él afirmó ser el Hijo divino, y una vez mas los miembros del Sanedrín unánimemente lo condenaron. Entonces ellos lo enviaron a Pilato.
A través de la historia de Israel, los judíos habían sido meticulosamente justos en sus procedimientos legales. Ellos habían desarrollado un sistema de justicia que protegía los derechos de los acusados, y estaban orgullosos ellos mismos de su imparcialidad – pero durante esta noche, para este Hombre, no hubo justicia.
Los Juicios Judíos y las Negaciones de Pedro
Mateo 26:69-75
69 Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se acercó a él una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús, el galileo.
70 Pero él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.
71 Y saliendo él a la puerta, le vio otra y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesús de Nazaret.
72 Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.
73 Y un poco después se acercaron los que estaban por allí y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: ¡No conozco al hombre! Y enseguida cantó el gallo.
75 Entonces se acordó Pedro de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Contra-referencias
Marcos 14:66-72;
Lucas 22:55-62; Juan 18:16-27
Después del arresto de Jesús, el jueves por la tarde, quizás entre las 11:00 p.m. y la medianoche, Él fue trasladado al palacio de Anás, el suegro de Caifás, el sumo sacerdote. Se desconoce que tanto tiempo Anás interrogó a Cristo. Cuando Pedro y Juan alcanzaron al Salvador, la entrevista con Anás ya había concluido, y el guardia del templo probablemente estaba en el proceso de llevar a Jesús ante Caifás para su juicio. Los dos Apóstoles siguieron al Señor y a sus captores. El sumo sacerdote conocía a Juan y entró sin impedimentos al palacio, pero Pedro no podía entrar y Juan tuvo que regresarse para ayudarle a entrar. Juan aparentemente pasó a las salas interiores para observar el juicio, mientras a Pedro se le pidió que permaneciera en el patio exterior o área del pórtico, donde una fogata había sido encendida para calentar a los guardias mientras ellos esperaban.
Caifás sostuvo una entrevista personal con Jesús antes que comenzara el primer juicio. Quizás esta entrevista fue llevada acabo para darles tiempo a los miembros del sanedrín para que se reunieran, o quizás Caifás estaba interesado en determinar la potencia de la defensa del Señor. Los cargos anteriores que habían sido impuestos contra el Señor durante su ministerio no fueron ejercidos. “Sus infracciones del día de reposo, como ellos lo llamaron, estaban todos relacionados con milagros, y por lo tanto, los situó en terreno peligroso. Su rechazo por la tradición oral implicó una pregunta por la cual los sedueos y los fariseos estaban en enemistad mortal. Su purificación autoritaria del Templo podría haber sido considerada favorable tanto por los rabinos como por la gente”.25 Por lo tanto, los primeros cargos impuestos por Caifás concernían a los discípulos del Señor así como su doctrina.
La intención de Caifás, como se mencionó anteriormente, fue condenar a Jesús con una ofensa castigada con la pena de muerte, no sólo bajo la ley judía, sino también bajo la ley romana. Los cargos con respecto a los discípulos del Señor y su doctrina, fueron dirigidos a (1) una enseñanza no ortodoxa, que podría ser interpretada como herejía y por lo tanto castigable con la muerte conforme a la ley judía, y (2) sediciones secretas, que eran castigables con la muerte conforme a la ley romana.26
El Señor ignoró la pregunta acerca de sus discípulos (quizás para liberarlos de cualquier participación en su arresto y juicio) y defendió la ofensa sobre su doctrina declarando, “Yo públicamente he hablado al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el templo”, los foros normales de enseñanza para los judíos. El no necesitaba defender sus enseñanzas – no eran heréticas o falsas – entonces Él sugirió al el sumo sacerdote: “Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho”. La respuesta ofendió a uno de los oficiales que cuidaba a Jesús, y le dio una bofetada al Señor diciendo, “¿Así respondes al sumo sacerdote?” Pero Jesús tenía la razón, y el sumo sacerdote y el oficial estaban equivocados. El Señor respondió, “Si he hablado mal, testifica en que está mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? Fue otro recordatorio para sus acusadores sobre sus derechos conforme a la ley judía.
