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Doctrina y Convenios 20–22
10 – 16 marzo: “El origen de la Iglesia de Cristo”
Contexto Histórico de Doctrina y Convenios 20-22
La Organización de la Iglesia y la Voz de Dios a los Primeros Santos
Era la mañana del 6 de abril de 1830 en Fayette, Nueva York, y un grupo de creyentes se había reunido en la casa de Peter Whitmer Sr. para presenciar un momento trascendental: la organización de la Iglesia de Jesucristo. Durante años, Joseph Smith había recibido revelaciones divinas, traducido el Libro de Mormón y esperado el momento en que la Iglesia del Señor fuera establecida sobre la tierra una vez más. Ahora, ese día había llegado.
Dios había revelado a Joseph Smith los principios y ordenanzas que debían regir Su Iglesia, y en esa ocasión, el profeta recibió una revelación que serviría como fundamento organizativo y doctrinal. Esta revelación, que más tarde sería conocida como Doctrina y Convenios 20, establecía las creencias básicas de la Iglesia:
- El testimonio de la misión divina de Jesucristo.
- La necesidad del arrepentimiento y el bautismo para la remisión de pecados.
- La doctrina de la justificación y santificación mediante la gracia de Cristo.
- La organización del Sacerdocio y los deberes de sus poseedores: élderes, presbiteros, maestros y diáconos.
- La manera en que debían realizarse las ordenanzas sagradas, como el bautismo y la Santa Cena.
- La importancia de llevar registros de los miembros bautizados.
Esta revelación no solo daba estructura a la Iglesia naciente, sino que también aseguraba que su doctrina fuera pura y su administración correcta. Era, en esencia, la “Constitución de la Iglesia”, el cimiento sobre el cual la comunidad de los Santos de los Últimos Días comenzaría a crecer.
Pero Dios sabía que la Iglesia no podía avanzar sin un líder inspirado, y por eso, ese mismo día, se dio otra revelación: Doctrina y Convenios 21. En esta revelación, el Señor declaró que Joseph Smith no solo era el traductor del Libro de Mormón, sino también Su profeta, vidente y revelador.
La instrucción era clara: “Porque sus palabras recibiréis, como si vinieran de mi propia boca, con toda paciencia y fe.”
Los primeros miembros de la Iglesia entendieron que debían confiar en las revelaciones de Joseph Smith y que la guía profética era una parte esencial de la obra del Señor. También se les mandó llevar un registro oficial del establecimiento de la Iglesia, asegurando que su historia quedara preservada para las generaciones futuras.
A medida que la noticia de la organización de la Iglesia se extendía, algunas personas que anteriormente habían sido bautizadas en otras iglesias cristianas expresaron su deseo de unirse a la Iglesia sin repetir la ordenanza del bautismo. Fue en ese contexto que el Señor reveló Doctrina y Convenios 22.
El mensaje fue directo: “Este es un nuevo convenio, no el antiguo; por tanto, no podéis entrar por la ley de Moisés, ni por vuestras obras muertas.”
El Señor dejó en claro que el bautismo en la Iglesia debía realizarse con la autoridad del Sacerdocio restaurado. Ningún bautismo realizado en iglesias que carecieran de la debida autoridad era suficiente. Aquellos que desearan entrar en el reino de Dios debían nacer de nuevo bajo la dirección del Sacerdocio verdadero.
Con estas revelaciones, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días comenzaba su camino en la tierra. La fe de estos primeros miembros sería puesta a prueba, pero tenían un fundamento sólido: una doctrina clara, un profeta llamado por Dios y la autoridad del Sacerdocio restaurado.
El 6 de abril de 1830 fue un día de júbilo, pero también de responsabilidad. El Señor había hablado, y ahora era el tiempo de edificar Su reino.
Al estudiar Doctrina y Convenios 20–21, aprendemos que Jesucristo restauró Su Iglesia para proporcionar la verdad, la autoridad del sacerdocio, las ordenanzas necesarias para la salvación y la guía profética continua. A través de esta restauración, se restauró la organización y las doctrinas esenciales de Su Iglesia, reflejando la misma estructura que tenía en la antigüedad.
Aquí hay una tabla comparativa basada en los versículos mencionados:
| Doctrina | La antigua Iglesia de Cristo | La Iglesia restaurada de Cristo |
| Doctrina | Jesucristo es el Hijo de Dios y la única fuente de salvación (Mateo 16:15–19; Juan 7:16–17; Efesios 2:19–22). | Jesucristo es el Hijo de Dios y Su Evangelio ha sido restaurado en los últimos días (D. y C. 20:17–25). |
| Ordenanzas | Bautismo y Santa Cena como ordenanzas esenciales (3 Nefi 11:23–26; Moroni 4–5). | Bautismo y Santa Cena son ordenanzas esenciales y se administran con la debida autoridad (D. y C. 20:72–79). |
| Autoridad del Sacerdocio | Jesús confirió el sacerdocio a Sus apóstoles (Mateo 16:19; Efesios 2:20). | La autoridad del sacerdocio fue restaurada a través de José Smith por la imposición de manos de mensajeros celestiales (D. y C. 20:60). |
| Profetas | La Iglesia fue dirigida por profetas y apóstoles bajo la guía de Jesucristo (Efesios 2:19–22). | Jesucristo llamó a José Smith como profeta y ha seguido llamando profetas vivientes (D. y C. 21:1–2). |
¿Qué aprendo de esta actividad?
- Jesucristo organizó Su Iglesia en la antigüedad con doctrinas claras, ordenanzas sagradas y la autoridad del sacerdocio.
- La Iglesia restaurada hoy en día sigue el mismo modelo, con profetas y apóstoles que reciben revelación para guiar a los santos.
- La restauración de la Iglesia es evidencia del amor de Dios por Sus hijos, asegurándose de que tengan acceso a las bendiciones del Evangelio y la salvación.
Esta comparación nos ayuda a comprender por qué Jesucristo restauró Su Iglesia: para que podamos recibir la verdad, hacer convenios sagrados y ser guiados por la autoridad y revelación divinas en nuestro camino de regreso a Dios.
Doctrina y Convenios 20:37, 75–79; 22
Doctrina y Convenios 20:37 – Los Requisitos para el Bautismo
“Y todos aquellos que se humillen ante Dios, y deseen ser bautizados, y vengan con corazones quebrantados y espíritus contritos, y testifiquen a la iglesia que verdaderamente se han arrepentido de todos sus pecados, y estén dispuestos a tomar sobre sí el nombre de Jesucristo, teniendo el firme propósito de servirle hasta el fin, y realmente manifiesten por sus obras que han recibido del Espíritu de Cristo la remisión de sus pecados, serán recibidos mediante el bautismo en su iglesia.”
