Ven, sígueme — Doctrina y Convenios 3–5

Ven, sígueme — Doctrina y Convenios 3–5
27 enero – 2 febrero: “Mi obra avanzará”


Contexto histórico de Doctrina y Convenios 3:1–16


En 1828, el profeta José Smith enfrentó una prueba significativa en los inicios de su ministerio. Mientras traducía el Libro de Mormón, con la ayuda de Martin Harris como escriba y principal colaborador financiero, surgió un desafío que puso en riesgo su misión divina. Martin Harris insistió en llevar consigo las 116 páginas del manuscrito inicial traducido del Libro de Lehi, deseando mostrarlo a sus familiares para convencerlos de la autenticidad de la obra.

A pesar de las reservas iniciales de José, cedió ante las persistentes peticiones de Martin tras consultar tres veces con el Señor. El permiso fue otorgado con estrictas condiciones: Martin solo podía mostrar el manuscrito a cinco personas específicas. Sin embargo, las páginas fueron perdidas debido a la negligencia o mal manejo de Martin, lo que trajo grandes consecuencias.

La pérdida del manuscrito causó en José una profunda angustia y arrepentimiento. Temiendo haber fallado en su llamado, buscó la guía del Señor, quien le reveló la sección 3 de Doctrina y Convenios. En esta revelación, el Señor reprendió a José por priorizar los deseos de los hombres sobre Sus mandamientos, pero también le aseguró que Su obra no podía ser frustrada. Dios le enseñó que, aunque los errores humanos pueden tener consecuencias, Su plan sigue adelante y que la obra de la Restauración continuaría según Su propósito divino.

Esta experiencia marcó un punto de inflexión en la vida de José Smith, enseñándole importantes lecciones sobre la obediencia, la confianza en el Señor y la responsabilidad de su llamamiento como profeta. También estableció un precedente de firmeza en seguir la voluntad de Dios, incluso frente a la presión externa.

El episodio no solo destaca los desafíos de los primeros días de la Restauración, sino que también nos recuerda principios clave como el arrepentimiento, la paciencia y la certeza de que los propósitos de Dios prevalecerán a pesar de las debilidades humanas.

Si desea un analísis de Doctrina y Convenios Sección 3


La obra Dios (véanse los versículos 1– 3, 16).


1. La inmutabilidad de los propósitos divinos (versículo 1):
Este versículo establece que los designios de Dios son eternos y no pueden ser frustrados. A pesar de los errores y decisiones humanas, Su obra sigue adelante. Este principio refleja la soberanía de Dios, cuya obra principal es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).

El presidente Russell M. Nelson afirmó: “Nada puede detener el cumplimiento de los propósitos de Dios. Su plan es perfecto y Su poder, inigualable.” (“La inmortalidad y la vida eterna del hombre”, Conferencia General, abril de 2016) Este versículo nos invita a confiar en el poder y la sabiduría de Dios, especialmente en tiempos de incertidumbre.

2. La perfección de los caminos de Dios (versículo 2):
El Señor declara que Sus caminos son rectos y constantes, y Su curso es como un “círculo eterno”. Esto simboliza Su naturaleza perfecta, sin principio ni fin, y Su compromiso inquebrantable con Sus hijos.
La rectitud de los caminos de Dios se relaciona con Su justicia y misericordia. Él no se desvía de Sus promesas, lo que significa que podemos confiar plenamente en Sus palabras y mandamientos.

El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Los caminos de Dios son perfectos porque Él es perfecto. Su curso no cambia, y Sus promesas son seguras para aquellos que confían en Él.” (“Confianza en el Señor”, Conferencia General, octubre de 1995) Al enfrentar desafíos, recordemos que el curso de Dios es siempre para nuestro beneficio eterno, incluso cuando no lo entendemos completamente.

3. La responsabilidad del hombre frente a la obra de Dios (versículo 3):
El Señor reprende a José Smith, recordándole que los errores humanos pueden frustrar la obra de los hombres, pero no la de Dios. Esto subraya la importancia de la obediencia y la confianza en los mandamientos divinos.
Aunque Dios no depende de los hombres para llevar a cabo Su obra, Él nos invita a participar en Su plan. Nuestra desobediencia puede retrasar bendiciones, pero nunca detener Su propósito eterno.

El élder Jeffrey R. Holland explicó: “Dios usará instrumentos imperfectos para Su obra perfecta, pero nos llama a arrepentirnos y alinear nuestras vidas con Su voluntad.” (“El trabajo continuo de Dios”, Conferencia General, octubre de 2012)

4. El cumplimiento del convenio de Dios (versículo 16):
A pesar de los errores cometidos, el Señor asegura que Su obra proseguirá de acuerdo con el convenio establecido. Este versículo destaca la fidelidad de Dios a Sus pactos y la certeza de que Su plan se cumplirá.
Dios respeta los convenios que ha hecho con Sus hijos y con Sus profetas. Esto nos da la confianza de que, incluso cuando enfrentamos contratiempos, Su plan sigue avanzando según Su voluntad.

El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Cuando hacemos convenios con Dios, podemos estar seguros de que Él cumplirá Su parte. Su obra y Sus promesas nunca fallan.” (“Cumplamos con nuestros convenios”, Conferencia General, abril de 2007)

En un momento de gran angustia para el profeta José Smith, el Señor le habló con palabras poderosas y llenas de verdad eterna. José había cometido un error al permitir que Martin Harris llevara consigo las páginas del manuscrito del Libro de Mormón, y la pérdida de estas lo sumió en el arrepentimiento y la reflexión. En ese contexto, el Señor le recordó una lección trascendental sobre Su obra divina.

El Señor comenzó declarando Su soberanía: “Las obras y designios de Dios no se pueden frustrar ni prevalecerán.” Estas palabras resonaron profundamente en José, quien aprendió que el plan de Dios no está sujeto a las limitaciones o errores humanos. Aunque los hombres puedan tropezar, la obra del Señor avanza con poder y propósito.