Ninguna información adicional está registrada sobre la conversación entre Caifás y Jesús, y no hay ninguna indicación de cuánto tiempo el Señor fue interrogado para el primero de los “juicios” oficialmente requeridos antes de la llegada de los miembros del Sanedrín – quizás una hora o más transcurrió antes de que los juicios formales comenzaran. Sin embargo, lo más probable es que la primera negación de Pedro sucedió durante este intermedio.
Cuando Pedro primero entró audazmente al patio del palacio de Caifás, él se estaba aventurando hacia la casa de los enemigos más implacables de su Señor. Él se sentó cerca de una fogata para calentarse durante esa noche fría de abril, aunque él estaba en medio de los siervos y los guardias de los mismos hombres que se sentarían en el juicio del Salvador. Una criada que era empleada como la portera se acercó a la fogata y fijó su atención en Pedro. Ella aparentemente lo reconoció de alguna reunión previa, y lo acusó de haber estado con Jesús en Galilea. Los Evangelios no están de acuerdo en lo que ella dijo exactamente. Juan anota que ella acusó a Pedro de ser un discípulo, mientras los otros escritores solamente declaran que ella lo acusó “de haber estado con Jesús”. Aparentemente en el Jardín de Getsemaní el temor de Pedro por su seguridad había vencido el amor que él tenía por su Maestro, y huyó en la noche con los otros diez Apóstoles. Ahora nuevamente fue agarrado desprevenido. El temor aumentó dentro de él cuando él negó conocer al Salvador. Por el momento su negación fue aceptada, y él se retiró de la fogata hacia la seguridad del patio, donde él pudiera estar solo.
Mientras Pedro esperaba, los miembros del Sanedrín comenzaron a llegar para el primer formal juicio del Señor. Quizás menos de la mitad del tribunal oficial27 se había reunido cuando el juicio comenzó. Ellos habían llamado a testigos falsos para fortificar los cargos que habían sido impuestos por Caifás, pero el tiempo era corto y su preparación era inadecuada; así, los testigos no podían convenir en sus testimonios. Despiadadamente, el tribunal siguió fingiendo la legalidad llamando a otros testigos falsos en una tentativa de condenar al Señor, pero ellos no podían encontrar ninguno que pudiera apoyar los cargos. Finalmente, se presentaron dos testigos para falsamente declarar contra Jesús acerca de su profecía acerca de la destrucción del templo. El Señor declaró simbólicamente de su cuerpo y su resurrección cuando él expresó que él podía destruir el templo y levantado nuevamente, pero en un esfuerzo para establecer una ofensa que estuviera conforme a la ley judía, los jueces pervirtieron su significado para que pareciera que Él amenazaba con destruir el templo – pero aún entonces los testimonios de los testigos no concordaron.
El Señor había conversado con Caifás antes de que los juicios comenzaran, pero mientras el testimonio falso estaba siendo conspirado contra él, Jesús permaneció en silencio rehusándose a dignificar la conspiración de sus enemigos con una respuesta. Finalmente, el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó al Señor por qué no había contestado los cargos de los testigos. El Señor nuevamente permaneció callado. En desesperación, el sumo sacerdote mandó que Jesús hablara “Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres tú el Hijo de Dios”. Obviamente, la pregunta en cuestión no-tenía nada que ver con ninguno de los cargos previamente impuestos contra Él, ni tampoco tenía que ver con el testimonio falso que estaba siendo presentado. A través de su ministerio, el Señor había reclamado el Mesianismo; durante el discurso del buen pastor sencillamente se le pidió que digiera si Él era el Cristo, y ellos rechazaron su respuesta (Juan 10:24). Ahora, cuando Él estaba de pie ante los Élderes, los sacerdotes principales, y los miembros del Sanedrín, Caifás nuevamente le pregunta, “Dinos si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios”.
El Señor rompió su silencio y con tranquila majestad dijo, “Tú lo has dicho; y desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”. Esto era demasiado para Caifás: él llevo acabo lo que estaba prohibido bajo la ley judía y rasgó sus vestidos (Levítico 10:6; 21:10), condenó a Jesús por blasfemia, rechazó a todos los testigos, y pidió la muerte del Salvador. Los miembros del Sanedrín hicieron lo mismo, y todos pronunciaron la sentencia de muerte sobre Cristo. El primer juicio estaba concluido.