Este versículo establece los requisitos esenciales para el bautismo, enfatizando que no es solo un acto externo sino un compromiso interno y profundo con Cristo. Los requisitos incluyen:
- Humillarse ante Dios – Indica la disposición de reconocer nuestra dependencia del Señor.
- Desear el bautismo – No debe ser impuesto; debe haber una intención genuina.
- Tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito – Es una señal de verdadero arrepentimiento y humildad (Salmos 51:17).
- Testificar a la Iglesia del arrepentimiento sincero – El bautismo está ligado a una conversión real y verificable.
- Estar dispuestos a tomar sobre sí el nombre de Cristo – Se relaciona con el convenio bautismal mencionado en Mosíah 18:8-10.
- Tener la firme intención de servir a Cristo hasta el fin – No es un evento aislado, sino un compromiso eterno.
- Mostrar con sus obras que han recibido la remisión de sus pecados – El bautismo debe ir acompañado de frutos dignos de arrepentimiento (Mateo 3:8).
Este versículo subraya la importancia del bautismo como una expresión de conversión genuina, y no simplemente como un rito vacío. El énfasis en los cambios internos y externos refuerza la enseñanza de que la verdadera conversión a Cristo implica una transformación completa.
Doctrina y Convenios 20:75–79 – La Santa Cena
“También conviene que la iglesia se reúna con frecuencia para participar del pan y del vino en memoria del Señor Jesús.”
“Y el élder o sacerdote ha de administrar la cena, así como se indica en los siguientes versículos:”
“Toma el pan y lo parte y lo bendice, y lo da a los demás participantes y a los élderes o sacerdotes, para que lo administren.”
“Y en la manera siguiente procederán cuando administren el pan:”
“¡Oh Dios, Padre Eterno, te pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo que bendigas y santifiques este pan para las almas de todos los que participen de él, para que lo coman en memoria del cuerpo de tu Hijo, y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de tu Hijo, y a recordarle siempre, y a guardar sus mandamientos que él les ha dado, para que siempre puedan tener su Espíritu consigo! Amén.”
Estos versículos instituyen la ordenanza de la Santa Cena en la Iglesia y establecen su propósito y procedimiento. Hay varios principios clave:
- Frecuencia de la Santa Cena – La Iglesia debe reunirse “con frecuencia”, lo cual resalta su importancia espiritual.
- El rol del sacerdote o élder – Se requiere la debida autoridad del sacerdocio para administrar esta ordenanza sagrada.
- El simbolismo del pan – Representa el cuerpo de Cristo, y comerlo es un acto de memoria, testimonio y renovación del convenio bautismal.
- El convenio renovado – La oración sacramental menciona tres compromisos esenciales:
- Tomar sobre sí el nombre de Cristo.
- Recordarle siempre.
- Guardar sus mandamientos.
- Promesa divina – Aquellos que participan dignamente recibirán el Espíritu Santo como guía constante en sus vidas.
La Santa Cena es un momento semanal de reflexión y renovación espiritual. No es solo un recordatorio de la expiación de Cristo, sino una oportunidad para evaluar nuestro compromiso con Él. La promesa de tener el Espíritu Santo con nosotros nos ayuda a vivir de manera más alineada con el evangelio.
“Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.” (1 Corintios 11:26).
Doctrina y Convenios 22 – El Bautismo y el Nuevo Convenio
“He aquí, os digo que todos los convenios anteriores que no hice yo han cesado, y este es un convenio nuevo y sempiterno, sí, el que existió desde el principio.”
“Por tanto, aunque el hombre sea bautizado cien veces, de nada le servirá, porque no podéis entrar por la puerta sino por mí, dice el Señor.”
Esta revelación responde a la pregunta de si los bautismos realizados fuera de la Iglesia restaurada eran válidos. El Señor declara que:
- Los convenios anteriores han cesado – Solo los convenios autorizados por Dios son válidos.
- El bautismo restaurado es el “nuevo y sempiterno convenio” – Aunque existía desde el principio, se perdió y ahora se ha restaurado en su forma correcta.
- El bautismo debe ser realizado con la debida autoridad – Un bautismo fuera de la Iglesia restaurada no es válido ante Dios.
- No hay eficacia en un bautismo sin la debida autoridad – Ser bautizado “cien veces” sin la autoridad divina no tiene efecto real.
Este pasaje enfatiza la necesidad de la autoridad del sacerdocio en las ordenanzas salvadoras. Enseña que no basta con el deseo de seguir a Cristo; es necesario hacerlo bajo las ordenanzas debidamente establecidas en Su Iglesia.
Jesús dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto.” (Juan 15:16). Esto refuerza la idea de que el sacerdocio y las ordenanzas son establecidas por Dios, no por el hombre.
Estos pasajes de Doctrina y Convenios enseñan principios fundamentales sobre el bautismo y la Santa Cena. Se destacan tres doctrinas centrales:
- El bautismo es un convenio con Dios que requiere arrepentimiento sincero y la debida autoridad.
- La Santa Cena es una ordenanza sagrada para renovar los convenios bautismales y recibir la guía del Espíritu Santo.
- El evangelio restaurado ha traído de vuelta la autoridad de Cristo para administrar las ordenanzas esenciales.
Estos versículos reafirman la importancia de la autoridad del sacerdocio y la necesidad de recibir las ordenanzas en la Iglesia de Jesucristo restaurada. Como dice Doctrina y Convenios 22:2, Cristo es la única “puerta” por la cual podemos entrar al Reino de Dios.
¿Cómo me ayudan estas ordenanzas a acercarme al Salvador?
Las ordenanzas del bautismo y la Santa Cena, descritas en Doctrina y Convenios 20:37, 75–79; 22, te ayudan a acercarte al Salvador de manera profunda y significativa. Aquí te explico cómo:
1. El Bautismo: Un Nuevo Comienzo en Cristo. “Todos aquellos que se humillen ante Dios… y estén dispuestos a tomar sobre sí el nombre de Jesucristo, teniendo el firme propósito de servirle hasta el fin…” (DyC 20:37).
El bautismo es la puerta de entrada al evangelio. Es el momento en el que naces espiritualmente de nuevo y comienzas una relación de discipulado con Jesucristo. Te ayuda a acercarte a Él porque:
Sigues Su ejemplo – Jesús mismo fue bautizado por Juan el Bautista (Mateo 3:13-17).
