La Misión de Jesús el Mesías

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 “Consumado Es”


La Crucifixión

Mateo 27:32-66

32 Y al salir, hallaron a un cireneo que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz.
33 Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,
34 le dieron de beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
35 Y después que le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus ropas, echando suertes, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis ropas, y sobre mi ropa echaron suertes.
36 Y sentados le custodiaban allí.
37 Y pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: Este ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.
38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.
39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
40 y diciendo: Tú, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.
41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:
42 A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.
43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy el Hijo de Dios.
44 También le insultaban los ladrones que estaban crucificados con él.
45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
46 Y cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ¡Elí, Elí!, ¿lama sabactani? Esto es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?
47 Y algunos de los que estaban allí, al oírle, decían: A Elías llama este.
48 Y enseguida, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber.
49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló y las rocas se partieron;
52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido se levantaron;
53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, vinieron a la santa ciudad y se aparecieron a muchos.
54 Y cuando el centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera y dijeron: ¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!
55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,
56 entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.
58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús; entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de haber hecho rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
61 Y estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
62 Y al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato,
63 y le dijeron: Señor, nos acordamos de que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.
64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.
65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.
66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

Contra-referencias
Marcos 15:20-47;
Lucas 23:26-56;   Juan 19:16-42

Los escritores del Evangelio difieren considerablemente en los hechos y circunstancias alrededor de la crucifixión de Jesús, y aparentemente parece ser que Juan es el único que fue testigo ocular de este acontecimiento; sin embargo, al leer cuidadosamente el Evangelio de Juan nos indica que él solamente estuvo presente durante algunas porciones de la crucifixión, llevando acabo ciertos compromisos que lo alejaron de la cruz de vez en cuando.1 Los otros escritores del Evangelio parecen haber adquirido su información sobre la crucifixión de entrevistas con otros testigos oculares.2

Después de que Pilato condenó al Señor a muerte, los soldados romanos lo azotaron salvajemente. Si se hubiera seguido con la tradición, dos días habrían pasado entre la condena y la ejecución,3 pero es aparente que después de haberlo azotado, inmediatamente después llevaron al Señor para ser crucificado, (aproximadamente el viernes a las nueve de la mañana). Las entrevistas, los juicios, las palizas, y la transportación entre palacios habían tomado toda la noche.

Era costumbre romana asignar rutinariamente a cuatro soldados por cada preso condenado durante su crucifixión. Su responsabilidad era acompañar al condenado por las calles al lugar de la ejecución y sentarse como centinelas durante la crucifixión hasta la muerte del preso. Los romanos primeramente utilizaron la crucifixión en una cruz en Palestina después de la muerte de Cesar, pero no era la manera judía de ejecutar. Las ejecuciones judías eran usualmente llevadas acabo por medio de la estrangulación, decapitación, incineración, o apedreamiento.4

La cruz era una sencilla estructura hecha de madera desbastada.5 Comúnmente se utilizaban tres tipos de cruces: una tenía forma de mayúscula X y llego a ser conocida como la cruz de San Andrés; la segunda tenía forma de mayúscula T (la víctima era atada en la parte horizontal de la cruz mientras la cruz descansaba sobre la tierra, después era levantada y dejada caer en un hoyo el cual la sostenía en posición vertical); la tercera cruz, y probablemente la que fue utilizada en la crucifixión de Jesús, era conocida como la cruz latina, porque la barra horizontal era atada debajo de la parte superior de la barra vertical. (El “título” Cristo, fue atado a su cruz arriba de su cabeza. Esta información nos ayuda a identificar que tipo de cruz fue utilizado en su crucifixión6).

La crucifixión era un método cruel para condenar a uno a muerte, cada fase era diseñada para infligir la máxima cantidad de dolor y sufrimiento. Aun el azotamiento que se llevaba acabo antes de la actual crucifixión a veces causaba una muerte prematura al condenado.7 Si sobrevivía, el preso entonces era atado a la barra transversal de su cruz y se le obligaba a cargarla por las calles de la ciudad hasta el lugar de su ejecución; sin embargo, no hay ninguna prueba que indique si el Salvador fue atado a su cruz durante este agonizante trayecto.

