Cuarta Parte
Presidente del Cuórum de los Doce,
Presidente de la Iglesia
De 2015 Al Tiempo Tresente
“Lo peor que podría tener es un cuórum lleno de ‘hombres sí’“. —Presidente Russell M. Nelson
En la Conferencia General de abril de 2015, el Élder L. Tom Perry habló con un poder inusual. En noviembre del año anterior había acompañado al presidente Henry B. Eyring y al obispo Gérald Caussé a Roma, donde el presidente Eyring había hablado en el Vaticano en el coloquio sobre el matrimonio y la familia. El testimonio subsiguiente del élder Perry en esa conferencia general, sobre la santidad del matrimonio y la familia fue firme, incluso resonante. Las conversaciones en las redes sociales que siguieron a esa conferencia estuvieron llenas de especulaciones de que, a la luz del deterioro de la salud del presidente Monson y la creciente debilidad del presidente Boyd K. Packer, el élder Perry bien podría convertirse en el próximo presidente de la Iglesia.
Pero solo unos días después, el 24 de abril, el élder Perry compartió la impactante noticia de que le acababan de diagnosticar un cáncer de tiroides avanzado que se había extendido a sus pulmones. El cáncer era terminal, y era solo cuestión de tiempo antes de que eso le quitara la vida. Desafortunadamente, ese tiempo resultó ser muy corto. Poco más de un mes después, el 30 de mayo, falleció a la edad de noventa y dos años.
El élder Nelson habló por teléfono con el élder Perry por última vez desde Sofía, Bulgaria. Había visitado a su colega enfermo antes de partir hacia Europa, con quien había servido en el Cuórum de los Doce Apóstoles durante treinta y un años. Su conversación final estuvo marcada por expresiones de amor; por el entusiasmo y por el aliento característicos del élder Perry por el trabajo; también de optimismo por su reunión en un día futuro al otro lado del velo. En términos de antigüedad apostólica, el élder Nelson ahora ocupaba el tercer lugar, detrás del presidente Monson y del presidente Packer.
Entonces, menos de cinco semanas después, volvió a ocurrir lo inesperado. Sin previo aviso, en la mañana del viernes 3 de julio, la familia del presidente Packer convocó al élder Nelson y al élder Dallin H. Oaks a la casa de su padre. Solo unos días antes, su médico le había dicho al presidente Packer que, a pesar de su debilitamiento, probablemente viviría varios años más. Entonces, de repente, el viernes por la mañana empeoró y, a las 2:00 p.m. él se había ido. En poco más de un mes, el élder Nelson había pasado de ocupar el cuarto lugar en antigüedad a convertirse en el nuevo Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles.
“Cuando un hombre es llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles” dijo el élder Nelson, “es consciente de a dónde puede conducir ese camino, aunque ninguno de nosotros se enfoca en eso. Nos enfocamos en el trabajo por hacer, y siempre hay mucho trabajo por hacer”.
Amaba a sus hermanos del Consejo de los Doce como si fueran sus hermanos de sangre. Durante más de treinta años había aprendido de los élderes Marvin J. Ashton, Bruce R. McConkie, James E. Faust, Neal A. Maxwell y David B. Haight; y se había sentado en consejo con ellos. Ellos habían sido sus mentores, sus colegas y sus amigos. Y el cuórum que ahora presidía estaba lleno de hombres de la misma excelencia y fuerza espiritual: Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Richard G. Scott, Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, David A. Bednar, Quentin L. Cook, D. Todd Christofferson y Neil L. Andersen. ¡Qué privilegio indescriptible fue servir junto a cada uno de ellos!
A pesar de sus tres décadas como miembro de los Doce Apóstoles, la visión del presidente Nelson sobre el trabajo por hacer se amplió aún más como Presidente del Cuórum. “Se trata de un deber”, explicó él. “Como miembro de los Doce Apóstoles, uno acepta cualquier asignación que le dé el Presidente del Cuórum. Esas asignaciones podrían ser en el Consejo Ejecutivo Misional, o en el Consejo Ejecutivo del Sacerdocio y la Familia, y así sucesivamente. También podrían incluir la supervisión de la obra en algunas áreas del mundo. Uno acepta las asignaciones que se reciben y se hacen lo mejor que se pueda”.
Sin embargo, como Presidente de los Doce Apóstoles, ahora era responsable de dirigir el cuórum y hacer esas asignaciones. “Con eso tienes dos cosas en mente: lo que es mejor para la obra y lo que es mejor para el hombre”, dijo el presidente Nelson. “Cada miembro de los Doce es un Apóstol para el mundo entero, y en sus años de esa experiencia necesita aprender sobre cada parte del mundo, junto con la gente, los idiomas y la historia. Necesita entender cada parte de la administración de la Iglesia. El Presidente de los Doce Apóstoles es responsable de asegurarse de que eso suceda para cada Apóstol, y también es responsable de hacer las asignaciones para todos los Setenta. Ser Presidente de los Doce Apóstoles es una gran responsabilidad”.
Con el fallecimiento del presidente Packer y del élder Perry, temporalmente solo había diez hombres alrededor del círculo. Y ese número se redujo nuevamente cuando el 22 de septiembre de 2015 falleció el élder Richard G. Scott. Así que en la Conferencia General de octubre de 2015 se llamó a tres nuevos miembros de los Doce Apóstoles: Los élderes Ronald A. Rasband, Gary E. Stevenson y Dale G. Renlund.
Los miembros de los Doce Apóstoles encontraron que su nuevo presidente era muy abierto, inclusivo y estaba decidido a escuchar a todos los hombres del círculo, incluidos a los más jóvenes. Si alguien parecía estar muy callado sobre algún tema, llamaría la atención de ese colega diciendo: “Todavía no le hemos escuchado, ¿qué piensa usted?”. Su razón para querer escuchar a todos por igual era simple: “Al Señor le toma mucho tiempo educar a un Apóstol, y cuando un hombre es llamado a los Doce, el Señor tiene algo único con lo que espera que ese hombre contribuya. Tenemos que asegurarnos de ayudar a que eso suceda”. Para facilitar el análisis abierto, el presidente Nelson trató de crear un ambiente en sus reuniones que no siempre estuviera dominado por el reloj o una agenda apremiante.
“El presidente Nelson es un oyente maravilloso” dijo el Élder Jeffrey R. Holland. “Ese es un talento que algunos de nosotros todavía no hemos cultivado. Hablamos mucho porque somos llamados a hablar todo el tiempo. Somos testigos, y somos testadores, pero él nos ha mostrado cómo ser un oyente maravilloso”.
El Élder Holland recordó una conversación en el Cuórum de los Doce que fue representativa de otras. La conversación había estado dando la vuelta a la habitación por un largo rato. La mayoría había dicho lo que pensaba sobre un asunto. Finalmente, el Élder Holland dijo que le gustaría saber cómo se sentía el presidente Nelson con respecto a esa conversación. “Nos dijo que había estado escuchando la conversación y que tenía algunos pensamientos al respecto, pero que quería meditar más antes de dar su opinión. Quería pensarlo más y escuchar al Señor. Y esa es una buena lección para todos nosotros. Probablemente no estemos aprendiendo mucho si somos los únicos que hablamos”. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
A lo largo de los años, y en muchas de sus tareas, el presidente Nelson había sido testigo de diferentes estilos de liderazgo: cirujanos que eran tan gruñones o condescendientes que estar con ellos en la sala de operaciones era aterrador, si no es que simplemente deprimente; hombres de negocios que sintieron que la forma de lograr un resultado final era empujando a la gente y “golpeándola” si era necesario; maestros cuyas palabras parecían sermones severos y, a veces, punitivos, acompañados del mensaje tácito: “Es mi forma de hacerme camino”, como dicen.
“Simplemente no creo que esa sea la forma en que debes tratar a las personas”, explicó el presidente Nelson. “Todos somos hijos de Dios y merecemos ser tratados como tales. Y cuando un hombre ha sido ordenado Apóstol, lo que necesita es espacio para pensar, orar y hacer la obra para la que está excepcionalmente preparado”.
El nuevo Presidente de los Doce Apóstoles les dio la bienvenida y también los animó a ser francos. “Lo peor que podría tener es un cuórum lleno de ‘hombres sí’”, dijo él. “Los miembros de los Doce Apóstoles son brillantes, cada uno de ellos. Absolutamente brillantes. Y yo quería escuchar lo que cada uno de ellos tenía que decir”. Debido a que el cuórum no podía avanzar en ninguna iniciativa ni presentar nada a la Primera Presidencia sin que todos estuvieran de acuerdo, estaba ansioso por poner todos los asuntos sobre la mesa. Cuando uno de los miembros de los Doce Apóstoles no estaba de acuerdo con los puntos de vista de los demás, el presidente Nelson decía: “Bien, escuchemos lo que quiere decir él”.
“Cuando hombres de ideas afines y dedicados y comprometidos con la misma causa tienen una opinión diferente, eso solo significa que necesitamos más información”, explicó el presidente Nelson. “No necesitamos debatir por más tiempo en ese punto, necesitamos regresar y estudiarlo más y recopilar más información, porque aún no tenemos suficiente información para estar de acuerdo”.
“El presidente Nelson tiene un muy buen sentido de cuándo algo merece más análisis y de cuándo debemos simplemente elegir entre las alternativas y continuar con la obra del Señor” dijo el élder Dallin H. Oaks. “También sabe cómo delegar, y lo hace muy bien, mejor que la mayoría de los líderes que he visto. Llegué a la conclusión de que eso era porque él fue cirujano y era necesario que delegara en otros la preparación de los pacientes”. El élder Oaks agregó: “Él es muy bueno para saber cuál será el impacto de una decisión en los jóvenes, los niños, las mujeres, los líderes, los hombres y en aquellos que intentan encontrar el camino de regreso. No busca la confrontación en su estrategia para arreglar problemas o lograr que las cosas se resuelvan. Está muy a favor de dar tiempo para que las cosas funcionen”. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
Esas eran habilidades que él había adquirido con el tiempo. El élder W. Craig Zwick recordó que él se reportaba al élder Nelson, como su primer contacto, cuando fue llamado como Presidente de Área en Brasil. En ese momento la Iglesia estaba teniendo grandes desafíos para obtener visas para los misioneros llamados a servir allí. “Le pedí al élder Nelson una bendición y me dijo que el Señor estaba a cargo y que no dejaríamos de asignar misioneros a Brasil. Supe desde el principio de su gran fe y de su deseo de dejar que cualquiera que estuviera en el campo de la obra hiciera lo mejor que pudiera. Nos guio de una manera magistral”, (conversación con la autora el 6 de noviembre de 2018; véase también Church News/KSL, entrevista del 5 de enero de 2018)
El élder Neil L. Andersen recordó la primera vez que viajó con el élder Nelson en una asignación para una conferencia de estaca, un fin de semana. Era junio de 1993, él acababa de ser llamado al Primer Cuórum de los Setenta y a los dos se les asignó llamar a una nueva presidencia de estaca en la Estaca Pocatello Highland, al lado de la escuela preparatoria a la que había asistido el élder Andersen cuando era muchacho.
Después de entrevistar a todos los candidatos, el élder Nelson le preguntó al nuevo Setenta si le gustaría caminar por un rato. “En esa caminata de treinta minutos, me enseñó acerca de la revelación y cómo el Señor se comunicaría conmigo en los años venideros mientras servía como un instrumento en Sus manos al llamar a nuevos presidentes de estaca. Esas enseñanzas han permanecido conmigo de forma prominente durante los últimos veinticinco años”.
El élder Andersen absorbió las enseñanzas de su mentor y, al mismo tiempo, notó la atención que el élder Nelson daba a las personas. “Me asombraron no solo las enseñanzas del élder Nelson, sino también su interés personal por todas las personas que conocía. Ese sábado es posible que hayamos entrevistado a treinta o cuarenta hermanos. Esa noche y al día siguiente, antes y después de las reuniones, se refirió a cada uno de ellos por su nombre, y principalmente por su nombre de pila”. El élder Andersen le preguntó cómo podía recordar los nombres tan exactamente y el élder Nelson respondió: “Neil, ¿por qué no habría de recordarlos? Quiero conocerlos y luego mantenerlos en mi memoria. Es realmente una cuestión de concentración, si en verdad quieres recordarlos, lo harás”.
“Nunca he podido igualar la inteligencia que observé en el élder Nelson”, resumió el élder Andersen, “pero su enseñanza me ha hecho ser mucho más atento a las personas que conozco”. (Andersen, publicación en Facebook)
Quienes trabajaron bajo la tutoría del élder Nelson, en cualquier capacidad, encontraron que era un hombre de excelente juicio, y alguien que nunca los juzgaba. Y esa apertura y estilo inclusivo y colaborativo tendía a sacar lo mejor de aquellos que servían bajo su dirección.
Cuando se le preguntó cuál consideraba él que fuera su enfoque del liderazgo, el presidente Nelson dijo resumiendo: “Si usted es un líder y un siervo en la Iglesia del Señor, entonces es mejor que haga todo lo posible para liderar a la manera del Señor”.
“De todas las asignaciones del sacerdocio que he recibido en mi vida, la oportunidad de dedicar el Sitio de la Restauración del Sacerdocio fue quizás la más importante”. —Presidente Russell M. Nelson
El río Susquehanna y sus riberas han permanecido prácticamente intactos desde finales de la década de 1820, cuando José y Emma Smith se mudaron al área de Harmony, Pensilvania, con la esperanza de escapar de la persecución que habían experimentado en Palmyra, Nueva York. Emma nació y se crio cerca de ahí, inclusive sus padres y otros miembros de la familia vivieron allí. Isaac Hale vendió a la joven pareja 13,5 acres; ellos se mudaron a una pequeña casa de madera de tres habitaciones que había construido el hermano de Emma, Jesse.
Los acontecimientos que entonces ocurrieron asegurarían para siempre al Susquehanna y sus alrededores un lugar sagrado en la historia de la Iglesia. José tradujo allí la mayor parte del Libro de Mormón, con Oliver Cowdery como su escriba. En el proceso, buscando una respuesta a una pregunta que hay en el Libro de Mormón acerca de la autoridad, en mayo de 1829 José y Oliver se retiraron a un bosquecillo de arces, no lejos de la casa de José y Emma. Mientras los dos hombres oraban, escucharon la voz del Señor que les hablaba, y luego “el velo se rasgó y el ángel de Dios descendió revestido de gloria, y entregó el mensaje ansiosamente esperado y las llaves del Evangelio de arrepentimiento”. (Cowdery, “Dear Brother”, págs. 14-16)
Ese mensajero era el ser resucitado Juan el Bautista, quien explicó que actuaba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio Mayor. Mediante la imposición de manos, Juan el Bautista otorgó la autoridad del sacerdocio a José Smith y Oliver Cowdery. Al hacerlo, él confirió “las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados”. (Doctrina y Convenios 13:1) Luego siguieron los primeros bautismos de esta dispensación, cuando José bautizó a Oliver, y Oliver hizo lo mismo con José, en el cercano río Susquehanna.
No muchos días después, los mensajeros celestiales volvieron a instruir al profeta José y a Oliver, cuando Pedro, Santiago y Juan aparecieron y les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec. Con eso, José Smith ahora tenía las llaves para organizar la Iglesia, para enviar misioneros y ordenar a otros líderes del sacerdocio.
Aparte de la Arboleda Sagrada en el norte del Estado de Nueva York, quizás ningún otro lugar fue tan importante para la Restauración del evangelio de Jesucristo como el área de Harmony, Pensilvania, y sus alrededores. Esos eventos fundamentales allanaron el camino para la reorganización de fe Iglesia del Señor.
El 19 de septiembre de 2015 el presidente Nelson y su esposa viajaron al área metropolitana de Harmony para dedicar el sitio recién renovado de la Restauración del Sacerdocio. Mientras se preparaban para el viaje, el presidente Nelson le dijo a su esposa que de todas las asignaciones del sacerdocio que él había recibido en su vida, la oportunidad de dedicar el Sitio de la Restauración del Sacerdocio fue quizás la más importante.
Llegaron al sitio y se les unieron el élder Steven E. Snow, de los Setenta, el historiador y registrador de la Iglesia y su esposa, Phyllis, junto con el obispo Gary E. Stevenson y su esposa, Lesa. A medida que comenzaron a experimentar todo lo que ese sitio significaba, el sentimiento de la importancia del lugar sencillamente se intensificó. Los Nelson visitaron la cabaña restaurada donde habían vivido José y Emma, y donde se había traducido gran parte del Libro de Mormón. Caminaron por el bosque a lo largo de un nuevo sistema de senderos que conectaban el Centro de Visitantes con el área histórica, una arboleda de arces en el extremo norte de la propiedad agrícola de Hale, donde los historiadores de la Iglesia creen que ocurrió la restauración del sacerdocio. Esperaban que esa experiencia fuera inolvidable, y fue eso y mucho más.
“No se puede caminar por esos terrenos y no sentir algo”, dijo la hermana Nelson maravillada. “Para mí, la realidad del sacerdocio y sus llaves correspondientes, era algo palpable. Ese sentimiento lo experimentaba yo allí mismo, en esos bosques sagrados de arces, donde se restauraron los Sacerdocios Aarónico y de Melquisedec, junto con la Arboleda Sagrada. Le dije a mi esposo: ‘Hay otra arboleda sagrada, es un bosque sagrado de arces. Y ese es un terreno también muy sagrado”’.
El presidente Nelson quedó impresionado una vez más por todo lo que el profeta José logró en su juventud. “Por supuesto, siempre me maravilló la naturaleza profunda del Libro de Mormón, pero no había apreciado completamente las circunstancias humildes, las condiciones desfavorables y de estrechez con las que se enfrentó José durante su traducción. Miras todos los logros de José Smith, y son casi increíbles pero también asombrosos. Y luego agregue a eso el hecho de que él no tuvo un momento de paz desde el momento en que tuvo esa Primera Visión. Incluso sus propios suegros le hicieron la vida difícil. Su suegro quería ver las planchas del libro, así que José tenía que escondérselas todas las noches. Es extraordinario contemplarlo todo eso”.
Además de las duras cargas que llevaban en sus vidas el joven Profeta y su esposa, Emma, ella había dado a luz el 15 de junio de 1828 a un hijo que vivió solo unas pocas horas. Ella estuvo a punto de morir. Durante algunas semanas José dedicó la mayor parte de su tiempo a cuidarla. Pero fue ella quien insistió en que, a pesar de su condición, José debería viajar de regreso a Manchester, Nueva York, para averiguar qué había sucedido con las primeras 116 páginas del manuscrito del Libro de Mormón que le había prestado a Martin Harris. Cuando José descubrió que ya no las tenía, estaba desconsolado. Su madre, Lucy, describió los “sollozos, los gemidos y los lamentos más amargos” que llenaban la casa; y su diario registró que José paseaba “de un lado a otro llorando y afligido como un tierno bebé todo el día, hasta la puesta del sol”. A pesar de todo, José clamó: “¿Qué reprensión merezco que me dé el Ángel del Altísimo?”. (Ver Nelson, “Historie Site”). Cuando Emma se enteró más tarde que se habían perdido las 116 páginas, el dolor, sumado a su ya frágil estado, casi la mata.
En el servicio dedicatorio, el presidente Nelson trató de poner en perspectiva la importancia de todo lo que ocurrió en Harmony. “Harmony le brindó a José soledad espiritual y protección, lo que le permitió concentrarse en la traducción del Libro de Mormón”, dijo él. “Durante ese período, el Señor instruyó a José en su papel divino como profeta, vidente y revelador. Recibir el sacerdocio facultó a José Smith para actuar plenamente como profeta de esta última dispensación. Aquí trabajó durante una notable y formativa temporada de traducción, revelación y restauración”. (Nelson, “Historie Site”) El presidente Nelson y su esposa dejaron el área de Harmony con sus testimonios personales fortalecidos sobre la realidad de la Restauración y el proceso de la salida a la luz del Libro de Mormón, dirigido por los Cielos. Y sintieron una reverencia aún mayor por las llaves del sacerdocio que los mensajeros celestiales devolvieron a la tierra, las mismas llaves que habían pasado en línea ininterrumpida desde José Smith hasta el presidente Thomas S. Monson, las mismas llaves que dieron la autoridad a los profetas, videntes y reveladores de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días para administrarla en el nombre de Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo.
“Los hombres proveen para el presente, pero las mujeres dan forma al futuro”. —Presidente Russell M. Nelson
En su primer discurso de conferencia general como Presidente del Cuórum de los Doce, en octubre de 2015, el presidente Nelson se dirigió directamente a las hermanas de la Iglesia, recordándoles quiénes eran ante los ojos del Señor, y cuán cruciales eran para la obra de la Señor. Para muchas mujeres, su mensaje fue un llamado de atención, incluso un cambio de perspectiva en la forma en que un líder superior veía su importancia en la edificación del reino de Dios.
En su mensaje: “Una súplica a mis hermanas” no se anduvo con rodeos sobre lo que el Señor esperaba de Sus hijas del convenio: “Necesitamos sus impresiones, sus reflexiones y su inspiración. Necesitamos que hablen sin reservas y den su opinión en los consejos de barrio y de estaca” instó él y continuó: “Necesitamos mujeres que tengan un entendimiento sólido de la doctrina de Cristo, y que lo usen para enseñar y ayudar a criar a una generación resistente al pecado. Necesitamos mujeres que puedan detectar el engaño en todas sus formas […] Necesitamos mujeres que tengan la valentía y la visión de nuestra madre Eva”. Y declaró, simplemente: “Nosotros, los hermanos, no podemos reproducir la influencia sin igual que tienen ustedes. (Nelson, “Una súplica a mis hermanas”)
El ímpetu de lo que muchas mujeres consideraron un mensaje histórico para y acerca de ellas fue sencillo: “Los hombres proveen para el presente”, dijo él, “pero las mujeres dan forma al futuro. Quería tratar de ayudar a las hermanas de la Iglesia a comprender cuán distintivas e irremplazables son en la obra del Señor”.
En su discurso, el presidente Nelson se refirió a una profecía que el presidente Spencer W. Kimball había hecho treinta y nueve años antes de que “gran parte del progreso que tendrá la Iglesia en los últimos días se deberá a que muchas de las buenas mujeres del mundo […] se sentirán atraídas a la Iglesia en gran número. Eso solo sucederá en el grado en que las mujeres de la Iglesia reflejen rectitud y sepan expresarse bien en sus vidas, y en la medida en que las mujeres de la Iglesia sean vistas como singulares y diferentes de las mujeres del mundo; y lo hagan de una manera feliz”. (.Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, cap. 20) El presidente Nelson luego declaró sin reservas que las mujeres que viven hoy en día eran las que el presidente Kimball predijo, las que cumplirían esa profecía.
Nadie que hubiera conocido al presidente Nelson a lo largo de los años se sorprendió en lo más mínimo por su mensaje. “Siempre lo escuché referirse a mi abuela como una madre que era un ángel” dijo su nieto Stephen McKellar. (Church News/KSL, entrevista del 11 de enero de 2018) David Webster dijo que cada vez que su suegro recibía un premio por su labor como médico, o le preguntaban por qué eligió la medicina, “él decía: ‘Porque no pude elegir ser madre’. Él creía en eso, y vivía de esa manera. Su respeto por las mujeres ha brillado en todo lo que ha hecho”. (Church Atews/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
Una noche, mientras hablaba con cierta energía a una congregación de habla hispana en América del Sur sobre un tema que le preocupaba profundamente, el presidente Nelson dijo: “Como la madre de diez hijos, puedo decirles que […]” y luego terminó la oración. El traductor, asumiendo que simplemente se había equivocado al hablar, lo tradujo diciendo “como el padre de diez hijos”. Pero la hermana Nelson escuchó ese desliz freudiano y se deleitó en tomar nota de ello. “Cuando Russell dice que eligió la medicina porque no podía elegir la maternidad, lo dice en serio”, dijo ella. “Tiene profundos sentimientos personales sobre lo importantes que son las mujeres. Una de las primeras cosas que aprendí sobre él, fue su profundo respeto por la feminidad y la maternidad, y cuán crucial cree que las mujeres son para la Iglesia”.
Sus acciones sobre eso hablaban tan persuasivamente como sus palabras. En mayo de 2015, el entonces élder Nelson y su esposa viajaron al Área Europa Este, comenzando en Moscú. Susan Porter, esposa del élder Bruce D. Porter, el Presidente del Área, quedó impresionada por la forma en que el élder Nelson condujo un devocional en Moscú para los miembros de la Iglesia.
Antes de la reunión, él le pidió al élder Porter y a su esposa, junto con el élder Donald L. y la hermana Diane Hallstrom, quienes los acompañaban, que hablaran cada uno. Cuando la hermana Porter le preguntó cuánto tiempo le gustaría que ella se tomara para su discurso, él respondió que podía tomarse todo el tiempo que necesitara. Sin embargo, para dejar el mayor tiempo posible para el élder Nelson, los Porter y los Hallstrom hicieron solo breves comentarios. Luego, la hermana Nelson se levantó y dio un mensaje maravilloso durante veinte minutos. “Miré al élder Nelson, que parecía muy relajado escuchando atentamente cada palabra que Wendy decía y mirando a la congregación con amor”, recordó la hermana Porter.
El élder Nelson luego se tomó el resto del tiempo de la reunión. “Saludó en ruso a los Santos de los Últimos Días y habló con el corazón dando un testimonio límpido. Cuando él concluyó sentí que había yo presenciado algo muy significativo. Oré en mi corazón para que los Santos de los Últimos Días rusos prestaran atención. El futuro Presidente del Cuórum de los Doce había hablado con sus acciones sobre la importancia del testimonio de las mujeres en esta, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ese mismo estilo continuó durante todo el viaje”. (Correo electrónico de Susan Porter a la autora el 13 de agosto de 2018)
Otro de los momentos memorables de ese viaje ocurrió a la mañana siguiente, cuando los Nelson y los Porter, junto con el presidente de la Misión Rusia Vladivostok, Gregory S. Brinton, su esposa, Sally, y su hijo Sam fueron en camioneta al lago Baikal, el lago de fisura más grande y profundo en el mundo. Ese lago, según la gente de Buriatia, fue visitado por el Salvador después de Su resurrección y, por esa razón, el Élder Porter pensó que los Nelson podrían disfrutar de la rara oportunidad de conocer sus orillas y caminar por sus alrededores. Los Nelson se maravillaron con el ambiente que rodea al lago, que tiene más agua dulce que los cinco Grandes Lagos de Estados Unidos y Canadá juntos. Ese sentimiento sagrado continuó mientras caminaban brevemente por un mercado junto al lago.
Luego, Sam Brinton, que acababa de regresar de servir en la Misión Rusia Ekaterimburgo, entabló conversación con una mujer llamada Valentina, que vendía pescado en el mercado. Valentina parecía estar tan encantada con ese brillante joven que hasta pidió conocer a su madre. Para su sorpresa, Sam fue con ella hasta la camioneta donde esperaba el resto del grupo. “Quiero conocer a la madre de este joven”, explicó ella en su ruso materno. “Es muy educado, inteligente y amable. ¡Quiero conocer a la madre de este joven!”. (Ver Nelson, “Becoming True Millennials” o “Cómo llegar a ser una verdadera generación del milenio”; también correo electrónico de Wendy Watson Nelson a la autora del 11 de agosto de 2018)
La reacción de Valentina ilustró la creencia profundamente arraigada del presidente Nelson de que las mujeres tienen un impacto tan irremplazable en los niños y jóvenes que, literalmente, dan forma al futuro.