El Señor continuó describiendo la perfección de Sus caminos: “Pues Dios no anda por senderos torcidos; ni se desvía de lo que ha dicho; por tanto, sus senderos son rectos y su curso es un solo círculo eterno.” Estas palabras pintaron una imagen de la naturaleza divina de Dios, inmutable y constante, guiando a Sus hijos con caminos seguros hacia la salvación.

Luego, el Señor destacó una verdad aleccionadora: “Recuerda que no es la obra de Dios la que se frustra, sino la obra de los hombres.” Aquí, José entendió que, aunque las decisiones humanas puedan retrasar o complicar las cosas, el propósito divino permanece firme. Este recordatorio llamó a José a una mayor humildad y confianza en la guía divina.

Finalmente, en el versículo 16, el Señor aseguró a Su siervo que, a pesar de los errores cometidos, Su obra continuaría: “Pero a pesar de esto, mi obra proseguirá, porque así como se había convenido en el convenio que yo había hecho con vosotros, será cumplido.” Esta promesa reafirmó a José que el convenio eterno de Dios con Sus hijos es inquebrantable y que Su plan redentor se llevaría a cabo sin importar los desafíos.
Estas palabras no solo fueron un consuelo para José Smith en su momento de arrepentimiento y corrección, sino también un poderoso recordatorio para todos los hijos de Dios. Nos invitan a confiar plenamente en la perfección y la fidelidad de los caminos del Señor, sabiendo que Su obra no puede ser detenida. Nos llaman a alinear nuestras vidas con Su voluntad, a reconocer nuestras debilidades con humildad y a participar con gozo en Su gran propósito de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de Sus hijos.


Las consecuencias de temer al hombre en lugar de confiar en Dios (véanse los versículos 4–8).


1. El peligro de enaltecerse (versículo 4):
El Señor advierte que incluso aquellos que reciben revelaciones y tienen gran capacidad espiritual pueden caer si permiten que el orgullo y la autosuficiencia los guíen. Temer al hombre más que a Dios es una forma de orgullo porque pone la aprobación humana por encima de la voluntad divina.

Este principio resalta la necesidad de mantenernos humildes y depender de la guía divina, reconociendo que nuestras propias fuerzas son insuficientes sin la ayuda de Dios.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “El orgullo es el gran pecado universal. Es poner nuestra voluntad por encima de la de Dios, buscando agradar al hombre en lugar de honrar al Padre.”(“Cuidado con el orgullo”, Conferencia General, abril de 1989)

2. Seguir la voluntad de los hombres (versículo 5):
El Señor reprende a José Smith por haber cedido a los deseos de Martin Harris, quien insistió en llevar el manuscrito de 116 páginas. Este versículo resalta las consecuencias de ceder a presiones externas en lugar de obedecer la voluntad de Dios.

La decisión de José, aunque bien intencionada, resultó en la pérdida del manuscrito, un ejemplo claro de cómo temer al hombre puede tener graves repercusiones espirituales.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “La presión social nunca debe anular los mandamientos de Dios. Obedecer al Señor es el único camino hacia la verdadera paz y seguridad.”(“La obediencia trae bendiciones”, Conferencia General, abril de 2014)

3. Temer a Dios más que al hombre (versículo 6):
El Señor exhorta a José a no temer al hombre más que a Dios, aun si los hombres tienen poder para dañar el cuerpo. Esta enseñanza enfatiza que el temor al hombre puede llevarnos a comprometer nuestros principios, mientras que el temor reverente a Dios nos fortalece espiritualmente.

Temer a Dios no significa vivir con miedo, sino mostrar reverencia, amor y disposición para obedecerlo, confiando en que Sus caminos son siempre los correctos.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando tememos a Dios más que al hombre, estamos libres de las cadenas de la presión social y de los errores que provienen de la aprobación del mundo.”
(“Abramos el camino del arrepentimiento”, Conferencia General, abril de 2019)

4. Las consecuencias de la desobediencia (versículos 7–8):
El Señor señala que la desobediencia pone en riesgo la participación de José en la obra divina. Aunque había sido escogido, su transgresión lo llevó a perder temporalmente privilegios sagrados.

Este principio refuerza la idea de que la fidelidad a los mandamientos es esencial para recibir las bendiciones de Dios. Sin embargo, también nos recuerda que el arrepentimiento sincero restaura nuestra relación con Él.

El élder Dieter F. Uchtdorf declaró: “Cuando fallamos en obedecer a Dios, Él no nos rechaza, sino que nos llama al arrepentimiento para que podamos continuar en Su obra.” (“El arrepentimiento es el plan de Dios para nosotros”, Conferencia General, octubre de 2015)

Los versículos 4–8 de Doctrina y Convenios 3 enseñan que temer al hombre más que a Dios puede llevarnos a la desobediencia, el orgullo y la pérdida de bendiciones espirituales. Sin embargo, también nos recuerdan que Dios nos ama lo suficiente como para corregirnos y darnos la oportunidad de arrepentirnos. Al elegir confiar en Dios y obedecer Sus mandamientos, encontramos fortaleza, guía y paz, incluso cuando enfrentamos presiones externas.

En un momento crítico de la Restauración, el profeta José Smith enfrentó una prueba de fe que dejaría una profunda lección para él y para todos los que participen en la obra del Señor. Después de recibir múltiples revelaciones y ser llamado como el profeta de esta dispensación, José cedió a las insistentes peticiones de Martin Harris, permitiéndole llevar consigo el manuscrito de 116 páginas traducido del Libro de Mormón, a pesar de las advertencias del Señor.

El Señor habló con claridad y firmeza, recordándole a José que incluso aquellos que tienen grandes dones espirituales pueden caer si se enaltecen en su corazón y no escuchan Sus consejos. “Si un hombre se enaltece, será dejado a su propia fuerza”, le dijo el Señor. José entendió que, al buscar la aprobación y los deseos de Martin Harris, había priorizado las opiniones humanas sobre la guía divina. Este acto de desobediencia resultó en la pérdida del manuscrito, un golpe doloroso para la obra que apenas comenzaba.

