El papel de Cristo como el Padre en la Expiación

El papel de Cristo como el
Padre en la Expiación

Paul Y. Hoskisson 

Paul Y. Hoskisson
profesor de escritura antigua en BYU.


Mientras un antiguo estudiante y yo comentábamos Mosíah 15:1–8, una de las secciones más complejas del discurso de Abinadí ante el rey Noé y sus sacerdotes, se me ocurrió que Abinadí no estaba dando un discurso sobre la Trinidad, sino más bien acerca de la Expiación. Como parte de su defensa ante la corte de Noé y a la vez como parte de su responsabilidad de dar su mensaje profético al pueblo de Noé, Abinadí explicaba la función que Cristo tendría y la razón por la que Él podría efectuar la expiación. En el transcurso de su discurso, Abinadí también explicó por qué Cristo sería llamado el “Padre”  y el “Hijo” y la relación que existe entre Su paternidad, el hecho de ser el Hijo y la Expiación.

La explicación de la Expiación que dio Abinadí surgió de la pregunta que hizo uno de sus interrogadores casi al principio del juicio: “¿Qué significan las palabras que están escritas” por Isaías cuando dijo, entre otras cosas, “¡Cuán hermosos sobre las montañas son los pies de aquel que trae buenas nuevas!”? (12:20–21). Para contestar la pregunta, Abinadí le recordó a Noé y a sus sacerdotes que todos los profetas habían declarado que: “Dios mismo bajaría entre los hijos de los hombres, y tomaría sobre sí la forma de hombre, e iría con gran poder sobre la faz de la tierra” (13:34). Entonces, después de citar Isaías 53, que explica, mediante lo que llamo el tema de los “Sufrimientos del Siervo de Jehová”, lo que le sobrevendría a Dios durante su viaje en la tierra, Abinadí dio su testimonio personal de que “Dios mismo descenderá entre los hijos de los hombres, y redimirá a su pueblo” (15:1).

Lo que sigue a continuación, en los versículos 2 al 8, es una breve pero sublime exposición del por qué Cristo, el Dios que “descenderá entre los hijos de los hombres”, sería capaz de expiar “la iniquidad y las transgresiones de ellos, habiéndoles redimido y satisfecho las exigencias de la justicia” (15:9). Debido a que Abinadí usa expresiones que fácilmente se podrían malinterpretar, sería de utilidad llenar la tabla siguiente, con base en 15:2–8.

Títulos duales de Cristo:
Los padres de Cristo:
Naturaleza dual de Cristo:
Aptitud dual de Cristo:

Este Dios, el Jehová del Antiguo Testamento, sería llamado el Padre y el Hijo (15:2) Sería llamado el Hijo “porque morará en la carne” (15:2) y porque habría “sujetado [esa] carne a la voluntad del Padre” (15:2) Cuando Abinadí menciona al Padre y al Hijo en el versículo 2, se apresura a evitar cualquier malentendido acerca de que esté hablando de diferentes miembros de la Trinidad al declarar de inmediato que el personaje de quien está hablando, a saber, el Mesías, es “el Padre y el Hijo” (15:2). De ahí que, el primer renglón de la tabla se puede llenar como sigue:

Títulos duales de Cristo: Padre Hijo
Los padres de Cristo:
Naturaleza dual de Cristo:
Aptitud dual de Cristo:

Abinadí explicó que el Salvador se llama “el Padre porque que fue concebido por el poder de Dios” (15:3), esto es, que el título “Padre” le fue dado a Cristo porque Él fue engendrado por Dios el Padre. A Cristo se le llama “el Hijo, por causa de la carne” (15:3), o sea, que el título “Hijo” se le dio a causa de que fue concebido por María. De ahí que el Mesías, o el Salvador, “llega a ser el Padre e Hijo” (15:3). Lucas lo expresó así en su Evangelio, solo que de una manera un poco diferente: “Respondiendo el ángel, le dijo [a María]: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).