Había experimentado de primera mano la bondad de su propia madre, de su esposa Dantzel, quien cuidó de manera ejemplar a su numerosa familia, y de Wendy, a quien vio como madre no solo de los miembros de su familia sino también de amigas, de esposas de Autoridades Generales y de presidentes de misión que necesitaban aliento, y muchos otros más. Y él había tenido la infalible instrucción derivada de ser padre de nueve hijas, y de una nuera que era amada también como una hija. Él los había visto seguir los pasos de su madre y tener una gran influencia en sus familias, en la Iglesia y mucho más allá. “¡Cuánto adoro a mis hijas!”, dijo él. “Ellas dan forma al futuro del mundo, sí, esas chicas. Pues saben cómo edificar la fe, cómo divertirse, cómo enseñar, cómo hacer un hogar. Ellas pueden hacerlo todo. Son madres en el sentido más elevado de la palabra, y las madres moldean el destino del futuro”.
Con veintiséis nietas, muchas de ellas ahora madres por derecho propio, y sesenta y cuatro bisnietas (y contando), solo podía pensar que la influencia de las mujeres más cercanas a él, las de su propia familia, seguiría simplemente multiplicándose.
A ellas, y a cada una de las hijas del convenio, el presidente Nelson les hizo una súplica: “¡Así que hoy suplico a mis hermanas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que den un paso al frente! Como nunca antes, ocupen sus puestos en el hogar, en la comunidad y en el Reino de Dios que les corresponden y que son necesarios. Les suplico que den cumplimiento a la profecía del presidente Kimball y les prometo, en el nombre de Jesucristo, que al hacerlo, ¡el Espíritu Santo magnificará su influencia de un modo sin precedentes”! (“Una súplica a mis hermanas”)
“Hermano Nelson, no estamos selladas a nadie. ¿Puede ayudarnos?” —Laural Ann y Gay Lynn Hatfield
Afines de la década de 1950, mientras estaba en los primeros días de su carrera como cirujano, el Dr. Nelson había intentado salvar la vida de dos niñas pequeñas de la misma familia: Laural Ann y Gay Lynn Hatfield, las hijas de Jimmy y Ruth. Ambas niñas murieron. Eso fue una serie de eventos traumáticos para todos los involucrados.
Comprensiblemente, los padres estaban afligidos, pero también espiritualmente destrozados. No solo perdieron a dos hijas, también perdieron su fe en Dios. Y, desde el punto de vista de ellos, fue culpa de su cirujano. Debió haber sido capaz de salvar la vida de sus niñas.
Durante décadas habían estado enojados con Russell M. Nelson por haberles fallado, y esa ira se enconó y creció con un profundo resentimiento que los alejó de la Iglesia. Los Hatfield no tuvieron reparos en expresar su ira, incluso su odio, hacia el Dr. Nelson. Ese enojo se intensificó cuando el Dr. Nelson se convirtió en el élder Nelson, llamado a servir en el Cuórum de los Doce Apóstoles.
El élder Nelson estaba muy consciente de esa hostilidad y eso lo entristeció. La muerte de esas dos niñas no solo lo había lastimado profundamente en ese momento, sino que también se sentía devastado por haber tenido que ver con el descontento de los Hatfield con la Iglesia. Se sentía personalmente responsable de la inactividad de ellos en la Iglesia, así como de las diatribas que ellos hacían cada vez que alguien mencionaba su nombre o el de la Iglesia. En repetidas ocasiones, a lo largo de los años, había intentado establecer contacto con Jimmy y Ruth, generalmente a través de los líderes locales del sacerdocio para que lo ayudaran, pero todo fue en vano. Un presidente de estaca tras otro le había dicho que los Hatfield literalmente lo odiaban. Y ellos siempre se negaban a verlo. Para un hombre como el élder Nelson, cuya naturaleza básica es evitar la contención y resolver rápidamente las diferencias, esa situación lo carcomió. Era una aflicción que lo había perseguido durante años.
Entonces, una noche de 2015, casi sesenta años después de esa primera operación quirúrgica fallida, el élder Nelson fue despertado en medio de la noche por esas dos hijas de los Hatfield que estaban del otro lado del velo. No las vio ni escuchó con sus sentidos físicos, pero sintió su presencia y, espiritualmente, pudo escuchar sus súplicas. Tenían un mensaje corto, pero claro para él: “¡Hermano Nelson, no estamos selladas a nadie! ¿Puede ayudarnos?”. (Nelson, “El precio del poder del sacerdocio”)
A la mañana siguiente le contó a Wendy la vivida experiencia que había tenido durante la noche y, con renovada determinación, volvió a intentar ponerse en contacto con los Hatfield. Esta vez, se enteró por medio del presidente de estaca y del obispo del lugar donde vivían Jimmy y su hijo Shawn, que Ruth Hatfield había fallecido. Para su sorpresa, el padre y el hijo acordaron reunirse con él.
Los Hatfield vivían en una pequeña comunidad al sur de Provo, Utah. Por conveniencia para ellos, el élder Nelson hizo arreglos para reunirse con Jimmy y Shawn, junto con su presidente de estaca y obispo, el 26 de junio de 2015, durante el seminario para los presidentes de misión recién llamados, que se lleva a cabo anualmente en el Centro de Capacitación Misional de Provo.
El ambiente era tenso cuando el élder Nelson entró en la habitación. Los Hatfield no iban a hacer que esta visita fuera placentera para esa Autoridad General a la que habían odiado durante años. El élder Nelson comenzó la conversación, y durante los primeros minutos sintió que no estaba llegando a ninguna parte. Finalmente, se arrodilló frente a Jimmy Hatfield, ahora ya de ochenta y ocho años. Le habló del adelgazamiento del velo que había experimentado unas semanas antes y de las súplicas de Laural Ann y Gay Lynn para que se sellaran a sus padres. Luego dijo: “Jimmy, sería un honor para mí ser el que le selle a su esposa, y a sus hijos a usted y a su esposa”.
Mientras el élder Nelson hablaba en voz baja con Jimmy, el Espíritu inundó la habitación. Jimmy Hatfield ahora estaba escuchando, y era claro que las palabras del élder Nelson resonaban en el tierno corazón de este padre. El élder Nelson le dijo lo que se necesitaría para prepararse para estar listo y ser digno de entrar al templo, y luego dijo: “Usted tiene ochenta y ocho años y yo tengo noventa, así que eso significa que es mejor que se dé prisa”. Después de unos momentos, Jimmy respondió: “Está bien, lo haré”.
El élder Nelson luego se volvió hacia el hijo de Jimmy y le dijo: “Shawn, esta familia se va a sellar. ¿Está dispuesto a ser sellado con ellos? y él respondió: “Sí, lo haré”.
Esos varones de la familia Hatfield fueron fieles a su palabra. Con la ayuda de los líderes del sacerdocio, de los maestros orientadores y del líder misional de barrio, así como también de jóvenes misioneros y una pareja de misioneros mayores, dieron los pasos necesarios para entrar al templo y recibir sus propias investiduras.
Durante los meses intermedios, el presidente Nelson se convirtió en Presidente del Cuórum de los Doce y, el 24 de noviembre de 2015, tuvo el “enorme privilegio” de sellar en el Templo de Payson, Utah, a Ruth y Jimmy Hatfield, y luego a sus cuatro hijos. El presidente y la hermana Nelson, los Hatfield e innumerables amigos y familiares lloraron ese día cuando muchos corazones fueron sanados, incluidos los corazones de los Hatfield, en ambos lados del velo. Por primera vez en décadas, el presidente Nelson ya no sentía la angustia de saber que la familia Hatfield lo odiaba.
Posteriormente habló sobre esta experiencia en la conferencia general: “Reflexionando en ello, me maravillo de Jimmy y Shawn y de lo que estuvieron dispuestos a hacer”, dijo él. “Ellos se han convertido en héroes para mí. Si pudiera ver cumplido el deseo de mi corazón, ese sería que cada hombre y jovencito de esta Iglesia demostrara el valor, la fortaleza y la humildad de ese padre y su hijo. Ellos estuvieron dispuestos a perdonar y a olvidar sus viejas heridas y hábitos […] Cada uno estuvo dispuesto a convertirse en un hombre que porta el sacerdocio con dignidad ‘según el orden más santo de Dios’”. (“El precio del poder del sacerdocio”)
El élder Gregory A. Schwitzer estaba sentado en el estrado y miraba los rostros de la familia Hatfield mientras el presidente Nelson hablaba. “Pude ver la emoción de ellos. Posteriormente, el presidente Nelson bajó del estrado y ellos fueron las primeras personas a las que se acercó. Todavía se preocupaba por sus pacientes”. (Church Afews/KSL, entrevistas del 8 de enero de 2018)
Finalmente, después de casi seis décadas, el presidente Nelson pudo ayudar a sanar los corazones de la familia Hatfield. En el proceso, su propio corazón fue sanado también.
“Nos sorprendió cuando me recibieron calurosamente como a un ‘viejo amigo de China’, y de reunirme con los cirujanos a los que había enseñado treinta y cinco años antes”. —Presidente Russell M. Nelson
En noviembre de 2015, el presidente y la hermana Nelson viajaron a China en una visita que incluyó el regreso a sus antiguos queridos lugares en la Facultad de Medicina de la Universidad de Shandong, en Jinan. Lo que vio allí lo sorprendió y le agradó mucho. El Jinan de principios de los ochenta alardeaba de tener un semáforo, y ahora había autopistas, terrazas de estacionamiento, edificios de gran altura y mejoras de infraestructura por todas partes. Durante sus visitas, veinticinco años antes, había caminado por las polvorientas calles de la ciudad por la noche, usando su modesto vocabulario en mandarín para hablar con los niños. Ahora regresaba a una ciudad mucho más moderna y a un centro médico muy moderno.
Fue un maravilloso paseo por el sendero de los recuerdos. “Nos sorprendió cuando me dieron una cálida bienvenida y poder reunirme con los cirujanos a los que había enseñado treinta y cinco años antes”, dijo él. Lo más destacado de la visita fue reunirse con el hijo y el nieto del Sr. Fang Rongxiang, el astro de la ópera cuya vida él salvó en 19 8 5. Los familiares del Sr. Fang viajaron a Jinan para darle al presidente Nelson un recuerdo enmarcado de esa operación que salvó una vida.
También pudo contactar a través de Facetime a su querido amigo y colega, el Dr. Zhang, quien había regresado a China, a Qingdao, en el lado este de la provincia de Shandong. Los dos viejos colegas y amigos recordaron sus años de vivencias allí en la facultad de medicina. Y luego, cuando el jefe de la delegación que los recibió en Jinan le dio al presidente Nelson el título de “Viejo amigo de China”, fue como la cereza del pastel para él.
“La gente de China venera a sus mayores; honra a los ancianos. Entonces, ser llamado Viejo Amigo de China es el mayor cumplido que pude recibir de ellos”, explicó el presidente Nelson.
En ese viaje también hubo otros momentos significativos. Tanto en Shanghái como en Pekín, el gobierno chino permitió que el presidente Nelson se reuniera con miembros de la Iglesia chinos, y que incluso hablara con ellos.
“Fue la primera vez que una persona de una institución extranjera, y además una Autoridad General, habló con los miembros de la Iglesia chinos”, explicó él. “Fue un gran privilegio para mí”.
La hermana Nelson también tuvo la oportunidad de hablar a los Santos de los Últimos Días chinos en su reunión sacramental, lo cual fue una experiencia nueva e inolvidable: “¿Qué hace que estos miembros de la Iglesia chinos sean tan irresistibles? Tienen rostros abiertos y llenos de luz, con ojos tan claros y llenos de luz también que miran profundamente en tus ojos, en tu alma. Algo me pasa cuando los miro. Solo quiero mirarlos fijamente para recordarlos, tal vez, por nuestras experiencias premortales juntos.
“Nuestros miembros de la Iglesia chinos han hecho muchos sacrificios”, continuó ella diciendo. “Esa es una de las claves. A ellos les encanta guardar los mandamientos. En realidad están muy contentos por guardar los mandamientos, porque saben que son de Dios. Saben que la Iglesia es dirigida por Dios y por Sus líderes dignos. Basada en mis interacciones con ellos antes de la reunión, estaba preparada para que los sentimientos en esa reunión sacramental fueran especiales, y nunca esperé que ese salón se sintiera como un templo, pero así pasó”.
Durante ese viaje el presidente Nelson no pudo evitar pensar en el presidente Spencer W. Kimball. En las notas que había tomado en el seminario de 1978 para Representantes Regionales, que lo impulsaron a comenzar a aprender mandarín, había escrito en mayúsculas: “CUANDO ESTEMOS LISTOS, EL SEÑOR NOS UTILIZARÁ”. Había tratado de prepararse y ahora, casi cuarenta años después, debía su amor por China y por su gente a que un profeta lo instó a estudiar mandarín.
“En ese momento sabíamos que cualquier cosa que las Autoridades Generales tuvieran en mente en esa entrevista ya no estaba sobre la mesa, porque estaba sentado frente a nosotros el único miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles para quien cualquiera de estas explicaciones le dirían algo médicamente”. —Susan Porter
El 28 de diciembre de 2016 el Élder Bruce D. Porter, de los Setenta, falleció a la edad de sesenta y cuatro años. Ocho días después el presidente y la hermana Nelson asistieron a su funeral, donde el presidente Nelson fue el orador final.
Su prolongado y atento cuidado para el Élder Porter y su esposa, Susan, había comenzado más de veinte años antes, cuando en febrero de 1995 los invitó a su oficina para una visita amistosa. Al Élder Nelson le encantaron los antecedentes personales de Bruce Porter. Bruce se había graduado en Harvard en estudios acerca de Rusia y en ciencias políticas, y después en una carrera dedicada al estudio de la política exterior soviética. Y en ese momento se había unido recientemente a la facultad de ciencias políticas de la Universidad Brigham Young.
La experiencia de Bruce Porter acerca de Rusia, junto con la amplia experiencia del Élder Nelson en Europa del Este y la antigua URSS, hicieron que la conversación fuera muy animada en esa primera reunión. Entre otras cosas, él le preguntó a los Porter cómo estaban de salud y Bruce explicó que tenía un defecto renal congénito que había sido corregido quirúrgicamente después de haber cumplido su asignación misional. Pero comentó que los médicos le habían dicho que sus riñones continuarían deteriorándose hasta que fallaran, y que no había nada que los médicos pudieran hacer al respecto. El élder Nelson entonces pidió el número de los niveles de creatinina de Bruce. “En ese momento”, recordó Susan, “sabíamos que cualquier cosa que las Autoridades Generales tuvieran en mente en esa entrevista ya no estaba sobre la mesa, porque estaba sentado frente a nosotros el único miembro del Cuórum de los Doce para quien cualquiera de estas explicaciones le dirían algo médicamente. (Correo electrónico de Susan Porter a la autora el 13 de agosto de 2018)
A Susan le llamó la atención lo concentrado que estaba el élder Nelson en ellos dos. “Mostraba una calma que era contagiosa” dijo ella. Después de la entrevista los llevó a lo que él describió como un “recorrido del cocinero” por el edificio, y les presentó al presidente Monson, al presidente Packer y al élder Hales. Y entonces ellos regresaron a casa maravillados por esa experiencia única en la vida. El rato que pasaron con el élder Nelson pareció aún más notable cuando más tarde se enteraron de que su hija Emily había fallecido recientemente. “Yo estaba muy impresionada de que aun con su dolor hubiera podido darnos toda su atención”, dijo Susan.
Para su sorpresa, solo unas semanas después, y cinco días antes de la Conferencia General de abril de 1995, el presidente Gordon B. Hinckley llamó a Bruce Porter al Segundo Cuórum de los Setenta y lo asignó para servir como segundo consejero en la Presidencia del Área Europa Este, con sede entonces en Frankfurt, Alemania.
“A partir de ese momento”, recordó Susan, “el élder Russell M. Nelson se convirtió en un apoyo para Bruce. Cuidaba de él y siempre estaba pendiente de su salud”.
Los Porter se mudaron a Europa y “¡Bruce sentía estar en el cielo!”, recordó Susan. Disfrutó mucho ayudando a llevar el Evangelio a los países de Europa del Este. Veinte meses después, sin embargo, sus riñones fallaron y, dejando a tres de sus cuatro hijos en Frankfurt, Susan voló con su esposo muy enfermo de regreso a Salt Lake City. “El élder Russell M. Nelson estaba allí para recibirnos en el aeropuerto”, dijo Susan. “Era compasivo, amable y decoroso”.
Durante los siguientes trece años, el élder Porter sirvió en varias asignaciones en las Oficinas Generales de la Iglesia mientras soportaba dos trasplantes fallidos de riñón, doce años de diálisis y múltiples operaciones. “Para cada procedimiento médico, el élder Nelson se aseguraba de que Bruce tuviera los mejores médicos y que le estuvieran brindando el mejor tratamiento”, relató Susan. “Él le dio a Bruce varias bendiciones que trajeron fortaleza a nuestras vidas. El Señor fue muy generoso con nosotros”.
En 2010 el hijo de los Porters, David, donó un riñón a su padre, liberándolo así de las limitaciones de la diálisis y cambiando por completo la rutina diaria en la casa de Susan y Bruce. Ahora asaban salmón a la parrilla para la cena juntos en lugar de estar sujetos a una máquina de diálisis durante horas todos los días. En consulta con sus médicos y con el élder Nelson, en 2014 Bruce recibió autorización para recibir una asignación para volver a prestar servicio en la Presidencia del Área Europa Este. “Bruce estaba encantado”, recordó Susan. “El élder Nelson me dio instrucciones de cómo cuidarlo y mantenerlo en buen estado”. Y se fueron.
Los Porter se emocionaron cuando el élder Nelson y su esposa visitaron su Área en mayo de 2015, y tuvieron experiencias inolvidables con ellos en Moscú, Novosibirsk e Irkutsk, que estaban a cinco diferentes husos horarios al este de Moscú.
Debido a que ningún apóstol había visitado antes Irkutsk, algunos de los 207 miembros que asistieron a la reunión sacramental del domingo por la mañana viajaron toda la noche en autobús desde Ulan Ude para estar presentes ahí, en una gran sala de un hotel local. “Él dio su testimonio”, recordó Susan. “Los animó, los edificó y les hizo sentir su amor por ellos. Al final de sus palabras les dio una bendición apostólica”. Esa fue una experiencia espiritual muy impresionante.
Durante todo el viaje, dijo Susan, “el élder Nelson fue decoroso, totalmente entregado, amable, considerado y muy gentil”. “Nunca parecía apurado u ocupado con un horario o una agenda que cumplir”.
Cada vez que abordaban un avión, el élder Nelson rápidamente tomaba el equipaje de los Porter y colocaba las maletas en los compartimentos superiores. “Daría cualquier cosa por tener una foto nuestra abordando una vez un pequeño avión desde la pista. El élder Nelson agarró nuestro equipaje de mano y subió corriendo las escaleras antes de que pudiéramos decir: ‘¡Espere!’”, recordó Susan. “Su oficial de seguridad cargó las maletas de él y de su esposa y subimos al avión, con un apóstol casi treinta años mayor que nosotros cargando nuestro equipaje. El élder Nelson siempre se preocupó por la fuerza física y la salud de Bruce, y no quería sobrecargarlo”.
El élder y la hermana Porter disfrutaron de su tiempo con los Nelson, así como cada día y cada semana que estuvieron en Rusia. No podrían haber estado más felices, pero su tiempo allí fue corto. En noviembre de 2016, el élder Porter de repente se enfermó gravemente. Estaba ayudando a hacer puré de papas y a revolver la salsa en preparación para una cena de Acción de Gracias en Moscú, con otras familias estadounidenses que servían para la Iglesia, cuando le dijo a Susan que se sentía débil y cansado. Tres días después, cuando sintió que le faltaba el aire, fueron al hospital y esa noche su salud literalmente se derrumbó. Tan pronto como quedó claro que la condición del élder Porter no mejoraría, los Porter fueron trasladados a casa en un transporte médico, y el élder Porter fue llevado directamente al hospital.
“Eso hizo mostrar una vez más el ministerio de amor del presidente Nelson hacia Bruce”, recordó Susan. “Habíamos escuchado cómo el presidente Nelson cuidaba de las Autoridades Generales que estuvieran hospitalizados, y esta vez su ministerio se centró en nosotros. Durante las siguientes dos semanas el presidente Nelson y el élder Hallstrom nos visitaron cada día que podían hacerlo. Al llegar al hospital el presidente Nelson esperaba hasta que fuera el momento apropiado, y luego caminaba al lado de Bruce, tomaba su mano y lo miraba a los ojos. Se detenía en silencio y yo me imaginaba que estaba tratando de sentir el Espíritu y la guía del Señor. Si Bruce estaba despierto, le hablaba con dulzura y con amor. Y luego escuchaba atentamente, incluso cuando las palabras de Bruce parecían difíciles de entender. Entonces se apartaba y me hablaba sobre la situación”.
Finalmente, “el presidente Nelson le dio una bendición a Bruce en la que invocó la bendición de nuestro Padre Celestial y Su voluntad. Expresó su gratitud por el servicio de Bruce en Europa del Este.
“Una enorme bendición para nosotros”, concluyó Susan, “fue el amable deseo del presidente Nelson de hablar en el funeral de Bruce. Sus palabras fueron un bálsamo sanador para nuestras almas heridas”. (Correo electrónico de Susan Porter a la autora del 13 de agosto de 2018)
En su mensaje en el funeral del élder Porter, el presidente Nelson se refirió a una fiel pareja rusa que tanto los Nelson como los Porter conocían: Viacheslav y Galina Efimov, que fueron los primeros conversos rusos llamados a presidir la Misión de Ekaterimburgo solo unos años después de su bautismo. El presidente Efimov había fallecido repentinamente, y Galina le dijo al presidente Nelson que sentía que todavía estaban haciendo la obra misional juntos, solo que en diferentes lados del velo. Luego, el presidente Nelson le habló directamente a Susan, expresando su fe en que así sería con ella y su esposo, que continuarían sirviendo y ayudando al recogimiento de Israel, pero en diferentes lados del velo durante algún tiempo.
“Podría haberme dado diamantes o rubíes, pero no hay nada más preciado para mí que este conocimiento adicional acerca del Señor Jesucristo”. —Rey tribal africano
En la Conferencia General de abril de 2017, el presidente Thomas S. Monson habló brevemente a los miembros de la Iglesia en general, pero su mensaje fue claro: Lean el Libro de Mormón. “Imploro que cada día todos estudiemos y meditemos en el Libro de Mormón con espíritu de oración”, dijo con toda la energía que pudo reunir su voz debilitada. Dijo que había una promesa para todos los que lo hicieran: “Al hacerlo, estaremos en condiciones de oír la voz del Espíritu, resistir la tentación, superar la duda y el temor, y recibir la ayuda del cielo en nuestras vidas”. (Monson, “El poder del Libro de Mormón”)
Seis meses después, en la conferencia general de octubre, el presidente Nelson retomó el mensaje del presidente Monson y explicó lo que las palabras del profeta habían significado para él y lo que había hecho al respecto. Desde la pasada conferencia de abril, él le había pedido a varios grupos de personas, comenzando con sus hermanos del Cuórum de los Doce y también a los misioneros en Chile y a los presidentes de misión y sus esposas que servían en América del Sur, que consideraran tres preguntas: Primera: ¿Cómo sería su vida sin el Libro de Mormón? Segunda: ¿Qué no sabrían? Y tercera: ¿Qué no tendrían?
Las respuestas que recibió abarcaron toda una gama, como:
- “Sin el Libro de Mormón me confundirían las enseñanzas y opiniones contradictorias acerca de muchas cosas. Estaría como antes de conocer la Iglesia”.
- “Desconocería la función que el Espíritu Santo tiene en mi vida”.
- “No sabría que hay progreso continuo después de esta vida. Gracias al Libro de Mormón sé que realmente hay vida después de la muerte; esa es la meta final para la que estamos trabajando”.
Además de organizar análisis sobre el poder del Libro de Mormón en varios entornos, el presidente Nelson tomó como algo personal el desafío del presidente Monson y leyó una nueva edición del Libro de Mormón de cabo a rabo. En ese proceso hizo listas sobre lo que es el Libro de Mormón, lo que afirma, lo que refuta, lo que cumple, lo que aclara y lo que revela. “¡Contemplar el Libro de Mormón a través de esas lentes ha sido un ejercicio esclarecedor e inspirador!”, le dijo él a la audiencia de la conferencia general. “Se lo recomiendo a cada uno de ustedes”. (Nelson, “El Libro de Mormón: ¿Cómo sería su vida sin él?”)
El Libro de Mormón y su poder para cambiar vidas no era un tema nuevo para él. Cuando se le preguntó cómo obtuvo su testimonio del Libro de Mormón, no pudo identificar nada espectacular. “Simplemente supe que era verdadero” dijo, “y que vivir de acuerdo con eso haría una diferencia en mi vida”. Por eso le dijo a una enfermera del ejército que le preguntó por qué era diferente de otros cirujanos: que si él era diferente, era porque sabía que el Libro de Mormón era verdadero.
En 1986 fue invitado a dar una conferencia en una universidad en Accra, Ghana. Antes de la conferencia, conoció a un rey tribal africano que habló con el élder Nelson a través de su intérprete. Después de la conferencia, el rey buscó al élder Nelson y le preguntó directamente, en un inglés perfecto: “¿Quién es usted?”.
El élder Nelson respondió: “Un Apóstol ordenado de Jesucristo”.
Ante esa respuesta, el rey preguntó: “¿Qué puede enseñarme acerca de Jesucristo?”.
El élder Nelson respondió: “¿Puedo saber qué es lo que ya sabe de Él?”.
La respuesta del rey le hizo saber al élder Nelson que el rey era un estudiante serio de la Biblia y que amaba al Señor.
El élder Nelson entonces le preguntó al rey si sabía que Jesucristo se había aparecido y enseñado a la gente de la antigua América. Tal como lo esperaba el élder Nelson, el rey no sabía nada de eso. Así que el élder Nelson le explicó que, después de la crucifixión y la resurrección del Salvador, Él vino a la gente de la antigua América, enseñó Su evangelio, organizó Su Iglesia y pidió a Sus discípulos que llevaran un registro de Su ministerio allí. Y le explicó que El Libro de Mormón contiene un registro de ese ministerio.
El élder Nelson volteó hacia el presidente de misión que lo acompañaba y le preguntó si tenía una copia adicional del Libro de Mormón para que se lo diera, lo cual hizo. El Élder Nelson lo abrió en 3 Nefi 11 y, con el rey, leyó el sermón del Salvador a los nefitas. Cuando le entregó el libro al rey, el hombre respondió: “Podría haberme dado diamantes o rubíes, pero no hay nada más preciado para mí que este conocimiento adicional acerca del Señor Jesucristo”. (Véase Nelson, “El Libro de Mormón: ¿Cómo sería su vida sin él?”)
El élder Nelson creía en el poder del Libro de Mormón para cambiar vidas; lo mencionó siempre que le fue posible, y enseñó sobre su poder una y otra vez, incluso en momentos espontáneos. Una hermosa mañana de invierno, cuando la nieve fina y profunda de Utah era perfecta para los esquiadores experimentados, él y el élder W. Craig Zwick se dirigieron a un centro turístico cercano para pasar el día en las pistas de esquiar. Mientras se subían al teleférico para cuatro personas para su enésimo viaje a la montaña, un joven esquió para alcanzarlos y subió con ellos. Comentaron lo maravilloso que fue ese lunes por la mañana al estar afuera en la nieve fresca de Utah, y el joven respondió: “Sí, pero mi vida está hecha un desastre”. El élder Zwick recordó: “Sentí ganas de decirle: ‘Este es tu día de suerte’, y en ese momento el joven se dio cuenta de que estaba en el teleférico con el presidente Nelson y se quedó sin habla.