El Señor continuó explicando las consecuencias de temer al hombre más que a Dios: “No debes temer al hombre más que a Dios, aunque los hombres dispongan de tu cuerpo”. Esta poderosa declaración resaltó que los hombres pueden tener poder sobre las cosas temporales, pero solo Dios tiene la capacidad de guiar y proteger eternamente. Temer al hombre, en este contexto, significaba ceder ante la presión, comprometiendo los principios sagrados de obediencia y confianza en el Señor.

Sin embargo, la reprensión divina no fue solo una corrección, sino también un llamado a reflexionar y volver a la fidelidad. A pesar del error, José fue recordado de su lugar en la obra del Señor: “Tú eres José, y se te escogió para hacer la obra del Señor; pero por transgredir, caíste”. Este mensaje fue un recordatorio de que, aunque las decisiones equivocadas tienen consecuencias, el arrepentimiento y la fe renovada permiten a los hijos de Dios retomar el camino hacia Sus propósitos.
La historia de José Smith en este pasaje nos enseña la importancia de confiar plenamente en el Señor, especialmente cuando enfrentamos presiones externas. Temer al hombre nos aleja de la protección divina y puede llevarnos a la desobediencia, mientras que temer a Dios —en el sentido de reverenciarlo y honrarlo— nos asegura Su guía y bendiciones. Aunque José cayó temporalmente, el amor y la corrección del Señor lo fortalecieron para continuar su misión, demostrando que el arrepentimiento siempre abre las puertas al progreso espiritual.

Esta experiencia nos invita a preguntarnos: ¿Estamos buscando agradar al hombre o a Dios? ¿Cómo podemos priorizar Su voluntad por encima de nuestras propias inclinaciones o las influencias externas? Al aprender de este relato, podemos elegir confiar más plenamente en Dios y seguir Sus mandamientos con fe y determinación.


Las bendiciones que se reciben al permanecer fiel (véase el versículo 8).


1. Ser escogido para una obra divina:
El Señor le recuerda a José Smith que ha sido llamado y escogido para realizar una obra específica en la Restauración. Este llamado no depende de las circunstancias o del mérito humano, sino de la voluntad y el plan divinos. Sin embargo, la capacidad de cumplir este llamamiento está condicionada a la fidelidad de la persona. Ser escogido implica una gran responsabilidad y confianza de parte del Señor, pero también requiere obediencia continua. Al permanecer fiel, los escogidos pueden recibir guía y apoyo divino para cumplir con sus asignaciones.
El presidente Harold B. Lee enseñó: “El ser escogido significa que Dios confía en nosotros para cumplir una obra que es crucial en Su plan. Nuestra fidelidad determina si llevaremos a cabo aquello para lo cual fuimos llamados.” (“La esencia de la obediencia”, Conferencia General, abril de 1973)

2. La promesa de liberación:
El Señor promete a José que, si permanece fiel, será librado de sus enemigos y estos quedarán lejos de él. Esta bendición no solo incluye protección física, sino también liberación espiritual de los peligros que podrían interrumpir la obra de Dios. La fidelidad trae consigo protección divina. Esto no significa que se evitarán todas las dificultades, sino que el Señor proporcionará ayuda y fortaleza para superarlas y cumplir Su propósito.
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “La fidelidad no elimina los desafíos, pero sí asegura la presencia y el poder de Dios en nuestras vidas para enfrentarlos.” (“El poder de la fidelidad”, Conferencia General, abril de 1997)

3. Condiciones de las bendiciones:
El versículo deja claro que las bendiciones prometidas son condicionales. José debe ser fiel para recibir la liberación prometida. Este principio doctrinal refuerza la idea de que la obediencia y la fidelidad son necesarias para acceder a las bendiciones del Señor. Las promesas de Dios son seguras, pero dependen de nuestra disposición para actuar con fe y obediencia. Ser fiel significa no solo creer, sino también actuar en armonía con los mandamientos y principios del Evangelio.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Las bendiciones del Señor están disponibles para todos, pero son dadas en base a nuestra disposición de seguir Su plan y Sus mandamientos.” (“El sendero de la obediencia”, Conferencia General, octubre de 2013)

En el contexto de una de las pruebas más difíciles que enfrentó el profeta José Smith, el Señor le habló con claridad y propósito. A pesar de los errores cometidos, el Señor le recordó que había sido escogido para realizar una obra sagrada en la Restauración. Esta elección no era un accidente, sino una manifestación de la confianza divina en Su siervo. Sin embargo, con ese llamamiento especial venía una condición inquebrantable: la fidelidad.

El Señor declaró: “Si eres fiel, serás librado de tus enemigos y ellos quedarán lejos de ti.” Esta promesa resuena como un faro de esperanza y seguridad, no solo para José, sino para todos los que buscan cumplir con los propósitos de Dios. Ser fiel, en este caso, significaba seguir adelante con humildad, arrepentimiento y obediencia, confiando en que el Señor le daría la fortaleza necesaria para superar los desafíos.

La liberación prometida por el Señor no se limitaba únicamente a la protección física. También implicaba un refugio espiritual, una seguridad de que, al confiar en Dios, los obstáculos que se interpusieran en el camino de la obra divina serían apartados. Esta promesa enseñó a José que la fidelidad no eliminaba las pruebas, pero sí aseguraba la ayuda divina para enfrentarlas.

La condición de esta bendición era clara: solo la fidelidad permitiría que José continuara en su papel como profeta y traductor del Libro de Mormón. El Señor lo corrigió con amor, recordándole que Su obra no podía ser frustrada, pero que él tenía la responsabilidad de ser un instrumento digno en Sus manos.
Esta lección no fue solo para José Smith, sino para todos los discípulos de Cristo. El Señor promete bendiciones a quienes permanecen fieles en medio de las pruebas. Estas bendiciones incluyen liberación, protección y la certeza de que Él está con nosotros. La fidelidad no significa ausencia de dificultades, sino la seguridad de que enfrentaremos las adversidades con el poder y la guía del Señor.