Durante este tiempo, Pedro había estado en el pórtico, indudablemente escuchando atentamente a los procesos del juicio. Tenía frío, quizás no sólo por el aire de la noche sino también por la realidad de la condena del Señor. Había pasado algún tiempo, quizás tanto como dos horas más o menos, y él se desplazó de la seguridad del área del pórtico hacia el calor del fuego. Su movimiento nuevamente fue notado por la portera, y cuando se acercó al fuego, fue confrontado y acusado por segunda vez de ser uno de los seguidores de Jesús. Nuevamente él negó la acusación, pero esta vez lo hizo con un juramento, como para enfatizar su “inocencia” y protegerse de una confrontación adicional.
El Señor fue condenado a muerte por blasfemia, un atroz delito contra el Dios de Israel; y como si la sentencia de muerte no fuera suficiente, algunos en el pasillo verbalmente y físicamente expresaron su ira y odio por el Salvador, ya que ellos ahora lo consideraban un profeta falso.28 Se mofaron de Él, lo escupieron, y después de vendar sus ojos, le dieron puñetazos en la cara burlándose blasfemamente de Él: “Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te golpeó?” Se desconoce por cuanto tiempo el Señor fue tratado de esta manera inhumana, pero su sentencia y el escarnio podría haberse extendido a lo largo de otra hora en aquella mañana crucial.
Finalmente, el Salvador fue llevado ante los miembros del Sanedrín para su segundo “juicio”. Este proceso sin duda se llevó acabo en el mismo salón que el primero, el único cambio fue que probablemente llegaron líderes adicionales para ayudar con el juicio. Mientras tanto, las actividades de Pedro alcanzaban un punto culminante en el patio.
No hay nada registrado sobre la conversación que probablemente se estaba llevando acabo entre los entusiasmados criados y guardias sentados alrededor del fuego observando el progreso del juicio y el castigo vehemente que Cristo estaba recibiendo. Pedro indudablemente participó en la conversación porque uno declaró, “Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre”. Quizás el castigo inicial del Señor había concluido y sobrevino una pausa en los procesos. En cualquier caso, Pedro nuevamente fue acusado de ser uno de los discípulos del Señor. Parece ser que a pesar de las previas negaciones y juramentos de Pedro, él seguía siendo un sospechoso para la altamente estimulada multitud que se encontraba alrededor del patio. Por fin uno de ellos lo acusó, un pariente de Maleo, cuya oreja Pedro había cortado: El hombre no solamente acusó a Pedro de ser un discípulo, sino también afirmó que Pedro había estado con Jesús en el Jardín en el momento del arresto de Cristo, y para probar su acusación, el hombre afirmó que el dialecto Galileo de Pedro lo acusaba.
Otros participaron con estos daños y perjuicios y Pedro nuevamente fue afrentado con el temor de ser descubierto y quizás de ser atacado físicamente. Él comenzó “a maldecir y jurar, declarando, no conozco a este hombre de quien habláis”. En aquel inevitable momento cantó el gallo, y el Señor, que se encontraba en la sala superior desde donde Él podía observar lo que estaba pasando, dirigió su vista hacia Pedro. La mirada fija de Pedro se encontró con la del Señor y el recuerdo de la predicción de su Señor lo venció. Dejando el palacio en profunda humildad y desesperación, él “lloró amargamente”.