“En unos cuatro minutos”, relató el élder Zwick, “el presidente Nelson le enseñó a ese joven la importancia del Libro de Mormón, y le prometió que si lo leía todos los días, sus problemas no desaparecerían pero sí se aligerarían. Así de claro enseñaba”. (Church News/KS, entrevista del 5 de enero de 2018)
En todo tiempo y dondequiera que se presentara una oportunidad, el presidente Nelson enseñó lo que él creía sobre el Libro de Mormón: “que si cada día estudian el Libro de Mormón con espíritu de oración, cada día tomarán mejores decisiones. Les prometo que cuando mediten en lo que estudien, se abrirán las ventanas de los Cielos y recibirán respuestas a sus preguntas y dirección para su vida. Les prometo que si cada día se sumergen en el Libro de Mormón, estarán vacunados contra los males de esta época”. (Nelson, “El Libro de Mormón: ¿Cómo sería su vida sin él?”)
“Qué bueno fue el Señor al inspirar al presidente Russell M. Nelson, justo al final de la sesión de esta mañana, a que saliera rápidamente del edificio, no almorzara, y se apresurara a estar junto al élder Hales”. —Élder Neil L. Andersen
La sesión del domingo por la mañana de la conferencia general de octubre de 2017 había empezado cuando el presidente Nelson tuvo una impresión clara, en realidad, una repetición de la impresión que había tenido la noche anterior: tan pronto como terminara la sesión de la mañana, no debería almorzar, debería ir al Hospital Santo de los Últimos Días para ver al élder Robert D. Hales, quien había estado hospitalizado durante varios días después de un reciente paro cardíaco. Esa impresión lo sorprendió, pues justo el día anterior, entre las sesiones de conferencia de sábado por la tarde y la del sacerdocio, había ido a ver cómo estaba el élder Hales. Tuvieron “una reunión maravillosa, la mejor que habíamos tenido en mucho tiempo”, dijo el presidente Nelson. “Por primera vez durante esta enfermedad, Bob estaba mostrando signos de mejoría y respirando sin ayuda de ningún equipo”. Pero más tarde, esa noche, el presidente Nelson comenzó a preguntarse si debería volver a ver el domingo a su antiguo amigo y colega, y luego le sobrevino la misma impresión que persistió durante toda la sesión de la mañana. Entonces, cuando concluyó esa sesión, un oficial de seguridad de la Iglesia llevó rápidamente al presidente Nelson al lado de la cama del élder Hales, en el Hospital Santo de los Últimos Días.
“Tan pronto como lo miré”, recordó el presidente Nelson, “supe que estaba in extremis. (a punto de morir, de acuerdo con el latín). Luchaba por respirar y no respondía. Tuve el privilegio de estar con Mary y sus dos hijos cuando Bob partió de esta Tierra”.
El élder Hales había sufrido varias enfermedades graves durante casi veinte años, y Russell Nelson lo había visitado innumerables veces en el hospital y en su casa. “Bob era un verdadero luchador”, dijo él. “Había estado enfermo durante veinte años, luchando todo el tiempo para mantenerse con vida”.
El presidente M. Russell Ballard y otros miembros de los Doce Apóstoles habían visto al élder Nelson atender solícitamente a su hermano y colega. “Antes de alguna reunión del cuórum, él le tomaba el pulso a Bob, lo miraba a los ojos y le pedía que le dijera cómo había pasado la noche. Era un médico lleno de amor para aquellos a quienes servía”, dijo el presidente Ballard. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
El élder Hales falleció diez minutos después de que llegara el presidente de su cuórum para su última visita. Y no queriendo “estropear la conferencia” con la noticia del fallecimiento de su esposo, Mary Hales pidió al presidente Nelson que dejara pasar la sesión de la tarde sin mencionar lo que había sucedido. “Mary, no podemos hacer eso”, le dijo él. “Tenemos que compartirlo, su esposo pertenecía no solo a la Iglesia, sino también al mundo, y los miembros de todas partes querrán saber de este hecho y compartir su tristeza”.
El anuncio del fallecimiento del élder Hales se hizo al comienzo de la sesión de la tarde y, durante sus comentarios finales, el élder Neil L. Andersen dijo: “Qué bueno fue el Señor al inspirar al presidente Russell M. Nelson, justo al final de la sesión de esta mañana, a que saliera rápidamente del edificio, no almorzara, y se apresurara a estar junto al élder Hales, donde pudo llegar y estar allí, como su presidente de cuórum, con la angelical Mary Hales, mientras el élder Hales se graduaba de esta vida mortal”. (Andersen, “La voz del Señor”)
Correr al lado de la cama de sus hermanos enfermos, que eran Autoridades Generales, no era algo nuevo para el presidente Nelson, pues él había estado velando por la salud de sus colegas, y de muchos de los familiares de ellos, desde el momento en que fue llamado como Autoridad General. El élder Dallin H. Oaks una vez se refirió a él como “el Urim y Tumim para el Cuórum [de los Doce} en asuntos de salud”. (Condie, Russell M. Nelson,, pág. 207)
Cientos de veces él había hecho visitas al hospital y al hogar de las Autoridades Generales para ver cómo estaban ellos y sus familiares, y para hablar con sus médicos. Con frecuencia visitaba al presidente Ezra Taft Benson, al élder Bruce R. McConkie, al élder Marvin J. Ashton y al presidente Howard W. Hunter cuando eran hospitalizados por períodos largos.
El presidente Henry B. Eyring tuvo varios episodios en los que se desmayó, o estuvo a punto de que le sucediera, la semana después de que fuera nombrado primer consejero del presidente Thomas S. Monson. El élder Nelson le sugirió que le conectaran unos aparatos especiales y así lo controlaran continuamente para detectar alguna función cardíaca anormal; veinticuatro horas después, sus médicos detectaron el problema y lo resolvieron insertando un marcapasos. (Ver: Eaton and Eyring, I Will Lead You Along, págs. 445,467)
En otras ocasiones, el élder Nelson esperó de pie en la sala de operaciones mientras se realizaba una cirugía a alguno de sus colegas Autoridades Generales.
Cuando el élder M. Russell Ballard se sometió en 1995 a una cirugía de corazón para cinco derivaciones coronarias, se despertó y se enteró de que el élder Nelson había “estado sobre el hombro del cirujano” durante toda la operación. “Simplemente eso me hizo quererlo aún más”, dijo el élder Ballard. “Quién mejor para tener los ojos en tu corazón que mi querido amigo que sabía exactamente lo que debía hacerse”. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018) Cuando el presidente Howard W. Hunter, el élder Hales y el élder David B. Haight se sometieron a una cirugía cardíaca, el élder Nelson también había estado en la sala de operaciones con ellos.
Cuando el élder Neal A. Maxwell estuvo confinado en una sala esterilizada de hospital para recibir tratamientos de quimioterapia, el élder Nelson lo visitaba con frecuencia. Mientras observaba al élder Maxwell luchar con su enfermedad, lo vio desarrollar “una objetividad […] que la mayoría de los pacientes no tienen al mirar sus propias circunstancias. La mayoría de las personas se enfocan más subjetivamente en: ‘me siento terriblemente, me duele […] Pero el hermano Maxwell se ve a sí mismo pasando por este período de pruebas y luchando”, y nunca perder “de vista su lugar en la obra del Señor”. (Hafen, Disciple’s Life,, pág. 557)
La mayoría de las visitas y atención médica del presidente Nelson eran privadas. Entonces, en la conferencia general de octubre de 2007, los miembros de la Iglesia de todo el mundo vieron cómo el élder Joseph B. Wirthlin comenzaba a temblar mientras pronunciaba su discurso. Cada pocos segundos su temblor aumentaba y su voz se volvía más trémula y débil mientras parecía luchar por respirar. Para la audiencia, eso fue desconcertante. A medida que pasaban los minutos, parecía que el élder Wirthlin no iba a poder completar su mensaje.
Entonces, de repente, el élder Nelson se paró detrás de él, puso una mano sobre el hombro del Apóstol y agarró su cinturón con la otra. Permaneció allí durante los últimos cinco minutos del discurso del élder Wirthlin, estabilizándolo mientras terminaba de dar su discurso. “Gracias”, susurró el élder Wirthlin mientras el élder Nelson lo ayudaba a regresar a su asiento. (El élder Wirthlin había servido como consejero de Russell Nelson cuando este fue llamado como presidente de estaca, y luego nuevamente en la Presidencia General de la Escuela Dominical)
Cuando el élder Jeffrey R. Holland tuvo que enfrentar una doble cirugía de reemplazo de cadera, el presidente Nelson, en ese entonces presidente de su cuórum, le preguntó si podía darle una bendición del sacerdocio. Él eligió la reunión de cada jueves del cuórum, en el Templo de Salt Lake, como el momento y el lugar para que todos los Doce Apóstoles pudieran participar. “Me conmovió hasta las lágrimas tener sus manos sobre mi cabeza” recordó el Élder Holland. “No era el Dr. Nelson, quien habría sabido todo sobre lo que estaba pasando con algunos de mis huesos y articulaciones, sino el apóstol Nelson, el élder Nelson, el profeta, el vidente y el revelador. El lenguaje de esa bendición no era una opinión médica, era la fe y el poder del sacerdocio. Me conmovió hasta las lágrimas que yo pudiera recibirla. Y ese no es un comentario acerca de mí, es un comentario acerca de él”. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
El llamamiento del élder Nelson para estar entre los Doce Apóstoles complementó perfectamente su formación profesional como sanador, porque ambas funciones cubrían los dos grandes mandamientos: amar a Dios y al prójimo. Pues era muy natural para él velar por la salud de sus hermanos Autoridades Generales. Como él mismo había dicho: “el que ama más es el que sirve mejor”. (Nelson, “Llamado al Santo Apostolado”)
“Tengo que confesar que por unos momentos me quedé en esa profunda preocupación, ¿Adonde podría correr?’“ —Wendy Watson Nelson
El martes 2 de enero de 2018 comenzó como un día tierno pero memorable. Wendy Nelson tuvo el gozo de hablar en el funeral de su querida amiga Allie Derrick, que acababa de fallecer a la edad de cien años, y era esposa del élder Royden G. Derrick. Debido a que las reuniones en el Edificio de las Oficinas Generales de la Iglesia aún no habían comenzado después de los días festivos, el presidente Nelson la acompañó y luego fueron juntos al templo. Un viaje a la tienda Costco completó el día y, después de trabajar en algunos proyectos urgentes para el nuevo año, se acostaron temprano.
Pero, finalmente, no sabían lo que les esperaba en el nuevo año. Despertaron de un sueño profundo cuando sonó el teléfono a las 11:01 p. m. Brook Hales, secretario de la Primera Presidencia, estaba del otro lado de la línea. Dijo que el presidente Thomas S. Monson acababa de fallecer. Aunque los Nelson sabían que el presidente Monson estaba muy débil, la noticia los conmocionó. Era una llamada que deseaban que nunca hubiera llegado.
Hicieron algunas llamadas telefónicas y hablaron durante bastante rato. Cuando por fin apagaron las luces, no podían conciliar el sueño. “Mientras miraba la oscuridad de la noche y trataba de pensar en el futuro”, admitió Wendy, “el himno que me vino a la mente fue: ¿Adonde puedo acudir en busca de paz?’ (Where Can I Turn for Peace, por su título en inglés, # 129) “Tengo que confesar que por unos momentos me quedé en esa profunda preocupación, ¿Adonde podría correr?’”
Los siguientes días pasaron como un torbellino. El presidente Monson fue honrado en un hermoso servicio funeral acorde con su extraordinaria contribución por décadas al reino de Dios y luego fue sepultado. El presidente Nelson fue ordenado como Presidente de la Iglesia, y llamó a dos consejeros para que sirvieran a su lado; entonces la nueva Primera Presidencia se presentó al mundo a través de una reunión, transmitida a todo el mundo, seguida de una conferencia de prensa. Ahora los Nelson tenían nuevos dilemas de seguridad con que lidiar. A pesar de que habían sido muy conocidos en todo el mundo, ahora eso alcanzaba su punto máximo entre los miembros de la Iglesia. El presidente Nelson y su esposa todos los días estaban teniendo nuevas experiencias y luchando con nuevas emociones, además con nuevas expectativas.
Una de las experiencias de Wendy Nelson fue, para ella, espiritualmente impactante y profundamente tranquilizadora. Dos días después de la muerte del presidente Monson, el Señor le dio, en sus palabras, una “experiencia más notable y distintiva con mi esposo para que yo supiera que el manto de profeta estaba sobre él. Fue una experiencia inolvidable; y fue tan vivida, tan clara y tan real”.
Cada detalle de esa experiencia quedó grabado como con fuego en su corazón y en su mente. Y luego, dos días después, al igual que el profeta José y su experiencia con el ángel Moroni, ella volvió a tener esa misma experiencia. “Esa vivencia, repetida dos veces, es demasiado sagrada para que la comparta desde el púlpito”, dijo posteriormente a muchas audiencias en todo el mundo, “pero es algo que nunca podré olvidar ni negar. Debido a esas experiencias, podría tomar cualquier posición como testigo, en cualquier nación de la tierra, para testificar que sé que el presidente Russell Marión Nelson ha sido llamado por Dios para ser el profeta viviente del Señor en la Tierra hoy”.
La hermana Nelson observó otros cambios. Durante sus doce años de matrimonio, ella se había acostumbrado a ver a su esposo despertarse durante la noche con ideas para sus mensajes de alguna conferencia general, o proyectos con los que estaba lidiando. “Pero desde que se convirtió en Presidente de la Iglesia”, dijo ella, “los mensajes nocturnos que él recibe han aumentado exponencialmente”
Un sábado por la mañana, en enero, presenció y experimentó algo inusual: Se despertó temprano y tuvo la clara impresión de que debía salir de la habitación. Pasaron dos horas más antes de que su esposo saliera del dormitorio. Cuando lo hizo, él dijo: “Wendy, no vas a creer lo que ha estado sucediendo durante las últimas dos horas desde que saliste de nuestro dormitorio. El Señor me dio instrucciones detalladas sobre un proceso que debo seguir en un asunto crucial”. Él no compartió las instrucciones que había recibido, solo le dijo a ella que eso había ocurrido.
“Soy testigo”, dice ella, “unas veces estando ausente y otras veces estando presente, que el Señor en verdad instruye a Su profeta”. Ella legó a ver, desde el principio, que estaba en una posición única para ser una testigo del hecho de que el Señor estaba obrando en la vida de su esposo.
Con todos los cambios que habían ocurrido, la hermana Nelson se preguntaba cómo se sentiría ella en la conferencia general de abril cuando su esposo fuera sostenido por los miembros de la Iglesia en una asamblea solemne. Se preparó para no sentirse muy nerviosa en ese momento, pero en cambio tuvo una experiencia muy diferente. “Sentí algo que no esperaba”, dijo ella, “y fue un sentimiento de inmensa paz, una paz que superó mi comprensión. No podía dar crédito a esa paz tan palpable, sustentadora y envolvente que me invadió. En realidad, incluso más que estar rodeada de paz, me sentí como si estuviera inmersa en esa paz”.
Durante las primeras semanas del servicio de su esposo como Presidente de la Iglesia, hubo días en que las demandas y presiones parecían inmanejables, demasiado abrumadoras para interpretarlas. Pero la hermana Nelson entonces comenzó a sentir gozo al saber con certeza que su esposo estaba exactamente donde se suponía que debía estar.
Cuando se le preguntó de manera privada que era lo que ella más querría que el mundo entendiera acerca de su esposo, ella respondió sin dudar: “Que él recibe revelación”. Después de una pausa, agregó: “Y que es mucho más amoroso de lo que parece”.
Después de una mayor reflexión, agregó algo más: “Mi esposo honra de forma delicada el albedrío de los demás. Él es el epítome de las palabras del himno: ‘Sabed esto, que toda alma es libre’. [Hymns, No. 240, Know This, That Every Soul Is Free, por su título en inglés] Estas letras lo dicen todo: ‘Él llamará, persuadirá y dirigirá correctamente. Bendecirá con sabiduría, amor y luz de maneras inimaginables; será bueno y amable, pero nunca forzará la mente humana’. Ese es Russell M. Nelson”.
En varias congregaciones compartió una declaración que hizo el élder Bruce R. McConkie sobre el presidente Spencer W. Kimball, pero la sustituyó por el nombre de su esposo: “En la vida premortal [Russell Marión Nelson] conocía y adoraba al Señor Jehová. Era amigo de Adán y de Enoc. Tomó el consejo de Noé y de Abraham. Se sentó en reuniones con Isaías y con Nefi. Sirvió en el Reino Celestial con José Smith y con Brigham Young”. Luego agregaba su testimonio: “Sé que antes de la fundación de esta Tierra mi esposo fue preordenado para ser el profeta del Señor, y en este preciso momento del mundo”.
Ese indudable conocimiento sostuvo tanto al presidente como a la hermana Nelson cuando se embarcaron en una jornada de la vida que solo otras dieciséis parejas en esta dispensación podrían comprender.
“Las palabras son inadecuadas para decir lo que uno experimenta al sentir que mis hermanos de las Autoridades Generales […] pongan sus manos sobre mi cabeza para ordenarme y apartarme como Presidente de la Iglesia. Fue una experiencia sagrada y de humildad”. —Presidente Russell M. Nelson
El domingo 14 de enero de 2018 el presidente Russell M. Nelson fue ordenado como el decimoséptimo Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El Élder Gary E. Stevenson describió la reunión del Cuórum de los Doce Apóstoles en el Templo de Salt Lake donde se llevó a cabo: “Estas Autoridades Generales se sentaron por antigüedad en 13 asientos en semicírculo, y levantaron la mano para sostener, en primer lugar, la organización de la Primera Presidencia y, después, para sostener al presidente Russell Marión Nelson como el Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Después del sostenimiento, el Cuórum de los Doce nos juntamos en círculo y pusimos las manos sobre la cabeza del presidente Nelson para ordenarlo y apartarlo, con el Apóstol que seguía en antigüedad actuando como portavoz.
El Élder Stevenson continuó: “Esa fue una experiencia profundamente sagrada con una abundante manifestación del Espíritu. Les ofrezco mi testimonio absoluto de que la voluntad del Señor, por la que habíamos orado fervientemente, se manifestó poderosamente en las actividades y acontecimientos que ocurrieron ese día”. (Stevenson, “El corazón de un Profeta”)
Dos días después, el 16 de enero de 2018, el presidente Nelson y sus consejeros, los presidentes Dallin H. Oaks y Henry B. Eyring, fueron presentados por primera vez a los miembros de la Iglesia en una breve reunión para ese anuncio que tuvo lugar en un salón con vista al Templo de Salt Lake y, posteriormente, al mundo a través de una conferencia de prensa. “No hay palabras para describir lo que uno experimenta al sentir que mis hermanos de las Autoridades Generales […] pongan sus manos sobre mi cabeza para ordenarme y apartarme como Presidente de la Iglesia. Fue una experiencia sagrada y de humildad”.
Él prometió que la Primera Presidencia trabajaría mano a mano con el Cuórum de los Doce para discernir la voluntad del Señor y guiar Su Iglesia. Y le dijo a todos los miembros de la Iglesia en qué esperaba él que se concentraran: “Manténgase en el sendero de los convenios. Su compromiso de seguir al Salvador al hacer convenios con Él, y luego guardar esos convenios, abrirá la puerta a toda bendición espiritual y privilegio disponible para los hombres, las mujeres y los niños”. También se dirigió a aquellos que actualmente están menos activos en la Iglesia: “Si te has desviado del camino, te invito con toda la esperanza de mi corazón a que por favor regreses. Cualesquiera que sean tus preocupaciones, cualesquiera que sean tus desafíos, hay un lugar para ti en esta, la Iglesia del Señor”.
La prensa resaltó escandalosamente la edad del presidente Nelson, que a los noventa y tres años era el segundo hombre de mayor edad en asumir el liderazgo de la Iglesia; y algunos periodistas se centraron, como era de esperar, en los problemas contemporáneos que enfrenta la Iglesia, como la cuestión de oponerse a el matrimonio entre personas del mismo sexo mientras se extiende una mano de compañerismo a aquellos con orientación LGBTQ; el deseo de algunas mujeres Santos de los Últimos Días para ser ordenadas al sacerdocio; la discrepancia entre los miembros de una Iglesia global en la que mayormente las Autoridades Generales siguen siendo estadounidenses caucásicos; y la relación cada vez más tensa de la Iglesia con los Boy Scouts of America, por nombrar algunos de esos desafíos.
A pesar de todo, el presidente Nelson inició su presidencia con el optimismo y el vigor característicos de su vida y de los dieciséis hombres que lo habían precedido en ese llamamiento. “Comenzar con el fin en mente”, aconsejó a los miembros de la Iglesia en ese primer mensaje breve para ellos, un modelo que él había seguido toda su vida. Y el fin que esperaba era que cada miembro tuviera en mente calificar e ir regularmente al templo, el lugar principal de su primer mensaje a los miembros de la Iglesia de todo el mundo.
Tarjetas, cartas, correos electrónicos, mensajes de texto y cobertura de prensa de todo el mundo le dieron la bienvenida al nuevo presidente de la Iglesia; también innumerables personas enviaron sus felicitaciones. Un destacado erudito católico y amigo expresó un sentimiento repetido por muchos otros: En un correo electrónico al élder Jeffrey R. Holland, recordó que el entonces élder Nelson había sido la primera Autoridad General que conoció y que había motivado sus primeras impresiones positivas sobre la Iglesia. Luego agregó: “Russell Nelson es el hombre más bueno que Dios jamás haya creado”. (Correo electrónico de Jeffrey R. Holland a Russell M. Nelson, 6 de enero de 2018)
“He visto al Señor colocar el manto sobre Russell M. Nelson”, dijo el élder Holland. “He podido observarlo desde el día en que yo llegué al círculo del Cuórum de los Doce. He visto al Señor magnificarlo, bendecirlo y moldearlo para este momento. El Señor ha tenido en él un maravilloso paquete de materia prima para trabajar, y he visto al Señor bendecirlo y moldearlo para que se convirtiera en el profeta del Señor”. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
Durante la asamblea solemne que tuvo lugar durante la sesión de apertura de la conferencia general de abril de 2018, los miembros de la Iglesia de todo el mundo tuvieron el privilegio de sostener al presidente Russell M. Nelson como Presidente de la Iglesia. Unos días después, en un devocional en la Universidad Brigham Young, el élder Neil L. Andersen describió el alcance de esa experiencia: “Toda la Iglesia está hablando de esa conferencia general”, dijo él. “Nunca olvidaré el sostenimiento del presidente Russell M. Nelson. Sabía que sería una experiencia espiritual, pero la oleada de poder y paz que impregnaba el Centro de Conferencias Santo de los Últimos Días fue algo evidente para mí […] La sesión de clausura, con el anuncio de los nuevos templos y el canto de ‘Trabajemos hoy en la obra’, conmovió mi alma”. (Andersen, “Holier Approach to Ministering”)
La Iglesia avanzaba.
“¿He sentido la soledad del liderazgo? No, no me he sentido solo en lo absoluto. Tengo excelentes consejeros; y cuando oramos por algo y estamos unidos, avanzamos. Literalmente no he sentido la soledad del liderazgo”. —Presidente Russell M. Nelson
El presidente Gordon B. Hinckley sirvió casi catorce años en la Primera Presidencia antes de convertirse en Presidente de la Iglesia, y el presidente Thomas S. Monson más de veintidós años. Como consejeros, aprendieron cómo funciona la Primera Presidencia y entendieron las diferencias entre ese Consejo (de la Primera Presidencia) y el Cuórum de los Doce Apóstoles. El decimoséptimo Presidente de la Iglesia no disfrutó de ese lujo.
“Había yo servido en el Cuórum de los Doce durante casi treinta y cuatro años”, dijo el presidente Nelson, “así que no estaba totalmente desinformado, pero la Primera Presidencia es diferente del Cuórum de los Doce”.
Una diferencia importante involucraba trabajar directamente con el Obispado Presidente en asuntos relacionados con los templos, los centros de reuniones, el amplio programa de bienestar y la organización humanitaria de la Iglesia, además de todos los asuntos temporales o materiales de la Iglesia. En más de 185 países del mundo la Iglesia hace diferentes operaciones mercantiles: compra casas para las misiones, construye edificios, alquila vehículos y contrata una gran cantidad de servicios profesionales y, desde cualquier punto de vista, eso es una operación enorme. Aunque los Doce Apóstoles deben “regular” los asuntos de la Iglesia en todo el mundo (Doctrina y Convenios 107:33), el Obispado Presidente realiza todos los asuntos temporales o materiales. “Ellos son los que compran y venden, contratan y despiden”, explicó el presidente Nelson. “Fue una curva de aprendizaje cuesta arriba para el presidente Oaks y para mí, pues no habíamos tenido experiencia previa con eso. Afortunadamente el presidente Eyring tenía más de diez años de experiencia en esos asuntos, lo que nos ayudó a ponernos al día”.
También había otras diferencias. El nuevo presidente se encontró lidiando con asuntos legales que se presentan ante la Primera Presidencia, tomando decisiones que involucraban grandes sumas de dinero y manejando asuntos delicados y profundamente personales relacionados con cancelaciones de sellamientos y restauración de bendiciones. Pero en todos, excepto en el último, tuvo la gran ayuda de la sabiduría de sus consejeros.
Desde el primer día, la nueva Primera Presidencia trabajó sincronizadamente y en conjunto. Los antecedentes del presidente Nelson en medicina, ciencia e investigación, combinados con los conocimientos en asuntos legales del presidente Oaks y la capacitación del presidente Eyring como profesor de negocios tanto en Harvard como en Stanford, sin mencionar los más de noventa años combinados que los tres habían servido en el Cuórum de los Doce o en la Primera Presidencia, hizo que los análisis y las deliberaciones fueran fructíferas, bien informadas y esclarecedoras.
El presidente Nelson vio que la diversidad de experiencias de ellos fue de mucho apoyo y sustento. “Me han preguntado si he sentido la soledad del liderazgo desde que me convertí en Presidente de la Iglesia. Y no, no la he sentido”, dijo él. “No me he sentido solo en lo absoluto. Tengo excelentes consejeros; y cuando oramos por algo y estamos unidos, avanzamos. Literalmente no he sentido la soledad del liderazgo”.
Sin embargo, Wendy Nelson reconoció que a partir de las 11:01 p.m. del 2 de enero de 2018, las cargas de responsabilidad de su esposo aumentaron exponencialmente. “Era como ver sus hombros ensancharse más y más. Los dos nos íbamos a dormir más temprano que nunca. Y eso era agotador, desgastante; era extremoso”, admitió ella. “Por otro lado”, agregó rápidamente, “nunca he visto a mi esposo tan feliz como lo está ahora. Así que veo esas dos partes. Veo cómo aumentan sus responsabilidades y también lo veo totalmente dispuesto a hacer lo mejor que pueda. Así que lo veo más feliz que nunca. ¡Está haciendo aquello para lo que él nació!”.