Abinadí quería que no hubiera confusión en cuanto a que estaba hablando casi exclusivamente de un miembro de la Trinidad cuando usaba los títulos “Padre” e “Hijo”. Y para asegurarse de que no hubiera confusión, nuevamente declaró que la única persona de la que estaba hablando y que lleva los títulos de “Padre” e “Hijo” era “un Dios, sí, el verdadero Padre Eterno del cielo y de la tierra” (15:4) Por tanto, la tabla se puede expandir de la siguiente forma:

Títulos duales de Cristo: Padre Hijo
Los padres de Cristo: Engendrado por Dios Concebido por María
Naturaleza dual de Cristo:
Aptitud dual de Cristo:

El Mesías fue llamado el Hijo de Dios porque “mor[ó] en la carne” (15:2). Este aspecto de la naturaleza de Cristo le permitió experimentar la mortalidad en la misma forma en que nosotros lo somos; pero aunque “sufre tentaciones… no cede a ellas” (15:5). Él aún “descendió debajo de todo” (DyC 88:6). A fin de que Cristo efectuara la Expiación, tuvo que “sujetar la carne a la voluntad del Padre”, o sea, tuvo que vencer la naturaleza mortal que heredó de María sometiendo esa naturaleza mortal a la voluntad de Su naturaleza divina que heredó de Dios el Padre. Usando una copla concisa, Abinadí comparó la “carne” con el “Hijo” y el “espíritu” con el “Padre”, a saber, “el Padre porque fue concebido por el poder de Dios; y el Hijo, por causa de la carne” (15:3). Esto permite llenar la tabla como sigue:

Título dual de Cristo: Padre Hijo
Los padres de Cristo: Engendrado por Dios Concebido por María
Naturaleza dual de Cristo: Espíritu Carne
Aptitud dual de Cristo:

Aunque Abinadí no llega de forma explícita a la siguiente conclusión concerniente a la aptitud dual de Cristo, aún así, de su breve tratado, se puede extrapolar la conclusión. Debido a que Cristo fue engendrado por Dios y concebido por María, también heredó todas las aptitudes que necesitaría para efectuar la Expiación. De Su madre, María, heredó todas las aptitudes de la mortalidad, incluyendo la posibilidad de morir. De Su Padre, Elohim, heredó muchos rasgos de divinidad, incluyendo la posibilidad de no morir. La primera aptitud es una que Él comparte con toda la humanidad (véase especialmente Alma 7:10–13); la segunda aptitud es exclusiva en Él. Por tanto, Su habilidad de morir y Su habilidad para no estar sujeto a la muerte lo convierten en único entre todos los nacidos en la tierra. En verdad Él es la única persona nacida en esta vida que pudo escoger si es que moriría o no. Y como Cristo mismo lo dijo, “Nadie me la quita [la vida], sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:18). Por lo tanto, la tabla se puede terminar así:

Títulos duales de Cristo: Padre Hijo
Los padres de Cristo: Engendrado por Dios Concebido por María
Naturaleza dual de Cristo: Espíritu Carne
Aptitud dual de Cristo: No tenía que morir Podía morir

Este Dios, que se llama el Padre y el Hijo, “descenderá entre los hijos de los hombres” (15:1) y morará en la tierra. Sufrirá “tentaciones, pero no cede[rá] a ellas” (15:5). Se someterá, según lo profetizó el pasaje de los “Sufrimientos del Siervo de Jehová”, a “que su pueblo se burle de él, y lo azote, y lo eche fuera, y lo repudie. Y tras de todo esto, después de obrar muchos grandes milagros entre los hijos de los hombres, será conducido, sí según lo dijo Isaías: Como la oveja permanece muda ante el trasquilador, así él no abrió su boca. Sí, aun de este modo será llevado, crucificado y muerto” (15:5–7).