Recibes la remisión de tus pecados – A través de Su expiación, puedes ser limpio (Mosíah 18:8-10).
Haces un convenio con Dios – Prometes seguir a Cristo y recibir Su ayuda en tu vida.
Recibes el don del Espíritu Santo – Que te guía, consuela y santifica día a día.
Cada vez que recuerdes tu bautismo, puedes renovar tu decisión de seguir a Cristo con mayor dedicación.
2. La Santa Cena: Renovación del Convenio y Conexión con Cristo. “…testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de tu Hijo, y a recordarle siempre…” (DyC 20:77).
La Santa Cena te acerca a Cristo de forma semanal porque:
Renuevas tu convenio bautismal – Vuelves a comprometerte con Él, sin importar cuántas veces hayas fallado.
Recuerdas Su sacrificio – Al participar del pan y del agua, meditas en Su expiación y amor infinito.
Recibes la promesa de Su Espíritu – La bendición de tener Su Espíritu contigo te fortalece en la semana.
Recibes poder para mejorar – Como enseñó Élder David A. Bednar, “la Santa Cena no es solo un recordatorio, sino una fuente de poder espiritual”.
Si participas dignamente, sentirás mayor paz, inspiración y fortaleza para enfrentar desafíos.
3. La Autoridad y la Puerta Correcta. “Aunque el hombre sea bautizado cien veces, de nada le servirá, porque no podéis entrar por la puerta sino por mí…” (DyC 22:2).
Dios ha establecido un orden para acercarnos a Él. Las ordenanzas deben ser hechas con la debida autoridad, porque:
Cristo es la puerta de salvación – No hay otro camino para recibir Sus bendiciones.
La autoridad del sacerdocio es esencial – Garantiza que las ordenanzas sean reconocidas por Dios.
El bautismo en la Iglesia restaurada es el único válido – Como dice Efesios 4:5: “Un Señor, una fe, un bautismo.”
Conocer la verdad de la restauración te ayuda a confiar más en que estás en el camino correcto.
- Ora y medita en tu bautismo – ¿Estás honrando ese convenio cada día?
- Participa con mayor gratitud en la Santa Cena – Piensa en cómo el Salvador te ha bendecido esta semana.
- Vive con la ayuda del Espíritu Santo – Él te recordará lo que debes hacer para permanecer cerca del Salvador.
Si vives estos principios con sinceridad, sentirás una conexión más profunda con Jesucristo y Su poder santificador en tu vida. Él te sostendrá, te limpiará y te fortalecerá en tu camino hacia la vida eterna.
Estos pasajes me llevan a reflexionar en la profundidad de las ordenanzas del evangelio y en la necesidad de vivirlas con propósito y devoción.
Me pregunto: ¿Estoy realmente honrando el convenio que hice en mi bautismo? ¿O a veces lo tomo como un evento del pasado sin pensar en su impacto presente en mi vida?
La Santa Cena me ofrece una segunda oportunidad cada semana para realinear mi vida con Cristo. No importa cuántas veces haya fallado, el Salvador me ofrece la posibilidad de empezar de nuevo. Su amor infinito se manifiesta en Su sacrificio, y al participar dignamente de la Santa Cena, me acerco a Él con humildad y gratitud.
También pienso en la importancia de la autoridad del sacerdocio. No puedo hacer las cosas a mi manera y esperar que Dios las acepte. Debo seguir el plan que Él ha revelado. Esto me ayuda a ver la Iglesia restaurada como una bendición invaluable, porque a través de ella puedo recibir ordenanzas que son válidas ante Dios y me conducen a la vida eterna.
Si tomo estos principios en serio, cada bautismo que veo, cada Santa Cena en la que participo y cada ordenanza que recibo será una oportunidad para fortalecer mi relación con Jesucristo. Él está siempre dispuesto a recibirme, limpiarme y fortalecerme, pero debo hacer mi parte con fe y devoción.
Me esforzaré por vivir con más conciencia de mi convenio bautismal y participar de la Santa Cena con un corazón más humilde y agradecido. Así, podré sentir más plenamente el amor y la guía del Salvador en mi vida.
“El porqué de la senda de los convenios”
Por el élder D. Todd Christofferson
Del Cuórum de los Doce Apóstoles
En este discurso, el élder D. Todd Christofferson nos brinda una enseñanza clara y profunda sobre la importancia de los convenios y la senda que ellos establecen para alcanzar la salvación y la exaltación. Resalta que la diferencia entre quienes hacen convenios y quienes no lo hacen es singular y eternamente significativa, ya que los convenios nos unen a Dios, nos otorgan Su guía, nos ayudan a evitar errores y nos preparan para recibir Su herencia eterna.
A lo largo de su mensaje, el élder Christofferson desarrolla varios aspectos clave de la senda de los convenios, haciendo énfasis en cómo esta senda no solo nos ayuda a vivir de manera justa, sino que también nos concede bendiciones y promesas divinas que no se pueden obtener de otra manera.
1. La Senda de los Convenios Nos Conduce al Reino Celestial. El élder Christofferson explica que la senda de los convenios comienza con el bautismo y se extiende más allá de la vida terrenal. Es un camino de progreso que requiere perseverancia en Cristo y fidelidad en recibir todas las ordenanzas necesarias para la exaltación.
Seguir en la senda de los convenios significa no desviarnos del evangelio, sino avanzar con propósito y dedicación. Nos brinda dirección y significado en un mundo cada vez más incierto.
2. Los Convenios Nos Protegen de “Errores No Forzados”. El élder Christofferson usa una analogía deportiva para explicar que, al vivir con fidelidad nuestros convenios, evitamos muchos problemas que son consecuencia de malas decisiones. La obediencia al evangelio nos ayuda a esquivar tentaciones, adicciones, engaños e inmoralidad.
“El que guarda los mandamientos de Dios, ese es bienaventurado en todas las cosas” (Mosíah 2:41).
Si nos mantenemos firmes en el evangelio, no solo evitamos el sufrimiento innecesario, sino que también adquirimos autodisciplina y hábitos que nos acercan más a Dios.
3. La Diferencia de la Senda de los Convenios. El élder Christofferson reconoce que muchas personas que no han hecho convenios viven con principios similares a los del evangelio. Sin embargo, destaca que la diferencia clave es que quienes han hecho convenios:
- Tienen una obediencia con compromiso ante Dios.