“Tengo el mejor trabajo del mundo”, dijo el presidente Nelson, dejando de lado los comentarios de que lleva cargas pesadas. “Tengo la oportunidad de aprobar los nuevos templos y de tomar otras determinaciones que bendecirán la vida de las personas y harán avanzar la obra. Y tengo el privilegio de sentir el amor que el Señor tiene por Sus hijos, por todos Sus hijos. ¿Puede haber algo mejor que eso?”.―
“Está en la naturaleza de lo terrenal que debe haber oposición en todas las cosas, comenzando con la ley de la gravedad”. —Presidente Dallin H. Oaks
Algunos días como Presidente de la Iglesia fueron largos, extenuantes y complejos. Las decisiones sencillas en la administración de la Iglesia las toman otras personas; solo las difíciles escalan a niveles superiores. Las inquietudes sobre las demandas judiciales, la posición de la Iglesia sobre temas sociales delicados, los llamados para que la Iglesia pusiera fin a las entrevistas personales del obispo con los jóvenes, la defensa LGBTQ, el reclamo de que un presidente de un Centro de Capacitación Misional (CCM) había abusado sexualmente de una hermana misionera y que los miembros de la Iglesia pedían cambios en la doctrina sobre el matrimonio o para que los líderes fueran más claros en las declaraciones sobre las personas transgénero; estos y muchos más temas se dirigieron a la Primera Presidencia para su deliberación, para tomar decisiones y, a veces, para una respuesta.
Y el presidente Nelson tampoco era ajeno a las críticas, y ya las había experimentado antes. Como un ejemplo, después del cambio al Manual 1 en noviembre de 2015, que indica que las parejas del mismo sexo que contrajeron matrimonio cometían apostasia y que los hijos de padres homosexuales podrían no ser elegibles para el bautismo a la edad de ocho años, el presidente Nelson se refirió a ellos en su mensaje del devocional mundial para los Jóvenes Adultos Solteros en enero de 2016:
“Llenos de compasión hacia todos, y en especial hacia los niños, bregamos con gran esfuerzo por comprender la voluntad del Señor tocante a ese asunto”, dijo él. “Siempre conscientes del Plan de Salvación de Dios y de Su esperanza de vida eterna para cada uno de Sus hijos, consideramos innumerables modificaciones y combinaciones en las posibles situaciones que pudieran surgir. Nos reunimos reiteradas veces en el templo en oración y ayuno, y procuramos más guía e inspiración; y luego, cuando el Señor inspiró a Su profeta, el presidente Thomas S. Monson, a declarar la intención y la voluntad del Señor, en ese sagrado momento, cada uno de nosotros sintió una confirmación espiritual”. (Nelson,”Becoming True Millennials” o “Cómo llegar a ser una verdadera generación del milenio”)
Las redes sociales se “incendiaron” de inmediato con las reacciones. Algunos comentaristas apoyaron las acotaciones del presidente Nelson; muchos otros no podían creer su afirmación de que el cambio del manual había sido inspirado. Y otros pidieron defender en persona sus propios casos.
“Está en la naturaleza de lo terrenal que debe haber oposición en todas las cosas, comenzando con la ley de la gravedad”, dijo el presidente Dallin H. Oaks. “Debido a eso, creo que debemos ser sensibles a las posiciones de las personas que no están de acuerdo con nosotros, y necesitamos tener un entorno en el que se puedan resolver diferentes puntos de vista”.
La oposición viene de algunos miembros de la Iglesia, de periodistas y de antagonistas de la Iglesia. “El presidente Nelson está de acuerdo con la necesidad de tratar a la oposición con respeto”, continuó el presidente Oaks. “De ahí surge un mejor entendimiento, normas más apropiadas y una mejor comprensión de la doctrina. Algunas personas confunden la doctrina con las normas. Las normas pueden cambiar, la doctrina no”. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
“El presidente Nelson es muy sabio, muy brillante y muy reflexivo”, dijo el presidente M. Russell Ballard. “Él quiere conocer los hechos, y entonces es muy decisivo”.
Agregó lo importante que es comprender los cimientos sobre los que se basa el presidente Nelson: “El presidente Nelson es un discípulo total de Jesucristo y defenderá el Plan de Felicidad en un mundo que hoy se está desmoronando. Él defenderá lo que Dios ha revelado. Él entiende que hay algunas reglas, algunos mandamientos o alguna doctrina que tenemos que aceptar y cumplir. La vida no es solo lo que todos quisieran que fuera. El presidente Nelson enseñará eso y no lo cambiará. Su deseo es hacer lo que el Señor Jesucristo esperaría que hicieran Sus apóstoles”. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
“Nunca dudamos en tocar un tema en particular […] Nunca tenemos temor de hablar con él acerca de cualquier asunto en particular”. —Presidente Dallin H. Oaks
El estilo de liderazgo del presidente Nelson se ha desarrollado a través de incontables experiencias de vida, formado con las fortalezas y debilidades de liderazgo de otros; y perfeccionado durante décadas de práctica.
Sus hermanos Autoridades Generales y otros líderes en las Oficinas Generales de la Iglesia, que trataron con él frecuentemente, encontraron que seguía siendo la misma persona, como cuando fue Presidente de los Doce Apóstoles: abierto a nuevas ideas, dispuesto a analizar abiertamente problemas y oportunidades y sin recriminaciones, y deseoso de escuchar a todos en cualquier sala, incluidos los empleados de rango superior de todos los departamentos, divisiones y empresas de la Iglesia.
“Nunca dudamos en tocar un tema en particular; tampoco sentimos que hacerlo sería una molestia para él”, escribió el presidente Dallin H. Oaks en homenaje al nuevo Presidente de la Iglesia. Nunca tenemos temor de hablar con él acerca de cualquier asunto en particular”. El presidente Nelson es muy abierto, muy accesible y es muy fácil hablar con él”.
Además, escribió el presidente Oaks: “Él es muy bueno para pensar en el efecto probable de una decisión, norma o aplicación de doctrina entre los varios grupos de miembros de la Iglesia. He visto esa cualidad en otros líderes, pero la visión del presidente Nelson sobre este tema es excepcional. Tal vez se deba a su experiencia como médico, de que no puede recetar medicamentos para una parte del cuerpo sin considerar su efecto en las otras”. (Oaks, “President Russell M. Nelson”)
El presidente Oaks agregó que el estilo de liderazgo del presidente Nelson es agradable pero disciplinado. “Es fácil acercarse a él, y eso no siempre se puede hacer con los hombres de más rango en el liderazgo de la Iglesia. A veces hemos dudado en mencionarles algo o no hemos querido molestarlos. Y lo que realmente hay detrás de eso es que tenemos temor de hablar con ellos sobre algún tema. Pero es muy fácil hablar con el presidente Nelson”. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
El presidente Henry B. Eyring dijo que el presidente Nelson tiene “un don notable para recibir revelación y para permitir que otros participen en ese proceso. Él quiere que todos los participantes también tengan la oportunidad de recibir revelación”. (Entrevista con la autora del 10 de agosto de 2018)
El presidente M. Russell Ballard, presidente en funciones del Cuórum de los Doce, agregó: “Se ha destacado por hacer que los miembros de los Doce Apóstoles den sus mejores ideas. Él guía el análisis hasta que finalmente llegamos a lo que el Señor quiere que hagamos. Es un maestro en eso.
“No es difícil para él tomar decisiones” continuó el presidente Ballard. “Cualquiera que haya tenido el corazón (físico) de alguien en sus manos, no tiene que organizar innumerables reuniones para decidir qué hacer. Él ha tomado decisiones de vida o muerte durante toda su vida, y creo que Russell M. Nelson nació para liderar. Ha estado haciendo eso en todas las posiciones en las que se ha encontrado. Creo que hablo por todos los Doce Apóstoles cuando digo que le tenemos mucho cariño. Es de menta abierta, escucha, da instrucciones, luego toma decisiones y nos hace avanzar. No creo que haya un problema que uno le pase a Russell Nelson que, con un poco de tiempo, no pueda analizar minuciosamente y luego encontrar las respuestas correctas. Él tiene ese tipo de mente entrenada para eso”. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
Después de pasar diez días viajando con el presidente Nelson en América del Sur, el élder Gary E. Stevenson comentó que el presidente Nelson usó una especie de “liderazgo divino, que es muy inclusivo, como de brazo con brazo. Estamos acostumbrados a modelos de liderazgo en el mundo que muchas veces fallan. Pero el presidente Nelson no solo cumple con nuestras expectativas como nuestro líder, sino que las excede”. (Conversación con la autora el 28 de octubre de 2018)
Después de una reunión particularmente significativa de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce, el élder Holland le escribió una nota al presidente Nelson expresando su gratitud por su excepcional liderazgo: “Si bien el espíritu del momento todavía está sobre todos nosotros, debo agradecerle por otro regalo más que nos dio a las Autoridades Generales que servimos con usted. Ninguno de nosotros olvidará jamás el espíritu y el impacto de tener a nuestro amado profeta suplicando al Señor en el altar del santo templo. Si nosotros le amamos tanto por eso, ¡cuánto más debe amar nuestro Padre Celestial tanta humildad y tanta devoción! Hay muchas bendiciones que vienen con nuestros llamamientos, pero una tan rara como la de esta mañana permanecerá en nuestros corazones para siempre”. (Jeffrey R. Holland a Russell M. Nelson, 15 de marzo de 2018)
Como lo había demostrado antes como Presidente de los Doce Apóstoles, el presidente Nelson apreciaba mucho a cada uno de esos sus hermanos Autoridades Generales y disfrutaba de servir con ellos. Su enfoque de liderazgo era sencillo pero efectivo: “Consigue buenas personas y dales una pista para correr”.
“Nadie recordaba que, por primera vez, los carros regresaran vacíos”. —Alan Parker, del Departamento de Seguridad de la Iglesia
El territorio de la sede de la Iglesia abarca varias cuadras en el centro de Salt Lake City, que incluyen la Manzana del Templo, el Centro de Conferencias y la Biblioteca de Historia de la Iglesia, así como la cuadra donde está el Edificio Conmemorativo de José Smith, la Casa del León, el Edificio de las Oficinas Generales de la Iglesia, el de la Sociedad de Socorro y el Edificio Administrativo de la Iglesia. Esas cuadras están conectadas por una intrincada serie de túneles subterráneos que hacen posible que los líderes de la Iglesia se muevan fácilmente entre los edificios sin menoscabo del clima o las multitudes.
La distancia subterránea desde el Edificio Administrativo de la Iglesia hasta el Templo de Salt Lake no es muy grande, tal vez unos cientos de metros. Pero para los hombres de ochenta y noventa años que a veces lidian con las limitaciones físicas de la edad, la distancia es mayor a la que algunos estarían dispuestos a caminar. Los carritos de golf han sido la respuesta, que tienen una línea disponible para llevar a las Autoridades Generales al templo todos los jueves por la mañana para la reunión semanal de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce, y luego esperar para traerlos de regreso al final de la reunión, antes de su almuerzo juntos. Un equipo del departamento de Seguridad de la Iglesia siempre se encarga del transporte.
En la segunda semana que el presidente Nelson presidió la reunión de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce en el templo, los oficiales de seguridad que los esperaban con una fila de carros vieron algo que nunca antes habían visto. El presidente Nelson salió del templo caminando con sus dos consejeros, y todos los miembros de los Doce Apóstoles caminaban detrás de ellos: quince profetas, videntes y reveladores regresando a pie del templo al Edificio Administrativo de la Iglesia. “Nadie recordaba que, por primera vez, los carros regresaran vacíos”, dijo Alan Parker, un oficial del Departamento de Seguridad de la Iglesia. Si el presidente de la Iglesia, de noventa y tres años, podía caminar, todos podían hacerlo también.
La buena salud del presidente Nelson parecía influir en la de sus hermanos Autoridades Generales. Al concluir las reuniones de la Primera Presidencia con los Doce Apóstoles, celebradas en el cuarto piso del Templo de Salt Lake, “algunos tomaron el ascensor hasta el piso inferior y otros bajaron las escaleras desde el aposento alto del templo”, dijo el presidente Dallin H. Oaks. “Son varios tramos de escalones en esas hermosas escaleras circulares, en la esquina noroeste del Templo de Salt Lake. El presidente Nelson siempre baja las escaleras, y siempre trato de seguirle el ritmo, pero no puedo. Me agarro de la barandilla para equilibrarme y brincar lo mejor que puedo, pero siempre es evidente que él puede moverse más rápido en esas escaleras que yo”. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
El presidente M. Russell Bailará estuvo de acuerdo: “Él está muy saludable. Cuando no te sientes bien, no te quejas porque no sirve de nada. Es como estar cerca del presidente Hinckley. Tampoco servía de nada quejarse si él lo escuchaba. Simplemente no puedes seguirle el ritmo cuando él camina, al menos yo no puedo. Por supuesto, mis dos rodillas han sido reemplazadas. Así que cojeo tratando de mantener el ritmo, pero no es fácil porque él camina cada vez que hay oportunidad de hacerlo. Él es muy dinámico” (Church News/ KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
El Élder Gregory A. Schwitzer recuerda estar caminado por las calles de Turquía con el élder Nelson y preguntarse si ese hombre, entonces de casi ochenta años, podría arreglárselas con el terreno que pisábamos. “Me preguntaba, ‘¿Cómo va a subir esta colina?’ Se mantuvo a mi lado, sin ningún problema, hablándome todo el tiempo. Pensé: ‘Este es un hombre único”’. (Church News/KSL, entrevista del 8 de enero de 2018)
Su hija Sylvia explicó el enfoque de su padre sobre la aptitud física: “Él se ha cuidado a sí mismo; siempre hace ejercicio. No le gusta levantar pesas ni usar una caminadora. Le gusta hacer ejercicio al aire libre”. (Church News/ KSL, entrevista del 10 de enero de 2018) Incluso a sus noventa años paleaba la nieve de su acera y de la de sus vecinos, caminaba de un lado a otro del vecindario haciendo rodar los botes de basura de regreso a los garajes el día de la recolección de basura, y durante el verano desmalezaba, podaba y jugaba al golf en su jardín durante horas, y todo a la vez.
Y cuando llegó a ser el Presidente de la Iglesia fue el momento en el que el Departamento de Seguridad de la Iglesia le pidió dejar de ir a las pistas de esquiar, pues lo hacía en el invierno con la frecuencia que le permitía su horario. Los miembros de la familia sabían que si su padre y abuelo estaba en la ciudad un lunes de invierno (el “día libre” para las Autoridades Generales), y si era un “día de esquí de pájaro azulejo” (un día de invierno en que ha nevado, pero hay sol), todos estaban invitados para unirse a él en las pistas de esquiar. También sabían que, si iban, harían mucho ejercicio.
El nieto mayor, Stephen McKellar, también cirujano del corazón, esquiaba durante unas horas con su abuelo cada vez que podía alejarse de sus pacientes: “El abuelo es un muy buen esquiador en la nieve, tenía más de noventa años la última vez que fui con él y apenas podía seguirle el ritmo. Él tiene su rutina, así que descansábamos cuando él lo decía. Pero yo ya estaba listo para un descanso antes de que él se cansara”. (Church News/KSL, entrevista del 11 de enero de 2018) Russ Jr. agregó: “Alrededor de la 1:00 p.m. empezamos a pensar que deberíamos parar para ir a almorzar y tomar un descanso, y entonces él dijo: ‘Oh, no, sigamos mientras todavía hace buen tiempo y aprovechémoslo’. Él podría estar ahí todo el día, y es bueno para eso. Nos derrota porque él es buenísimo”. (Church News/KSL, entrevista de enero de 2018) Por lo general, después de quince o dieciséis carreras, cuando todos los demás estaban listos para gritar “me rindo”, finalmente se detenían.
“Este hombre puede esquiar como los mejores”, admitió por experiencia personal el élder W. Craig Zwick. “He esquiado con él en carreras de ‘diamante negro’ (que son carreras en terreno muy difícil) en Snowbird (un lugar en las montañas de Utah), muerto de miedo por mí y por él, pero era lo que él quería hacer”. (Church News/KSL, entrevista del 5 de enero de 2018)
La combinación de buenos genes y sabias prácticas de salud le han servido bien al presidente Nelson, y eso le permite servir con vitalidad a sus noventa y tantos años. Wendy Nelson destacó la energía de su esposo cuando comentó cómo es viajar con él: “Pasamos dos o tres semanas viajando a algún lugar fuera de los EE. UU. y al regresar a casa él se pone en marcha de nuevo. Listos ambos para empezar el trabajo de nuevo y con dinamismo”.
El presidente Nelson había pasado su carrera profesional tratando de sanar cuerpos enfermos, pero en ninguna otra situación mostró más su respeto por el don de tener un cuerpo que en la forma en que cuidaba del suyo.
“Implementaremos un enfoque más nuevo y santo de cuidar y ministrar a los demás”. —Presidente Russell M. Nelson
Los miembros de la Iglesia esperaban con ansias la Conferencia General de abril de 2018 sabiendo que habría una asamblea solemne para sostener al nuevo Presidente de la Iglesia. Eso solamente habría distinguido a esa conferencia general como una conferencia excepcional. Pero resultó que ese sostenimiento fue solo el comienzo.
Cuando el presidente Henry B. Eyring anunció al comenzar la Sesión del Sacerdocio del sábado por la noche que el presidente Nelson daría unos breves comentarios, los que saben el protocolo de la Iglesia se preguntaron qué iba a pasar, pues el oficial que preside siempre habla en último lugar. ¿Entonces por qué el Presidente de la Iglesia estaba caminando hacia el púlpito después del primer orador?
El presidente Nelson rápidamente respondió esa pregunta: “Esta noche anunciamos una importante reestructuración de nuestros cuórums del Sacerdocio de Melquisedec para llevar a cabo la obra del Señor de manera más eficaz”, comenzó diciendo, luego explicó que los grupos de sumos sacerdotes y los cuórums de élderes en cada barrio ahora se combinarían en un solo cuórum de Élderes. ¿La razón? “Estos ajustes aumentarán en gran manera la capacidad y la habilidad de los hombres que portan el sacerdocio a fin de servir a los demás”. (Nelson, “Comentarios de introducción”)
Él testificó que esos ajustes fueron inspirados por el Señor y luego indicó que los élderes D. Todd Christofferson y Ronald A. Rasband darían más detalles sobre el cambio, (véase Christofferson, “El cuórum de élderes”; y Rasband, “¡Mirad! Reales huestes”) Los tres dejaron en claro que esos cambios se llevarían a cabo en toda la Iglesia lo antes posible. Los presidentes de estaca de todo el mundo sin duda se fueron de esa reunión con su cabeza dando vueltas sobre lo que significaría para los poseedores del sacerdocio en sus estacas la realineación de los cuórums del Sacerdocio de Melquisedec. La conferencia general había empezado con fuerza.
Al día siguiente, en la sesión de clausura de la conferencia general, quedó claro que el cambio con respecto a la reestructuración de los cuórums del sacerdocio, por grande que fuera, era en realidad parte de un panorama mucho más amplio. Al comienzo de la sesión el presidente Dallin H. Oaks anunció que el presidente Nelson volvería a ofrecer breves comentarios y, a continuación, el profeta hizo un segundo anuncio impactante: “Hemos tomado la decisión de jubilar la orientación familiar y el programa de maestras visitantes tal como los conocíamos. “En su lugar, implementaremos un enfoque más nuevo y santo de cuidar y ministrar a los demás. Nos referiremos a estos esfuerzos simplemente como “ministrar”. El élder Holland y la hermana Jean Bingham, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, explicaron entonces con más detalle lo que eso significaba para la Iglesia (véase Holland, “‘Estar con ellos y fortalecerlos’“; Bingham, “Ministrar como lo hace el Salvador”)
En los comentarios finales del presidente Nelson, él resumió no solo el énfasis de la conferencia sino algo en lo que se había enfocado a lo largo de su vida: sanar corazones y hogares. “Esta conferencia general marca una nueva era de ministrar. El Señor ha hecho importantes ajustes en la forma en que nos cuidamos los unos a otros. Las hermanas y los hermanos —mayores y jóvenes— se servirán los unos a los otros de una manera nueva y más santa. Los cuórums de élderes serán fortalecidos a fin de bendecir las vidas de hombres, mujeres y niños en todo el mundo. Las hermanas de la Sociedad de Socorro seguirán ministrando, en su manera singular y amorosa, ampliando oportunidades a las hermanas más jóvenes para que se unan a ellas, según se les asigne adecuadamente”. (Nelson, “Trabajemos hoy en la obra”)
En resumen, ese radical cambio fue diseñado para ayudar a los seguidores de Cristo a cuidarse mejor unos a otros. “El sello distintivo de la Iglesia del Señor es que existe un método organizado para cuidar de cada persona”, explicó más tarde el presidente Nelson. “Ninguna otra iglesia puede hacer esta declaración. El Señor quiere que se haga a Su manera, y sentimos que la orientación familiar y las maestras visitantes eran solo pasos en esa dirección. Pensamos que podíamos hacerlo mejor. Ministrar significa seguir los sentimientos de uno para ayudar a otra persona a sentir el amor del Salvador en su vida”.
En algunas partes del mundo las visitas al hogar de alguien no son posibles o, en algunos casos, culturalmente inaceptables. Además, la naturaleza misma de las maestras orientadoras y las maestras visitantes sugería un enfoque casi similar a una lista de verificación para el cuidado mutuo en lugar de una “asignación continua”. Ya no habrá más conteo. No más listas de verificación”, agregó el presidente Nelson. “La pregunta que todos deberíamos hacernos es, ‘¿Qué haría Jesús?’ ¿La respuesta? Se aseguraría de que la gente estuviera bien”.
La fusión de los quorums del Sacerdocio de Melquisedec hizo posible la ministración. “Muchos de nosotros, en la Primera Presidencia y en los Doce Apóstoles, habíamos residido en varias partes del mundo”, explicó el presidente Nelson, “y habíamos estado en barrios o ramas más pequeños donde se reunían todos los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec. Sabíamos que eso funcionaba bien y ayudaba a mejorar el servicio que los hombres podían ofrecer. Además, vimos el modelo que tenían las hermanas en la Sociedad de Socorro y pensamos que era un modelo que los hombres podían emular. No solo fuimos instruidos por ese modelo de la mujer, sino que pudimos ver que ese era el ideal. Fue la forma en que las hermanas hacían sus visitas lo que ilustró e inspiró nuestro movimiento hacia la ministración. Y, por supuesto, estudiamos las Escrituras detenidamente, y ahí no dice nada sobre grupos de sumos sacerdotes en los barrios”.
La ministración toma muchas formas a medida que las personas sirven para satisfacer las necesidades de los demás.
Ambos cambios importantes se implementaron porque, como resumió el presidente Nelson, “podíamos ver que era hora de dar un paso más alto”.
“Presidente Nelson, no sé cuántas más ‘avalanchas’ podremos soportar este fin de semana. Algunos de nosotros tenemos corazones débiles. Pero si lo pienso bien, usted puede arreglar eso también. ¡Qué profeta!” —Élder Jeffrey R. Holland
Las reacciones de los miembros de la Iglesia que vieron el anuncio del presidente Nelson, en la sesión inicial, fueron en gran medida entusiastas y positivas; sin embargo, algunas reacciones de la prensa no lo fueron tanto y variaron ampliamente. Pues, aparentemente, sin conocer bien el pasado pionero del presidente Nelson un reportero muy conocido de Associated Press predijo que “el historial de Nelson durante sus tres décadas en el liderazgo de la iglesia sugiere que hará pocos cambios”. (Ver, por ejemplo, McCombs, “Mormon church appoints”) Esos periodistas, junto con muchos otros que asumieron que la edad avanzada del presidente Nelson era sinónimo de lentitud y de inacción, se llevaron una gran sorpresa, o sorpresas.
Durante los primeros seis meses de la nueva administración, se reorganizaron los cuórums del Sacerdocio de Melquisedec; las maestras visitantes y la orientación familiar fueron “jubiladas” a favor de un nuevo esfuerzo llamado “ministración”; la Iglesia anunció el fin de su relación centenaria con los Boy Scouts of America; el presidente Nelson llamó a los primeros hombres de ascendencia asiática y brasileña al Cuórum de los Doce Apóstoles; anunció junto con Derrick Johnson, presidente de la NAACP (una organización para la gente de color), una iniciativa educativa conjunta (ver Walch, “Inside the Collaboration”); justo después de la conferencia general de abril de 2018 emprendió un viaje alrededor del mundo, visitando a los miembros de la Iglesia en ocho países en doce días; en septiembre y octubre de 2018 pronunció lo que se cree que son los primeros discursos de un presidente de la Iglesia en un idioma distinto al suyo: en español en la República Dominicana y en Puerto Rico y luego en cinco países de América del Sur; y también en septiembre, con un proyecto de ley que proponía legalizar el uso de la marihuana medicinal en Utah, la Iglesia anunció su oposición a esa legislación en particular, pero dio su apoyo a la marihuana medicinal para aliviar el sufrimiento de las personas. “Es realmente notable que el profeta elegido por el Señor para este tiempo tenga una gran empatia y comprensión”, dijo el élder Jack H. Gerard, de los Setenta, hablando en nombre de la Iglesia. El presidente Nelson entiende el dolor y el sufrimiento humano, agregó, “no solo como un líder amoroso y compasivo de la Iglesia, sino que también lo entiende aún más desde la perspectiva médica. Es por eso por lo que es realmente significativo que [la Iglesia haya] apoyado una coalición más amplia para trabajar por el uso apropiado de la marihuana medicinal, con las cautelas apropiadas”. (Walch, “Church leaders want”)
En la conferencia general de abril, donde se jubilaron las visitas y la orientación familiar y se reorganizaron los cuórums del sacerdocio, el Élder Jeffrey R. Holland comenzó sus comentarios parafraseando a Ralph Waldo Emerson diciendo que los momentos más memorables de la vida son aquellos en los que podemos sentir la avalancha de las revelaciones. “Presidente Nelson, no sé cuantas más ‘avalanchas’ podremos soportar este fin de semana. Algunos de nosotros tenemos corazones débiles. Pero si lo pienso bien, usted puede arreglar eso también. ¡Qué profeta!”. (Holland, “Estar con ellos y fortalecerlos”)
En un toque de deliciosa ironía, todavía había otra “avalancha” por venir en esa sesión, la última de la conferencia. Unos pocos minutos después de que el élder Holland declarara que los miembros de la Iglesia tenían ya todos los cambios que podían manejarse durante un fin de semana, el presidente Nelson caminó nuevamente hacia el púlpito para pronunciar breves comentarios finales. En menos de cinco minutos anunció que la Iglesia construiría seis nuevos templos, incluido uno en Bangalore, India, y otro en Rusia en una ciudad aún por determinar, lo que provocó gritos ahogados pero audibles entre toda la audiencia que estaba en el Centro de Conferencias.