En este acto final de auto-sacrificio, pues podría haberse escapado de ello en cualquier momento, al permitirse ser “llevado, crucificado y muerto”, Él hizo la sumisión suprema. Él sujetó la “carne” (que heredó de María) “aun hasta la muerte”. Al hacerlo así, “la voluntad del Hijo” (el deseo humano de vivir) fue “absorbida en la voluntad del Padre” (en la voluntad del espíritu divino del Salvador, que heredó de Su Padre) (15:7). Así Él cumplió los requisitos temporales de la Expiación, o sea, como el acto final de la Expiación terrenal, Cristo, quien no tenía que morir, libre y voluntariamente ofreció Su vida en la cruz para que nosotros también, después de nuestra inevitable muerte temporal, seamos levantados a vida eterna con Él. Amulek lo expresó de forma concisa: “la muerte de Cristo desatará las ligaduras de esta muerte temporal, de modo que todos se levantarán de esta muerte” (Alma 11:42).

En resumen, la sin igual y hermosa explicación de Abinadí sobre la Expiación se puede delinear como sigue:

  1. Dios mismo bajaría y viviría en la tierra. Él sería tentado pero no cedería a la tentación, y en ese proceso sería burlado, oprimido, azotado, y eventualmente, crucificado.
  2. Cristo heredó de Su madre, María, la misma naturaleza mortal que poseen todos los hijos de Adán, incluyendo la capacidad de morir.
  3. Cristo heredó de Su Padre, Elohim, una naturaleza divina que ningún otro hijo de Adán tiene, incluyendo la capacidad de no morir.
  4. Cristo, en la cruz, libremente decidió someter Su naturaleza mortal a Su naturaleza inmortal, esto es, de Su propia y libre voluntad se sujetó a la muerte y efectuó la Expiación. Así como Adán hizo posible que la muerte viniera a todos los hijos del Padre Celestial al someterse libremente a las condiciones que trajeron la vida mortal, así Cristo, al someterse libremente a la muerte física, trajo las condiciones que hicieron posible la vida eterna para todos los hijos de Dios.

Con seguridad, muchos de los profetas conocían la doctrina que enseñó Abinadí. Pero ninguna otra escritura reúne y combina estos elementos de la manera en que lo hizo Abinadí. No puede haber duda de que Abinadí conocía al Salvador, que sabía acerca del Salvador y que entendió el papel y la naturaleza únicos del Salvador muchos años antes de que Cristo condescendiera a nacer entre los hijos de Adán.

No puedo dejar el tema de Abinadí sin hacer otro comentario. Me parece que Abinadí debió saber de algunas semejanzas parciales pero imponentes entre él y el Salvador, como es el caso con casi todos los profetas de Dios. Al igual que Cristo, Abinadí experimentó mucho del rechazo y la persecución mencionados en el tema de los “Sufrimientos del Siervo de Jehová” que está en Isaías 53 (véase Mosíah 14). Por ejemplo, en ninguna parte de su discurso, menciona Abinadí que Cristo haya tenido éxito en convertir a alguien durante Su tiempo en la tierra. De hecho, varias de las declaraciones de Isaías que se citan en Mosíah 14 se podrían interpretar como que significan que Cristo tendría poco o nada de éxito en convertir a la gente durante Su ministerio mortal. Por ejemplo, “Despreciado y rechazado de los hombres… como que escondimos de él el rostro; fue menospreciado y no lo estimamos” (versículo 3); “lo hemos tenido por golpeado, herido de Dios y afligido” (versículo 4); y “todos nosotros nos hemos descarriado como ovejas, nos hemos apartado, cada cual por su propio camino” (versículo 6). Abinadí debe haber pensado que él también moriría sin haber logrado siquiera un poco de éxito. En verdad, hasta donde su conocimiento finito concierne, él fácilmente pudo haber pensado que no había tenido éxito en convertir ni a una sola persona.