El destino para el Mesías de esta horrenda procesión era el Gólgota, o Calvario, interpretado como “lugar de la calavera”, o “calavera”. Estaba localizado cerca de la ciudad, pero fuera de sus puertas. Actualmente se desconoce su exacta ubicación (aunque probablemente era bien conocida en el tiempo del fallecimiento de Cristo porque indudablemente era un lugar reconocido para las ejecuciones). No era una colina, ni es descrito como tal en las escrituras – simplemente es llamado “un lugar”.8 Aunque mucho se ha escrito sobre su ubicación, “con toda probabilidad, el histórico lugar debe estar enterrado, y oculto bajo los montañosos cúmulos de basura de la ciudad la cual fue tomada diez veces”.9

Normalmente los presos que iban a ser crucificados eran dirigidos por la ciudad por la ruta más larga posible a fin de castigarlos aún mas y para aterrorizar a los espectadores; pero en esta ocasión, con el día de reposo judío que se acercaba rápidamente, quizás se tomo una ruta mas corta, la procesión salió de Jerusalén por la Puerta (Damasco) norte.10

La noche anterior había consumido la fuerza del Salvador; El no había donnido ni había tomado ningún alimento. El se debilitó aún más debido a las palizas y castigos inhumanos, así como al agotamiento abrumador físico, espiritual, y emocional del sufrimiento en el Jardín de Getsemaní antes de su arresto. Todo esto lo había debilitado al punto de que Él no podía sostener físicamente el peso de la cruz al caminar por las calles de Jerusalén.11

Previamente los guardias no habían mostrado ninguna misericordia a Jesús, y no había ninguna razón para asumir que ahora lo harían; pero su debilidad indudablemente demoro la procesión, así que un Simón de Circnc fue forzado al servicio y obligado a que llevara la cruz de Cristo a Gólgota. (Probablemente Simón no era un discípulo, pero se asume que él y su familia después llegaron a ser seguidores del Mesías; Marcos 15:21; Romanos 16:13).12

Si se hubiera continuado con la tradición, Cristo habría sido atado a su cruz, y quizás fue en este momento, mientras la barra era removida de sus hombros y atada sobre Simón, que el episodio concerniente una advertencia a las mujeres de Israel se llevo acabo. En la multitud que seguía la procesión había algunas mujeres que lloraban en voz alta y se lamentaban por Jesús. Con toda probabilidad sus lamentos no eran por el destino del Hijo de Dios, sino que tenían compasión y simpatía por su apariencia torturada y su obvio sufrimiento.13 Cristo había entrado triunfalmente en Jerusalén sólo unos días antes y había pausado durante su entrada para llorar por la ciudad santa y sus hijas (Lucas 19:41): y ahora lloraban por Él. Jesús se dirigió hacia las mujeres que se lamentaban y les habló, diciéndoles que no lloraran por Él, pero por si mismas y por sus hijos – otra advertencia sobre la devastadora destrucción y el gran dolor que pronto acontecería a los Judíos en Jerusalén. Cristo les dijo que los días vendrían cuando desearían nunca haber tenido hijos y rogarían que las montañas se cayeran sobre ellas para que su sufrimiento pudiera quizás aliviarse. Se refirió a sí mismo como “árbol verde”, porque como el verdadero Mesías, Él les había traído el verdadero evangelio (aunque habían rechazado su mensaje). ¡Si al árbol verde se le permitió sufrir tan severamente, qué gran sufrimiento vendría sobre ellos (el árbol seco) cuando acontecieran las destrucciones!

Cuando llegaron a Gólgota, comenzó el final episodio del insoportablemente doloroso castigo:14

Primeramente, la barra vertical era introducida en la tierra. No era muy alta, y probablemente los Pies del Sufridor se encontraban uno o dos pies arriba de la tierra. Así es como la comunicación descrita en los Evangelios pudo llevarse acabo entre Él y otros; así también fue como Sus Sagrados Labios pudieron ser mojados con la esponja atada al tallo corto del hisopo. Después, la madera transversal. . . fue colocada en la tierra, y el Sufridor fue sujetado a ella, Sus Brazos extendidos, erguidos, y atados a ella. Entonces. . . primeramente un clavo filoso y fuerte traspasó su mano derecha, después la mano izquierda. . . . Después, el Afligido era levantado por medio de cuerdas, quizás escaleras; el transverso atado o clavado al vertical, y un descanso o soporte sujetado a la cruz para apoyar el Cuerpo. Finalmente, los Pies fueron extendidos, y un clavo amartillado en cada uno, o un pedazo grande de hierro a través de los dos … Y así el crucificado podía permanecer colgado durante horas, aún días, en una angustia indecible del sufrimiento, hasta que perdía el conocimiento. 15