- Reciben la ayuda divina del Espíritu Santo.
- Forman parte del pueblo del convenio, con bendiciones colectivas.
- Tienen derecho a recibir la herencia celestial.
Hacer y guardar convenios con Dios nos permite obtener bendiciones específicas que no están disponibles fuera de la senda del convenio. Nos ayuda a fortalecer nuestro testimonio y recibir la seguridad espiritual de estar en el camino correcto.
4. Ligados a Dios a Través de los Convenios. El discurso enfatiza que los convenios no solo nos guían, sino que también nos unen a Dios de manera personal e individual. Cada persona entra en la senda de los convenios de forma única, haciendo un compromiso personal con el Señor.
Los convenios no son compromisos genéricos, sino promesas individuales con Dios. Saber que estamos ligados a Él nos da seguridad, fortaleza y consuelo en tiempos de prueba.
5. El Espíritu Santo Como Ayuda Divina en la Senda. El élder Christofferson nos recuerda que uno de los mayores dones de la senda de los convenios es la compañía constante del Espíritu Santo, quien nos guía, nos protege y nos llena de esperanza.
A medida que renovamos nuestros convenios mediante la Santa Cena, somos fortalecidos espiritualmente para enfrentar las dificultades de la vida. La guía del Espíritu Santo nos permite tomar decisiones más sabias y alineadas con la voluntad de Dios.
6. La Bendición del Recogimiento del Pueblo del Convenio. El élder Christofferson enseña que quienes siguen la senda de los convenios participan en el recogimiento de Israel, tanto física como espiritualmente.
“Levantaos y brillad, para que vuestra luz sea un estandarte a las naciones” (Doctrina y Convenios 115:5).
Ser parte del pueblo del convenio significa tener un propósito más grande en la obra del Señor. Nuestra participación en la Iglesia fortalece nuestra fe y nos permite ayudar a otros a encontrar el mismo camino.
7.La Herencia Eterna en la Senda de los Convenios. El discurso concluye con la promesa de que solo en la senda de los convenios podemos recibir la exaltación y la gloria celestial.
“Todas las cosas son suyas, sea vida o muerte, o cosas presentes o cosas futuras, todas son suyas, y ellos son de Cristo y Cristo es de Dios” (Doctrina y Convenios 76:59).
Seguir la senda de los convenios no solo trae bendiciones en esta vida, sino también en la eternidad. Nos asegura la posibilidad de vivir con Dios y nuestras familias para siempre.
El mensaje central del élder Christofferson es que los convenios no son solo reglas o normas, sino una conexión viva con Dios. Permanecer en la senda de los convenios nos protege del pecado, nos brinda ayuda divina, nos permite recibir revelación y nos prepara para la vida eterna.
Seguir esta senda es más que solo hacer lo correcto; implica un compromiso de corazón con el Salvador. Es un camino que nos transforma y nos permite llegar a ser como Él.
Cada uno de nosotros puede preguntarse:
- ¿Estoy renovando mis convenios con un corazón sincero cada semana?
- ¿Permito que el Espíritu Santo me guíe en mi vida diaria?
- ¿Estoy ayudando a otros a encontrar y permanecer en la senda de los convenios?
Este discurso nos invita a valorar, recordar y vivir nuestros convenios cada día. Como dijo Nefi, “mi alma se deleita en los convenios del Señor”.
Que podamos permanecer firmes en la senda de los convenios y recibir todas las bendiciones prometidas por Dios.
Doctrina y Convenios 20:38–60
Imagina una reunión solemne en los primeros días de la Restauración. La Iglesia recién organizada, en abril de 1830, está dando sus primeros pasos. Los miembros, aunque llenos de fe, necesitan dirección clara sobre cómo se debe gobernar y ministrar dentro de la Iglesia de Cristo. Es en este contexto que el Señor revela Doctrina y Convenios 20, conocido como la “Constitución de la Iglesia”, estableciendo las ordenanzas y deberes esenciales del sacerdocio.
Dentro de esta revelación, los versículos 38 al 60 delinean de manera específica los deberes de los poseedores del Sacerdocio Aarónico y el Sacerdocio de Melquisedec. En estos versículos, el Señor establece un modelo de liderazgo basado en el servicio, la autoridad delegada y la responsabilidad divina. No se trata de una jerarquía de poder mundano, sino de una organización donde cada oficio tiene un papel vital en la edificación de Sión.
El Sacerdocio Aarónico y sus Oficios: El Fundamento del Servicio (vs. 38–44)
Los versículos 38 al 44 describen los deberes de los diáconos, maestros y presbíteros. Los diáconos, los más jóvenes en el sacerdocio, son llamados a vigilar la Iglesia y asistir en la obra de Dios. Son como centinelas espirituales, encargados de velar por la reverencia y el orden dentro de la congregación.
Los maestros, por su parte, tienen una responsabilidad mayor: deben fortalecer la fe de los miembros, visitar sus hogares y asegurarse de que no haya contención ni malentendidos. Se les confía la tarea de unir los corazones de los santos, fomentando la paz y la rectitud en la comunidad.
Luego, los presbíteros se elevan un paso más en la progresión del sacerdocio. No solo predican y enseñan, sino que también pueden bautizar y administrar la Santa Cena. Su función es un recordatorio del poder purificador del convenio bautismal y de la renovación espiritual que viene a través de la expiación de Cristo.
El Sacerdocio de Melquisedec: Los Pastores del Rebaño (vs. 45–51)
El versículo 45 introduce al oficio de los élderes, quienes poseen el Sacerdocio de Melquisedec y, por lo tanto, tienen la autoridad de guiar espiritualmente a la Iglesia. Son llamados a bautizar, imponer las manos para otorgar el don del Espíritu Santo, administrar la Santa Cena y presidir reuniones. Su labor es eminentemente pastoral: deben velar por el bienestar espiritual de la Iglesia, fortaleciendo la fe de los santos y guiándolos en la senda del discipulado.
El énfasis en la imposición de manos para conferir el Espíritu Santo es clave en esta sección. Aquí se resalta la doctrina de la revelación personal y la continuidad del poder divino en la Iglesia. No es un mero rito simbólico, sino una verdadera transmisión del poder celestial, que capacita a los nuevos conversos para recibir guía y dirección de Dios en sus vidas.