Aunque esos cambios se hicieron en lo que parecía una sucesión rápida, las Autoridades Generales de mayor rango los habían sopesado cuidadosamente durante algún tiempo, en algunos casos, durante años. En una conferencia general anterior, el élder Nelson abordó los aspectos únicos del gobierno de la Iglesia que afectaron cambios tan importantes: “El llamamiento de quince hombres al santo apostolado nos proporciona gran protección como miembros de la Iglesia” enseñó él. “¿Por qué? Porque las decisiones de esos líderes deben ser unánimes. ¿Se pueden imaginar la forma en la que el Espíritu debe inspirar a quince hombres a fin de que logren la unanimidad? Esos quince hombres tienen diferente formación académica y profesional, con diferentes opiniones sobre muchas cosas, ¡créanmelo! Esos quince hombres —profetas, videntes y reveladores— ¡saben cuál es la voluntad del Señor cuando se logra la unanimidad!”. (Nelson, “Sostengamos a los profetas”)
Después de los primeros seis meses del presidente Nelson en el cargo, Patrick Masón, un historiador Santo de los Últimos Días de la Gradúate University de Claremont, en el sur de California, comentó que “prácticamente todos los cambios que se han hecho bajo la presidencia del presidente Nelson claramente han sido de una iglesia global al frente y al centro […] Nelson claramente tiene una perspectiva auténticamente global”. (Stack, “Mormonism was bom”)
En noviembre de 2018 el élder Jeffrey R. Holland se dirigió a un grupo de jóvenes británicos miembros de la Iglesia, casados, en la capilla del Pembroke College de la Iglesia de Inglaterra, en Oxford, y habló sobre la administración del presidente Nelson: Viajamos con él en relevos, y nos pasamos la batuta para seguirle el ritmo”. Luego agregó que quisiera que los miembros de la Iglesia pudieran estar con él en las reuniones semanales en el templo que tiene con el Consejo de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles. “Ahí las ventanas de la revelación parecen estar libres, abiertas y abundantes”, dijo él. “Desde el momento en que se convirtió en Presidente de la Iglesia, Russell Nelson ha sido particularmente abierto, particularmente receptivo y particularmente con derecho a una revelación que es más pública, más compartible”. (ver Walch, “Q&A: Élder Holland opens up”)
La nueva Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles estaban haciendo avanzar la obra.
“El presidente Nelson tiene una combinación de autoconfianza y humildad que es raro encontrar. Y él es tan generoso”. —Presidente Henry B. Eyring
Solo un par de semanas después de la ordenación del presidente Nelson como Presidente de la Iglesia, él asistió al funeral del élder Von G. Keetch, de los Setenta, quien murió repentinamente debido a complicaciones imprevistas asociadas con una larga lucha contra el cáncer. El servicio funeral fue inspirador, con tiernos recuerdos comentados por sus hijos, un mensaje poderoso pero conmovedor del élder Lance B. Wickman, y de su amigo de toda la vida el élder Keetch, que es también un compatriota y compañero Autoridad General y, al final, los comentarios del presidente Nelson.
Para algunos, sin embargo, o tal vez para muchos, el momento más emotivo se produjo después de la oración final. Mientras la congregación se ponía de pie para que la familia saliera detrás del ataúd, el presidente Nelson bajó del estrado y saludó a la esposa del élder Keetch, Bernice, a sus hijos y luego a los miembros de su familia extendida, así como a todos los que pudo de las primeras filas de la congregación. Luego, y contrariamente a la larga tradición de que todos permanecen de pie cuando el Presidente de la Iglesia sale primero de cualquier reunión, él se quedó parado frente a la congregación hasta que la numerosa familia salió en fila. Un antiguo empleado de la Iglesia, conocedor del protocolo de esta, dijo: “Nunca había visto algo así. Esa muestra de respeto por parte del Presidente de la Iglesia me conmovió profundamente. El funeral fue maravilloso, pero esos minutos viendo al presidente Nelson de pie en honor a la familia Keetch, me hicieron saber de la grandeza y de la bondad del corazón del presidente Nelson”.
Para el presidente Nelson eso fue de lo más natural. Aquellos que se relacionaban con el presidente Nelson rápidamente se daban cuenta que tales demostraciones de generosidad eran un sello característico de él. Las Autoridades Generales, los Oficiales Generales y otros líderes de las varias divisiones y organizaciones de la Iglesia pronto descubrieron que, cuando ingresaban a la sala de juntas norte del Edificio Administrativo de la Iglesia para reunirse con la Primera Presidencia, el presidente Nelson y sus consejeros se ponían de pie para darles la bienvenida. “Me he reunido con miembros de la Primera Presidencia cientos de veces a lo largo de los años”, dijo un líder de una empresa propiedad de la Iglesia, “y no recuerdo que alguna vez ellos se pusieran de pie cuando entraba yo en la sala. Eso me dejó sin habla”.
Cuatro días antes del comienzo de la conferencia general de abril de 2018, por primera vez hasta donde se recuerde, el presidente invitó a todas las Autoridades Generales y a sus esposas a saludarlos a él y a la hermana Nelson formándose en línea a la entrada de su oficina y en una recepción en salones cercanos al Edificio Administrativo de la Iglesia. Chris Wonnacott ayudó a organizar ese evento, y estuvo presente para escuchar los comentarios de parte de las Autoridades Generales que entraban y salían de la oficina del presidente Nelson. “Estaban asombrados, se sentían honrados, humildes y emocionados; y expresaron abiertamente sus sentimientos de amor por el profeta”, dijo ella. “Sentí lo mismo cuando él y la hermana Nelson insistieron en que yo también pasara a saludarlos en su oficina”. (Correo electrónico a la autora del 15 de octubre de 2018)
En Bangalore, India, en abril de 2018, el presidente Nelson le pidió al Presidente de Área que dirigía la reunión que invitara a una mujer de la audiencia a dar su testimonio. Cuando ella se acercó al estrado, que ocupaban totalmente veinte o más personas, la mayoría hombres, el presidente Nelson se levantó de su silla, caminó hacia los escalones del estrado y le ofreció la mano mientras ella subía.
En mayo, cuando la Primera Presidencia se reunió con los líderes de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color, el presidente Nelson se reunió, entre otros, con el reverendo Amos Brown, pastor de la Tercera Iglesia Bautista de San Francisco. “Fui bendecido con un gran sentimiento de amor por ese buen hombre”, dijo el presidente Nelson más tarde. Durante la conferencia de prensa posterior, se paró junto a él y enlazó su brazo con el del reverendo Brown. Algunos comentaron después que ese gesto natural de camaradería fue más poderoso que cualquier cosa declarada en el comunicado de prensa.
A fines de junio de 2018, al concluir la primera sesión del seminario anual para nuevos presidentes de misión—y nuevamente sin que se recuerde algo parecido—el presidente y la hermana Nelson, junto con el presidente y la hermana Oaks y el presidente Eyring, saludaron uno por uno a cada presidente de misión y a su esposa para expresarles su gratitud por su servicio y consagración a la obra.
Cuando el élder Dale G. Renlund y su esposa, Ruth, viajaron con el presidente Nelson al Caribe durante el Día del Trabajo de 2018, sintieron su bondad innata de primera mano. “Pensando que mi esposa podría sentir un poco de frío en el vuelo de San Juan, Puerto Rico, a Salt Lake City, el presidente Nelson consiguió una manta del ingeniero de vuelo y se la dio a mi esposa” dijo el élder Renlund. “Después me pregunté: ¿Por qué no soy igual de considerado con mi esposa?”. Y resumió: “Estar con él nos hizo querer convertirnos en mejores personas”. (Taylor, “Experiences from pulpit’s ‘other side”’) (Experiencias desde el otro lado del púlpito)
La coordinadora del evento que se encargaba de un almuerzo para las Autoridades Generales durante una capacitación para ellos, y que se llevó a cabo justo antes de la conferencia general de octubre de 2018, se quedó atónita cuando el presidente Nelson la llamó a su mesa, expresó su gratitud por todo lo que había hecho para organizar dicho almuerzo y la presentó a las demás Autoridades Generales que estaba con él en su mesa. “He estado toda la tarde tratando de procesar esa experiencia”, le dijo ella más tarde a la hermana Nelson. “Me asombraron su amabilidad y bondad para conmigo durante esa reunión social especial con sus hermanos Autoridades Generales. Él es alguien extraordinario”. (Correo electrónico de Chris Wonnacott a Wendy Nelson del 3 de octubre de 2018)
El élder Jeffrey R. Holland puso en perspectiva esos y otros actos de generosidad: “El presidente Nelson es un hombre amable. Es el caballero consumado. De hecho, puede ser el hombre para quien se creó la palabra caballero. Él es muy, muy amable”. (Church Atews/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
En 1981 el élder Holland tuvo una de sus primeras experiencias con la natural generosidad de Russell Nelson. Sirviendo como presidente de la Universidad Brigham Young, el élder Holland estuvo en medio de negociaciones para que la universidad construyera un centro de estudios en Jerusalén. En uno de los muchos viajes que hizo allí, decidió llevar con él, por cuenta propia, a su esposa, Pat, y a sus tres hijos. Russell Nelson era parte de la comitiva.
El hijo menor de los Holland, David, acababa de cumplir ocho años, y mientras estaba en Israel, su papá lo bautizó en el río Jordán. “Todavía no conocía yo muy bien a Russell Nelson en ese momento”, recordó el Élder Holland, “pero él hizo que esa experiencia fuera más que memorable para nuestra familia, pues él se convirtió en el fotógrafo principal del bautismo de David. Todas las fotos que tenemos de ese evento fueron tomadas por Russell Nelson. Después nos envió copias por correo, y luego también le envió copias a mi madre. Y entonces, ¿quién pensaría en eso? Era Alice Holland, una viuda que no había podido estar con su familia en esa oportunidad. ¿Quién se detendría a pensar que ella querría tener fotos de ese evento? Pero Russell Nelson sí lo pensó y le envió a ella un paquete completo de fotos.
Bueno, es fácil entender a quién adoptó Alice Holland como su Autoridad General favorita. Y yo solo soy su segundo apóstol favorito”. (Church News/ KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
El presidente Henry B. Eyring enlazó la esencia del presidente Nelson en estas frases: “Él tiene una combinación de autoconfianza y humildad que es raro encontrar. Y él es tan generoso”.
Esa generosidad de espíritu no fue más que el deseo del presidente Nelson de vivir los primeros dos grandes mandamientos: amar al Señor y tratar a los demás como a él mismo le gustaría ser tratado.
“Comenzando con Heber J. Grant y continuando con Thomas S. Monson, el presidente Nelson ha tenido una trascendental relación con los presidentes de la Iglesia”. —Presidente Dallin H. Oaks
Hay solo seis presidentes de la Iglesia a quienes el presidente Russell M. Nelson nunca conoció en esta vida: José Smith, Brigham Young, John Taylor, Wilford Woodruff, Lorenzo Snow y Joseph F. Smith. Sin embargo, con los otros diez es una historia diferente. De una forma u otra interactuó, conoció o fue asesorado por cada uno de los otros diez que lo precedieron.
“Comenzando con Heber J. Grant y continuando con Thomas S. Monson, el presidente Nelson ha tenido una trascendental relación con los presidentes de la Iglesia”, dijo el presidente Dallin H. Oaks. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018) Aunque es probable que nadie se diera cuenta de lo que estaba sucediendo en ese tiempo, tal mentoría por parte de esa sucesión de líderes de la Iglesia ayudó a que la visión de Russell Nelson sobre ese cargo se expandiera y madurara a lo largo de los años.
El presidente Grant vivía en Avenues, en Salt Lake City, y algunos de sus nietos eran amigos del joven Russell Nelson. De vez en cuando, Russell estaba en la casa del presidente Grant. “Él me trató como un verdadero ser humano. Fue muy amable y siempre fue un honor estar en su casa” recordó el presidente Nelson.
La situación fue similar con el presidente George Albert Smith, que vivía en la esquina de 13th East y Yale Avenue, en Salt Lake City, a solo una cuadra de la casa donde pasó su infancia Russell Nelson. Su familia conocía al presidente Smith no solo como un líder de la Iglesia, sino también como un vecino bondadoso y generoso.
Su interacción principal con el presidente David O. McKay ocurrió cuando, como presidente de la Estaca Bonneville, el presidente Nelson consultó con el profeta si debía aceptar o no una oferta muy tentadora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago. El presidente McKay literalmente cambió el curso de la vida del Dr. Nelson cuando le aconsejó resistir la tentación de la fama y el dinero y permanecer en Salt Lake City.
El presidente Joseph Fielding Smith también era un vecino, un querido amigo y Presidente de la Iglesia cuando Russell Nelson fue llamado a servir como Presidente General de la Escuela Dominical.
Como primer consejero del presidente Smith, el presidente Harold B. Lee fue la persona a quien Russell Nelson se dirigió cuando cuestionó si su título como Superintendente General de la Unión de Escuelas Dominicales de Deseret debería cambiarse. El presidente Lee también fue el que le pidió encarecidamente a Spencer W. Kimball que hiciera todo lo posible para mantenerse con vida cuando una enfermedad cardíaca amenazaba su vida.
Eso puso al Dr. Nelson en un dilema sobre cómo manejar la complicada operación que necesitaba el presidente Kimball en ese momento, pero finalmente también facilitó la relación del Dr. Nelson con ese presidente de la Iglesia, relación que fue mucho más allá del trato médico.
La influencia del presidente Spencer W. Kimball en Russell M. Nelson fue profunda. Él vio al presidente Kimball en sus momentos más difíciles, cuando estaba gravemente enfermo, pero también lo vio levantarse como profeta de Dios. Debido a esa relación única de médico-paciente, el Dr. Nelson estuvo en condiciones, una y otra vez, de conversar mientras caminaban después de la cirugía, de sentarse junto a su cama y de sostener literalmente en sus manos la vida del profeta, así como su corazón.
El presidente Kimball llamó a Russell Nelson como presidente de estaca cuando todos los demás dijeron que él era una persona muy ocupada. Y se recuperó tras meses de salud frágil y de una memoria debilitada para recibir la revelación de que Russell M. Nelson debería ser llamado como apóstol y miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles. La relación amistosa entre los dos fue tierna y personal.
Algunos de los profetas que el presidente Nelson conoció personalmente fueron: Heber J. Grant, George Albert Smith, David O. McKay, Joseph Fielding Smith, Harold B. Lee, y Spencer W. Kimball.
Ezra Taft Benson también fue mentor de Russell Nelson cuando se conocieron en Washington, D. C., a principios de la década de 1950. El élder Benson vivía en la capital de la nación siendo Secretario de Agricultura en el gabinete del presidente de los EE. UU., Dwight D. Eisenhower, cuando las órdenes del ejército llevaron al teniente Nelson a ese lugar para una temporada en el Centro Médico Walter Reed del Ejército. Por un corto tiempo el teniente Nelson se desempeñó como segundo consejero en el obispado del Barrio Washington, y el entonces secretario del gabinete presidencial le tomó cariño.
Cuando los Nelson se mudaron a Boston, por el trabajo del Dr. Nelson en el Hospital General de Massachusetts, el élder Benson le pidió a Russell que ayudara a activar de nuevo en la Iglesia a un amigo de la familia, Robert Walker. Así lo hizo y, posteriormente, Bob Walker se casó con una de las hijas de los Benson y pasó a ejercer un amplio periodo de liderazgo en la Iglesia.
Sin embargo, el impacto de Russell Nelson en la familia Benson fue aún más lejos. Una noche, él y Dantzel estaban en un concierto en el Centro Huntsman, en el campus de la Universidad de Utah, y sentados directamente frente a ellos estaban el presidente Benson y su esposa, Flora. De repente, a Flora le dio un paro cardíaco y el Dr. Nelson rápidamente se posicionó para rodearla por detrás y hacerle una maniobra de resucitación cardio pulmonar (RCP). “Ella se fue, murió allí mismo”, dijo el presidente Nelson. “Mientras le hacía compresiones en el pecho para que su corazón latiera de nuevo, las palabras más dulces que ella haya pronunciado fueron: ‘Quisiera que dejaras de hacer eso’. Con gratitud vimos que pudimos resucitarla”.
El presidente Benson le vendió a Russell y a Dantzel cuatro acres en Midway, Utah, para que tuvieran un lugar para escaparse al campo con su numerosa familia; y él fue quien le dio al élder Russell Nelson la asignación de abrir Europa del Este a la obra de la Iglesia, asignación que proporcionó una tutoría única para el entonces apóstol recién llamado.
En el presidente Howard W. Hunter el presidente Nelson vio la mansedumbre combinada con la fortaleza del testimonio y la convicción. Y aunque el tiempo del presidente Hunter como Presidente de la Iglesia fue breve, el élder Nelson lo vio muy fuerte en términos de influencia;
particularmente debido al énfasis del presidente Hunter en la obra del templo y el ánimo que dio a los miembros de la Iglesia para que tuvieran siempre una recomendación vigente para el templo.
Después se maravilló de la visión, la energía y el auténtico espíritu profètico del presidente Gordon B. Hinckley. “El presidente Hinckley no espera a que le hagan reverencias; prefiere que lo traten como si fuera un trabajador común”, dijo el élder Nelson en ese momento. “Pero él no es común en ningún aspecto […] Ya sea en medicina o leyes, educación o plomería, no importa, él comprende las cosas rápidamente, tiene una amplitud de conocimientos asombrosa y puede aplicar lo que ya sabe”. (Dew, Go Forward with Faith, pág. 449) Y agregó dando una ojeada a las reuniones de la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles: “Nos sentamos con él todos los jueves y le lanzamos bolas curvas y bolas rectas, problemas difíciles, entonces él ve y calcula todo de tal forma que lo lleva a tomar decisiones sabias. Es brillante en la toma de decisiones”. (Madsen, Presidents ofthe Church, pág. 425)
Siguiendo las instrucciones del presidente Kimball, fue el presidente Hinckley quien le extendió el llamamiento a Russell Nelson para servir en el Cuórum de los Doce Apóstoles, y fue él quien lo ordenó apóstol también. A lo largo de los años los Nelson viajaron varias veces con los Hinckley, incluido un viaje a América Central que casi resultó desastroso.
Una noche, mientras estaban en Managua, Nicaragua, los Hinckley y los Nelson acababan de terminar de hablar a más de dos mil Santos de los Últimos Días allí, y se dirigían al aeropuerto cuando un camión casi choca con el automóvil que transportaba a los Hinckley. Aunque el camión logró detenerse a tiempo para evitar una colisión, su carga de varillas metálicas de canal largo salió volando y algunas varillas golpearon la parte trasera derecha del automóvil.
“Esas varillas de hierro tenían de 4 a 6 m de largo”, recordó el Élder Nelson. “Como si fueran jabalinas golpearon la ventanilla trasera del automóvil, la lateral y la de la puerta trasera derecha, destrozando por completo esas tres ventanillas. ¡La ventanilla trasera del auto de los Hinckley había desaparecido por completo! El presidente Hinckley se dio cuenta a tiempo de lo que iba a pasar y agachó la cabeza, la hermana Hinckley hizo lo mismo y ninguno de los dos salió lastimado. La hermana Hinckley tenía varias astillas de vidrio en la cara, pero se las quitó fácilmente. Cuando miramos el coche […] nos dimos cuenta de que el buen Señor había protegido a Su profeta y a la hermana Hinckley de una manera milagrosa”. (Registro personal de Russell M. Nelson, 21 de enero de 1997)
Siete años después, en enero de 2004, los Nelson regresaban con los Hinckley de la dedicación del Templo de Accra, Ghana, cuando la hermana Hinckley tuvo un problema médico en el avión. El élder Nelson hizo todo lo que pudo para ponerla cómoda y ayudarla, aunque a 30.000 pies de altura estaba limitado en lo él que podía hacer. La hermana Hinckley nunca se recuperó por completo de ese incidente y falleció tres meses después, el 6 de abril de 2004. Diez meses después, cuando falleció Dantzel, el presidente Hinckley fue uno de los primeros que visitó al élder Nelson.
La relación del presidente Nelson con el presidente Monson se remonta muchos años atrás, a la temporada en que el élder Monson estaba en la mesa directiva de exalumnos de la Universidad de Utah y el Dr. Nelson era Presidente de la Asociación de Exalumnos de Medicina de la Universidad de Utah. “Solo llámame Tom”, le dijo el élder Monson al Dr. Nelson cuando se conocieron, comenzando así una amistad larga y duradera.
El élder Nelson había estado con el presidente Monson el 28 de octubre de 1988 cuando se reunieron con Erich Honecker, presidente del Consejo de Estado de la República Democrática Alemana, para pedir permiso para enviar misioneros de tiempo completo a ese país. El presidente del consejo respondió con una larga charla de treinta minutos sobre el progreso de la RDA bajo su liderazgo. Pero luego, Honecker abrió una puerta que había tardado años en negociarse. “Vi que ese milagro sucedió cuando Erich Honecker dijo: ‘Presidente Monson, confiamos en usted”’, recordó el élder Nelson. “Todos esos años ellos lo habían estado vigilando a él, porque los comunistas llevan muy buenos registros de las personas que entran y salen. Habían monitoreado sus sermones y Erich Honecker dijo: ‘Confiamos en usted, por lo tanto, se aprueban sus solicitudes”’. La solicitud de enviar misioneros de la Iglesia ahí, fue aprobada. Honecker también acordó que diez jóvenes de la RDA podrían ser llamados a servir fuera de su país. (Ver Swinton, To the Rescue, págs. 331-35)
Poco más de un año después cayó el Muro de Berlín, y once meses después de eso el élder Nelson tuvo el privilegio de unirse al presidente Monson para realinear los límites de la estaca y así abarcara toda la ciudad de Berlín, uniendo por primera vez en décadas a los Santos de los Últimos Días de Berlín Oriental y Occidental. Ese fue un día especial lleno de gratitud y emoción para los Santos de los Últimos Días que habían estado separados por el muro durante mucho tiempo.
El 1 de junio de 2008 el Élder Nelson y su esposa tuvieron el privilegio de acompañar al presidente Monson a la dedicación del Templo de Curitiba, en Brasil. Allí nuevamente fueron testigos de la grandeza de corazón del presidente Monson, así como de su capacidad para recibir revelación.
Antes de la dedicación el élder Nelson recibió una solicitud de los líderes de la Iglesia en Brasil preguntándole si podía visitar a un niño afectado por una neoplasia maligna de alto riesgo y que estaba recibiendo quimioterapia, mientras estaba allí. Debido a que él era el “compañero menor” del presidente Monson en ese viaje, y estaba sujeto a su horario, el élder Nelson no hizo de inmediato una cita para ver al niño, pero esperaba encontrar un momento adecuado para hacerlo mientras estaba allí.
Entonces intervino el Señor. En la Ceremonia de colocación de la piedra angular, y como parte de la primera sesión dedicatoria, el presidente Monson puso el cemento para sellar la piedra angular en su lugar. Luego observó a la audiencia y se fijó en un niño en particular. “Se ve sin mucha emoción, hagamos que suba con nosotros aquí”, dijo él. Mientras lo hacía, un fotógrafo le sugirió al niño que se quitara el sombrero, lo cual hizo, revelando su cabeza calva. El élder Nelson supo de inmediato, instintivamente, que ese niño era el mismo del que le habían hablado. Se llamaba Lincoln Vieira Cordeiro, y el presidente Monson lo ayudó a colocar el cemento en la piedra angular.
En ese momento el élder Nelson, que estaba tratando de que el presidente no se retrasara, sugirió que volvieran al interior del templo para reanudar la primera sesión dedicatoria. Pero el presidente Monson se tomó unos minutos más y dijo que quería invitar a otra persona a que se acercara. De nuevo observó a la multitud y finalmente notó a una mujer en la parte de atrás, a la que le pidió que se acercara y pusiera un poco de barro en la grieta que queda al ponerse la piedra angular. No fue sino hasta el día siguiente que el élder Nelson supo que esa mujer, Odilene Cordeiro, era la madre de Lincoln. En lugar de tener la visita de un apóstol, ella y su hijo habían conocido al profeta.
Así era el presidente Monson, dijo el élder Nelson. “Él [sabía] cómo obtener revelación del Dios Todopoderoso para bendecir la vida de alguien”. (Swinton, To theRescue, págs. 520-21)
Fueron esas experiencias con el presidente Monson las que le mostraron al presidente Nelson que “hay cosas más importantes que el reloj. He tratado de ser más como él cuando me reúno con la gente, o incluso con mi familia. No hay que preocuparse tanto por la hora que es, sino que hay que asegurarse de bendecir a las personas mientras estén allí; que se vayan de esa interacción mejor de lo que estaban cuando llegaron”. (Swinton, To theRescue, pág. 434) En retrospectiva, el presidente Nelson dijo sobre su relación con el presidente Monson: “Él confiaba en mí. Confió en mí para ayudarlo cuando Francés (su esposa) estuvo en la unidad de cuidados intensivos durante largos períodos. Confió en mí para seguir sus pasos en Europa del Este y ayudar allí. Él simplemente confió en mí”.
Las diversas experiencias del presidente Nelson con los presidentes de la Iglesia solo confirmaron y afirmaron lo que él ya creía: que dirigían la Iglesia del Señor bajo Su dirección, que se comunicaban con Dios en favor de Su pueblo y que prestar atención al consejo de ellos era espiritualmente sabio. Él personalmente había visto muchas evidencias de esos dones proféticos y nunca podría decir lo contrario.
“Al sostener a los profetas hacemos un compromiso personal de que nos esforzaremos al máximo por defender sus prioridades proféticas.”, enseñó el presidente Nelson. “Nuestro sostenimiento es una señal parecida a un juramento de que reconocemos que su llamamiento como profeta es legítimo y de carácter vinculante para nosotros”. (Nelson, “Sostengamos a los profetas”)
“Desde que nació, a él le intrigaba cómo funcionan las cosas”. —Élder Jeffrey R. Holland
Alo largo de su vida Russell Nelson demostró una naturaleza inquisitiva. Sus esfuerzos pioneros en la cirugía a corazón abierto son evidencias a primera vista, pero también hay otros indicadores. Él es un clásico “adoptante temprano”—una de las primeras Autoridades Generales en obtener una computadora, uno de los primeros en adoptar nuevas tecnologías, en obtener el último iPhone, iPad o cualquier otro invento. Katie Irion Owens dice que su abuelo fue quien le enseñó a hacer fotos con AirDrop.
Trató de alentar a las Autoridades Generales y a otros líderes a mantenerse al tanto de la tecnología que siempre está en un constante cambio. Ardeth G. Kapp recuerda un día, cuando ella era Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, de 1984 a 1992,en que el élder Nelson le mostró con orgullo la nueva computadora que tenía en su oficina, una de las primeras en la oficina de una Autoridad General. Ella sugirió que las mujeres que servían como Oficiales Generales de la Iglesia podrían beneficiarse de tener una computadora, y en menos de una semana ella tenía una en su oficina.
El entusiasmo del presidente Nelson por la tecnología se refleja en esta foto de 2016; de él en su oficina con dos monitores para su computadora y una tableta.
Una vez él trató de desmitificar el uso de la computadora con el Élder Neal A. Maxwell, que era literalmente un genio con las palabras, pero “lo hizo sentir como si estuviera en la cabina de un B-29”. (Hafen, Disciple’s Life, pág. 165)
El presidente Nelson tocó el órgano en las reuniones del Cuórum de los Doce Apóstoles durante casi treinta y cuatro años.
Cuando el presidente Nelson se convirtió en Presidente de la Iglesia, fue la primera vez que la oficina del Presidente de la Iglesia tenía Wi-Fi instalado y la primera vez que había nada menos que una computadora con dos monitores.