Para quienes enfrentan desafíos hoy, este pasaje es un recordatorio de que Dios cumple Sus promesas. Al ser fieles en nuestras responsabilidades y confiar en Él, podemos encontrar fuerza, consuelo y dirección para superar cualquier dificultad que se interponga en nuestro camino.


La forma en que el Señor corrigió y animó a José (véanse los versículos 9–16).


En estos versículos, el Señor demuestra una combinación perfecta de corrección, justicia y misericordia hacia José Smith, ofreciendo una lección de amor divino en el contexto de la responsabilidad y el arrepentimiento.

1. Corrección con firmeza y claridad (versículos 9–11):
El Señor comienza reconociendo la transgresión de José: “Te has olvidado de las cosas que el Señor tu Dios te ha mandado, y has sufrido que el consejo de tu director fuera puesto en segundo lugar respecto al de tu propia voluntad y la de los hombres.”

Esta corrección deja claro que el error de José fue priorizar los deseos de los hombres sobre la voluntad de Dios. Al actuar de esta manera, perdió temporalmente su privilegio de servir como instrumento en la obra del Señor. Sin embargo, esta reprimenda no se da con condenación, sino con el propósito de enseñar y redirigir.
La corrección divina es siempre una expresión de amor. Como un Padre celestial perfecto, Dios busca ayudarnos a aprender de nuestros errores para que podamos crecer espiritualmente. El élder Dieter F. Uchtdorf lo expresó así: “El Señor no nos corrige porque quiera castigarnos, sino porque quiere refinarnos y prepararnos para bendiciones más grandes.” (“El sendero del discipulado”, Conferencia General, abril de 2009)

2. Un llamado al arrepentimiento y una segunda oportunidad (versículos 12–13):
El Señor extiende a José la oportunidad de arrepentirse y rectificar sus acciones. A pesar de su error, el Señor le asegura que, si se arrepiente y vuelve a enfocarse en Su obra, puede ser restaurado como Su siervo. Este acto de misericordia refleja la naturaleza del arrepentimiento en el Evangelio: una invitación constante a volver a Dios.
El llamado al arrepentimiento muestra que Dios no se enfoca en nuestros errores, sino en nuestro potencial para superarlos. La oportunidad de cambiar es un testimonio del amor de Dios por Sus hijos. El presidente Russell M. Nelson declaró: “El arrepentimiento no es un castigo; es un regalo de Dios. Es la forma en que podemos corregir nuestro curso y acercarnos a Él.” (Discurso: “El poder del arrepentimiento”, Conferencia General, octubre de 2019)

3. Ánimo y reafirmación de su llamamiento (versículos 14–16):
El Señor termina animando a José, recordándole que ha sido llamado para realizar una obra sagrada. Aunque José cometió un error, el Señor no lo descalifica. En cambio, le reafirma que Su obra continuará: “Mi obra proseguirá, porque así como se había convenido en el convenio que yo había hecho con vosotros, será cumplido.” Este recordatorio fortalece a José al asegurarse de que, aunque haya fallado, su participación en la obra divina aún es posible si muestra fidelidad y humildad.
El Señor siempre busca edificar a Sus hijos después de corregirlos. Él desea que aprendamos de nuestros errores y sigamos adelante con confianza en Su plan. El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Dios no nos rechaza cuando fallamos. Nos corrige con amor, nos levanta y nos guía para que sigamos adelante.” (“Ven, sígueme”, Conferencia General, abril de 2017)

En medio de la angustia y el arrepentimiento tras la pérdida del manuscrito de 116 páginas, el Señor habló a José Smith con palabras de corrección y esperanza. La voz divina no llegó para condenarlo, sino para enseñarle y fortalecerlo en su llamado profético.

El Señor comenzó señalando el error de José: había olvidado Sus mandamientos y permitido que los deseos de Martin Harris, y quizás el temor al juicio de los hombres, se impusieran sobre la voluntad divina. “Te has olvidado de las cosas que el Señor tu Dios te ha mandado”, le dijo el Señor con firmeza. Estas palabras le recordaron a José que, como profeta, su responsabilidad era priorizar siempre la guía de Dios, incluso frente a presiones externas.

Sin embargo, esta corrección no fue una señal de rechazo. En lugar de apartarlo de Su obra, el Señor extendió una invitación al arrepentimiento: “Si te arrepientes y vuelves a mí, serás restaurado.” Estas palabras llenaron de esperanza a José, quien comprendió que su error no era el final de su misión. El Señor le ofreció una segunda oportunidad, mostrándole que Su plan incluía espacio para el arrepentimiento y el crecimiento personal.

Finalmente, el Señor reafirmó Su confianza en José, recordándole que había sido escogido para llevar a cabo una obra sagrada. Aunque el error había sido significativo, no era irreparable. “Mi obra proseguirá”, le aseguró el Señor, subrayando que Su plan era eterno y no podía ser frustrado por los errores humanos. Esta declaración fortaleció a José, dándole la seguridad de que, al arrepentirse y permanecer fiel, aún podía ser un instrumento en las manos de Dios.
En esta interacción, el Señor mostró un equilibrio perfecto entre justicia y misericordia. Corrigió a José con claridad, enseñándole la importancia de obedecer Sus mandamientos, pero también lo animó, recordándole que el arrepentimiento abre la puerta a la restauración y a nuevas oportunidades. Este episodio no solo fortaleció a José como profeta, sino que también nos enseña a nosotros que los errores no son el final. Dios nos corrige porque nos ama y nos llama a levantarnos, aprender y seguir adelante en Su obra.

Al igual que José, podemos encontrar consuelo en saber que el Señor no se enfoca en nuestros errores, sino en nuestro potencial eterno y nuestra disposición para cambiar. Su corrección es un acto de amor, diseñado para ayudarnos a convertirnos en las personas que Él sabe que podemos ser.