Al igual que el Salvador, Abinadí fue ejecutado por personas que no eran dignas de juzgarlo. Aun así, parece ser que estaba consciente que sería ejecutado cuando regresara a predicarles por segunda vez a Noé y a su pueblo. Durante el curso de su juicio, Abinadí dijo: “no me retractaré de mis palabras que te he hablado concernientes a este pueblo, porque son verdaderas; y para que sepas que son ciertas, he permitido que yo caiga en tus manos. Sí, y padeceré aun hasta la muerte, y no me retractaré de mis palabras, y permanecerán como testimonio en contra de ti. Y si me matas, derramarás sangre inocente” (17:9–10). Parece que Abinadí, a semejanza de su Salvador, también decidió libremente exponerse a la muerte temporal, y de este modo sellar “la verdad de sus palabras” (17:20). Abinadí fue, como casi todos los profetas lo han sido, tipo y figura del camino que el Salvador andaría.

Este poderoso testimonio de Abinadí, dado, como fue, a un pueblo inicuo, contiene información acerca del Salvador que se expresa en una forma que no se encuentra en ningún otro pasaje de las escrituras. Verdaderamente, cuán hermosos sobre las montañas fueron los pies de Abinadí.


Resumen:

«Abinadí no estaba dando un discurso sobre la Trinidad, sino más bien acerca de la Expiación.»

«Dios mismo bajaría entre los hijos de los hombres, y tomaría sobre sí la forma de hombre, e iría con gran poder sobre la faz de la tierra.»

«El Mesías es ‘el Padre y el Hijo’.»

«A Cristo se le llama ‘el Hijo, por causa de la carne’, o sea, que el título ‘Hijo’ se le dio a causa de que fue concebido por María.»

«Cristo heredó de Su madre, María, la misma naturaleza mortal que poseen todos los hijos de Adán, incluyendo la capacidad de morir.»

«Cristo heredó de Su Padre, Elohim, una naturaleza divina que ningún otro hijo de Adán tiene, incluyendo la capacidad de no morir.»

«Cristo, en la cruz, libremente decidió someter Su naturaleza mortal a Su naturaleza inmortal.»

«Abinadí quería que no hubiera confusión en cuanto a que estaba hablando casi exclusivamente de un miembro de la Trinidad cuando usaba los títulos ‘Padre’ e ‘Hijo’.»

«Parece que Abinadí, a semejanza de su Salvador, también decidió libremente exponerse a la muerte temporal.»

«Este poderoso testimonio de Abinadí, dado, como fue, a un pueblo inicuo, contiene información acerca del Salvador que se expresa en una forma que no se encuentra en ningún otro pasaje de las escrituras.»

Paul Y. Hoskisson, analiza el discurso de Abinadí en Mosíah 15:1-8, enfocándose en la Expiación en lugar de la Trinidad. Abinadí explicó cómo Cristo podría efectuar la Expiación y por qué se le llama el «Padre» y el «Hijo».

Abinadí respondió a una pregunta sobre un pasaje de Isaías, destacando que Dios mismo descendería a la tierra y asumiría forma humana. Citando Isaías 53, testificó que «Dios mismo descenderá entre los hijos de los hombres, y redimirá a su pueblo» (Mosíah 15:1).

Explicación de Abinadí sobre la Expiación:

Padre: Porque fue concebido por el poder de Dios (Mosíah 15:3).

Hijo: Por causa de la carne, concebido por María (Mosíah 15:3).

Espíritu: Como engendrado por Dios.

Carne: Como concebido por María, lo que le permitió experimentar la mortalidad.

Capacidad para no morir: Heredada de Su Padre, Elohim.

Capacidad para morir: Heredada de Su madre, María.

Cristo, aunque tenía la capacidad de no morir, voluntariamente se sometió a la muerte en la cruz, cumpliendo los requisitos de la Expiación. Esto permitió que después de la muerte temporal, todos puedan ser levantados a vida eterna.

Abinadí, similar a Cristo, enfrentó rechazo y persecución. Al igual que el Salvador, fue juzgado y ejecutado injustamente. Abinadí decidió libremente exponerse a la muerte para testificar la verdad de sus palabras, siendo un tipo y figura del camino que el Salvador seguiría.

El testimonio de Abinadí, dado a un pueblo inicuo, proporciona una visión única de la naturaleza y papel de Cristo en la Expiación. Abinadí es un poderoso ejemplo de los profetas que prefiguraron el camino del Salvador.

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