El presidente Nelson siempre ha sido un ávido estudiante. “He estado con él en un auto conduciendo por las calles de Moscú, Rusia”, dijo el élder Gregory A. Schwitzer, “y él siempre estaba leyendo los carteles y preguntando: ‘¿Qué dice eso? Dime cómo pronuncias esa palabra’. Quería aprender idiomas, visitar los hogares de los miembros de la Iglesia y detenerse en sitios históricos en varios países, todo para comprender mejor a la gente”. (Church News/KSL, entrevista del 8 de enero de 2018)
“Tengo esta teoría sobre el presidente Nelson”, dijo el élder Jeffrey R. Holland, “desde que nació, a él le intrigaba cómo funcionan las cosas”. En primer lugar, quería saber cómo latía un corazón, así que aprendió a hacer que funcionara mejor. Y después de una extraordinaria carrera académica profesional, trajo ese mismo enfoque a la Iglesia. Quiere saber qué hace funcionar a la gente. Quería saber qué hacía funcionar al Cuórum de los Doce Apóstoles. Es un hombre del Renacimiento; y tiene la habilidad inusual de explicarle al mundo y a la Iglesia cómo funciona el Evangelio, cómo obra el Señor y qué significa para todos la Restauración del Evangelio”. (Church News/ KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
El presidente M. Russell Ballard resumió la inclinación del presidente Nelson para aprender: “Creo que Russell Nelson estuvo en todas las filas del mundo preterrenal. Él toca el órgano para nosotros en las reuniones del templo, conoce las Escrituras al derecho y al revés y sabe varios idiomas. Cuando va a algún lugar, no pasa mucho tiempo antes de que él les empiece a hablar en su propio idioma. Cuando voy a Sudamérica y trato de hablar un poco de español, tienen que traducir mi español al español. Esa es la diferencia entre los ‘Russells’. Pero él es un líder nato, y lo sostendremos y apoyaremos con todo nuestro corazón”. (Church News/KSL, entrevista del 9 de enero de 2018)
El presidente Dallin H. Oaks estuvo de acuerdo, y agregó que “también es el mejor escritor del Cuórum de los Doce Apóstoles. Eso puede ser una sorpresa para algunos. He pasado mi vida profesional trabajando con las palabras y soy muy cuidadoso con ellas. Pero he descubierto que al dar mis discursos en forma de borrador a varios miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles para que me ayuden, no hay nadie que tenga una mayor capacidad para mejorar mis discursos que Russell M. Nelson. Eso me sorprendió, porque los médicos no son famosos por su letra legible o su claridad de expresión. Él es todo lo contrario de lo que se esperaría en esas dos características. Y a lo largo de los años él ha bendecido en gran medida mi vida al ayudarme con los mensajes que he dado en la conferencia general”. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
Russell Nelson había sido conocido por su intelecto y curiosidad desde sus primeros años, desde cuando se adelantó un grado en la escuela, se graduó antes de tiempo en la escuela de medicina con un primer lugar en su clase, se convirtió en jefe de residentes de la Escuela de Medicina de la Universidad de Minnesota y cuando ayudó como un pionero en la cirugía a corazón abierto. E independientemente de sus asignaciones o áreas de responsabilidad, quería comprender no solo cómo funcionaban las cosas, sino también cómo hacer que funcionaran mejor.
Algunos de los pasatiempos del presidente Nelson están representados aquí: coleccionar estampillas postales y monedas, encontrar figuritas inusuales de médicos en otros países y armar rompecabezas.
“Cada vez que estoy cómodamente situado en nuestra casa, estoy en el lugar equivocado. Necesito estar donde está la gente”. —Presidente Russell M. Nelson
Después de su ordenación como Presidente de la Iglesia, hacía apenas tres meses, y registrada en los libros su primera conferencia general como Presidente de la Iglesia, el presidente Nelson y su esposa, junto con el Élder Jeffrey R. y la hermana Patricia Holland, partieron en un viaje relámpago de doce días alrededor del mundo. Fue el primer viaje internacional del presidente Nelson como Presidente de la Iglesia; y él elaboró su itinerario con dos mensajes claros en mente: Primero, al ir directamente a Jerusalén (después de una parada de una noche en Londres), señaló su prioridad más alta y la de la Iglesia: que los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sean seguidores de Jesucristo, y que esta Iglesia es la Iglesia del Señor. La Iglesia le pertenece a Él y es dirigida por Él. Y la misma está llena de todo Su poder para ayudar a edificar, fortalecer, sanar, perfeccionar y exaltar a Sus feligreses.
En segundo lugar, el presidente estaba ansioso por mostrar cuán profundamente se preocupa él por los Santos de los Últimos Días en todas partes donde esté la creciente e internacional Iglesia que ahora dirigía. En menos de dos semanas, los Nelson y los Holland volaron casi 48.000 km para reunirse con los Santos de los Últimos Días en Londres, Jerusalén, Nairobi, Harare, Bangalore, Bangkok, Hong Kong y Laie, Hawái. “Conocimos a multitudes de personas”, dijo el élder Holland, “tantas como pudieron entrar en los lugares de reunión”. (Ver “Gira Ministerial Global”)
En África, algunos de los Santos de los Últimos Días viajaron más de veinte horas para llegar a Nairobi o Harare, caminando, tomando largos viajes en autobús y haciendo todo lo necesario para estar en la presencia de un profeta. Al menos cinco de las reuniones en Tailandia, India, Hong Kong, Zimbabue y Kenia fueron históricas; en cada caso se cree que esa fue la reunión más grande que los miembros de la Iglesia hayan tenido en dichas ciudades y países.
En la India el presidente Nelson les dijo a los miembros de la Iglesia lo emotivo que había sido para él recibir una revelación clara de que era hora de construir un templo allí, y justo antes de la conferencia general. En Kenia él les aseguró a los Santos de los Últimos Días que ellos eran pioneros por derecho propio. En Bangkok el élder Holland se conmovió mucho cuando vio lleno con 3.200 miembros de la Iglesia el gran salón de baile del centro de convenciones. “Quisiera que todos los misioneros que alguna vez sirvieron en Tailandia, y especialmente los primeros misioneros “pioneros”, pudieran ver lo que estoy viendo esta noche”, dijo el élder Holland con emoción al comienzo de su discurso. (Transcripción del discurso de Bangkok grabado por la autora el 20 de abril de 2018)
El presidente Nelson habló sobre el templo que pronto se construiría en Bangkok y prometió que lo harían tan pronto como se pudiera. Y le instó a la numerosa congregación: “Pero depende de ustedes edificarse así mismos hasta el punto en que puedan ir al templo”. “Prepárense para ser obedientes a los mandamientos de Dios, Dejen de hacer las cosas que no deben y comiencen a hacer las que sí deben realizar [… ] Al prepararse para ir al templo, lo harán ustedes y sus familias para recibir todas las bendiciones que Dios tiene reservadas para Sus fieles hijos”. (Devocional de Bangkok, transcripción del mensaje, 20 de abril de 2018).
A lo largo del viaje el Élder Holland tuvo una posición única desde la cual observar al profeta: “Cuando el presidente Nelson estaba en el púlpito, casi más fácil que verlo a él era observar a la audiencia y ver cómo lo miraban”, dijo él. “Tenía mis impresiones de él, y mis sentimientos sobre lo que estaba diciendo, simplemente viendo los rostros de los asistentes y sus reacciones.
“Soy miembro de esta Iglesia como muchos más”, continuó, “y Russell M. Nelson es mi profeta y el de ellos también. Estoy tan embelesado como ellos de saber que este es mi profeta, que este es mi presidente. Los miembros de la Iglesia de cada uno de esos lugares estuvieron con él solo una vez, y Pat y yo estuvimos junto a él más de media docena de veces seguidas. En cierto sentido estábamos igual que los miembros de la Iglesia, solo que teníamos un asiento de primera fila y eso nos encantaba todo el tiempo”. (Taylor, “Experiencias desde el ‘otro lado’ del púlpito”, págs. 3 y 4)
Los Nelson y los Holland mantuvieron un ritmo agotador, y como explicó Wendy Nelson, “no teníamos tiempo para recuperarnos de los cambios de los husos horario”. Hablaron y se reunieron con miles de miembros de la Iglesia, incluso en los hogares de algunos de ellos, abrazaron a cientos de niños, estrecharon innumerables manos y fueron fotografiados constantemente, todo para comunicar un mensaje fundamental que el presidente Nelson dejó en claro: “Nuestro mensaje al mundo es sencillo y sincero: Invitamos a todos los hijos de Dios en ambos lados del velo a venir a su Salvador, recibir las bendiciones del santo templo, tener gozo duradero y hacerse merecedores de la vida eterna”. (Ver Nelson, “Trabajemos hoy en la obra”; también transcripciones de mensajes de la Gira Ministerial Global)
El viaje fue agotador para todos, pero no tanto para un hombre de noventa años que era parte del grupo. Y también fue rejuvenecedor estar con los miembros de la Iglesia en esos lugares. “Expansión” es como lo describió el presidente Nelson. “Disfrutamos de conocer a la gente, eso nos dio energía. Aprendimos sus nombres, su cultura, su idioma”.
Apodada como la “Gira Ministerial Global” ese viaje en realidad fue eso. El recogimiento de Israel, el recogimiento de aquellos que escucharían la voz del Señor y lo seguirían, estaba en proceso en todo el mundo. Después de presentar la “ministración” en la conferencia general de abril de 2018, el presidente Nelson viajó por todo el mundo para mostrar cómo se debería hacer.
“¿Les gustaría formar gran parte del desafío más grande, de la causa más sublime y de la obra más grandiosa de la tierra hoy en día?”. —Presidente Russell M. Nelson y la hermana Wendy W. Nelson
El presidente Russell M. Nelson ha estudiado durante muchos años sobre el recogimiento de Israel a ambos lados del velo, y ha hablado de ello con frecuencia. Su discurso de la conferencia general de octubre de 2006, “El recogimiento del Israel disperso”, fue un reflejo de los innumerables mensajes que había dado a lo largo de los años en lugares menos públicos sobre ese mismo tema. El tema lo atraía y volvía a él una y otra vez.
Mientras servía como Presidente de Misión en Dallas, Texas, el Élder Brian K. Taylor, de los Setenta, asistió a un seminario para presidentes de misión en el Medio Oeste con el Élder Nelson como autoridad presidente. “Dijo que había estado esquiando con el presidente Uchtdorf esa mañana, luego tomó un vuelo y llegó al seminario a tiempo para enseñarnos durante dos horas seguidas sobre el recogimiento de Israel. Eso me abrió los ojos al recogimiento (de Israel) de una manera nueva”. (Conversación con la autora del 5 de junio de 2018)
En repetidas ocasiones el presidente Nelson enfatizó cuán vital es la doctrina del recogimiento (de Israel) para la Iglesia del Señor. ¿Por qué? “Porque el recogimiento de Israel es necesario para preparar al mundo para la Segunda Venida”, dijo a los nuevos presidentes de misión el 26 de junio de 2013. “La salida a la luz del Libro de Mormón es una señal tangible para el mundo de que el Señor ha comenzado a recoger a Israel y a cumplir los convenios que hizo con Abraham, Isaac y Jacob. ¡No solo enseñamos este concepto, sino que también participamos en él! Lo hacemos al ayudar a reunir a los elegidos del Señor en ambos lados del velo”. (Nelson, “El Libro de Mormón, el recogimiento de Israel y la Segunda Venida”)
Por lo tanto, no fue una sorpresa para nadie saber quiénes prestaron atención a esas enseñanzas del presidente Nelson a lo largo de los años cuando él y la hermana Nelson abordaron ese tema en un devocional mundial para los jóvenes de la Iglesia el 3 de junio de 2018. Hablando como un equipo, comenzando con el presidente Nelson, seguido por la hermana Nelson, y luego nuevamente por el presidente para concluir, invitaron a todos los jóvenes de la Iglesia entre las edades de doce y dieciocho años a “alistarse en el batallón de jóvenes del Señor”, para ayudar a recoger a Israel.
La hermana Nelson preguntó a los jóvenes si alguna vez se habían preguntado por qué no habían nacido en la década de 1880, o dentro de treinta años para ese propósito. “¿Por qué están aquí en la tierra en este momento?”, preguntó ella, y luego compartió una experiencia que había tenido en Moscú, Rusia, el 15 de junio de 2013, que le abrió los ojos y literalmente cambió su visión de la vida en los últimos días.
Cuando comenzó a dirigirse a un grupo de unas cien hermanas de la Iglesia rusas, se encontró a sí misma diciendo algo que no había previsto. “Me gustaría llegar a conocerlas por su linaje”, empezó ella diciendo. Les pidió que por favor se pusieran de pie cuando se mencionara la tribu de Israel que representara el linaje declarado en su bendición patriarcal. Benjamín Dan Rubén Neftalí Zebulón Y así y así. Ella y todos los demás observaron con asombro cómo las mujeres de todas las tribus se pusieron de pie, excepto de la de Leví. Miembros de once de las doce tribus de Israel estuvieron representados en esa pequeña audiencia en la ciudad capital de Rusia ese día.
Esa tarde, ella y el presidente Nelson volaron a Ereván, Armenia, y allí conoció a un joven élder (de Gilbert, Arizona, de todos esos lugares) que era de la tribu de Levi. Así que en un período de veinticuatro horas conoció a alguien perteneciente a cada una de las doce tribus.
“Ahora bien, cuando era pequeña y asistía a la Primaria en Raymond, Alberta, Canadá, aprendí que en los últimos días —antes de la segunda venida del Salvador— las doce tribus de Israel serían recogidas”, les dijo ella a los jóvenes. ¡Así que imaginen lo que fue para mí estar con miembros de todas las doce tribus de Israel en un período de tiempo de 24 horas!
En ese devocional mundial, ella le cedió de nuevo el lugar en el púlpito a su esposo diciéndole a los jóvenes: “En la vida premortal, ustedes y yo nos comprometimos a llevar a cabo una gran obra mientras estemos aquí en la tierra. Y con la ayuda del Señor, ¡lo lograremos!”.
El presidente Nelson se basó en la experiencia de su esposa y declaró que estos son los últimos días, que el Señor está acelerando Su obra para recoger a Israel, y que “si eligen hacerlo, si lo desean, pueden formar gran parte de él. Pueden formar parte de algo grandioso, algo espectacular, ¡algo majestuoso!”.
Enseñó a los jóvenes que recoger a Israel esencialmente significa dar a cada uno de los hijos del Padre Celestial, en ambos lados del velo, la oportunidad de escuchar el mensaje del evangelio restaurado de Jesucristo, y decidir por sí mismos si quieren saber más. Luego planteó la siguiente pregunta: “¿Les gustaría formar gran parte del desafío más grande, de la causa más sublime, y de la obra más grandiosa de la tierra hoy en día?” Si ellos aceptaran cinco desafíos, dijo él, estarían mejor preparados para ayudar a recoger a Israel:
- Desconectarse por siete días de las redes sociales.
- Hacer un sacrificio semanal de tiempo para el Señor, durante tres semanas seguidas.
- Mantenerse en el camino de los convenios. Si se han apartado, vuelvan inmediatamente al camino del arrepentimiento.
- Oren diariamente para que todos puedan recibir las bendiciones del Evangelio.
- Destaquen; sean diferentes. Sean una luz para el mundo. Establezcan una norma. Obtengan una copia del folleto Para la fortaleza de la juventud.
El presidente Nelson concluyó con la invitación a unirse al batallón de jóvenes del Señor. “Ustedes están entre lo mejor que el Señor jamás ha enviado a este mundo” les aseguró él. “¡Ustedes tienen la capacidad de ser más inteligentes y sabios y tener un impacto más grande en el mundo que cualquier generación anterior!”. (Presidente Nelson y hermana Nelson, “Juventud de Israel”)
Las reacciones fueron rápidas, potentes y perdurables. Después de la reunión muchos jóvenes eliminaron sus aplicaciones de redes sociales antes de llegar a casa. Otros hablaron al respecto públicamente, o para publicar sus sentimientos se conectaron en línea al sitio web para jóvenes de la Iglesia o en otras ubicaciones. Un joven que iba a salir a su misión en Filipinas dijo que había renunciado a un tiempo preciado para estar con su familia en un lago cercano, uno que era el favorito de ellos, durante las últimas dos semanas antes de ir a su misión y, en cambio, había optado por ir al templo todos los días; y que así se había sentido mucho más preparado para entrar en el campo misional. Otro joven, un presbítero, habló elocuentemente en la reunión sacramental sobre la invitación de unirse al batallón de jóvenes del Señor y luego declaró: “Presidente Nelson, mi respuesta es sí, sí quiero ser parte del batallón de jóvenes del Señor”. Más tarde muchos fueron a la sección de los Jóvenes en lds.org para registrar sus reacciones y experiencias:
- “Realmente disfruté el consejo del presidente Nelson de tomar un descanso de las redes sociales. Descubrí que cuando tomé en cuenta su consejo, vi que me sentía diferente y quise extender mi ausencia de las redes sociales por un mes y ver qué pasaba”.
- “Gracias presidente Nelson por ser tan claro y nítido sobre lo que los jóvenes debemos hacer y por qué se nos necesita. Hay tantos mensajes confusos en las redes que distorsionan por qué vinimos a la Tierra y para qué nos enviaron aquí. Esos mensajes aclararon mi confusión e hicieron que compartir el Evangelio fuera una misión emocionante para lograr en lugar de una carga”.
- “He estado en una extraña depresión espiritual desde hace un tiempo. Me obsesioné tanto con mis calificaciones y mi trabajo que perdí la concentración y un tiempo valioso […] Por poco y no voy este devocional […] ¡Pero estoy tan contenta de haber ido! […] Empecé a llorar desde el primer himno. Estoy de vuelta a tono con el Espíritu y puedo sentir que el sol brilla en mi alma todos los días. ¡Ya han pasado algunos meses y estoy eternamente agradecida! ¡Gracias, presidente Nelson y hermana Nelson, por responder las preguntas y las oraciones de todos nosotros! ¡Los amamos y los sostenemos!”.
- “Yo había estado posponiendo durante una semana ver ese devocional. Porque supe en cuanto lo vi que sería responsable de mis acciones, ya sea viviendo lo que usted ha enseñado tan diligentemente o dejando de lado lo único que realmente debería importar en mi vida. No quiero entrar en detalles, solo quiero agradecerle por compartir ese mensaje. Es justo lo que necesito para poner mi vida en orden”.
- “Nunca me había sentido tan inspirado en el transcurso de toda mi vida. Si bien este es un movimiento mundial, siento que también es un llamado personal”.
El ayuno de las redes sociales, en particular, provocó cientos, si no miles, de comentarios a lo largo del tiempo:
- Fue increíble!!! ¡Fui a mi teléfono, deshabilité mi cuenta y eliminé la aplicación de mi teléfono! ¡Estaba emocionado para ver cuán rápido me daría cuenta de la diferencia que se manifestaría en mí al seguir la invitación del presidente Nelson! ¡Y eso pasó casi de inmediato! ¡Fue increíble para mí sentirme mucho más feliz de lo que estaba, y de lo bien que iban las cosas en casa! ¡Disminuyeron las discusiones que tenía con mi mamá y con mis hermanos! ¡Estaba tan sorprendido que decidí agregar OTRA semana a mi ayuno de las redes!
- ¡FUE SIN DUDA UN DESAFÍO PARA LOGRARSE! Terminé el mío ayer y, sorprendentemente, ya no sentí la necesidad de reinstalar todas mis aplicaciones de redes sociales. Los primeros días de mi ayuno de las redes se sintieron como una pura tortura, pero a medida que pasaban los días me di cuenta de cuánto tiempo pasaba buscando y leyendo cosas que no me ayudaban en absoluto.
- Escucho a todas las personas decir lo increíble que fue, y me río para mis adentros porque durante la primera mitad de la semana literalmente odié MUCHO el ayuno de las redes. Pensé en renunciar, y la única razón por la que no lo hice fue porque le dije a Dios que lo haría y no quería decepcionarlo; pero sí, los primeros 3 o 4 días fueron probablemente los peores que he tenido en mucho tiempo, pero me di cuenta de que estaba logrando mucho progreso. Fui al lago dos veces, al templo dos veces, leí 25 capítulos del Libro de Mormón, cambié el aceite de mi auto, tomé algunas siestas increíbles, salí con tres amigos diferentes y, literalmente, logré mucho progreso. El hacer ese ayuno de las redes sociales me hizo darme cuenta de que fue la primera vez en que yo escuchaba y seguía el consejo de los profetas; y me ayudó mucho a obtener un testimonio de que aplicar sus palabras a mi vida será una gran bendición para mí. Eso me ha demostrado que el presidente Nelson es verdaderamente el profeta de Dios en la Tierra y que realmente habla con el Padre Celestial y recibe revelación para nuestra Iglesia.
El primer paso para movilizar a los jóvenes de la Iglesia para ayudar a recoger a Israel, fue invitarlos a experimentar lo que se siente al desconectarse del tira y afloja de las voces del mundo. Y para algunos eso fue tanto revelador como transformador.
Como comentó el Élder Brian K. Taylor, de los Setenta: “¡Imagínense, el presidente Nelson tomó una de las doctrinas más difíciles de enseñar, el recogimiento de Israel, y la hizo relevante para los adolescentes!”. (Conversación con la autora el 5 de junio de 2018)
“Creo que mi esposo esperaba una respuesta más concreta de mi abuelo, pero luego, cuando él lo puso en perspectiva, pensó que lo que le dijo era exactamente lo que tenía que hacer”. —Nieta Katie Irion Owens
En ninguna otra manera el presidente Russell M. Nelson estuvo más involucrado y más conectado que con su propia familia en su firme decisión de hacer lo que el Señor necesitaba y quería que él hiciera. Con el aumento de las exigencias como Presidente de la Iglesia, su horario y su comunicación con la gente lo obligaron a cambiar algunas cosas. Pero permanecieron intactas las tradiciones familiares importantes. Hijos, nietos e incluso bisnietos sabían que, si le enviaban un mensaje de texto a su abuelo, él respondería, sin importar en qué parte del mundo se encontrara. Los líderes de la iglesia que lo hospedaron en varios países lo vieron con frecuencia sacar su teléfono, llamar a un miembro de la familia y con Wendy cantar “Feliz cumpleaños” para algún miembro de su enorme clan. Los miembros de la familia programaron bendiciones, bautismos, ordenaciones, sellamientos e investiduras de tal manera que él y Wendy pudieran estar allí. Para ellos, él seguía siendo su “papá” y su “abuelo”.
“Mi abuelo nos alienta tanto”, dijo Katie Irion Owens. “Siempre ha sabido qué decir. Cuando está de viaje y se encuentra con alguien que conoce a un miembro de la familia, entonces recibimos un correo electrónico o un mensaje de texto para informarnos al respecto. Dirá algo así: ‘Como abuelo, eso me hace sentir henchido de satisfacción’. Como nieta, escuchar eso es algo muy entrañable. Siempre está de nuestro lado, y nos hace sentir que podemos enfrentar cualquier cosa”. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
Durante la asamblea solemne de la conferencia general de abril de 2018, cuando se invitó a las jóvenes a ponerse de pie, Ashlyn Owens estaba entre los asistentes y llamó la atención de su bisabuelo. “Me sonrió y me hizo un pequeño saludo con la mano, y comencé a llorar. Me encantó dar mi voto de sostenimiento para mi bisabuelo”. (Comentarios en el devocional del noventa y cuatro cumpleaños del presidente Nelson, grabado por la autora el 9 de septiembre de 2018)
Stephen McKellar, ahora cirujano del corazón en la Universidad de Utah, y que se especializa en trasplantes de corazón y pulmón, así como en corazones artificiales, a menudo llega a los eventos familiares con el cabello desordenado, que es propio de alguien que ha usado un gorro quirúrgico todo el día. Su abuelo le preguntará con gran interés: “Dime qué hiciste hoy”.
“Ser cirujano en los años cincuenta, sesenta y setenta es muy diferente a la actualidad”, dijo el Dr. McKellar, “y él siempre está interesado en lo que estoy haciendo y cómo lo estoy haciendo. Siempre he sentido que él es uno de mis mayores animadores. Me convenció a lo largo de los años de que no había nada que yo no pudiera lograr. Junto con mi cónyuge y mis padres, él ha sido la persona más influyente en mi vida. Cuando terminé mi capacitación, me llevó aparte, me dio un maletín y me dijo: ‘Necesitarás esto cuando comiences a ejercer tu carrera’. Ese fue un momento muy emotivo para los dos que nunca olvidaré”. (Church News/KSL, entrevista del 11 de enero de 2018)
Sin embargo, los miembros de la familia no dejaron de sentir los efectos por la mayor popularidad de su padre, así como por la pesada carga que él llevaba. “Derramé lágrimas de amor por él y de preocupación también por las cargas adicionales que ahora tendría que llevar”, dijo Gloria Irion desde su casa, al otro lado de la calle del Templo de Nauvoo, donde su esposo era Presidente del Templo con ella como Directora de las obreras del templo cuando su padre se convirtió en Presidente de la Iglesia. “Pero su familia ha sido testigo de cómo ha sido preservado y preparado”, admitió ella. (Conversación con la autora el 8 de mayo de 2018) Muchos miembros de la familia tuvieron la misma experiencia, sentirse ambivalentes entre el gozo de ver a los miembros de la Iglesia conocer y apreciar mejor a su padre y abuelo y la preocupación por la carga adicional que él llevaba. Pero también hubo privilegios, y un mayor entendimiento sobre el reino del Evangelio en crecimiento.
Durante muchos años los miembros de la familia habían sido bendecidos por las asignaciones del patriarca de su familia en todo el mundo. Prácticamente en cualquier lugar al que cualquiera de ellos viajara, él había estado allí y había dejado su huella. “Crecí escuchando historias sobre el establecimiento de la Iglesia en los países del bloque orientar’, dijo Stephen McKellar, “y cuando fui a una reunión en Praga, por mi profesión, él dijo: ‘Mis huellas están por toda esa ciudad’. Recuerdo claramente que me dijo en una conversación cuando yo era niño: ‘Stephen, estas son algunas de las personas más limpias moralmente del mundo’. Eso me dio una visión más amplia de la obra de Dios”. (Church News/KSL, entrevista del 11 de enero de 2018)
Russ Jr. era un adolescente cuando acompañó a su padre en un viaje a Europa del Este. “Tuve que repartir la Santa Cena en Praga, Checoslovaquia, a finales de los años ochenta”, dijo él. “La Iglesia era nueva allí y yo era uno de los dos que repartieron la Santa Cena a unas veinte personas. Eso me dejó una impresión muy profunda, y me confirmó que la Iglesia es más que un lugar al que vamos o algo que hacemos en la vida, es parte de nosotros”. (Church News/ KSL, entrevista en enero de 2018)
Cerca del final de una subsiguiente misión de Russ Jr. en Rusia, donde prestaba servicio misional, él estaba ayudando a preparar a los miembros y a otras personas para la llegada de su padre a esa ciudad. “Estaba yo teniendo una entrevista en una estación local de radio”, dijo, “explicando la importancia de que un miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles viniera a nuestra ciudad, cuando me di cuenta de que era de mi papá de quien estaba yo hablando. Esa fue una de las primeras veces en que sentí unida a mí la magnitud del llamamiento de mi padre”. (Church News/KSL, entrevista en enero de 2018)
A medida que crecía la posteridad del presidente Nelson, y los nietos y bisnietos comenzaban a llegar a la edad adulta, su familia enfrentó los mismos desafíos que tienen la mayoría de las familias. Y con la gran cantidad de personas que la forman (en el momento de escribir este artículo, más de 220), seguramente habrá decepciones, pruebas y contratiempos. Si bien varias nietas eligieron servir en misiones de tiempo completo, no todos los nietos en edad misional eligieron servir en una; y no todos los nietos que comenzaron una misión la terminaron. Si bien la mayoría de los nietos se casaron en el templo y, posteriormente, con el nacimiento de sus hijos fueron ejemplos de una paternidad digna y participativa, un par de nietos abandonaron la actividad en la Iglesia y algunos otros lucharon con preguntas y dudaron de tener un testimonio de la Iglesia.