En su mensaje titulado “¿Hacia dónde miramos?“, el élder Lynn G. Robbins aprendemos:

Lecciones aprendidas de los relatos: El élder Lynn G. Robbins nos invita a reflexionar sobre un principio esencial: mantener nuestra mirada fija en Dios. A través de ejemplos de las Escrituras y de la vida, aprendemos que las decisiones que tomamos bajo presión revelan dónde están realmente nuestras prioridades y a quién buscamos complacer. Entre las lecciones principales se encuentran:

La importancia de priorizar a Dios: El tratar de agradar a los hombres en lugar de a Dios es una inversión de los dos grandes mandamientos. Los relatos de personajes como Aarón (Éxodo 32), el rey Saúl (1 Samuel 15) y el rey Noé (Mosíah 17) nos muestran cómo el temor al hombre puede llevarnos a justificar el pecado, comprometer principios y desviarnos del camino correcto. Estos ejemplos nos enseñan que, aunque puede ser difícil resistir la presión social, nuestra fidelidad a Dios debe ser nuestra guía principal. Cuando nuestras decisiones se basan en el temor al hombre, corremos el riesgo de perder nuestro rumbo espiritual.

La valentía como virtud esencial: Relatos como el de Daniel en el foso de los leones (Daniel 6), Ester frente al rey Asuero (Ester 4) y el Salvador enfrentando el escarnio y la oposición (Juan 8:29) demuestran que la verdadera valentía radica en permanecer firmes en nuestras convicciones y en cumplir la voluntad de Dios, incluso frente a la adversidad. Debemos recordar que el amor perfecto a Dios echa fuera todo temor (Moroni 8:16). La valentía es un don espiritual que se desarrolla al confiar en el Señor y buscar Su guía en nuestras decisiones.

La consistencia del Salvador como ejemplo perfecto: Cristo nunca apartó Su mirada del Padre. En Su vida terrenal, siempre representó la voluntad de Su Padre, no la Suya propia. Fue un ejemplo perfecto de obediencia, humildad y valentía al enfrentar la oposición y el rechazo sin ceder. Así como Cristo miró constantemente al Padre, nosotros debemos esforzarnos por representarlo en nuestras vidas. Esto significa ser auténticos discípulos, actuar con integridad y no ceder ante las presiones de quienes desafían los principios divinos.

Experiencias de confianza en el Señor frente a la presión: En momentos en que me he sentido presionado a seguir la corriente o justificar conductas incorrectas, recordar los mandamientos de Dios y buscar Su guía me ha dado la fuerza para actuar con integridad. Esto no solo ha reforzado mi confianza en Él, sino que también ha fortalecido mi carácter y mi relación con el Señor.

Resultados de la fidelidad: Al elegir el camino de Dios, aunque a veces me haya sentido solo o incomprendido, los resultados siempre han sido bendiciones espirituales: paz interior, fortalecimiento de mi fe y la confirmación de que he actuado según Su voluntad. Estas experiencias han sido un testimonio personal de que el Señor recompensa a quienes confían en Él.

El discurso del élder Robbins es un llamado a evaluar constantemente hacia dónde miramos y a quién buscamos complacer. Nos recuerda que el temor al hombre es una trampa, pero la valentía espiritual y la obediencia a Dios son el camino hacia la paz y el poder divino. Al seguir el ejemplo del Salvador y mantener nuestra mirada fija en Él, no solo evitaremos las trampas de la presión social, sino que también nos convertiremos en verdaderos discípulos que edifican Su reino.


Doctrina y Convenios 4


Si deseas el análisis por versículo de Doctrina y Convenios 4.

El Señor, en Su sabiduría infinita, llamó a Sus hijos a embarcarse en una obra maravillosa, una obra que transformaría no solo a quienes escucharan el Evangelio, sino también a quienes lo proclamaran. En Doctrina y Convenios 4, Él extiende una invitación poderosa que resuena con claridad incluso hoy, instándonos a reflexionar sobre cómo podemos participar en Su gran plan.

“Una obra maravillosa está a punto de aparecer…” Con estas palabras, el Señor nos recuerda que vivimos en un tiempo de oportunidades divinas. ¿Cómo puedes ser parte de esta obra? Tal vez al compartir tu testimonio, al ayudar a un amigo en necesidad, o simplemente al ser un ejemplo de fe en tu entorno. El Señor no busca perfección, sino disposición.

Él dice: “Mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza…” Esto no es un llamado a medias tintas. Es un recordatorio de que el servicio a Dios requiere dedicación total. Pregúntate: ¿Estoy sirviendo con todo mi ser o hay áreas en las que podría esforzarme más? Tal vez sea hora de dejar las distracciones y enfocarte en lo que realmente importa.

El Señor no solo llama a los más preparados, sino a los que tienen deseos sinceros. “Si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra.” No necesitas habilidades extraordinarias ni conocimientos vastos; solo necesitas un corazón dispuesto. ¿Qué podrías hacer hoy para responder a este llamado? Quizás sea compartir tu testimonio o fortalecer tu relación con aquellos que necesitan amor y guía.

“El campo blanco está ya para la siega…” Esta imagen poderosa nos recuerda que hay personas listas para recibir el Evangelio. ¿Quién a tu alrededor podría estar buscando la verdad? Al orar y buscar inspiración, el Espíritu puede guiarte hacia esas almas que necesitan tu testimonio y servicio.

El Señor también describe las cualidades que califican a una persona para Su obra: “la fe, la esperanza, la caridad y el amor…” Estas virtudes no solo nos preparan para servir, sino que también nos ayudan a ser mejores discípulos de Cristo. ¿Estás cultivando estas cualidades en tu vida diaria? Tal vez puedas empezar por demostrar más caridad hacia quienes te rodean o fortalecer tu fe mediante la oración y el estudio.

En Su sabiduría, el Señor nos insta a recordar cualidades esenciales como la templanza, la paciencia y la humildad. Estas no son solo palabras, sino guías prácticas para interactuar con los demás. En tus desafíos diarios, ¿reflejan tus acciones estas virtudes? Tal vez puedas trabajar en la paciencia al tratar con un amigo difícil o demostrar bondad al servir a un desconocido.