Después de clavar el condenado al travesaño y sujetar la barra a la vertical, era también costumbre atar o sujetar sus brazos y piernas a la cruz con cuerdas para un mejor soporte; sin embargo, no hay evidencia bíblica si esto fue hecho con Cristo. Sabemos que antes de que el Señor fuera cruelmente clavado sobre la cruz, le quitaron su ropa y sus sandalias y los cuatro soldados que lo asistieron se la repartieron. Entonces le quitaron su ropa interior o túnica, pero era de tal calidad fina (tejida sin costura) que los soldados echaron suertes mas bien que destruirla – así cumpliendo una de las profecías del Antiguo Testamento acerca de la muerte del Salvador (Salmos 22:18).

Vinagre o vino fue ofrecido al Salvador antes de que su cruz fuera levantada a una posición recta. La tradición era judía, quizás iniciado para aplacar sus tradiciones con respecto al sufrimiento del cuerpo.16 El vino contenía hiel o mirra, que era un opiáceo17 que se daba para aliviar un poco el dolor físico. Jesús lo probó, reconocido lo que contenía, y se rehusó a beberlo, aparentemente para que sus facultades no fueran embotadas. Él titulo identificando sus delitos entonces fue colocado en la cruz arriba de su cabeza. Estas inscripciones (o “títulos”) normalmente se colgaban en los cuellos de los presos sentenciados mientras llevaban sus cruces por las calles, a veces los guardias los llevaban enfrente de los presos. Aunque los Evangelios hacen parecer que el liderazgo judío se quejó del título de Cristo después de que había sido colocado sobre su cruz, es poco probable que se hayan esperado hasta entonces para decir algo sobre ello. Con toda probabilidad ellos aprendieron del epitafio antes de que Jesús comenzara a cargar su cruz por Jerusalén, y probablemente en ese momento se quejaron con Pilato.18 El título decía JESÚS de NAZARET, REY DE LOS JUDÍOS escrito en hebreo, griego, y latín. El liderazgo judío quería que declarara que Jesús reclamó ser el rey de los judíos, ya que temían que el título pudiera influir en algunos invitados en la fiesta. Pilato, quién quizás había ideado el título en un esfuerzo de fastidiar a los gobernantes que habían precipitado la crucifixión, rechazó cambiar el título, declarando, “Lo que he escrito, he escrito”.

Después de que la cruz del Señor fue levantada, El pronunció las palabras, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Este no fue un perdón para todos aquellos que estuvieron implicados con su crucifixión; mas bien, estaba relacionado únicamente con los soldados que cumplían la orden de ejecutar la crucifixión (TJS, Lucas 23:35).19 Incluso en su agonía, el Salvador otorgó misericordia a los involuntarios verdugos de la muerte de su Señor.

La muerte por crucifixión es muy lenta. Mientras Cristo caía en agonía hora tras hora, los soldados lo provocaban, lo ridiculizaban y se burlaban de Él, con brindis de vino mientras esperaban su muerte – no porque ellos creían o dudaban en Él como el Hijo de Dios, sino porque Él representaba a los conquistados judíos que ellos despreciaban.20 Se asociaron a ellos en sus pésimas bromas los mismos líderes judíos que habían concebido y habían confirmado la muerte del Salvador. Irónicamente, sus insultos resumieron la misión de Cristo en esta vida: “¡Bah! Tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas”, ellos se burlaban (sin embargo era Jesús quién les había enseñado la relación entre Israel, el templo, y su Dios). “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”, ellos dijeron (sin embargo solamente por medio de Cristo podía obtenerse la salvación “Sí eres el Hijo de Dios”, ellos se burlaban (como Satanás lo había hecho cuando desafió a Jesús en el desierto. Mateo 4:3). Finalmente, “Si es el Rey de Israel, déjele ahora bajar de la cruz, y le creeremos” (como sí por algún milagro su mal podría ser milagrosamente cambiado a bueno). Pero Cristo sabía que ellos no se arrepentirían “aunque uno se levanto de la muerte” (Lucas 16:31). Los autores de los Evangelios relacionaron estos comentarios bramantes con diferentes énfasis: Mateo y Marcos enfatizaron la duda de los judíos y su uso de blasfemia; Lucas describió las razones por su burla; y Juan se lee como una cuenta de testigo ocular de sus acciones.21