Dos hijas lidiaron con el divorcio, que en ambos casos resultó para su bien. Los desafíos graves de salud fueron una parte constante en la vida de algunos de ellos, en cada generación, y, como reflejo de los tiempos en que vivimos, los problemas de identidad de género estuvieron presentes entre los nietos. Sin embargo, la fortaleza de la extensa familia Nelson proporcionó una defensa para eso, y también un lugar de seguridad para aquellos que optaron por buscarla, lo que la mayoría hizo.
Además, cuando el presidente Nelson se enfrentaba a los desafíos que tenían los miembros de la familia, tendía a verlo en perspectiva. “Mi esposo tiene una gran confianza en sus hijos, como padres, abuelos y bisabuelos de su posteridad”, explicó Wendy Nelson. “Él confía en ellos para que provean, fortalezcan y guíen a sus hijos. Naturalmente, él también hace todo lo que puede para ayudarlos. Y tiene fe en que, con el tiempo, el Señor lo ayudará incluso con los desafíos más serios de su familia”.
A través de todas las alegrías y desafíos, los miembros de la familia continuaron aprendiendo de la vasta experiencia de su patriarca, algunas de ellas inmensamente prácticas. El esposo de Katie Irion Owens, Casey, un médico especializado en gastroenterología, llamó aparte al abuelo de su esposa en una reunión familiar y le preguntó cómo había manejado todo cuando era un joven médico, un padre y un miembro de la Iglesia en la que además pidió servir de muchas maneras. El consejo del presidente Nelson como abuelo fue directo: “Cuando pones al Señor primero, obtienes una gran perspectiva y todo cae en el lugar que le corresponde”. Katie dijo después: “Creo que mi esposo esperaba una respuesta más concreta de mi abuelo, pero luego, cuando él puso eso en perspectiva, pensó que lo que le dijo él era exactamente lo que tenía que hacer”. (Church News/KSL, entrevista del 10 de enero de 2018)
Poner al Señor en primer lugar siempre había incluido, para el presidente Nelson, a su familia. En un devocional familiar, la noche de su cumpleaños noventa y cuatro, él y Wendy llegaron a las 5:00 p. m. para ese evento que comenzaría hasta las 6:30 p.m. para asegurarse de que pudieran saludar a todos los miembros de su gran familia a medida que llegaran. Durante una hora y media estuvo de pie para dar la bienvenida, abrazar y, a su manera única, animar a cada hijo, nieto y bisnieto, a cada yerno, nuera y persona que se había casado con alguno de la familia Nelson. Su naturaleza de ministrar a cada uno de ellos no se vio disminuida en lo más mínimo por el hecho de que ahora tenía que preocuparse también por toda la Iglesia.
El presidente Nelson y su esposa en la celebración de su cumpleaños noventa y cuatro, el 9 de septiembre de 2018.
“Vivimos en la era más crucial de la historia del mundo”. —Presidente Russell M. Nelson
Las filas de personas comenzaron a formarse temprano el sábado 15 de septiembre de 2018 alrededor del Safeco Field, el hogar icónico de los Marineros de Seattle. Uno casi esperaría que Kevin Costner saliera del banquillo de jugadores mientras el estadio se llenaba hasta casi toda su capacidad con lo que sería el evento no deportivo más grande jamás realizado allí. “Si lo construyes, [ellos] vendrán”, escuchó Costner que le decía una voz a su personaje en la película clásica de 1989: Field ofDreams (Campo de sueños, en español), sobre un granjero de Iowa que despejó un campo de maíz para construir un estadio de béisbol.
En cambio, fue un profeta de noventa y cuatro años y su esposa quienes emergieron del túnel opuesto a la primera base yendo hacia la gran tribuna construida en la segunda base y pasando junto a 2.200 laureles y presbíteros, que estaban sentados en el campo interior. No importa que Seattle fuera una de las ciudades menos religiosas y estuviera en uno de los Estados menos religiosos de los EE. UU. (Según una encuesta de Gallup de 2017, el 47 % de los adultos de ese Estado dice que “la religión no es importante para ellos, y que rara vez o nunca asisten a los servicios de su iglesia)”. Cuando los líderes de la Iglesia en el área de Seattle supieron que el presidente Nelson y su esposa, junto con el presidente Henry B. Eyring, visitarían su ciudad, buscaron la instalación más grande que pudieron encontrar, confiados en que los miembros la llenarían hasta el tope. Y en un frío y lluvioso sábado por la noche, 49.089 personas asistieron, llenando ese gran estadio de béisbol.
Antes del devocional, el presidente, su esposa y el presidente Eyring hablaron brevemente y saludaron a más de doscientos invitados en una recepción para líderes religiosos y de la comunidad local. El presidente Nelson les agradeció por sus contribuciones a la gran comunidad de Seattle y pronunció una bendición sobre los encargados de tomar decisiones para esa ciudad.
Ellos compartieron ese hecho a través de las redes sociales mientras la gran multitud que llenaba el parque esperaba ansiosamente que apareciera el Presidente de la Iglesia. En varios momentos, durante esa noche, el hashtag #siguealprofeta fue tendencia entre los diez primeros de Twitter en el país.
Durante el devocional el presidente Eyring dio su testimonio de que el Señor “dirige a Su profeta, incluso hasta en los detalles de Su reino”, y que los miembros pueden “gozarse de los nuevos mensajes que vienen de Dios por medio del profeta”. El Evangelio no cambiará, aseguró a la gran audiencia, “pero necesitaremos revelación personal para sentir la mano del Señor cuando Él cambie las formas prácticas de hacer las cosas por medio de Su profeta. También se necesitará revelación personal para poder ver que una nueva manera de hacer las cosas es mejor que las formas que antes hemos disfrutado”. Su resumen fue claro: El privilegio de escuchar “la palabra de Dios por medio de un profeta viviente” dijo él, “es uno de los grandes gozos de ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.
La hermana Nelson compartió su gran testimonio con el que el Señor la había bendecido acerca del llamamiento profético de su esposo, pero no sin antes comentar sobre ese inusual lugar: “Por alguna razón, la canción ‘Take Me Out to the Ball Game* (Llévame al juego de pelota) sigue viniendo a mi mente”, bromeó ella. “Y tengo antojo de un hot dog (perrito caliente)”.
Precisamente el domingo anterior el presidente Nelson había celebrado su cumpleaños noventa y cuatro. Estando todavía en el tiempo de reflexión que suelen traer los cumpleaños, él ofreció a la numerosa audiencia del estadio las lecciones que había aprendido durante sus más de nueve décadas de vida. Comenzó relatando el momento en el río Colorado cuando salió despedido de una balsa y casi se ahoga, luego comparó nuestro viaje por la vida con un viaje por el río marcado tanto por hermosas vistas como por rápidos peligrosos.
“Si he aprendido algo en mi vida”, enseñó él, “es que nuestra máxima seguridad y nuestra única felicidad perdurable radican en aferramos a la barra de hierro del evangelio restaurado de Jesucristo; que está completo en sus convenios y ordenanzas. Cuando lo hacemos, podemos navegar con seguridad a través de aguas turbulentas, porque tenemos acceso al poder de Dios”.
El presidente Nelson continuó proclamando que: “Vivimos en la era más crucial de la historia del mundo”. Desde el principio de los tiempos, los profetas han previsto nuestros días, y han profetizado acerca de lo que ocurrirá durante este período final antes de que el Salvador regrese”. Como Iglesia, dijo él, “debemos estar haciendo lo que el Salvador desea que hagamos. Y como pueblo, debemos lucir y actuar como verdaderos seguidores de Jesucristo”.
Suplicó a la numerosa audiencia que no permitieran que las tentaciones del mundo “los distraigan de la verdadera razón por la que están aquí en el planeta Tierra”. La verdadera razón, declaró él, era determinar si “usarán su albedrío para escoger a Jesucristo y Su evangelio”.
Los miembros de la Iglesia, jóvenes y mayores, se sintieron conmovidos por vivir esa experiencia. “Fuimos parte de la historia” dijo una mujer, quien con su esposo había llevado al estadio a seis de sus siete hijos para escuchar al profeta. “Nuestros hijos recordarán eso para siempre”. Y otro asistente se hizo eco de los sentimientos de muchos cuando dijo que cuando el presidente Nelson ingresó al Safeco Field, el estadio se convirtió en “tierra sagrada”. (Ver Weaver, “Seattle crowd”)
“Una pregunta con la que hemos lidiado es cómo llevar el Evangelio en su pureza básica, y las ordenanzas con su eficacia eterna a todos los hijos de Dios sin que los aros de baloncesto se interpongan en el camino”. —Presidente Russell M. Nelson
Como presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, el presidente Nelson alentó frecuentemente las conversaciones con sus hermanos Autoridades Generales sobre el “desequilibrio entre lo que estamos haciendo como Iglesia y lo que debemos hacer”, como él lo describió.
Aquellos que pasan por las capillas de los Santos de los Últimos Días, o ingresan a ellas, ven hermosos jardines, agradables estacionamientos y hermosos edificios con canchas de baloncesto en el interior. Y, sin embargo, la mayoría de la gente de esta Tierra vive en China, India y el Medio Oriente, áreas donde miles de millones viven apretujados, de pared a pared.
“Una pregunta con la que hemos lidiado”, dijo el presidente Nelson, “es cómo llevar el Evangelio en su pureza básica, y las ordenanzas con su eficacia eterna a todos los hijos de Dios sin que los aros de baloncesto se interpongan en el camino. Nos hemos acostumbrado a una iglesia como algo que ocurre en nuestros centros de reuniones, respaldado por lo que ocurre en el hogar. Necesitamos un cambio completo, donde tengamos una iglesia centrada en el hogar y apoyada por lo que sucede dentro de nuestros edificios. Los únicos edificios que son absolutamente esenciales son los templos, los centros de estaca y las capillas son solo un lujo. Ese desequilibrio está muy alto en nuestra lista de preocupaciones. Un hombre musulmán lo dijo de esta manera: ‘Cuando su cristianismo sea lo suficientemente sencillo como para poder llevarlo conmigo en la parte trasera de un camello, entonces estaré interesado’. La fe, el arrepentimiento, el bautismo, la investidura y la ordenanza del sellamiento son esenciales. Todo lo que ustedes verán que sucede en la Iglesia, de ahora en adelante, será en esa dirección”.
En una carta del 29 de junio de 2018, la Primera Presidencia anunció una serie de recursos para ayudar a los miembros de la Iglesia y sus familias a estudiar las Escrituras en casa: Ven, sígueme—Para uso individual y familiar, y esencialmente el enfoque “Ven, sígueme” para el aprendizaje individual y en el hogar. “Vivir y leer la palabra de Dios”, escribió la Primera Presidencia, “edificará la fe en el Padre Celestial y en Su plan de salvación, en el Salvador Jesucristo y Su expiación”.
Durante años los líderes habían hecho hincapié en que el hogar era, idealmente, el lugar principal donde debería tener lugar el aprendizaje del Evangelio. Los líderes esperaban que los miembros de la Iglesia usaran los nuevos recursos para fortalecer su fe, profundizar la conversión y aumentar su conocimiento del Evangelio. (Ver “La Iglesia SUD lanzará el plan de estudios ‘Ven, sígueme”’)
O al menos eso parecía en julio, cuando se anunciaron esos recursos. Pero el impacto total y el propósito de Ven, sígueme—Para uso individual y familiar quedaron claros cuando, en la sesión del sábado por la mañana, de la conferencia general de octubre de 2018, el presidente RussellM. Nelson subió al púlpito del Centro de Conferencias y anunció otra decisión histórica: “Como Santos de los Últimos Días, nos hemos acostumbrado a pensar en “iglesia” como algo que ocurre en nuestros centros de reuniones, respaldado por lo que ocurre en el hogar”, explicó él. “Necesitamos un ajuste a este modelo. Ha llegado la hora de una Iglesia centrada en el hogar, respaldada por lo que se lleva a cabo dentro de los edificios de nuestros barrios, ramas y estaca”. (Nelson, “Observaciones iniciales”). Luego dijo que el Élder Quentin L. Cook explicaría en detalle lo que eso significaba.
En un cambio que se había rumoreado, de una forma u otra durante años, el élder Cook explicó que el bloque de reuniones de tres horas de los domingos se acortaría a partir de enero de 2019 para permitir más tiempo en casa ese día para reuniones familiares y estudio del Evangelio. La primera hora se dedicaría a la reunión sacramental y la segunda a las reuniones de la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes y el cuórum del sacerdocio, todos reuniéndose cada dos domingos, con domingos alternos usando esa hora para la Escuela Dominical. La Primaria se llevaría a cabo durante la segunda hora de cada semana.
“Nuestro propósito es equilibrar las experiencias en la Iglesia y en el hogar de tal modo que aumenten en gran manera la fe y la espiritualidad, y que se profundice la conversión en Nuestro Padre Celestial y en el Señor Jesucristo”, declaró el élder Cook. También subrayó la revelación en curso que había llevado a esa modificación tan significativa: “Al procurar revelación los líderes, la guía recibida en los últimos años es la de fortalecer la reunión sacramental, honrar el día de reposo y alentar y ayudar a los padres y a las personas individualmente a que hagan de su hogar una fuente de fortaleza espiritual y mayor fe; un lugar de gozo y felicidad”.
El élder Cook concluyó con su testimonio de todo lo que había ocurrido y que condujo a ese anuncio: “Les testifico que en las deliberaciones del Consejo de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles en el templo, y después de que nuestro amado profeta solicitó al Señor revelación para proceder con estos ajustes, todos recibimos una poderosa confirmación. Russell M. Nelson es nuestro presidente y profeta viviente. Los anuncios que se han dado hoy resultarán en una profunda bendición para aquellos que con entusiasmo acojan los ajustes y procuren la guía del Espíritu Santo”. (Cook, “Una conversión profunda y duradera al Padre Celestial y al Señor Jesucristo”)
Durante la misma sesión, el élder David A. Bednar agregó su testimonio sobre el horario reestructurado del día de reposo combinado con el énfasis en el aprendizaje del Evangelio en el hogar: “Vivimos en una época singular y de revelación en la Iglesia restaurada de Jesucristo. Los ajustes históricos que se han anunciado hoy tienen solamente un propósito global: fortalecer la fe en el Padre Celestial y Su plan, y en Su Hijo Jesucristo y Su expiación. El horario de las reuniones dominicales no se acortó simplemente. Más bien, ahora tenemos más oportunidades y responsabilidades, de manera individual y como familias, para utilizar nuestro tiempo a fin de mejorar el día de reposo como delicia en casa y en la capilla”. (Bednar, “Reunir todas las cosas en Cristo”)
Fue un cambio histórico, analizado en reiteradas ocasiones durante muchos años, y ahora diseñado con la esperanza de las Autoridades Generales de ayudar a los miembros de la Iglesia a hacer del hogar su lugar principal de instrucción religiosa. “El nuevo curso de estudio integrado, centrado en el hogar y apoyado por la Iglesia, tiene el potencial de desatar el poder de las familias al seguir cada una de ellas dicho curso, de manera consciente y cuidadosa, para transformar su hogar en un santuario de fe”. Prometió el presidente Nelson en sus comentarios finales de la conferencia. “Prometo que a medida que trabajen con diligencia para remodelar su hogar, centrándolo en el aprendizaje del Evangelio, con el tiempo sus días de reposo serán verdaderamente una delicia. Sus hijos estarán entusiasmados por aprender y vivir las enseñanzas del Salvador, y la influencia del adversario en su vida y en su hogar disminuirá. Los cambios en su familia serán notables y duraderos”. (Nelson, “Cómo ser Santos de los Últimos Días ejemplares”)
La respuesta al anuncio abarcó toda una gama de opiniones. Si bien parecía haber una apreciación casi general por un bloque de tiempo más corto los domingos en la Iglesia, algunos padres se sintieron abrumados y preocupados sobre si podrían hacer que el tiempo extra enseñando a sus hijos en casa fuera significativo. Muchas madres en particular sintieron el peso de brindarles a sus hijos experiencias que hicieran la diferencia. Algunos padres con hijos adultos se preguntaban cómo animar a los miembros de la familia que vivían fuera de casa a aumentar y mejorar su estudio del Evangelio. Algunos padres solteros, o miembros de la Iglesia solteros, lucharon con lo que eso significaba para ellos. Otros acogieron con beneplácito el cambio y se dieron cuenta de que ahora tenían tiempo adicional en el día de reposo para servir, estudiar y reflexionar, así como para pasar tiempo con los miembros de su familia. Una hermana resumió los sentimientos de muchos cuando dijo: “Creo que el profeta nos ha hecho darnos prisa. Eso cambió solo una hora menos cada domingo en la Iglesia, pero se siente como un cambio mucho mayor para todos nosotros”.
Para los miembros de la Iglesia, dondequiera que vivieran y cualesquiera que fueran sus circunstancias, ese cambio, comunicado a través de Sus siervos, significó la confianza del Señor en los miembros de Su Iglesia para dar un gran paso adelante en su propia adoración personal.
“No es un cambio de nombre. No es un proceso de cambio de marca comercial. No es algo cosmético. No es un capricho. Y no es intrascendente. Antes bien, es una corrección”. —Presidente Russell M. Nelson
Bajo el liderazgo del presidente Nelson siguieron existiendo nuevas áreas de énfasis. El jueves 16 de agosto de 2018 la Iglesia emitió un comunicado de prensa dirigido principalmente a los medios de comunicación que llamó la atención no solo de los periodistas, sino también de los miembros de la Iglesia, e incluso del público en general. Las primeras líneas no dejaron dudas sobre dónde se originó la declaración y por qué: “El presidente Russell M. Nelson, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ha hecho la siguiente declaración con respecto al nombre de la Iglesia: ‘El Señor ha grabado en mi mente la importancia del nombre que ha revelado para Su Iglesia, sí, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Tenemos trabajo por delante para ponernos en armonía con Su voluntad. En las últimas semanas, varios líderes y departamentos de la Iglesia han iniciado los pasos necesarios para hacerlo’”. (“El nombre de la Iglesia”)
La declaración incluía una guía de estilo que explicaba que el profeta José Smith recibió el nombre completo de la Iglesia por revelación en 1838, y que los escritores y otras personas que hagan referencia de la Iglesia deben usar su nombre completo siempre que sea posible, aunque también podría denominarse como la “Iglesia de Jesucristo” o la “Iglesia restaurada de Jesucristo”. “Por favor evite usar la abreviatura ‘SUD’ o el apodo ‘Mormón’ como sustitutos del nombre de la Iglesia, como en ‘Iglesia Mormona’, ‘Iglesia SUD’ o ‘Iglesia de los Santos de los Últimos Días’”.
Cuando se haga referencia a los miembros de la Iglesia se prefiere Santos de los Últimos Días. “Pedimos que no se use el término mormones, aunque la palabra mormones podría usarse correctamente en el Libro de Mormón y en otras expresiones históricas como el de ‘La ruta mormona’”.
El anuncio y la guía de estilo plantearon interrogantes sobre el futuro de los nombres de muchas instituciones conocidas, e incluso famosas, de la Iglesia. La Iglesia institucionalmente fue, en muchos aspectos, la más incumplidora en el uso de esa palabra, pues publicó el Canal Mormón, la película Conozca a los Mormones, la campaña “Soy mormón”, también Mormon.org en la última década, Mensajes mormones, Manos mormonas que ayudan, Mormonandgay.org y el sitio web principal de la Iglesia (lds.org), así como la dirección de todos los correos electrónicos oficiales de la Iglesia (@ldschurch.org). Irónicamente, el anuncio llegó a través de uno de los sitios web oficiales de la Iglesia: mormonnewsroom.org.
Las reacciones fueron rápidas y variadas. Algunos pensaron que era mucho ruido y pocas nueces. A otros les llamó la atención la clara declaración del presidente Nelson de que el Señor le había hablado sobre ese tema. Los escépticos dudaron de que fuera posible hacer los cambios pertinentes. Dijeron que la Iglesia había intentado antes fomentar el uso del nombre completo de la Iglesia, y eso nunca había funcionado.
El presidente Marión G. Romney, de la Primera Presidencia, había dicho en un discurso de la conferencia general de 1979 que el término Iglesia Mormona era inexacto. También en una conferencia general de 1990 el élder Russell M. Nelson volvió a hacer hincapié en la importancia del nombre correcto de la Iglesia. (Véase Nelson, “Porque así se llamará mi iglesia”) Antes de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002, que se celebraron en Salt Lake City, la Primera Presidencia emitió un comunicado oficial, colocado en los centros de reuniones, alentando el uso del nombre oficial completo de la Iglesia, o versiones abreviadas que incluían el nombre de Jesucristo. Más recientemente, en 2011, el élder M. Russell Ballard dijo que el apodo “mormón” era aceptable, pero alentó el uso del nombre oficial completo de la Iglesia y desalentó el uso de “Iglesia mormona”.
A pesar de los escépticos que afirmaron que eso se había intentado antes, y que la palabra Mormón estaba demasiado arraigada en el léxico de la Iglesia y del mundo como para eliminarla con éxito, muchos miembros respondieron rápida y positivamente. Algunos Santos de los Últimos Días cambiaron rápidamente los nombres de sus cuentas de Twitter y de sus páginas de Facebook. Los operadores de los sitios web Santos de los Últimos Días comenzaron a buscar soluciones y alternativas. Muchos respondieron de maneras que sugerían que sentían que algo era diferente esta vez. Como resumió una mujer su reacción: “Parece que el presidente Nelson está diciendo: ‘Basta, ya hemos ofendido al Señor por mucho tiempo al respaldar el uso de apodos que omiten Su nombre”.
En verdad algo era diferente esta vez. En una serie de muchas reuniones, durante los meses anteriores, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles habían analizado ese tema en profundidad, incluso lo difícil que sería efectuar un cambio duradero entre los miembros de la Iglesia, pero estaban de acuerdo en cuanto a su importancia. Consultaron con expertos y también buscaron la guía del Cielo. En última instancia, el presidente Nelson encargó al Cuórum de los Doce que dirigiera el esfuerzo a fin de respetar las instrucciones del Señor sobre cómo se debía llamar a Su Iglesia.
En el seminario para nuevos presidentes de misión de junio de 2018, el presidente Nelson se refirió a la “esperanza de su corazón” de que comenzaríamos a llamar a la Iglesia por su nombre correcto. Otras reuniones de las Autoridades Generales y de los Oficiales Generales enfatizaron la importancia de esa tarea.
Pocos días antes del comunicado de prensa que anunciaba la corrección de rumbo, el presidente M. Russell Ballard convocó a una reunión con los jefes de departamento de la Iglesia y con los líderes de otras organizaciones de la Iglesia para hablar sobre ese próximo anuncio. En esa reunión, el Élder Jeffrey R. Holland declaró que “los nombres importan”, y agregó que “si no tomamos el nombre de Cristo, entonces por eso tomamos cualquier otro nombre”. El élder Dieter F. Uchtdorf enfatizó que las Autoridades Generales mayores estaban unidas en el entendimiento de que, si no estuvieran preparados para llevar a cabo esa corrección de rumbo, entonces no había necesidad de hacer un esfuerzo monumental para hacerlo. Y el presidente Ballard enfatizó ese punto en sus comentarios finales: “Esta es una preocupación revelada para el profeta hoy, y él ha puesto a los pies del Cuórum de los Doce Apóstoles la responsabilidad de hacer que esto suceda”, dijo él. “Nosotros somos La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Nos damos cuenta de que esto no sucederá de la noche a la mañana, pero esta vez el esfuerzo para usar el nombre correcto de la Iglesia no se perderá en la incredulidad”. (Reunión con los jefes de departamentos y organizaciones de la Iglesia el 13 de agosto de 2018. Notas personales de la autora).
Dos días después del comunicado de prensa el presidente Nelson le dijo a un gran grupo de Santos de los Últimos Días en un devocional en Montreal, Canadá, que el nombre de la Iglesia no era negociable, porque el Señor ya nos ha dicho cómo debe llamarse Su Iglesia. “No estamos cambiando nombres”, confirmó él. “Estamos corrigiendo el nombre, eso es lo importante de tener en cuenta”.
En una entrevista con los medios, posterior a ese devocional, él reconoció que iba a ser un desafío quitar las tradiciones de más de cien años, y que no teníamos todas las respuestas, pero que “estamos corrigiendo un error que se ha deslizado a través del tiempo”. También reafirmó que quería tener cuidado de proteger el nombre de Mormón, un profeta y registrador a quien honramos. “Todo lo que sabemos”, dijo, “es que el Señor ha dicho: Así se llamará mi iglesia […] La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’. Eso es suficiente para mí”. (Taylor, “‘Estamos corrigiendo un nombre’“)
Si había alguna duda sobre la seriedad con la que los líderes principales de la Iglesia hicieron esa corrección, esas dudas se disiparon el día anterior a la durante los meses anteriores, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles habían analizado ese tema en profundidad, incluso lo difícil que sería efectuar un cambio duradero entre los miembros de la Iglesia, pero estaban de acuerdo en cuanto a su importancia. Consultaron con expertos y también buscaron la guía del Cielo. En última instancia, el presidente Nelson encargó al Cuórum de los Doce que dirigiera el esfuerzo a fin de respetar las instrucciones del Señor sobre cómo se debía llamar a Su Iglesia.
En el seminario para nuevos presidentes de misión de junio de 2018, el presidente Nelson se refirió a la “esperanza de su corazón” de que comenzaríamos a llamar a la Iglesia por su nombre correcto. Otras reuniones de las Autoridades Generales y de los Oficiales Generales enfatizaron la importancia de esa tarea.
Pocos días antes del comunicado de prensa que anunciaba la corrección de rumbo, el presidente M. Russell Ballard convocó a una reunión con los jefes de departamento de la Iglesia y con los líderes de otras organizaciones de la Iglesia para hablar sobre ese próximo anuncio. En esa reunión, el élder Jeffrey R. Holland declaró que “los nombres importan”, y agregó que “si no tomamos el nombre de Cristo, entonces por eso tomamos cualquier otro nombre”. El élder Dieter F. Uchtdorf enfatizó que las Autoridades Generales mayores estaban unidas en el entendimiento de que, si no estuvieran preparados para llevar a cabo esa corrección de rumbo, entonces no había necesidad de hacer un esfuerzo monumental para hacerlo. Y el presidente Ballard enfatizó ese punto en sus comentarios finales: “Esta es una preocupación revelada param el profeta hoy, y él ha puesto a los pies del Cuórum de los Doce Apóstoles la responsabilidad de hacer que esto suceda”, dijo él. “Nosotros somos La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Nos damos cuenta de que esto no sucederá de la noche a la mañana, pero esta vez el esfuerzo para usar el nombre correcto de la Iglesia no se perderá en la incredulidad”. (Reunión con los jefes de departamentos y organizaciones de la Iglesia el 13 de agosto de 2018. Notas personales de la autora).
Dos días después del comunicado de prensa el presidente Nelson le dijo a un gran grupo de Santos de los Últimos Días en un devocional en Montreal, Canadá, que el nombre de la Iglesia no era negociable, porque el Señor ya nos ha dicho cómo debe llamarse Su Iglesia. “No estamos cambiando nombres”, confirmó él. “Estamos corrigiendo el nombre, eso es lo importante de tener en cuenta”.