El Obispo y su Rol de Administrador Espiritual (vs. 52–56)
En los versículos 52 al 56, el Señor menciona el papel del obispo, un oficio esencial en la administración de la Iglesia. El obispo es el juez en Israel, el responsable de velar por los necesitados, de administrar los bienes de la Iglesia y de asegurarse de que los miembros sean dignos de participar en las ordenanzas sagradas.
El obispo también es el que recibe confesiones y ayuda a los miembros a arrepentirse y volver a la senda de los convenios. Su oficio no es el de un juez severo, sino el de un pastor misericordioso que busca guiar a las almas de regreso a Cristo.
El Deber de los Miembros y el Sacerdocio (vs. 57–60)
Finalmente, los últimos versículos de esta sección recalcan la importancia de la unidad dentro de la Iglesia. No basta con que los oficiales del sacerdocio cumplan sus funciones; los miembros también tienen la responsabilidad de sostener a sus líderes, de vivir el evangelio y de edificarse mutuamente. El versículo 60 es particularmente significativo: “Y por la inspiración del Espíritu Santo, serán guiados en su deber.”
Aquí se reafirma una verdad fundamental: aunque la Iglesia tiene una estructura organizativa, su verdadera fortaleza proviene de la revelación continua. No se trata simplemente de cumplir con una lista de responsabilidades, sino de actuar bajo la dirección del Espíritu, permitiendo que el Señor gobierne Su Iglesia a través de la revelación personal y colectiva.
Estos versículos de Doctrina y Convenios 20 no solo establecen una estructura administrativa, sino que nos muestran un modelo divino de liderazgo: un liderazgo basado en el servicio, en la humildad y en la revelación. Cada oficio del sacerdocio es una oportunidad de servir, no de dominar; de edificar, no de imponer; de guiar con amor, no con dureza.
En este modelo celestial, todos tienen un papel que desempeñar, y cada función es esencial para el crecimiento y fortaleza de la Iglesia. La organización que el Señor reveló a José Smith en 1830 sigue vigente hoy, recordándonos que el sacerdocio no es un privilegio personal, sino una comisión sagrada para bendecir a los hijos de Dios.
Así, estos versículos nos invitan a reflexionar: ¿Cómo estamos cumpliendo con nuestro deber en la Iglesia? ¿Estamos buscando la guía del Espíritu en nuestro servicio? ¿Vemos el sacerdocio como un llamado al sacrificio y al amor cristiano?
Al comprender Doctrina y Convenios 20:38-60 en este contexto, reconocemos que el gobierno de la Iglesia es, en última instancia, el gobierno de Dios en la Tierra, dirigido por el Espíritu y sostenido por la fe de los santos.
¿Alguna vez has pensado por qué era importante para el Salvador restaurar el sacerdocio en Su Iglesia?
La importancia de la restauración del sacerdocio en la Iglesia del Salvador
El Sacerdocio es la autoridad dada por Dios a los hombres para actuar en Su nombre. Desde la antigüedad, esta autoridad ha sido esencial para administrar las ordenanzas del evangelio, guiar a la Iglesia y bendecir a Sus hijos. Sin embargo, tras la muerte de los apóstoles, esa autoridad se perdió y fue necesario que el Salvador la restaurara a través de José Smith y Oliver Cowdery en 1829.
El Sacerdocio Aarónico fue restaurado por Juan el Bautista, permitiendo la administración del bautismo y la Santa Cena. Luego, el Sacerdocio de Melquisedec fue restaurado por Pedro, Santiago y Juan, otorgando la autoridad para conferir el don del Espíritu Santo, organizar la Iglesia y sellar convenios eternos.
La restauración del sacerdocio fue fundamental para que la Iglesia de Jesucristo fuera completamente organizada según el modelo de la Iglesia primitiva, permitiendo que las ordenanzas esenciales para la salvación estuvieran disponibles para toda la humanidad.
¿Cómo te ha bendecido el Salvador a ti y a tu familia mediante la obra que se describe en esos versículos?
Bendiciones del sacerdocio en la familia
Los versículos de Doctrina y Convenios 20:38–60 describen las responsabilidades del sacerdocio y su papel en la Iglesia. Estas responsabilidades han traído bendiciones invaluables a mi vida y a la vida de muchas familias, ya que el sacerdocio no solo es una organización, sino un medio por el cual Dios manifiesta Su poder entre Sus hijos. Algunas bendiciones que se pueden recibir incluyen:
- Acceso a las ordenanzas de salvación. Gracias al sacerdocio, podemos bautizarnos, recibir la confirmación y el don del Espíritu Santo, y participar de la Santa Cena cada semana. Estas ordenanzas nos permiten hacer convenios con Dios y recibir la fortaleza espiritual que necesitamos diariamente.
- La guía del sacerdocio en el hogar. En las familias donde hay poseedores del sacerdocio, se pueden recibir bendiciones de sanidad, consuelo y guía. A través de la ministración del sacerdocio, las familias pueden fortalecer su fe y unidad, aprendiendo a confiar en el Señor en tiempos difíciles.
- Un orden divino en la Iglesia. La restauración del sacerdocio ha permitido que haya un orden en la Iglesia, con líderes inspirados que nos guían según la voluntad de Dios. Esto se ve reflejado en el hecho de que cada miembro puede recibir apoyo espiritual a través de los obispos, presidentes de quórumes y otras autoridades locales.
- Bendiciones del templo y la vida eterna. A través del sacerdocio, los convenios y ordenanzas del templo son posibles, lo que permite que las familias sean selladas por la eternidad y que la obra vicaria se lleve a cabo por aquellos que no tuvieron la oportunidad de recibir el evangelio en la vida terrenal.
La obra del sacerdocio, tal como se describe en Doctrina y Convenios 20:38–60, me recuerda que el evangelio de Jesucristo es un evangelio de orden, servicio y amor. Nada en Su Iglesia sucede al azar; todo está diseñado para fortalecer a los hijos de Dios y ayudarnos a volver a Su presencia.
Me motiva a reflexionar en cómo he sido bendecido por el sacerdocio en mi vida:
- Las bendiciones del sacerdocio me han dado paz en momentos de incertidumbre.
- He visto milagros a través de la imposición de manos y la oración de fe.
- Mi familia ha sido fortalecida por las enseñanzas del evangelio y el poder del sacerdocio en el hogar.
El sacerdocio no es solo una autoridad; es un ministerio de servicio que nos conecta con Dios y nos permite ser instrumentos en Sus manos para bendecir a otros.
¿Cómo podemos mostrar gratitud por el sacerdocio en nuestra vida? Al vivir dignamente, al sostener a los líderes del sacerdocio y al fortalecer a nuestra familia mediante las ordenanzas y enseñanzas del evangelio.