Mientras el Salvador ayunaba en el desierto, el diablo había desafiado su Mesianismo, disfrazando astutamente sus tentaciones con la intención de crear duda en la mente del Salvador con respecto a su confianza en el Padre. Ahora, bajo la influencia de aquel mismo rey de todo mal, tanto los romanos paganos como los líderes judíos desafiarían otra vez aquella confianza. Sin embargo, sus insultos, que fueron pensados hacer que Cristo pensara que Dios lo había abandonado, fueron desatendidos y él no les dio ninguna respuesta.

Dos ladrones fueron condenados para ser crucificados con Jesús, quizás para enfatizar el poder de Roma sobre sus súbditos judíos hostiles y para aterrorizar a la multitud que asistía a la fiesta de la Pascua.22 Ambos ladrones inicialmente se burlaron del Salvador junto con la multitud, pero eventual mente uno de ellos cambio de opinión, y quizás movido por el Espíritu, clamó la inocencia del Salvador. Sin saber si Cristo era el Mesías, él solicitó la intercesión del Señor en Su reino. La petición suscitó el segundo comentario de Cristo durante su crucifixión: “De cierto te digo que hoy estarás comnigo en el paraíso” (Lucas 23:43)23 – esto no significaba que el ladrón residiría en el reino celestial del Padre, sino que inmediatamente después de su muerte, él en términos generales, estaría en el mismo lugar en el cual el Salvador estaría: “en el mundo de los espíritus”.

El detallado reporte de Juan sobre la crucifixión hace una pausa en este punto, y resume después de que el Salvador había estado en la cruz por aproximadamente dos horas. Parece ser que debido a la prisa con la cual el Salvador había sido sentenciado y llevado para ser crucificado, a muchos de sus seres amados y cercanos discípulos no se les había informado lo que estaba pasando. Desgraciadamente, Juan siguió la procesión desde la sala de juicio de Pilato hasta el Gólgota y, después de ser testigo de que sujetaban al Salvador en la cruz, fue a alertar a la familia del Señor y a algunos de los discípulos. Él prontamente después regreso con María, la madre de Jesús; su hermana; María, la esposa de Cleofás; y María Magdalena – su registro del evangelio anota que todos ellos estuvieron presentes en la crucifixión. Se desconoce que tanto tiempo permanecieron allí.24

Cuando el Salvador miró hacia abajo y vio a su madre cerca de la cruz, Él pronunció su tercera declaración: “¡Mujer, he ahí tu hijo! Después dijo al discípulo [Juan], ¡He ahí tú madre!” (Juan 19:26-27). La declaración implicaba que ahora Juan sería responsable del cuidado de María, y él inmediatamente la lleva a su casa, lejos del dolor y sufrimiento de la crucifixión. Una vez mas el reporte de Juan carece de detalles hasta que él regresa.25 Mientras Juan estaba ausente, las demás mujeres (y otros discípulos que se habían reunido) se alejaron de la cruz y observaron el resto de los procedimientos de la crucifixión a una distancia. El Señor casi había completado su misión terrenal, y aún así, mientras Él se encontraba en la cruz, Él oró por aquellos que ignorantemente habían participado en Su fallecimiento, le dio consuelo al penitente, y proveyó por aquellos más cercanos a Él.

Era la “sexta hora”, o el mediodía, Jesús había estado sufriendo por aproximadamente tres horas: los registros declaran que el sol se oscureció, y permaneció oscuro hasta “la novena hora”.26 No se explica el origen de la oscuridad y no hay ninguna prueba histórica de un eclipse; sin embargo, la oscuridad dramatizó la profundidad en la cual los hombres se habían hundido, una divina manifestación sobre la penumbra la cual cubrió la tierra debido a la muerte de su creador.27 El largo período de tres horas de agonía que el Señor experimentó mientras Él se encontraba colgado sobre la cruz en la oscuridad, concluyó con la expiación que Él había comenzado en el Jardín de Getsemaní. Él ahora daba Su vida por toda la humanidad, muriendo literalmente por los pecados del mundo: el Rey de reyes estaba cumpliendo Su misión y no era indigno de Su reino, pero el “reino” judío, por sus mismas palabras y hechos, era indigno de su Rey.