Finalmente, el Señor nos asegura que si pedimos, recibiremos, y si llamamos, se nos abrirá. Él está dispuesto a guiarte en cada paso, si solo te acercas a Él con fe y confianza. No importa cuán pequeño sea tu esfuerzo, cuando buscas Su ayuda, Él abre puertas que ni siquiera imaginabas.
Doctrina y Convenios 4 no es solo un capítulo, sino una invitación viva a actuar. Nos llama a mirar hacia el Señor, a servir con todo nuestro ser y a desarrollar las virtudes que nos acercan a Él. No importa tu capacidad o experiencia, lo que importa es tu disposición para responder al llamado del Señor y ser un instrumento en Sus manos. ¿Estás listo para embarcarte en esta obra maravillosa?

El discurso del presidente Russell M. Nelson y la hermana Wendy W. Nelson titulado “Juventud de Israel” está lleno de inspiración y desafíos que invitan a los jóvenes a participar activamente en la obra de recogimiento de Israel.

1. Participar en una obra grandiosa y trascendental
El presidente Nelson llama al recogimiento de Israel “el desafío más grande, la causa más sublime y la obra más grandiosa sobre la tierra”. Este llamado nos invita a mirar más allá de nuestras preocupaciones cotidianas y vernos como parte de algo eterno y significativo.

La idea de ser parte de una obra divina tan majestuosa genera un sentido de propósito y pertenencia. Saber que cada acción—ya sea compartir el Evangelio, hacer historia familiar o simplemente ser un ejemplo de discípulo—contribuye a algo eterno, motiva a actuar con determinación.

2. La preparación espiritual es clave
El presidente Nelson promete que si los jóvenes se preparan espiritualmente y desarrollan la habilidad de recibir revelación personal, tendrán la orientación necesaria en su vida. Esto incluye aprender a escuchar los susurros del Espíritu y actuar con fe.

Esta invitación a buscar revelación personal inspira a fortalecer la conexión con Dios mediante la oración, el estudio de las Escrituras y la obediencia. Saber que podemos recibir respuestas específicas a nuestras preguntas personales genera confianza y esperanza.

3. La importancia del propósito individual
La hermana Nelson plantea preguntas profundas: ¿Para qué nacieron? y ¿Cuál es su misión en la tierra? Esto inspira a reflexionar sobre el propósito personal y cómo cada uno de nosotros tiene un papel único en el plan de Dios.

Imaginar que tenemos un “rollo” celestial con una misión personal pendiente de cumplir nos motiva a buscar nuestro propósito divino, entender nuestra identidad eterna y actuar en consecuencia.

4. El llamado al sacrificio
El presidente Nelson extiende cinco invitaciones específicas que requieren sacrificio, como desconectarse de las redes sociales, dedicar tiempo al Señor, mantenerse en el camino de los convenios, orar por el recogimiento y ser una luz en el mundo.

Estas invitaciones no solo desafían a los jóvenes a cambiar sus hábitos, sino que también les muestran que pequeños sacrificios pueden llevar a grandes bendiciones y a un mayor impacto en la obra del Señor.

5. Un recordatorio de la promesa de los últimos días
El presidente y la hermana Nelson enfatizan que los jóvenes de hoy son “lo mejor” que el Señor ha enviado a la tierra y que fueron reservados para estos tiempos finales para cumplir una misión crucial. Ser parte del recogimiento de Israel es un privilegio reservado para aquellos que estén dispuestos a responder al llamado.

Saber que fuimos elegidos para vivir en este tiempo crucial en la historia del mundo es un recordatorio poderoso de que nuestras vidas tienen un propósito eterno. Esta perspectiva nos inspira a ser valientes, comprometidos y diligentes en la obra.

El discurso inspira porque nos ayuda a vernos como instrumentos en las manos de Dios para llevar a cabo Su obra. Nos motiva a buscar nuestra misión personal, a actuar con valentía y a comprometernos plenamente con el recogimiento de Israel, sabiendo que esta es la obra más grandiosa en la tierra hoy en día.

Las palabras del presidente Nelson no eran solo un llamado, sino una invitación llena de esperanza. Cada joven, al escuchar, pudo imaginar cómo participar en esta obra transformaría sus vidas y las de aquellos a quienes ayudaran. El mensaje era claro: esta es nuestra misión, nuestra oportunidad de brillar como discípulos de Cristo. Al aceptar este llamado, no solo nos acercamos más a nuestro Padre Celestial, sino que también ayudamos a otros a encontrar Su luz en estos últimos días.

El discurso “Juventud de Israel” del presidente Russell M. Nelson y la hermana Wendy W. Nelson es un llamado inspirador para los jóvenes a participar activamente en el recogimiento de Israel, la obra más importante de estos últimos días. Nos recuerda que cada uno de nosotros fue reservado para este momento crucial en la historia del mundo, con un propósito y misión únicos.

El presidente Nelson nos invita a fortalecer nuestra conexión con Dios, alejarnos de las distracciones mundanas y ser instrumentos en Sus manos. Sus cinco invitaciones prácticas—ayunar de las redes sociales, sacrificar tiempo para el Señor, mantenerse en el camino de los convenios, orar por el recogimiento y ser una luz en el mundo—son guías claras para alistarnos en esta obra sagrada.

La conclusión es simple pero poderosa: participar en el recogimiento de Israel nos transforma, nos da propósito y nos acerca más a Dios. Esta obra sublime no solo bendice a quienes ayudamos, sino que también nos permite cumplir el propósito divino por el cual fuimos enviados a la tierra. Es nuestra oportunidad de ser luz en un mundo oscuro y de marcar una diferencia eterna.


Lo que el Señor dice que sucedería si las planchas de oro se exhibieran al mundo (Doctrina y Convenios 5:7)


“He aquí, si no endurecen su corazón, entonces les manifestaré las planchas; y también el testimonio de tres testigos será lo que confirmaré, y esto lo haré para que mi propia sabiduría sea justa.”
El Señor declara que mostrar las planchas de oro no sería suficiente para convencer al mundo, ya que muchos endurecerían su corazón y seguirían rechazando la verdad. Esta declaración refleja el principio doctrinal de que la fe no se basa únicamente en evidencias físicas, sino en un testimonio espiritual que proviene del Espíritu Santo.
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “El conocimiento espiritual no se obtiene mediante los sentidos físicos, sino por el Espíritu. La evidencia física nunca será suficiente para cambiar el corazón de quienes eligen endurecerlo.”
(Discurso: “La prueba del Libro de Mormón”, Conferencia General, abril de 1999)
El Señor, en Su sabiduría, sabía que la fe verdadera no puede forzarse a través de pruebas tangibles. Este principio nos invita a desarrollar una relación espiritual con Dios basada en la fe y el testimonio personal, en lugar de buscar señales o evidencias externas.