Doctrina y Convenios 21
El 6 de abril de 1830, un día histórico en una pequeña casa de Fayette, Nueva York. Un grupo de creyentes, no más de una treintena, se reúne con gran expectativa. Se han congregado para presenciar un acontecimiento que cambiará la historia: la organización formal de La Iglesia de Jesucristo.
José Smith, aún un joven profeta de apenas 24 años, ha sido el instrumento de Dios para restaurar Su evangelio sobre la Tierra. Ha recibido revelaciones, ha traducido el Libro de Mormón y ha soportado oposición y persecución. Ahora, en este día sagrado, se le ha mandado organizar oficialmente la Iglesia bajo la autoridad del sacerdocio. En medio de esta reunión sagrada, el Señor le da una revelación que quedará registrada en Doctrina y Convenios 21.
Versículos 1–3: Un Registro Sagrado y la Ordenación del Profeta
La voz del Señor es clara: “He aquí, se escribirá un registro entre vosotros…” (versículo 1). Desde el principio, el Señor establece la importancia de la documentación en Su Iglesia. No será una organización basada en tradición oral, sino en registros sagrados, un principio que se ha mantenido hasta hoy.
Luego, el Señor declara que José Smith será llamado “vidente, traductor, profeta, apóstol de Jesucristo y élder de la iglesia” (versículo 1). Cada título tiene un peso doctrinal profundo:
- Vidente: Alguien que recibe revelaciones divinas y tiene la capacidad de ver el futuro y los misterios de Dios.
- Traductor: Aquel que ha sido llamado para traducir documentos sagrados bajo el poder de Dios, como el Libro de Mormón.
- Profeta: El portavoz de Dios en la Tierra, un testigo viviente de Jesucristo.
- Apóstol de Jesucristo: Un testigo especial del Salvador, con la autoridad para establecer y dirigir Su Iglesia.
- Élder de la Iglesia: A pesar de los otros títulos, el Señor lo menciona también como un “élder”, lo que demuestra que, aunque José tenga una gran autoridad, sigue siendo un siervo dentro de la comunidad de creyentes.
José y Oliver Cowdery son ordenados en este día para dirigir la Iglesia. Esta ordenación no es solo un nombramiento terrenal, sino un reconocimiento celestial de la autoridad que ellos tienen en la Restauración del Evangelio.
Versículos 4–6: La Voz del Profeta y la Voz de Dios
El Señor da un mandamiento clave a los miembros:
“Porque sus palabras recibiréis como de mi propia boca, con toda paciencia y fe” (versículo 5).
Aquí se establece una doctrina central: el profeta habla en el nombre de Dios. No es simplemente un líder o un maestro, sino el canal a través del cual Dios revela Su voluntad. Para la naciente Iglesia, aceptar este principio será una prueba de fe.
Pero el Señor advierte que aceptar la voz del profeta requiere paciencia y fe. No siempre será fácil, habrá desafíos y momentos de incertidumbre. La historia de la Iglesia demuestra que muchos han tropezado al dudar de la palabra del profeta, especialmente cuando las revelaciones no se alinean con las expectativas humanas.
El versículo 6 agrega una promesa y una advertencia:
“Porque, haciéndolo así, las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros; sí, y el Señor Dios dispersará los poderes de las tinieblas de delante de vosotros…”
Aquí el Señor declara que la protección espiritual viene al seguir la voz del profeta. No es una garantía de que no habrá pruebas o dificultades, sino que el poder del adversario no podrá destruir a aquellos que son fieles al consejo del profeta de Dios.
Versículos 7–8: La Aflicción del Profeta y la Promesa de Dios
El Señor se dirige personalmente a José Smith, reconociendo el sufrimiento y la persecución que enfrentará. “José, has de ser honrado entre los de tu generación” (versículo 7), pero esto no significa que la honra vendrá de inmediato. De hecho, la vida de José estará marcada por la oposición y el sacrificio.
Sin embargo, el Señor le da una promesa hermosa: “Si eres fiel, yo estaré contigo…” (versículo 8). Aquí vemos la relación especial entre Dios y Sus profetas. Aunque el mundo los rechace, Dios nunca los abandona.
Este patrón se repite en las Escrituras. Moisés, Isaías, Nefi, Abinadí, Alma y muchos otros siervos del Señor han enfrentado el rechazo, pero Dios siempre ha estado con ellos. José no será la excepción.
Versículo 9: El Fundamento de la Iglesia Verdadera
Finalmente, el Señor declara una verdad eterna: “Porque he aquí, yo estaré con ellos, y estaré en medio de ellos, y ellos son míos…”
Este versículo es una de las más grandes promesas de la Restauración: la Iglesia de Cristo es verdadera porque el Señor mismo está en medio de ella. No se basa en la sabiduría de los hombres, sino en la presencia de Dios en su organización, doctrina y autoridad.
La revelación contenida en Doctrina y Convenios 21 no es solo un documento histórico. Es un principio eterno que sigue vigente en la actualidad. Dios ha establecido un modelo claro: Él revela Su voluntad a través de Sus profetas, y nosotros somos bendecidos cuando los seguimos con paciencia y fe.
Hoy, en un mundo lleno de voces en competencia, esta revelación nos recuerda que la seguridad espiritual viene al escuchar la voz del Señor a través de Su siervo escogido. Al igual que en 1830, este principio es una prueba de fe para cada generación de Santos de los Últimos Días.
Entonces, la pregunta es: ¿Tenemos la paciencia y la fe para seguir al profeta en nuestros días? ¿Reconocemos que sus palabras son como si vinieran de la boca del mismo Señor?
La promesa sigue en pie: si escuchamos, confiamos y obedecemos, el infierno no prevalecerá contra nosotros, y el Señor estará en medio de nosotros.
¿Qué palabras de los versículos 4–5 describen lo que el Salvador desea que hagas con las palabras de Su profeta viviente? ¿Por qué crees que se necesita “fe y paciencia” para lograrlo?
En Doctrina y Convenios 21:4–5, el Salvador declara: “Por tanto, os he dado a él como vidente, traductor, profeta, apóstol de Jesucristo y élder de la iglesia; y sus palabras recibiréis como de mi propia boca, con toda paciencia y fe.”
Las palabras clave en estos versículos son: “sus palabras recibiréis como de mi propia boca” y “con toda paciencia y fe”.