En una entrevista con los medios, posterior a ese devocional, él reconoció que iba a ser un desafío quitar las tradiciones de más de cien años, y que no teníamos todas las respuestas, pero que “estamos corrigiendo un error que se ha deslizado a través del tiempo”. También reafirmó que quería tener cuidado de proteger el nombre de Mormón, un profeta y registrador a quien honramos. “Todo lo que sabemos”, dijo, “es que el Señor ha dicho: ‘Así se llamará mi iglesia […] La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’. Eso es suficiente para mí”. (Taylor, “‘Estamos corrigiendo un nombre’“)
Si había alguna duda sobre la seriedad con la que los líderes principales de la Iglesia hicieron esa corrección, esas dudas se disiparon el día anterior a la conferencia general de octubre de 2018, cuando los líderes del venerable Coro del Tabernáculo Mormón anunciaron que se había cambiado el nombre de dicho coro a Coro del Tabernáculo de la Manzana del Templo.
Luego, en la conferencia, el presidente Nelson abordó el tema de frente. Reconociendo que las reacciones al comunicado de prensa anterior sobre el nombre de la Iglesia habían sido mixtas, comenzó diciendo lo que este esfuerzo no era: “No es un cambio de nombre. No es un proceso de cambio de marca comercial. No es algo cosmético. No es un capricho. Y No es intrascendente”, declaró él. “Antes bien, es una corrección”. Es el mandamiento del Señor […] Fue el Salvador mismo quien dijo: ‘Porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, a Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’“. (Nelson, “El nombre correcto de la Iglesia”)
El presidente Nelson dejó muy claro el quid de la cuestión: ¿Qué implica un nombre o, en este caso, un apodo? Cuando se trata de los apodos de la Iglesia, tales como ‘la Iglesia SUD’, ‘la Iglesia mormona’ o ‘la Iglesia de los Santos de los Últimos Días’, lo más importante en esos nombres es la ausencia del nombre del Salvador. Quitar el nombre del Señor de la Iglesia del Señor es una gran victoria de Satanás. Cuando desechamos el nombre del Salvador, desdeñamos sutilmente todo lo que Jesucristo hizo por nosotros, incluso Su expiación”. (Nelson, “El nombre correcto de la Iglesia”)
Eso no fue un cambio, fue una corrección de rumbo, y una que, sin duda, requirió un trabajo pesado. Pero también se prometían bendiciones por respetar al Señor Jesucristo cada vez que se mencionara Su Iglesia. “Les prometo que, si hacemos lo mejor posible por restaurar el nombre correcto de la Iglesia del Señor”, el presidente Nelson concluyó, “Aquel cuya Iglesia esta es derramará Su poder y Sus bendiciones sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días de formas que jamás hemos visto”. (Nelson, “El nombre correcto de la Iglesia”)
El Señor le había hablado a Su profeta, y el presidente Nelson ahora había transmitido el mensaje y puesto en marcha el proceso de corrección de rumbo. “En un día próximo”, dijo él, “informaré de mi mayordomía al profeta José Smith, a Brigham Young, a Spencer W. Kimball y a otros, y quiero poder decirles que he hecho lo que el Señor quería que yo hiciera”.
“Con su permiso, quisiera hablar en español”. —Presidente Russell M. Nelson
La noche del sábado 20 de octubre de 2018 el presidente Nelson subió al púlpito en un gran estadio deportivo en Lima, Perú. Casi 6.000 Santos de los Últimos Días de todas las edades llenaron el Coliseo, y otros 35.000 lo estaban viendo desde varios centros de estaca en todo el Perú. Ya se habían dirigido a la numerosa audiencia el Élder Enrique R. Falabella, presidente del Área Sudamérica Norte, y su esposa, Ruth, el Élder Gary E. Stevenson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, y su esposa, Lesa, y Wendy Nelson. Entonces sucedió algo inesperado, algo casi mágico.
El presidente Nelson comenzó diciendo: “Mi corazón está lleno de sentimientos de amor y gratitud por ustedes”. Les contó a los Santos de los Últimos Días peruanos sobre la reunión con su presidente, el presidente de Perú, esa mañana en el Palacio Presidencial, en Lima. El presidente Martín Vizcarra había agradecido al presidente Nelson que los Santos de los Últimos Días fueran tan buenos ciudadanos, así como la ayuda humanitaria en forma de sillas de ruedas; y otros importantes aportes que la Iglesia había hecho a su país. “Les agradecemos por ser tan buenos ejemplos” dijo el presidente Nelson a los Santos de los Últimos Días reunidos allí. Luego le dio las gracias a su intérprete y le dijo que no lo necesitaría más, y enseguida declaró: “Con su permiso, quisiera hablar en español”.
Desde su privilegiado lugar en el enorme estrado, el élder Stevenson vio la reacción de la gente en todo ese lugar: “Vimos desde el escenario cómo había una completa sorpresa en los rostros de muchos asistentes, y luego las lágrimas comenzaron a fluir”, describió él. “Entonces, sin poder contener su emoción, la audiencia comenzó a aplaudir espontáneamente. Ese fue un momento para recordar”. (Conversación con la autora el 28 de octubre de 2018)
Hubo lágrimas y sonrisas por todos lados. Los esposos abrazaron a sus esposas y las madres se inclinaron y susurraron a sus hijos mientras, por más de veinte minutos, escucharon a su profeta hablarles en su propio idioma. El mensaje del presidente Nelson fue directo y claro: Los animó a guardar los mandamientos, a enseñar el Evangelio a sus hijos, a crecer juntos como familias y a edificar su fe en Jesucristo.
Ese mismo día los Nelson, los Stevenson y los Falabella habían hablado con los misioneros de las cinco misiones del área de Lima que se habían reunido en el centro de estaca más grande de la capital de Perú. “Fui a pescar en julio pasado”, dijo el presidente Nelson a los misioneros, “y no pusimos un gusano en el anzuelo, pero teníamos la esperanza de atrapar un pez. Estábamos en un barco con un buscador de peces. Y fuimos donde estaban los peces. Ustedes son pescadores de hombres, y se les ha asignado a trabajar donde están los peces, porque la mayoría de los que ustedes enseñan en el Perú son del linaje de José. Como explicó la hermana Nelson anteriormente, sus antepasados están llamándoles y rogándoles que encuentren y bauticen, o activen en la Iglesia, a aquellos que harán su obra por ellos. Ustedes están en un campo de trabajo muy productivo”. (Lima, Perú, reunión misional del 20 de octubre de 2018, notas de la autora)
Desde Lima, los Nelson, los Stevenson y los Falabella volaron a La Paz, Bolivia, donde los miembros de la Iglesia asistieron nuevamente en números récord. Más de 9.000 miembros de la Iglesia llenaron un gran estadio deportivo, con otros 15.000 o más viendo el evento en toda Bolivia. La fila de autobuses de 1.5 km de largo (1 milla), con todos los colores del arcoíris y alineados afuera del estadio deportivo, reflejó el esfuerzo de miles de personas que llegaron a pie, en autobús y en todos los medios de transporte imaginables para escuchar al profeta de Dios.
El presidente Nelson había estado en América del Sur muchas veces a lo largo de los años, primero por invitaciones para enseñar la cirugía a corazón abierto y luego durante su ministerio como apóstol. Pero estar ahí como Presidente de la Iglesia era algo nuevo, y aprovechó la oportunidad para ministrar a los Santos de los Últimos Días de la manera en que solo el Presidente de la Iglesia puede hacerlo. Antes de cada devocional estrechó la mano de cientos de misioneros, se reunió con pequeños grupos de jóvenes adultos, de adolescentes y de familias y se acercó a los miembros de la Iglesia jóvenes y mayores por igual.
“Lo que más he experimentado en este viaje es la conexión casi universal que tiene el presidente Nelson con los miembros de la Iglesia”, dijo el élder Gary E. Stevenson. “Sientes que él se comunica bien con los niños. Y en verdad es así. Pero también con la juventud, con los jóvenes adultos y con los jóvenes casados. Y luego ves también lo tierno que es con las personas mayores. La conexión que tiene con cada grupo de edad es profunda; y todos parecen sentir que él es parte de ellos, porque él se acerca a ellos. Siento que he sido guiado en el ministerio”. (Conversación con la autora el 28 de octubre de 2018)
El presidente Nelson se conectó al compartir su amor abiertamente, lo que a menudo también incluía compartir su corazón.
Antes del devocional en Lima, un pequeño grupo de adolescentes tuvo la oportunidad de reunirse con los Nelson, con los Stevenson y con los Falabella. Una adolescente preguntó cómo mantenerse activa y participando en la Iglesia cuando otros miembros de la familia no lo están. El presidente Nelson compartió de buena gana sus propios antecedentes: que no se había criado en un hogar donde se enseñaba el Evangelio, pero que es muy posible tener un testimonio incluso cuando las circunstancias personales de uno no son las ideales. Varios jóvenes se secaron las lágrimas cuando el presidente Nelson dejó esa pequeña reunión para unirse a la gran congregación que lo esperaba.
El presidente Nelson y su esposa saludaron y miles de manos les devolvieron el saludo cuando partían de varios lugares en Lima, La Paz, Asunción, Montevideo y Concepción. Pero los niños cerca de él no siempre eran muy juiciosos, a veces corrían a saludarlo, incluso sorprendiendo a los oficiales de seguridad que estaban cerca. En Asunción, cuando el presidente Nelson y su esposa bajaron del escenario y caminaron hacia la primera fila de la congregación para saludar a los dignatarios del gobierno y a los religiosos que lo habían honrado con su presencia, un grupo de niños vio una oportunidad en eso y juntos corrieron para abrazarlos. Antes de que nadie reaccionara, el presidente Nelson estaba de rodillas rodeado de una docena de niños que lo llenaban de cariño.
“Me tomó totalmente por sorpresa lo que viví en ese viaje”, admitió la hermana Lesa Stevenson. “Por ejemplo, cuando entramos a ese gran coliseo deportivo en La Paz, Bolivia, se palpaba el amor y la alegría que sentía la gente por él, y de él por ellos. En ese momento me di cuenta de que no sabía lo que nos esperaba cuando fuimos invitados a acompañar a Sudamérica al Presidente de la Iglesia y a su esposa. Pensé que lo sabía, pero no era así. Estar con el profeta ministrando a la gente es una experiencia que te cambia”. (Conversación con la autora el 28 de octubre de 2018)
Los diez días del presidente Nelson en América del Sur brindaron otras oportunidades únicas. Estando en Montevideo, él fue entrevistado por Sergio Rubin, biógrafo oficial del Papa Francisco, quien viajó desde Buenos Aires para conocerlo. Rubin es uno de los periodistas más respetados de América del Sur; le hizo preguntas acerca de todo, desde la relevancia de la religión en una sociedad cada vez más secular hasta las opiniones del presidente Nelson sobre el control de armas; sobre la inmigración, el aborto, la poligamia, el matrimonio entre personas del mismo sexo y los derechos de género; y también del papel de la mujer en la Iglesia.
Después de que Rubin le preguntó acerca de los extremistas cuya violencia está motivada por la religión, el presidente Nelson repitió algo que dijo varias veces mientras estuvo en América del Sur: “Las enseñanzas del Señor son claras. No debe haber contención, ni disputas”. Entonces el presidente Nelson agregó rápidamente que los musulmanes sufren injustamente discriminación por los actos de los musulmanes radicalizados. “Ellos son nuestros hermanos y hermanas”, dijo, “y no nos gustan los actos antagonistas entre ellos y nosotros”.
Sobre el volátil tema de la inmigración, el presidente Nelson dijo simplemente: “Enseñamos que debemos construir puentes de cooperación en lugar de muros de oposición”, y agregó: “No me gustan los muros”.
Rubin, que tiene doble ciudadanía, argentina e italiana, preguntó sobre el templo que pronto se dedicaría en Roma, y el presidente Nelson habló de su agradecimiento por “la amabilidad del Papa y del Vaticano. Han sido muy amables y gentiles con nosotros”. Rubin describió el templo de Roma como un “ejercicio de convivencia interreligiosa”.
Cuando Rubin preguntó si la Corte Suprema de los Estados Unidos revocaría las leyes sobre el aborto, el presidente Nelson respondió que la ley actual parecía ser una “ley establecida, y no veo eso como una posibilidad muy probable, pero no obstante enseñamos a nuestra gente a tener respeto por la vida humana desde la concepción hasta la tumba. Es un asunto sagrado, y las personas ofenden al Creador cuando interfieren con Sus planes, por lo que apoyamos firmemente la santidad del cuerpo”. En la segunda pregunta de Rubin sobre ese tema, el presidente Nelson agregó: “Cada cuerpo es un templo de Dios. Como médico, sé que ese pequeño feto tiene vida. Aproximadamente dos semanas después de la concepción, un pequeño corazón comienza a latir. Para nosotros, ese es un sentimiento muy sagrado”.
A la afirmación de Rubin de que la religión está en retroceso en muchas partes del mundo, el presidente Nelson respondió con optimismo: “En términos generales, la familia está bajo ataque y la religión está bajo ataque”, estuvo de acuerdo el presidente Nelson, “pero confiamos en que la familia prevalecerá y la religión prevalecerá”. (Entrevista de Russell M. Nelson con Sergio Rubin del 26 de octubre de 2018, notas de la autora)
Después de la entrevista, Rubin accedió a ser entrevistado por los periodistas que hacían el seguimiento del viaje del presidente Nelson, y así reflexionó sobre su encuentro con el presidente Nelson: “Él es muy amable. Es un hombre de fe, es un hombre del mundo espiritual; y eso significa que se expresa de una manera muy especial, muy humana y mucho más allá de lo humano. Como toda iglesia, La Iglesia de Jesucristo tiene sus peculiaridades y diferencias, pero la verdad es que, en el fondo, todas las religiones tienen las mismas enseñanzas. Las religiones enseñan la paz, la fraternidad. Es bueno que La Iglesia de Jesucristo quiera difundir la espiritualidad en el mundo. La Iglesia muestra características de solidaridad”. (Entrevista de Sergio Rubin con periodistas el 26 de octubre de 2018; archivo de audio en posesión de la autora; véase también Walch, “El presidente Nelson condena la violencia religiosa”)
El presidente Nelson concluyó su visita a cinco países sudamericanos con lo que llamó un “crescendo celestial”: la dedicación del templo en funcionamiento número 160 de la Iglesia, el Templo de Concepción Chile, el domingo 28 de octubre de 2018. El élder Stevenson basándose en ese dicho agregó: “Hoy me sentí absolutamente celestial. Eso fue influenciado por el Espíritu y por la gente y su preparación espiritual”. (Walch, “El presidente Nelson llama a la dedicación del templo de Chile un ‘crescendo celestial’”)
El presidente Thomas S. Monson había anunciado en octubre de 2009 el Templo de Concepción, Chile, pero solo cuatro meses después un fuerte terremoto de 8,8 grados de magnitud sacudió a Chile, lo que retrasó la construcción, pero eso influyó significativamente en una ingeniería única para el nuevo edificio: El templo se construyó principalmente sobre dos cimientos: uno que sostiene el templo y otro que sostiene veinticuatro cojinetes de bolas sobre pedestales que permiten que el templo se mueva o ruede hasta casi dos metros en cualquier dirección en caso de terremoto; tiene grandes amortiguadores en las cuatro esquinas diseñados para frenar la aceleración de cualquier movimiento telúrico. Como resultado, un terremoto de magnitud 10 se sentiría más como uno de magnitud 2 dentro del templo.
Refiriéndose a la dedicación de esa singular estructura, la hermana Wendy Nelson, quien habló en cada reunión con miembros de la Iglesia y con los misioneros, así como en una sesión de dedicación del templo, agregó que su esposo había “visto la fe de la gente. Él ha visto el amor de la gente por el Señor y ahora ha visto el amor de la gente por el templo. Ver eso significa todo para mi esposo”.
Luego del almuerzo VIP el día anterior a la dedicación, la senadora chilena Jacqueline van Rysselberghe compartió con los asistentes sus pensamientos ante la construcción de un templo en Concepción: “Cuando hemos tenido emergencias, y en esta ciudad hemos tenido muchas emergencias”, dijo ella, “muchos miembros de esta Iglesia se ofrecen como voluntarios para ayudar, servir y socorrer en nombre de otras personas. Por lo tanto, lo que vemos aquí hoy, la belleza de este edificio, refleja la belleza de las almas de los miembros de esta Iglesia”. (“El presidente Nelson dedica el Templo de Concepción Chile”)
Dichos comentarios de parte de los respetuosos dignatarios que asistieron a varios eventos con el presidente Nelson, así como la gran cantidad de personas que los Nelson y los Stevenson conocieron en Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Chile, representaron lo que el presidente Nelson sintió como un milagro. El 25 de diciembre de 1925 el Élder Melvin J. Ballard había dedicado en un parque de Buenos Aires, Argentina, la tierra de América del Sur para la predicación del Evangelio. En ese momento no había allí miembros conocidos de la Iglesia. Y aunque el profeta José Smith había profetizado que el Evangelio llenaría América del Norte y América del Sur, el élder Ballard y sus acompañantes completaron sus asignaciones en América del Sur en 1925 sintiendo que no habían logrado abrir el proceso de la conversión de la gente en ningún nivel.
Russell Nelson tenía solo quince meses de edad cuando el élder Melvin J. Ballard pronunció esa oración dedicatoria. Entonces, en el transcurso de la vida del presidente Nelson, América del Sur se había transformado de una tierra donde el Evangelio estaba ausente a un centro de fortaleza de este, con más de cuatro millones de miembros de la Iglesia. Esa tierra había crecido desde “una bellota hasta un poderoso roble”, como lo había profetizado el élder Melvin J. Ballard. América del Sur fue la presentación “A” para la reunión en la que el presidente Nelson habló repetidamente con firmeza y urgencia.
Con más de doscientos países en el mundo, la cantidad de lugares que pudo visitar el presidente Nelson en sus primeros diez meses como Presidente de la Iglesia parecían “una pequeña gota en el océano” admitió él. Pero él no había terminado. “Nos moveremos, pero aún nos faltará mucho más de lo que alcancemos. Pero lo intentaremos. No nos daremos por vencidos aun cuando la tarea es grande”. (Walch, “El presidente Nelson llama a la dedicación del templo de Chile un ‘crescendo celestial’“)
Después de entrevistar al presidente Nelson, cuando se le preguntó a Sergio Rubin cómo podrían los líderes [religiosos] ayudar a las personas a abrazar la religión, él respondió que “la cercanía, el humanismo y el llegar a la gente es muy importante. Los líderes tienen que acercarse a la gente para entender que la religión es un asunto de todos los días. Que es algo normal y que Dios está justo al lado de cada persona. De tal manera que los demás puedan ver a los líderes como personas normales. En el futuro, esa cercanía definirá esta cuestión religiosa”. (Entrevista de Sergio Rubin con periodistas el 26 de octubre de 2018, archivo de audio en posesión de la autora; ver también “Papas y profetas”)
Fue el deseo de acercarse a la gente lo que llevó al presidente Nelson y a su esposa a ir a Sudamérica, donde durante diez días le hablaron a unos 224.000 Santos de los Últimos Días. Y había más por venir. “Somos testigos de un proceso de restauración”, dijo el profeta antes de partir de Concepción, Chile, al concluir su viaje a Sudamérica. “Si ustedes creen que la Iglesia ha sido completamente restaurada, solo están viendo el comienzo. Queda mucho por venir […] Esperen hasta el próximo año. Y luego el siguiente. Tomen sus pastillas de vitaminas, descansen, porque va a ser emocionante”. (“Profeta Santo de los Últimos Días”)
EPÍLOGO
Mientras trabajaba en este libro, tuve el privilegio de unirme al presidente Nelson y a su esposa, junto con otras personas, en una sesión de sellamiento en el Templo de Bountiful, Utah. Ese día actuamos como vicarios para cincuenta matrimonios difuntos que iban a ser sellados. Esto significó, por supuesto, que escuchamos esa sorprendente ordenanza cincuenta veces seguidas. La repetición de esa ordenanza ese día tuvo un efecto en mí: “Escuché” cosas que nunca antes había escuchado, y me encontré reflexionando de una manera nueva sobre las implicaciones de varias palabras y promesas de la ordenanza.
Cuando concluimos, antes de salir de la sala de sellamiento, le hice al presidente Nelson una de las preguntas que yo había estado pensando. Respondió rápidamente y sin disculparse: “No sé la respuesta a eso, Sheri, lo que sí sé es que lo que el Señor tiene reservado para aquellos que hacen y guardan estos convenios con Él, va mucho más allá de lo que podemos comprender en este momento. Gracias a Él, todas las promesas del convenio del sellamiento son posibles”. Mientras hablaba, escuché ecos de: “He aquí, sois niños pequeños y no podéis soportar todas las cosas por ahora; debéis crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad”. (Doctrina y Convenios 50:40)
En ese breve intercambio de palabras, el presidente Russell M. Nelson hizo lo que siempre hacen los profetas: Él testificó de Jesucristo y, en el proceso, dejó entrever la majestad de la eternidad. Esa profundidad de conocimiento, y la promesa de tener más en el futuro, proporciona una seguridad y una confirmación que no se puede encontrar en ningún otro lugar.
No hace mucho escuché a un presidente de misión preguntarle a un grupo de sus élderes y hermanas misioneras cuál pensaban que sería el mandamiento más difícil de vivir después de ser relevados como misioneros de tiempo completo, y luego durante toda su vida. Sus respuestas fueron variadas, y muchas giraron en torno al desafío de vivir la ley de castidad. El presidente de misión escuchó atentamente y, después de que cada uno de los misioneros hubo compartido su respuesta, él dijo: “Cada uno de ustedes tendrá desafíos y, para algunos, las tentaciones con la ley de moralidad estarán entre ellos. Pero los invito a considerar algo: A lo largo del resto de su vida su desafío más difícil probablemente será seguir al profeta. Habrá una brecha cada vez mayor entre su consejo y lo que el mundo insiste en que es aceptable y razonable. Es probable que haya momentos en los que no estén de acuerdo con algo que él diga. Pero espero que recuerden lo que les digo hoy, que su mayor seguridad estará en seguir al profeta. El profeta siempre verá cosas que ustedes no pueden ver y que les ayudarán a evitar trampas que de otro modo no reconocerían a tiempo”.
No hay muchas garantías en esta vida. No hay ningún automóvil que esté hecho con una garantía que cubra todo. Ningún banco puede garantizar que su dinero estará seguro en cualquier circunstancia. Muchos líderes nos han defraudado. Los políticos a menudo no hacen lo que prometieron. En algunas ocasiones, incluso Amazon Prime no entrega a tiempo.
Pero el Señor ha dado a Sus fieles seguidores, a los miembros de Su Iglesia, una garantía firme, una red de seguridad espiritual suprema: que Él escogerá a Su profeta, y que nunca permitirá que ese hombre nos desvíe. En un mundo de voces ruidosas, en competencia y en conflicto y que luchan constantemente por conseguir clientes, seguidores o adherentes a sus puntos de vista (voces para las que el interés propio rige con demasiada frecuencia), esa es una garantía impresionante.
Una de las formas más seguras de seguir, o regresar o permanecer en la senda de los convenios, es seguir al profeta.
Mucho antes de que el élder Nelson se convirtiera en el Presidente Nelson, es decir, antes de que se convirtiera en Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, y mucho antes de que él llegara a ser Presidente de la Iglesia, tuve una experiencia inesperada, y para mí, única: En medio de una noche me desperté de repente, me incorporé en la cama y tuve una de las impresiones más claras de mi vida: “Russell M. Nelson va a ser el Presidente de la Iglesia”. En ese momento eso parecía algo muy curioso. Rara vez he tenido impresiones sobre los llamamientos en la Iglesia antes de que ocurran. Y además, al presidente Monson le estaba yendo bien, y el presidente Boyd K. Packer y el élder L. Tom Perry eran de mayor antigüedad en sus llamamientos al entonces élder Nelson. No estaba segura de lo que debía hacer con esa experiencia. Todo lo que sabía es que debería conservarla y, como María, guardar “todas estas cosas, meditándolas en [mi] corazón”. (Lucas 2:19)
Todavía no entiendo por qué el Señor compartió esa información conmigo esa vez. Pero debido a ese mensaje en medio de esa noche, tuve un testimonio mucho antes de que el presidente Monson muriera de que no solo el presidente Russell M. Nelson era un profeta, vidente y revelador, sino que también se convertiría en el Apóstol de mayor antigüedad y, por lo tanto, en el Presidente de la Iglesia.
Incluso aun con eso, durante los últimos meses, mientras trabajaba en este proyecto, el Espíritu me ha vuelto a dar testimonio repetidamente de que el presidente Nelson es un profeta de Dios. A medida que he examinado tantos detalles de su vida, se ha vuelto aún más claro para mí que el Señor lo ha tenido bajo su tutela desde el primer día de su nacimiento. Él, es decir, el Señor, le ha enseñado, instruido, probado, refinado y guiado una y otra vez.
Doy testimonio del llamamiento profético de Russell M. Nelson. Al igual que los dieciséis hombres que lo han precedido en este oficio, comenzando con el profeta José Smith, y al igual que los que el Señor está preparando incluso ahora para sucederlo, él ha sido preparado y madurado por el cielo para la hora y el tiempo específicos en que su liderazgo se necesita. Estoy segura de eso. Esto no es algo que yo crea, sino que es algo que yo sé.
También estoy segura de que uno de los mayores dones que nos han dado nuestro Padre Celestial y Su Hijo, y una de nuestras mayores redes de seguridad en la vida, es el don de un profeta viviente. Testifico que todos los que sinceramente quieran saber si esto es cierto, pueden saberlo por sí mismos. Y testifico también que el proceder más seguro en la vida es escuchar y seguir al profeta.

























Gracias por compartir me hice miembro de la iglesia en 1979 y tuve la bendición de ver al Profeta Spenser WKimbal y desde ese momento El Espíritu me testifica que Era enviado del Señor y siempre e admirado a mis profetar y tengo muchas vivencias de CD uno de ellos mi testimonio a crecido mucho ales e amado a todos después sel profeta Kimbal CD uno me a dejado recuerdos pero mi profeta actual me a marcado muchas vivencias muy espirituales CD cambio como ven sígueme y todo lo que El hace me a hecho más obediente al evangelio y al escuchar su historia no tengo ninguna duda que nuestro Padre Celestial lo preparo para esta dispensación gracias mi corazón esta agradecido por el profeta Jose Smith gracias bendiciones oro por la vida de nuestro profeta Rosel M Nelson gracias bendiciones saludos digo esto en el nombre de mi Salvador Jesucristo Amen
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Estamos en la verdad…este es el evangelio restaurado…el ESPÍRITU SANTO me lo testifica..creo en nuestro PADRE CELESTIAL y en SU hijo JESUCRISTO….la iglesia está organizada como la iglesia que dirigió JC….me encanta saber que pertenezco a ella soy feliz gracias a unas valientes misioneras que me enseñaron hace 40 el años ..los misioneros son extremadamente importantes demosle la mano siempre …en el nombre de JESUCRISTO amén
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Me hice miembro de la iglesia ase 8 años en el transcurso de este tiempo tengo un testimonio del evangelio que es verdadero …Las enseñanzas del señor su doctrina…y de sus líderes son para mi la guía el camino hacia la ✨️
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