Que nadie acuse a Pedro de negar que Jesús fue el Cristo – él solamente reclamó no conocer a ese hombre de quien ellos hablaban. Sus negaciones fueron precipitadas por el temor, el temor combinado con las terribles acciones que le estaban sucediendo al mismo Cristo con quien él se había asociado y amado durante tres largos años. Pedro fue el primer hombre en proclamar a Cristo como el Mesías: Él caminó sobre el agua hacia Él afirmó indignadamente que él prefería morir que negarlo, y sacó valientemente su espada en defensa del Señor. “La aclamada negación de Pedro de su Señor. . . fue mas bien un fracaso de ponerse de pie y testificar sobre la divinidad del Hijo” cuando la oportunidad se presentó entre sus enemigos y no “una negación sobre la divinidad que moraba en el Hijo del Hombre”.29
El segundo juicio del Señor ante los miembros del Sanedrín probablemente comenzó el viernes entre las 5:00 de la mañana y 6:00 de la mañana. Ya no se hizo ningún intento para fingir legalidades. La única pregunta ante el tribunal en este punto tenía que ver con el reclamo de Cristo al Mesianismo. Una vez mas le preguntaron “¿Eres tú el Cristo?” La respuesta del Señor reflejó la actitud ciega de los líderes judíos y otros de la gente escogida: “Si os lo dijere, no creeréis,” dijo Él, ni tampoco habrían respondido a sus preguntas si hubiera intentado verificar su reclamo. Una vez mas él declaró de Su divinidad, su respuesta afirmando su pregunta, pero el tribunal persistió y una vez mas preguntó, “¿Luego eres tú el Hijo de Dios?” Nuevamente el Señor respondió, “Vosotros decís que lo soy”. El juicio fue concluido; ellos no tenían ninguna necesidad de testigos adicionales ya que ellos lo habían “oído de su boca”. Él que era el Hijo de Dios, había afirmado aquella relación. Atado y condenado, el Salvador del mundo fue llevado después al tribunal pagano de Poncio Pilato.
El Juicio Romano
El Señor fue llevado ante Pilato aproximadamente a las 7:00 de la mañana. Este era el día de la Pascua, y los mismos líderes judíos que tenían sed “de sangre inocente” no entraron al tribunal pagano de Pilato durante la noche por temor a “contaminarse con la levadura”.30 Probablemente Pilato había sido informado de ‘que venía la delegación ya que él los esperaba en la sala de juicio. Sin embargo, ya que ellos no entrarían en su palacio debido a la fiesta, él salió a encontrarlos. Él indudablemente había oído de Jesús y de los potenciales problemas que su ministerio había creado, pero él también reconoció que por envidia, los principales sacerdotes le habían entregado al Salvador31 (Marcos 15:10). Pilato les preguntó a los judíos de qué habían acusado a Cristo, y aparentemente su pregunta los frustró. En su frenético odio contra el Señor, aparentemente no habían anticipado que tendrían que proveer una justificación para la pena de muerte que ellos habían impuesto contra Él. Su respuesta no fue convincente para Pilato: “Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado”. Pilato, sin embargo, les dijo que se encargaran del juicio ellos mismos (quizás en rencor, ya que él sentía gran animosidad por los judíos). ¡Pero ellos no podían imponer la muerte a Cristo!
Los líderes judíos fueron confrontados con el hecho que debían cambiar la ofensa contra Jesús de blasfemia a traición – de una infracción religiosa a una civil – entonces una vez mas lo acusaron falsamente. Ellos reclamaron que Jesús había pervertido la nación, había prohibido dar tributo a César, y se había hecho un rey. Pilato escuchó los cargos y preguntó a Jesús, “¿Eres tú el Rey de los judíos?” “Tú lo dices”, fue la respuesta inmediata del Señor.
Quizás irritado de que el asunto no hubiera sido resuelto fácilmente, Pilato entró a la sala de juicio y pidió que le trajeran a Jesús. Una vez más él preguntó, “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” Jesús contestó a la pregunta con otra pregunta, ya que él quería saber la base del interrogatorio de este romano. Jesús le preguntó: “¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?” La respuesta de Pilato mostró su falta del entendimiento de la misión Mesiánica y su repulsión por los israelitas. “¿Soy yo acaso Judío?” Él respondió despreciativamente.
El Señor entonces contestó a la primera pregunta de Pilato, comparando su respuesta con el entendimiento de los romanos, testificando que su reino no era de este mundo, ya que si fuera, sus servidores habrían luchado por Él cuando fue arrestado. Pilato persistió, “¿Luego, eres tú rey?” El Señor respondió, “Yo para esto he nacido”. Su respuesta solamente tendría significado para aquellos que entendían la verdad de quién realmente Él era, y él explicó que aquellos que buscaran esa verdad la recibirían. Sin embargo, Pilato no estaba interesado en las creencias religiosas de los judíos, entonces él terminó la conversación con el dialecto, “¿Qué es la verdad?” Habiendo determinado que Jesús no era una amenaza para él o para Roma, él se volvió hacia la multitud que esperaba y expresó que él no había encontrado ninguna falta en el Señor digna de la justicia romana: Absolviendo así a Cristo de los cargos romanos.