El fin estaba cerca cuando el Señor pronunció su cuarta declaración desde la cruz, clamando con una gran voz, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Era el punto culminante de Su sufrimiento, ya que el Padre tuvo que retirarse para permitir que el Hijo completara Su misión.28 Que adecuado es que aún en esto Él fue incomprendido: Los Judíos pensaron que Él clamaba a Elias para que lo ayudara, y una vez mas la multitud se burlo de Él.

Casi inmediatamente después el Señor pronunció su quinta declaración, implorando, “Tengo sed” (Juan 19:28). Uno de los soldados se acercó para darle vinagre en una esponja amarada en el extremo de un hisopo, parte del “vino áspero” que ellos habían estado bebiendo durante la velación, pero otros en la multitud gritaban que no le dieran de beber para ver si de hecho Elias venía a liberarle. Ignorando a la multitud, el soldado le ofreció el vinagre al Salvador; Él lo aceptó, cumpliéndose así la profecía anteriormente pronunciada por el salmista siglos antes: “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmos 69:21).

Para entonces el Salvador había estado en la cruz durante más de seis horas. Él había soportado todas cosas y había completado fielmente su misión. En reconocimiento de su ganada victoria, Él pronunció su sexto comentario, proclamando: “Consumado es” (Juan 19:30).

El séptimo comentario – y las ultimas palabras del agonizante Salvador, vinieron inmediatamente: “Padre”, Él dijo, “en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). ¡El Señor de Señores estaba muerto! Uno de los guardias romanos, aparentemente impresionado por el comportamiento del Salvador a través de su tortura y crucifixión, comentó, “Verdaderamente este era el Hijo de Dios”.

Con el fin de la vida mortal del Mesías el velo del templo, que cubría el Lugar Santísimo del Lugar Santo, se rasgó en dos, de arriba abajo, exponiendo el Lugar Santísimo. El velo era una estructura enorme: Se ha relatado que para manejarlo requería a trescientos sacerdotes.29 Media sesenta pies de alto y treinta pies de ancho, aproximadamente tan grueso como la palma de una mano, y estaba hecho de setenta y dos cuadrados los cuales estaban hilvanados uno al otro. Solamente una vez al año se le permitía al sacerdote que oficiaba entrar al Lugar Santísimo – el lugar donde Dios moraba, donde Él se había mostrado a los hijos de Israel, (y aunque ahora se encontraba vació) y donde las señales de su bondad con ellos habían sido conservadas durante años.30 La mano de Dios rasgó el velo como una señal a la gente elegida que Él había abandonado tanto a ellos como al templo.31 Un gran terremoto meció la tierra y las rocas se partieron cuando la tierra lloró por la pérdida de su Dios.

Estaba por anochecer, y la ley judía requería que los cuerpos de los sentenciados no permanecieran sobre la cruz durante la noche (Deuteronimo 21:22-23). La crucifixión era un método dilatorio de muerte que “duraba no solamente horas, pero días;’32 sin embargo, sin pensar en la muerte innoble del Salvador, los principales sacerdotes presentaron una petición ante Pilato, que acortaran el sufrimiento de los dos ladrones de modo para que su ejecución pudiera completarse antes de que comenzara el día de reposo.

Al termino de la Pascua (o el primer día Pascual), comenzaba el día de reposo: Este particular día de reposo también era considerado un “día santo” porque era el “segundo Día Pascual, el cual era considerado en todos los aspectos igualmente sagrado como el primer” día, o la misma Pascua.33 La ley romana requería que los malhechores permanecieran en la cruz durante varios días después de su muerte, pero los romanos otorgaron una excepción a este requerimiento a los judíos34 para que no se profanara su día de reposo. La extrema crueldad de los conquistadores romanos se manifestó con aspereza cuando los soldados tomaron garrotes grandes o martillos y golpearon las rodillas de los dos ladrones, quebrando sus piernas antes de consumar la ejecución traspasándolos con una lanza. Cuando llegaron a Jesús encontraron que Él ya había muerto; por lo tanto, una vez mas se cumplió la profecía (Salmos 34:20; véase también Éxodo 12:46; Números 9:12), los huesos del Señor no fueron fracturados. Sin embargo, para asegurarse de que Él estaba muerto, los soldados perforaron su costado con una lanza (Zacarías 12:10; 13:6), llevando acabo las profecías del Antiguo Testamento acerca de su muerte. La narración de Juan es muy específica, indicando que tanto la sangre como el agua salían a borbotones por la herida abierta del Salvador; además, él dio su testimonio de que él personalmente fue testigo de ese acontecimiento. Juan después utilizó el simbolismo de sangre y agua para enseñar que la salvación viene por la expiación de Cristo y que nacemos una vez mas por Él: Nacidos del agua por medio del bautismo, nacidos del Espíritu por su testimonio, y después limpiados de nuestros pecados por la sangre de Cristo (1 Juan 5:1-8).