El Salvador nos manda a recibir las palabras del profeta como si fueran las Suyas propias. Esto significa que no debemos tratarlas como meras sugerencias o consejos humanos, sino como revelación divina, dada para guiarnos en nuestra vida.
¿Por qué se necesita fe y paciencia para lograrlo?
Aceptar las palabras del profeta como si fueran de Dios mismo no siempre es fácil. Hay varias razones por las que se requiere fe y paciencia:
- La revelación no siempre es lo que esperamos. A veces, las enseñanzas del profeta pueden desafiar nuestras opiniones, tradiciones o deseos personales. Requiere fe confiar en que Dios sabe más que nosotros.
- Los resultados pueden no ser inmediatos. Algunas promesas del Señor se cumplen con el tiempo, no de inmediato. La paciencia es clave para seguir adelante incluso cuando no vemos resultados instantáneos.
- El mundo puede oponerse a las enseñanzas del profeta. Hoy en día, muchas enseñanzas proféticas son rechazadas o criticadas por el mundo. Se necesita fe para seguir la voz del profeta a pesar de la presión social y cultural.
- Los profetas son seres humanos. Aunque son inspirados por Dios, los profetas son hombres imperfectos. La paciencia nos ayuda a confiar en que el Señor guía a Su Iglesia a pesar de las debilidades humanas.
El Salvador nos pide recibir las palabras del profeta con fe y paciencia porque el discipulado verdadero requiere humildad, confianza y perseverancia. Aunque a veces no comprendamos plenamente sus enseñanzas o las respuestas no lleguen de inmediato, podemos saber que Dios nunca nos desviará si seguimos a Su profeta con un corazón dispuesto.
¿Qué significa “las puertas del infierno”?
La frase “las puertas del infierno”, mencionada en Doctrina y Convenios 21:6, se refiere a los intentos del adversario de destruir la obra del Señor y de alejar a Sus hijos de la verdad. En la antigüedad, las puertas de una ciudad representaban su fortaleza y gobierno; por lo tanto, “las puertas del infierno” simbolizan el poder y la influencia de Satanás sobre el mundo.
En este contexto, el Señor promete que, si seguimos la voz de Su profeta con fe y paciencia, los esfuerzos del enemigo no prevalecerán contra nosotros. Esto no significa que no enfrentaremos pruebas, sino que si nos aferramos a la revelación y a los convenios, no seremos vencidos espiritualmente.
¿Cómo “dispers[a] el Señor los poderes de las tinieblas” por ti?
El Señor dispersa las tinieblas a través de la luz de la revelación, el poder del sacerdocio y la guía del Espíritu Santo. Algunas formas en que lo hace incluyen:
- Dándonos Su palabra a través de los profetas – Cuando seguimos sus consejos, evitamos la confusión y las trampas del adversario.
- Fortaleciéndonos mediante el Espíritu Santo – El Espíritu nos advierte y nos guía lejos del peligro espiritual.
- Proporcionándonos Su expiación y poder redentor – A través del arrepentimiento y la gracia de Cristo, podemos superar la oscuridad del pecado y la desesperación.
- Dándonos ordenanzas y convenios – El poder del sacerdocio en el templo y en nuestra vida cotidiana nos protege de la influencia del mal.
He experimentado cómo el Señor dispersa las tinieblas en momentos de duda o tribulación cuando sigo la dirección profética. Su luz trae claridad y paz en medio de la confusión.
¿Qué significa “sacudir los cielos para tu bien”?
La frase “sacudir los cielos” sugiere que el Señor actuará con gran poder en nuestro favor cuando ejercemos fe en Sus profetas y en Su evangelio. Él derrama bendiciones y manifestaciones divinas cuando demostramos fidelidad.
Esto puede incluir:
- Oraciones respondidas de maneras milagrosas.
- Intervenciones divinas en momentos de necesidad.
- Revelación personal que nos guía y protege.
- Bendiciones inesperadas cuando obedecemos la voz del profeta.
Cuando confiamos en el Señor y seguimos Su dirección, Él mueve los cielos a nuestro favor, alineando circunstancias, enviando ayuda y fortaleciendo nuestro espíritu.
¿Qué te pide el Señor, por medio del actual Presidente de la Iglesia, que hagas?
El profeta de hoy, el presidente Russell M. Nelson, nos ha pedido que:
- Fortalezcamos nuestro testimonio de Jesucristo y busquemos revelación personal.
- Nos enfoquemos en el convenio con Dios y usemos el poder del templo.
- Nos preparemos espiritual y temporalmente para tiempos difíciles.
- Dejemos de lado distracciones y cosas del mundo para centrarnos en lo que realmente importa.
- Aumentemos nuestro discipulado con actos de bondad y amor.
El Señor nos guía a través de Su profeta, y cuando seguimos su consejo, encontramos paz y seguridad.
¿Cómo ha cumplido el Señor Sus promesas cuando has seguido Sus consejos?
El Señor siempre cumple Sus promesas cuando obedecemos la dirección profética. Algunos ejemplos incluyen:
- Paz en medio de la adversidad. Cuando he seguido el consejo del profeta de acudir al templo y fortalecer mi relación con Dios, he sentido una paz que sobrepasa el entendimiento.
- Protección espiritual. Siguiendo la advertencia de evitar influencias negativas y aferrarme a las Escrituras, he evitado caminos que podrían haberme llevado a la confusión o al pecado.
- Bendiciones inesperadas. Al pagar un diezmo íntegro y confiar en la ley de la autosuficiencia, he visto cómo el Señor provee en momentos de necesidad.
El Salvador nunca nos deja solos. Cuando seguimos la voz de Su profeta con fe y paciencia, las puertas del infierno no pueden prevalecer contra nosotros, la oscuridad se disipa y los cielos se sacuden para nuestro bien.
Conclusion final de Doctrina y Convenios 20–22
Imagina que has estado esperando un gran evento durante mucho tiempo. Has sentido que algo divino está por suceder, pero no sabes exactamente cómo ni cuándo. Entonces, un día, llega el momento: el 6 de abril de 1830, en una humilde casa en Fayette, Nueva York, un pequeño grupo de creyentes se reúne. No son poderosos ni influyentes a los ojos del mundo, pero están a punto de presenciar el inicio de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días.
La Restauración del evangelio ha estado en marcha: José Smith ha recibido la Primera Visión, ha traducido el Libro de Mormón, ha sido ordenado al sacerdocio junto con Oliver Cowdery y ha comenzado a recibir revelaciones del Señor. Pero hasta este momento, la Iglesia aún no ha sido organizada formalmente. La voluntad de Dios es clara: es el tiempo señalado para que Su Iglesia sea establecida nuevamente en la tierra.