Los gobernantes judíos no querían ni podían permitir que esta fuera su respuesta. Ellos siguieron acusando a Cristo, y mientras discutían ante Pilato, la blasfemia se convirtió en un desorden civil y finalmente llegó a traición, “comenzando desde Galilea hasta aquí”. Pilato prontamente reconoció un potencial escape de sus problemas de estos súbditos difíciles de manejar: Si el hombre es de Galilea él “pertenece a la jurisdicción de Herodes”, entonces él lo envió con el Rey Herodes, que también estaba en Jerusalén para la fiesta.
Herodes residía en el palacio antiguo de los asmoneos cerca de Pilato en el palacio de Herodes el Grande,32 y cuando la palabra se esparció sobre las acciones de Pilato, la multitud (lleno de invitados y ciudadanos) se congregó33 por las calles de la ciudad superior para seguir a Jesús, atado y fuertemente protegido, hacia el domicilio de Herodes.34 Se le había avisado a Herodes que Cristo venía y estaba sumamente contento de verlo “porque había oído muchas cosas acerca de él; y esperaba verle hacer una señal”. Herodes interrogó extensamente a Jesús, pero el Señor guardó silencio ante él. “La entrevista del silencio” fue breve, dejando los deseos de Herodes insatisfechos, prontamente una vez mas los principales sacerdotes y escribas empezaron a acusar a Jesús con gran vehemencia. Quizás para congraciarse con estos gobernantes religiosos porque lo odiaban, Herodes mandó que sus soldados se burlaran del Señor, y después de que ellos habían terminado de ridiculizarlo, ellos lo vistieron “de una ropa esplendida” y se lo devolvieron a Pilato.
A Pilato se le dejó saber sobre la “entrevista del silencio” con Herodes y determinó que Herodes tampoco había encontrado ninguna culpa en Cristo. Pilato reunió a los gobernantes judíos y les enfornó que ni él ni Herodes habían hallado ninguna falta contra Jesús; por lo tanto, él simplemente lo castigaría y lo liberaría. Esta era la segunda absolución de Cristo conforme a la ley romana.
Frustrado en su inhabilidad de negociar exitosamente el cargo de traición, los gobernantes judíos ahora declararon que el Señor debería morir porque Él se “hizo a sí mismo Hijo de Dios”. Pilato era supersticioso, y esta reclamación hizo que tuviera “miedo”. Otra vez él entró en la sala de juicio y llevó a Jesús ante él. Él le preguntó al Señor acerca de su origen, pero el Salvador no le respondió. Pilato reiteró los cargos y acusaciones que habían sido impuestos contra Jesús por su propia gente, pero aun así el Señor no respondió, causando que Pilato se maravillara. Finalmente, Pilato amenazó al Señor, enfatizando que tenía el poder de liberarlo o crucificarlo. A esto el Señor respondió, pero no quizás, como Pilato había esperado: Él testifico que Pilato podría dañarlo sólo si aquel poder “le fuese dado de arriba”, y entonces el Señor pronunció un juicio ante Pilato, indicando que el mayor pecado por los resultados de este día estaría con sus acusadores, no con su verdugo. El miedo de Pilato creció, y quizás él era menos culpable que los gobernantes judíos, ya que en este punto estaba dispuesto a perdonar la vida del Salvador.35
Pilato una vez mas presentó al Señor ante los principales sacerdotes y gobernantes y pidió clemencia, pero ellos gritaron, “¡Fuera, fuera crucificadle!”. Para este tiempo ya habían concebido un plan que forzaría que Pilato cediera ante sus demandas. Ellos gritaban, “Si a éste sueltas, no eres amigo de Cesar”. Esta declaración ponía en peligro la posición política de Pilato. Él comprendió que los judíos no iban a ceder, así que regresó al tribunal y nuevamente pidió que Jesús fuera traído ante él. En este punto sucedió un extraño acontecimiento el cual solamente alteró las pasiones de las supersticiones de Pilato. Su esposa le mandó un mensaje: Ella había tenido un sueño acerca de Jesús, y, aunque no hay nada registrado sobre el contexto del sueño, obviamente la perturbó. Ella advirtió a su marido que tuviera cuidado con la sentencia que él pronunciaría, por que Jesús, era “un hombre justo”.