El día de reposo se acercaba rápidamente cuando el Salvador murió, entonces un miembro rico del Sanedrín, José de Arimatea (quién no había estado de acuerdo con el proceso, sino que en secreto era un discípulo del Salvador), fue a Pilato para pedir el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió que el Salvador hubiera muerto tan rápidamente y les pidió a los soldados que confirmaran su muerte. Después de que estuvo seguro de que el Salvador había muerto, él consintió en darle el cuerpo a José. El cuerpo rápidamente fue envuelto en una tela de lino y llevado a la tumba de José, la cual había sido tallada recientemente de una peña y en la cual ningún cuerpo jamás había descansado. La entrada a la tumba se abría a un área de nueve pies cuadrados, donde un féretro había sido colocado para que descansara el cuerpo.35 En este punto Nicodemo (otro miembro del Sanedrín) apareció, llevando ungüento para ayudar a preparar el cuerpo para el entierro. La tela de lino con la cual Cristo había sido envuelto en Gólgota fue removida de su cuerpo y rasgada en pedazos. Con la aplicación de los ungüentos, cada uno de los miembros del Salvador fue envuelto según la costumbre de sepultar entre los judíos.36 Ningún otro discipulo asistió, pero varias mujeres se encontraban fuera de la tumba y observaron como su Maestro fue colocado para ser enterrado. Después de que el cuerpo había sido preparado apresuradamente, los dos miembros del Sanedrín se alejaron de la tumba y colocaron una gran piedra sobre su entrada.

Aunque había comenzado el día de reposo, los declarados enemigos del Salvador no estaban contentos con su muerte y entierro. Recordando que Jesús había profetizado que Él se levantaría al tercer día, ellos fueron a Pilato y solicitaron que la tumba fuera sellada y protegida, utilizando la excusa de que algunos de sus discípulos podrían venir y robar el cuerpo, y después reclamar falsamente que la Resurrección se había efectuado. Se les concedió un guardia y, aunque la noche había llegado, ellos aparentemente volvieron al sepulcro para sellar la piedra que cubría la entrada, así violando su Ley y profanando el día de reposo.

La muerte de Jesucristo selló el destino de todos aquellos que la habían precipitado. Por treinta pedazos de plata, Judas había depreciado el trono y la corona que el Salvador le había prometido. El liderazgo judío fue liberado de un enemigo amargo cuando Cristo fue crucificado, pero en el proceso ellos aseguraron la destrucción de su templo, su ciudad, su región, y su nación. Los conquistadores romanos involuntariamente habían participado en esta tragedia y en su ignorancia había cumplido con las antiguas profecías acerca de la muerte de Cristo.

La influencia Satánica que había sido tan corruptivamente evidente a través del arresto de Cristo, el juicio, y la crucifixión sólo había servido para condenar aún más a su autor. La victoria que Lucifer había ganado temporalmente con Adán, él había perdido para siempre en Cristo, porque la culminación del ministerio mortal del Salvador se había llevado acabo y él había ganado la victoria sobre la muerte. De acuerdo con el plan de salvación y con la aprobación de un Padre amoroso, Jesús el Mesías estaba muerto.

La Morada de los Espíritus

Juan 5:25-29

25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo;
27 y también le dio poder para hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
28 No os maravilléis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
29 y los que hicieron el bien saldrán a resurrección de vida, mas los que hicieron el mal, a resurrección de condenación.