Doctrina y Convenios 20: La Constitución de la Iglesia
En este contexto, el Señor revela Doctrina y Convenios 20, conocido como “la Constitución de la Iglesia”. Es una revelación extensa que establece los principios fundamentales sobre los cuales se gobernará la Iglesia.
La revelación comienza con un poderoso testimonio de Jesucristo como el Salvador del mundo y del Libro de Mormón como la prueba de Su evangelio restaurado. Esto enseña que la Iglesia no es solo una organización humana, sino una obra divina con Jesucristo como su cabeza.
A medida que el documento continúa, se detallan las ordenanzas esenciales, como el bautismo y la Santa Cena, junto con las funciones del sacerdocio. Se establecen los deberes de los diáconos, maestros, presbíteros y élderes, y se enfatiza que la Iglesia debe funcionar con orden y bajo la dirección de la revelación.
Aquí aprendo que Dios es un Dios de orden. No deja Su obra al azar ni la confía solo a la inspiración momentánea. En lugar de eso, da mandamientos, estructura y propósito, asegurándose de que la Iglesia esté edificada sobre fundamentos sólidos.
Doctrina y Convenios 21: Escuchar la Voz del Profeta
En ese mismo día de abril de 1830, el Señor da otra revelación clave, registrada en Doctrina y Convenios 21. En ella, establece algo crucial: José Smith es Su profeta y portavoz, y sus palabras deben ser recibidas como si fueran del mismo Salvador.
Esto enseña una verdad que aún es esencial hoy: Dios habla a Sus hijos mediante profetas vivientes. No estamos abandonados a la incertidumbre ni a la confusión del mundo; podemos recibir guía directa a través de quienes Él ha llamado.
Pero hay una advertencia: seguir al profeta requiere fe y paciencia. Las revelaciones pueden ser difíciles de aceptar a veces, o pueden no tener sentido en el momento. Pero si confiamos en el Señor y seguimos la guía de Sus siervos, Él nos promete que las puertas del infierno no prevalecerán contra nosotros y que Él sacudirá los cielos para nuestro bien.
Aquí aprendo que seguir al profeta es un principio eterno. La Iglesia del Señor no se basa solo en escrituras antiguas, sino en la revelación continua que nos guía en nuestro tiempo.
Doctrina y Convenios 22: El Nuevo Convenio
A medida que la Iglesia crecía, algunas personas que ya habían sido bautizadas en otras iglesias cristianas querían unirse sin necesidad de ser bautizadas nuevamente. En Doctrina y Convenios 22, el Señor deja claro que Su Iglesia sigue un nuevo convenio y que el bautismo debe realizarse bajo la autoridad del sacerdocio restaurado.
Él compara los bautismos anteriores con un “viejo convenio” que ha pasado, declarando que ahora es necesario un bautismo bajo la autoridad de la Iglesia restaurada.
Este principio me enseña que las ordenanzas del evangelio deben realizarse bajo la autoridad correcta. Dios no acepta cualquier bautismo, sino solo el que se realiza con Su poder y bajo la administración de Su sacerdocio.
¿Qué Aprendo de Doctrina y Convenios 20–22?
- La Iglesia de Jesucristo no es una institución humana, sino una obra de Dios. Desde el principio, el Señor la ha dirigido mediante revelación, estableciendo principios claros para su gobierno.
- Jesucristo es la cabeza de la Iglesia, y el Libro de Mormón es la evidencia de Su obra en los últimos días.
- Los profetas son esenciales para nuestra protección y guía, pero seguirlos requiere fe y paciencia.
- Las ordenanzas deben realizarse bajo la autoridad del sacerdocio. No basta con buenas intenciones; la autoridad divina es esencial.
- El Señor sigue guiando a Su Iglesia hoy, tal como lo hizo en 1830.
En estos tres capítulos, veo que el evangelio no es solo una doctrina abstracta, sino un plan vivo y organizado por Dios para la salvación de Sus hijos. Somos parte de una obra divina, y al seguir Su plan, estamos asegurando nuestra vida eterna.
Estas tres secciones de Doctrina y Convenios marcan un hito fundamental en la historia de la Restauración. En ellos, Dios establece la Iglesia de Jesucristo en los últimos días y deja claro cómo debe ser gobernada, qué ordenanzas deben realizarse bajo Su autoridad y cómo Sus hijos pueden recibir guía continua.
Lo que más resalta es la manera en que el Señor estructura Su Iglesia con orden y propósito. No es un movimiento desorganizado basado en la inspiración momentánea de los hombres, sino una institución divina guiada por revelación continua. Esto nos recuerda que Dios sigue un patrón eterno: Él llama profetas, les da autoridad y guía a Su pueblo a través de ellos.
El énfasis en seguir la voz del profeta es crucial. El Señor no nos ha dejado sin dirección en un mundo caótico, sino que ha provisto una luz en medio de la oscuridad: Su siervo escogido. Sin embargo, aceptar esta guía requiere fe y paciencia, pues muchas veces las revelaciones no se alinean con nuestras expectativas o el mundo se opone a ellas.
Además, la enseñanza de que las ordenanzas deben realizarse bajo la autoridad correcta refuerza la importancia del sacerdocio restaurado. No basta con buenas intenciones o con prácticas religiosas previas; el Señor exige que las ordenanzas sean administradas de la manera que Él ha establecido.
Estos nos invitan a preguntarnos:
- ¿Reconozco la Iglesia de Jesucristo como una organización divinamente establecida?
- ¿Estoy recibiendo la palabra del profeta como si fuera de la boca del Señor?
- ¿Valoro la autoridad del sacerdocio en mi vida y en la Iglesia?
La lección final de estos capítulos es clara: el evangelio restaurado es la única vía para regresar a Dios, y Su Iglesia es el medio mediante el cual Él dirige a Sus hijos. No se trata de una invención humana, sino del cumplimiento de un plan divino que sigue vigente en nuestros días.
Seguir la voz del profeta, respetar la autoridad del sacerdocio y participar fielmente en la Iglesia del Señor es nuestra responsabilidad y nuestra bendición. Si lo hacemos, el Señor nos promete que las puertas del infierno no prevalecerán contra nosotros y que Él sacudirá los cielos en nuestro favor.

