Pilato se encontraba en una situación insostenible. Obviamente Cristo no había hecho nada digno de la pena de muerte y su naturaleza supersticiosa hizo que temiera a las consecuencias del sueño de su esposa; por otra parte, si sus súbditos judíos se rebelaran, él provocaría la ira de Roma. Para librarse de sus problemas, él dependió en una antigua costumbre romana: Roma siempre liberaba a un preso en la fiesta de la Pascua para mostrar su “benevolencia” a la gente de Palestina. Él seleccionó para este propósito a Barrabás, un notable preso que había sido condenado por traición, asesinato, e insurrección. Él lo mandó llamar y lo paró a un lado de Jesús para que la gente pudiera escoger al hombre que ellos querían liberar. Pilato probablemente sintió que la gente decidiría liberar a Jesús antes que tener a un reconocido asesino entre ellos, y se sorprendió cuando los judíos gritaban que liberara a Barrabás y seguían exigiendo la crucifixión de Cristo.
Reconociendo que la situación estaba más allá de su control, Pilato se presentó ante la multitud y se lavó las manos, simbólicamente librándose de la sangre de “este justo”, el cual ellos estaban tan ansiosos de destruir. “Todo el pueblo” reconoció el significado de esta característica de sus tradiciones (Deuteronomio 21:1-9; Salmos 26:6, 73:13) y aceptaron fácilmente ser culpables por la muerte de su Mesías, gritando, “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”.
“Era acertado que ellos habían preferido a un despreciable saduceo que a su Verdadero Sacerdote incestuoso Idumeo que a su Señor y Rey, prefirieron deliberadamente a un asesino que a su Mesías”.36
Sorprendido Pilato protestó, “¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis el Rey de los Judíos?” “¡Crucificadle!” fue la injusta repuesta. En consternación Pilato emitió un grito, “¿Pues qué mal ha hecho?” Pero las exclamaciones llegaron a ser más fuertes y vehementes, “¡Sea crucificado!”. Pilato, que era un hombre débil que tenía temor de otro disturbio, cedió a sus demandas:37 Él liberó a Barrabás y condenó a Jesús a la muerte.
Aún otra crueldad sería infligida sobre el Señor antes de su crucifixión: Pilato lo liberó a sus soldados, que lo llevaron al pretorio y “lo azotaron”. Este castigo era infligido golpeando a la persona condenada con un látigo “emplomado, equipado con púas y fragmentos de hueso, el cual laceraba la espalda, el pecho, y la cara, hasta que la víctima caía ante el juez como una masilla sangrienta de carne rota”.38 Los soldados también golpearon al Salvador con sus manos y con cañas, le escupieron y forzaron una corona tejida de espinas sobre su cabeza. Después de ponerle un manto de púrpura en su sangrienta espalda, se burlaron de él y le escarnecían como “rey” de los judíos, y, en blasfemia irreverente, se hincaban delante de Él. Finalmente, le quitaron el manto de púrpura por su propia ropa y nuevamente se lo llevaron a Pilato, quién apeló una vez mas a la enfurecida multitud por misericordia. Él aún estaba dispuesto a liberar a Cristo, pero la multitud no quería escuchar, y exclamaron repetidas veces, “¡Sea crucificado!”. Ellos estaban en un frenesí, y lo único que saciaría su furia era la sangre de su Mesías.
Ante su ira, Pilato todavía aun intercedió por Cristo, testificando que Jesús no había hecho ningún mal y que Él solamente debería ser castigado y luego liberado. Una vez mas les presentó al Señor pidiendo clemencia, “He aquí vuestro Rey”. Pero los gobernantes y la multitud se encontraban mas allá de toda razón y exclamaron, “¡Fuera, fuera crucificadle! Pilato les dijo una vez mas: ¿A vuestro Rey he de crucificar?”. Inmediatamente respondieron, “No tenemos más rey que César”. Pilato no tenía otra opción: Él dio la orden, y el Salvador del mundo – el Mesías, el cual la gente elegida había esperado en todo lo que ellos hacían y el Rey a quien ellos habían esperado durante siglos – fue llevado para ser crucificado.

























Me gusta, pero hay personas como yo que le cuesta mucho ser espiritual y aprender como se puede conseguir
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