DyC 138:12, 18-20, 27-37

12 Y se hallaba reunida en un lugar una compañía innumerable de los espíritus de los justos, que habían sido fieles en el testimonio de Jesús mientras vivieron en la carne,
18 Mientras esta innumerable multitud esperaba y conversaba, regocijándose en la hora de su liberación de las cadenas de la muerte, apareció el Hijo de Dios y declaró libertad a los cautivos que habían sido fieles;
19 y allí les predicó el evangelio sempiterno, la doctrina de la resurrección y la redención del género humano de la caída, y de los pecados individuales, con la condición de que se arrepintieran.
20 Mas a los inicuos no fue, ni se oyó su voz entre los impíos y los impenitentes que se habían profanado mientras estuvieron en la carne;
27 Pero su ministerio entre los que habían muerto se limitó al breve tiempo que transcurrió entre la crucifixión y su resurrección,
28 y me causaron admiración las palabras de Pedro, en donde dice que el Hijo de Dios predicó a los espíritus encarcelados que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, y cómo le fue posible predicar a esos espíritus y efectuar la obra necesaria entre ellos en tan corto tiempo.
29 Y en mi admiración, fueron abiertos mis ojos y se vivificó mi entendimiento, y percibí que el Señor no fue en persona entre los inicuos ni los desobedientes que habían rechazado la verdad, para instruirlos;
30 mas he aquí, organizó sus fuerzas y nombró mensajeros de entre los justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas, es decir, a todos los espíritus de los hombres; y así se predicó el evangelio a los muertos;
31 y los mensajeros escogidos salieron a declarar el día aceptable del Señor, y a proclamar la libertad a los cautivos que se hallaban encarcelados; sí, a todos los que estaban dispuestos a arrepentirse de sus pecados y a recibir el evangelio.
32 Así se predicó el evangelio a los que habían muerto en sus pecados, sin el conocimiento de la verdad, o en transgresión por haber rechazado a los profetas.
33 A ellos se les enseñó la fe en Dios, el arrepentimiento del pecado, el bautismo vicario para la remisión de los pecados, el don del Espíritu Santo por la imposición de las manos,
34 y todos los demás principios del evangelio que les era menester conocer, a fin de habilitarse para que fuesen juzgados en la carne según los hombres, pero vivieran en espíritu según Dios.
35 De modo que se dio a conocer entre los muertos, pequeños así como grandes, tanto a los inicuos como a los fieles, que se había efectuado la redención por medio del sacrificio del Hijo de Dios sobre la cruz.
36 Así fue cómo se hizo saber que nuestro Redentor pasó su tiempo, durante su permanencia en el mundo de los espíritus, instruyendo y preparando a los fieles espíritus de los profetas que habían testificado de él en la carne,
37 para que llevasen el mensaje de la redención a todos los muertos, a quienes él no podía ir personalmente por motivo de la rebelión y transgresión de ellos, para que estos también escucharan sus palabras por medio del ministerio de sus siervos.

Contra-referencias
Isaías 42:7;
1Pedro 3:18-20; 4:5-6;   1Corintios 15:29

El espíritu de Cristo se separó de su cuerpo y fue al mundo de los espíritus en su muerte. Todo el ser humano que había muerto antes de la muerte de Cristo (tanto justos como injustos) actualmente moraba en un lugar conocido como el mundo de los espíritus, y ahora que su ministerio mortal sobre la tierra había concluido, comenzó su ministerio para aquellos que se encontraban en el mundo de los espíritus.

Que Jesús estaba consciente de su misión futura en el mundo de los espíritus es evidente debido a una discusión que se llevó acabo temprano en su misión con los gobernantes de los judíos poco después de la curación del hombre paralítico en el estanque de Betesda. Él primeramente les declaró su relación con el Padre, y después les informó que viene la hora “cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios. . . Porque. . . todos los que están en los sepulcros oirán su voz.”.37

Él tenía dos misiones que cumplir en el mundo de los espíritus: (1) Proclamar las buenas nuevas de la resurrección, que aseguraba redención de las ligaduras de la muerte. (2) Establecer su ministerio entre los muertos y así proveerlos con la oportunidad de – una salvación de los efectos del pecado individual.38

Hay dos principales divisiones en el mundo de los espíritus. La primera es llamada el paraíso’. Aquí es donde los honrados y arrepentidos en la mortalidad residen entre su muerte física y la resurrección. La segunda división es generalmente conocida como la prisión de los espíritus: Esta reservada para los malvados, aquellos que no tuvieron el conocimiento del plan de salvación, y aquellos que rechazaron el arrepentimiento cuando les fue ofrecido mientras en la mortalidad.39

Los habitantes del paraíso esperaron con entusiasmo la entrada de su Señor al mundo de los espíritus porque señalaba su victoria sobre la muerte. El presidente José F. Smith vio en una visión la multitud de espíritus que esperaban la llegada del Salvador y se regocijaban de estar en su presencia.