La función de los testigos en la obra del Señor (Doctrina y Convenios 5:11–15; 2 Corintios 13:1)


“Y en verdad te digo que se me da poder para que muestren estas cosas a los de este pueblo.”
“Y a tres daré poder para que vean estas cosas por sus ojos y para que sepan con certeza de ellas, a fin de que puedan testificar de ellas.”
El Señor estableció que tres testigos especiales (Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris) serían llamados para ver las planchas de oro y testificar de su existencia. Esto cumpliría el principio bíblico de que “por boca de dos o tres testigos se establecerá toda palabra” (2 Corintios 13:1).
El presidente Gordon B. Hinckley explicó: “El testimonio de los tres testigos del Libro de Mormón permanece como una evidencia poderosa de la autenticidad de este registro sagrado. Su función fue establecer la verdad para el mundo.” (“Testigos del Libro de Mormón”, Conferencia General, abril de 1997)
La función de los testigos es crucial en la obra del Señor. Aunque el testimonio espiritual sigue siendo personal, el testimonio de los testigos fortalece la credibilidad del mensaje del Evangelio y respalda a los que buscan la verdad con sinceridad.


Cómo obtener un testimonio del Libro de Mormón por uno mismo (Doctrina y Convenios 5:16, 24; Moroni 10:3–5)


“Mas si no endurecieres tu corazón, y preguntases con fe, creyendo que recibirás, con diligencia en guardar mis mandamientos, con toda certeza estas cosas te serán manifestadas.”
“He aquí, yo soy Jesucristo, el Hijo de Dios. Yo soy el que vine al mundo; mi propia voluntad cumplo.”
El Señor explica que obtener un testimonio del Libro de Mormón requiere fe, oración sincera y un corazón dispuesto a aceptar la respuesta del Espíritu Santo. Este proceso es un acto de fe y obediencia.
El presidente Ezra Taft Benson declaró: “El testimonio del Libro de Mormón llega mediante el Espíritu Santo. No es algo que se pueda demostrar con pruebas externas, sino algo que se experimenta en lo profundo del alma.” (“El poder del Libro de Mormón”, Conferencia General, abril de 1986)
El Señor no solo invita a los creyentes a buscar un testimonio, sino que también promete que lo recibirán si lo buscan con sinceridad. Este principio fortalece la fe personal y fomenta una relación más cercana con Dios al buscar Sus verdades.

Doctrina y Convenios 5 enseña principios importantes sobre la fe, el testimonio y la obra del Señor. Aunque el mundo siempre buscará evidencias físicas, el Señor nos recuerda que la fe espiritual y el testimonio personal son más poderosos. Los testigos desempeñan un papel crucial para fortalecer a los demás, pero la mayor certeza viene por medio del Espíritu Santo.

Estos versículos nos invitan a buscar nuestras propias respuestas mediante la oración, la fe y la obediencia, sabiendo que Dios promete manifestar la verdad a aquellos que sinceramente la buscan.

Lo que el Señor dice que sucedería si las planchas de oro se exhibieran al mundo (Doctrina y Convenios 5:7)
“He aquí, si no endurecen su corazón, entonces les manifestaré las planchas; y también el testimonio de tres testigos será lo que confirmaré, y esto lo haré para que mi propia sabiduría sea justa.”

El Señor enseña que mostrar las planchas de oro al mundo no sería suficiente para convencer a aquellos con corazones endurecidos. La verdadera fe y conversión no dependen de evidencias físicas, sino del testimonio espiritual que se recibe a través del Espíritu Santo.
El élder Neal A. Maxwell explicó: “La fe que se basa en pruebas visibles es frágil y temporal. Dios desea que desarrollemos una fe profunda y duradera que proviene de buscarle con un corazón sincero y humilde.” (“Probar todas las cosas”, Conferencia General, abril de 1985)

El propósito del Señor es que las personas busquen la verdad mediante la oración, el estudio y la guía del Espíritu. Depender únicamente de pruebas visibles elimina la necesidad de desarrollar una relación espiritual con Dios.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Un testimonio espiritual es más poderoso que cualquier evidencia física. La voz del Espíritu puede tocar el corazón de una manera que las pruebas tangibles jamás lograrán.” (“El poder de la fe”, Conferencia General, abril de 2020)
El Señor sabía que la incredulidad y el orgullo impedirían que muchos aceptaran la verdad, incluso si las planchas fueran mostradas. Este principio nos recuerda la importancia de buscar la guía del Espíritu y confiar en la fe, en lugar de depender de pruebas físicas.

La función de los testigos en la obra del Señor (Doctrina y Convenios 5:11–15; 2 Corintios 13:1)
“Y a tres daré poder para que vean estas cosas por sus ojos y para que sepan con certeza de ellas, a fin de que puedan testificar de ellas.”

El Señor llamó a tres testigos (Martin Harris, Oliver Cowdery y David Whitmer) para que testificaran de las planchas de oro. Esto cumple con el principio bíblico de que “por boca de dos o tres testigos se establecerá toda palabra” (2 Corintios 13:1). Su testimonio se convertiría en una evidencia adicional del origen divino del Libro de Mormón.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El testimonio de los tres testigos es una evidencia poderosa de la autenticidad del Libro de Mormón. Estos hombres fueron llamados por Dios para dar fe de lo que vieron y oyeron por el poder del Espíritu Santo.” (“Los testigos del Libro de Mormón”, Conferencia General, abril de 1998)

A pesar de sus imperfecciones humanas, los testigos nunca negaron lo que experimentaron. Su función era apoyar el testimonio de José Smith y fortalecer la fe de aquellos que buscan la verdad.
Los testigos son un recordatorio de que Dios provee evidencias suficientes para apoyar la fe, pero nunca las reemplaza. Su testimonio complementa, pero no sustituye, el testimonio personal que cada individuo debe buscar mediante el Espíritu.