Isaías previo la misión del Salvador a los habitantes de la prisión espiritual y testificó que Él “sacaría a los presos de la prisión . . . publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”. Pedro también estaba consciente de este ministerio, y declaró que Jesús (por el espíritu) “fue y predicó a los espíritus encarcelados; quienes en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé”.

Aquellos en la prisión espiritual tenían que recibir el evangelio para que “sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios”. Aquellos que escucharon el evangelio de salvación en el espíritu podrían entonces rechazar o aceptar las ordenanzas salvadoras llevadas acabo por ellos en forma vicaria por otros en la mortalidad. Para aceptar las ordenanzas deben desarrollar fe en el Señor Jesucristo, aceptar su expiación y sacrificio, arrepentirse de sus transgresiones, y obedecer la palabra de Dios.40 Aunque la doctrina de ordenanzas vicarias no se enseña explícitamente en el Nuevo Testamento, fue referida indirectamente por Pablo, quien, mientras discutía la realidad de la resurrección, citó la primitiva práctica de la Iglesia de bautizar a los Santos vivos por los muertos. Pablo preguntó “¿qué harán los que se bautizan por los muertos, sí en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?

Los justos en el mundo de los espíritus estaban ansiosos de ver al Salvador porque ellos consideraban que la ausencia de sus cuerpos era un cautiverio, y se regocijaron con la oportunidad de ser liberados. El Señor predicó libertad a estos espíritus declarando el evangelio eterno, que incluía la doctrina de la Expiación y la Resurrección. Esto los proveyó con redención de la caída de Adán y perdón del pecado individual con la condición del arrepentimiento. Sin embargo, Cristo no fue personalmente a los inicuos, ya que ellos no podrían soportar su presencia. Aún así, a estos también se les ofrecería la salvación por medio de la obra misional.

Mientras en el espíritu el Señor organizó a mensajeros “entre los justos” quiénes utilizarían su comisión y autoridad para predicar el evangelio “a los cautivos que se hallaban encarcelados; sí, a todos los que estaban dispuestos a arrepentirse de sus pecados y a recibir el evangelio”. Estos espíritus caían en dos categorías: La primera consistía de aquellos que habían muerto en sus pecados sin un conocimiento de la verdad; la segunda estaba compuesta de aquellos que no sólo habían muerto en sus pecados sino también habían rechazado la verdad mientras se encontraban en la mortalidad. A ambos grupos ahora se les enseñaría los principios de salvación del evangelio: Arrepentimiento del pecado, fe en el Señor, el bautismo vicario para la remisión de pecados y el don del Espíritu Santo por la vicaria imposición de las manos; así como cualquier y todos los demás principios del evangelio necesarios que los calificaría para poder ser “juzgados en la carne según los hombres, pero vivieran en espíritu según Dios”.

Así como la misión de Jesucristo se extendió más allá de la mortalidad y al mundo de los espíritus, es razonable asumir que todos aquellos que trabajan en su ministerio mientras en la mortalidad estarán preparados para llevar el mensaje de redención, después de partir de la mortalidad ellos mismos, a aquellos que residen en la prisión espiritual.41

Además de establecer un programa misional en el mundo de los espíritus, el Señor (mientras aún en el espíritu) alzó su voz a las otras ovejas de las que Él había hablado en su discurso del buen pastor.42 En su muerte, una neblina de oscuridad cubrió el Hemisferio Occidental como una señal a la gente de que Él había terminado su misión en la tierra. El Salvador habló en medio de las tinieblas a sus otras ovejas, para prepararlos para su venida en una forma resucitada (3 Nefi 9:15).43

El ministerio mortal de Jesucristo duró tres años. Su ministerio al mundo de los espíritus solamente duró tres días, es evidente que lo que Él llevó acabo en el mundo de los espíritus se extiende para todos. Durante este corto período Él hizo posible que la salvación estuviera disponible para todos, conforme al plan de Dios.44

→ Capítulo 9


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1 Response to La Misión de Jesús el Mesías

  1. Avatar de Pedro Morales Sánchez Pedro Morales Sánchez dice:

    Me gusta, pero hay personas como yo que le cuesta mucho ser espiritual y aprender como se puede conseguir

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