Cómo obtener un testimonio del Libro de Mormón por uno mismo (Doctrina y Convenios 5:16, 24; Moroni 10:3–5)
“Mas si no endurecieres tu corazón, y preguntases con fe, creyendo que recibirás, con diligencia en guardar mis mandamientos, con toda certeza estas cosas te serán manifestadas.”
“Y si haces esto, he aquí, bendito eres; porque recibirás tu recompensa.”

El Señor instruye que un testimonio personal del Libro de Mormón se obtiene a través de un proceso que incluye: (1) Un corazón humilde y dispuesto. (2) Oración con fe. (3) La disposición de actuar sobre la respuesta recibida.
El presidente Henry B. Eyring explicó: “El Espíritu Santo testifica de la verdad cuando buscamos sinceramente, con humildad y un corazón dispuesto a seguir la voluntad de Dios. Este proceso nos cambia y fortalece nuestra relación con Él.” (“El poder del testimonio”, Conferencia General, abril de 2011)

El pasaje de Moroni 10:3–5 complementa esta enseñanza al invitar a los lectores a meditar sobre las misericordias de Dios, orar con sinceridad y buscar la confirmación del Espíritu Santo.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Un testimonio del Libro de Mormón se recibe al experimentarlo con un corazón sincero. Al vivir sus enseñanzas, sentimos su poder y divinidad.” (“El Libro de Mormón: Un milagro de fe”, Conferencia General, octubre de 2009)
Este proceso no solo nos ayuda a obtener un testimonio del Libro de Mormón, sino que también fortalece nuestra fe y nos acerca más a Dios. La clave está en buscar con un corazón dispuesto y actuar sobre el conocimiento recibido.

Doctrina y Convenios 5 nos enseña que la verdadera fe no se basa en evidencias físicas, sino en el testimonio del Espíritu. El Señor utiliza a los testigos para respaldar Su obra y fortalecer la fe de aquellos que buscan la verdad, pero el testimonio personal se obtiene mediante la oración, la fe y la obediencia.

Al aplicar estas enseñanzas, aprendemos que el Libro de Mormón no es solo un registro sagrado, sino un medio poderoso para fortalecer nuestra relación con Dios. Nos invita a confiar en Su sabiduría y a buscar Su guía espiritual en todas las cosas.


Doctrina y Convenios 5:1–10


Si deseas un analísis de Doctrina y Convenios 5

Jesucristo nos dio Su palabra por medio de José Smith.

La función de José Smith según Doctrina y Convenios 5:1–10
En una época de incertidumbre y dudas, el Señor levantó a un profeta especial, un joven humilde llamado José Smith, para llevar a cabo una obra maravillosa y trascendental. En Doctrina y Convenios 5:1–10, el Señor mismo declara la misión sagrada que confió a José: restaurar el Evangelio en su plenitud, testificar de Jesucristo y abrir una nueva dispensación en la historia del mundo.

El Señor comenzó dejando claro que José no actuaba por cuenta propia. “He aquí, en verdad te digo que, como mi siervo, te he encomendado las llaves de este ministerio” (versículo 2). Estas palabras reflejan que la obra de José no era simplemente una aspiración personal, sino un llamado divino para ser el instrumento mediante el cual se manifestaría la verdad perdida. Este joven, que provenía de una familia sencilla, fue escogido para restaurar las verdades eternas y traer al mundo el Libro de Mormón, un testamento adicional de Jesucristo.

El Señor también declaró que la misión de José era, por encima de todo, testificar de Cristo. “Yo, el Señor, suscito para mi siervo José que dé testimonio de estas cosas” (versículo 10). Este testimonio no solo sería una guía para su época, sino una luz que atravesaría las generaciones, ayudando a los hijos de Dios a encontrar el camino de regreso a Él. José fue el medio por el cual se restauraron las ordenanzas salvadoras, las Escrituras adicionales y el conocimiento del plan de salvación.

Pero el Señor no solo habló de la grandeza de la obra de José, sino también de la importancia de creer en sus palabras. “Si no me creen a mí, crean en mis siervos” (versículo 10). Este llamado nos recuerda que Dios obra por medio de profetas, y que al aceptar su mensaje, también estamos aceptando a Dios mismo. Así como José enfrentó oposición y críticas, el Señor prometió que su obra prevalecería, porque era Su obra.

El eco de esta enseñanza ya había sido predicho siglos antes. En 2 Nefi 3:6–24, el profeta Lehi profetizó sobre un “vidente escogido”, descendiente de José de Egipto, quien llevaría a cabo una gran obra en los últimos días. Esta profecía se cumplió en José Smith, un joven valiente que, enfrentando oposición, cumplió su misión divina con fe inquebrantable.

Hoy, al leer estas palabras, se nos invita a reflexionar sobre el impacto de la misión de José Smith en nuestras vidas. Gracias a él, tenemos acceso al Libro de Mormón, un libro que ilumina nuestro entendimiento de Cristo y Su Evangelio. A través de su sacrificio y obediencia, se restauraron las verdades eternas que guían nuestra vida en el camino de los convenios.

La vida de José también nos inspira a ser valientes y fieles en nuestras propias pruebas. Él fue un ejemplo de humildad y dedicación, recordándonos que, aunque seamos imperfectos, Dios puede hacer cosas grandes mediante nosotros si estamos dispuestos a seguirle.

El llamado del Señor a José Smith no fue solo para su tiempo. Su obra sigue siendo una fuente de luz y verdad para nosotros hoy. Al honrar su legado y vivir de acuerdo con las verdades que restauró, estamos respondiendo al mismo llamado divino: ser testigos de Cristo y llevar Su Evangelio al mundo.

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